Archivo mensual: octubre 2017

ANTONIO SABATER, “EL ZAR DEL BAJÍO”.

DE FIGURAS, FIGURITAS y FIGURONES. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Patio de cuadrillas en la provinciana plaza de toros de Celaya, Guanajuato. De izquierda a derecha: Carlos Vera “Cañitas”, Silverio Pérez, el empresario Antonio Sabater, David Liceaga y Jesús “El Güero” Merino. Es la tarde del 25 de diciembre de 1942. Col. del autor.

   De acuerdo al siempre bien informado libro Efemérides Taurinas Mexicanas de Luis Ruiz Quiroz, publicado por Bibliófilos Taurinos de México, A.C., en 2006 tenemos el dato de que el 1° de noviembre, pero de 1913, nace en Celaya, Guanajuato el futuro empresario taurino Antonio Sabater (su muerte ocurre el 8 de octubre de 1994). Por tal motivo, y con objeto de recordar hoy a este interesante personaje, a quien apodaban el “Zar del Bajío”, por aquello del absoluto control que llegó a tener en determinadas épocas en zona tan específica del país, me permito compartir con ustedes algunos de los testimonios que, de viva voz pude obtener de él, y que luego aparecieron en mi libro Celaya: Rincón de la provincia y su fiesta de toros durante cuatro siglos. Celaya, Gto., Instituto Tecnológico de Celaya, Centro Cultural “Casa del Diezmo”, y Bibliófilos Taurinos de México, A.C., 2002. 168 p. Ils., fots., retrs., maps., y del que ahora tengo ya muy avanzada la segunda edición.

CONFESIONES DE UN EMPRESARIO: ANTONIO SABATER, EL “ZAR DEL BAJÍO”.

    Antonio Sabater me llegó a platicar estos pequeños pero interesantes pasajes, muchos de los cuales no guardan necesariamente un orden. Era lo que recordaba en las varias conversaciones que llegué a tener con él. Veamos.

Rafael Molina fue propietario de la plaza, le daba por la charrería y rentaba la plaza al que la pedía.

En la plaza de Celaya se dieron muchos festejos. Antes de mí, como empresario estuvo Alberto Cossío “Patatero”. Él llevó a Marcial Lalanda con Heriberto García y toros de Xajay. Los toreros entonces entraban a la plaza por sombra. (Ese cartel se celebró el 25 de diciembre de 1930).

Saturio Torón fue con Heriberto García y “Cagancho” anunciados con 6 novillos (sic) de Xajay de aquella nueva cruza.

Juan Silveti hizo sus pininos en Celaya, ayudado por un eminente y conocido doctor. El propio Silveti le comentó a Sabater que cuando comenzaba a sonar era porque se armaban escandaleras en el rastro celayense. “Me compré un levitón en casa del señor Arguimiro Fernández que tenía un empeño. Luego llegó un empresario de por el rumbo que sentenció al futuro “as”: “¡Tú no puedes ser torero!”.

Y Juan Silveti fue a aquellos chiqueros y le demostró de lo que era capaz. Por supuesto que del levitón aquel sólo le quedaron las mangas puestas.

Juan toreó muchas veces en Celaya de pasamanería.

El día de corrida comenzaba a notarse todo movimiento desde que en la Presidencia Municipal y en alguno de los pilares de la misma colocaban en zarzo de banderillas. Se acostumbraba que los picadores iban vestidos en el mismo convite. Entonces, entre admirados y sorprendidos, los niños acompañaban a aquel grupo que convocaba a la corrida por las calles del poblado, sintiéndose tan toreros como los que iban en el “convite”.

“Chicuelo” toreó en Celaya el 25 de diciembre año de 1925 con toros de Parangueo, mataba él 3 toros y el 4º era para Emilio Mayor “Mayorito”, novillero español.

Un año llevé a Luis Briones quien alternó con Silverio Pérez, precisamente la tarde del 5 de diciembre de 1942.

El día 25 de diciembre era para Celaya una de las fechas más esperadas, puesto que se efectuaba la corrida de “navidad”. Una de esas tardes programé a “Armillita” y a Luis Procuna. (25 de diciembre de 1943, con ejemplares de Santacilia).

José Jiménez Latapí “Don Difi” era mi representante en la ciudad de México.

Luis Procuna también toreó varias veces en Celaya. Un día antes de su alternativa, aunque al parecer iba a ser sustituido por Gregorio García, finalmente toreó. Los afarolados que pegó aquella tarde fueron auténticamente fenomenales. Paco Malgesto estuvo aquella tarde.

Otra tarde el cartel quedó confeccionado así: Conchita Cintrón, rejoneadora; Jesús Guerra “Guerrita” y como sobresaliente, Luis Procuna. Obregón Santacilia (ganadero de Santacilia) me mandó una auténtica “escalera” (supongo que se refirió a alguno de los ejemplares que lucía tremenda cornamenta, esto pudo ocurrir el 25 de diciembre de 1947). Además, fueron 2 novillos y un becerro. Quería “Guerrita” que Conchita Cintrón torease el becerro y otro. Luego un novillo y el becerro le tocaron a Jesús Guerra, pero él no aceptó. Procuna no llevaba terno y consiguió el de un subalterno, se lió con una muleta y después armó la de Dios es Cristo.

(Rodolfo) Gaona jugaba cartas con Obregón y Calles. Entonces se organizó una corrida en honor de ellos y el de León toreo un ejemplar de Atenco.

Luego de que se reanudó el convenio entre los toreros mexicanos y españoles (en 1944), programé una corrida el 25 de diciembre de 1945 con el siguiente cartel: “Gitanillo de Triana”, Luis Procuna y Luis Briones con toros de San Juan Pan de Arriba, fracción de Santacilia. “Gitanillo” cortó una oreja.

El debut de “Curro” Ortega fue en 1945 (precisamente el 12 de abril), alternando con Rafael Morales “Clarinero”, mano a mano, anunciándolo como el pique entre Celaya y Querétaro.

“El Redondel” núm. 3041 del 16 de marzo de 1947 dice: “Curro” Ortega y Rosendo Vázquez, bien toreando y mal matando en Celaya.

