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¿QUÉ CLASE DE ENGENDRO ES change.org?

Por: José Francisco Coello Ugalde

   Escribo estas líneas apenas voy enterándome de la nueva intimidación que ha comenzado a circular en la potente plataforma de facebook, y donde «change.org» ha colgado -casi como una consigna- votar en contra de una expresión cultural que ahora mismo está siendo abordada desde el espacio académico, que ha puesto a su disposición la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco.

   Así nos presentamos ante la comunidad:

EL EQUIPO DE TRABAJO e INVESTIGACIÓN “TAUROMAQUIA P.C.I.” PARTICIPA EN EL SEMINARIO QUE ORGANIZA LA UAM-XOCHIMILCO, DENOMINADO “TAUROMAQUIA: CULTURA Y BIENESTAR ANIMAL”, QUE SERÁ IMPARTIDO ENTRE AGOSTO y OCTUBRE DE 2022.

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   La Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Xochimilco, como espacio de expresión académica universal, abre sus puertas para celebrar el ciclo de seminarios denominado “Tauromaquia: Cultura y bienestar animal”, mismo que está dirigido a médicos veterinarios, biólogos, agrónomos, historiadores, sociólogos, antropólogos y público interesado en el tema, con objeto de fortalecer los argumentos que le son consubstanciales a esta representación, legado o ritual, en tanto que pueda ser entendida como un patrimonio cultural inmaterial.

   Con el respaldo del Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., Tauromaquia Mexicana Siglo XXI, la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares, Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, el Colegio de Médicos Veterinarios Zootecnistas de México, A.C. y la Unión de profesionistas en pro del bienestar animal, el Dr. Ismael Martínez Cortés, profesor asociado de tiempo completo, y el Dr. José Fernando González Sánchez, profesor titular de tiempo completo, y coordinador de la carrera MVZ en la UAM-X, así como del MVZ José Antonio González Vergara, coordinador del evento, se busca poner en valor la tauromaquia, a partir de siete pláticas cuyos temas serán presentados en la siguiente forma:

Jueves 18 de agosto, 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “Tauromaquia, derecho e ideología política. Reflexión en torno a los derechos, enclave de cultura”, impartida por el Maestrante en Derecho Aarón Alberto Espinoza Alonso.

Jueves 25 de agosto. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “El toreo como un arte pedagógico para los niños”, impartida por la Lic. en Sociología Mary Carmen Chávez Rivadeneyra.

Jueves 1° de septiembre. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “Bienestar en el toro de lidia. Genética, fisiología y zootecnia”, impartida por el MVZ José Antonio González Vergara.

Jueves 8 de septiembre. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “La tauromaquia como expresión patrimonial en el marco del derecho a la cultura”, impartida por el Lic. en Etnografía Aldo Guagnelli.

Jueves 22 de septiembre. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. ¿Por qué es vigente la Tauromaquia?, impartida por el delegado de la Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares, Jorge Tinajero.

Jueves 29 de septiembre. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “Manejo quirúrgico de heridas por cuerno de toro en caballos. (Cirugía taurina en caballos)”, impartida por el MVZ José Antonio González Vergara.

Jueves 6 de octubre. 16 hrs. Auditorio “Javier Mina”. “La fiesta de los toros como expresión popular en México, bajo dos miradas: Histórica y antropológica”, impartida por el Dr. en Bibliotecología y Estudios de la Información, José Francisco Coello Ugalde.

La liga para inscribirse a este seminario es la siguiente:

https://forms.gle/Go9K2At2ZGqhLag9

   El plantel Xochimilco de la UAM, está ubicado en Calz. del Hueso 1100, Coapa, Villa Quietud, Coyoacán, 04960, Ciudad de México, CDMX.

   Informes: MVZ José Antonio González y Dr. Ismael Martínez.

   Pues bien, en una actitud absolutamente intimidatoria, amenazante, conductivista, que está por encima del propio contenido del art. 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, donde en uno de sus párrafos expresa:

Toda persona tiene derecho al acceso a la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado en la materia, así como el ejercicio de sus derechos culturales. El Estado promoverá los medios para la  difusión y desarrollo de la cultura, atendiendo a la diversidad cultural en todas sus manifestaciones y expresiones con pleno respeto a la libertad creativa. La ley establecerá los mecanismos para el acceso y participación a cualquier manifestación cultural (…)

«change.org» que seguramente nació en estado de pureza incuestionable, pero que hoy es un monstruo capaz de todo, de imponerse sin tasa ni medida, dicta su propia ley, pretendiendo manipular con un discurso que busca denostar lo que le es incómodo con efectos tendenciosos y manipuladores que pueden arrasar como un tsunami cualquier circunstancia que, como insisto, no le es conveniente promover sino exterminar. En consecuencia, «Change.org» está atentando contra estos seminarios en medio de su poder de convocatoria que pretende la adhesión de multitudes a un dictado impuesto desde un conjunto de variables como:

a)Infografía

b)Fotografía

c)Capturas de pantalla

d)Valor discursivo

e)Denuncia sobre un probable comportamiento, actitud o medida

f)Valor promocional, donde «Change.org» busca publicitar algún logro, trabajo o hito de la persona o institución protagonista en las cuentas de facebook o de alguien a quien valora, así como a una empresa, institución o entidad, que en este caso termina por denostar a la propia UAM-XOCHIMILCO por permitir este tipo de actividades.

   El posicionamiento de diversas herramientas en la internet, pone al alcance a la sociedad en caso de que se necesite homogeneidad o solidaridad. Pero también esas mismas herramientas pueden causar un daño irreversible de ser empleadas con deliberada intención de dañar a terceros o imponer sus dictados sin ningún miramiento. Allí están Instagram, Snapchat, Facebook, Kik, Skype, e incluso el deep web o internet profundo, donde aflora el anonimato. Whatsapp, Twitter, Tit Tok, Influencers, You Tube, el metaverso, avatares digitales, Hashtag, Change.org, Setreming y hasta las fake news que deforman, manipulan o inducen a buenos sectores de la comunidad digital a tener que decidir en condiciones forzosas, si es que el condicionamiento se aplica tendenciosamente.

