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BRUTALISTA… ASÍ, CON ESA FUERZA…

   Brutalista,,, así, con esa fuerza que el término mismo posee, es la tendencia o estilo arquitectónica bajo la cual se concibió la plaza de toros “México”, con un proyecto que ganó por concurso, el arquitecto Modesto Roland en 1945. Desde entonces y hasta hoy, esta obra se convirtió en un elemento urbano más que iba de la mano con otra corriente: el funcionalismo.

   En su espacio donde la isóptica se hizo realidad y entonces era posible apreciar el mismo punto de atención en el ruedo desde una barrera de primera fila a la última de las ubicadas en general; digamos que teniendo el reloj como referencia. El observador tendría con la distancia indicada entre ambos puntos, el mismo objeto de observación, válgase la redundancia.

   La comodidad y punto de mirada o perspectiva estaban de por medio y el propósito se cumplió a cabalidad. Para este 2021, ya transcurrieron 75 años de estar erigida y en funciones, aunque no en las condiciones de utilidad e incluso de mantenimiento, que un inmueble como el de la colonia Nochebuena, requiere permanentemente.

   En él, y a lo largo de tres cuartos de siglo, han ocurrido célebres jornadas que el aficionado taurino recuerda al paso de los años, magnificando de acuerdo a cada época el nivel de trascendencia de cada una de esas gestas. Y todas son inolvidables. Es de esperar que siga acumulando nuevos episodios a su ya cargada historia para los años por venir, sobre todo en momentos que, como los actuales, se requiere que la tauromaquia remonte el vuelo, recupere su paso, no solo por la pandemia, sino por los actos cometidos en su contra, venidos desde la trinchera antitaurina.

Plaza de toros «México», tendidos de la misma.

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SE PUBLICA UN 6 DE JUNIO DE 1850 LA PRIMERA CRÓNICA TAURINA, DEBIDA AL «TÍO NONILLA».

EL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Con la aparición de esta nueva “entrega”, se alcanzan las 1500 en casi 7 años de grata labor en APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS.

Gracias a los “navegantes”.

    Efectivamente debe ser vista de ese modo, puesto que anteriormente ya se había revisado la publicada en El Orden. No 50, año I, del martes 28 de septiembre de 1852,[1] de ahí que sirvan estos apuntes para el contraste respectivo. Lo anterior, bajo el argumento de que antes de este caso, si bien existen apuntes que dan una idea sobre la opinión que merece para el o los redactores el conjunto de acontecimientos vistos en la plaza, el hecho es que no se aprecia una “crónica” articulada en cuanto tal. Lo que veremos a continuación reúne de alguna forma esos elementos, o al menos procura afirmarse siguiendo ciertos principios que va dando el oficio del periodismo, y donde se puede percibir el estilo. Sobre todo eso: el estilo del periodista. Pues va de historia.

    El primer detalle que salta tras leer la crónica es que fue firmado por El Tío Nonilla. Si nos atenemos al mensaje subliminal que aparece al final de la misma, se entiende que podría tratarse de Joaquín Jiménez, El Tío Nonilla, de quien Paola Chenillo Alazraki apunta en su tesis de licenciatura:

El primer caso de expulsión que hemos localizado en este periodo, relacionado con la difusión de las ideas a través de la imprenta, fue el de don Joaquín Jiménez, redactor de un “periódico subversivo” de nombre Tío Nonilla, acaecido en los últimos días de 1849. Originario de España, este personaje llegó a México en el verano de ese año, tras una estancia de varios meses en Cuba, en donde además de trabajar en el periódico El Avisador del Comercio, escribió un libro de viaje titulado La Habana por dentro, en el que aprovechaba cualquier situación para criticar –siempre con un tono satírico- al gobierno hispano y a los habitantes de la isla.

   Muy pronto se vinculó al mundo del periodismo. A principios de agosto, se comunicó la aparición de una nueva publicación: El Tío Nonilla. Periódico político, entretenedor, chismográfico y de trueno, por medio del cual –se puntualizaba en el prospecto- “unos cuantos holgazanes se [ocuparían] de escudriñar las proezas de los gobernantes, los acontecimientos más recónditos de nuestra sociedad, los chismes y diretes de las mujeres, las aventuras de los hombres más precavidos, los lances amorosos”. El anuncio causó revuelo. Sin demora, los redactores de El Monitor Republicano manifestaron alarma. Confiaban en que las autoridades no tardarían en suspender su publicación (…)[2]

   Después de este negro capítulo para Joaquín Jiménez, se habría de presentar su reincorporación, justo en el periódico cuya línea ideológica se vio amenazada nada más se hizo labor de avanzada en el “prospecto”, del que hemos leído, gracias a Chenillo Alazraki la parte sustantiva.[3]

   La publicación del primer número se materializó el 19 de agosto de 1849. Meses más tarde, sobrevino para Jiménez el peso de la expulsión ya que en noviembre publicó dos artículos “en los que atacaba la implementación del federalismo en México, pues consideraba que hasta ese momento había sido el “foco de todas las desgracias”.[4]

   Medio año más tarde, reaparece El Tío Nonilla sin dejar de notar sus quebrantos y tribulaciones, no solo al principio de la crónica. También al final cuando resalta “lo injusto de mi destino que me había condenado a saludaros después de tan larga ausencia, tratando del asunto más repugnante para mi, y opreciendoos, mal que os pese, ocuparme otra vez que llegue el caso con el detenimiento que merecen estos negocios de cuernos, con que os regala hoy por primera vez.-El Tío Nonilla.

   El Tío Nonilla, ni más ni menos retorna a la palestra escribiendo una reseña taurina a partir de los hechos que ocurrieron en la

CARTEL_02.06.1850_TACUBAYA_BGyR_ATENCO

El cartel…

A continuación, incluyo el texto completo de sus apreciaciones:

 LA CRÓNICA1

LA CRÓNICA2

El Monitor Republicano, del 6 de junio de 1850, p. 6 y 7.

    Por ser muy extensa, traigo hasta aquí las incidencias del tercer toro:

Tercero llamado Terrible, y cuyo imponente nombre había sido sin duda, la causa de que aun antes de aparecer en la palestra, hubiera sufrido tormentos bárbaros en el toril, por lo cual salió mirando de soslayo y con la mayor gracia, hacia el sitio de la presidencia como suplicando que le despojaran de los cordeles que traía arrastrando como reliquias aún de sus muchos padecimientos. El presidente hubo de compadecerse de tan justa demanda, y mandó que lo tumbaran para quitarle las reatas y cuya operación no sabemos si sería más dolorosa al pobre animal que el haber arrastrado hasta la tumba los cordeles.[5] En fin, tomó nueve varas buenas y recargando la mayor parte, aporreó a ambos picadores[6] repetidas veces, sucedió el eterno descanso a uno de los jamelgos, recibió cinco pares de banderillas entre ellas unas de fuego, lo capeó dos veces el amigo Bernardo con la mayor soltura y salero del mundo. Y por último, pasó a mejor vida y a manos de Mariano (González La Monja) de una sola buena a pasa toro y el cachetero le refrendó el pasaporte de una sola mojada. Este bicho que hubiera lucido como ninguno de su clase si hubiera sido menos maltratado en el toril.

   De tan interesante descripción surgen prácticas poco conocidas, formas de realizar las suertes y detalladas circunstancia sobre la que sería por aquel entonces la “suerte suprema”; es decir la estocada. Lo ocurrido en los toriles deja un mal sabor de boca y, hasta El Tío Nonilla desliza una sutil indiscreción [la] “que merecen estos negocios de cuernos…”


[1] Véase: https://ahtm.wordpress.com/2013/01/22/primera-cronica-taurina-en-mexico-1852/

[2] Paola Chenillo Alazraki: “Entre la igualdad y la seguridad. La expulsión de extranjeros en México a la luz del liberalismo decimonónico, 1821-1876”. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia, 2009. 179 p., p. 57.

[3] Op. Cit. Nota 32: Originalmente Tío Nonilla era un personaje imaginario que acompañaba a Jiménez en sus viajes. A partir de la publicación de este periódico se convirtió en su seudónimo.

[4] Ibidem., p. 55.

[5] Desconozco a qué tipo de práctica se refiere Joaquín Jiménez en su crónica, pero seguramente era un procedimiento que inmovilizaba o enconsertaba a los toros, con lo que su movilidad se veía afectada, ya que tales cordeles causaban  “muchos padecimientos”. A lo largo de la crónica se puede comprobar que ese método lo aplicaron en los toriles a los cuatro ejemplares que salieron al ruedo. Hubo un quinto toro, “que será embolado” y con el que terminaba propiamente dicho el festejo.

[6] En esa ocasión salieron en la cuadrilla Juan Corona y Antonio Escamilla como varilargueros.

N. del A.: si hay lectores interesados en conocer a detalle el contenido de todas las entregas en APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS, así como en LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA, dejo a continuación el siguiente archivo en extensión PDF. BALANCE DEL 01.06.2016_AHTM-LyFMH

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LOS “FANTASMAS” NO EXISTEN.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

   Los fantasmas son invenciones que, deliberadamente ha creado el hombre como un artificio figurado para causar temor o fantasía. El problema surge en el momento en que su “presencia” adquiere sello de realidad y donde más de uno lo cree a pie juntillas, pues afirma haberlos visto, cargando con el susto de rigor.

