Archivo mensual: abril 2018

XAVIER CAMPOS LICASTRO, TODO UN PERSONAJE.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Fotografía: col. del autor, con un retrato del fotógrafo Negrete.

   Este día toca recordar al Dr. Xavier Campos Licastro (ciudad de México, 25 de abril de 1920-30 de mayo de 2005), al cumplirse 98 años de su nacimiento.

   Digno ejemplo de un profesional que comenzó sus labores en 1943, desde su paso por los hospitales más modestos, como la “Cruz Verde” o el “Rubén Leñero”, hasta otros tantos de encumbrado renombre.

   Profesor en varias instituciones universitarias, también fue integrante de diversas Sociedades, tuvo a bien darle forma a un caro anhelo: crear la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina durante 1974 en la que, con los años, se convirtió en Presidente Honorario Vitalicio. Su labor acumula varias páginas y a ellas los reconocimientos, nacionales e internacionales. Como fruto de las casualidades, sucede su acercamiento al mundo de los toros, del que ya no se separará. Dedica a este gremio gran parte de sus esfuerzos a la atención y cura de heridos en sus distintas escalas. Allí están, en la memoria los esfuerzos que entregó para salvar vidas como las de Antonio Lomelín o “Manolo” Martínez.

   En 1976, y con motivo de un viaje a España para participar en uno más de los Congresos de Cirujanos Taurinos, hubo un momento en que el Dr. Guillermo Jiménez Olaya, Jefe de los Cirujanos Colombianos, se paró y dijo: “Deseo pedir a todos que declaremos al Dr. Xavier Campos Licastro como el mejor Cirujano Taurino del mundo.

   “Quedé anonadado –recuerda Campos Licastro-, creí que Guillermo había dicho demasiado, no quería ni levantar la vista, no sabía cómo tomarían eso aquellos nuestros anfitriones; sin embargo, levanté la vista y fue mi más grata satisfacción el ver a todos los cirujanos, principalmente a los españoles, de pie y aplaudiendo. Creo que ese ha sido mi momento de mayor felicidad en la cirugía taurina. Había triunfado en Madrid, nada menos”.

   Fue autor de tres célebres libros: Traumatología Taurina (1974), Mi uniforme blanco (1984) y Sólo… cincuenta años de operar toreros (1997), donde despliega su conocimiento, y pone en valor los casos más notorios que pasaron por sus manos, incluyendo anécdotas, recuerdos; e incluso buenos y malos momentos que todo profesional experimenta a lo largo de su vida.

   Puso en práctica nuevas técnicas que cambiaban el sentido de las intervenciones quirúrgicas las cuales, en sus comienzos causaron polémica y hasta desacuerdo entre aquellos toreros que por años se sometieron a heridas de “guerra”.

   En otros tiempos, y con eminencias como Javier Ibarra o José Rojo de la Vega, se practicaba una técnica quirúrgica basada en el retiro de tejidos necróticos, reparaciones de músculos, aponeurosis, vasos sanguíneos, arteriales y venosos, drenajes rígidos a través de la herida por cuerno de toro y diferir el cierre de las mismas por temor a la gangrena gaseosa. Campos Licastro por su parte la renovó aplicando métodos que consistieron en la incisión o excisión (técnica de Frederich), es decir, recortando los bordes traumáticos de la herida por cuerno de toro para hacerla herida quirúrgica), y cerrando la “cornada” de primera intención con puntos de sutura, dejando drenajes suaves por el contra abertura con penrose.

   Ese quehacer, de tanto practicarlo, logró crear confianza y ponerse en las manos del eminente cirujano significaba certeza y garantía.

   Evidentemente fue un personaje que, al ocupar un sitio que quedaba en la atención de todas las miradas, creó un halo de protagonismo que originó opiniones en pro y en contra.

   Pero lo hecho, hecho está y hoy, a 13 años de su muerte, es de agradecer la construcción de diversas instituciones que, desde luego necesitan consolidarse, sobre todo ante hechos tan lamentables como los ocurridos el domingo pasado en Pachuca, Hidalgo.

   Y es que la opinión de varios amigos que asistieron al festejo me llega con toda la fuerza de su indignación.

   Mira, me dijeron, la enfermería se encontraba en auténtico estado de desolación, sin los implementos básicos e indispensables para atender un caso de emergencia, sobre todo con un cartel de ocho toros, en dos de los cuales intervinieron forcados”.