   Estamos a un paso de que las plataformas puestas al servicios en redes sociales alcancen un efecto devastador si no se viraliza algo tan elemental como el derecho a la expresión. Si ellos creen que esto es suficiente para convertirse en la lápida de un ejercicio que no es sino simple y sencillamente la transmisión de conocimientos al paso de los siglos, de una práctica o expresión que arraigó en nuestro pueblo, mismo que forjó, con sus usos y costumbres el que hoy es un legado en riesgo de extinción. Y me refiero a la TAUROMAQUIA, ese término que parece ofender y agredir las buenas conciencias que pueda exhalar aún ese engendro de mil cabezas conocido como «change.org»

   Nos asiste la razón y con ella, estaremos ondeando el estandarte que decidimos empuñar en aras de una defensa legítima por y para la TAUROMAQUIA, pretendiendo a favor suyo, elevarla al nivel de patrimonio cultural e inmaterial en la Ciudad de México, y en consecuencia, de ser posible, con la suma de voluntades que en estos momentos nos es vital, con una declaratoria para todo el país.

CDMX, 19 de agosto de 2022.

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CUANDO EL RITUAL SE TRASTOCA…

   Por: José Francisco Coello Ugalde

Este será un análisis duro y reflexivo al mismo tiempo.

   Cuando el ritual se trastoca es posible percibir que el orden de los factores sí afecta el producto, lo altera, lo manipula hasta hacer de aquel teorema una simple y lamentable miseria.

   Y cuando uno está convencido de que la tauromaquia debe ser protegida como espécimen en extinción, y ve uno a todos sus mercaderes abusando de ella, ¿qué ganas nos quedan por hacer una labor de salvamento cuando son aquellos que se encargan de ahogarla, de destrozarla capricho a capricho?

   La plaza “México” se ha convertido en la víctima y el abuso se ha vuelto cotidiano, denominador común de sus auténticos enterradores.

   Percibimos que la autorregulación se ha empoderado de todo cuanto sucede en ese gigantesco foro. Se han fijado unos precios estratosféricos que no se corresponden con el espectáculo ofrecido. La autoridad de la autoridad simplemente no existe y si está ahí, es porque se trata de un objeto decorativo, sin estela alguna, por consecuencia de autoridad. Con sorteos amañados, ganado que no se recibe debidamente por el conjunto todo de las “autoridades”, y ganado que en muchos casos no se trata de toros, sino de novillos. De lo permisivo de celebrar un festejo sin la presencia del inspector autoridad, ni de un veterinario reconocido. De ignorar la presencia de una cuadra de caballos en forma y no equinos débiles. De no contar con un conjunto de cabestros apropiado para arropar a aquellos ejemplares devueltos por alguna causa a los corrales. Tendidos que son a su vez, cervecerías, bares y cantinas, por donde pululan sin control vendedores de toda especie de bebidas, antojitos y postres. Carteles en papel que ya no se imprimen y que solo aparecen virtualmente. Pasillos en la plaza de los que se han apoderado otros tantos negocios, pero destacando eso sí, con notoria presencia, los sonideros que no saben de los decibeles ni de cuando empieza o termina el festejo allá adentro. El casino parece ser la joya de la corona… En fin, cuando el ritual se trastoca y todos quieren abusar de la fiesta en su sentido más realista y peyorativo, quien no aparece por ninguna parte es el reglamento taurino ni la comisión taurina, ni la autoridad en su conjunto y cuando todo ese aquelarre, ese caos se desborda, ¿qué hacer por la fiesta, por su anhelada e intocada pureza? Si en ello nos va la vida a un manojo de idealistas que creemos inocentemente en su preservación, qué decir de todas estas muestras, con las que se viene llenando y apestando el otrora coso mayor de Insurgentes, antigua caja de resonancia, plaza que daba y quitaba, sólo por el afán y la complicidad de unos cuantos, capaces de prostituirla sin más propósito que el aparente desarrollo, en condiciones normales, de una fiesta pero no de un espectáculo y mucho menos de un ritual.

Ciudad de México, 4 de febrero de 2022.

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¿DEBEMOS PEDIR PERDÓN SI NOS GUSTAN LOS TOROS?

Por: José Francisco Coello Ugalde 

  Como cierre de fin de año, es costumbre un balance de lo hecho y no. En los toros esto no es la excepción. 2021 no fue más que un ensayo ante lo poco permitido por una pandemia ya posicionada para continuar en 2022.

   La cantidad de festejos celebrados en México no fue proporcional a las expectativas esperadas, por lo cual se pudo percibir un nulo efecto de la mercadotecnia como factor influyente y atractivo, dirigido a un sector que espera y ha esperado novedades; y no réplicas del más de lo mismo.

   El espectáculo carga por sí mismo con una estela de usos y costumbres que si no se ponen al día –sin afectar el valioso contenido de arraigo-, termina por vérsele con disgusto e indiferencia. Sobran voluntades, pero falta creatividad para ganarse la confianza de un público que espera mejores resultados. Creo y he creído que alrededor del espectáculo se ha formado una serie de atractivos que, por sí mismos “venden” y publicitan su pervivencia. El aficionado es paciente, pero su reacción más radical en cuanto no ve resultados concretos es irse de las plazas y ese abandono es, en buena medida, parte y peso de una nostalgia que, como bucle genera sentimientos encontrados apuntando hacia la consoladora y recurrente frase de “todo tiempo pasado fue mejor”.

Rapto de Europa, por Tiziano.

   Por lo tanto, en este aquí y ahora es de suyo importante pensar en el futuro de la fiesta, forjado por sólidas columnas construidas de pasado y presente, legitimados por una larga estela de episodios cargados lo mismo de leyenda que de certidumbre o incertidumbre. De otra manera no podría tolerarse el estado de cosas en que es convertida frecuentemente por unos cuantos, que se aprovechan de su nobleza.

   El tiempo reciente y el que está por venir, están acelerando un presente que, si no se adapta a sus dictados, es posible un deterioro natural, más que provocado en el espectro taurino, el cual parece no enterarse de esa evolución que, como un tsunami, se viene produciendo un oleaje capaz de llevárselo todo, salvo aquello que esté dispuesto a conservar una sociedad cada vez más resiliente; ya no tanto al confort, sino a la supervivencia sin más.