“Joselillo” no toreó en Celaya.

En 1936 (25 de diciembre con toros de Xajay) se dio un mano a mano entre Lorenzo Garza y Luis Castro “El Soldado”. Uno de los bureles llamado “Sembrador” fue estupendamente lidiado por Garza quien recibió del tendido de sol el siguiente grito: “¡a que no se lo das con la derecha”, refiriéndose el aficionado a que si tenía tan grandes virtudes con la izquierda, debía tenerlas con la mano diestra.

Otra tarde –la del 24 de diciembre de 1932-, toreó Joaquín Rodríguez “Cagancho” en Celaya, alternando con el entonces novillero Luis Castro “El Soldado”, lidiando ganado de Xajay). Se hizo acompañar de “Chelo” Gómez, probablemente una de las integrantes de la familia que administraba el famoso hotel “Gómez” en la propia ciudad de las cajetas.. Él le brindó un toro y al entrar a matar, Mariano Mancera, dueño de la cantina “La Covacha” le lanzó un grito oportunísimo: “¡Joaquín: acuérdate que se lo brindaste a una dama!” a lo que contestó el gitano: “¡Qué bueno que me lo ha recordado!” e hizo la suerte maravillosamente.

Cierta ocasión torearon juntos Juan Silveti y Conchita Cintrón. El “tigre de Guanajuato” protesta y reniega porque Conchita toreaba también. Sin embargo, aquella tarde hubo cosas graciosas. Entre otras, es que apareció en el tendido un cartel pidiendo ayuda para un torero retirado que se apodaba “El choclos”, nativo de Empalme, Escobedo. Entonces, Juan Solicitó a Conchita el permiso para conseguir el óbolo respectivo, lo cual se consiguió. Esa tarde salió un toro llamado “Vividor” que de tan bravo arrancó la puerta de toriles.

Juan hacía la “media verónica” fabulosa. Con la muleta armó un “escandalazo”. Llevaba entonces una cuadrilla formada entre otros, por un picador de apellido Palafox. El toro derribó al caballo, yéndose peligrosamente sobre él. Recuerdo que Juan nos contaba que en aquel momento de peligro, Palafox le gritó:

“¡Quítamelo, Juanito! ¡Quítamelo, Juanito!

“¿Vas a cobrar?

“¡No Juanito, no!”

El segundo toro de Juan lo “empaló” de fea manera. Y Juan fue a dar al hospital. Hasta allá fueron a verlo Conchita Cintrón, acompañada de Fernando López y el “Yucateco”. El doctor que lo revisó dio el pronóstico de que tenía uno de los “carretitos safado en la columna… pero ya se lo puse en su lugar”. López y el “Yucateco” además de visitarlo, pretendieron convenir con Silveti la paga de aquella tarde, a lo que preguntó el torero:

“¿Cuántos capotazos dieron, cuantos pares de banderillas?

La respuesta fue un no.

“¡Pues ni medio centenario se les dá, y se me largan de aquí…!” fue la respuesta de Juan Silveti.

Con el tiempo, el señor Rafael Márques compró la plaza.

“Clarinero” toreó con Manolo Amate, hijo de Pepe Amate “Relampaguito”. Esto lo publiqué en “Fiesta Brava” que apareció en 1940.

Abraham Ortega dio una corrida de 8 toros con Paco Muñoz, Manolo dos Santos, Carlos Arruza y “Curro” Ortega en los años 50.

“Calesero”, Ricardo Torres y 8 toros de Santacilia, fue la primer corrida que programé en Celaya. Quizá se trate del festejo celebrado el 20 de diciembre de 1941, donde se lidiaron ejemplares de Xajay.

Hubo una más donde alterné a Paco Gorráez y Alfonso Ramírez “Calesero”.   También a Carlos Arruza y Ricardo Torres con toros de Santacilia.

En fin, que estos son algunos de los recuerdos que refirió a “vuela pluma” al personaje que hoy recordamos, Antonio Sabater.

Gracias por su atención.

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25 DE OCTUBRE DE 1913. MUERE SATURNINO FRUTOS «OJITOS».

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

Saturnino Frutos, “Ojitos” (Copia del retrato dedicado a “Roque Solares Tacubac”).

En El Universal Taurino. Tomo III. México, D.F., martes 20 de abril de 1923, Nº 80.

Fotografía, Col. del autor.

   Uno de los personajes clave más importantes en el devenir, pero también en la afirmación y consolidación del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna en México, fue Saturnino Frutos “Ojitos” (1855-1913). Acompañó a Ponciano Díaz, luego de que el diestro de Atenco regresara de su viaje a España de 1889, con el grado de “matador de toros”, concedido apenas el 17 de octubre de ese año, en la plaza de toros de Madrid. Así que desde 1890, “Ojitos” ya se encuentra en activo en diferentes ruedos de nuestro país, lo mismo participando como jefe de cuadrillas, que como banderillero o peón de brega. Su paisano Ramón López, quien prácticamente se estableció en nuestro país desde 1887, le aconsejó algunos años más tarde que además de continuar en esta profesión, lo hiciera invirtiendo su tiempo a la enseñanza, para lo cual era necesario constituir una cuadrilla formal que se significara como ejemplar en un medio que requería este tipo de presencia, con objeto seguramente, de confrontar o equilibrar la presencia masiva de toreros españoles que se imponían sin ningún problema en el ambiente taurino, o por el hecho de que veía condiciones propicias para hacer un despliegue de experiencias entre futuros aspirantes a ocupar lugares de privilegio. En esos tiempos, con la marcada decadencia y luego, la desaparición de Ponciano Díaz, el resto de los espadas nacionales se diluía pues ya no garantizaban la defensa de lo que pudo haber significado en esos momentos, una sólida vertiente. Así que ni Gerardo Santa Cruz Polanco, ni Timoteo Rodríguez, ni ningún otro espada o “Capitán de gladiadores”, antigua denominación que caracterizó a los diestros en nuestro país, durante la segunda mitad del siglo XIX daban garantías de segura permanencia.

Saturnino se convenció de aquella posibilidad y en León de los Aldama, luego de intensas jornadas de búsqueda, encontró las condiciones y los elementos apropiados para poner en marcha aquella empresa.