   Entonces, todavía con más dudas me dijeron “Si los toros para el rejoneador estaban arreglados, ¿con el resto pasaría lo mismo? El hecho es que en el burladero de los “Médicos Taurinos”, sólo estuvieron presentes varios paramédicos, y sólo había una persona con bata blanca, aunque ignoramos si había o no alguna ambulancia disponible”.

   “Podrán darnos una razón honesta tanto el juez de plaza, como las autoridades estatales; e incluso la empresa debido a la notoria ausencia de los médicos de plaza -terminaron de comentarme-, pues consideramos que en eso hubo un extraño proceder que solo afecta a los toreros, pero que reduce la calidad, minimizando los esfuerzos que día con día se hacen para recuperar la imagen en el espectáculo de los toros”.

   Retomando el motivo de esta efeméride, diré que estamos ante el Dr. Xavier Campos Licastro, médico eminente que dejó una estela de recuerdos y una escuela que debe seguir siendo ejemplo de cómo, ese humanismo es capaz de salvar vidas. Vayan para él y a todos los que eligieron tan hermosa vocación, los máximos reconocimientos.

   Hoy día, personajes como el Dr. Jorge Uribe Camacho quien continua al frente del Capítulo Mexicano de la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, con un trabajo constante, sobre todo atendiendo los servicios médicos de la Asociación de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares. Lo anterior, permite seguir velando por la salud de sus agremiados, así como de la revaloración que supone el digno papel profesional de los médicos taurinos en todas las plazas de toros de este país. Tan es importante el juramento de Hipócrates, básicamente por el fundamento ético con profundas obligaciones morales que contiene, como por su ejercicio abierto a todos los pacientes que llegan a sus manos, en especial, los toreros.

   Vaya nuestro testimonio de reconocimiento al Dr. Xavier Campos Licastro.

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A LA SOLEMNIDAD DE TAN GRANDES DÍAS…, ALGUNOS DETALLES SOBRE LA ORGANIZACIÓN Y LA FASCINACIÓN DE FESTEJOS TAURINOS NOVOHISPANOS.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

Portada del rarísimo Libro nuevo de escaramuza, de gala, a la jineta, por Don Bruno José de Moria Melgarejo (Puerto de Santa María, 1737), demuestra la posición y el traje usual del caballero, la silla y arreos del caballo, y la manera de sacar el brazo con la rienda, a que tanta importancia se da en todas las obras de jineta.

En Manuel Romero de Terreros, Marqués de San Francisco: Torneos, mascarada y fiestas reales en la Nueva España. Selección prólogo de Don (…). México, “Cultura”, tomo IX, N° 4, 1928. 82 p.

Vimos en entregas anteriores, la forma en que dos cronistas novohispanos describieron lo grandioso de un conjunto de fiestas que conmemoraban la restauración de la Plaza de Orán, en África (junio y julio de 1732), donde combatió con éxito la Armada española, y cuya trascendencia, al otro lado del mar, alcanzó a convertirse en motivo de grandes celebraciones.

Este, junto con otros pretextos, fue un común denominador durante el intenso y polémico periodo colonial, mismo que se formalizó en marzo de 1535, concluyendo con la declaración de la independencia al finalizar 1821.

Lo importante ahora es conocer el procedimiento con que se efectuaron cientos, quizá miles de espectáculos, bajo dos principios fundamentales: fiestas “solemnes” que, a decir del investigador Germán Viveros (Escenario novohispano. México, Academia Mexicana de la Lengua, 2014) eran de origen generalmente eclesiástico y con fechas fijas, con intención doctrinaria destinada a españoles y criollos, y con nula participación de indios, mestizos y negros, con lo que quedaba anulada la integración social. Por otro lado, estaban las conmemoraciones “repentinas” con las cuales se celebraban sucesos de la vida laica, con carácter aleatorio y lúdico, opuestas al festejo eclesiástico.

Todos esos festejos tuvieron como fondo razones que sirvieran para apoyar la obra pública, por un lado. Por el otro, la sola distracción ante penurias y malestares que las hubo en mayor o menor medida. Ese criterio se extendió también al teatro, que eran dos formas, entre muchas otras, para aprovechar el pretexto de la fiesta, sin más.

Los espacios destinados eran diversos. Lo mismo podía ser el atrio de una iglesia, generalmente en construcción, que la plaza pública, o junto al quemadero de la Inquisición, por ejemplo. Se eligió también un espacio emblemático, el sitio donde los aztecas practicaban el ritual de los voladores, de ahí que se le conociera como la del Volador (1586-1815). En su mayoría, fueron construcciones efímeras, con proyecto arquitectónico de por medio, autorizado generalmente por el Ayuntamiento y que permitía el despliegue de gran ostentación.