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   Novelas como “El fantasma de Canterville” de Oscar Wilde le dan forma a dichas figuras, hasta el punto de que cada uno de los lectores se forja un fantasma diferente. Por estos días, un extraño personaje de carne y hueso, ostentando el alias de “El Fantasma” se presentó, previa publicidad en la plaza de toros de San Miguel el Alto (Jalisco) para dejar evidencia de una gesta. Se trata de un incipiente novillero que fue capaz de dar cara a un toro, de esos que con mucha frecuencia no quieren ver ni en pintura los matadores. Y “El Fantasma” se presentó llevando una peculiar máscara de luchador, cuya “coleta” no era sino el atado de aquel elemento decorativo con el que terminó escamoteando no solo la figura corporal, sino su rostro.

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   La puesta en escena que es la corrida de toros en cuanto tal, ha admitido a lo largo de varios siglos diversas expresiones donde sus protagonistas han buscado preservar los elementos de un vestuario el cual se modifica en aras de imponer tendencias pero sin alterar tan radicalmente el principio elemental para el que fueron concebidos. Sin embargo esta última modificación la de la máscara, violenta y agrede una serie de representaciones costumbristas para las cuales no hay dictados específicos pero que los más iconoclastas y contestatarios respetan (me parece que el caso más reciente, el de Jorge de Jesús Glison es más evidente). Por tanto, y para evitar una lectura híbrida, la de dos figuras majestuosas: el torero y el luchador, este personaje deberá decidirse ente “Pepe Hillo” y Pancracio; entre “Cúchares” y la parafernalia que la lucha libre ha impuesto llevada de la mano de la modernidad.

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   Llamar la atención fue su propósito, y además lo consiguió. Por todo lo anterior, me parece que per se, exacerba el sentido que la sola figura del torero ha sido capaz de construir, partiendo de aquella búsqueda elemental de llamar la atención. Esto podría ser mejor visto en obras cinematográficas como “El Zorro”, “El llanero solitario”, “El hombre araña”, “Batman”, “Superman” y muchas otras, pero se estrella en los toros, por más buenas intenciones que haya al respecto. Basta y sobra con que un torero adquiera fama si lo que debe haber de por medio es personalidad, valor. Con el hecho de ostentar ese elemento decorativo, al “Fantasma” no le ayuda sino para descomponer su figura “escamoteando” como ya lo advertía, la singular representación del torero en la plaza.

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   En torno a su actuación, y según puede observarse en las imágenes que ya circulan por la red (véase: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galmultd&id=1970) es que se aprecia a un torero medido de valor, con enormes deseos de agradar, que codillea, como resultado de esa falta de soltura, desahogo y desparpajo con que se puede andar por el ruedo. Además, se empecina más en la busca del aplauso fácil que el que se gana a costa de exponer y lucirse, combinación lograda a un tiempo. Por lógica, si es alguien que, como novillero ha tenido pocas oportunidades de ver un pitón y torear, me parece que ese asunto que involucra su destino, debe haberlo llevado a tomar tal decisión: la de enmascarar su figura.

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   ¿Será capaz de desenmascararse en algún momento para forjar, sin necesidad de artificios una propia realidad?

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Galería de imágenes, disponible en internet, junio 16, 2015 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=4114;

Fotógrafo: Armando Landín-Miranda.

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FIESTAS DE CORTE: UN MOTIVO DE CELEBRACIÓN MÁS EN EL VIRREINATO.

DEL ANECDOTARIO TAURINO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

FIESTAS DE CORTE: UN MOTIVO DE CELEBRACIÓN MÁS EN EL VIRREINATO. EN SU CONTEXTO, LAS CORRIDAS DE TOROS FUERON SUSTENTO IMPRESCINDIBLE.

Nota del autor: Este material, ya había sido publicado desde febrero de 2013. Por razones técnicas en la administración del mi blog, perdí los datos que ahora, por fortuna se recuperan.

   En el “Inventario general de los libros, autos y papeles de Cabildo de esta N.C. de México…, 1798”, información que “ejecutó y extendió” el Lic. Juan del Barrio Lorenzot, abogado de la Real Audiencia del Ilustre Real Colegio Contador substituto de propios, y localizada en el Archivo Histórico del Distrito Federal, en el volumen 430ª se reunieron muchas notificaciones como la que ahora se comentan:

 f. 20: Testimonio de Cédula: Sobre reforma de días de fiesta de corte, su fecha 23 de junio de 1746, en 3 f.

–: Testimonio de Real Cédula, por la que se manda se guarde por fiesta de corte y como feriado el día 12 de octubre en que se celebra a Ntra. Sra. Del Pilar de Zaragoza, su fecha 5 de octubre de 1751, en 1 f.

   En ambos documentos, encontramos una referencia concreta al hecho de las fiestas de carácter profano y religioso celebradas durante el virreinato, mismas que quedaron sujetas a un “calendario litúrgico”, pero también a los acontecimientos que se iban presentando conforme surgían de la corte, o de todos aquellos pretextos como los de la llegada de un nuevo virrey o un arzobispo, el fin de una guerra, entre muchos otros motivos.

   Por otro lado, las fiestas de tabla (así también llamadas por estar consideradas en aquel impresionante contexto de celebraciones novohispanas), fueron aquellas que, incrustadas en el ámbito cotidiano y por costumbre, consideraron entre otras, a la fiesta barroca concepcionista como celebración política, religiosa y cultural en Nueva España que dogmatizaban su condición.

   Carla Isadora Zurián de la Fuente en su tesina: “Fiesta barroca mexicana y celebraciones públicas en el siglo XVII: La Inmaculada Concepción de Nuestra Señora”, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 1995, dice:

   “A los vínculos sociales que entretejen el trabajo y la fiesta, se añade el religioso preámbulo solemne; vínculo que re-liga al hombre, en la soledad y precariedad de su vida, con la ecclesia y lo divino. Aunque la fiesta no necesita de exordios políticos o teológicos para justificar su sentido lúdico y libertario, lo sagrado, en buena parte de los casos, estará presente en ella” (pág. 4).

EDIFICIO DEL AYUNTAMIENTO_Ca. 1860

Palacio del Ayuntamiento (Ca. 1860). Disponible en internet, junio 4, 2015 en: http://www.mexicomaxico.org/zocalo/zocaloPM.htm

Es interesante mencionar que durante el barroco surgieron formas artísticas y culturales que utilizaron el “pavor demoníaco” elevando el temor hacia los santos y el temor a Dios, pavor que se manifestó en forma de devoción, devoción reflejada en la grandiosidad de la fiesta pública. De ahí la celebración de obras teatrales con una fuerte carga religiosa pero también profana.

   El carácter religioso elevó templos, santuarios, iglesias y capillas en medio de un sentido celebratorio. Además toda su iconografía fue motivo en diferentes fechas y por diferentes motivos de manifestaciones donde la fiesta fue pretexto, magnificándolo con corridas de toros, peleas de gallos, mascaradas, representaciones de comedias -tanto en Palacio como en el patio del Hospital Real-, juegos como el palo encebado, la cucaña, los danzantes enmascarados, los fuegos de artificio, las carreras de caballos, las obras teatrales y muchas otras diversiones que desde fines del siglo XVI tuvieron espacios permanentes que enmarcaron la intrincada sociedad barroca novohispana.

   Para el XVII, la fiesta fue instrumento y símbolo de poder. A través de su desenfreno y su vértigo, que momentáneamente alteraba el orden, se recuperaba una cierta estabilidad tanto en los estratos sociales como en el misterioso origen de la moral y de la religión. La fiesta con su mágico poder, con su hacer visible lo maravilloso e inenarrable, dejaba en suspenso la monotonía y creaba un espacio y un tiempo utópicos, aminoraba el peso de las obligaciones y los problemas de jerarquía social. Frente a estos divertimentos, la gente podía olvidarse de la enfermedad, del hambre, de las pasiones reprimidas y se abría a ese deseo lúdico e irrefrenable de diversión que se abriga en el fondo de toda colectividad humana.

   La mayoría de las fiestas cuyo motivo y contenido se constreñían al espectro religioso, fueron una mezcla de devoción y diversión popular, que al cabo de los años mostraban variantes, aunque de seguro la ostentación era otro de los elementos que marcaban la dimensión entre la multitud de imágenes que entonces se veneraban.

   En el estudio de Carla Isadora Zurián de la Fuente, aunque referido a un solo motivo: la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, fiesta del 8 de diciembre, parece encontrarse la organización que atañe al resto de las otras fiestas, sustentadas por “fiestas de precepto u ordinarias”, “extraordinarias o excepcionales” y “universitarias”, por lo que considero necesario tomar algunos elementos de su larga y completa descripción, para explicar lo que quedó sentado en las dos citas que acompañan el presente análisis.

   En principio debe valorarse si estos tres conceptos regían no solo en las fiestas concepcionistas, sino en el grueso de las otras de carácter religioso, sobre todo, en aquellas donde la magnitud de su importancia así lo ameritaba.

   La fiesta de precepto u ordinaria se desarrollaba en medio de intensos y detallados trabajos que vestirían la procesión, con la que iniciaban las celebraciones religiosas en la iglesia, capilla o convento elegido para llevar la imagen o donde ocurría asimismo por motivo de otros pretextos. Terminadas estas celebraciones se pasaba a las fiestas profanas, donde se realizaban corridas de toros, fuegos artificiales, luminarias, juegos de cañas, mascaras, torneos y certámenes poéticos en medio de los excesos permitidos.

   De ese modo, Antonio de Robles ya registra en su “Diario de Sucesos Notables” las celebradas en diciembre de 1676, fecha muy temprana, pero que ya revela un bien organizado espectáculo, donde participan lo mismo las instituciones religiosas que las del gobierno en una muy bien articulada estructura. Allí estaban los múltiples gremios, destacando el de los plateros.

