CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Fiestas jesuitas en Puebla. Ilustración de Fernando Ramírez Osorio. “Fiestas jesuitas en Puebla. 1623”. Anónimo. Gobierno del Estado de Puebla. Secretaría de Cultura, Puebla, 1989. 46 pp. Ils. (Lecturas Históricas de Puebla, 20), y recreación de un arco triunfal, ubicado en el Nuevo Museo del arte barroco en Puebla. Fotografía del autor.
Refiere D. Manuel Romero de Terreros, Marqués de San Francisco que así como fueron “muy notables los toros corridos en 1732, con objeto de festejar la reconquista de Orán; (asimismo) fueron memorables los del 21 de febrero de 1803, pues en el acto de partir la plaza los granaderos del Comercio, empezó a ocultarse el sol en un eclipse, y cuando reapareció, fue tal el júbilo de los espectadores, que prorrumpieron en aplausos, y sonó la música de la tropa”.
Estos y otros apuntes que vendrán a continuación, provienen del curioso impreso Torneos, Mascaradas y fiestas Reales en la Nueva España, que publicó la célebre imprenta CVLTURA, en su Tomo IX, N° 4, allá por 1918.
Para entonces, comenzaba una labor que diversos historiadores, investigadores y escritores pusieron en práctica para recuperar el pasado virreinal. Esto había iniciado en lo fundamental, con Vicente Riva Palacio (1832-1896), quien en su Monja casa, virgen y mártir, así como el célebre retrato de Martín Garatuza, esbozaba en forma peculiar, no solo los pasajes que aluden a estos temas, sino que recreaba circunstancias que alcanzaban un propósito que retomaba el incómodo tema que otros intentaban ocultar. Las razones de ese ingrato pasado que no debía ocurrir de nuevo, por otro lado se abrían como una posibilidad, la que no necesariamente generaba una reconciliación, pero al menos era motivo para retomar circunstancias que fueron realidades en esos tres siglos tan cuestionados entonces.
Continuaron esas tareas Joaquín García Icazbalceta, Luis González Obregón, Artemio de Valle-Arizpe, y Genaro Estrada. De igual modo, Romero de Terreros, quien a lo largo de su periodo más creativo, dejó otras tantas obras, entre las que destacan La Casa de Parada (1917), Florecillas de san Felipe de Jesús (1919), Apostillas Históricas (1945), o Antiguas haciendas de México (1936), entre algunas más.
En Torneos y mascaradas… reúne diversos relatos que describen la forma en cómo se articuló la fiesta ecuestre durante los siglos XVI, XVII y XVIII, para lo cual, sus diversos protagonistas siguieron a cabalidad una serie de normas, surgidas desde el discurso de los libros de caballería, hasta lo que con rigor y exactitud se indicaba también en los tratados de la jineta o la brida, uno de los cuales corresponde a la acumulación de experiencia en la primera etapa novohispana. Me refiero al Tratado de la Caballería, de la Gineta y Brida (…) del criollo Juan Suárez de Peralta, que se publicó en Sevilla, año de 1580.
También relata qué eran, por ejemplo, las Mascaradas, mismas que fueron introducidas en México por el fastuoso Marqués del Valle. De eso escribe el propio Suárez de Peralta: “Dieron también en hacer máscaras, que para salir a ellas no era menester más de concertallo en la mesa y dicir: “esta tarde tengamos máscara;” y luego se ponía por obra y salían disfrazados cien hombres de a caballo, y andaban de ventana en ventana hablando con las mujeres, y apeábanse algunos, y entraban en las casas de los caballeros y mercaderes ricos, que tenían hijas o mujeres hermosas, a parlar. Vino el negocio a tanto, que ya andaban munchos tomados del diablo, y aun los predicadores lo reprehendían en los púlpitos; y en habiendo máscara de disfrazados se ponían algunos a las ventanas con sus mujeres, y las madres con sus hijas porque no las hablasen libertades; y visto que no podían hablarlas, dieron en hacer unas cerbatanas largas, que alcanzaban con ellas a las ventanas, y poníanles en las puntas unas florecitas, y llevábanlas en las manos, y por ellas hablaban lo que querían”.
Tales representaciones no eran cosa complementaria o cosmética. Ni tampoco se trataba de cuadros parataurinos. Eran, en sí misma verdaderas puestas en escena que se integraban al conjunto general para materializar la celebración, lo que significa que cada festejo ocurrido, era monumental. Lo inimaginable si hoy intentamos entender aquellos escenarios.