Así que, a las fiestas oficiales o conmemorativas, como San Hipólito, la del Corpus, San Juan, Santiago o de Nuestra Señora, se sumaron todas aquellas sagradas y profanas, las que surgieron con motivo de diversas razones generadas por la casa reinante (bodas, nacimiento de infantes, asunción de nuevos reyes); las académicas o la recepción de virreyes y otros personajes de alto rango, fin de guerras y un largo etcétera. Celebrar y con fiestas de toros, fue una constante que pervivió bajo niveles en los que se destinaban altas cantidades de recursos económicos.

Incluso, si no bastaban las dos semanas que comúnmente se destinaban a ese asunto, pronto se autorizaba extenderlas por algún tiempo más, ya sea porque estaban significando de enorme beneficio, o porque ciertos personajes, adheridos a gremios involucrados, reclamaban pérdidas (como fue el caso, en más de una ocasión por parte de los “tablajeros”). Desde luego, las autoridades universitarias, reclamaban que un día sí, y otro también representaba el magnífico pretexto para que los estudiantes se ausentaran de las aulas.

Al concluir, la autoridad presentaba “Cuentas de gastos”, donde en cuidadosa información, se indicaba la forma en que se pagaron sueldos, materiales, implementos, ganados; comprobándose hasta el último tomín, grano o maravedí. Y si una no era suficiente, se presentaba la segunda.

Entre algunos ejemplos descriptivos, contamos con el de las fiestas que relata María de Estrada Medinilla en 1640, que debieron ser idénticas en esa dimensión o más a las que en la “Sencilla Relación” nos comparte Alonso Ramírez de Vargas en 1677. Comparables también debieron haber sido aquellas que nos cuenta José Mariano de Abarca, S.J. allá por 1747 y que hoy, gracias a su lectura, se puede ir de asombro en asombro, pues no escapa de su prosa todavía influida por el “siglo de oro” y con encantos del arte barroco llevado al máximo, no solo el nombre de los participantes, sino sus vestimentas o lo lujoso de las cabalgaduras y las suertes que se desarrollaron en la plaza.

Respecto a las tres referencias, comparto aquí algunas insinuaciones.

De FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y ALCANCÍAS, que celebró la Nobilísima Ciudad de México (1640), María de Estrada Medinilla, escribió –entre otras- estas tres octavas reales:

Hoy el Toro fogoso, horror del cielo,

Por festejar la Indiana Monarquía,

Deja su azul dehesa, y baja al suelo,

Y al robador de Europa desafía:

Todos ayudan con igual desvelo,

A la solemnidad de tan gran día,

Marte da lanzas. Y el Amor sabores,

Cañas Siringa, el Iris da colores,

 

Caballos, y jaeces matizados;

Córdoba dio, la Persia los plumajes,

Telas Milán, Manila dio Brocados,

Las Indias Oro, el África los trajes,

Primaveras ostentan los tablados,

Diversidad de flores son los pajes,

La plaza condujera a su grandeza,

Las de la Inquisición por su limpieza.

 

Suspende, añada la Doncella alada

El curso, que ya estamos sobre el coso

Donde verás con proporción cuadrada,

Culto adorno, aparato generoso:

Aquí yace la Corte convocada

En lucido concurso numeroso,

Tanto, que el lince de mayor desvelo,

Apenas pudo registrar el suelo.

    En la Sencilla Narración… de las Fiestas Grandes… por la mayoridad de D. Carlos II, q. D. G., en el Gobierno, México (1677), Alonso Ramírez de Vargas, apunta:

“(…) Dióse al primer lunado bruto libertad limitada, y hallándose en la arena, que humeaba ardiente a las sacudidas de su formidable huella, empezaron los señuelos y silbos de los toreadores de a pie, que siempre son éstos el estreno de su furia burlada con la agilidad de hurtarles –al ejecutar la arremetida- el cuerpo; entreteniéndolos con la capa, intacta de las dos aguzadas puntas que esgrimen; librando su inmunidad en la ligereza de los movimientos; dando el golpe en vago, de donde alientan más el coraje; doblando embestidas, que frustradas todas del sosiego con que los llaman y compases con que los huyen, se dan por vencidos de cansados sin necesidad de heridas que los desalienten.

