RECOMENDACIONES y LITERATURA.
Por: José Francisco Coello Ugalde
Habiendo concluido la lectura de Filmografía mexicana. 1896-1911 del Dr. en Sociología Juan Felipe Leal y Fernández, uno se queda con la impresión de que ello ocurrió bajo la idea de tener entre las manos una obra genial de toda genialidad. Y no exagero, si digo que conociendo la enorme lista que Leal y Fernández ha aportado, esto ha significado un buen número de publicaciones donde ha cubierto temas como los sindicatos, las unidades de producción agrícola y ganadera y luego el cine, que a mi juicio considero como su tema-pasión, por lo que quedan de manifiesto los propósitos en tanto autor convencido de sus ideales. En los múltiples títulos destinados a ello, se percibe el rigor, la investigación minuciosa que además contextualiza en forma por demás complementaria y pertinente, hasta el punto de conseguir –y creo que ese es el propósito de cualquier buen autor-, que sus lectores obtengan no solo conocimiento, sino la debida información que proviene a su vez del trabajo intelectual; ya de campo, ya de gabinete.
José Francisco Coello Ugalde, editor: TESOROS DE LA FILMOTECA DE LA U.N.A.M.: TAUROMAQUIA. Colección de DVD´s. Vol. II: “Los Orígenes. Cine y tauromaquia en México, 1896-1945”. Universidad Nacional Autónoma de México, Difusión Cultural UNAM y Dirección de Actividades Cinematográficas, 2003. Título 02 RTC DVD-3943.
Esta obra, viene a ser un gran concentrador informativo de los registros cinematográficos que se filmaron en México, tan solo entre 1896 y hasta 1911. Se trata de 641 títulos que recogieron diversos temas y asuntos. De ellos, 103 películas son de tema taurino, lo que llama poderosamente la atención, debido a que se trata de un número suficientemente elevado en el que los editores, cineastas y camarógrafos, así como casas cinematográficas como Louis Lumière o la Edison Manufacturing Company; y luego ya, consolidado el cine en nuestro país; recogida y producida por personajes como Salvador Toscano o los hermanos Alva entre otros; lograron recoger en otros tantos festejos.
Filmografía mexicana es, por tanto, y hasta ahora, el último gran compendio que reúne el quehacer de infinidad de personajes que aprovecharon la que entonces era una naciente industria, con suficiente capacidad para atraer nuevos sectores de interesados, aprovechando vistas que representaban o significaban por un lado, ese punto de difusión donde acontecimientos como un festejo taurino se convertiría en el blanco de una atención muy especial, no solo donde había ocurrido, sino con la posibilidad de trascenderlo en otras partes del país, teniendo con ello garantizada una presencia masiva que confirmaba con aquellas imágenes el significado de grandeza que habían alcanzado figuras entonces en la cúspide de la popularidad y otros factores, como el ganado que se lidiaba, o las suertes que aparecían en escena en las que no eran por cierto, de muy buena calidad dado el primitivo proceso de filmación o lo escaso del material.
En catálogos como el que realizo desde años atrás, se pretende reunir la información de todo aquello filmado con tema taurino, desde 1895 y hasta nuestros días.
Personajes como Toscano o los hermanos Alva, contaban con una capacidad económica solvente, lo que hizo posible la adquisición de otros cineastas o camarógrafos que se vieron imposibilitados de conservar materiales que además, en tanto orgánicos –pues el soporte era el nitrato de celulosa, altamente flamable y de frágil manejo-, lo que los llevó a vender dichos trabajos, mismos que hoy se conservan, y no todos, en colecciones especiales que hoy día custodia la “Filmoteca de la U.N.A.M.”
Estamos pues, ante el caso de materiales únicos que por su interés, se procurará hacer una labor específica, recomendando su preservación, lo que hace con verdadero empeño el personal de la Dirección de Estudios Cinematográficos de nuestra Universidad Nacional.
Y no solo eso. Sino que el trabajo implica su catalogación y calificación complementarias, de ahí que se valore aún más por el simple hecho de que las imágenes, a pesar de que puedan presentar problemas o dificultades, es casi un hecho de que han de ser debidamente intervenidas. Para eso, justamente se encuentra la notable aportación de Juan Felipe Leal y Fernández, la cual representa una garantía por su cuidadosa elaboración.