   Las fiestas extraordinarias o excepcionales respondían de inmediato a la sola llegada de los influjos del mandato monárquico, haciendo de la fiesta un festejo solemne y suntuoso, pues tanto el virrey como el arzobispo comenzaban un despliegue organizativo en mancomunión con todas las autoridades políticas y religiosas. De aquella jerarquía se pasaba a la meramente administrativa, haciendo suyos los compromisos tanto el Cabildo Eclesiástico como el Ayuntamiento, mismos que iniciaban también el ensanchamiento respectivo.

   La causa mariana, que aquí nos apoya, manejó hasta cinco motivos que obligaron a la celebración de este tipo de “fiestas extraordinarias”, por lo menos durante el siglo XVII:

1.-La decretal Sanctissimus Dominus Noster, promulgada el 12 de agosto de 1617 por Paulo V.

2.-El “Voto de Sangre”, acuerdo tomado por las Cortes de España el 6 de septiembre de 1621 durante la jura de Felipe IV, por el cual “todos los diputados de los reinos se obligaron a observar el misterio de la Inmaculada Concepción…”

3.-La decisión de celebrar perpetuamente, a partir de 1653, la fiesta de la Concepción de Nuestra Señora en la Real Universidad de México, motu propri.

4.-El “Juramento de defender la Concepción de Nuestra Señora”, a través de la Cédula Real que trajo el duque de Alburquerque el 15 de agosto de 1653.

5.-La bula Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, emitida por Alejandro VII el 8 de diciembre de 1661, que condenaba, bajo acto inquisitorial o excomunión, cualquier opinión donde se pusiera en entredicho la pureza de la Concepción, y se favorecía el culto y festividad a toda costa.

   Cumplidos estos requisitos, que de seguro privaron de manera similar en el resto de las festividades con carácter religioso, más que profrano, iniciaban los actos públicos, levantándose en la Plaza Mayor o en la del Volador un coso apropiado para las justas, escaramuzas, torneos, juegos de cañas y, evidentemente las corridas de toros.

Se nombraba un Alférez, quien “sacaría a remate” y montaba los tablados en las plazas, repartiendo a las autoridades los asientos que comúnmente se les daban en fiestas reales. También hacía las invitaciones de los señores virreyes, Real Audiencia, arzobispo, Cabildo Eclesiástico, Inquisidores, nobleza, marqueses y corregidor, y por último, paseaba a las autoridades por las calles principales, para que observaran los aderezos de las casas y los arcos y altares dispuestos. A estas personalidades se les ofrecía una colación, de la que fue encargado el Regidor. Mientras tanto, al Obrero Mayor se le ordenaba la confección de un ruedo “de manera que se corriera bien, … echándole la cantidad de arena que fuera conveniente. Al obligado de las carnicerías se le mandaba comprar los sementales (sic), que generalmente ascendían a cien cabezas, y el Mayordomo del Ayuntamiento, prevenía las garrochas y varas que fuesen necesarias para la corrida. El Alguacil Mayor, Alcalde Ordinario y Tesorero debían seleccionar las cuadrillas de toreros, jugadores y contrincantes… recomendando el Cabildo a estos caballeros (funcionarios), que mandaran confeccionar las libreas muy lucidas y curiosas y con tanta liberalidad como pudieran, atento al mucho honor que se les hacía poniendo en sus manos este cuidado tan extraordinario, siendo en servicio de Nuestra Señora la Virgen María, suplicándoles que se alargaran muy mucho, pues la Ciudad, en cuanto podía, estaba dispuesta a hacerlo. (op. cit., p. 86-87).

   Finalmente, lo que se refiere a las fiestas en la Real Universidad, estas quedaban comprometidas por las propias instituciones universitarias para su suntuosa celebración. Entre las primeras ocurridas en el virreinato, se encuentra la que Carlos de Sigüenza y Góngora anota en su Triunfo Parténico, ocurridas en enero de 1653, que ocurrieron en medio de “excesos grandes, … altares, sermones panegíricos, declamaciones, certámenes, poesías, jeroglíficos, comedias, máscaras y torneos. Aunque la fiesta más representativa hecha por la Universidad fue la de 1653, y aunque a lo largo de esta segunda mitad del SVII están descritas alrededor de seis más, la de 1653 estuvo mejor documentada, reiterando que fue Sigüenza y Góngora quien dejó el más rico testimonio.

   Finalmente se puede comprobar que dos poderes: el político y el eclesiástico se involucraron para organizar cada cual, en medio de recursos impresionantes, el despliegue de tan significativas fiestas, sustentadas en el pretexto del fervor, fuese este mariano, fuese guadalupano, fuese el dedicado a la señora de los Remedios; de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y al otro conjunto importante de figuras religiosas, o debido al pretexto de índole profana, convocada por las diversas noticias llegadas allende el mar, surgidas desde la fuente de la corona, o porque llegaron a esta Nueva España más de medio centenar de virreyes y otra multitud de pretextos, que siempre encontraron en la fiesta la mejor manera de celebrar aquella multitud de asuntos, incluidos en dicho concepto las llamadas fiestas de corte que hasta aquí revisamos.

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LUIS MAZZANTINI EN PUEBLA, 1887.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

LA CURIOSA PUBLICIDAD QUE SE UTILIZÓ EN LA PRESENTACIÓN DE LUIS MAZZANTINI EN PUEBLA, HACIA 1887.

   Elaborando uno de los trabajos que están en proceso, y que corresponde al “Anuario Taurino Mexicano, 1887” encuentro una serie de apuntes que destacan la serie de actuaciones que se programaron para presentar a Luis Mazzantini y su cuadrilla en la ciudad de Puebla. Los festejos en que participó el diestro guipuzcoano, tras su presentación el domingo 6 de febrero tuvieron lugar el 27 de febrero, así como el 6 y 13 de marzo de 1887, respectivamente.

   El hecho es que tras aquella actuación, se preparaba un buen aparato publicitario que magnificara las hazañas de esta bien integrada compañía de “gladiadores”, y así fue como tanto en La Patria, en su edición del 13 de febrero de 1887, p. 3, o El Arte de la Lidia, año III, 3ª época. México, domingo 20 de enero de 1887, N° 14, p. 4 nos advierten:

 Al público.-Venciendo obstáculos que parecían insuperable y no deteniéndose en el gasto de una suma de dinero que habría espantado a no pocos empresarios, los de la plaza del Paseo Nuevo de Puebla han tenido la inmensa satisfacción de asegurar la venida del Rey de los diestros españoles, de la primera figura de la época moderna en el arte del toreo, del incomparable y universalmente aclamado Luis Mazzantini y no solo han obtenido traer al famoso espada, sino que, pagando a precio de oro la exclusividad han conseguido que ni él ni su soberbia cuadrilla acepten contrata alguna para ninguna otra plaza de la República.

   En Puebla, pues, y solo en Puebla, los aficionados al grande y viril espectáculo nacional, es en donde tienen la primera y única oportunidad de presenciarlo en toda su pureza, en toda su extensión y ejecutado con todas las reglas que enseña el arte y ha sancionado la experiencia en las plazas más afamadas de la Península española.

   A la par que a Mazzantini, los aficionados van a ver, no a una cuadrilla de adocenados toreros o de medianías, no un cuadro como no lo han visto mejor ni en Madrid ni en Sevilla en sus afamados redondeles. En esa cuadrilla figuran el intrépido sobresaliente de espada Luis Mazzantini, alternándose con su hermano D. Tomás, Barbi, Galea, Bienvenida, el Primito, Fernández, Badila, Ramón López, Francisco Fernández, Agujetas, Enrique Sánchez, el Ronco y Manuel Rodríguez que todos son reputados maestros y de los cuales se puede decir que, el que menos, tiene un envidiable lugar entre los más aplaudidos.

   Para hacer lucir todo el mérito de una cuadrilla como la contratada comprenderá muy bien el público que todo gasto ha parecido aceptable con tal de obtener toros bravos y de fama que garanticen el éxito de las corridas. A este efecto, y pagándolos sin regatear, se han comprado 20 fieras de la ganadería sin rival de San Diego de los Padres.

   Con esos toros, que los públicos más exigentes del país han reconocido como los mejores, y con las afamadas notabilidades que van a lidiarlos, la empresa tiene la seguridad de que el público de todas las ciudades de la República que la honre con su asistencia, proclamará eternamente que las lides presenciadas en Puebla, han sido el gran suceso taurino de la época.

PROGRAMA

 Primero. A la diez y media de la mañana de los días de corrida se verificará en la estación del Ferrocarril Mexicano la solemne recepción de los trenes de recreo que vengan de la capital y los pasajeros serán conducidos en medio de músicas y cohetes al centro de la ciudad.

Segundo. A las doce en punto recorrerá las calles de la histórica Puebla, en medio del alboroto universal, la grande y afamada cuadrilla de Luis Mazzantini en el convite de costumbre, al cual se procurará dar el mayor lucimiento.

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Disponible en internet, abril 20, 2015 en: http://www.bibliotoro.com/bm_palabras.php?tlo=mazzantini

 Tercero. A las dos de la tarde se abrirán las puertas de la plaza para facilitar el acomodo del público en todas las localidades.

Cuarto. A las tres en punto será conducido solemnemente el cartel de la plaza de la Constitución a la de Toros del Paseo Nuevo.

Quinto. A las tres y media en punto la numerosa cuadrilla Mazzantini, previa la presencia de la autoridad, se presentará a saludar a esta y a la concurrencia.