En efecto, estamos ante la cuadrilla en la que su elemento sobresaliente fue Rodolfo Gaona.

El Dr. Carlos Cuesta Baquero, mejor conocido como Roque Solares Tacubac dijo de “Ojitos”:

Tuve amistad con Saturnino Frutos y lo traté en condiciones de extrema aflicción, cuando estaba agobiado por la carencia de dinero y por las dolencias crueles de tremenda enfermedad.

En aquellas circunstancias, cualquier especulador, despechado por no haber logrado sus fines, habría dejado escapar involuntariamente o coléricamente expresiones zaherientes para aquél a quien no pudo explotar. “Ojitos” sólo tenía, al referirse a su discípulo predilecto, palabras de cariño y alabanza. Siempre inquiría por los periódicos, donde relatábanse los éxitos de Rodolfo, y oía su lectura, sobreponiéndose a los atroces dolores que le causaba su enfermedad. Esa conducta no la tiene un especulador metalizado; solamente la observa un padre que tiene por guía el cariño.

Saturnino Frutos resultó para Gaona un tutor riguroso, muy riguroso, al grado de que en algún momento del encumbramiento del leonés, se rompieron las relaciones definitivamente. Por fortuna, Gaona abrevó todo aquel secreto que le reveló el madrileño no sólo en términos técnicos. También estéticos que le permitieron colocarse en lugar de privilegio.

En ese sentido, hay un libro clave que revela y desvela toda una serie de circunstancias, alegrías y tribulaciones que padecieron de manera conjunta estos dos personajes, mismos que se convirtieron en columnas vertebrales, en columnas fundamentales del toreo contemporáneo en el México de comienzos del siglo pasado. Me refiero a El maestro de Gaona, de Guillermo Ernesto Padilla.[1]

En sus páginas, y con el inconfundible estilo de Padilla, hay todo un relato de acontecimientos que dejan ver y entender cómo se desplegaron aquellas jornadas de intensa enseñanza, pero también los momentos en que estuvo presente la discusión y el desacuerdo. Todo aquel que posea dicho volumen coincidirá conmigo en el sentido de que no puede entenderse a Rodolfo Gaona si no se mira la sombra maniquea –clara o perversa- de Saturnino Frutos. No se puede entender a “Ojitos” como el responsable de una de las figuras del toreo UNIVERSAL que se consolidaron en una especie de eternidad, misma que les está conferida a ciertos personajes cuya trascendencia dejó estela, misma razón por la cual hoy, a 92 años vista de la despedida del leonés, ocurrida el 12 de abril de 1925 muchos aficionados –como usted o como yo-, sigamos incluyendo en nuestras conversaciones al “indio grande”, como si apenas lo hubiésemos visto triunfar ayer, o antier. Solo eso puede pasar con un personaje de la talla de Gaona, talla perfecta de “Ojitos”, ese “maestro de toreros” a quien hoy recordamos en el 104 aniversario de su muerte.

Finalmente debe reconocerse que aquel episodio, colmado de aprendizaje tuvo un resultado sin precedentes en la historia reciente del toreo en México. El papel que, como tutor ejerció el viejo banderillero tuvo consecuencias inusitadas. De ahí que convenga analizar esa referencia, en tiempos como los que corren en nuestros días, donde existe una notoria ausencia de enseñanza, y cuyo reflejo se constata en la escasez de virtudes por parte de novilleros o matadores de toros, a quienes falta una fuerte carga de conocimientos que no solo deben concretarse en el profundo despliegue de la técnica, sino a la imprescindible presencia estética, de la que Gaona fue un notable modelo en ambos sentidos.

No es casual, como ya se dijo, que la presencia espiritual de Rodolfo siga presente y se le considere, sin duda alguna un modelo a seguir.


[1] Guillermo Ernesto Padilla: El maestro de Gaona. Prólogo de Esperanza Arellano “Verónica”. México, Compañía Editorial Impresora y Distribuidora, S.A., 1987. 359 p. Ils., fots.

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SE CUMPLEN 128 AÑOS DE LA ALTERNATIVA DE PONCIANO DÍAZ EN MADRID.

EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 Al Profesor Roberto Acosta Cerezo, In Memoriam.

   Ayer, 17 de octubre se cumplieron 128 años de la alternativa que recibió en Madrid, España el “torero con bigotes”, Ponciano Díaz. Por tal motivo, hoy es un buen momento para evocar dicha efeméride. Aquella tarde, se celebraba la 14ª corrida de abono en la que se lidiaron toros del Duque de Veragua y de D. José Orozco. Fue padrino Salvador Sánchez “Frascuelo”, y testigo, Rafael Guerra “Guerrita”.

Reproducción del cartel, origen de esta efeméride. Col. del autor.

   En realidad, cuando Ponciano arribó a la antigua plaza de la Carretera de Aragón, su presencia incomodó a más de uno, ya que siendo un denominador común el que buena parte de los toreros de a pie y de a caballo ostentaran enormes patillas, el diestro mexicano muy orondo se presentó con recio bigote negro, misma circunstancia con la que también hicieron acto de presencia sus compañeros Celso González y Agustín Oropeza. Esto causó asombro, pues ¡cómo entre tanto patilludo, un bigotón! Por más indirectas al respecto, y de que intentaron persuadir a Ponciano de que se rasurara aquellos bigotes, el hecho es que simplemente se negó y el día de su alternativa apareció en la madrileña plaza de toros no sólo con su continente mismo, sino con aquel talante que seguía causando rumores e incomodidades, tantas como si hubiese recitado estos versos:

Ha dado usted en preguntar…

 Ha dado usted en preguntar

y la pregunta es concreta:

¿Puede el bigote alternar

con la espada y la muleta?

¿Me lo dejo o me lo quito?

Oiga, en tan terrible duda

lo que piensa el infrascrito

de esta cuestión peliaguda:

Sin infundios ni camelos

va usted a torear, señor.

Pues, no repara usted en pelos

sobre el labio superior.

Que si quiere usted arrimarse

y es fresco, y para, y recibe,

para mi puede usted dejarse

hasta perilla inclusive.

