RECOMENDACIONES y LITERATURA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Dibujo de Federico García Lorca, aparecido en la correspondencia que este gran poeta sostuvo con Salvador Novo en 1933.
El entonces joven y ya reconocido Salvador Novo (1904-1974), impulsado por el grupo de “Los Contemporáneos”, no dejaba de escribir. Como veremos a continuación, guardaba relativa correspondencia con otro célebre poeta, que ya gozaba del tributo popular. Me refiero a Federico García Lorca. Por razones particulares, apareció el tema de los toros, con el que Novo no simpatizaba. Sin embargo, sus conversaciones epistolares “tocaron” el tema de los toros, por lo que en 1933, Salvador decide dedicarle un “Romance” a Federico que dio pie a otras circunstancias, como se verá al final del mismo.
También, y como consecuencia de la tragedia que sufrió Ignacio Sánchez Mejías en 1935, el asunto que ahora planteo en esta colaboración, aparece Rafael Alberti.
ROMANCE DE ANGELILLO Y ADELA.
A Federico García Lorca.
Ella venía de México
-quietos lagos, altas sierras-,
cruzara mares sonoros
bajo de nubes inciertas:
por las noches encendía
su mirada en las estrellas.
Iba de nostalgia pálida,
iba de nostalgia enferma,
que en su tierra se dejaba
amores para quererla
y en su corazón latía
amarga y sorda la ausencia.
Él se llamaba Angelillo
-ella se llamaba Adela-,
él andaluz y torero
-ella de carne morena-,
él escapó de su casa
por seguir vida torera;
mancebo que huye de España,
mozo que a sus padres deja,
sufre penas y trabajos
y se halla solo en América.
Tenía veintidós años
contados en primaveras.
Porque la Virgen lo quiso,
Adela y Ángel se encuentran
en una ciudad de plata
para sus almas desiertas.
porque la Virgen dispuso
que se juntaran sus penas
para que de nuevo el mundo
entre sus bocas naciera,
palabra de malagueño
-canción de mujer morena-,
torso grácil, muslos blancos
-boca de sangre sedienta.
Porque la Virgen dispuso
que sus soledades fueran
como dos trémulos ríos
perdidos entre la selva
sobre las rutas del mundo
para juntarse en la arena,
cielo de México oscuro,
tierra de Málaga en fiesta.
¡Ya nunca podrá Angelillo
salir del alma de Adela!
Salvador Novo (24 de diciembre de 1933).
Localizado felizmente este poema, su contenido tiene una fuerte carga erótica destinada a estimular el amor homosexual habido entre dos importantes creadores cuyas personalidades están marcados por el que para la época en que se conocieron estaba convertido en todo un prejuicio, lo que trajo por consecuencia entre uno y otro el escándalo. Sin embargo, el mensaje subliminal que encierran todos y cada uno de los versos plantea un discurso que, al decodificarlo, es posible encontrar diversos elementos que ponen en claro la razón del Romance.
Jaime Valender en Invenciones y Ensayos, publicado en Cuadernos hispanoamericanos Nº 548 de febrero de 1996 (p. 7-20), incorpora un texto denominado: “Cartas de Salvador Novo a Federico García Lorca”, y con ello intentaré el siguiente análisis.
Es curioso, pero como apunta Valender, “a Novo no le gustaban en absoluto los toros, pero, a pesar de ello, no pudo oponer resistencia ante una lógica tan impecable”. En el curso de 1933 Lorca y Novo se conocen en Río de la Plata y en esos precisos momentos Salvador escribe el presente “Romance”, mismo que publicó ya en nuestro país y en una limitadísima tirada de 15 ejemplares el 31 de enero de 1934. En el encuentro rioplatense culminó el anhelo que uno y otro desplegaron en cartas, en largos tiempos de espera hasta que llegó un momento en que recordando Novo la manera en cómo enseñó a Lorca los versos de la antigua canción La Adelita, y cómo este los recordaba en tanto tuvo ocasión de encontrarse con aquel, finalmente Salvador no pudo resistirse al hecho de retomar al personaje femenino, hacerlo suyo, convertirse en ella-el y trasvasarlos al que fue su doble “Romance”.
