Archivo mensual: diciembre 2018

CON LA ESPADA Y EL CAPOTE.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Ponciano Díaz y la prensa de su época. Col. digital del autor.

   Entre 1873 y 1876, en pleno periodo al mando de Sebastián Lerdo de Tejada, surgió El Ahuizote, impulsado por el entusiasmo de un pequeño grupo de intelectuales, a cuyo frente se encontraba el General Vicente Riva Palacio, quien se apoyó por personajes como el también General Juan N. Mirafuentes, el Lic. Luis G. de la Sierra, y los excelentes dibujantes José María Villasana y Jesús T. Alamilla.

Como apunta Rafael Barajas “El Fisgón” en El País del Ahuizote

Ahuizotl era originalmente una suerte de nutria o perro de aguas que los antiguos mexicanos decían que engañaba a los hombres para ahogarlos y llevarlos a su cueva. El octavo rey mexica, que gobernó de 1486 a 1503, adoptó el nombre de Ahuizotl. Durante su reinado, se produjo una inundación grave, por lo que se le asocia con desastres varios (2005: 117).

   Por su parte, El Hijo del Ahuizote fue una publicación que enfrentó los más duros tiempos del porfiriato, logrando sobrevivir entre 1885 y 1903. Reunió también a otro segmento de defensores de la libertad de expresión, encabezando aquella aventura el célebre periodista Daniel Cabrera. En diversos números no dejaron de aparecer referencias taurinas, tanto en sus excelentes apuntes de portada como en interiores. Del mismo modo, no faltaron colaboradores que, cubiertos por el manto del anonimato, dejaron testimonio de su sentir y su pensar acerca de aquellos tiempos, sometidos, sobre todo en el círculo periodístico, a las más ciegas persecuciones que terminaban con el encarcelamiento y la destrucción o secuestro del mobiliario de diversas oficinas.

Hoy día, ante nuevos tiempos, pero muy parecidas circunstancias, siguen apareciendo nietos y bisnietos del “Ahuizote”, como ejemplo y “azote” para los malos políticos.

Entre los números, publicados en enero de 1889, fue incluido un interesante diálogo, sostenido entre dos publicaciones, que mantuvieron ese corte iconoclasta y contestatario. Me refiero a El Valedor. Periódico joco-serio, ladino, chismoso, medio loco y de todo un poco, lo que se llama entrón de altiro! y el propio Hijo del Ahuizote (Segunda época). Periódico de agua tibia como lo piden los tiempos; travieso y calaverón (YA TIENE MADRE).

Era frecuente este tipo de conversaciones, que luego adquirieron el valor de la trascendencia, sobre todo, porque se echaba mano de lo coloquial, lo que entendieron muy bien los propios responsables de ambos impresos. Y justo, quien estaba de moda en esos momentos era el célebre torero Ponciano Díaz, quien fue merecedor del siguiente diálogo:

CON LA ESPADA Y EL CAPOTE.

 Un diálogo entre “El Valedor” y “El Hijo del Ahuizote”.

 Valedor.- 

Óyeme, ahuizote hermano,

Desde que al mundo he venido

No he jayado un atrevido

Tan güeno como Ponciano,

Si de que él mete la mano

Al torito más valiente,

Me lo pone derrepente

Mansito como un cordero;

Y de puro gusto quiero

Ser torero aunque reviente. 

Ahuizote.- 

Pos yo, manis, la verdá,

Aunque ví al fiero Gaviño,

Al chiclanero y al Niño,

Y a otros güenos, claro está,

Ninguno de esos será

Comparable con Ponciano,

Porque francamente, hermano,

Cuando él se pone a torear,

Ganas me dan de abrazar

Al valiente mexicano. 

Valedor.- 

¡Caracho” si de que veo

Como le corta la vuelta,

Y que lo agarra y lo suelta

A su antojo y su deseo,

Hay momentos en que creo

Que es de los toros compadre;

Eso es no tener ni madre

En el arte de torear,

Y nunca aquí ha de llegar

Quien de Ponciano sea padre. 

Ahuizote.- 

El Mazzantini mentado

Aquí siempre la pitó,

Pues dicen que no sirvió

De los toros el ganado;

Pero aunque sea muy planchado,

Yo a Ponciano creo mejor,

Pues no le pide favor

A nadie como torero,

Y menos a un extranjero

Aunque sea un Emperador. 