   Días antes de este hecho notable, Ponciano debió hacerse este retrato en algún gabinete fotográfico sevillano, quedando testimonio del que fue su paso por territorio español.

Pan y Toros, Año 2 Nº 49, del 8 de marzo de 1897, p. 3.

   De gala los tres, no podía ser menos, sobre todo si era para mantener en todo lo alto el pabellón nacional, justo en unos momentos en que Ponciano era en México ídolo popular absoluto. En aquella temporada, la única que el diestro de Atenco realizó por España (aunque rumores periodísticos ya daban por hecho otra más hacia 1895), tuvo oportunidad de torear en ruedos hispanos y también en algunos lusitanos alrededor de 12 festejos, mismos que se desarrollaron de la siguiente manera:

1.-San Sebastián, España. 10 de julio de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla.

2.-Madrid, España. 28 de julio de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla. Alternantes: “Marinero” y Enrique Santos “El Tortero”. 6 toros de Palha.

3.-Madrid, España. 4 de agosto de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla. Alternantes: “El Tortero” y “Lobito”. 6 toros de Pablo Romero.

4.-Puerto de Santa María, España. 18 de agosto de 1889: Ponciano Díaz y cuadrilla. Alternantes: Enrique Santos “El Tortero” y Rafael Bejarano “Torerito”. 6 toros de Eduardo Ibarra.

5.-Oporto, Portugal. 1° de septiembre de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla.

6.-Villafranca de Xira, Portugal. 3 de septiembre de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla.

7.-Lisboa, Portugal. 8 de septiembre de 1889: Ponciano Díaz y cuadrilla.

8.-Sevilla, España. 13 de octubre de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla. Alternantes: Francisco Arjona “Currito” y Carlos Borrego “Zocato”.

9 y 10.-Barcelona, y San Sebastián, España: sólo están indicadas las actuaciones de Ponciano y su cuadrilla, mas no la fecha.

11.-Madrid, España. 17 de octubre de 1889: Salvador Sánchez “Frascuelo” y Rafael Guerra “Guerrita”. Toros del Duque de Veragua y Orozco. El de la alternativa se llamó “Lumbrero”.

12.-Sevilla, España. 27 de octubre de 1889. Ponciano Díaz y cuadrilla.

Estos datos provienen de una relación que, de forma exhaustiva aparecen en mi libro (inédito): “Ponciano Díaz Salinas, torero del XIX, a la luz del XXI”. Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. México, 404 p. Ils., fots., retrs., facs., cuadros. (APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS 13, Biografías Taurinas, 2). En tal registro, quedaron anotadas 721 actuaciones (que van de 1866 hasta 1899) que, como se ha de comprender, además de abarcar ruedos en México, España y Portugal, también lo hizo al incursionar por Estados Unidos de Norteamérica y Cuba. Todo un caso, si además se considera entre otros factores, el tipo de medio de transporte que utilizaban para desplazarse por aquellas épocas, incluyendo los desagradables sobresaltos.

Y entre versos y corridos, Ponciano consumaba una más de sus caras aspiraciones:

ADIÓS A MADRID DEL VALIENTE ESPADA PONCIANO DÍAZ

 Después de triunfos gloriosos,

que alcanzó en Madrid, Ponciano

sus adioses cariñosos

así te dio al pueblo hispano:

Adiós, pueblo soberano,

nunca olvidaré en mi vida,

la cariñosa acogida

con que el pueblo madrileño.

me aplaudió en el desempeño

de suerte reconocida.

Adiós, plaza de Madrid

que me aplaudió con anhelo;

de “Lagartijo” y “Frascuelo”

me tengo que despedir.

-Ojalá pueda venir

otra vez a disfrutar,

lo que no podré olvidar,

que en esta plaza gocé.

Donde manolas miré

que no hay con qué comparar.

   Lo que ignoraba Ponciano es que al regresar a su México querido, el panorama habría de cambiar en forma adversa, pues sus seguidores, que eran legión, se dieron cuenta, a través de la prensa que “el torero con bigotes” había cometido una traición. ¿Cómo era posible que Ponciano aceptara la invitación de Luis Mazzantini para obtener, de este diestro en funciones de intermediario, la alternativa en España? Pero además: ¿cómo era posible que Ponciano vistiera el traje español, e hiciera suertes “a la española” si eso no era lo suyo? Ponciano era la viva imagen del nacionalismo. En el México de finales del XIX, las únicas imágenes valiosas para el pueblo, y que este hacía suyas y se aferraba a ellas eran: la virgen de Guadalupe, los curados de Apam… y Ponciano Díaz.

Poco le duraría el gusto a Ponciano Díaz, pues aunque seguía paseándose por Bucareli o la calle de Los Plateros arrancando suspiros y aplausos, vistiendo lo mismo el traje de charro con mucha galantería que el traje de paisano con el porte de un hombre de ciudad, el hecho es que el pueblo se iba a tomar muy en serio aquel asunto, mismo que aceleró la declarada inclinación que tuvo por las bebidas embriagantes nuestro Ponciano, además del pésimo papel que, como empresario comenzó a desempeñar más o menos desde 1892.

El hecho es que hoy, 17 de octubre de 2017, volvemos a encontrarnos con Ponciano Díaz para rememorar un aniversario más de su alternativa. Antes de Ponciano ya habían estado en territorio español Ramón de Rosas Hernández (a finales del XVIII). Y luego por 1869 llegó a dicha península Jesús Villegas “El Catrín”, pero el primero en ser reconocido en forma por demás contundente con la alternativa misma, fue Ponciano que, para recordar todo asunto conmemorativo diré que su nacimiento ocurrió el miércoles 19 de noviembre de 1856 (y se atribuyen hasta siete sitios, a saber: Chapultepec, Tepemachalco, Santa Cruz Atizapán, San Juan la Laguna, Zazacuala, la Vaquería, que eran dos de los anexos de la hacienda- y “la covacha”, pequeño cuarto que se encuentra a la entrada del casco de la hacienda de Atenco, donde eran atendidas las mujeres durante el parto). Muere en la ciudad de México el 15 de abril de 1899.