Sexto. Inmediatamente comenzará la lidia a muerte de 5 soberbios toros de la inmejorable ganadería de San Diego de los Padres, los cuales serán jugados, picados, rejonados (sic) y matados al estilo clásico de España.

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DESCRIPCIÓN DE LA PLAZA DE TOROS “BUCARELI”. 

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Las notas que vienen a continuación, han sido recogidas del diario El Tiempo, en su edición del 30 de diciembre de 1887, p. 3, vísperas de la inauguración de la célebre plaza de toros “Bucareli”, en la cual tuvo mucho que ver la participación de Ponciano Díaz, quien junto con el entonces Gobernador del Distrito Federal, José Ceballos, se convirtieron en los capitalistas del mencionado coso.

   Veamos.

CORRIDA DE BENEFICENCIA

Cartel aparecido en El Toreo. Semanario Ilustrado. Año II. México, miércoles 9 de diciembre de 1896, N° 10 (páginas centrales). Dicha ilustración, sirvió para rememorar el festejo que se celebró en la plaza de toros “Bucareli” la tarde del 8 de diciembre de 1896, en la que alternaron Carlos Borrego “Zocato”, Juan Jiménez “Ecijano” y Antonio Escobar “Boto”, enfrentando un encierro de Santín. dicha corrida fue a favor de los inundados de Sinaloa, que había sufrido recientemente el embate de la naturaleza.

 La plaza de Ponciano Díaz.-He aquí como describe El Siglo XIX la nueva plaza de toros “México”, que se estrenará próximamente:

    Al Sureste de la Capital y a un lado de la garita de Belem, se levanta erguido y elegante el circo taurino de Ponciano. Lo abarca un terreno de 100 varas de frente por 125 de fondo, y está resguardado por una tapia de mampostería con pedacería de vidrio en su borde.

   Tres puertas de entrada, amplias y bien dispuestas, tienen cada uno de los departamentos de sol y sombra; y además al Poniente hay otras dos que, sirve la una para introducir al ganado y la otra para sacarlo al arrastradero.

   En el interior del cercado se ve levantado el maderaje que descansa todo, no introducido en la tierra, como en las demás construcciones de este género; sino sobre soclos mamposteados que tienen de relleno un metro de profundidad por otro que los separa del pavimento, demostrando a primera vista la solidez y el estudio arquitectónico que la ha precedido.

   Tiene ocho toriles, construidos con todas las reglas que pide la tauromaquia, y dos puertas de escape para el ganado que sale malo en la lidia.

 INTERIOR PLAZA BUCARELI_DETALLEB. Waite tomó esta fotografía hacia 1897. Imagen facilitada por el Lic. Francisco Montellano Ballesteros. El detalle de la misma deja ver el momento en que un toro salta al callejón, mientras un personaje hace lo mismo, pero del mismo espacio hacia el ruedo.

    Todo el exterior presenta un aspecto airoso, pero severo, por la combinación de la madera que a propósito se ha puesto en bruto y sin labrarla más que en las piezas que necesitan ese pulimento. Los corredores de la parte de afuera están al aire y sostenidos sólo por tornapuntas.

   Dos amplias entradas se comunican con el redondel: la del arrastradero y por donde sale la cuadrilla. Arriba de cada una de estas puertas se levantan plataformas que deben ocupar las músicas.

   Para la entrada a la plaza hay cinco boquillas, dos a la sombra y tres al sol. Este departamento es extraordinario en su amplitud: cuenta 19 gradas; el de sombra tiene 15, y además 35 lumbreras perfectamente cómodas. Para ascender a estas localidades sirven dos escaleras con barandillas, y otra en el extremo opuesto con ramales a derecha e izquierda que conduce a la azotea. Este departamento está resguardado por cables de metal interior y exteriormente.

   Otra de las mejoras introducidas en el circo taurino, es la de poder moverse a voluntad y por medio de carretillas, el tabique que separa el sol de la sombra, para que en invierno no esté lo mismo que en verano.

   El coso de la plaza mide 45 varas de diámetro, espacio aprobado por los inteligentes para no fatigar el ganado. Tiene cuatro burladeros y la valla la circunda un estribo de mampostería en su parte interior. El callejón es de vara y media de ancho para que los toros que lo salten, no puedan voltear; y a la contravalla la corona otro cable también de metal.

   La pintura de las lumbreras es de color rojo y café en su interior, y en el exterior de azul y blanco; y la de la presidencia está artísticamente empapelada y con lujosas cortinas y cordones con borlas de oro. Las gradas están jaspeadas de amarillo, morado y azul pálido, formando todo el conjunto el hermoso estilo pompeyano. El maestro director de la pintura ha sido el reputado artista escenógrafo D. José Herrera y Gutiérrez.

   La obra de carpintería fue ejecutada por los alumnos de la Escuela Correccional, dirigidos por maestros inteligentes a la cabeza del afamado artesano D. Felipe Mendoza; y la madera que en ella se empleó fue escrupulosamente escogida de la hacienda de Ríofrío, propiedad de los Sres. Guerrero, Arechavale y Comp., y sacó un costo de 30,000 pesos.

   En el exterior hay ocho expendios de boletos, cuatro de sombra y cuatro de sol; y hacia el Oriente se destacan cuatro ventanas rasgadas, pertenecientes a la casa que debe habitar la familia de Ponciano, y que también servirá para guardarropa de la cuadrilla.

   El arte, el buen gusto y la solidez se reúnen en esa obra; sobre todo lo último. Y para patentizarlo vimos que se han colocado incidentalmente en un lugar de las gradas y en un espacio donde quepan seis personas, piedras de gran tamaño que pesan 85 arrobas, y ni los tablones ni los pies derechos o trasversales han sufrido nada.

   En cuanto a su amplitud, está calculado pueden caber 10,000 almas.

   Entre empleados, sobrestantes, albañiles, veladores, carpinteros y pintores, se han ocupado 250 hombres.

   El señor ingeniero Ángel Yermo fue el director de la obra y el que proyectó el terreno; y el Sr. Alberto Malo, de la misma profesión le ha ayudado en sus labores.

   Según se nos informa, el día 15 del entrante Enero se estrenará esa plaza, que tiene un valor de sesenta y tantos mil pesos.

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 HAY DE DUELOS… A DUELOS.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   El Tiempo, en su edición del 5 de noviembre de 1887, p. 2, publicaba sin autoría, la columna denominada METEMSÍCOSIS, que dicho sea de paso tiene un significado en el que siguiendo antiguas doctrinas griegas, se sustenta en la triple integración del ser humano, partiendo del espíritu, alma y cuerpo, componentes que pueden transitar de un cuerpo que ha dejado de existir a otro con vida, transmisión que representa una especie de continuidad del alma o Reminiscencia tal cual lo llegó a plantear el propio Platón.

   Pues bien, en dicha columna, el autor sin nombre da título a su colaboración “Los toros hombres.-Los banderilleros padrinos”. Veamos de qué se trata.

    ¡Gloria a las ilustraciones del actual Congreso! Dijeron que con los toros los mexicanos iban a ser más hombres. Pues… ¡se realizó!

   Juzgábamos que con el Rastro de Ciudad bastaba para los valientes de los barrios de San Pablo y la Palma, y era verdad; mas de las clases ínfimas debía partir la valentía hasta… ¡los gomosos! ¡All right!

   Tres plazas de toros hechas, y 2 o 2,000 por hacer, son otras tantas escuelas de valor, que no deben ser despreciadas, y los descabellos, los naturales, los volapiés, etc., etc., deben decidir sus desarrollos, y la lidia actual, la muleta y el puntillero, necesitan colegas ilustrados. Tres periodistas españoles vienen a dirigir algunas de esas interesantes y progresistas publicaciones, para las cuales, no nosotros, parias, sino los ciudadanos Combate y Monitor tienen el más estricto deben de solicitarles subvención, pues en materia de toros tienen profundos aunque ya rancios conocimientos.

   En la plazuela de las Vizcaínas, en las calles, en los patios de vecindad, en las escuelas nacionales y aún en algunas privadas; en los redondeles, en suma, en todas partes, hay corridas de toros, simuladas en unas, y en otras reales pero en fin en todas partes se oye ¡¡¡EL TOROOOO!!!

   Mas, a decir, sólo en una parte no se presenta tan popular lidia, yes en el antiguo Teatro de Iturbide; y por cierto que no por culpa de gentil troupe, que cuenta al menos con dos magníficas espadas, o creo que más, pero… ¡por falta de toro!

   Mas en fin, la lección de San Rafael, (no el arcángel, ¡Dios nos libre! sino la metempsícosis del chocolate de Tabasco) Colón (no el descubridor de América, sino… los empresarios X y Z) y el Paseo (que se anemizó con todo y el pasto de Atenco, han dado verdaderas lecciones de valor viril y racional que para nada han resultado infecundas.

   Algo más creemos: sinceramente lo decimos. Esos cornúpetos y cornulongos; esos joscos y esos… ¡qué sé yo qué! al morir en la arena, coronados de papel, de cohetes; escuchando en su agonía los hurras del pueblo; exhalaron no lo dudamos, en un momento, su espíritu guerrero, el cual, por premio de acciones que no los espíritus graves sino todo el pueblo mexicano en comicio, le decretó que debía morar en… otros más sublimados seres.