De “El Hijo del Ahuizote” 

Enero de 1889.

    Varios aspectos aquí mencionados, y que surgen de las cuatro décimas, merecen una necesaria interpretación que pongo a consideración de los lectores.

Valedor se refiere a aquella persona que vale a otra, pero que entraña significados verdaderamente entrañables o solidarios.

Jayado, por hallado.

Derrepente, convertida en palabra compuesta, pero que significa, ya perfectamente separada “de repente”.

Los dos amigos, se refieren a las recientes hazañas que había realizado el atenqueño Ponciano Díaz, que solo entre diciembre de 1888 y enero de 1889 había actuado en 27 tardes.

Manis, mano, acopopes de hermano.

Dice el Ahuizote haber visto a Bernardo Gaviño, a Francisco Gómez “El Chiclanero”, a Fernando Gutiérrez “El Niño”…, pero ninguno como Ponciano.

Caracho, barbarismo por carajo, entonado además para que el Valedor hiciera una descripción sobre las maravillas de las que era un portento el “torero con bigotes”, lo mismo a pie que a caballo.

Eso es no tener ni madre… pero nunca aquí ha de llegar / quien de Ponciano sea padre. Es decir, que cuando entran en la conversación padres o madres, la cosa se puede complicar y, por consiguiente la interpretación que los progenitores mismos podrían tener de acuerdo al nivel pasional que alcancen las discusiones.

El Mazzantini mentado… no es otro que don Luis, el de Guipúzcoa, que vino a México desde aquellos difíciles días de marzo de 1887, cuando tuvo una desafortunada actuación el 16 de aquel mes en la plaza San Rafael, cuya última circunstancia fue haber proferido una sentencia que le costó tiempo para recuperar de nuevo la confianza entre los aficionados. Y es que, en medio de una bronca fenomenal decide salir por piernas de aquella plaza, para dirigirse, todavía vestido de torero a la estación de ferrocarril, donde pronunció la desafortunada frase “¡De esta tierra de salvajes, ni el polvo quiero…!”

Y claro, la sorna periodística respondió de inmediato: “¿Pero qué tal las talegas de dinero?”

Años después, serían célebres las “Temporadas Mazzantini” que llegó a organizar don Luis, hasta comienzos del siglo XX.

Finalmente, y como lo dicen los cinco últimos versos: Yo a Ponciano creo mejor, / Pues no le pide favor / A nadie como torero, / Y menos a un extranjero / Aunque sea un Emperador.

¡¡¡Ora Ponciano!!!

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GRANDES OCASIONES DE FIESTA TAURINA EN 1640, DESCRITAS POR MARÍA DE ESTRADA MEDINILLA.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Portada del documento puesto hoy en análisis. Col. digital del autor.

   A principios de mes, casi todos los mexicanos fuimos testigos de dos grandes ceremonias. Una, el traspaso de la banda presidencial y otra, la entrega del bastón de mando a quien hoy encabeza la cruzada de la “cuarta transformación”. Estos dos protocolos, representan el antiguo esquema de la sucesión, de la toma de poder asumida por nuevos representantes políticos o religiosos en los que se depositan lo mismo esperanzas que incertidumbres.

Pues bien, entre los miles de festejos que se desarrollaron a lo largo del periodo colonial, con una duración en torno a los tres siglos, hubo uno que puede considerarse como de los más ostentosos y atractivos. Se trata de la recepción del que fuera el décimo séptimo virrey de la Nueva España, Don Diego López Pacheco Cabrera y Bobadilla, Duque de Escalona y Marqués de Villena, quien gobernó del 28 de agosto de 1640 al 10 de junio de 1642.

Habiéndome ya ocupado del asunto meses atrás, ahora lo haré concentrándome en los solos festejos que se concentraron en tan particular ocasión.

Cuando las Leyes de Indias (libro III, título 3, ley XIX) autorizaban gastar un máximo de 8 mil pesos, se sabe que la cifra de lo invertido en aquella ocasión ascendió a 40 mil. Arribó al puerto de Veracruz el 20 de junio, y desde ese momento, hasta su llegada a la ciudad de México, que ocurrió en el curso de agosto siguiente, todo fue gozo, movilización y desarrollo de diversas manifestaciones por parte de los estamentos políticos, religiosos; e incluso por parte de diversos grupos indígenas que también pusieron un toque protagónico importante.