El Redondel. El periódico de los domingos. 26 de diciembre de 1971. Este recorte proviene de la colección de Roberto Mendoza Torres.

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 EL 11 DE OCTUBRE DE 1903 APARECE EL SEMANARIO TAURINO “RATAS y MAMARRACHOS”.

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Secretaría de Hacienda y Crédito Público. Biblioteca “Miguel Lerdo de Tejada”. Fondo Reservado.

Hace justos 114 años, circulaba por primera vez una curiosa publicación taurina denominada así: “Ratas y Mamarrachos”, cuyo primero y único director fue, durante ocho años más, el polémico periodista Carlos Quiroz “Monosabio” (ca. 1880 – 11 de mayo de 1940).

En aquel entonces, la fiesta taurina mexicana, gozaba de una buena cantidad de periódicos y semanarios dedicados a juzgar dicho espectáculo, con lo que la aparición de una más, representaba no un exceso propiamente dicho, sino la posibilidad de contar con nuevos elementos para enriquecer la contemplación hacia la diversión misma.

El primer número que da motivo a las presentes notas, refiere la aparición de un jocoso semanario de ocho páginas. Con respecto al nombre del título, su primer editor y propietario Ángel Vega señalaba que los toros que se lidiaban en nuestro país eran “ratas” y los diestros “mamarrachos”. Circulaba los domingos cuando había corrida, una hora después de terminada y cuando no había, los sábados en la mañana. Se publicaban anuncios de la temporada de la plaza de toros “México” y de la plaza de toros “Chapultepec”. Contenía secciones como: La corrida de hoy, la corrida de Covadonga de España. En sus colaboraciones se narraban historias de famosos toreros y de las actividades propias del ramo. Contenía una guía taurina de matadores y banderilleros de la época.

Entre sus propósitos expresaba que “Es costumbre en toda publicación que ve por vez primera la luz pública, que en el primer número expongan sus redactores el programa a que han de ajustar sus actos, la norma que ha de regir su conducta y que manifiesten cuáles son sus aspiraciones, cuáles sus ideales.

“Siguiendo esta costumbre, el grupo de aficionados al viril espectáculo español que se han reunido a fin de sostener este periódico, sin más móvil, sin más intereses que contribuir con su grano de arena al engrandecimiento y prosperidad de fiesta tan hermosa y tan arraigada en nuestras costumbres; hacen hoy ante sus lectores, aunque sea en pocas líneas, ya que el tamaño que por ahora tiene este periódico no permite extenderse lo que desearan la protesta de rigor y al mismo tiempo ponen de manifiesto lo que ellos pueden dar de sí, y lo que esperan del público aficionado”.

…Y terminaba escribiendo:

“Los redactores de éste periódico harán lo imposible por sostenerse lo más que pueden, pero necesitan de la valiosa ayuda de la afición y eso es lo único que humildemente solicitan”.

En el volumen que se revisó, encontré un interesante texto, que no tiene desperdicio y que deja comprender el estado de cosas que se vivía precisamente en 1905, con lo que para entenderlo de mejor manera, conviene traer hasta aquí las reflexiones del propio Monosabio.

“RATAS Y MAMARRACHOS”, año IV, Nº 84 del 26 de noviembre de 1905, p. 2.

LOS PROGRESOS DEL TOREO (EL MODERNISMO EN ACCIÓN)

Haré eco a los aficionados viejos, a los que a cada momento nos repiten que todo tiempo pasado fue mejor; a los que suspiran por los tiempos de María Castaña.

Siempre que he leído algo del tiempo viejo, en que ciertos escritores nos refieren las mil y una maravillas que hacían los toreros de su tiempo, aquellos seres conjunto y dechado de perfecciones; no he podido menos de echarme a reír.

Según esos estimables ancianos, solo los toreros de su tiempo sabían lo que entre manos traían, sólo en su tiempo se sabía lidiar y ver toros… Hoy ni se lidian toros, ni hay toreros, y menos aún, son aficionados los que a las plazas asisten; son… ¡qué se yo, el nombre que les dan!

Siempre que algún escrito de esos, de tiempos que fueron, ha caído en mis manos, lo he devorado de cabo a rabo con toda atención y lo diré nuevamente: no he podido menos que sonreír cuando he acabado de leer las fantasías de tan estimables caballeros.

Reflexionando un poco, he caído en la cuenta que sus autores no inventan ni fantasean a sabiendas, no; lo dicen con toda ingenuidad y están convencidos de lo que escriben.

Únicamente, que lo ven todo bajo el prisma color de rosa de sus recuerdos: al llenar las cuartillas, acude a su mente aquella lejana época en que eran unos mocetones, cuando la sangre caldeaba sus venas y la vida les ofrecía halagüeñas esperanzas. Por eso están íntimamente convencidos, que lo de su época era mejor, porque entonces no sumaban tanto calendario, ni habían sufrido tanta decepción.

Nos dicen con toda seriedad, que todo ha decaído; que hoy no valen nada los toros, toreros, ni aficionados y hay que convenir que quienes han decaído y han venido a menos so ellos, que bajan a grandes zancadas la cuesta de la vida.

No soy de los que creen, que el toreo ha decaído, todo lo contrario. El toreo siguiendo la evolución de todas las cosas, ha progresado de manera notoria, su evolución es palpable y aunque se cree lo contrario, hoy se torea más y mejor que antaño y el arte de Cúchares se le han abierto nuevos horizontes.

El espectáculo ha sufrido una transformación en su modo de ser, se le han marcado nuevos derroteros, pero no ha decaído de ninguna manera.

¿Qué los toros de entonces eran unas Catedrales, unas verdaderas fieras indómitas por su bravura y con mayor poder que un ciclón? ¡Bah!

¿Qué los toreros de antaño eran fenómenos, propiamente dichos, prototipos del valor y la gentileza, maestros consumados en su arte y que una tarde con otra llevaban a cabo hazañas difíciles de realizar y… de creer? ¡Bah!

¿Qué hoy no son toros los que hoy se lidian, sino insectos asquerosos que si aquellos diestros se los hubieran echado, se los habrían comido de un bocado, sin paladearlos siquiera, y que hoy no tenemos toreros dignos de tal nombre, sino una colección de títeres presuntuosos, que ni para descalzar a aquellos servirían? ¡Puede!