   Mas no sólo debemos en tributo de admiración a los que proclamaron la libertad de espectáculos, tan fecundos en valor sin que ellos hasta ahora hayan dado uno solo, (por lo cual, no los culpamos, pues comprendemos la razón), sino que también felicitamos a los que en banderillas las clavan tan bien, que el cronista dice: “palmas y pesos” y aún a los que, sin grave peligro, las ponen mal; esos espíritus también emigran y ya se sabe dónde.

   Allí los toriles espíritus premiados que emigran por galardón a seres superiores, encontrarían un redondel digno de ellos. Han hallados ya médicos, (íbamos a decir albéitares) que restañen su sangre; allí podrían encontrar quien admirara y aplaudiera su agonía. Tienen periódicos que celebren el continente imperturbable que conservan ante… el crimen; allí tendrían la Lidia y Ca. en fin, de moda los toros, se han puesto a la derniére los desafíos, que son nada más que la metamorfosis de los primeros, y como de actualidad los reputamos, los tratamos como de actualidad.

   Fiebre y muy ardiente existe hoy en México por el duelo. Terminado unas veces en sainete, otras en drama, demanda risas o lágrimas, pero su invariable consecuencia es la que dedujo, merced a sus tradiciones, el Sr. D. José Simeón Arteaga, recordando el origen del vulgar refrán: “tras de cornudo apaleado”, y que publicó nada menos… ¡Masones! ¡De rodillas! ¡Tontos! ¡A la mano el sombrero! Nosotros lo vamos a pronunciar con todo respeto y balbucientes: E-l – Mo-ni-tor – Re-pu-bli-ca-no… ¡Al fin no nos morimos! ¡Loado sea Dios!

Duelo-a-sable.-Ilustraci-para-fensas-y-desafíos-de-Eusebio-Yñiguez.-Madrid1890

   Aquellos famosos desafíos deben haber terminado con representaciones como la que sirve para ilustrar el presente texto. Disponible en internet, marzo 19, 2015 en: http://blogs.diariovasco.com/correo-historia/2015/02/02/espana-y-sus-problemas-con-la-historia-otra-vez-de-victor-ros-a-los-supervivientes-de-auschwitz-de-la-desesperacion-a-un-pequeno-rayo-de-esperanza/

    Lo que la sociedad estima es lo que sale para el cementerio o para el hospital de sangre. Pocos desafíos hay, en los cuales se dice, por supuesto por lo que nada creen: “si los dos se matan gana la sociedad”, y en esos… ¡ay de mí! ¡Ambos ilesos quedan! Sainete o drama, cualquiera cosa que sea, de todos modos es crimen, con la circunstancia atenuante de la farsa, o con la agravante de la premeditación.

   Mas lo que nos irrita, no diremos que nos asombra, es que cierta prensa, bien desacreditada por cierto, elogie el modo con que se portan los… no sabemos si dementes o malvados. Que lo que se llama “la palanca del siglo”, se constituya en concurso de los naranjeros de las plazas de toros y en los espectadores de las peleas de gallos, francamente nos incomoda como el mosco que antes de picarnos zumba.

   En una época, llamada de tinieblas, se apeló a “los juicios de Dios” condenados por los verdaderos tribunales de Dios; más que en una época, en un siglo que a si mismo modestamente se ha llamado de las luces se pregone la barbarie, no nos lo explicamos sino en teoría, con Darwin y Rousseau, es decir, con los padres de los animales y de los salvajes, y en la práctica, con la Constitución y las leyes de Reforma.

   Cada día, con iniciales o sin ellas, se anuncian uno o más duelos. Con todas sus letras, “corridas de toros”, creemos que se nos debe permitir una apostasía, que hasta se premia con $500 en las leyes nada menos… ¡Liberales, postrados” ¡DE REFORMA! ¡Creemos en la metempsícosis!

   Los toros que no son cobardes; que matan sardinas, una docena; picadores que mojan, dos o tres. ¡Salve! Pero más, si, mil veces más, los floretistas que pican por misericordia el hígado. Los tiradores que bondadosamente hieren las piernas en vez del corazón; también… (¡pues cómo no!)… los misericordiosos padrinos que procuran cargar las pistolas con migajón, o que al contrario con dinamita las preparan, y azuzan cual lebreles a los contendientes, para que no la primera sangre sino la muerte los satisfaga, y luego sus aullidos sean el canto de los funerales, ¡salve también!

   Al delirio actual de desafíos queremos oponer un poderoso dique. ¿Lo encontraremos en la Religión? Los que se desafían, o la olvidaron, o no la aprendieron o son incapaces de abrazarla. ¿En el gobierno? Mas vale omitirlo. ¿En las leyes? Marchemos al Museo. Pues entonces, ¿dónde?

   En tiempo de Federico el llamado grande, hubo una secta que asesinaba a los recién bautizados ya. A esos locos no los mandó al patíbulo, sino al manicomium. Del enemigo el consejo.

   ¡A matarse, lagartijos! O a tomar reconciliatorias copas.

   Periódicos liberales, grandes poetas, trovadores populares jóvenes o viejos, oíd:

 Lo que en el pobre es borrachera

En el rico es alegría.

 canta nuestro filosófico pueblo, y nosotros decimos: “lo que en los léperos es riña simple en los señores es conato o asesinato con circunstancias agravantes siempre”, y luego… Que se pondere su actitud, su valor, su arrogancia y hasta su belleza.

   Nosotros, a esos periódicos recomendamos que busquen algún viejo poeta callejero que componga las coplas, y no a Offenbach, sino… a un desconocido, para que escriba las notas de esa sublime danza, y mientras tanto que adopte la conocida música que ya habrá aprendido y la sabida frase que en seguida le recordamos por si la hubiere olvidado, para que la repita en perspectiva de cualquier desafío futuro:

 Ahora, Ponciano,

Capas al toro,

No seas desdoro

Del Tulipán.

PLAZAS DE TOROS_EL SIGLO XIX_20.12.1887_p. 3

    Y para rematar esta nota, debo adelantar una inserción que apareció casi mes y medio después en El Siglo Diez y Nueve, edición del 20 de diciembre de 1887, p. 3, informado sobre las plazas de toros existentes en la ciudad de México al concluir aquel año, con objeto de que estos nuevos datos, sirvan como complemento de la nota que aquí ha sido recogida, y en la cual abunda un ejemplo de práctica cotidiana: el duelo, reproducida –a lo que se ve-, en las plazas de toros, puesto que cada festejo, cada corrida, significaba un “duelo”, el que un torero armado de muleta y espada, también se enfrentara “en duelo” con el toro, a sabiendas que su buen acierto con el alfanje permitiría convertirse en el afortunado de aquella circunstancia. Además, se aprecia otro trasfondo, la actitud de cierto sector del grupo liberal que tuvo a bien ser el señalado como el liberador de aquella disposición que había impedido los festejos taurinos, bajo el incumplimiento posterior de que los beneficios reflejados en tantas ocasiones de celebraran estos, servirían para acumular un sólido fondo de apoyo para las obras del desagüe del Valle de México. Como acabo de decir, este propósito no se materializó, y los dineros que se movieron, deben haber en su mayoría bajo el control de empresas, toreros y ganaderos, siendo el Ayuntamiento quizá, el menos beneficiado, aunque la administración pública había tomado “por los cuernos” a la propia fiesta, para que realizara sus pagos respectivos por conducto de un buen número de empresarios encargados del nuevo negocio.

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CONVERSACIONES DE DOS TAURINOS QUE CUESTIONAN LA TAUROMAQUIA EN 1887.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   En El Tiempo, del 3 de noviembre de 1887, p. 2, se publicó una extensa narración que rubricó Manuel Arol. No tengo más datos sobre dicho autor, pero lo que sí puedo adelantar es que, algunas conversaciones que por entonces seguía publicando Guillermo Prieto, parecen ser la referencia para que Arol se animara a escribir tan largo como parecido diálogo, mismo que ahora pretendo recoger en su totalidad, para que lo disfruten los lectores. Y no solo eso. También para que se entienda la discusión que habría entre dos personajes que ponen en entredicho a la tauromaquia que, por entonces estaba tomando unos niveles de apasionamiento como nunca antes se habían registrado en nuestro país, particularmente en la capital del mismo, espacio geográfico que estaba saturado, a esas alturas del año, con registros que no se habían alcanzado hasta entonces. Al final de este trabajo, lo comprenderemos mejor, si nos acercamos al balance en que habrán de aparecer esos datos fríos en que se pueda contabilizar la cantidad de festejos que se celebraron en el curso de una larga temporada, que arrancó el 20 de febrero y fue a terminar en el mismísimo mes de diciembre, por lo menos hasta el día 25 en el que todavía se registra actividad. No debe olvidarse que este trabajo (me refiero al Anuario Taurino Mexicano, 1887) recoge todas aquellas noticias habidas en el país, lo cual dimensiona aún más esa dinámica que fue a convertirse en una especie de caja de resonancia, aunada a la cotidiana circunstancia de otros tantos festejos celebrados en diversas provincias, como resultado de ferias o fiestas en honor del santo o santa patronos de este o aquel sitio, lo cual entregará como balance una cantidad que ni por casualidad se acerque al año inmediatamente anterior. Si nos atenemos al resultado de aquel registro, conviene, como referencia el siguiente recordatorio:

 BALANCE FINAL (AÑO 1886):

    Como en los anuarios que preceden al que ahora concluye (1852 y 1853), también presento a continuación un cuadro sintetizado de la situación, con objeto de tener idea aproximada en cómo se comportó el año taurino mexicano de 1886.

BALANCE 1886

 Probablemente exista un porcentaje de error en esta contabilidad. Sin embargo, es lo más cercano a la realidad.

