MINIATURAS TAURINAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Para 1896, Ponciano Díaz y Felipe Hernández seguían dando, lo que, en la jerga popular son “patadas de ahogado”, y más aún, en momentos donde el deslumbramiento de la tauromaquia de a pie, traída por diestros españoles como Luis Mazzantini, Diego Prieto “Cuatro dedos”, Juan León “El Mestizo”, Juan Moreno “El Americano”, José Machío y otro interesante y compacto grupo de lidiadores, estaba apoderándose de todos los rincones taurinos del país. Fue por eso que El Toreo Ilustrado, año I, Nº 14, del 24 de febrero de 1896, lanzó tremenda crítica a ambos espadas nacionales en estos términos:
Ponciano Díaz. Plaza de Toros de Toluca. 23 de febrero de 1896 alternó con Felipe Hernández. 2 de Atenco y 3 de desecho de Cieneguilla y El Fresno.
Los matadores (!!!) de Poncianillo, el que alterna con el panzón de Felipe Hernández, (muy señor mío y conocido en su casa), ni se puede decir nada de él ni esperar que hiciera algo bueno. Sin igualar, sin liar y al estilo del país bajonazos y mete y sacas.
¿Acaso será la figura de Felipe Hernández? Imagen de un cartel de la época.
Ambos torean en la plaza de Toluca, uno de los últimos bastiones defendidos por Ponciano Díaz en franca decadencia, que se hizo acompañar aquella tarde del 23 de febrero por Felipe Hernández, hijo de Tomás Hernández “El Brujo”, hábil y famoso vaquero de la hacienda de Atenco, que en su momento de mayor control, fue causante de diversos escándalos, rencillas y luchas por el poder y control en cuanto al cuidado del ganado se refiere.
Felipe Hernández, seguramente pudo haberse comparado con Luis Mazzantini, dueños de una no muy grata figura, pero que con todo y eso eran aceptados por los aficionados. Lo que ya no acepta la prensa es que Ponciano y Felipe sigan en su plan de no igualar, no liar y matar a bajonazos y mete y sacas a los pocos enemigos que les quedan por enfrentar.
Los tiempos ya cambiaron…