POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
La Muleta. Revista de toros. año I. México, noviembre 17 de 1887, N° 13, páginas centrales. La cromolitografía es trabajo del dibujante “P. P. García”, quien colaboraba para esta publicación, dirigida por Eduardo Noriega “Tres Picos”. Se puede apreciar la enorme semejanza habida entre el quehacer de este artista y la obra de Daniel Perea, publicada –por años-, en La Lidia, publicación taurina española. Col. del autor.
En esta estancia madrileña que ya va teniendo término, se suman todas las experiencias donde se ha procurado el acercamiento con instituciones y diversos personajes, todo con objeto de poner en marcha proyectos conjuntos, vinculados con la cultura taurina de nuestro país, tal como lo establece el compromiso clave de la fundación “Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.”
Estamos en tiempos que pueden decidir el destino concreto de la tauromaquia, sobre todo porque este asunto sigue en la mirada de los contrarios, y sin la pertinente y deseable cohesión de los propios taurinos.
Ya iré compartiendo los pasos que la fundación misma de en favor de este legado, el cual es un cúmulo de historias, vivencias, testimonios y demás experiencias.
Por ahora, basta con recordar que por aquí han pasado personajes como Ramón de Rosas Hernández El Indiano, mulato veracruzano que vino a España a finales del siglo XVIII, dejando una estela en diversas presentaciones, compartiendo cartel, en aquellos momentos con el propio José Delgado “Pepe Hillo” y el también americano, aunque de origen, al parecer argentino, Mariano Ceballos.
También hizo lo mismo el michoacano Jesús Villegas “El Catrín”, quien estuvo por estos rumbos entre 1855 y 1860. Una amplia reseña sobre quién fue este desconocido personaje, la encontré en textos inéditos del Dr. Carlos Cuesta Baquero, quien nos comenta:
En mis conversaciones, que sostenían mis tres amigos, yo que siempre tenía avizorados a mis oídos para escucharlos, oí que Nolasco Acosta decía: “Jesús era mejor torero que Lino”. “El Catrín” tenía todo el modo de torear español, muy bonito. Era muy hábil banderilleando, no torpe matando. Lino era muy atrabancado, pero Jesús era superior como torero”. Inmediatamente intrigaba mi curiosidad insaciable, propúseme saber quién era aquel “JESÚS” de quien Nolasco Acosta hacía tan amplio elogio. De Lino, ya no tenía que saber quién era, pues bien lo sabía yo. Era el famoso LINO ZAMORA. Espada de mucha nombradía –especialmente en los estados de Guanajuato, San Luis Potosí y Zacatecas- que fue asesinado en la ciudad de Zacatecas, en el año de 1874 (lo correcto es 1878). El celebrado LINO ZAMORA murió a manos de un banderillero nombrado Braulio Díaz, quien por “cuestión de faldas” –las de una tal Presciliana– dio un balazo a su jefe. Pero ¿aquel Jesús, superior al egregio Lino, qué lidiador había sido? Ya suponíame, que tratábase de un personaje tauromáquico, pero ¿cuál? Por lo tanto, hice la correspondiente interrogación y tuve la siguiente respuesta, que sonriendo dióme mi buen amigo. Voy a referirla muchos años después.
“Ese JESÚS, de quien estamos platicando, fue EL ESPADA JESÚS VILLEGAS, UN MORELIANO. Un catrín, que siendo estudiante en un colegio nombrado San Nicolás de Hidalgo dejó los libros para hacerse torero, alucinado por el modo de torear que vio en DON BERNARDO (GAVIÑO), cuando dio unas corridas en Morelia –allá por los años de 1856 o 1857- para estrenar la plaza de toros o estrenar unas reconstrucciones que hicieron. Jesús Villegas, era de familia que tenía buena posición social y pecuniaria, poseían bienes. Pero, el muchacho se alucinó por hacerse torero. Una locura”.
