LO QUE DEBE SEGUIRSE APRENDIENDO DE TOROS…

EDITORIAL. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Así se observaba la plaza de toros «México» justo la tarde en que se conmemoró el LXXIII aniversario. Imagen de Gilberto Coello Ramírez.

   Esta tarde, la del 10 de febrero de 2019, concluyó en la ciudad de México una temporada taurina más, la 2018-2019. Su balance entra en el difícil territorio de análisis y reflexiones, del que esperamos posturas honestas de parte de la prensa.

   Y al más viejo estilo, va “una pica en Flandes…” de mi parte.

   Quienes nos consideramos aficionados, nos preocupa muchísimo el incierto aquí y ahora con que se deja notar la dinámica del espectáculo, lo cual se convierte en importante señal para el futuro inmediato. Por lo tanto, estamos conscientes de que las cosas no marchan bien.

   “Ya salió el pesimista de siempre”, dirán unos. “Y al final, no se resuelve nada”, comentarán otros.

   Considero que, en estos últimos años, se ha vivido la peor situación encarada por la Tauromaquia mexicana, misma que no da señales de garantizar su futuro, en medio de diversas circunstancias, una de las cuales es la del constante golpeteo que proviene de los contrarios. Otra es la falta de cohesión entre los diversos sectores que integran el espectáculo (no solo el dedicado a la organización de cada festejo), sino de aquellos grupos que pretenden convertirse en aislados frentes de lucha, en vez de integrar un auténtico ejército tal cual sucede, por ejemplo, con el fenómeno de las redes sociales. Otra más, sensible a cual más, es esa desagradable ausencia en el apoyo a la cultura taurina, que brilla por su ausencia.

   A lo anterior, debe agregarse el preocupante síntoma de plazas semivacías, la falta de una, dos o más figuras del toreo capaces de liderar, desde la supremacía misma, el estado de cosas en asuntos taurinos.

   No miento si digo que, desde la despedida de “Manolo” Martínez (aquella de 1982 que no fue tal, y luego la definitiva cinco años después), no ha habido nadie, absolutamente nadie capaz de ocupar el sitial que dejó desde entonces. ¡Ya han transcurrido 32 años en que seguimos esperando otra gran consagración…!

   Mientras se desarrollaron los diversos festejos de la temporada que ha llegado a su fin, no hubo, a lo largo de todas las tardes un solo lleno, pero tampoco, y ni por casualidad, se dio el fenómeno de que ese o aquel triunfo conmocionara de alguna forma la vida social de este país.

   Tuvo incluso que cederle lugar, el domingo 3 de febrero a la final del “Superbowl” pues el atractivo de tal deporte, alcanzó cotas nunca antes imaginadas, gracias no solo a la cobertura que lograron los medios masivos de comunicación, sino al hecho de que es uno de los deportes mejor posicionados en la nación vecina.

   Es más. Hoy día, entre la ciudad de México y la zona conurbada, debemos estar concentrados unos 25 millones de habitantes, suficiente cantidad no solo para garantizar la pervivencia del espectáculo, sino para la de otros muchos, gracias al enorme abanico de posibilidades relacionadas con las diversiones públicas. Lamentablemente los elevados costos de entrada, se convirtieron en otro factor causante de las bajas entradas. Aunado a ello, la afición tampoco respondió debidamente pues la empresa no garantizó, en buena parte de los festejos, una presencia apropiada del ganado y los nuevos asistentes, en su mayoría jóvenes, no estuvieron dispuestos a regresar por el solo hecho de que los resultados no fueron los que esperaban, o a la sola razón de que no fue de su interés. A lo anterior, la confección de carteles tampoco fue una razón atractiva, pues se dio en muchos casos aquello de “más de lo mismo”, con lo cual solo viene la resignación. Pero el lleno, en cualquiera de todas esas tardes, jamás se dio.

   Los medios masivos de comunicación, ya sea por radio, T.V., o internet no cubrieron las expectativas de información debidamente, y aunque existe un conjunto notable de estos elementos, fueron muy pocos los que decidieron informar debidamente el desarrollo y análisis de cada festejo. Hoy, podemos apreciar en el callejón, la desmesura de buena cantidad de prospectos en eso de la transmisión, pero pocos son los que cuentan con un conocimiento cabal de la cosa taurina. Ha cambiado en mucho ese aspecto, tanto que hace 30 o 50 años, dos o tres personas eran suficientes para transmitir por radio o T.V. la corrida o novillada (me refiero en particular a José Alameda, Paco Malgesto, y a Morenito). Hoy, ese número se multiplica notablemente, pero sin los resultados que esperamos. Tanto monta, monta tanto…

