CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Donde hoy día se encuentra el asta bandera, por aquellos tiempos del XIX, estaba la “Plaza Nacional de Toros”.
William Bullock padre e hijo eran ingleses establecidos en Liverpool y más tarde en Londres. William hijo heredó el gusto artístico de su padre por lo que pronto se definió como diseñador, fabricante y coleccionista.
Con los años fue un afortunado promotor de cultura y en su “Sala Egipcia” en la céntrica calle de Piccadilly presentó exposiciones como “La carroza de viaje de Napoleón Bonaparte”, “Los hallazgos egipcios de Belzoni” y “Los lapones y su cultura”.
Una desahogada posición económica y prósperos negocios, lo llevaron a emprender en el otoño de 1822, el que fue su viaje más ambicioso, siendo México el nuevo estado-nación, sitio escogido para tal aventura. Lo que sabría sobre el nuevo país era que se trataba de una tierra con inmenso potencial económico, misma que recientemente se había emancipado de la corona española y de la cual, gracias a posibles lecturas de la obra de otro viajero universal, Alexander Von Humboldt, se haya creado el escenario que lo movió a tomar tal decisión.
La admiración que causaba y sigue causando la ciudad de México a propios y extraños, tuvo motivos para que dos viajeros extranjeros realizaran, en 1823 un hermoso y cautivante trabajo interpretativo, consistente en un “Panorama” de la ciudad de México, vista que obtuvieron luego de establecerse en la parte elevada de Catedral, quizá a espaldas de la “Trinidad”, desde donde tuvieron una contemplación privilegiada, impecable del centro de la ciudad, la Plaza Mayor y sus principales alrededores, mismos que quedaron plasmados en aquel paisaje citadino. Se trata de un retrato perfecto, donde el trazo, la perspectiva y demás circunstancias propias de un dibujo con estas características, se requería para los propósitos con que fue concebido.
Destaca en dicha obra la visión panorámica de ese espacio que seguimos conociendo como “Zócalo”. Pero llama la atención de que justo donde hoy día se encuentra el asta bandera, estuvo instalada una plaza de toros, mejor conocida como “Plaza Nacional de Toros”, que funcionó por lo menos entre los años de 1821 y 1826.
Padre e hijo salieron en diciembre de 1822, zarpando en el puerto de Portsmouth. Para enero de 1823 llegaron al puerto de Veracruz. Los siguientes seis meses fueron destinados a reconocer buena parte del territorio nacional y en particular la ciudad de México. William hijo mientras tanto, iba recogiendo apuntes que acentuaban con toda seguridad su capacidad de asombro ante aquellos nuevos paisajes y sus pobladores. También ambos recolectaron una gran cantidad de muestras de fauna natural, artefactos indígenas y elementos arqueológicos que hoy día se encuentran en el Museo Británico.
Esa primera etapa se puede conocer en su libro Six Months Residence and Travels in Mexico, Londres, John Murray, 1824.
Entre otras actividades, fue en un lapso de tiempo muy corto en que concibieron el que más tarde sería llamada la “Pintura panorámica de la Soberbia Ciudad de México y su paisaje circundante”. Y es que por aquellos días se respiraba en el ambiente un extraño aroma de incertidumbre. Fueron jornadas en que aún se escuchaban los rumores entre el que fue “Plan de Casa Mata” y las fiestas que, con motivo de la Jura de Agustín de Iturbide este fue elevado al centro como Agustín I, conmemoraciones que no solo se concentraron en la ciudad de México, sino en otras partes del territorio nacional, habiéndose celebrado entre otras actividades, 16 festejos taurinos, mismas que debieron desarrollarse en una versión anterior a la plaza que los Bullock ilustraron en su PANORAMA a partir de mayo de 1823, cuando el monumento a Carlos IV ya había sido retirado de su lugar.
En el texto imprescindible de Michael Costeloe: “EL PANORAMA DE MÉXICO DE BULLOCK / BURFORD, 1823-1864: HISTORIA DE UNA PINTURA”,[1] el autor describe en la forma más clara la definición de un PANORAMA, como sigue:
Un panorama era una pintura muy grande, descrita sucintamente por Comment como “una representación circular continua colgada de las paredes de una rotonda construida expresamente para exhibirla”. Estas “representaciones” de colores brillantes, pintadas al óleo y luego barnizadas, algunas sobre varios miles de metros cuadrados de lienzo, ilustraban una variedad de acontecimientos célebres, como la batalla de Waterloo, paisajes espectaculares, como las cataratas del Niágara, y, sobre todo, ciudades de Europa, Asia y América, como Londres, París, Atenas, Nueva York, Jerusalén y El Cairo, por mencionar sólo una pequeña muestra. Originados a finales del siglo XVIII en Edimburgo, donde el pintor local Robert Barker tuvo la idea de hacer una pintura panorámica de su ciudad, los panoramas se volvieron sumamente populares en Gran Bretaña, Europa y Estados Unidos. Ofrecían al público que pagaba por verlos una forma única de entretenimiento educativo, pues el espectador conocía las maravillas de lugares lejanos, como Río de Janeiro, al tiempo que se asombraba por la aparente realidad de las escenas que presenciaba. Para exhibir los panoramas, descritos por Segre como “lienzos ilusionistas de paisajes naturales y ciudades”, se desplegaban todo tipo de artefactos de iluminación y perspectiva, que generaban tal sensación de realismo que los visitantes a menudo abandonaban el edificio convencidos de que habían visto “la mejor representación de una ciudad jamás lograda por el genio humano”.