Sobre las corridas de toros comenta que se verificaban antaño con tanta frecuencia como ogaño; pero figuraba en ellas casi siempre la suerte de rejón. Celebrábanse generalmente en la Plaza del Volador. “Repartidos los tendidos –dice un cronista-, a tribunales y ministros particulares, y otras personas que compran lumbreras, las adornan y cuelgan con tapices, ya plateados, ya dorados, ya de damasco, que hacen muy vistosa la plaza, de manera que vacía de gente causa bastante armonía, y tiene diversión el público en sólo verla… Mucho es el concurso de parte de denoche, porque, como se quedan las señoras en sus lumbreras a gozar de la vista de la plaza, que toda se ilumina, ocurre mucha gente a la plaza, y por cierto que es de ver y maravillar la hermosura, galantería y riqueza de las mexicanas.
Para armar su publicación, abordó temas como las Fiestas reales, además del Paseo del Pendón, que eran las principales para las juras de los reyes. De Carlos V a Fernando VII inclusive, se juraron en México once monarcas, y en casi todos esos actos se hizo gran ostentación de lujo, no sólo en la metrópoli, sino también en las ciudades de provincias.
Dice que los mejores escritores coloniales no desdeñaron emplear su pluma para describir, en prosa y verso, las juras reales; y muchas de sus producciones, aunque de escaso mérito literario, han adquirido gran valor bibliográfico, por su rareza o curioso contenido.
En ese sentido, las relaciones de sucesos se convierten hoy en un pretexto que me llevan a reunir el catálogo mas representativo que sea posible, entendiendo con alrededor de unas 500 obras, el comportamiento no solo de la fiesta, sino el de los motivos, pretextos o razones. Del mismo modo, la pluma creadora, el estilo que cada uno de los autores decidió aplicar en su obra, y la integración del documento final mismo, pasaba por un complejo proceso de aprobaciones. Una primera experiencia en ese sentido, se da a conocer en Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del boletín, segunda época, 2), obra que vi publicar por aquel año.
Hoy, a 31 años vista, el tema sigue siendo de interés particular, y a lo largo de todo ese tiempo, he venido reuniendo diversas evidencias que permiten integrar un nuevo catálogo, comentado, analizado y aderezado por diversas portadas y portadillas, que en su mayoría son de una belleza tipográfica sin igual.
Por eso, cuando Romero de Terreros adelanta que “la selección que presentamos a nuestros lectores sea representativa de las fiestas públicas habidas en México durante los tres siglos de la Colonia; y consideramos inéditos tres de los trozos que reproducimos”, es porque tal advertencia puede significar un aliento al duro esfuerzo en la búsqueda de estas rarezas. Y sigue su recuento anotando:
(…) Aunque la Máscara de los artífices de platería, tomada del único ejemplar conocido, fue incluida por los señores Conde de las Navas y Zarco del Valle en Cosas de España, Sevilla, 1892, solo se hizo un tiro de 250 ejemplares, y hoy en día es difícil encontrarla. La historia de Puebla, por Fernández de Echeverría y Veytia, se conserva manuscrita en la Biblioteca del Museo Nacional, y la descripción de la Jura de Carlos III en Pachuca, también manuscrita, en nuestro archivo familiar. Hemos escogido esta última, no sólo por ser inédita, sino también por tratarse de una ciudad pequeña como era Pachuca. Si tal fue el lujo desplegado en Provincias, fácilmente puede conjeturarse cuál sería el ostentado en la Capital de la Nueva España, en donde se contaba con la asistencia del Virrey, del Arzobispo y de tantos otros próceres.
Hasta aquí el Marqués de San Francisco.
Solo queda agregar que este asunto, se magnifica en la medida en que los nuevos encuentros con este tipo de materiales, ha permitido ir entendiendo poco a poco la dimensión y espectacularidad que se concentraba en las fiestas, ya solemnes, ya repentinas. Las que surgían con motivo de la recepción de un virrey, las que se desarrollaban por razones académicas, civiles, militares, religiosas…
Ya contemplo la elaboración de este fascinante trabajo, y considero que no será uno, sino varios que den cuenta de esta impresionante producción literaria que ha de valorarse en su justa dimensión.