CRÓNICA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Quienes presenciamos el festejo del 12 de diciembre de 2017, sabíamos de antemano que se distinguía de otros, por la doble razón de ser, por un lado la célebre “Corrida Guadalupana”. Por otro, el sentido solidario que significaba tender la mano a los afectados por los sismos ocurridos el 7 y 19 de septiembre pasado, los cuales causaron destrozos, muerte y una tremenda herida… que tardará en sanar.
He aquí uno de los mejores ejemplos en cuanto a la presencia de la “virgen morena” en caso de alguna catástrofe. La imagen corresponde a su auxilio en el caso de la epidemia de matlazáhuatl[1] que se presentó en 1737. El grabado fue incluido en el libro Escudo de Armas de México, 1743.
Muchas de las calamidades ocurridas en el pasado, encontraron cobijo en la figura de la virgen de Guadalupe, También en la de los Remedios. Hoy, entre las nuevas desgracias, se ha unido a ese buscado consuelo la presencia de San Judas Tadeo, “señor de las causas imposibles”. Junto a él, el Santo niño de Atocha, el Señor de Chalma, y no sé si hasta el “niño Pa”, que se venera en algún lugar de Xochimilco son, entre otras tantas presencias, signo y símbolo de auxilio o anhelo milagroso para acabar de una vez por todas con la desgracia… a la que se ha sumado una más: que pasadas ya varias semanas, no se tiene certeza sobre la forma en que se están administrando los dineros, pero sobre todo los donativos, lo que pone en un predicamento a todos los afectados, y a quienes las autoridades parecen entender ya no como damnificados sino como eternos deudores, pues esos recursos tendrían que servir para la reconstrucción y no para otra cosa, como ya se la imaginan las malas autoridades que nunca faltan, hasta en momentos de fatalidad.
Forjado en el curso del siglo XX, el festejo guadalupano siempre se ha caracterizado por ser un cartel redondo, rematado. Y este, no fue la excepción…, con todo y lo largo que significó su desarrollo en esa tarde-noche.
Siendo un día entre semana, laboral para muchos, todo estaba listo para dar inicio a las 16:30 horas (si la empresa escuchara la voz de muchos que han sugerido que comience media hora antes… aunque parece fingir demencia). Y en efecto, inició el festejo con un ambiente de día grande, en el que casi se llena la plaza, como del mismo modo ocurrió en el callejón.
Publicaciones como Cuartoscuro, en su edición de diciembre de 2017 (N° 147), han generado trabajos que analizan, incluso desde la fotografía misma el significativo acontecimiento.
Bendita la hora en la que durante el curso de la kilométrica función, tan larga como el paso de una peregrinación hacia la Villa de Guadalupe, ninguno de los ejemplares que saltaron a la arena, no lo hicieron al callejón. Ese espacio, con facilidad rebasaba la presencia de cien o más personas, lo que indica varias cosas: falta de autoridad, amiguismo, recomendaciones y quizá hasta la presencia descarada de uno que otro colado, el hecho es o fue el sobrecupo lo que puso en dificultades a las cuadrillas durante el desarrollo de la lidia, donde fueron incómodas las posibilidades para el buen curso de la lidia.
El desfile fue largo. Salieron escaramuzeras, bien montadas, con el traje de “adelitas”. Una de ellas portaba la bandera nacional.
Disponible en internet enero 5, 2018 en:
Detrás de ellas, las numerosas cuadrillas que detuvieron su paso. Recordé en ese momento las célebres imágenes de Jean Laurent, las que obtuvo pasada la segunda mitad del siglo antepasado en varios ruedos españoles, obligando a las cuadrillas permanecer en alto, quietas, mientras transcurría el tiempo de exposición demandado por la técnica –seguramente la del colodión húmedo o albúmina, vigentes por entonces-.
Izq.: 15 de junio de 1862: Madrid, Ocho toros de Hernández por las cuadrillas de Cúchares, Sanz y Suárez. En: Pan y Toros N° 62, del 7 de junio de 1897, p. 11 (Imagen atribuida a J. Laurent, N. del A). Der.: imagen obtenida por J. Laurent en la misma plaza de toros, Puerta de Alcalá, la tarde del 24 de octubre de 1865. Se trata de un montaje en el que aparecieron desfilando “Curro” Cúchares, Cayetano Sanz, El Tato, Ángel López “Regatero”, Antonio Luque, “El Gordito”, Villaverde y Francisco López Calderón. Información obtenida en la siguiente liga: https://cfrivero.blog/fotografia-taurina/
A propósito, dos detalles más: la que corresponde a 1862 es el resultado de un festejo de beneficencia, en tanto que la otra, resultó ser un afortunado montaje dado que la ocasión en que el fotógrafo galo pretendió lograr la imagen, las condiciones no fueron las más apropiadas.
He aquí la interesante semejanza:
Disponible en internet, enero 5, 2018 en:
http://trajescapotesymuletas.blogspot.mx/2017/12/maria-de-guadalupepasion-de-fe-de-los.html
Y claro, lo que queríamos muchos aficionados, era tener otro recuerdo más: el cartel. Pero vaya sorpresa y decepción que me llevé cuando solicité un ejemplar en la taquilla. Así me contestó el encargado de la dependencia:
“Mire usted. Ya no tenemos carteles. Puede bajarlo de Facebook para que lo tenga disponible”.
Si la empresa, como un punto más en su contra –que ya son muchos por cierto-, descuidó un detalle como este, bonita cosa será recuperar algún día la memoria de tan renombrado suceso, siempre y cuando siga existiendo “Facebook”, al lado de otros nuevos recursos de la tecnología, los que avanzan a una velocidad que sólo pueden controlar en buena medida los jóvenes… aunque tampoco les veo talante para eso de los recuerdos, cuando lo que más les interesa es su mirada en el aquí y ahora, así como todo lo que venga por delante.
Y si la razón en todo esto es evocar algunos hechos del pasado, nada mejor que traer hasta aquí el cartel de aquel festejo celebrado la tarde del 17 de abril de 1955, donde se puso en disputa el célebre trofeo de la “Rosa Guadalupana”, mismo que obtuvo Fermín Rivera, luego de obtener dos orejas y salir en hombros.
ESTO, ejemplares del 14 y 18 de abril de 1955.
CONTINUARÁ.
[1] Evidentemente se trata de una epidemia (la muy desafortunada presencia de la peste), misma que consistía en una fiebre intensa, devoradora, que atacaba de tal suerte a los indios, que no toleraban ni el roce del vestido más ligero; y con un terrible dolor de cabeza, como si huyeras del fuego atroz, que los devoraba, enloquecidos, salían aterrorizados de sus habitaciones y desnudos vagaban por los patios de las vecindades (…). Todo esto, de acuerdo a los apuntes de Rubén M. Campos en Tradiciones y leyendas mexicanas.