El amor homosexual demostrado por estos dos personajes no pudo expresarse de otra manera que a partir de algún aislado encuentro, pero sobre todo a partir de una limitada correspondencia en la que uno y otro ansían otra ocasión que ya no fue posible por las diversas circunstancias que enfrentaron. Novo intentó como última alternativa, -ya para el inicio de 1935- proponerle a Lorca ir a vivir una temporada a España debido al hecho que no encontraba razones para hacerlo en México, dadas las circunstancias en las que el funcionario público Salvador Novo fue cesado de su puesto en la secretaría de Educación Pública, justo en el año del inicio del sexenio del Gral. Lázaro Cárdenas, en el cual habían sido anunciadas no “sólo reformas sociales muy radicales, sino también una política cultural de orientación netamente nacionalista”. Por tal razón, Novo, muchos años después confesó: “Personalmente no conocí a Cárdenas durante su administración. Sin embargo conocí los efectos de su estancia en el Palacio Nacional: me zafó de la burocracia”.
Tiempo atrás a este hecho, y en carta que Salvador envía a Federico el 11 de diciembre de 1933, le solicita nuestro autor al ponderado creador de “Poeta en Nueva York” que le obsequie un dibujo en unos términos muy peculiares:
Querido Federico:
He vuelto a estar enfermo, claro, porque me han faltado tus conjuros: hazlos, por favor, a distancia. Desde la cama –sólo [sic]- y con fiebre y con calentura, no he podido escribirte, pero tú sabes bien que en el fondo hay una pasión loca furiosa de atar. ¿Cuándo vendrás a Montevideo, en donde ya se encuentra tu embajadora? Hoy recibí pruebas de mi poema que imprimirá Colombo en B[uenos] A[ires] y para el que Molinari te forzó a prometerme un dibujo. ¿Lo harás? Algo así como un marinero, o una verga marina, o el mar o lo que se te dé la chingada gana, pero ya, en este momento, porque ahí son lentos para trabajar, y entrégaselo a Molinari, a quien le escribo ahora para rogarle que se encargue de vigilar la edición. Ah, y mándame un romancero gitano-argentino para mi colección de incunables. Mi hotel es Gran Hotel. Ahí han estado, según confesión de mi mucama, Novelli, Anatole France… y Tina de Lorenzo.
Te abrazo.
Salvador.
Tal apunte, hasta donde puedo comprender, acompañaría la edición que finalmente salió a la luz pública, en cantidad de 15 ejemplares, bajo el sello de la Imprenta Mundial, de la ciudad de México en 1934.
Pues bien, como resultado de dicha misiva, Federico contestó como ya pudimos apreciarlo al comienzo de estas notas.
El asunto que viene analizándose, con la incorporación del valioso poema de Salvador Novo, tiene un amplio despliegue informativo en el texto de James Valender que ya he citado en su parte respectiva. Dicho ensayo muestra con muchísimo detalle la manera en cómo se conocieron y se trataron Salvador Novo y Federico García Lorca. También se da a conocer toda la correspondencia sostenida entre ambos, pero en el fondo, destaca el trato entrañable habido entre ambos.
Tres años más tarde, y bajo los días más intensos de la guerra civil en España, Federico fue asesinado. Antes ya había escrito el “Llanto por la muerte de Sánchez Mejías” que alcanzó a convertirse desde ese momento en un poema universal. Ignacio Sánchez Mejías, que había regresado a los toros, actuó la tarde del 13 de agosto de 1934 en la plaza de Manzanares. Ignacio había sido mecenas de la “Generación del 27” a la que pertenecieron, entre otros, el propio García Lorca y también otro célebre autor: Rafael Alberti. El gaditano, por razones muy especiales, se encontraba en México en agosto de 1935, y justo al año de ocurrida la tragedia que enfrentó Sánchez Mejías, terminaba ese otro gran poema cuyo título es “Verte y no verte”, cuya rúbrica causa profunda curiosidad: Plaza de toros EL TOREO / México, 13 de agosto 1935.
¿Se tratará entonces de un poema mexicano?
Disponible en internet: http://www.bibliotoro.com/index.php
VERTE Y NO VERTE
A IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS
ELEGÍA
EL TORO DE LA MUERTE
Antes de ser o estar en el bramido
que la entraña vacuna conmociona,
por el aire que el cuerno desmorona
y el coletazo deja sin sentido;
En el oscuro germen desceñido
que dentro de la vaca proporciona
los pulsos a la sangre que sazona
la fiereza del toro no nacido;
Antes de tu existir, antes de nada,
se enhebraron un duro pensamiento
las no floridas puntas de tu frente;
Ser sombra armada contra luz armada
escarmiento mortal contra escarmiento,
toro sin llanto contra el más valiente.