En el lapso de aquellas fechas previas a la ceremonia oficial de toma de poder, hubo, según lo cuentan diversos autores que acompañaron al célebre personaje, luminarias, toros, arcos triunfales, loas, “castillos de chichimecos”. “comedias a lo doméstico y bien representadas”, mitotes, tocotines “de lo principal de los indios” y hasta una curiosa representación de castillos de fuego y toros de manta rejoneados a lo burlesco. Todo ello ocurrió en el recorrido que se hizo por Veracruz (Venta del Río, y Xalapa), Tlaxcala, Puebla (tanto en su capital como en Cholula) y más tarde, en el castillo de Chapultepec (en su versión anterior a la que hoy conocemos), lugar por entonces dedicado al alojamiento de estos personajes.

El 28 de agosto, día de San Agustín, se desarrolló la solemne recepción en la capital del virreinato, cuyas calles “estaban abarrotadas de gente de todo tipo y condición: gente noble, eclesiásticos y seglares y plebeyos, niños y mujeres, sin poder tener los amos a las esclavas y morenas que, repartidas en bandas diferentes, hacían alegres bailes, sin que hubiese persona en esta ciudad a quien no tocase la general alegría desta venida”.

Retrato del Virrey D. Diego López de Pacheco, Duque de Escalona y Marqués de Villena, que puede apreciarse en México a través de los siglos.

   Habiendo pasado por debajo de varios arcos triunfales, ingresó a la Santa Iglesia Metropolitana, donde se celebró un Te Deum, al estilo de la época. Concluida aquella ceremonia, vinieron en seguida los festejos públicos, que comenzaron con “un carro triunfal rico y curiosamente aderezado, y sobre un trono una ninfa que representaba México, en cuya compostura litigaba el aseo con lo precioso”. No faltaron corridas de toros, mismas que fueron descritas por María de Estrada Medinilla en una Relación…, de la feliz entrada en México…, del excellentísimo señor Don Diego López Pacheco.

   Por su parte, las autoridades declararon que “no contenta la Ciudad con estos festejos, tiene publicadas fiestas reales para 15 de octubre, con toros, juego de cañas y otros festines”, mismos que también nuestra autora desmenuzó en su curiosa “relación de sucesos” Fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías que celebró la nobilísima Ciudad de México a veinte y siete de noviembre deste año de 1640. Ello significa que desde octubre, y ya casi concluido el mes siguiente, las fiestas no dejaban de darse en una u otra circunstancias, siendo los toros a lo que se ve, el componente más atractivo.

Los autores y obras que dieron lustre a aquellos festejos interminables, hoy día pueden reconocerse de mejor manera, gracias a estudios como los elaborados por Miguel Zugasti, Josefina Muriel, Judith Farré Vidal, Martha Lilia Tenorio y de aquello que este servidor también ha tratado en Fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías (…) por Doña María de Estrada Medinilla. 1640. Estudio crítico y reproducción facsimilar, del que espero su pronta publicación.

Entre quienes dejaron testimonio de tan notable ocasión, se encuentra Cristóbal Gutiérrez de Medina, su capellán y limosnero mayor, el cual escribió Viaje de tierra y mar, feliz por mar y tierra, que hizo el excellentísimo señor Marqués de Villena (1640);

Arco triunfal. Emblemas, jeroglíficos y poesías con que la ciudad de la Puebla recibió al Virrey de Nueva España, Marqués de Villena, obra atribuida tanto al P. Mateo Salcedo como a Mateo Galindo;

-también de este último, se sabe que publicó la Fuerte sabia política que la muy noble y leal ciudad de los Ángeles erigió en arco triunfal al excellentísimo señor Don Diego Roque López Pacheco Cabrera y Bobadilla, primer Marqués de España;

Descripción y explicación de la fábrica y empresas del sumptuoso arco que la ilustrísima, nobilísima y muy leal Ciudad de México, cabeza del occidental imperio, erigió a la feliz entrada y gozoso recebimiento del excellentísimo señor don Diego López Pacheco (1640);

