ROQUE ARMANDO SOSA FERREYRO: UN RECUERDO A 28 AÑOS DE SU AUSENCIA.

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XX. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Roque Armando Sosa Ferreyro en 1987, fue reconocido

como uno de los decanos del periodismo taurino.

    Si tuviésemos que hablar de todo un “señor del periodismo”, fijemos nuestra atención en el caso ejemplar de Roque Armando Sosa Ferreyro (Mérida, Yucatán, 30 de julio de 1902-Ciudad de México, 6 de septiembre de 1989).

   “Don Tancredo”, que así era como firmaba sus colaboraciones taurinas, siguió los principios que Francisco Zarco estableció desde mediados del siglo XIX y que luego, personajes como los Flores Magón materializaron en “Regeneración” hace poco más cien años. Su honorabilidad en un medio de comunicación tan cuestionado como la prensa escrita, dejó huella y su impronta es modelo a seguir. Sin embargo, parece que su nombre y esa enorme estela de producción hoy día parecen estar olvidados, sobre todo en un medio que, como el de los toros, también requiere de iconos que representen ese lado honesto, mismo que significa empuñar la pluma y convertirla en bandera de auténticas convicciones, con objeto de que sus textos –al cabo de los años-, se tornen auténtica referencia.

   No me queda la menor duda de que con él, y otro pequeño número de PERIODISTAS –así, con mayúsculas-, estamos frente a un personaje que desde sus años mozos abrazó con fervor ese que es hoy uno de los oficios más peligrosos en este país., Primero en su natal Yucatán define su ruta como escritor y luego, ya en la ciudad de México, colabora en diversas publicaciones, entre otras “Revista de Revistas” donde no solo fue uno más de los de planta, sino también su director entre 1931 y 1938. Años más tarde, funda dos publicaciones emblemáticas: “La Lidia” y “La Fiesta” (esto entre 1942 y 1950). Su oficio continuó como editorialista en “Excelsior”, “El Sol de México”, “Últimas Noticias” y “Jueves de Excelsior”.

   En lo taurino, legó una serie de auténticas joyas. Me refiero a esos dos números monográficos de “Revista de Revistas” (febrero y diciembre de 1937 respectivamente), donde reunió a las plumas más representativas de aquel entonces, logrando un equilibrio perfecto en información, y desde luego en apoyo iconográfico de primerísima calidad. Por otro lado, es posible recordarlo al frente de “La Lidia”, donde sorteó un conflicto que devino ruptura con algunos de sus colaboradores, y con ello el inmediato surgimiento de “La Fiesta”.

   Ambas publicaciones siguieron, en buena medida ciertos aspectos de formación tal cual se aplicaron en “Revista de Revistas”, de ahí que los interesados tenían resuelto el ejercicio práctico de su lectura. No faltaron también esos números extraordinarios, dedicados a la fotografía, o los que rememoraban a Rodolfo Gaona, Manuel Rodríguez “Manolete” o ese otro que dejaba evidencia justo con la inauguración de la plaza de toros “México”.

   Cuando parecía que su compromiso habría terminado, se le vuelve a leer en las páginas del “Excelsior”, en cuyas columnas lo mismo abordaba los temas taurinos del momento que pasajes de la vida nacional, o de carácter eminentemente histórico o literario. Considero, sin temor a equivocarme que don Roque Armando era un hombre de visión universal, cuya cultura alcanzaba para cubrir cualquier tema al que se enfrentara.

   Por estos días he leído sus contribuciones en “El Sol de México”, y una de ellas tiene que ver con una larga entrevista que le concedió el “indio grande” allá por enero de 1968. “Recuerdos y confidencias de Gaona” es el título de la interviú, donde habla de sus primeros pasos, la sólida ascensión o el capítulo de su despedida, sin evitar el comentario sobre los toreros de aquel momento: Manuel Benítez “El Cordobés” y “Manolo” Martínez, por quienes profesó absoluto convencimiento en sus quehaceres.

   Para 1987, cuando ya le habíamos recibido en varias reuniones que celebraba por entonces “Bibliófilos Taurinos de México”, se tuvo a bien llevar a cabo una serie de actividades de cultura que recordaban cien años de reanudación a las corridas de toros en el Distrito Federal. Entre otros actos, se reconoció la labor de varios decanos del periodismo taurino en México, a saber: Carlos Cuesta Baquero, Rafael Solana, “José Alameda” y, desde luego a quien hoy recordamos: Roque Armando Sosa Ferreyro.

   Quiero terminar esta semblanza, compartiendo con ustedes el hecho de que, con el prólogo que dedicó a un trabajo de mi autoría que aún hoy se mantiene inédito, escribió las que pueden ser sus últimas líneas, pues estas se encuentran fechadas en junio de 1989. El libro a que hago referencia lleva el título: “Ponciano Díaz Salinas, torero del XIX, a la luz del XX” (actualizado ya, por razones obvias a la luz del XXI).

   Entre otras notas, se refiere al torero de Atenco como sigue:

   En su tiempo fue Ponciano Díaz no sólo el mejor, el más famoso y representativo torero mexicano sino también el paladín del nacionalismo y las tradiciones nacionales, ídolo de multitudes y ejemplo de maestría insuperable en la ejecución de las suertes de la charrería. Dentro y fuera de los redondeles, su nombre estaba aureolado por la gloria…

   Aquí y en España fue Ponciano Díaz un triunfador. Por su valentía y su arte refrendó en Madrid, al lado de Frascuelo y de Guerrita, la fama conquistada por sus hazañas en los redondeles mexicanos. Equidistante en la perspectiva del tiempo, debe vérsele en sus debidas proporciones: entre la idolatría populachera y patriotera que tuvo, con sus reales méritos en el toreo a pie y el dominio de las suertes ecuestres, y el olvido y la indiferencia que posteriormente cubrieron su nombre. Por esto la labor del ingeniero Coello Ugalde es acreedora a la más amplia atención y el reconocimiento de los verdaderos aficionados a la lidia de reses bravas…

   Reiteramos nuestras alabanzas a Coello Ugalde por el empeño y la tenacidad que puso para vencer dificultades y atesorar los datos relevantes que configuran la imagen de Ponciano en la luz y en la sombra. Los aficionados taurinos hemos de apreciar y reconocer la devoción a la verdad histórica que animó al autor de estas páginas y quien, seguramente, habrá de darnos en el futuro otros logros de su apasionado entusiasmo por la fiesta de los toros…

   Loor a figura tan consumada en el ejercicio del periodismo en nuestro país durante el siglo XX.

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