“Siguiéronse a éstos los rejoneadores, hijos robustos de la selva, que ganaron en toda la lid generales aplausos de los cortesanos de buen gusto y de las algarazas [alborozo] vulgares. Y principalmente las dos últimas tardes, que siendo los toros más cerriles, de mayor coraje, valentía y ligereza, dieron lugar a la destreza de los toreadores; de suerte que midiéndose el brío de éstos con la osadía de aquéllos, logrando el intento de que se viese hasta dónde rayaban sus primores, pasaron más allá de admirados porque saliendo un toro (cuyo feroz orgullo pudo licionar [enseñar] de agilidad y violencia al más denodado parto de Jarama [región de España famosa por la bravura de sus toros]), al irritarle uno con el amago del rejón, sin respetar la punta ni recatear [evitar] el choque, se le partió furioso redoblando rugosa la testa. Esperóle el rejoneador sosegado e intrépido, con que a un tiempo aplicándole éste la mojarra [hierro acerado que se pone en el extremo superior del asta de la bandera] en la nuca, y barbeando en la tierra precipitado el otro, se vio dos veces menguante su media luna, eclipsándole todo el viviente coraje.

“Quedó tendido por inmóvil el bruto y aclamado por indemne el vaquero; no siendo éste solo triunfo de su brazo, que al estímulo de la primera suerte saboreado, saliendo luego otro toro –como a sustentar el duelo del compañero vencido-, halló en la primera testarada igual ruina, midiendo el suelo con la tosca pesadumbre y exhalando por la boca de la herida el aliento”.

Finalmente, El Sol en León. Solemnes aplausos con quien el rey nuestro señor D. Fernando VI, Sol de las Españas en que se proclamó su Magestad… (1747), anotó lo siguiente José de Abarca:

“Apenas había acabado de entrar esta segunda cuadrilla, cuando siguiendo las huellas que imprimían en la limpia arena los castizos brutos, se presentó en la plaza la tercera, gobernada por el señor don José de Vivero y Peredo, Hurtado de Mendoza, conde del Valle de Orizaba, quien, valiéndose de su ilustre título para demostración de su amor y cuerpo de su empresa, pintó en el lienzo de la adarga aquel jayán de los montes a quien sirven de corona los astros y en las llanuras de su valle, al dios Cupido que, deponiendo el arco y la aljaba, dejaba de perseguir a los hombres y a las fieras para alternar el oficio de cazador con el de hortelano, entretejiendo de todas las flores que adornaba aquella fragante esfera, un breve ramillete que con letra consagraba a su soberanía.

“Luego, don Juan José Martínez de Soria presentó en la suya un sol tocando el punto vertical de la esfera desde donde divide los resplandores del día y un hermoso girasol que en su fragante copa de nácar atesoraba como propias las luces del astro. Decía la letra:

Sólo se mueve esta flor

Con el planeta mayor.

   “Este mismo luminar estampó en la suya don Diego de Saldívar y Castilla, aunque no en la misma estación de su carrera, sino en la última, en que, encendido topacio, tramonta el carro de sus luces para proseguir en los antípodas el infatigable desvelo de su universal providencia. La letra decía:

Si este sol da vida, activo,

A dos orbes en que nace,

Nunca yace, cuando yace.

   “Un laurel y una palma (ambos timbres del valor y crédito de los trofeos), coronados de una verde oliva, mostró el señor don Miguel de Lugo y Terreros, como anuncio dichoso, a lo que parece, de que logrará su Majestad multiplicados triunfos y coronará sus glorias con una paz dilatada. Eso parece que significaba el mote Erit altera merces (Habrá otra recompensa).

“Como reina jurada de cuanta pluma puebla la vaga región del aire, dio en la suya don Juan del Valle, una águila con corona y cetro, extendidas las alas y sobre cada una de ellas un clarín, que por su boca gritaba a la América a quien, parece, representó:

Sólo puede un ave real

Dar gloria y nombre inmortal

   El señor don Justo Trebuesto y Dávalos, conde de Miravalle, pintó en la suya un valle matizado de diversas flores, bañadas con la luz de un hermoso sol. Su letra decía:

Si este valle está lucido,

Y se mira gastar flores,

El sol le da los colores.

    Terminó esta tercera cuadrilla don Antonio Javier de Arriaga y Bocanegra, quien delineó en la adarga un brazo manteniendo un cetro, sobre cuya punta estribaba una cigüeña. El mote lo pidió a la erudición romana, trasladando a honor de nuestro Monarca aquel Pietas Augusta (Piedad Imperial), que Augusto Emperador grabó en una medalla, donde mandó imprimir una cigüeña por símbolo de su piedad.