Ya enloquecido, comenzó a ensayar –a ver si podía- en la hacienda de La Goleta, finca inmediata de donde llevaban buenos toros para las corridas en Morelia. El caporal y los vaqueros fueron los primeros maestros que tuvo y prontamente pudo torear, aunque fuese al estilo “ranchero”, pues les perdió el miedo a los toros y se acostumbró a estar tranquilo, aunque los tuviera cerquita. El catrincillo resultó valiente –hombrecito- no se asustaba por los revolcones y algunas heridillas. Por su ansia de torear, comenzó a dejar de ir a las lecciones en el colegio de San Nicolás de Hidalgo, para ir a las que le daban en La Goleta.
Escena de una suerte taurina, aparecida en un cartel anunciador, de la plaza de toros del Paseo Nuevo, para la tarde del 6 de octubre de 1861. Col. del autor.
Los familiares de Jesús, enteráronse de lo que sucedía. De ninguna manera admitieron que fuese torero. Ya sabes tú “Currito”, que la generalidad de nosotros los toreros no somos bien mirados y especialmente entre los ricos tenemos poca aceptación. Por tal motivo rehusaron rotundamente y para evitar que Jesús continuara en su porfía y ensayos, sujetáronlo a una vigilancia rigurosa. El muchacho –entonces tenía diez y ocho o veinte años- tenaz en su propósito, considerando no podía continuarlo en Morelia, decidió abandonar el estudio que hacía para comenzar luego una carrera –creo que la de Licenciado- y sustraerse a la férrea autoridad de su padre, escapándose para la ciudad de México y ponerse al abrigo de DON BERNARDO. Así lo realizó, despistando con ardides a sus familiares respecto al sitio adonde había marchado, pero por fin no le valieron sus tretas y lo descubrieron. Ya sabiéndolo con seguridad, inmediatamente hicieron los necesarios trámites para devolverlo a Morelia. Él no quiso volver y para evitar lo llevaran a fuerza, resolvió hacer segunda escapada hacia el puerto de Veracruz. Con don Bernardo estuvo aproximadamente un año. En Veracruz solamente unos días, pues no creyéndose seguro se embarcó en un buque que tenía rumbo para la Habana. Carecía de dinero para el transporte, por lo que entró furtivamente y se escondió protegido por el cocinero al que hizo promesa de pagarle algo y además ayudarle en sus quehaceres. Ya en la Habana, se acogió a los toreros que estaban, unos apellidados Díaz Labi, parientes de uno famoso que murió en la ciudad de Lima, pero que había toreado en la plaza de toros de México y en otras de la República. Permaneció en la Habana algún tiempo y fue después a España, a Cádiz, lugar de donde eran sus protectores y amigos.
Los buenos modos (modales quería significar mi amigo Nolasco Acosta) hicieron en España fuese amigo de “curritos” ricos. Nos platicaba que los acompañaba a sus haciendas, para “calar” a los toros, todavía becerros. Allí, toreaba. Nos hablaba mucho de un DON GIL, que habiendo sido señorito rico se hizo torero y fue un buen espada (era verdad lo que Villegas le platicaba a mi amigo Nolasco Acosta. Se refería a Don Antonio Gil, señorito madrileño protegido por el Duque de Veragua. Don Antonio, después de haber demostrado aptitud torera actuando como aficionado, quiso ser torero profesional. Se hizo amigo de Manuel Domínguez, el famoso espada. Este logró que Juan Lucas Blanco, le diera “alternativa” a Don Antonio Gil en la plaza de toros de Sevilla, en el año de 1854). También estuvo Jesús, de banderillero en algunas cuadrillas y estoqueaba cuando para hacerlo había oportunidad. Así logró su anhelo de hacerse torero. Vivía contento en España, según decía.