Zodiaco regio, templo político al excellentísimo señor Don Diego López Pacheco […] consagrado por la Santa Iglesia Metropolitana de México, como a su patrón y restaurador;

Redondillas de un religioso de San Francisco en alabanza del autor;

Addición a los festejos que en la ciudad de México se hicieron al Marqués, mi señor, con el particular que le dedicó el Collegio de la Compañía de Jesús;

-Relación escrita por DOÑA MARÍA DE ESTRADA MEDINILLA, A una Religiosa monja prima suya. De la feliz entrada en México día de San Agustín, a 28 de Agosto De mil y seiscientos y cuarenta años. Del Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Cabrera, y Bobadilla, Marqués de Villena, Virrey Gobernador y Capitán General Desta Nueva España (escrita a la sazón en silvas de consonantes u ovillejos hasta alcanzar los 400 versos);

FIESTAS / DE TOROS, / IVEGO DE CAÑAS, / y alcancías, que celebrò la No- / Bilifsima Ciudad de Mexico, à / veinte y fiete de Noviembre / defte Año de 1640 / EN / CELEBRACIÓN DE LA / venida a efte Reyno, el Excelléntifsimo Señor / Don Diego Lopez Pacheco, Marques de / Villena, Duque de Efcalona, Virrey / y Capitan General defta Nueva / Efpaña, &c. / Por Doña Maria de Eftrada / Medinilla;

Presencia de los hermanos Ángel y Rafael Peralta en una representación “al estilo de la época”, realizada en la Plaza Mayor, en Madrid (ca. 1970).

Festín hecho por las morenas criollas de la muy noble y muy leal ciudad de México. Al recebimiento y entrada del excellentísimo señor Marqués de Villena, Duque de Escalona, virrey de esta Nueva España;

Parte tercera de los aplausos y fiestas que se hicieron al excellentísimo señor Marqués de Villena, y la

Addición a los festejos que en la ciudad de México se hizo al Marqués mi señor, la cual resume en cuatro folios el magno festejo teatral que los jesuitas brindaron al Marqués el 18 de noviembre de 1640.

Como podrá observarse, son doce las obras que, en el contexto de “relación de sucesos”, dan cuenta de toda aquella celebración. Destaca la que escribiera la criolla María de Estrada Medinilla, seglar y no religiosa. Por muchos años, su obra dedicada a dar cuenta de las fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías aquí mencionada, fue motivo de confusión y duda, pues unos autores mencionaban –“como de oídas y meros rumores”- su existencia. Afortunadamente ha sido ubicada en la colección de la Huntington Library de San Marino (California, E.U.A), terminando con ello el misterio que se mantuvo por lo menos durante poco más de 350 años.

Poema de marcada influencia gongorina, escrito en octavas reales y que alcanza la nada desdeñable cifra de 848, es como resume Miguel Zugasti, académico e investigador en la Universidad de Navarra, el valioso contenido de este documento. El autor, agrega que “Era usual en este tipo de festejos combinar las corridas de toros a caballo (hoy diríamos rejoneo) con las cañas, y a veces también con las alcancías. El Diccionario de Autoridades explica con gran lujo de detalles cómo la nobleza ejecutaba tales juegos de cañas para conmemorar «alguna celebridad. Fórmase de diferentes cuadrillas, que ordinariamente son ocho, y cada una consta de cuatro, seis u ocho caballeros, según la capacidad de la plaza. Los caballeros van montados en sillas de gineta y cada cuadrilla del color que le ha tocado por suerte, etc.». Por su parte en el juego de alcancías las armas arrojadizas son pelotas de barro (‘alcancías’) rellenas de ceniza, flores u otras cosas que los concursantes se lanzaban entre sí”.

El documento salió del taller de Paula Benavides, viuda de Bernardo Calderón en 1641, del que, para terminar, tomo algunas muestras notables:

Caballos y jaeces matizados

Córdoba dio; la Persia los plumajes,

telas Milán, Manila dio brocados,

las Indias oro, el África los trajes.

Primaveras obstentan los tablados,

diversidad de flores son los pajes,

la plaza condujera a su grandeza,

las de la Inquisición por su limpieza.