   Escuchemos o leamos a continuación diálogo tan anunciado.

 Los toros.

 -Ya es hora, me dijo mi amigo Fileno entrando como torbellino y espantando a las Musas, si es que estaban allí; pero espantado, no cabe duda, a un consonante que ya iba a pescar y que desde entonces no he podido volver a encontrarlo.

Pero hora de qué? dije soltando la pluma y mirando el reloj de pared, para ver qué hora esa tan extraordinaria.

   –Ya la gente corre, ya se agita, como dice Homero.

-Hombre! ya comprendo por qué desde que llegaste me estás hablando en griego.

-Pero toma el sombrero, empuña el bastón y de dos en fondo por la derecha ¡marchen! es decir, marchémonos.

-Bien, vámonos; pero antes, ¿quiéres decirme por qué se agita la gente y por qué corre, si no estamos en el sitio de Troya?

Nuevos héroes aparecen que sobrepujan a los antiguos…

-Hola! ¿sigues con los poetas épicos?

-Épico es el espectáculo, heroicos los lidiadores, y siento mucho que Virgilio no hubiese vivido lo bastante para que hubiera cantado una corrida de toros: Arma virunque cano…

-Hombre, sí! esa arma es la muleta y el hombre será Cuatrodedos o Mateito.

-Yo no sé, exclamó con entusiasmo, cómo Núñez de Arce en vez de la última lamentación de Lord Byron, no cantó “El último capeo de Cúchares”.

-Oh! le interrumpí, los poetas no saben lo que se pescan, y el gran hombre del siglo XIX sería el que dignamente cantara una estocada por todo lo alto, el vuelo de los trastos, el relampagueo de la espada y la sangre saltando para regocijar los sensibles corazones…

-Oh, oh, ya Leconte de Lisle lo ha dicho:

 “On eût pu voir alors famboyer et courir

Avec un sifflement lépée á large lame,

Et du col convulsif le sang tiede jaillir.

 -Pero hombre, dije escandalizado: Leconte de Liste, no cantó los toros; ese terceto es de su poema “Le jugement de Komor”, y el degüello no es de un verraco, sino de una mujer.

-No importa! Ya que los poetas no lo cantan, yo aplico sus versos al sublime espectáculo.

-Te aplaudo, Fileno, en eso: de modo que al alternativo que esté al quite le aplicarás aquello de la Eneida:

“Me, me adsum, in me convertite ferrum”

   O más bien:

“In me convertiré cornua”.

-Oh gracias! no se me había ocurrido. Ya veo que eres taurófilo, y lo veo con gusto, pues

“Antes es un alto aprecio

De pensar que deben todos

Adorar lo que yo quiero”.

 -Ahora salimos con Sor Juana Inés.

-Ella sí debe haber gusto de los toros.

-Opino, amigo Fileno, lo contrario, pues a ti y a todos los primeros espadas del mundo pudiera decir:

“Que es mengua

Decir que te ayudaste de puñales”.

 -No insultes a los toros, porque eso es insultar al progreso.

-También la fiebre de la pobre de tu tía ha progresado de ayer acá; ya ves que hay progresos malos.

-Al fin retrógrado! dijo con un gesto de atroz desprecio. ¡Ya sé que eres refractario de la civilización!

-De lo que tú y los tuyos llaman así ¡trueno de rayo! no puedo negarlo; tan retrógrado como Iriarte, que decía:

“Cosa es de zopencos

Cosa es de zoquetes

Gozar con los toros,

Gustar de cohetes”.

    Y vaya que el cantor de la música no tuvo la dicha de conocer los cohetes de dinamita, que no es mala música.

EL CHISME_17.11.1900_p. 1_GRABADO JGP

El Chisme, 17 de noviembre de 1900, p. 1. Grabado de José Guadalupe Posada.

 -Ese Iriarte debe haber sido un rapa velas, un sacristán, una rata de sacristía. ¡Despreciar la dulce música de los cohetes y tratar mal a las sublimes corridas de toros…! Si yo supera todos los necios epigramas de Sedano, se los repetía.

   Los toros, las corridas de toros, prosiguió entusiasmándose, hacen conocer a la humanidad su propio valer; hacen patente la fuerza de la inteligencia sobre el bruto y…

-¿Quién te ha contado eso? Dije echando un vaso de agua fría sobre aquel entusiasmo.

-Estás ciego o eres tonto. ¿Qué representa el toro? la fuerza bruta. El hombre junto a él parece débil y despreciable. Y sin embargo, ¿quién es el vencedor? ¡El hombre! la inteligencia!

-En primer lugar, amigo Fileno, muchas veces el vencedor es el toro.

-¡Es una excepción!

-Que hace tu argumento malo, porque malum ex quoqumque defectu.

-¡Deja la lógica, que se trata de toros”

-No la dejaré, puesto que tratas tú de inteligencia.

-¡Concluye! ¿Qué tienes que decir en segundo lugar?

-Mira, Fileno amigo: Si tu vieras que salían al redondel ocho o nueve toros, contra un solo hombre, y que éste pretendía luchar con ellos, y que al fin, como era necesario, salía vencido, ¿qué dirías en alabanza de los toros?

-¿Qué había de decir? tantos toros contra un hombre no probaban nada.

-Pues aquí te quiero ver. No es un hombre que lucha contra un toro, son ocho, son nueve, son mis hombres que van a luchar contra un solo animal.[1]

   Los unos capean ayudándose mutuamente: otros; auxiliados de la fuerza de otro bruto, lo esperan con la garrocha, pero entre tanto algunos están al quite, los cuales

 Ni quitan ni ponen rey

Pero ayudan al señor.

 -Pues dime, hombre de Dios ¿qué hará contra tantos?

   El animal que a Europa fue tan caro?

   ¿Qué triunfo de la inteligencia n qué calabazas? Si a dos astas no hay toro valiente ¿cómo lo habrá contra dos astas, seis capas, dos banderilleadores, un espada y el alternativo, añadiendo a ellos el cachetero?

   Aquello no es una lucha, es una traición.

   Es un abuso de la fuerza de muchos.

   Es una complicidad del hombre con el caballo contra el toro.

   Es en fin que

 Vinieron muchos toreros

Y salieron victoriosos,

Que el diablo ayuda a los hombres

Cuando son más que los toros.

    ¡Vaya un modo de emplear la inteligencia!

   ¿Sabes, buen Fileno, como emplea tan sublime don el hombre, quiero decir, el hombre torero? Pues atiende, chico, atiende, que el tal sabe bien que el toro embiste con los ojos cerrados, y viendo eso la razón, la sublime razón humana: ¿esas tenemos? se dijo, pues yo abusaré de esa tontera irracional del toro y le sacaré la vuelta, y hasta pondré banderillas al quiebro.

-¿Ya te va pareciendo que el toreo redunda mucho en honra y gloria de la inteligencia y de la razón?

-¡Pero tu argumento no advierte que el hombre muchas veces es cogido por el toro!

-Ahí tienes ese triunfo de la inteligencia que tanto cacareabas.

-Es decir que cuando el hombre es cogido por la fiera…

-Entonces, querido Fileno, el hombre ha sido más irracional, menos inteligente que el bruto, pues no ha sabido aprovecharse de la circunstancia de que éste cierre los ojos.

-¿Y cuando el hombre vence?

-Eso prueba que el toro es bruto y nada más.

-¿Y no aplaudirás siquiera a los picadores?

-No enteramente, porque las dos terceras partes de los aplausos les reservó para los caballos.

-No me convences, no, ¡voto al voto! pero voy a demostrarte que no tienes razón, con un argumento más concluyente que todos los de la Summa.

-Venga, que aunque no venga con los ojos cerrados, aquí lo espero a pie firme.

Pues bien, la estadística prueba que las corridas de toros son moralizadoras ¡habla la ciencia!

-Que hable hasta por los codos, que yo me encuentro armado de paciencia.

-Pues aquí mismo, en México, se ha notado que las tardes en que hay corrida, disminuyen los crímenes, la policía tiene menos que hacer, las puertas de las cárceles casi no se abren, y al día siguiente el señor gobernador del Distrito tiene muy poco quehacer en la consigna. ¡Hasta la consigna viene en favor de la civilizadora diversión de los toros!

Al diablo la consigna, diré con Fritz el de la Gran Duquesa, y ya veo que no tu argumento, sino tú es quien tiene los ojos cerrados.

-Tengo curiosidad de saber lo que respondes.

-Dos cosas; y a dos astas no hay argumento valiente.

-Ya escucho.

-Pues en primer lugar, Fileno amigo, quiero que me digas ¿los días  en que hay corridas de toros, se aumenta el número de gendarmes?

-No ciertamente.

-¿Y se ocupan éstos en las plazas?

-Sí, por cierto.

-Luego todos los gendarmes que están en los toros, no andan en las calles.

-Que responda Pero Grullo.

-Luego las calles y las plazas que no son de toros, y los callejones y demás andurriales, no están igualmente cuidadas el día de corrida que el día en que no la hay.

-¿Y qué infieres de eso?

-Que lo que ha disminuido no son las faltas a la policía, sino que ha disminuido la policía para las faltas.

-¡Hombre!

-Que hay delitos como siempre, que como siempre hay delincuentes, pero como no hay quien los vea, ni quien los aprenda, las puertas de las cárceles casi no se abren, y al día siguiente el señor gobernador no tiene consignados para poder hacer la consigna.

-Es de pensarse tu primera respuesta.

-Pues la segunda no necesita una tan grande meditación, porque es tan clara como la del huevo y tan sin salida como la calle de Lerdo.