Durante la estancia ya conocida de los Bullock entre enero y agosto en nuestro país, estando en la capital del mismo al parecer obtuvieron permiso del gobierno mexicano para instalar sus herramientas de trabajo en la azotea de Catedral, sitio desde el que realizaron un interesante boceto que habiendo cubierto los 360°, incluyó todos los alrededores.
En 1846 el PANORAMA volvió a exhibirse en Londres, cuando el interés británico por el país se renovó fuertemente, al estallar la guerra entre México y Estados Unidos
Montar y desmontar plazas fue un denominador común por aquellos años, por lo menos antes de 1833, en que se reinaugura la plaza de San Pablo, de la que por alguna razón existen confusiones en términos de fechas y algunos datos, de los que me ocuparé más adelante. Normalmente se utilizaba madera y material de fijación para las mismas. Al concluir los festejos programados, el edificio se desmantelaba. Para su nueva erección, era necesaria la convocatoria de una nueva temporada o serie de corridas, el proyecto presentado por el o los asentistas, la participación de un arquitecto constructor y el permiso correspondiente del Ayuntamiento. Dicha plaza, según se puede concluir, estuvo en dicho sitio, un poco aquí, o un poco más allá, entre 1821 y 1825, siendo sucedánea de la de San Pablo, incendiada intencionalmente en 1821. Todo parece indicar, además, que este espacio fue utilizado, entre otros festejos para dar paso a las fiestas de la Jura de Agustín I, entre diciembre de 1822 y febrero de 1823.
El “Panorama” completo.
La Plaza Nacional de Toros, en una curiosa representación, hacia 1824.
Fuente: “México y los grabadores europeos”. México, Artes de México, Nº 166, año XX, 1975. 92 pp. Ils., grabs., retrs., p. 60-61.
De la exposición VIAJEROS EUROPEOS DEL SIGLO XIX EN MÉXICO, que fue montada en el Palacio de Iturbide en 1998, retomo unos apuntes personales que dicen:
Esta es la Plaza de “la Constitución”, nombre que adquirió a partir de la constitución de Cádiz de 1812. Comparémosla ahora con esta magnífica recreación, para una plaza de toros que sí existió en este mismo sitio, visión realizada por Dante Escalante a partir de una retrospectiva de los ingleses William Bullock y Robert Burford, y que se remonta a un día cualquiera entre los años de 1822 a 1825. Para ver mejor el espectáculo nos colocamos desde un buen sitio, digamos Catedral, al pie de una de sus monumentales torres.
Luego de admirar el imponente espectáculo, tenemos en primer término la Plaza Nacional de Toros, inaugurada hacia 1822, que sucedió temporalmente a la Real Plaza de toros de san Pablo, que se incendió en abril de 1821.
En esta plaza se realizó un festejo el 15 de agosto de 1824 en el que participaron, muy probablemente los hermanos Luis, Sóstenes y José María Avila, figuras que por aquel entonces destacaban en la fiesta, entendiéndoselas con toros de Atenco. La corrida fue en honor de Nicolás Bravo.
¿Y con respecto a la plaza?
Desde luego que entre los años en que se levantó, el diseño debe haber variado, conservándose para los efectos de funcionamiento todo aquello relacionado con los espacios destinados a corrales, destazadero, si es que lo hubo al interior) y otras dependencias propias de un coso taurino.
Por cuanto se puede apreciar, sus dimensiones, entre las barreras y la doble hilera de palcos, debe haber tenido capacidad para unas 4 mil personas (quizá un poco más). Es un edificio circular, forrado en su parte externa, con una puerta por la cual entraban y salían lo mismo peatones que algunos carruajes o birloches. Era una plaza toda ella de madera, al centro del ruedo se aprecia una columna o “mongibelo”,[2] quizá rematada por una pieza esférica (¿la representación del mundo?) que servía para efectuar alguna puesta en escena, de conformidad al programa con el que, por esos días coincidió la presencia de los Bullock, padre e hijo.
[1] Michael Costeloe: “EL PANORAMA DE MÉXICO DE BULLOCK / BURFORD, 1823-1864: HISTORIA DE UNA PINTURA”. México, Colegio de México. En Historia Mexicana, 2010, Tomo LIX, N° 4 (pp. 1205-1245).
[2] Alusión de fuerte influencia literaria, predominante sobre todo a partir del siglo XVII, la cual se refiere al Monte Etna. La deformación en el habla, o posiblemente en su escritura, poco a poco fueron transformándola en “Mongibelo”, conservando en alguna medida su fuerte carga de raíz latina.