   Estamos siendo empujados por un cataclismo natural y provocado: el cambio climático. La fiesta de toros mostrará cuán resistente habrá de ser frente a sus adversarios, pero también frente a su propio destino. Y cierro aquí la apreciación con una cita planteada por el autor español Víctor Lenore (Soria, España, 1972), incluida en el reciente trabajo Lo que el 20 se llevó, cuando apunta: “Hoy debes pedir perdón si te gustan los toros, un espacio popular no higienizado por el neoliberalismo ni atractivo para las campañas de publicidad de corporaciones tipo Movistar”. Y es que en su “Bailamos juntos o morimos solos”, colaboración incluida en la edición de Cal y Arena, abre diciendo, al respecto de sus percepciones sobre lo que ha significado la pandemia:

   “La música popular es el arte más plebeyo (léase el más democrático). [Léase o entiéndase como sigue: “Los toros, como espectáculo popular, es el arte más plebeyo (también el más democrático]. Se puede brillar en ella sin tener apenas cultura, como confirma el hecho de que abundan los ídolos semianalfabetos. Se puede analizar con herramientas académicas, pero es más importante intuirla o conocerla por la vía del empape. Muchas veces nos golpea más fuerte estando ebrios que cuando escuchamos sobrios; también nos agita con mayor fuerza cuando andamos psicológicamente rotos que cuando nos sentimos enteros. Por supuesto, se puede disfrutar por ser inadaptados sociales; de hecho, nos agarramos a ella con mayor intensidad cuando sufrimos situaciones de pobreza, exclusión y marginalidad”.[1]

   Todos esos síntomas parecen ocurrir invariablemente en los toros, y ese consuelo o esa idea nos queda para entender de mejor manera tal apreciación, que es tan próxima e inmediata a la propia música popular.

Ciudad de México, 30 de diciembre de 2021.


[1] Carlos Velázquez y Alonso Pérez Gay, Coordinadores. Jorge Carrión, Guillermo Fadanelli, et. al.: Lo que el 20 se llevó. Universidad Autónoma de Nuevo León, Editorial Universitaria UANL, Nexos Sociedad Ciencia y Literatura, S.A. de C.V. y Cal y arena, 2021. 183 p.

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BENDITA LOCURA…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Si en estos precisos momentos, tuviese oportunidad de ser empresario taurino, y formar el cartel de triunfadores de la temporada inmortal, pondría sin duda alguna a José Laurentino Rodríguez “Joselillo”, Amado Ramírez “El Loco”, Rodolfo Rodríguez “El Pana” y a Valente Arellano, con ocho ejemplares bien presentados de… Zacatepec, por ejemplo.

   Los novillos estarán a la vista del público en los corrales desde el viernes, así que los aficionados podrán convencerse de que se trata de una auténtica corrida de toros. Y como lo ha prometido el responsable de este evento, los boletos a la venta tendrán un único precio en los tendidos numerados, así que quien desee estar en una barrera o un primer tendido, lo hará pagando un módico precio y disfrutará del espectáculo como los que también puedan adquirir su boleto en sol y sombra general, donde se augura un lleno hasta el reloj.

   Estos cuatro personajes, al cabo del tiempo, fueron capaces de mostrar sus virtudes y sus defectos, y en conjunto, lograron colocarnos (al menos, a través de la evocación o del sueño) en la orilla de nuestro asiento cada vez que desplegaban el capote, o se armaban de la muleta mientras “tragaban” embestidas de aquellos ejemplares que tuvieron a bien o mal enfrentar en tardes decisivas, ya de triunfo delirante, de rotundo fracaso o del sinsentido.

   Novilleros que nunca habíamos visto partirse el corazón de esa manera, aspirantes a matadores de toros frenéticos, pagados de sí mismos, echándose al público a la bolsa con aires de suficiencia. Capaces fueron de arrancar en pasadas tardes, olés cantados por multitudes arrebatadas, fuera de sí. Temporadas como esas no se dan con frecuencia. Es más, resultan ser como una bocanada de aire fresco, mismo que vino acompañado de diversas erupciones, todas ellas fuera de control. He ahí cuando se puede afirmar que la fiesta ha recuperado sus niveles de grandeza, distantes de aquellos largos periodos de perezosa uniformidad en donde no se augura la presencia de una auténtica figura del toreo, por lo que no queda otro remedio que esperar la siguiente temporada para encontrarse quizá con un “chalao” repentino o alguien que se le acerque apenas a los talones de José, Amado, Rodolfo o Valente que dejaron una estela difícil de ser superada en el espacio infinito de los aromas nuevos, distintos, troquelados con arte y técnica diferentes y no salidos del mismo molde o cortados por la misma tijera, simplemente nuevos, deseosos de recuperar los repertorios más novedosos creados para la capa, las banderillas o la muleta, buscando afirmar la sentencia de Juan Belmonte: “Se torea como se es”; o aún más por la rotunda expresión de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”.

   Pero ha llegado hasta aquí Rafael Gómez “El Gallo”, fumando y mascando su inseparable habano, y nos ha puesto una vez más frente a la realidad más desnuda por la que pasa el toreo en estos momentos al decirnos: “Que lo que no pue ser, no pue ser… y ademá… e imposible”. Y así, en medio de esa cortina de humo, parece que salimos este domingo anhelando, una vez más a toda costa, alcanzar la gloria de aquellos que legaron, con su alarde torero lo que ya resulta inalcanzable y nos obliga de nuevo a la larga espera.

   Todo esto es una locura, bendita locura, me dije de nuevo, al abandonar la plaza, mientras subía por una de las escalinatas que, en medio de una penumbra a la que ya nos tiene acostumbrados la empresa –en minúsculas- como para atizar y hacer sangrar más la herida.

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LA TAUROMAQUIA MERECE SU CONSERVACIÓN.

EDITORIAL.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Hoy, 12 de octubre se recuerdan a partir de un solo hecho, las diversas circunstancias que arrojó la consecuencia del discutido episodio del “descubrimiento”, “encuentro”, “encontronazo” o “invención” de América. A 528 años de aquel hecho polémico, se rememoran –a favor o en contra-, todos los significados que el mismo arrojó y sigue arrojando y seguirá haciéndolo, de acuerdo a la postura que cada una de las partes siga manteniendo vindicando o reivindicando factores propios de conquistadores y conquistados.

En ese sentido, “La caída de Cristóbal Colón”, que escribe Hermann Bellinghausen, parece tener todo el filo que corta y evidencia de un solo golpe toda la desmesura ocasionada a raíz del episodio aquí analizado. Es más, el retiro de la estatua de Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma para su “restauración”, evita las amenazas abanderadas por los opositores que defienden a la parte ofendida, misma que sigue ahí, en los genes de nuevas generaciones las cuales reavivan lo que produjo aquella “casualidad” o “causalidad” en la historia. Por tanto, conviene traer hasta aquí, íntegro ese texto para que se sepa cómo se reflexiona, desde la sensatez tal circunstancia.