(Por el mar Negro un barco
va a Rumanía.
por caminos sin agua
va tu agonía.
Verte y no verte.
yo, lejos navegando,
tú, por la muerte).
Las alas y las velas,
se han caído las alas,
se han cerrado las alas,
sólo alas y velas resbalando por la inmovilidad crecida de los
ríos,
alas por la tristeza doblada de los bosques,
en las huellas de un toro solitario bramando en las marismas,
alas revoladoras por el frío con punta de estocada en las
llanuras,
sólo velas y alas muriéndose esta tarde.
Mariposas de rojo y amarillo sentenciadas a muerte,
parándose de luto,
golondrinas heladas fijas en los alambres,
gaviotas cayéndose en las jarcias,
jarcias sonando y arrastrando velas,
alas y velas fallecidas precisamente hoy.
Fue entonces cuando un toro intentó herir a una paloma,
fue cuando corrió un toro que rozó el ala de un canario,
fue cuando se fue el toro y un cuerno entonces dio la vuelta
por tres veces al ruedo,
fue cuando volvió el toro, llevándolo invisible y sin grito en
la frente.
¡A mí, toro!
(Verónicas, faroles,
velas y alas.
yo en el mar, cuando el viento
los apagaba.
Yo, de viaje.
Tú, dándole a la muerte
tu último traje).
EL TORO DE LA MUERTE
Negro toro, nostálgico de heridas,
corneándole al agua sus paisajes,
revisándole cartas y equipajes
a los trenes que van a las corridas.
¿Qué sueñas en tus cuernos, qué escondidas
ansias les arrebolan los viajes,
qué sistema de riegos y drenajes
ensayan en la mar tus embestidas?
Nostálgico de un hombre con espada,
de sangre femoral y de gangrena,
si el mayoral ya puede detenerte.
Corre, toro, a la mar, embiste, nada,
y a un torero de espuma sal y arena,
ya que intentas herir, dale la muerte.
(Mueve el aire en los barcos
que hay en Sevilla,
en lugar de banderas,
dos banderillas.
Llegando a Roma,
ví de banderillas
a las palomas).
¿Para qué os quiero, pies, para qué os quiero?
Los pies pisan la muerte,
poco a poco los pies andan pisando ese camino
por donde viene acompañada o sola,
visible o invisible, lenta o veloz,
la muerte.
¿Para qué os quiero, pies, para qué os quiero?
Me va a coger la muerte en zapatillas,
no en zapatillas para el pie de baile,
no con tacón para esas tablas donde también
suele temblar la muerte con voz sorda de pozo,
voz de cueva o cisterna con un hombre no se sabe si ahogado,
voz con tierra de ortigas y guitarra.
¿Para qué os quiero, pies, para qué os quiero?
Unos mueren de pie, ya con zapatos o alpargatas,
bien bajo el marco de una puerta o de una ventana,
también en medio de una calle con sol y hoyos abiertos,
otros…
Me va a coger la muerte en zapatillas,
así, con medias rosas y zapatillas negras me va
a matar la muerte.
¡Aire!
¿Para qué os quiero, pies, para qué os quiero?
(Por pies con viento y alas,
por pies salía
de las tablas Ignacio
Sánchez Mejías.
¡Quién lo pensara
que por pies un torillo
lo entablara!)
EL TORO DE LA MUERTE
Si ya contra las sombras movedizas
de los calcáreos troncos impasibles,
cautos proyectos turbios indecibles
perfilas, pulimentas y agudizas;
Si entre el agua y la yerba escurridizas,
la pezuña y el cuerno indivisibles
cambian los imposibles en posibles,
haciendo el aire polvo y la luz trizas;
Si tanto oscuro crimen le desvela
su sangre fija a tu pupila sola,
insomne sobre el sueño del ganado;
Huye, toro tizón, humo y candela,
que ardiendo de los cuernos a la cola,
de la noche saldrás carbonizado.
(En la Habana la sombra
de las palmeras
me abrieron abanicos
y reboleras.
Una mulata,
dos pitones en punta
bajo la bata.
La rumba mueve cuernos,
pases mortales,
ojos de vaca y ronda
de sementales.
Las habaneras,
sin saberlo, se mueven
por gaoneras.
Con Rodolfo Gaona,
Sánchez Mejías
se adornaba la muerte
de alegorías:
México, España,
su sangre por los ruedos
y una guadaña.
Los indios mexicanos
en El Toreo,
de los ¡olés! Se tiran
al tiroteo.
