POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Óvolo a favor de los damnificados. El País, 19 de diciembre de 1913, p. 8.
U.N.A.M. Hemeroteca Nacional Digital de México.
Con el terremoto del 7 de septiembre pasado, los mexicanos vivimos momentos muy amargos. Sin embargo, el 19 de septiembre siguiente hasta antes de las 13:14 de la tarde, en el ambiente se percibía el duro pasaje con que recordábamos el fuerte sismo ocurrido 32 años atrás. Llegada esa hora, otro nuevo temblor lastimó a una buena parte de la población. La tragedia se enseñoreó, aunque por fortuna surgió de inmediato ese fenómeno espontáneo que conocemos como “sociedad civil”.
Es la primera reacción con la que cientos, miles de voluntarios apoyaron a quienes corrían riesgos de cualquier índole, lo que celebramos en forma alentadora. Más tarde, intervino el estado, e incluso se declaró “luto nacional”.
Diversos registros históricos nos llevan a tener una lectura en la que, a lo largo de varios siglos, la tauromaquia ha sido un respaldo con que paliar diversos golpes de la naturaleza. Un temblor, huracanes, o en su defecto apoyo a hospitales (mujeres dementes, niños expósitos, asilo de huérfanos, hospitales de sangre durante algún conflicto bélico; respaldo a la “Cruz Blanca Neutral”, etc.). También lo ha hecho generosa, en casos como el apoyo a construcción de acueductos, alamedas, kioskos, empedrados y otras obras públicas.
Hace 32 años, justo el 20 de noviembre, tal y como lo recordaba aquí este lunes 25 nuestro buen amigo Horacio Reiba, la plaza de toros “México” fue escenario de un festival inolvidable y de cuya réplica esperamos algo en el mismo sentido para las próximas semanas.
De entre los datos que he ido recabando para un trabajo denominado “Sobre festejos taurinos con fines de beneficencia en México”, se incluyen los que se remontan hasta el año de 1603, momento en que por ejemplo, la Cofradía de Santa Ana de esta ciudad, solicitó honrar sus fiestas y así recibir el apoyo en favor de la misma institución.
Luego, entre otros datos, los hay que solicitan el “beneficio de las limosnas” (1738), recaudar fondos para restituir a la corona lo invertido en el vestuario de la Tropa (1769), ayuda de los costos de la “fábrica del templo –esto en la villa de San Miguel-, en que está colocada la efigie de Cristo crucificado con la advocación de la salud” (1788); permiso para “hacer unas corridas de toros en la fiesta del señor crucificado para recabar fondos que les ayudaran a llevar agua dulce al pueblo de Tiacolvia, Oaxaca” (1794), entre otros.
Es en 1803 cuando se localiza un primer informe relativo al apoyo solidario, que proviene del producto y gasto erogado de la corrida de toros los cuales fueron consignados a la casa de niños expósitos.
El jueves 13 de diciembre de 1839 hubo en la plaza de toros de San Pablo un festejo con el que se apoyaba al Hospital de mujeres dementes en estos términos:
La piedad de los mexicanos ha tenido su mano benéfica a los establecimientos del hospicio y casa de expósitos de esta capital, proporcionando recursos a favor de los infelices que en él se encuentran, ya por medio de suscripciones y ya dedicándoles espectáculos públicos, cuyos productos han contribuido eficazmente al logro de sus piadosos deseos. Mas su celo filantrópico, no ha fijado su atención a otro establecimiento igualmente benéfico a la humanidad, cual es el de mujeres dementes que existen en el hospital del Divino Salvador.
Este sin duda reclama imperiosamente una mirada de compasión; porque aquellas desgraciadas están careciendo aún de los auxilios más precisos e indispensables por falta de recursos.
Durante la invasión norteamericana de 1847, justo el 17 de enero, y también en la plaza de San Pablo, se celebró una función a beneficio de los gastos de la “presente guerra contra los Estados Unidos del Norte”, donde se lidiaron seis toros de la mejor raza. No hay mayores datos.
En 1860, ahora en la plaza del Paseo Nuevo, el 18 de noviembre, intervino la cuadrilla de Bernardo Gaviño, quienes lidiaron cinco toros de Atenco y dos más para el coleadero. Todo esto, so pretexto de que aquel era un festejo a beneficio de las familias de escasos recursos en esta ciudad. El monto de los productos y gastos de la corrida alcanzó la cifra de $1,105.87, cantidad que se entregó a los integrantes de la junta correspondiente, para que se distribuyeran “como de facto entre familias pobres”.
Los datos en ese registro prosiguen hasta nuestros días, pero he de concluir la presente entrega con lo que en su momento, escribió Ignacio Manuel Altamirano, declarado opositor a las corridas de toros, con motivo de un festejo que se llevó a cabo el 8 de diciembre de 1867 en la plaza del Paseo Nuevo, con objeto de apoyar a la población de Matamoros, que recién había sufrido el paso de un huracán. Su reflexión se publicó en El Correo de México, Nº 85 del 9 de diciembre de 1867. Decía este abanderado del pensamiento republicano y liberal:
Ayer tuvo lugar la corrida que dieron algunos jóvenes aficionados a beneficio de los habitantes de Matamoros.
Los jóvenes que creyeron conveniente poner la barbarie al servicio de la filantropía, hicieron todos los esfuerzos posibles para lucirse; pero el público los silbó desapiadadamente desde el principio hasta el fin, no concediéndoles sino uno que otro aplauso.
El público no tuvo consideración que los aficionados se exponían delante de la fiera por favorecer a los menesterosos de Matamoros. Con esta corrida que se permitió a la caridad, concluyeron para siempre en nuestra capital las bárbaras diversiones de toros, a las que nuestro pueblo tenía un gusto tan pronunciado desgraciadamente. Los hombres del pueblo saben más de tauromaquia que de garantías individuales.
Altamirano –a su vez– y en ese año de 1867 cambia la espada por la pluma (que de hecho fue su primera ocupación y que nunca había abandonado) se propone a ser el impulsor de la cultura nacional y funda el periódico El Correo de México al lado de Ignacio Ramírez y de Alfredo Chavero, quienes pugnaron por el respeto a la Constitución del 57´ y se opusieron al reformismo de Juárez. También apoya la independencia de Cuba, funda la sociedad de Libres Pensadores, entre otras muchas actividades.
Carteles anunciadores de los festejos tanto para el 3 como para el 8 de diciembre de 1867, con motivo de apoyar a “NUESTROS HERMANOS de Matamoros, que arruinados por el huracán que causó tantos males en la frontera de nuestra patria, deben recibir en tan tristes circunstancias un testimonio de afecto de la capital”.
Vayan estos datos como testimonio de que la tauromaquia no olvida ni se olvida de aquellos momentos donde se hace presente la dura aflicción del sufrimiento. A todos y cada uno de los que extendieron su apoyo, gracias por su SOLIDARIDAD.