Estas fueron las lucidas empresas que dieron a la publicidad en sus adargas los caballeros, las que llevaron embarazadas todos los días que duraron sus festines, yendo también todos armados de lanzas con garboso descuido, tendidas sobre el muslo derecho y cuellos de los inquietos brutos, dejándolas luego que paseaban la plaza, para que sin su embarazo se ejecutasen las suertes prevenidas, con la destreza que se deseaba”.

Dichos festejos fueron admirados por miles de asistentes que disfrutaron lo espectacular y maravilloso de su natural y deliberado despliegue. Y como el título del libro de José Deleito y Piñuela: También se divierte el pueblo… (1944), nos retiramos satisfechos, dispuestos para nuevas ocasiones.

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BERNARDINO DE SALVATIERRA y GARNICA, “ESCASO POETA, PERO BUEN VERSIFICADOR”.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Primera foja del manuscrito. Biblioteca Nacional, Fondo Reservado.

   Va aquí, el resto de la historia…

   Escrita en romance octosílabo (Con-la-Carga-o-Musa-a-Cuestas) y luego concebida en Quintillas tal cual se indica en la introducción, sabemos que dicha obra fue publicitada en la Gazeta de México N° 61 (diciembre de 1732) como Descripción de las fiestas y corridas de toros con que celebró México la reconquista de Orán por las armas católicas de Felipe V, por D (…), natural de México. México, 1732, originalmente por la imprenta de los Herederos Miguel de Ribera. Sin embargo, y de acuerdo a la inserción aparecida en la propia Gazeta fue José Bernardo de Hogal el encargado de esto, procurándole otro título: Descripción segunda de las Fiestas, que celebró esta Nobilísima Ciudad de México, a la feliz Restauración de la Plaza de Orán, en África. Escrita por el Br. D. Bernardino de Salvatierra, y Garnica (…). Sin embargo, en la propia inserción se indica que esa y otras dos publicaciones saldrían donde esta Gazeta. A lo anterior, deberá agregarse que existe el que finalmente aparece en el manuscrito: Fiestas de gobierno que hizo México a la toma de Orán. Y como en un enredo teatral, nos quedamos con tres diferentes títulos y solo uno verídico.

   Sin el impreso, y ahora contando con un manuscrito -sujeto de especulaciones-, vale la pena mencionar que se trata de una “Descripción de fiestas”, la cual consta de 94 quintillas o 470 versos, escritas en un estilo llano, popular, donde falta el referente de los grandes poetas y se acerca más a los poetastros.

   Por su extensión, es imposible darla a conocer totalmente. Sin embargo, conviene elegir algunas de sus partes que permitan conocer el tono lúdico, tanto del autor como de las celebraciones. Vale advertir que se respetan algunas formas del estilo y escritura tal cual fueron concebidas.

 Fiestas de gobierno Que hizo México a la Toma de Orán. Quintillas.

(. . . . .)

De Clarines y Timbales

al trote; digo al Compás

por la Ciudad y arrabales

publican fiestas, nomas

y quedan deseando reales; (65)

(. . . . .)

Hambre canina en sus lloros

Ostentan y así parleros

Dicen aunque con desdoros

Tan a nuestra hambre y Carneros

no bastan? Pues vengan Toros. (105)

Por toros su hambre se abraza

(que es cosa al fin de valor)

Y para que en esta traza

Lo coman todo mejor

Reparten ellos la plaza. (110)

Nueve mil y más se atreve

A sacar de ella su resto

Todo a casa se nos lleve

Porque se ha de sacar esto

Y aquello; fuera ser nieve (115)

(. . . . .)

Primero lo consumido

en remendar a hilo de oro

tal cual toreador vestido

que las ahujas de un toro

mejor habían cosido; (125)

Y también en capas crujientes

media pieza que gastó

fe escarlata y adherentes

porque las guardadas, no

retaban ya para gentes. (130)

Y también seda de coser

para con las viejas capas

remendar y componer

las mulas y sus gualdrapas

que no se podían tener. (135)

Y también para guarnición

de las libreas abiertas

vaciadas a la función?

gastaron tan buenas fuerzas

Como ellos; dos de listón. (140)

Y porque dizque hubo

medido todo, una el sastre

el Conde que lo midió

entendiendo ya el de Sastre

de la obra se lo bajó. (145)

Ni una hebra desperdiciaron

aun las hilachas cogieron

mas por lo que publicaron

Vamos a ver lo que hicieron

después de lo que gastaron. (150)

Toros: En cuya friolera

o plaza de Vista cara

al santo pastor de esta hera.

para que se calentara

dieron solo una lumbrera. (155)