¡Vivan las balas,
los toros por las buenas
y por las malas!
Ya sus manos, Gaona,
paradas, frías,
te da desde la muerte
Sánchez Mejías.
Dale, Gaona,
tus manos, y en sus manos,
una corona).
¿Qué sucede, qué pasa, qué va a pasar,
qué está pasando, sucediendo, qué pasa,
qué pasó?
La muerte había sorbido agua turbia en los charcos que ya no
son del mar,
pero que ellos se sienten junto al mar,
se había rozado y arañado contra los quicios negros de los
túneles,
perforado los troncos de los árboles,
espantado el silencio de las larvas,
los ojos de las orugas,
intentando pasar exactamente por el centro a una hoja,
herir,
herir el aire del espacio de dos piernas corriendo.
la muerte mucho antes de nacer había pensado todo esto.
Me buscas como al río que te dejaba sorber sus pasajes,
como a la ola tonta que se acercaba a ti sin comprender quien
eras
para que tú la cornearas.
Me buscas como a un montón de arena donde escarbar un hoy,
sabiendo que en el fondo no va a encontrar agua,
no vas a encontrar agua,
nunca jamás tú vas a encontrar agua,
sino sangre,
no agua,
jamás,
nunca.
No hay reloj
no hay ya tiempo,
no existe ya reloj que quiera darme tiempo a salir de la muerte.
(Una barca perdida
con un torero,
y un reloj que detiene
su minutero.
Vivas y mueras,
rotos bajo el estribo
de las barreras).
EL TORO DE LA MUERTE
Al fin diste a tu duro pensamiento
forma mortal de lumbre derribada,
cancelando con sangre iluminada
la gloria de una luz en movimiento.
¡Qué ceguedad, qué desvanecimiento
de toro, despeñándose en la nada,
si no hubiera tu frente desarmada
visto antes de nacer su previo intento!
Mas clavaste por fin bajo el estribo,
con puntas de rencor tintas en ira,
tu oscuridad, hasta empalidecerte.
Pero luego te vi, sombra en derribo,
llevarte como un toro de mentira,
tarde abajo, las mulas de la muerte.
(Noche de agosto arriba
va un ganadero,
sin riendas, sin estribo
y sin sombrero.
decapitados,
toros negros, canelas
y colorados).
Se va a salir el río y ya no veré nunca el temblor de los
juncos,
va a rebosar el río paralizando el choque de las cañas,
desplazando como una irresistible geografía de sangre que
volverá los montes nuevas islas,
los bosques nuevas islas,
inalcanzables islas cercadas de flotantes tumbas de toros
muertos,
de empinados cadáveres de toros,
rápidas colas rígidas que abrirán remolinos,
lentos y coagulados remolinos que no permitirán este descenso,
este definitivo descenso necesario que le exigen a uno
cuando ya el cuerpo no es capaz de oponerse a la atracción
del fondo
y pesa menos que el agua.
Desvíeme esos toros,
mire que voy bajando favorecido irremediablemente por el
viento,
tuérzale el cuello al rumbo de esa roja avalancha de toros
que le empujan,
déjeme toda el agua,
le pido que me deje para mí solo toda el agua,
agua libre,
río libre,
porque usted ya está viendo, amigo, cómo voy,
porque usted viejo amigo, está ya comprendiendo adónde voy,
ya estás, amigo, estás olvidándote casi adónde voy,
amigo, estás, amigo…
Había olvidado ahora que le hablaba de usted, no de tú, desde
siempre.
(¿De dónde viene, diga,
de dónde viene,
que ni el agua del río
ya le sostiene?
-Voy navegando,
también muerto, a la isla
de San Fernando).
DOS ARENAS
Dos arenas con sangre, separadas,
con sangre tuya al son de dos arenas
me quemarán, me clavarán espadas.
Desunidas, las dos vendrán a unirse,
corriendo en una sola por mis venas,
dentro de mí para sobrevivirse.
La sangre de tu muerte y la otra, viva,
la que fuera de ti bebió este ruedo,
gloriosamente en unidad activa.
Moverán lunas, vientos, tierras, mares,
como estoques unidos contra el miedo:
La sangre de tu muerte en Manzanares,
la sangre de tu vida
por la arena de México absorbida.
(Verte y no verte,
yo, lejos navegando,
tú, por la muerte).
Plaza de toros EL TOREO
México, 13 de agosto 1935
Rafael Alberti.