   Por su parte, la autoridad, así en minúsculas, no salió bien librada pues dejó enormes dudas de su desempeño, con lo que la ausencia de la autoridad de la autoridad volvió a ser notoria en casos evidentes, ya sea por haber aprobado encierros de dudosa edad, por la concesión no siempre justa o equilibrada de trofeos o de honores a los restos de ciertos ejemplares que no siempre estaban de acuerdo con el sentir popular. No hubo, cuando debió ser, ningún llamado de atención a diversos participantes que cometieron excesos o graves errores. El reglamento taurino del que dependen los representantes que ocupan el palco del juez de plaza, debe ser un instrumento que por su parte debería estar perfectamente aprendido y aprehendido también, para ponerlo en práctica en cualquiera de sus partes. Solo que necesita una puesta al día y adecuarse no para el relajamiento ni para la extralimitación. Solo se requiere sentido común y rigor para recuperar credibilidad.

   Toca el desempeño de la empresa.

   Si hay que preguntarle a la administración de la plaza por tan malas entradas, ello no puede deberse a malas combinaciones en los carteles, sino al poco poder convocatoria que les es consubstancial. Un buen cartel deberá serlo en la medida en que más de un elemento se convierte en atractivo o garantía. Si así fuera, la afición no tendría ningún inconveniente en pagar bien, lo que sea, pero sabedora de lo ofrecido.

   El “Auditorio Nacional” es el mejor ejemplo. Programan al cantante de moda –que les gusta, ¿toda una semana?-, incluyendo un impresionante despliegue de publicidad. Cada función se convierte en garantía de lleno (no importando horario ni precios), la gente paga y está dispuesta a hacerlo, recibiendo en cambio un buen resultado. ¿Por qué en los toros no?

   Ustedes saquen sus propias conclusiones.

   La empresa, a diferencia de “Las Ventas”, si es que deben ponerse las dos en un mismo nivel, sigue ocultando en su “cobertura” la materia prima: toros o novillos lo cual por el lado de “Las Ventas”, se les deja ver, desde que han integrado su página oficial, sin mayor miramiento. Ofrecen novillos, son novillos. Ofrecen toros, y son toros, a reserva de la opinión de jueces y veterinarios, lo que aquí no es práctica común. Eso le dice a cualquiera qué producto se “vende”. De lo anterior puede concluirse con la idea de que por parte de la empresa capitalina, no ha habido, ni habrá voluntad de dar certeza a la transparencia.

   A lo anterior, agrego esa obtusa terquedad en permitir un desordenado ambiente comercial que se desborda sin control, ocupando sitios que obstruyen el tráfico peatonal. No imagino una emergencia, que puede derivar incluso en una estampida.

   Y algo más. Su obsesión por los esquilmos. Gracias a ese generoso y atractivo concepto, contamos con cantinas al interior de la plaza -¡habráse visto!-. Gracias a eso, se incrementó el número de personas que circulan sin control alguno ofreciendo sus mercancías, sin que haya ningún inspector que ponga control al respecto. Ya habrá autoridad en esta nueva experiencia política que vive el país desde diciembre de 2018, como para imaginar, desde luego en forma bastante ingenua, que ha de imponerse energía y rigor para evitar estos deslices empresariales, que son tantos. Por eso, siguen sin hacernos creer que el espectáculo debe resignificarse hasta lo último.

   En realidad, el tiempo de solución se va reduciendo, y la apuesta por darle fortaleza al espectáculo se puede diluir en algo que vamos a lamentar, de no actuar debidamente a tiempo.

   Están encaminados una serie de esfuerzos para ese reposicionamiento, pero no basta si ante la posibilidad de fortalecer ese paso fundamental (hacia la UNESCO), no se sigue demostrando porqué queremos conservar ese patrimonio.

   En fin, y al final de este balance escribo las últimas y escasas líneas para decir algo sobre los contrarios. Están en lo suyo, se documentan, dicen estar preparados para la madre de todas las batallas, pero insensibles como son de lo otro, desconocen que existe un espíritu en la propia entraña de esta nación, al menos de la nuestra, como para entender que el peso de una costumbre primero. De un ritual que proviene de muchos siglos atrás después, no puede alterarse en su esencia. Destruirían, como ya lo hicieron, elementos de la vida cotidiana que se concentraba en el ámbito del circo, por ejemplo. Y aunque el circo podría tener menor presencia, pero posee también una raíz profunda, esta es resultado de aquellos componentes que dieron forma a diversos aspectos que significaron diversas formas de entretenimiento, basadas en códigos que le vienen de una distante antigüedad, como los toros.       Febrero 11 de 2019.

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