Rebatióla, como un maíz

y fue la acción acertada?

pues su urbano estilo ensayo

por no servir para nada?

se la envió con un lacayo. (160)

Prosiguió el trato grosero

y en tan escasa fortuna

al grave Pastor del Clero

viendo que no le cuadra una

dieron tres; por su dinero (165)

Toros; flacos y entablados

con quien más bravos y fuertes

fueron cuartones, parados

pues estos no hicieron muertes

e hiciéronlas los tablados? (170)

Más; porque se consumiesen

menos toros, cuatro galgos

que aunque la plaza corriesen

para que liebres cogiesen

les habían de decir; galgos. (175)

(. . . . .)

en la otra semana afana

su hambre lo que regulado

a medio partir se gana

y toros por lo ganado

quisieran cada semana. (185)

En esta en que se esmeraban

más, en lo que disponían.

Carreras, y toros traban;

pero los toros corrían

y los caballos golpeaban. (190)

Castillo de tales mañas

arman de Oran al entrego

que en su fábricas extrañas

antes de ponerte fuego

mostraba que era de cañas. (195)

fiestas disponen que creerse

de carrera bien pudieran

tal que sin llegar a hacerse

si tuvieran vergüenza, eran

las fiestas para correrse. (200)

Despeados los moros hallo

aun no corriendo; porque

andaban (aquí entra andallo)

Seis moros hembras a pie

y doce hombres a caballo. (205)

Sus atavíos no alabo

pues los cristianos traperos

con listón en crin y razo

iban sin cabos, en cueros

y el gran turco con su cabo. (210)

Galas dignas de que fiel

la pluma haga de ellas suma

Sirviendo a Oran. Cartel

Penachos, doce de a pluma.

Turbantes, seis de papel. (215)

Al topetearse primero

que a mostrar su agilidad

se echaron como al carnero

por una como Ciudad

doce como caballeros (220)

parten dos y yo al Mirallos

Viendo su juego perdido

dejo ya de murmurallos

pues les gana hasta el sentido

un topetón de caballos. (225)

Al ver el lance fatal

del Castillo al lecho en tropa

llevan a uno por su mal

pues en oficio y en ropa

era cama de hospital (230)

Al Conde o a el fierabrás

de carrera trujamante

Grita el pueblo; fiestas das

no empezadas por delante

y acabadas por detrás. (235)

(. . . . .)

Carnaval vino un dislate

vino un toro en que se ve

Carne de puerco y zacate

tan poco y tan pobre que

todo estaba; en un petate. (245)

Esto da, ya el agenciarlo

Sacando pesos a cientos

para el castillo y armarlo

de los que armaron; trescientos

dice que vale al quemarlo. (250)

Con eso quedan vizarros

de cuernos; mostrando en suma

su economía y desgarros;

mas no larguemos la pluma

que van saliendo los carros. (255)

Obra es suya y de la cola

de un Criollo que se trata

Gachupín de vino y ola

tan hambriento tras la plata

que es el Marqués de Guardiola. (260)

Cinco dispone su ahínco

con artificios tan nuevos

que en su número lo finco

porque en Carros como expuestos

nos dice cuantas son cinco. (265)

(. . . . .)

Dentro de las Musas francas

Tienen flor de harina pura

y númen de pies; y aún zancas

con babas por levadura

amazaba tortas; blancas. (330)

El dice y su vena pica

poniendo espuela al pegaso

de un gran Capitán la pica

porque también el parnaso

Tiene un salteador garnica. [sic](335)

(. . . . .)

Poeta lego el ajuste

le dio con pies de plomo

y para que de ello guste

le mató al pegaso el lomo

Con un romanzón de fuste. (395)

(. . . . .)

Canto de estas fiestas ha hecho

Poeta de escalera abajo

de los que haciendo el estrecho

Toman para sí el trabajo

y para hogal el provecho. (455)

Mas no es fiel su retrato

ni sus facciones compuestas

y solo doy de barato

que quiso hacer grandes fiestas

que quedó el Conde chato. (460)

en cierta plaza por esta

acción, ver si se acomoda

quiere; y oir por V. E. puesta

que si es (para tragar) boda

y para (que gane) fiesta. (465)

Esto el virrey le responde

cuando llega a presentarse

Salese y no sabe donde

y yo se vino a quedarse

aun en esto Chato el Conde. (470)

 (Una rúbrica o remate)

   El verso 335, es el único indicativo en el que el autor se autorefiere, tanto con la quintilla previa como con la posterior, único medio para decodificar la posibilidad en la que, detrás de dicha construcción se encuentre el propio Bernardino de Salvatierra y Garnica, “escaso poeta, pero buen versificador” (Andrés Henestrosa, dixit). Y luego, las que entre los versos 451 y 455 mencionan esa marcada sospecha en la que finalmente José Bernardo de Hogal haya sido quien sacara provecho de aquella madeja sin solución. También van las últimas tres quintillas, que son el cierre contundente de esta tan peculiar como curiosa forma literaria por medio de la cual podemos entender una apreciación más sobre el desarrollo de aquellas fiestas, que se comprende fueron “cosa muy de ver”.