Ciudad de México. El 12 de octubre de 2020 pudo ser el día que cayera Cristóbal Colón de su pedestal en el Paseo de la Reforma. Las autoridades capitalinas prefirieron adelantarse al derribamiento anunciado durante la movilización anual que de un tiempo a esta parte sustituye al Día de la Raza, que ya nadie se atreve a conmemorarlo así. Los distinguidos Caballeros de Colón (apodados por la plebe resentida como las Mulas de don Cristóbal), una élite de ultraderecha que dominaba las festividades guadalupanas y colombinas, fueron borrados de la escena. En el calendario cívico, el descubrimiento de América cedió paso al eufemístico encuentro de dos mundos.

La revuelta se había iniciado y no tenía reversa. Contra todo pronóstico antropológico, político o demográfico, los pueblos originarios del continente recuperaron voz y presencia. Mejor dicho, ganaron una voz y una presencia que nunca antes habían tenido.

Aunque la transformación en la conciencia colectiva de los llamados indios (indígenas, nativos americanos, aborígenes, pueblos originarios) databa de antes –en algunos casos, como en la región andina, de la década de 1930–, la fecha de quiebre es 1992. Los fastos por el Quinto Centenario de la corona restaurada y los afanosos gobiernos hispanoamericanos se cebaron ante un despertar continental sin precedente, que el 12 de octubre de ese año se manifestó en Quito y San Cristóbal de Las Casas con un nuevo impulso: el de la reivindicación colectiva de la América profunda.

En Ecuador los pueblos sacaron arcos y flechas. En Chiapas, los mecates y los marros. En la vieja Ciudad Real, la conmemoración indígena rescribió la Historia. Los indios ariscos espantaron a la población ladina y el gobierno los miró con desprecio. En una acción que fue percibida como excesiva, un grupo de manifestantes mayas derribó la estatua del conquistador y genocida Diego de Mazariegos.

La recuperación de la memoria comenzó a exhibir a los grandes conquistadores como lo que fueron, unos asesinos. Colón el primero (o sus esbirros), y si él no fue el peor es porque le faltó el tiempo que tuvieron de sobra los españoles y portugueses que lo siguieron. Tiempo después se sumarían holandeses, franceses e ingleses a cual más de despiadados.

Como el imperio romano prueba mejor que nadie, la Historia la escriben los vencedores. Eso no salva de la decadencia y la derrota a los imperios, así pasen muchos años. Para las sociedades dominantes del hemisferio, los indígenas siguen siendo un inconveniente mal resuelto, pero las estatuas caen como los bolos a últimas fechas, así como los descubridores tumbaron ídolos y templos en su momento. Esto habla no sólo de un despertar, sino de una pérdida del miedo. La caída de Mazariegos en la plaza de Santo Domingo retumbó un año después cuando el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional ocupó San Cristóbal y otras plazas.

En América entera el arrebato indígena ya no se detuvo. La nueva conciencia permitió ver al fin como crueles asesinos a los héroes del hombre blanco, fueran Andrew Jackson o los generales Roca y Díaz. La literatura, de Ercilla a Borges, cayó de pronto en el lado equivocado. En México la Revolución originó una suerte de vicaria reivindicación con el indigenismo institucional, académico y literario, más cercano a la lástima y el ánimo sepulturero. El genocidio, aun si lento, nunca se fue, y sigue agazapado en las paternalistas buenas intenciones de López Obrador, que se parecen a las de Echeverría, que se parecían a las de Cárdenas, que se parecían a las de…

Esta mentalidad ya caducó. Al menos para los sectores más conscientes y libres de la indianidad americana. De Canadá a Chile la herida crece y el clamor también. Las estatuas de los esclavistas, los exterminadores y los pacificadores van cayendo, una tras otra, al basurero de la Historia.

Fierros viejos, nostalgia pálida, vergüenza mal disimulada en los intentos criollos de pedir perdón y demandarlo al Viejo Mundo, resultan inútiles disculpas sin correlato con la realidad medio milenio después. Más allá de los reyes cuestionados y los pontífices interpelados, la victoria de los pueblos se prolonga en su vida sostenida y la recuperación de la memoria. Como desafío urbanístico y a la ley y el orden, las estatuas seguirán cayendo. Se han convertido en otro escenario del debate político. Donde puede, el Estado las defiende, pero en manos indígenas la Historia de América está en radical remodelación.[1]

Pero aquí no para esta historia. Era necesario tener un telón de fondo para establecer, una, entre muchas razones de lo que aquello significó en términos de herencia en la rica muestra de historia cotidiana. Me refiero a la tauromaquia que en la actualidad alcanza ya los 494 años de presencia intermitente en el mestizaje producido por el que luego fue un largo proceso de colonización, y donde –como ya sabemos-, algunos territorios americanos hicieron suya aquella expresión hasta hacerla pervivir en estos primeros años del siglo XXI.

Sin embargo, al presentarse la pandemia y toda la desolación que ésta produce y seguirá produciendo en términos, sobre todo económicos, y cuya normalización o cierta estabilidad tomará, según algunos expertos un largo periodo de diez o más años, ello afecta también ya no digo al territorio, sino al nicho taurino que sobrevive en nuestro país de una otrora manifestación popular que permitió, en diversas épocas de su recorrido, contar con figuras y hechos trascendentes. De ahí que la consecuencia se vea inscrita en un amplio despliegue de literatura que vino ocupándose de ello en diversas épocas.

Sin embargo, hay otros dos registros que no quisiera pasaran por alto, sobre todo en un momento, el de la mayor incertidumbre que tiene la humanidad toda, aunque destinados a poner en valor significados de vigencia o supervivencia detentados por y desde el toreo, que no pasa por ahora, por sus mejores momentos.

Antonio Casanueva, colaborador en el portal “AlToroMéxico.com” presenta el perfecto estado de cosas habido en una actividad en línea, que concentró a diversos actores o activistas en pro de la tauromaquia, hecho convocado por las autoridades zacatecanas en un ciclo cultural. De esto, se desprende la siguiente reseña:

Intelectuales y tauromaquia.