Hasta hace muy poco tiempo, se tenía una vaga idea de lo que significaba el comportamiento de las primeras películas taurinas filmadas o exhibidas en nuestro país. Así que el poco más de un centenar de ellas, nos permitirán, luego de “visionarlas”, la posibilidad de explicarnos un poco más ese proceso de evolución que adquirió el toreo en México entre los últimos años del siglo XIX y los primeros once del XX. Evidentemente sabemos que no arrojarán un resultado contundente pero sí necesario como elemento reconstructivo para apreciar –como ya se dijo-, una serie de elementos que las constituyen. Pero sobre todo, por su contenido. Allí se encuentra la verdadera sustancia de nuestros propósitos y creo que será de vital importancia contar, a su debido tiempo, con el mayor número de ellas. Mucho nos ayudarán a entender el significado de modernidad que alcanzaba la tauromaquia en nuestro país, sobre todo porque fue empujada por un sólido grupo de toreros españoles que fueron los encargados de consolidarla como representación técnica y estética. Recién había muerto Ponciano Díaz (15 de abril de 1899), y tras él sólo se contaba con unos cuantos diestros nacionales que lamentablemente no alcanzaban la estatura de aquel. Me refiero en concreto a Arcadio Ramírez, Margarito de la Rosa o Alberto Zayas. Fue necesario el paso de varios años para la afortunada aparición en escena de Rodolfo Gaona o Vicente Segura para recuperar terreno perdido consiguiendo con ello que se reforzara el nivel de popularidad que por sí mismos habían obtenido. De ese modo, ya en la plaza o en el cine, ambas figuras resignificaron el toreo mexicano, y eso es posible comprobarlo gracias a diversos títulos reunidos entre ese importante centenar de tesoros filmográficos reunidos en la notable aportación bibliográfica de Juan Felipe Leal y Fernández.
Lo importante por ahora, y como ya se señaló, es recuperar en la medida de lo posible, lo que ha llegado hasta nuestros días, y en eso ha trabajado intensamente el personal de “Filmoteca de la U.N.A.M.” Lo anterior, es suficiente motivo para un trabajo de digitalización, acompañado de la siempre necesaria interpretación y reflexión, así como de su diseminación en publicaciones que realcen este tipo de significados. José Alameda por ejemplo, si bien cuestionaba aquel arcaico quehacer cinematográfico, ciertas vistas le fueron bastante útiles, por ejemplo para describir e interpretar el quehacer de José Gómez Ortega en ruedos hispanos, en quien apreció el que fue uno de los primeros intentos por ligar una faena de muleta, entonces aislada, suelta, con apenas el propósito de preparar para la suerte suprema a los toros por aquellas épocas y que era de uso común en la mayoría de los grandes toreros de entonces. Ese perfeccinamiento o signo de evolución en la técnica taurina, resultó clave a los ojos de Alameda mismo, hecho que supo compartirnos en sus hoy inolvidables textos.
Juan Felipe Leal y Fernández: Filmografía mexicana. 1896-1911. México, Voyeur, Universidad Nacional Autónoma de México y Filmoteca de la U.N.A.M., 2019. 254 p. Ils., retrs., cuadros.
Finalmente, agrego una reflexión que nos comparte Juan Felipe Leal y Fernández al respecto de lo que él aprecia en aquellas experiencias cinematográficas:
Las películas taurinas hicieron su aparición en 1896 y desde entonces las corridas de toros se hicieron presentes en las funciones de cine.
El inter-texto que supone la tauromaquia alude a la estructura del drama clásico aristotélico que consta de tres partes: la introducción, el nudo y el desenlace; empalmadas por una relación de causa-efecto. Ciertamente, desde el principio se conoce el final y se lo espera con gran emoción: el toro caerá desangrado y atravesado por el estoque. Antes se prepara al animal para la muerte y se muestra la destreza, la “ciencia”, el arrojo de los toreros. Los aficionados a la fiesta brava suelen comentar los sucesos de cada corrida hasta el último detalle. Conocen el nombre de las ganaderías y el apelativo del toro que se presenta en la plaza, o bien, la vida y las hazañas de los matadores, picadores, banderilleros y mozos de capa. En fin, el cine inicial reproducía visualmente lo sucedido en el coso taurino a través de los momentos más señalados de la corrida. Había placer al revivir esos instantes una y otra vez, como si fueran piezas de teatro chino. (Op. Cit., 176).
La labor cinematográfica continuaría con los años, hasta alcanzar números nunca antes pensados. Deben considerarse los cortos, medios y largometrajes, los documentales y películas de ficción, lo cual y en consecuencia, puede arrojarnos varios miles de materiales, no solo los que hoy día custodia la “Filmoteca de la U.N.A.M.” misma, sino de aquellos otros cineastas –aficionados, semi o profesionales dispersos en el país- que han contribuido con el enriquecimiento de este segmento específico que recoge, recrea y exalta la naturaleza misma de la tauromaquia. Creo además, que en un tiempo relativamente corto estaremos en condiciones de conocer la mayoría de esos registros y con ello disponer de la información más completa que sea posible de un elemento por demás notable: el cine.
Celebro una vez más, la afortunada aparición de Filmografía mexicana. 1896-1911, ese libro que cubre tan importante periodo histórico para nuestro país en dos etapas fundamentales: la transición secular y el brote de la revolución mexicana, que de todo esto se incluyen datos y referencias que obras como estas nos acercan tan a detalle.