MINIATURAS TAURINAS.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Son todos los de a pie y dos de a caballo. No falta uno solo. Este debe ser el testimonio de alguna ocasión toreando en solitario o como “capitán de gladiadores”. Todos llevan sus mejores galas, la tarde debe ser de mucho compromiso y nada debe quedar empañado. El “gabinete” del fotógrafo de moda en San Luis Potosí luce su mejor escenografía.
Pedro Nolasco Acosta “Capitán de gladiadores” y cuadrilla. San Luis Potosí, 1885.
Fuente: Heriberto Lanfranchi. La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, T. I., p. 25.
En vez de golpes o muletillas, todos llevan chaquetilla y taleguilla con galones o tiras bordadas con madroños. Es posible apreciar flequillos o flecos metálicos en el final de unas hombreras sin soporte, derrumbadas, abismales. Otros remates que pueden observarse son las antiguas “borlas”, lo que hoy es la morilla. ¡Y esos machos. Por Dios!, rematados de morilla, hechos a mano, así como largas y angostas fajas que ocultan algunos kilos de más, porque aquella tauromaquia no exigía hombres atléticos o sometidos a la rutina o disciplina de nuestros tiempos, donde siguen predominando los golfos que cumplen aquella sentencia a cabalidad y que dice “(…) que para parecer toreros…, primero hay que ser vago”.
Nostalgia es la que derrama este retrato. No hay risas. Es un momento solemne. En conjunto, parece que van a oficiar el sacerdote y sus auxiliares. Pedro Nolasco, con bien ya corridos 40 años, aparece al centro, ostentando con la capa que lleva del lado derecho y la espada, que esgrime en la diestra mano, dejada caer de modo simbólico, su máxima jerarquía como jefe de cuadrilla. A él se deben todas las instrucciones que se dicten a lo largo del festejo. Y hay que acatarlas puntualmente.
Cuando el fotógrafo haya terminado su tarea, también para ellos habrá terminado ese efímero instante de paz o supuesto reposo. Deben regresar de sus miradas ausentes a la realidad y dirigirse, claro está, a la plaza de toros, a cumplir el compromiso.