Cuando en el ambiente taurino reinaba el pesimismo debido a la pandemia, «Zacatecas, Tierra de Toros» organizó un ciclo cultural virtual que ha provocado profundas reflexiones sobre el pasado, presente y futuro de la tauromaquia. El simposio digital reunió intelectuales de distintas especialidades –filosofía, managment, veterinaria, antropología, estudios novohispanos, historia y letras clásicas–, pero con una pasión en común: La fiesta brava.

Me explicaba don Horacio Reiba, uno de los pensadores poblanos más importantes de la actualidad, que el arte interpela y mueve con mayor vigor una mente educada y alerta que otra que sólo se deje impresionar superficialmente. Por eso, como lo demostró «Zacatecas, Tierra de Toros», es posible observar académicos que, en sus ratos de ocio, dedican su inteligencia a profundizar sobre un arte efímero que es combatido cada día desde más frentes.

Un intelectual es alguien que realiza una reflexión crítica sobre la realidad y comunica sus ideas con el objetivo de influir y mover a la sociedad. El factor clave para considerar a un pensador (científico, filósofo, escritor o artista) como un intelectual, es el grado de compromiso con la realidad de su época. Jean Paul Sartre decía que intelectual es el que se mete donde no lo llaman.

Coordinados por el periodista Juan Antonio de Labra, los doctores Julio Fernández, Fernanda Haro y François Zumbiehl utilizaron sus amplios conocimientos académicos para hacer un análisis y provocar un llamado que puede resultar transformador para la tauromaquia del siglo XXI.

   Fernanda Haro hizo un recorrido histórico por el antitaurinismo y explicó que, sin detractores, no sería posible la fiesta brava. Y es que las corridas de toros son un arte tan intenso que lo mismo provoca la emoción sublime, que una aguda repulsión. A los pesimistas, aquellos que creen que la pandemia acabará con los toros bravos, la doctora de Haro les dijo que esta no es ni con mucho la mayor crisis que ha vivido la tauromaquia. El espectáculo taurino ha evolucionado y se ha fortalecido gracias a las dificultades y al diálogo con los antitaurinos.

Ante este llamado, el doctor Julio Fernández presentó los resultados de años de estudios científicos que tienen como propósito mejorar los aspectos fundamentales de la lidia. Ante la sensibilidad de la sociedad actual, las corridas de toros requieren evolucionar y para ello el doctor Fernández propone la modificación de los utensilios en la corrida de toros.

Y así como el peto que se coloca a los caballos desde 1928 coadyuvó a la evolución del toreo moderno, la utilización de materiales y técnicas más actuales (por ejemplo, la nanotecnología) en la manufactura de la divisa, puya, estribo de la montura de picar, banderillas y espada, permitiría no sólo una mayor emoción, sino favorecer al toro durante su lidia.

La mente clara y elocuente del doctor François Zumbiehl, nos hizo entender porque Francia se ha convertido en uno de los más importantes epicentros taurinos de la actualidad. Ante una sociedad que intenta humanizar a los animales, pensadores como Zumbiehl han hecho entender a los franceses que la tauromaquia defiende los valores grecolatinos y judeocristianos. Y por eso se llenan las plazas en Arles, Bayonne, Béziers, Céret, Dax, Nimes y otras ciudades de Francia donde la población acude, sin traumas, a emocionarse con los valientes que crean belleza arriesgando su vida ante una bestia.

El sociólogo norteamericano Amitai Etzioni explicaba que el papel de los intelectuales es cuidar de falsas suposiciones colectivas que sostienen los ciudadanos. Los académicos –como se vio en el Ciclo Cultural Virtual de «Zacatecas, Tierra de Toros»– pueden contribuir a renovar, reconstruir, imaginar un espectáculo taurino evolucionado que, fincado en sus valores y en la tradición, innove y se adapte.[2]

Pues bien, a lo anterior debo sumar otro testimonio que no tiene desperdicio. La suma de sus contenidos, demanda un serio análisis para saber o conocer qué será del futuro inmediato de la fiesta de toros en México, asunto que, como muchos otros factores es motivo de la profunda crisis por todos conocida. Sin embargo, a esa dimensión sin escala, debe sumarse la que ya venía siendo notoria en el espectáculo mismo, de ahí nuestra profunda preocupación en saber si se tendrán garantías de un futuro, sin más. En ese sentido, me refiero a la columna “¿La fiesta en paz?”, cuyo responsable es el buen amigo “Leonardo Páez”, quien tuvo la deferencia de conversar con un colega, el historiador Jesús Flores Olague, y que, para que quede constancia de ese diálogo, este aparece a continuación:

¿Qué oferta de espectáculo atraerá al gran público? Sobran toros con edad, faltan toreros con intensidad y empresas imaginativas.

Leonardo Páez.

Si los estadios serán reabiertos a 30 por ciento de su capacidad, ¿qué espera el monopolio taurino para empezar a reabrir sus plazas, acostumbrado como está a soportar pobres entradas?, se pregunta el doctor en historia Jesús Flores Olague, y agrega: “Ya hemos visto cómo se entiende en España la reconstrucción de la fiesta, pero anunciar a Ponce, Morante o El Juli, difícilmente va a atraer al gran público y menos a un público joven, carente de formación taurina pero aún dispuesto a emocionarse con algo más que tauromaquias desgastadas”.

-¿Qué fórmulas pueden atraer a un público que ya antes de la pandemia se había alejado de las plazas?

–Pues las que partan de una reflexión honesta y a fondo de los propios taurinos, renuentes siempre a cuestionar y a modificar una añeja estructura probadamente defectuosa que se olvidó de la relación fiesta de toros y sociedad, o del obligado vínculo entre toros, toreros y público. Si de verdad se quiere un futuro saludable para la fiesta, es urgente un revulsivo, modificaciones radicales en los criterios de las empresas para obtener resultados favorables y sostenibles, no sólo para sus utilidades cortoplacistas sino para el reposicionamiento de la rica tradición taurina de México.

–Ganaderos y toreros no…

–El silencio de los sectores es revelador de esos vicios y su pasividad, alarmante. ¿Ganaderos y toreros cuándo van a pronunciarse a favor del público? En los primeros le falta bravura y emoción a sus productos, y en los segundos escasea el coraje y la disposición a rivalizar. La comodidad se instaló en las mentalidades precisamente por la falta de públicos exigentes y de autoridades comprometidas. Es imperativo motivar y acicatear a la aletargada torería nacional, hoy conformista y desmotivada ante un sistema inequitativo, en extremo cerrado y, repito, de espaldas al público, como si a éste se le hiciera un favor sin derecho a rechazarlo. Urgen toros y toreros que emocionen, no que diviertan.