Pero ¿quién nos asegura, que aquellos fueron realmente como nos los pintan?

 El mentir de las estrellas

Es un seguro mentir,

Porque nadie ha de ir

A preguntárselo a ellas.

 De acuerdo: aquellos aficionados, cuando nos cuentan lo que en sus mocedades vieron, no hacen más que vernos la oreja.

Pero… ¿no habrá nada de cierto en sus afirmaciones?

Sí que lo hay, y mucho.

En primer lugar, aquellos toreros, más que por interés, y menos que por nada, lo eran por afición, por la popularidad, por la gloria; por eso eran ídolos del pueblo. Por eso el pueblo los veía como cosa suya.

No eran como los de ogaño, que tan solo frecuentan el trato de los magnates, sino que como hijos del pueblo, vivían entre este, se rozaban con él, por eso el pueblo sentía sus aflicciones como cosa propia y se regocijaba con sus alegrías; porque eran suyas.

El torero de antaño era un ser desprendido, no la hormiga que atesora provisiones para el invierno; siempre pronto en tender la mano al desvalido; siempre pronto a aliviar el infortunio.

El torero antiguo, poco provisor, al pisar el ruedo no se acordaba de lo que iba a ganar, si poco o mucho, ni si por complacer a los aficionados, por arrancarles un entusiasta aplauso, podía exponerse a un percance. ¡Enteramente lo mismo que hoy acontece!

El torero de antaño no veía el toreo como un medio de obtener riqueza, lo veía más bien como un sacerdocio. Se tenía un profundo respeto y no osaba profanarlo.

En este sí hay que convenir, que se ha decaído; hoy maldito el respeto que le tienen los toreadores del día. Por eso vemos que con la mano en la cintura lo profanan y se prestan a servir de comparsas, sin tomar en cuenta su reputación ni el puesto que ocupan.

Así vimos en la corrida pasada a un torero, el de mayor y más legítima reputación, el considerado en España como el Pontífice de la torería actual (Antonio Fuentes, que había toreado con Antonio Montes en la plaza “México” de la Piedad, lidiando toros de San Nicolás Peralta semanas atrás) que no tuvo reparo en servir de comparsa a una compañía cigarrera y hasta un brindis en verso se aprendió, para ver de que el acto resultara más lucido.

Seguro estoy: si el señor Manuel Domínguez, o a Frascuelo, o a cualquiera de los toreros de entonces, va alguien a hacerles proposición semejante, no iría a Roma por la respuesta; saldría corrido y no le quedarían deseos de volver a las andadas.

Hoy, el anunciante logró sus propósitos; consiguió que el torero número uno de la actual generación, abdicara de su rango, y se convirtiera en un mercachifle, en uno de esos pobres hombres que reducidos a la última miseria se prestan a que algunos comerciantes los disfracen de mamarrachos, para ver de que se fijen de ellos y tener probabilidades de vender su mercancía.

Todavía, esos hombres desprovistos de dignidad, y que con tal de poder llevarse un trozo de pan a la boca, no vacilan en descender de su categoría de hombres e igualarse con los micos, tienen disculpa; lo hacen por necesidad, por calmar el hambre de su desfallecido estómago. Pero ese diestro no tiene disculpa; no es creíble que el cebo de una cigarrera de plata y un billete de banco lo hayan hecho igualarse con aquellos. Si fuera un pobre novillero, sería disculpable, podría creerse que el interés lo había impulsado.

El diestro anunciador, no tiene atenuantes, como no sea el poco respeto que a sí mismo se tiene, y el ninguno que le merece este público que lo acogió con los brazos abiertos desde el primer día, que lo hizo su ídolo mucho antes de que por la falta de toreros, en España lo proclamaran el número uno de la gente de coleta y lo sentaran en el sitial que un día ocuparon Lagartijo, Frascuelo y Guerrita.

Tal proceder, lo repetiré nuevamente: indica a las claras, amén de poca dignidad, que el toreo ha evolucionado, que el modernismo, le ha hecho cambiar su modo de ser y dándole otros aspectos, que el mercantilismo también lo ha invadido, y que el toreo que nos hablan nuestros abuelos nada nos resta.

Para terminar, diré con Ricardo de la Vega: Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad!

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LAS PLAZAS DE TOROS Y OTROS USOS A TRAVÉS DEL TIEMPO.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 

La Jornada, edición del 10 de julio de 1995.

   Comparto con ustedes un texto que escribí en 1995, el cual no ha perdido actualidad.

   Las plazas de toros no son escenarios exclusivos. Los domingos o días de corrida nos acercamos a disfrutar del espectáculo, mientras que esos otros días sin fiesta parecen abandonadas. Pero no, no es así. Resulta que las muchas lecturas que existen en torno a los toros nos revelan que en distintas épocas el escenario taurino se ha empleado como instalación para realizar funciones de ópera, peleas de box, conciertos de grupos musicales, cierres de campañas políticas. También, y en casos muy particulares como patíbulo, albergue o granero. Sin embargo, lo que vino a romper con todo posible aspecto de control fue algo que sucedió en la plaza de toros de Miramar, en Costa Rica.

   Habitantes de este país afectos a lo sobrenatural, convocaron al «Encuentro Mundial de Contactados Extraterrestres» ocurrido en los primeros días del mes de julio de 1995, donde uno de sus «guías» notificó que se presentaría un ovni para lo cual, supongo, la plaza de Miramar sería el sitio perfecto de aterrizaje. La foto que acompaña estos apuntes nos muestra el momento en que los «contactados» realizan uno de los ejercicios ceremoniales en un auténtico remolino humano.

   Cuando no hay un toro en la arena, las cosas que pueden suceder son de lo más diverso y extraordinario. Ahora recuerdo que hacia el siglo pasado (antepasado, corrijo), varios famosos aeronautas se elevaron a los cielos partiendo desde plazas como San Pablo o Paseo Nuevo. Eugenio Robertson, Benito León Acosta o Joaquín de la Cantolla y Rico son célebres por sus ascensiones. En 1869 la del Paseo Nuevo funcionó como instalación para dar cabida al circo de los señores Albisu y Buislay. Evocadoras deben haber sido las imágenes de sinfín de espectáculos de varia invención celebrados en plazas que sirvieron además, como escenario de torneos monumentales, entre fuegos de artificio y combates ficticios. Pero lo ocurrido en Costa Rica no tiene precedentes. Todo un caso.