(. . . . .)

De aquella parte andaba, cuando desta

el alguacil mayor de la Real Corte,

haciendo que la turba descompuesta

en las puertas el ímpetu reporte.

Su ostentación bastara para fiesta,

pues es cada familia aún una corte,

cuyas galas, por ricas y lucidas,

el oro consumieran del rey Midas.

(. . . . .)

Los hierros de las lanzas y los cuentos,

los penachos, las bandas, los listones,

los brazos, las adargas, los alientos,

el partir, el pulsar de los talones,

tan compasados eran, tan atentos

en imitarse entonces las acciones,

que en riqueza, caballos, garbo y modo

se llevaron la voz del pueblo todo.

(. . . . .)

En la palestra se plantó tan fiero

otro de adversa parte, que ya era

en su comparación manso el primero,

cuya piel más horror al verla diera:

tostado el lomo y de bruñido acero

las puntas, niveladas de manera

que ser pudiera escándalo luciente

de la luna un amago de su frente.

 

No su ferocidad era bastante

a desmayar el ánimo obstinado

del concurso de a pie vociferante,

con cuya agilidad se vio burlado.

De uno y otro rejón el arrogante 405

cerviguillo hasta entonces no domado,

tantas congregó bocas a una herida

que en rojo humor desperdició la vida.

(. . . . .)

Duraba la batalla y no sabía

la ninfa a quién adjudicar pudiese

el lauro indiferente que debía,

si no es que en partes dos se dividiese.

Viendo el Marqués que agonizaba el día,

igualmente mandó que se partiese,

y así quedaron todos más premiados,

siendo de sus aplausos celebrados.

 

Este dichoso término tuvieron

las fiestas altamente esclarecidas

que al ilustre valor de España hicieron

la ciudad y nobleza agradecidas.

Demostraciones raras, si bien fueron

a tan benigno príncipe debidas,

puesto que al bien común de suerte anhela

que por solicitarle se desvela.

 

Gózale, oh patria mía, las edades

que puedan ser lisonja a tu deseo,

pues tantas lograrás felicidades

cuantos lustros tuvieres tal trofeo.

Vive en su amparo sin que a variedades

del tiempo se sujete tu recreo,

para que en triunfos de tus altas glorias

eterna te celebren las historias.

F I N

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CORRIDA GUADALUPANA VERSIÓN 2018.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Boleto del festejo de 1953. Col. del autor.

Incontables deben ser los testimonios de aquellos festejos celebrados en torno al 12 de diciembre, fecha en la cual se celebra la culminación milagrosa de cuatro apariciones ocurridas en el cerro del Tepeyac, entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531. Hoy, a 487 años de aquel acontecimiento entendemos las afirmaciones emblemáticas de una imagen que siguen tan sólidas como en sus principios.

A lo largo de casi cinco siglos, la veneración destinada al milagro guadalupano sigue siendo intensa y profunda en nuestro pueblo. Entre finales del XVIII y comienzos del XIX, este fenómeno fue sometido a discusión siendo el promotor principal de aquel debate el propio fray Servando Teresa de Mier que se hizo acompañar de otros intelectuales de avanzada. Así pues, la imagen de la virgen de Guadalupe, plasmada en un simple y sencillo ayate que hasta nuestros días conserva intactos los colores con que fue concebida, es motivo de ese culto extraordinario, que ninguna otra imagen religiosa ostenta.

El Ruedo de México. Año IX N° 109. México, D.F., 26 de febrero de 1953.

Y así es, porque la dimensión de otras, también veneradas, no alcanza los niveles de esta. Me refiero, por ejemplo, a la virgen de los Remedios, al santo señor de Chalma, al santo niño de Atocha, e incluso a quien en estos últimos tiempos ha cobrado particular relevancia. Me refiero a san Judas Tadeo, señor de las causas imposibles.

Así que los toros y otro conjunto de fiestas no han faltado para recordar que un día como hoy, 12 de diciembre, el arraigo de este tipo de fenómeno colectivo, ligado no solo con lo sagrado; también con lo profano, sigue vigente.

Habrá, como sabemos otros tres festejos con esta clasificación. Uno en León, Guanajuato, uno más en Valparaíso, y en Villa García, ambas poblaciones en el estado de Zacatecas.