Rúbrica peculiar aparecida al final del manuscrito.

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JOSÉ DE HOGAL y BERNARDINO DE SALVATIERRA y GARNICA, AUTORES NOVOHISPANOS QUE DESCRIBIERON FIESTAS EN 1732.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En el círculo de impresores novohispanos, deben haber existido, como en muchas cosas de la vida, preferencias y rechazos; amigos y enemigos. En ese sentido, y dada la enorme popularidad que alcanzó hacia 1732 Joseph Bernardo de Hogal, este publicó como de su autoría la Descripción poética de las Fiestas con que la Nobilísima Ciudad de México celebró el buen suceso de la empresa contra los otomanos en la restauración de la plaza de Orán, impreso que ha llegado hasta nuestros días gracias a los buenos oficios del historiador José de Jesús Núñez y Domínguez que la publicó en forma íntegra en la cuidada edición de Un virrey limeño en México: Don Juan de Acuña, marqués de Casa Fuerte (México, 1927).

   Afirma lo dicho un acróstico con que cierra esa curiosa “Relación de Sucesos” como sigue:

De este que en su fineza

Juzgo el índice ser, que al generoso

Objeto de sus ansias, victorioso

Solamente en los lejos nos expresa:

Es el que a la atención de tu grandeza,

Pone, el siempre rendido, temeroso

Haliento, que quisiera, un don precioso

Dedicarte en aquesta especie impresa.

Elevárase la Obra a tan felice

Holocausto en planta, si merece

Ofreciéndola a ti, que la eternice

Generoso tu amor; porque apetece,

Al menos aplaudir, no lo que dice:

Lo que intenta de que se le ofrece.

    Como puede apreciarse en la imagen, se trata de un impreso bellamente rematado por orlas y el uso de elementos tipográficos que resaltan el acontecimiento, con lo que de seguro, la venta del cuadernillo resultó un éxito.

   Sin embargo, en la Gazeta de México N° 61 (Desde primero hasta fines de Diciembre de 1732), edición que estuvo bajo la responsabilidad de la imprenta Real del Superior Gobierno, a cargo de Doña María de Rivera, en el Empedradillo, se anunciaba al final de la misma:

OFICIO NUEVO. (…) Otro en lo mismo [es decir un cuaderno en cuarto], en Quintillas, intitulado: Descripción segunda de las Fiestas, que celebró esta Nobilísima Ciudad de México, a la feliz Restauración de la Plaza de Orán, en África. Escrita por el Br. D. Bernardino de Salvatierra y Garnica; impresos donde esta Gazeta.

    Y es que la publicación mencionada se convirtió en caja de resonancia citando los regocijos y alegrías desarrollados en el curso de octubre y noviembre, mismos que acentuaron aquel significativo acontecimiento, ocurrido del otro lado del mundo, pero con un profundo significado político y militar que, por su sola trascendencia, se tomó como pretexto y lo hicieron suyos las autoridades novohispanas… así como los autores que están apareciendo en escena. Leemos en la Gazeta:

   No satisfecha la singular lealtad de S. Exc. Con las repetidas, festivas solemnes demostraciones, que a el aplauso de la Restauración de la importante Plaza de ORÁN, hizo ejecutar el mes antecedente, determinó se continuasen en este, algunas de regocijo, y alegría; en cuya consecuencia, los días 1°, 2°, tercero y cuarto, nono, décimo y undécimo, se corrieron Toros en la Plaza de el Volador, y fue cosa admirable ver aquellos días en el hermoso ochavado, capaz, y bien trazado Circo, la uniformidad de las pinturas, a imitación de los Jaspes, la bizarría de las galas, lo lucido de los trajes, la braveza de los Toros, la destreza de los lances, lo brioso de los Caballos, lo airoso de los Ginetes, la agilidad de los Galgos, la presteza de las Liebres, la armonía de los Clarines, el rumor de los Pretales, que todo formaba un espectáculo verdaderamente agradable y digno de la expectación de tan grave, y numeroso concurso. Son las Carreras de Toros notablemente apetecidas de la Nación Española, y es, que lo lleva de suelo, pues su territorio, es en forma de piel de Toro, por ser uno, y el más célebre Reino de los catorce que, sin el Imperio Romano, contiene en sí la Europa, que como esta tomó el nombre de la Infanta de Fenicia, a quien disfrazado en Toro, llevó Júpiter a Creta, recibió con el nombre la afición.