   Ya que se hizo un recuento de lo fabuloso que puede ocurrir en las plazas de toros pero sin toros (o no necesariamente sin ellos), voy a permitirme recrear el pasado a partir de los testimonios que tengo al alcance.

   Son extraordinarias estas historias. Es como si de repente se sumara a este largo pasaje el curioso recuento de invenciones al puro y dramático estilo radiofónico de Orson Wells, o como lo dejó dicho en su novela 1984 George Orwell quien logró en esta obra una visión con interesante dosis de prospectiva. También es para nosotros un nuevo capítulo donde los viajeros extranjeros o las crónicas de hechos curiosos dan cabida a otro que es totalmente distinto y novedoso.

   Adolfo Theodore, que se llamó asimismo «físico» pudo haber sido el primer hombre que subiera en globo y viajara por los aires mexicanos, pero sus intentos se convirtieron en una auténtica “tomada de pelo”, a pesar de la fuerte carga de publicidad que hubo para promover sus arriesgadas maniobras. Este personaje anunciaba en 1833 que llegaba de Cuba para disponerse a ascender por los aires de la capital, pero pretextos de diversa índole no se lo permitieron. La plaza de san Pablo fue escenario al que acudieron miles de curiosos con el fin de presenciar la hazaña anunciada para el 1° de mayo. De la admiración se pasó a la decepción. Varias peticiones para armar el globo, aparatos y compra de ácidos le costaron al Sr. general D. Manuel Barrera a la sazón, empresario de la plaza-, pero inteligentemente manejado por el aeronauta rubio como habilitador, la suma de 8,376, 6 reales 6 granos que sirvieron para desinflar los deseos de multitudes pues, como nos dice Guillermo Prieto

La inflazón del globo no llegó a verificarse por más que se hicieron prodigios. Los empresarios dieron orden de que nadie saliese, lo que puso en familia a la concurrencia; pero después asomó su cara el fastidio, se hizo sentir el hambre, y el sitio fue atroz. El contrabando aprovechó la ocasión: valía a una naranja un peso, y un peso un cucurucho de almendras.

   Los pollos insolventes como yo, pasaron increíbles agonías.

   Por fin el globo no subió, la gente se retiró mohina y Adolfo Theodore, después de bien silbado y de arrojar sobre su globo cáscaras y basuras, tuvo que esconderse para no ser víctima de la ira del pueblo contra el volador.

   Con todo y el ridículo, un nuevo intento. La fecha, el 22 de mayo. Y como tal, nuevo fracaso y a la cárcel. Con el tiempo se descubrió que el tal Theodore era un bandido bastante fino que se encargó de timar con elegancia a quienes, por desgracia, se le ponían por delante. El típico farsante y embaucador que prometiendo lo «nunca antes visto o realizado», huye sin dejar huella.

   En 1835 apareció otro francés, Eugenio Robertson quien salvó del desprestigio al empresario del coso, Sr. Manuel de la Barrera y logró ascender el 12 de febrero de aquel año. Me parece que Barrera además del aeronauta en cuestión necesitaba en aquellos momentos presentar novedades de todo tipo. Fue por ello que el 19 de abril siguiente presentó en la capital al hasta entonces poco conocido diestro español Bernardo Gaviño y Rueda quien, con el tiempo va a convertirse en una de las figuras más importantes del toreo en nuestro país, dada la jerarquía en la que se asentó por 50 años, al monopolizar de alguna forma el toreo como expresión que supo proyectar en diversas partes de la nación.

   Otros personajes, héroes momentáneos fueron Benito León Acosta, Mr. Wilson, Cantolla y Rico. Acosta ascendió desde San Pablo el 3 de abril de 1842, dedicando su hazaña al señor general Presidente Benemérito de la Patria, don Antonio López de Santa Anna. Después lo hizo otras tantas veces en Querétaro, Guanajuato y Pátzcuaro.

   Samuel Wilson, norteamericano hizo lo mismo en 1857, justo el 14 de junio desde la plaza Paseo Nuevo en su globo «Moctezuma». Ese mismo año ascendió desde San Pablo D. Manuel M. de la Barrera y Valenzuela, ascensión que fue seguida de «una corrida de toros bajo la dirección del hábil tauromáquico Pablo Mendoza«.

   Y Joaquín de la Cantolla logró su gesta el 26 de julio de 1863 partiendo desde la plaza Paseo Nuevo. Alternó, por lo menos en cartel con Pablo Mendoza. Otra hazaña, ahora descenso de este personaje interesantísimo, ocurrió el 15 de enero de 1888 cuando se inaugura la plaza de toros de «Bucareli», lidiando toros de Estancia Grande y Maravillas el gran torero mexicano Ponciano Díaz Salinas.

   Otro aspecto es el del circo. La plaza Paseo Nuevo sirvió el domingo 13 de junio de 1869 cuando ya no era plaza de toros, sino un simple escenario bajo el rigor de la prohibición impuesta desde 1867 con la Ley de Dotación de Fondos Municipales y hasta fines de 1886, como local para una gran función de circo. Se anunciaba como sigue:

Circo ecuestre, gimnástico, acrobático y aeronauta de los señores Albisu y Buislay con un programa variado e interesante: Gran sinfonía por la Banda; lucha de los gimnastas hermanos Buislay; parche, bola por Julio y Etienne; los hijos del aire por Montaño y niño Joaquín; los dos cómicos, Julio y Augusto y los juegos varios de Etienne y niño.