-Protesto contra las alusiones políticas.

-Pues ven acá, alma de cántaro: doy por supuesto que durante la tarde en que hay toros, disminuye la criminalidad…

-Bien ¡trueno de rayo! así te quiero ver, razonable, y con talento; ¡luego las corridas de toros moralizan!

-Niego la consecuencia.

-Convienes en que mientras hay corridas de toros, hay menos desmoralización en la calle.

-Pase, convenido.

-Luego la causa de que disminuya la desmoralización, son los toros; luego es una causa que moralice, luego de esa diversión nace la moralidad, luego…

-Luego siguen con los ojos cerrados.

-¿Por qué?

-Porque no ves.

-¿No veo qué?

-No ves que las corridas de toros despiertan y avivan las malas pasiones y los pésimos sentimientos; que son una escuela de sentimientos bajos y degradados, y en consecuencia que son una preparatoria de crímenes y desmoralización.

-¿Pues entonces cómo admites que disminuya la criminalidad…

-Ven acá, bobo…

-Protesto contra las personalidades.

-Protesta, pero ven acá. ¿Sabes que en Londres hay verdaderas escuelas de rateros…?

-¿Quién no lo sabe? ¿Pero qué tiene que ver…?

-¿Y no crees que mientras los discípulos están reunidos y los maestros dando la lección, tienen que disminuir las raterías en Londres?

-¡Hombre!

-Dime, si todos los ebrios se reunieran a una hora determinada, en las cantinas, ¿a esa hora no disminuirían los ebrios en todas las calles?

-¿Es decir que…?

SURREALISMO DE JGP_FONDO DÍAZ DE LEÓN_2

Disponible en internet, marzo 18, 2015 en: http://www.museoblaisten.com/v2008/indexENG.asp

 -Es decir que a la plaza de toros se va a aprender, y mientras se aprende ¡claro! no se ejecuta.

   Los que se van a desmoralizar, o a acabar de desmoralizarse en las plazas de toros, mientras estén allí no pueden estar haciendo fechorías en otra parte; pero ya llegará día en que lo que allí aprendieren se ponga en ejercicio para mal de la sociedad.

   Y vamos a ver, Fileno, admito plenamente tu estadística; creo a puño cerrado que cuando hay toros no andan los criminales por las plazas y calles y callejones de México ¿quieres más?

-¿Y qué deduces de allí?

-¿Qué? ¡friolera! que si no andan, es porque están sentados y precisamente en los tendidos. Mientras menos criminales me encuentres fuera, me conviene más, porque todos están dentro

-¿Y qué?

-¿Y qué? ¿y qué? ¿cómo que? que tan amañada es la diversión por los criminales, que hasta olvidan sus queridísimos vicios… por algunas horas.

-¡Figúrate qué diversión será diversión favorita de criminales!

   Si tú me dijeras: los ebrios, los peleoneros, los asesinos, no van a los toros, recomendarías esa tu diversión; pero qué probará si vienen a decirme lo contrario?

   Y si después de los toros el ebrio ya no se acordara del vino, ni el valiente de la navaja, ni el mal marido del garrote, ni… ¡vaya! pase, ¿pero podrás probarlo?

   ¿Callas? Pues yo sí podría probarte que todos ellos ceban y engordan sus malos instintos, por decirlo así, en la bárbara diversión.

   Al oír esto, Fileno se levantó, extendió una mano en actitud trágica y en tono inspirado exclamó de esta manera:

-Pese al fanatismo y a la superstición, el progreso avanza. Los Papas han manifestado constantemente su aversión a las corridas de toros ¡esto basta para juzgar la cuestión! ¡Guerra a Roma y viva el toreo!

   Roma locuta, causa finita. ¡Basta que Roma lo diga para que sostengamos lo contrario!

   El empeño de a pie y las estocadas fuera de cacho comenzaron la civilización, y el parear con las dos manos es el gran elemento de bien para los pueblos. No se debe sacar el toro de la suerte de varas con verónicas, sino con largas, y los peones deben correr al toro por derecho, y ningún espada debe ejecutar galleos aun cuando el toro carezca de pies, y aunque sean blandos o abantos.

   ¿Qué cosa hace la felicidad de los pueblos?

   No otra cosa sino un trasteo ceñido y guapo, tres pases por alto, dos con la derecha y un natural, hasta consentir al toro…

   Y así prosiguió entusiasmándose cada vez más, y yo, pues lo que es yo, me quedé mirando a Fileno!

 MANUEL AROL. 


[1] En toda plaza de primer orden, la cuadrilla deberá componerse de dos espadas y un sobresaliente, cuatro picadores de número, seis banderilleros y un puntillero. Tratado didáctico de la lidia.

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SOBRE UNA “GLORIA” y UN “MAZZANTINITO “QUE NUNCA VINERON A MÉXICO.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La profunda preocupación del redactor estrella de los sábados en El Siglo Diez y Nueve, no era para menos. Ante la desmedida actividad taurina que por esos días de marzo de 1887 registraba la ciudad de México, cualquier novedad en el panorama, despertaba no solo interés, sino auténticas demostraciones de exacerbación como nunca antes se habían registrado por estos lares. Y es que ante un notorio “reposo”, apenas el que merecían los sagrados días de la semana santa de aquel año, significaban tomar un poco de aire por todo lo que estaba por venir en materia de cuernos. Sin embargo CERO a la izquierda ya estaba advirtiendo en su amplia crónica sabatina que se tomaran providencias, pues de un momento a otro estarían notándose por aquí las presencia de la torera española Gloria de nombre y Gloria de apellido, junto con un jovencito cuyo seudónimo era, en diminutivo la exaltación del “rey del volapié”. Me refiero a ese Mazzantinito que, junto a la Gloria española ya estaban siendo contratados en la península cubana, para hacerlos traer en atractivo ambiente publicitario a una ciudad que se desgañitaba en asunto de cuernos un día sí y otro también… por lo menos desde el 20 de febrero anterior, cuando se inauguró la plaza de “San Rafael”.

   Considero que nada más puedo agregar si todo lo que sigue, da una precisa idea de aquel ambiente, donde destacan las redondillas de uno de nuestros poetas mayores: Juan de Dios Peza.

   Escribe CERO a la izquierda en su columna Charla de los Sábados, publicada en El Siglo Diez y Nueve del 26 de marzo de 1887, p. 1:

 (…) Y ahora que va a llegar el obligado y forzoso paréntesis de la Semana Santa, los días de reposo taurino que ella impondrá a toreros y a taurómanos, servirán solo para aumentar el apetito de los aficionados a la lidia, y para hacerlos después acudir en mayor número al estreno de las dos nuevas plazas que se abrirán el domingo de Pascua.

   Estamos, pues, en pleno adelanto, en un periodo álgido de derroche de civilización.

   De Pulque y toros llama algún colega a la época actual, y a fe que tiene razón de sobra.

   La pulquería y el redondel son los dos templos de hoy, en los que se rinde culto al embrutecimiento y a la barbarie.

   Baco ebrio y coronado de pámpanos, y el primer espada envuelto en su lujoso capote de paseo, son las dos figuras que están erguidas sobre el pavés de la admiración públicas.

   Un verde maguey cubierto por una roja muleta de torear y atravesado por una blanca espada de matador, son los colores nacionales y el signo heráldico conveniente a un pueblo que abandona el taller por la taberna, y que cambia el instrumento del trabajo por el jarro que repleto de neutle va a consumir en la plaza de toros, al eco estruendoso del civilizador aullido que dice ¡¡¡tooooro!!!

   Y para complemento de bienes, estamos amenazados por otras dos celebridades taurinas.

   Una torera ¡qué horror! y un torerito de trece años, que en la actualidad están trabajando en la vecina Isla de Cuba.

   Llámase aquella Gloria y se apellida lo mismo, es decir, que se titula ¡Gloria-Gloria!

   Pues, ¡ay qué gloria!

   Y cuenta la fama que esa gloria torera, no es una arpía, ni un serpentón, ni siquiera un sargento de coraceros, disfrazado de hembra, como sería de suponer dada la profesión a que se ha dedicado, sino una joven guapa y dulce, de blanca tez y labios de granada, de finas maneras y corazón sensible, aunque yo creo que no lo tendrá muy tiernecito, cuando torea y despacha berrendos como si chupara caramelos.

   Y en cuanto al niño, a quien llaman Mazzantinito, es un jovenzuelo que empieza a vivir, aprendiendo a matar, y que sale al redondel en vez de entrar a la Escuela de Corrección, que lo reclama a gritos.

   ¿Qué no tendrá padres esa criatura, ni marido o hermanos esa mujer mari-macho, espíritu fuerte, deshonra de su sexo, si bien admiración del contrario, que se muere por lo antinatural y extraordinario, como es ver a una hija de Eva, frente a frente de un cuadrúpedo cornudo de Atenco o del Jaral?

   Qué bien podrían aplicarse a esa notabilidad femenina, que sueña con toros y los mata de veras, en lugar de soñar con flores y con castos cariños, las siguientes primorosas redondillas de nuestro popular poeta Juan de Dios Peza y escritas a una taurófila madrileña:

 EN LA PLAZA

 Hija del pueblo, morena,

Vestido de medio raso

Azul celeste, de razo

Que al andar cruge y resuena.

 

Negros caireles, mantilla

Blanca, y dos flores sembradas

En el cabello, arrancadas

De los huertos de Sevilla.

 

Peineta de teja, brío,

Terso cutis, labios rojos

Y sobre todo unos ojos

De ¡perdónalos, Dios mío!