“Revelador de este sistema –añade el también doctor en letras– es que en Zacatecas, mi tierra, no haya habido una empresa capaz de aportar a la fiesta una figura del toreo gracias al sistemático desaprovechamiento de toreros, desde Chucho Ruiz, prometedor y malogrado novillero en los años 40, pasando por el fino Paco Rivas, en los 80, que toreó en la Plaza México, en Madrid y Sevilla, hasta Jorge Delijorge, Antonio Romero y Platerito. Ello es todavía más censurable si se toma en cuenta la rica tradición ganadera de bravo en el estado.”

–Anunciar al malagueño Saúl Jiménez Fortes…

–Los dos carteles de noviembre en la Monumental de Zacatecas, con el valeroso pero aquí desconocido Fortes, enfrentando Piedras Negras y José Julián Llaguno, revelan criterios poco imaginativos, por no decir perversos, si pretenden reanimar la fiesta. Ese ganado, que conserva bravura intemporal y que ni de broma enfrentan los que figuran, requiere toreros más puestos. Fortes es el pundonor y la valentía, pero le ha faltado cabeza para estar en la cara del toro. Se duerme en las suertes, se recrea tanto en ellas que no se repone y le pierde la distancia a los toros. No es sólo ponerse cerca, sino estarlo sin resultar cogido. Esa es la tauromaquia que emociona, pero disminuir la sangre no va a atraer nuevos públicos; aumentar la emoción, sí. Ahora, si no hay emoción estética delante de un toro que trasmite peligro evidente, entonces la fiesta ya no tiene caso –concluye Flores Olague.[3]

Concentrados aquí todos los componentes de esta conocida realidad, vayamos a entender la forma o manera en que podrían actuar algunos reactivos, mismos que deberán aparecer en tiempo y forma cuando la circunstancia recobre su normalidad. Veamos.

Mientras por un lado, existe un grupo plenamente identificado como sector pensante que abona en pro de la tauromaquia, y que su papel o su quehacer sigue y seguirá siendo diseminar todo cuanto entraña el toreo como expresión, en aras de su pervivencia, por otro se tiene a un callado sector que no ha puesto ni siquiera una lanza en Flandes, o es que apenas ha habido algunos que se han declarado incompetentes para resolver el problema (y más que esto, la cruda realidad que se avecina). Por tanto, de las empresas firmes aún no hemos escuchado emitir siquiera, ya no digo una declaración sino un obligado posicionamiento en cuanto a su sentir y su pensar en estos momentos.

Como se sabe, el ganado sigue pastando y seguirá siendo una actividad perfectamente controlada por sus criadores, de ahí que se garantice edad y no remedos o eufemismo de toros. Si las empresas quieren reactivar un espectáculo que no les garantiza mucho, a falta de figuras, o porque las que siguen en el candelero ya no tienen tampoco el poder de convocatoria, es necesario por tanto, poner en marcha un operativo del que podrían obtenerse resultados efectivos que, acumulados en una, dos o hasta tres temporadas serían motivo suficiente para contar con este o aquel prospecto en la novillería o también como matadores de toros.

La clave, y no se descubre el hilo negro, es celebrar cuantos festejos “económicos” sea posible, para poner en actividad a los que se quedaron a la espera de oportunidades y que aún pueden dar señales de establecer una declaración de guerra. Y desde luego, para otro tanto sector de chavales que andan por ahí, dispersos, pero que no desaparecen, sea el momento preciso para impulsarlos y esperar de ellos, como de una cosecha vulnerable, pocos, pero buenos frutos.

No haría falta sugerirles más a las empresas que esto, por ahora, en el entendido de que tendrá que ser una prueba que supere las pésimas entradas de los más recientes años en plazas de toros, en la posible reactivación de una tauromaquia “minimalista” para entender que no solo es poner en práctica “ad nauseam” el limitadísimo bagaje taurino, que es aún más nutrido que lo que muchos piensan o llevan a la práctica. Se requiere también de un factor indispensable: la naturalidad, pero el deseo infinito de aspiración para alcanzar el grado suficiente que se necesitaría para liderar, figurar y ser visto y entendido como una figura del toreo en toda su dimensión.

La “meseta”, ese término tan de moda que establece en los gráficos la forma en que se aplana la curva de riesgo por contagio, y que puede ser vista y entendida como un comportamiento uniforme, no es deseable en estos momentos para el que tendrá que ser, el arranque de una actividad que, como muchas, será en condiciones muy vulnerables. Sin embargo, vale la pena experimentar. Ahora bien, si de esto no surge alguna reacción, la que sea, pero favorable al mismo tiempo, ese se convertirá en lo inmediato en el asidero del que dependa el futuro taurino de México.

Nadie, hasta el presente puede garantizar una reactivación, pero ello se convierte también en el reto a encarar en un tiempo que cada vez se acerca más a la normalidad… Después de esta, ¿qué vendrá a continuación?

12 de octubre de 2020.

[1] Disponible en internet, octubre 12, 2020 en: https://www.jornada.com.mx/ultimas/cultura/2020/10/12/la-caida-de-cristobal-colon-hermann-bellinghausen-3076.html

[2] Disponible en internet octubre 12, 2020 en: http://altoromexico.com/index.php?acc=noticiad&id=37966

[3] Disponible en internet octubre 12, 2020 en: https://www.jornada.com.mx/2020/10/11/opinion/a08o1esp

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Ansiamos una plaza llena…

    El actual episodio que vivimos, nos orilla entre el inmenso tiempo sobrante, a hacer lectura o relectura, a buscar todos aquellos títulos en que quisimos vernos reflejados o incluso, tener la oportunidad de escribirlo. Tan importante como necesario es que por esta sola circunstancia, aumente en forma inconmensurable el nivel de lectura de nuestro país, donde los registros más recientes nos llevan a entender que puede haber persona que en un año sólo lea un libro. Además, y dadas las ventajas tecnológicas, no importa el dispositivo, es que tendría que haber lectores en potencia como nunca antes. Espero que así suceda, pues no hay pretexto alguno para abandonar ese propósito y conviene, como ahora lo comparto, encontrar libros que además de todo, provoquen un toque conmovedor en nuestro estado de ánimo, que cautiven y causen esa capacidad de asombro de la que hemos sido despojados tras el golpe contundente de la pandemia.