   El caso de la plaza de toros de Celaya, parece ser único. En distintos momentos sirve como granero a fines del siglo (ante)pasado. O como albergue durante la gran inundación de 1904. También como patíbulo, precisamente cuando el 16 de abril de 1915 el coronel Maximiliano Kloss mandó ejecutar a doscientos oficiales villistas en la propia plaza de toros, a causa de las batallas de Celaya y Trinidad. La modernidad se encargó de partir en dos al coso celayense para permitir el paso vehicular en nueva calle que atraviesa a la hoy conocida «ruina romana» de esta próspera ciudad del bajío mexicano. Aprovecharía la ocasión para mencionar que otra plaza como la de Atlixco, en Puebla, también fue escenario similar al que se prestó el de la plaza de Celaya. También, durante la Revolución fue arsenal, campamento, y paredón de fusilamiento. Justo en 1919 el General Fortino Ayaquica rindió sus tropas zapatistas quienes recibieron amnistía.

   Durante la prohibición que impuso el entonces presidente de la república, Venustiano Carranza (de 1916 a 1920) la plaza «El Toreo» sirvió como escenario a los más diversos espectáculos, tales como: peleas de box, funciones de ópera, conciertos. Por ejemplo en 1919 el entonces pugilista negro Jack Johnson se presentó en dos funciones de exhibición. En las representaciones operísticas fueron anunciados tenores de la talla de Hipólito Lázaro, Titta Ruffo, y desde luego el gran Enrico Caruso. Entre las voces femeninas aparecen las de Rosa Raisa o Gabriela Besanzoni. Asimismo se presentó el gran violonchelista Pablo Casals y la sin par Anna Pavlowa, figura de la danza que cautivó a un público totalmente ajeno al taurino. Desde luego, las funciones de la ópera CARMEN de G. Bizet el domingo 5 de octubre de 1919 fue célebre. En 1994 la plaza de toros «México» sirvió de escenario a una mala representación que se hizo de la misma obra del compositor francés.

   Desde luego las plazas han servido como lugar ideal para cierres de campañas políticas o congregación multitudinaria de eventos organizados por esos mismos partidos. Conciertos musicales de diversa índole también se han efectuado en muchas plazas, así como peleas de box en las que se disputan cetros de diversas categorías.

   Así también, el día 26 de octubre -pero de 1996- ocurrió un caso a mi parecer sin precedentes. La jerarquía católica convocó a un acto religioso con que celebraron los 50 años de sacerdocio de Karol Wotyla, quien desde hace años ocupa el rango más elevado: el de Su Santidad, el Papa Juan Pablo II.

   Todo ello sucedió en la plaza de toros «México» con la asistencia de unos 30 mil feligreses. Actos de esta magnitud no los registra la historia, de ahí su importancia.

   Sin embargo, he de recordar que el 3 de febrero de 1946, su Ilustrísima, el doctor don Luis María Martínez, Arzobispo de México ofició una misa en el ruedo de la plaza que se inauguró dos días después. Y al respecto dijo de esto el periodista Carlos León:

…vino con su hisopo y su agua bendita a espantar a los malos espíritus, para que este negocio no se lo llevara el diablo. Y después del recorrido por todo el ruedo, salpicando de agua santificada la barrera y pronunciando los exorcismos de ritual que ahuyentaran a los malos mengues, se volvió hacia los presentes y dijo: «Conste que yo di la primera vuelta al ruedo».

   Luego, han venido otro tipo de ceremonias que en ciertos domingos -horas previas al inicio de la corrida- se celebran dichos rituales en el ruedo y otros tantos en la capilla del propio coso.

   El lunes 19 de agosto de 1996 se oficia una misa de cuerpo presente para elevar plegarias por la muerte del gran diestro Manolo Martínez que había fallecido días antes. Allí se reunió una multitud que se volcó para demostrar su dolor, pero también su idolatría por el torero recién desaparecido.

   Por tanto, el ruedo de una plaza de toros, sirve y ha servido para llevar a cabo otro tipo de actividades, independientemente del carácter que asume para la ceremonia tauromáquica en cuanto tal. La corrida encierra un contexto de rituales, siendo el más remoto el culto heliolátrico al sol, pero también aquellos otros relacionados con el holocausto, unido por esas raíces de idolatría que se encontraron desde la conquista misma donde el indígena proyecta su intensidad hecha sacrificio, en ese otro sacrificio también con abundantes testimonios materializados en el enfrentamiento belicoso y guerrero, con tendencia a lo estético que protagonizan en la arena el caballero en plaza y el toro, que resulta atravesado y herido de muerte, con la consiguiente presencia de la sangre aspecto este que da pie a la alianza de dos culturas hondamente arraigadas en su tradición secular de distinto origen, unidas en un hecho común.

   Quiero terminar con dos citas que por si solas dan el sello de cuanto encierra un pasaje de la corrida de toros para con el carácter religioso. Una es de Juan A. Ortega y Medina refiriéndose a Brantz Mayer, viajero norteamericano en nuestro país a mediados del siglo (ante)pasado:

(quien) estuvo a punto de apresar algo del significado trágico del espectáculo cuando lo vió como un contraste entre la vida y la muerte; un «sermón» y una «lección» que para él cobró cierta inteligibilidad cuando oyó al par que los aplausos del público las campanas de una iglesia próxima que llamaba a los fieles al cercano retiro de la religión, de paz y de catarsis espiritual.

   Y si hermosa resulta la cita, fascinante lo es aquella apreciación con la que Edmundo O’ Gorman se encarga de envolver este panorama:

Junto a las catedrales y sus misas, las plazas de toros y sus corridas. ¡Y luego nos sorprendemos que a España de este lado nos cueste tanto trabajo entrar por la senda del progreso y del liberalismo, del confort y de la seguridad! Muestra así España al entregarse de toda popularidad y sin reservas al culto de dos religiones de signo inverso, la de Dios y la de los matadores, el secreto más íntimo de su existencia, como quijotesco intento de realizar la síntesis de los dos abismos de la posibilidad humana: «el ser para la vida» y el «ser para la muerte», y todo en el mismo domingo.

   Nuestro vistazo por distintas épocas y con algunos ejemplos de actividades taurinas y extrataurinas en el gran escenario de la ciudad de México da como resultado la visión que aquí termina, esperando hayan sido ofrecer los distintos conceptos que han enriquecido su vida, desde que el espectáculo taurino se incorporó como un latido más al ritmo de esta impresionante metrópoli.

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