Habían corrido varios años, bastantes. El Señor Villegas, padre de Jesús, que no había transigido, ya había muerto. Entonces, la madre escribió al hijo llamándole. Rogándole cariñosamente que viniera. Atendió a la petición y por eso regresó a la República, allá por el año de 1865 o 1866. Entonces por la situación de guerra en que estábamos contra el Imperio de Maximiliano, las corridas eran escasas. Los “gabachos” (apodo insultante que decían a los franceses) no las permitían, diciendo que “eran diversión salvaje”. Las autoridades mexicanas imperialistas, no daban el permiso sino con dificultad, temerosas de que en la plaza de toros hubiera sublevación promovida por los partidarios de DON BENITO (JUÁREZ), de los Republicanos. Por lo dicho, Jesús toreó en pocas veces. Puede decirse que “estuvo cayendo y levantándose”, toreando una o dos corridas y estando sin torear algunos meses, hasta que terminó el Imperio. Entonces, todos los toreros respiramos ampliamente porque creíamos venían muchas corridas, para recompensar de cuando eran pocas. Pero, DON BENITO tuvo la humorada de prohibirlas y le obedecieron en muchos estados. Por lo tanto, continuaron las penurias. (Era cierto lo que decía mi amigo Nolasco Acosta. Por el motivo señalado –la prohibición de las corridas- Bernardo Gaviño abandonó el país temporalmente, yendo al Perú, toreando allá en las plazas de toros de Lima (la famosa de “Acho”, en las del Puerto de “El Callao” y “Arequipa”).
Por esto Jesús no toreó en la plaza de toros de la ciudad de México. Tuvo que venir a los pocos estados centrales donde había corridas. Aquí estuvo. En esas corridas y fui banderillero. Repito, lo que oíste “Currito”: Jesús era mejor torero que Lino. “El Catrín” –así decíamos a Jesús porque era muy fifiriche y también le decíamos “El Catarro” porque hablaba un poquito gangoso, como si estuviera constipado- toreaba muy bonito, banderilleaba con mucha habilidad, daba “pases” de muleta de muchos modos y no era torpe matando. Nosotros le aprendimos una “vuelta” nombrada “de farol” (ya la conoces, ya la has visto) y ese “pase” que doy empleando en la muleta las dos manos y ayudándome con la espada para tener extendido el trapo. (Era el “pase ayudado por alto”, con salida por el lado derecho). De aquí, fue a Guanajuato. Allá tropezó con Lino y emprendieron pelea. Luego, anduvo por León y Aguascalientes y en seguida para su tierra, para Morelia. Allá murió, de muerte natural, entiendo que por enfermedad en el hígado. Así me lo platicó Rafael (Rafael Corona, uno de los espadas michoacanos), cuando pasó por aquí de banderillero con Don Bernardo. Cuando yo también me alebresté y me fui con ellos a Tamaulipas, dejándolos en Jaumave. Mi madre también lloraba porque andaba yo en aventuras y me devolví para quitarle la aflicción.
Tal fue la respuesta que dio a mi interrogación mi amigo Nolasco Acosta. Deseoso de comprobar lo que habíame platicado, aunque conocía su veracidad, puse los medios conducentes para comprobarlo debidamente. Yo tenía y tengo parientes en la ciudad de Morelia. Mi familia por rama materna es oriunda de allí. Una porción de esa familia vino a San Luis Potosí, acompañando a uno de mis tíos (el Médico Cirujano DON ANTONIO BAQUERO, cirujano militar cuando era jefe del Cuerpo Médico Militar un famoso extranjero apellidado [Pedro] Van der Linden), la otra porción de mi familia quedó en Morelia. A uno de mis tíos allí domiciliados –el Señor don Ramón Baquero, que por muchos años fue catedrático de Matemáticas en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo, escribí recabando datos acerca de Jesús Villegas. Confirmó en su parte esencial lo dicho por mi amigo Nolasco Acosta. Mi tío había conocido a Villegas siendo estudiante, eran condiscípulos y amigos. Después, lo vio ya siendo torero y supo había estado en España, en los años que no estuvo en Morelia. Cuando estudiante, Villegas era visita de la casa de mis familiares. Cuando torero, estando en San Luis Potosí, también visitó en una o dos ocasiones a los radicados allí.