He leído y releído El pozo de la angustia, obra de la primera madurez del célebre José Bergamín, que pareciera haber salido de lo más hondo de un alma franciscana. Página a página es una delicia y toca las fibras más sensibles, al punto del estado de gracia. Es en esencia, el antecedente de La música callada del toreo, pues aborda en tanto emocionada circunstancia, el arrebato de lo bello que por efímero, es suficiente razón para dejarnos la tan anhelada impronta que luego, en latentes episodios se asoma una y otra vez a lo largo de nuestra vida.

Y describe cada tempo con frases o ideas concretas que, por su brevedad dan idea de hacia dónde Bergamín quiso ir en búsqueda de afirmaciones. Una de ella plantea que “Los sentimientos –decía nuestro cristianísimo Unamuno– son pensamientos en conmoción”, así, sin más.

Y luego, en afanes de contraste va hacia lo “trágico –también lo cómico- [que] es estar lleno de vacío. La máscara sola no está nunca vacía, sino llena de su vacío. Y en este sentido es el hombre persona o máscara, porque es determinación o definición de un vacío. Del vacío, de la vanidad del mundo en él. Pues en él y por él existe el mundo. Esta es la tragedia del hombre: ser o parecer máscara expresiva de un total vacío. Mas, entonces, el hombre no será persona dramática, sino trágica. Y también cómica”. Y se pone de lado con la muerte en simple y clara condición al reflexionar que “el tiempo no es la muerte. Ni su medida”. Y aún más: “Hacer tiempo, hacer memoria, hacer historia, es sencillamente vivir. Pero vivir ante la muerte, frente a la muerte, y contra la muerte”.

Y en algo que parece la sola razón de aforismos comienza con este que plantea “unas almas se purifican al arder y otras se consumen”, al que le sigue este otro: “El eco de esa voz llega ahora hasta nosotros con la interrogante metafísica del alemán Heidegger, que desde el fondo oscuro de su sima profunda nos la tiende como consecuencia secular de vivas corrientes del pensamiento: -¿Por qué ser, y no más bien nada?” que tiene respuesta con este otro: “¿Hay en la existencia del hombre un temple de ánimo tal, que le coloque inmediatamente ante la nada misma” –pregunta Heidegger; para contestarnos que sí, que ese temple del ánimo existe; que se trata de un acontecimiento posible, aunque raramente se dé, aunque solamente se realice por breves momentos: ese temple de ánimo radical es la angustia.” En tal sentido “Por eso la existencia está siempre más allá del ser. Por eso lo trasciende” que se apoya en “Este estar sosteniéndose la existencia en la nada, apoyada en la recóndita angustia, es un sobrepasar el ser en total: es la trascendencia”, de ahí que “el ser es, por esencia, finito, y solamente se patentiza en la trascendencia del existir como sobrenadando en la nada”. En concreto, “la verdad no es una razón, es una pasión” y es que “No hay nada menos razonable que la verdad ni más verdadero para el hombre que perder su razón por ella.”

Cada idea, cada frase, cada “aforismo” venidos de tan gozosa lectura, parecen describirnos gracias a la afortunada memoria, esos momentos trascendentales que alcanza la maravilla del toreo hasta quedar prendados de lo más emotivo que significa presenciar, tarde a tarde, el milagro de una verónica, o de ocurrir, todavía más, la ya desaparecida pero no por ello recuperada “larga cordobesa”, lance de los más apreciados, y que tarde a tarde se quedan en el arcón del recuerdo, con lo que no queda más remedio al evocar a “Frascuelo”, Gaona o al “Calesero”, como si se tratara de un episodio imposible de interpretar.

En este retorno a la época misma de crogmanones o neandertales, con la sola ventaja de que nos entendemos gracias al idioma, al raciocinio. Y de que la sociedad toda se ha vuelto igualitaria, en espera de que nunca más suceda un conflicto bélico, también el toreo se encuentra en absoluto derecho a conservar su esencia, la misma que acentuó Bergamín gracias a sus puntuales apreciaciones. Él, que venía de una España trágica, la del toreo en su etapa primitiva, y la de un país sumida en el conflicto de la guerra, son suficientes razones para esbozar que la tauromaquia se encuentre en derecho a su preservación. Al culminar la segunda década del siglo XX, superó aquella circunstancia de unas prácticas en que los caballos fueron víctimas y con esa especie se produjo una matanza inútil, despiadada. Sin embargo, al poner en funciones el peto protector, el toro enfrentaba un nuevo modo de demostrar su fortaleza acudiendo en mínima proporción, a tres puyazos (los demás, venían por añadidura, en demostración cabal de bravura, casta y fortaleza). Acudía, como lo sigue haciendo, a tres encuentros (cuando esto es posible, por lo menos en México, a sabiendas de una suerte bien realizada). A esto sigue el tercio de banderillas, donde como lo ha establecido la costumbre, al ser colocadas, crean un estado donde se crecen al castigo. Y luego, en culminación a ese proceso, se desarrolla una faena en que el torero aprovecha tales virtudes para rubricar, tal cual lo establece el propósito del sacrificio –junto a los usos y costumbres que conserva la tauromaquia- con una estocada que eleva a niveles heroicos al torero o lo reduce a esa nada que nos ha referido Bergamín mismo si se produce el desacierto. Ante esa profunda representación efímera, todavía hay voces que se oponen rotundamente a su puesta en escena. Demasiado existe alrededor de ese misterio como para detenerse y cuestionarlo en la forma en que, al menos ocho naciones conservan un legado con fuerte arraigo cultural y simbólico, de acuerdo a lo que cada una significa en su historia misma.

Nadie de quienes intervienen en un festejo, hasta donde es posible apreciar, lo hace con intenciones deliberadas de maltrato o tortura, pues se sigue un patrón fundado en antiguo ritual en el que se sintetiza el contexto de su desarrollo. Reprochamos, en todo caso una mala actuación, pero no el despropósito de que quieran contribuir alterando su pureza.

   Desde esa perspectiva, sin más propósito que justificar su presencia, el “quite” de José Bergamín viene muy bien como motivo de defensa. La fragilidad a que se ha visto sometida la humanidad toda desde que comenzó 2020 de triste memoria, ya provocó, como no lo hicieron guerras ni tampoco ninguna diferencia entre las naciones lo que no imaginábamos. Superar tal estadio se convertirá en el mayor desafío de esta y las siguientes generaciones hasta recuperar el nivel de equilibrio congruente con los tiempos por venir.