 

Así, juro por el Cid,

La ví en un palco escogido,

Estando yo en un tendido

De la Plaza de Madrid.

 

Ha de ser tierna, pensé,

Dulce, candorosa, pura,

Su pecho toda dulzura,

su corazón toda fe.

 

Si es tan dulce su mirar

Será su voz como arrullo…

Mas, ¿qué pasa?… ¡Gran murmullo!

¡Lagartijo va a matar!

 

Calla la gente más tosca

Y el más pulido doncel;

Se puede en el redondel

Oir volar una mosca.

 

Pues todos saben de fijo

Los transportes que arrebatan

Al pueblo, siempre que matan

O Frascuelo o Lagartijo.

 

El bicho, rasca el terruño,

Embiste y queda sin vida

Por una buena metida

Por todo lo alto hasta el puño.

 

¡Qué entusiasmo! ¡Qué ovación!

La plaza entera temblaba

Y la dómina gritaba

Reventándose el pulmón.

 

“¡Y qué bien lo has matao!

Sin confesión, pobrecito!

¡Recibo un beso, mardito!

¡Qué bien matas, condenao!”

 

¡Y ésta –dije- es la paloma

De hermoso y níveo plumaje;

¡Vaya que alienta coraje

Y tiene dulce el idioma!

 

Y decepcionado ya

de mi tremenda vecina,

volvíme en una berlina

a la calle de Alcalá.

 JUAN DE DIOS PEZA

Retrato de Juan de Dios Peza. Col. del autor.

    Y lo peor es que la Gloria por partida doble, y el Mazzantinito, recién nacido es casi seguro nos visitarán pronto, pues se dice que les han sido hechas ya proposiciones de ajuste por empresarios de esta ciudad.

   ¡Prepárese nuestro público a pagar diez pesos por una grada de sombra y doscientos por una lumbrera!

   ¡Claro! Pues qué, ¿vale menos ver matar toros a una mujer que se llama Gloria, y a un imberbe primer espada que se llama Mazzantinito?

   ¿No es la sublimidad del arte una cosa y otra? ¿No se eclipsan las glorias de la Patti y las de Sarah Bernhardt ante las de la muleta y el estoque?

   ¿Qué son las reinas del canto y de la tragedia, comparadas con la gloriosa Gloria, la reina y hasta la Emperatriz de todos los toros nacidos y por nacer?

   Y además, ¿no ha descubierto ya el falso Mayer, y tras él Mr. Abbey Mr. Grau, y luego la empresa de Puebla que trajo a Mazzantini; no han descubierto, todos ellos, digo, la veta en bonanza, el gran filón, la riquísima mina, el positivo El dorado, el camino seguro de la explotación pública, por el cual se llega a la opulencia en pocos días, aprovechándose de la imbecilidad de cuantos pagan gustosos y voluntarios altísimos precios, solo por la vanidad de que no pueda decirse que dejaron de ver, a peso de oro, lo que pudieron ver mucho más barato, con un remedio sencillísimo y consistente en no apresurarse a ir a llenar las cajas de las Empresas?

   Los mexicanos somos así, muy echaos pa elante, muy rumbosos, muy pródigos, y muy desprendidos, cuando se trata de quemar incienso a la novedad, rindiendo culto a nuestros vanidosos sentimientos, y dejándonos esquilmar por los que han sabido descubrir nuestro lado flaco, nuesta debilidad, nuestra cuerda sensible, la negra honrilla, que creemos consiste en pagar lo que ningún otro país del mundo ha pagado nunca por divertirse, pues como ya más de una vez lo he demostrado en Charlas anteriores, ninguna opulentísima capital europea ni americana se ha permitido jamás el lujo inaudito que nosotros, rellenando los ávidos sacos de avarientas empresas, que hacen muy bien en sentarnos la mano, toda vez que se los permitimos.

   El falso Mayer y los empresarios posteriores, los Carteristas y los Carterotas han de haberse dicho para su coleto y para nuestro desplume: “El que quiera azul celeste, que le cueste”, y como Infinitus stullorum in numerum, o traducido al romance libremente, son muchos los llamados y pocos los escogidos, de ahí resulta que México se ha convertido de poco tiempo a esta parte en la Jauja moderna, y que los empresarios que han hallado la verdadera piedra filosofal, en forma de una celebridad, están en su derecho para poner su maíz a veinte pesos, siempre que encuentren compradores, de esos que tal vez niegan una limosna a un hospital o a una escuela, y llevan tesoros a un teatro o a un circo taurino.

   Buen provecho les haga a quienes no quieren aplicar el único correctivo posible a esas desconsideradas especulaciones, correctivo que no está al alcance de autoridad alguna, sino del mismo público, que con su sola abstención, con no concurrir, mataría en el nido la gallina de los huevos de oro, recientemente descubierta por el falso Mayer, y que con su cacareo de triunfo se burla de los que, aun a costa de grandes sacrificios, han comprado bien caro el vanidoso derecho de que se les llame el público más generoso del orbe.

   Y dicho esto, que me parece bastante claro, siga haciendo cada cual de su capa un sayo, echando la casa por la ventana, y venga la Gloria-Gloria y el Mazzantinito a llevarse lo muy poco que resta de dinero en esta bendita tierra de las minas de oro, y de los diez millones de ciudadanos descalzos, como llamó Paco Bulnes a nuestros dadivosos compatriotas.

   De todos ellos el que menos vale, será por lo mismo el que menos gaste, que por algo se llama

CERO a la izquierda.

La presencia de tres cuartetas más son importantes, pues estas son un agregado, o un cambio a lo que el propio autor logró publicar en Madrid, un año después, justo en la versión que, a su vez, reprodujo El Eco Taurino en 1937. Podría tratarse de pequeñas diferencias. Sin embargo, ante lo notorio en 12 versos, ya no lo es tanto, si lo comparamos con el texto de 1888, como sigue, distinguiéndolas por estar en negritas: 

EN LA PLAZA

 Hija del pueblo, morena,

vestido de medio raso

azul celeste, de razo

que al andar cruge y resuena,

negros cáireles, mantilla

blanca, y dos flores sembradas

en el cabello, arrancadas

de los huertos de Sevilla.

Peinete de teja, brío,

terso cutis, labios rojos

y sobre todo unos ojos

de ¡perdónalos, Dios mío!

Así –juro por el Cid-

la ví en un palco escogido,

estando yo en un tendido

de la Plaza de Madrid.

ha de ser tierna, pensé,

casta, encantadora, pura;

su boca, toda dulzura,

su corazón toda fe…

Airosa, gentil y bella,

mi admiración la acompaña,

¡No ha de haber en toda España!

Mujer tan linda cual ella!

si es tan dulce su mirar

será su voz como arrullo…

Mas, ¿qué pasa?… ¡Gran murmullo!

¡Lagartijo va a matar!

Calla la gente más tosca

y ve al más pulido doncel.

Se puede en el redondel

oír volar una mosca.

Que todos saben, de fijo,

los asombros que arrebatan

al pueblo siempre que matan

o Frascuelo o Lagartijo.

¿Quién tal acto no respeta?

A otro enumerar la toque

todos los pases de estoque

y los pases de muleta.

El bicho, rasca el terruño

embiste y queda sin vida

por una buena metida

por todo lo alto hasta el puño.

¡Qué entusiasmo! ¡Qué ovación!

La plaza entera temblaba

y la dómina gritaba

reventándose el pulmón.

-¡Qué bien lo has matao

sin confesión, pobrecito!

¡Qué bien matas, condenao!

¡Y ésta –dije- es la paloma

de hermoso y níveo plumaje;

¡Vamos, que aliente coraje

y tiene dulce el idioma!

Y decepcionado ya

de mi tremenda vecina,

volvíme en una berlina

a la calle de Alcalá.[1]

 

Madrid, 1888.

Juan de Dios Peza.

 


 

[1] El Eco Taurino. Nº 429, del 14 de enero de 1937.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XIV). LA ÚLTIMA.

DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

 SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Lamentablemente no fue posible rehacer en su totalidad tan interesante serie de testimonios, y donde estarían faltando personajes como Ricardo Colín “Flamenquillo”, Abraham Bitar, Manuel García Santos, Aurelio Pérez, “Paco Malgesto”, “José Alameda”, Manuel Horta, Carlos León, José Jiménez Latapí “Don Dificultades”, Roque Armando Sosa Ferreyro o Lauro Treviño entre algunos otros que no quisiera omitir, con objeto de concentrar a la mayoría de aquellos personajes que, teniendo diversas opiniones, o que en los hechos notábamos alguna preferencia que hacía descubrir incluso posibles actos de corrupción. El hecho es que todos ellos tuvieron un común denominador: informar parcial o imparcialmente a los aficionados de varias generaciones, con lo que agradecemos o reprochamos, según sea el caso su influencia o perjuicio, si es que lo hubo, para formar nuestros propios criterios con los que hoy nos conducimos quienes de alguna manera nos consideramos aficionados a los toros.

   En esta ocasión, no podían faltar los testimonios de un personaje que jugó el difícil papel de juez y parte. Me refiero, y así lo refiere también don Juan Pellicer Cámara, “Juan de Marchena”. Cierra esta serie con un homenaje a todos aquellos que, habiendo sido entrevistados, algunos de ellos adquirían el grado de decanos. Tal los nombres de Rafael Solana Cinta “Verduguillo”, Armando de María y Campos, así como don Alfonso de Icaza “Ojo”. Merecido homenaje que sigue hasta nuestros días.

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 8, febrero 1° de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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