Años después cuando ya había en la ciudad de México periódicos tauromáquicos, hallé en uno titulado LA MULETA, fundado y escrito por don Eduardo Noriega, estampa representando uno de los incidentes ocurridos en la competencia entre Villegas y Lino Zamora, en la plaza de toros de Guanajuato. En tal incidente fue herido Lino, compitiendo al banderillear. La casualidad –madre de muchos descubrimientos-, hizo que posteriormente hallara en una colección de antigüedades que estaban en un MUSEO, que el anciano picador JUAN CORONA tenía en su domicilio, en LA GRANJA CORONA, ubicada en el pueblito nombrado JAIMAICA cercano a la ciudad de México, la “taleguilla” (de raso color azul celeste, con bordados de plata) que lucía LINO en esa corrida.
Uno de mis familiares, mi hijo mayor, adquirió esa “taleguilla” y un vestido antiguo perteneciente a Bernardo Gaviño –el último vestido que tuvo el PATRIARCA TORERO-. Mi hijo a su vez vendió esas prendas toreras históricas, al conocido anticuario y poeta Señor Don José de Jesús Núñez y Domínguez. Este señor hizo obsequio de las tauromáquicas reliquias al “Centro Taurino de San Luis Potosí”, donde ahora se encuentran. En buen sitio están, pues buenos aficionados son los integrantes de la mencionada asociación tauromáquica, dueña de otras muchas reliquias taurinas.
Por lo relatado, está comprobado hasta que algún otro historiógrafo taurino anteponga fundadamente a otro torero, que el que primeramente fue a España –con anterioridad de muchos años a cuando PONCIANO DÍAZ– fue JESÚS VILLEGAS. Quien tiene detalles semejantes al actual JESÚS SOLÓRZANO. Tocayos, coterráneos, de clase social valiosa, de buena educación y quizá iguales en habilidad tauromáquica. El segundo lugar lo ocupó PONCIANO DÍAZ, el tercero Alberto Zayas alias “Zayitas”, nativo de la ciudad de México, el cuarto Vicente Segura, el quinto Rodolfo Gaona, el sexto Luis Freg. Después, una muchedumbre: “La Cuadrilla Juvenil Mexicana”, llevando por espadas a Carlos Lombardini y Pedro López, el novillero leonés Eligio Hernández “El Serio” (que tomó “alternativa” en la plaza de toros de Sevilla). Pascual Bueno, Tomás Coeto alias “Tomasín”, Carlos González (actual propietario de la plaza de toros “Vista Alegre”, en la ciudad de México, a orillas del camino para la población de Tlalpan), Rodolfo Rodarte, JUAN SILVETI, Porfirio Magaña, José Ramírez “Gaonita”, José Flores “Joselito Mexicano” y… Vuelvo a decir: “UNA MUCHEDUMBRE tauromáquica mexicana”. ¿Cuántos tendrán arraigo en los cosos hispanos? ¿Cuántos regresarán “con las orejas gachas y el rabo entre las piernas” (dispénsenme la comparación con los ejemplares de raza canina) ¡Quién sabe! Hasta ahora, solamente de los actuales uno ha conseguido tal arraigo: FERMÍN ESPINOSA “ARMILLITA CHICO” En ruta para lograrlo está JOSÉ GONZÁLEZ “CARNICERITO”. Ricardo Torres (subrayo el nombre porque no es el suyo verdadero), es todavía una nebulosa, Garza igualmente, Luis Castro “El Soldado” –aunque declarado “Conquistador de Valencia”- está en iguales circunstancias que los mencionados. Que todos triunfen y se hagan los “amos” entre la torería, lo mismo española que mexicana son mis deseos.
Por lo tanto, Jesús Villegas, según conclusiones y a partir de las pocas lecturas al respecto de su vida, puede afirmarse que estuvo en España entre 1855 y 1860.
Y desde luego, la presencia vital de Ponciano Díaz Salinas, quien también estuvo por acá, entre el mes de julio y octubre de 1889. Seguramente, este solo capítulo amerita un capítulo especial, el que prometo desarrollar para la próxima semana. Gracias.