Incluso, en los tiempos de Ponciano Díaz, esto a finales del siglo XIX, se decía que había tres cosas indiscutibles: La Virgen de Guadalupe, Ponciano Díaz y los curados de Apam…

En De seda, oro y plata. Textiles taurinos (febrero 2-abril 3, 2005). Museo Franz Mayer, México, Imprenta Litosanca, S.A. de C.V., 2005. 59 p. Ils., fots. Capote de paseo que perteneció a “Joselito” Huerta.

Es bueno recordar que el 12 de diciembre de 1953 se celebró en la plaza de toros “México” el primero de los festejos considerado como “Corrida Guadalupana”. El cartel, fue de polendas:

Juan Cañedo (rejoneador). Y a pie: Carlos Arruza, Manolo dos Santos, Manolo González, Jesús Córdoba, Manuel Capetillo, José María Martorell y Juan Silveti, con ocho toros de Xajay, Torrecilla, San Mateo, Heriberto Rodríguez, Tequisquiapan, Zotoluca, Zacatepec y Rancho Seco. Evidentemente la plaza capitalina registró un lleno a reventar. Esperamos que hoy, suceda exactamente lo mismo, pues también el cartel no desmerece tamaño poder de convocatoria. Y me refiero al hecho de que con el concurso de “Morante de la Puebla”, “Joselito” Adame, Sergio Flores y Andrés Roca Rey, y quienes que se las entenderán con toros de diversas ganaderías, algo veremos tan parecido al mismísimo milagro.

Entre aquel festejo y el de hoy por la tarde, han mediado ya 65 años, y aunque si bien no ha habido continuidad, esta se ha hecho notar desde hace tres y esperamos que así continúe. Lo que hace en favor de la fiesta es bueno, pues es de las pocas ocasiones en que puede apreciarse colmado el coso de Insurgentes (aunque no hemos visto ese deseable “no cabe ni un alfiler” desde hace ya un buen número de años).

En ¡A LOS TOROS! México, comunidad CONACYT, abril-mayo 1980, año VI, núm. 112-113. (p. 45-176). Ils., retrs., fots.

Cerraré la presente colaboración, trayendo hasta aquí, dos poemas localizados en mi Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI, y que corresponden tanto al año 1897 como al de 1920:

TOROS.

 Ahí viene Mazzantini

con su cuadrilla

y de segundo espada

Nicanor Villa.

¡Olé, salero!

Los nenes más barbianes

del mundo entero.

 

El día de la Virgen

de Guadalupe

la primera corrida

será de fuste.

¡Bien por la empresa!

que se gasta su plata

para esas fiestas.

 

Seguro es que la plaza

se llena toda

de lindas mejicanas

y de españolas,

que en ese día

lucirán sus encantos

con alegría.

Hasta boletos como el que aquí apreciamos, eran atractivos.

 Precioso panorama

que ya lo veo

con los ávidos ojos

de mi deseo:

flores, mantillas,

como si hubiese en Méjico

treinta Sevillas.

 

Y ya está el sexo fuerte

de enhorabuena,

pues con esas toreras

faltará poco

para que todo Méjico

se vuelva loco.

 

Que del sol mejicano

la luz radiosa

alumbrando esa fiesta

tan deliciosa,

los corazones

llenará de entusiasmo

y de ilusiones.

 

Santín, Tepeyahualco,

el Cazadero

y Atenco, son los toros

que darán juego

con su trapío,

pues son hermosas fieras

de estampa y brío.

 

De esta ocasión espléndida

que por rareza

nos brinda finamente

galante empresa,

se hará memoria,

porque aquello, señores,

será la gloria.

Che.

En El Correo Español, Distrito Federal, 3 de diciembre de 1897, p. 2.

 

 La Virgen de Guadalupe

 La Virgen de Guadalupe

es una virgen morena,

los toreros mexicanos

le dedican sus faenas,

desde el Ponciano Díaz

hasta el maestro Gaona,

piden siempre a nuestra virgen

que les guarde sus personas.

 En Manuel Martínez Remis: Cancionero popular taurino. Antología. Recopilación de (…). Madrid, Taurus Ediciones, S.A., 1963. (Ser y tiempo, 21)., p. 35.

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