   A pesar de la intensa búsqueda destinada para ubicar tal “Descripción Segunda”, esto se ha convertido en auténtico misterio. Incluso, se cree que tal descripción no es de Salvatierra y Garnica, sino de otra célebre figura de las letras novohispanas de entonces: Cayetano Javier de Cabrera y Quintero. La popularidad de uno y otro, probablemente generó algún desencuentro con Hogal. De ahí lo que apuntaba al principio de estas notas.

   A decir de Juan José Eguiara y Eguren en su Biblioteca Mexicana (1755), dice de Cabrera y Quintero:

Mexicano de origen y de nacionalidad, habiendo sembrado hondamente los fundamentos a favor de las letras más amenas [Humanidades y Retórica]. Adscrito entre los cultivadores de la Teología y, tenido entre los primeros, adquirió también el grado de la misma facultad.

   Se sabe que nació a fines del siglo XVII, muriendo entre 1775 y 1778 en el convento de los padres hospitalarios betlehemitas de la ciudad de México. Su obra es muy extensa, puesto que se registran hasta 162 diferentes títulos.

   Otro de los autores mencionados, Bernardino de Salvatierra y Garnica, corre en estas circunstancias con menos suerte que los anteriores. Hogal, era para entonces Ministro, e Impresor del Real Tribunal de la Santa Cruzada. Emprendió una gran labor editorial contando para ello con la infraestructura necesaria para publicar y divulgar las diversas obras que entonces salían de su imprenta, ubicada en la célebre calle del Puente del Espíritu Santo.

   Del mismo modo, Cabrera y Quintero estaba posicionado entre los célebres escritores de obras dramáticas que intensificaban el teatro novohispano, por lo que con tamaños contrincantes en la liza, Bernardino de Salvatierra apenas alcanzó algún brillo de popularidad.

   Y en favor de don Bernardino, sólo diría algo absolutamente fundamental: que si bien la “Descripción” no se publicó como tal, la misma existe en calidad de manuscrito en la Biblioteca Nacional. Revisada, analizada y contrastada en sus diversos matices, tal documento presenta las características con que fue anunciado: la hechura total en quintillas. Además, por aquellos días, ningún otro autor, salvo que resulte lo contrario, presentó, ofreció o se le publicó una obra con estas características.

   Decía Andrés Henestrosa tener en su gran biblioteca la Métrica historia de la milagrosa aparición de nuestra señora de Guadalupe de México, compuesta por el bachiller don Bernardino de Salvatierra y Garnica, originario de esta ciudad, salida, como reimpresión de la Imprenta nueva Madrileña de D. Felipe de Zúñiga y Ontiveros, Calle del Espíritu Santo; año de 1782”. El autor de Los hombres que dispersó la danza, define a Salvatierra y Garnica como “escaso poeta, pero buen versificador”.

   Todavía resultó más severo José Antonio de Villerías y Roelas –un contemporáneo suyo- quien juzga a “Salvatierra [como un autor que] no sobresale por su inspiración ni por el dominio del lenguaje. Sus versos, en efecto, casi siempre son duros y, en ocasiones, hasta pedestres.”

   Y es justo en esos términos, en que el manuscrito parece reunir todas esas características, como puede apreciarse en las primeras cuatro quintillas que comparto con ustedes:

Fiestas [¿de Gobierno?] Que hizo México a la Toma de Orán

 Quintillas.

Con la Carga o Musa a Cuestas

échate a por el atajo

y en quintillas mal Compuestas

haz un día de trabajo

Cantando muchos de fiestas.

De Helicona la Corriente

beber tu afán no destase

hielo te brinde su fuente

y aún ruégate que se cuaje

para dar diente con diente.

Huye el caluroso estío

del Pindo y tórrida zona

y a templar el ardor mío

toda en nieve la helicona

se cuaje y vaya de frío.

A la Plaza que a tomar

se llegó por los cabellos

por que el Moro al caminar

con su riqueza y camellos

no se lo pudo llevar.

   Sobre el resto del que viene siendo este ejercicio de revelación, me ocuparé en la próxima entrega. Gracias.

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