Raúl Dorra, quien dejó un largo legado en la teoría literaria, y como un argentino universal, abierto, que no era taurino, pero respetaba esta expresión decía que la pasión colectiva, patología que se hace presente en las plazas de toros en los momentos de mayor intensidad “por definición es un exceso, un desborde [que] sigue el llamado de la profundidad del ser. Y en esa profundidad, el sacrificio es un elemento primordial”.

“Por lo que sé, en el ruedo no se mata por matar, no se mata por deporte o diversión. Se mata precisamente para no diversificar, para que la atención no se vierta fuera sino para que quede retenida en ese punto oscuro, inevitable. Se va en pos de la muerte para hacerla el momento de un estremecimiento central. Es una muerte profundamente erótica, de un erotismo espectacular. El sacrificio ceremonial, en todas las culturas, siempre ha sido un espectáculo, una mostración de lo misterioso en la que se reúnen lo erótico con lo tanático. Se trata de una muerte por representación. El que se sacrifica, el que es sacrificado, está ahí en lugar de otro, de un colectivo cuya vida se quiere preservar. Una muerte que también es una redención”.

“Mentiría si digo que he seguido la polémica entre taurinos y antitaurinos, apenas la conozco de oídas. Pero me asombra el escándalo en torno al sacrificio cuando nuestra cultura, como toda cultura, está fundada sobre el sacrificio. Seamos o no creyentes, nuestra cultura es cristiana y ella se asienta sobre el sacrificio del Hijo, sacrificio que se renueva en cada misa donde se come y se bebe –es verdad consagrada para el creyente- la carne y la sangre del Cristo. ¿O habrá que prohibir también las ceremonias religiosas? Sería interesante pensar en la posibilidad real de una cultural totalmente laica, pero esa posibilidad –en la que pensó por ejemplo Bertrand Russell– está aún lejos de nosotros”.

Así que en este aquí y ahora, amparados en el cambio radical que ha producido la pandemia, donde pensamientos, teorías y reflexiones tendrán que adecuarse a los tiempos por venir. Mientras tanto, queremos una fiesta viva, entendida hasta por todos aquellos que se opusieron o siguen oponiéndose bajo la ideología antiespecista la cual considera que el animal es igual al hombre, que en nada ofende el sentido pragmático que detenta, esperando una conciliación de las teorías antropocentrista y biocentrista que son el origen del conflicto, primero. Espiritual o sacrificial después, como auténtica realidad, que sintetiza en una tarde siglos de integración, y nos lleve a entender la lucha por la vida y por la muerte, sin ofensa alguna de los contrarios que se enfrentan desde hace muchos siglos, para conseguir gracias a la fortaleza del toro, y gracias también a los ingredientes técnicos y estéticos del torero, apenas la dosis suficiente de emoción o de tragedia surgida en tan sublime combate.

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EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

I

   Corría el mes de septiembre de 2019. En aquel entonces, el Presidente de la República, Lic. Manuel Andrés López Obrador, en una de sus conferencias “mañaneras”, tras escuchar la pregunta de alguno de los periodistas allí presentes, respondió que el asunto o destino de la tauromaquia tendría que someterse a consulta. Eran días también en que se celebraba en la ciudad de Tlaxcala el II Coloquio Internacional sobre Tauromaquia, el cual tuvo como fondo central una nueva afirmación de argumentos relacionados con el valor que, en tanto legado o patrimonio tiene esta expresión milenaria. Evidentemente, todos quienes participamos, concentramos en el “Pacto de Tlaxcala” nuestro posicionamiento en los siguientes términos:

Sr. Lic. Andrés Manuel López Obrador,

Presidente Constitucional de los

Estados Unidos Mexicanos.

Los abajo firmantes, respetuosamente nos dirigimos a usted con objeto de plantear un asunto que consideramos no solo relevante, sino también preocupante dada la naturaleza de su origen.

Sabemos de antemano, que es un convencido del legado que la figura pública y política de Benito Juárez ha marcado en usted. Y que la sola frase por el pronunciada, de que “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, es paradigma fundamental en su gobierno.

A pregunta expresa hecha el pasado 5 de septiembre, en su acostumbrada conferencia en Palacio Nacional, se le planteaba la posibilidad sobre si los toros deben prohibirse o no. Su respuesta fue plantear que el punto se someta a una “consulta” popular, lo que significa también, poner en riesgo, en caso de suceder una votación adversa, que la tauromaquia quede sujeta a desaparecer.

Por tal motivo, y a continuación, deseamos mostrar un claro posicionamiento que proviene de la afortunada reunión de un grupo de aficionados, pero también de especialistas y profesionales, en la ciudad de Tlaxcala, presentando aquellos argumentos que, desde nuestra perspectiva, consideramos como elementos que justifican una clara defensa para conservar debidamente este patrimonio. Resultado de lo anterior, es la siguiente declaración del

PACTO DE TLAXCALA.

Nosotros taurinos, fundados en el derecho de la libertad, manifestamos que el patrimonio cultural de la tauromaquia, es una expresión que se integró a la vida cotidiana de nuestro país, alcanzando cerca de 500 años de convivir entre nosotros.

A lo largo de casi cinco siglos, es y ha sido parte de la cultura popular, y de que siendo resultado de un evidente mestizaje entre dos culturas –europea y precolombina-, ha conseguido integrarse en diversas poblaciones de nuestro territorio, maridaje que está vivo hasta nuestros días.

Su presencia ha permitido crear entornos naturales, como la ganadería cuyo sustento hoy día es la ecología y la biodiversidad. Que solo en ese rubro, es fuente de trabajo para unas 60 mil personas, entre otros aspectos que redundan en una derrama económica favorable, sin dejar de mencionar otro sinnúmero de asuntos que favorecen la dinámica en este patrimonio.

De someter al espectáculo taurino en todas sus representaciones a una consulta popular, ello vulnera en principio, lo establecido por la Convención para la salvaguarda del patrimonio cultural, documento que emitió la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas), el 17 de octubre de 2003, mismo que plantea lo siguiente:

  1. a) la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial;
  2. b) el respeto del patrimonio cultural inmaterial de las comunidades, grupos e individuos de que se trate;
  3. c) la sensibilización en el plano local, nacional e internacional a la importancia del patrimonio cultural inmaterial y de su reconocimiento recíproco;
  4. d) la cooperación y asistencia internacionales.

Por otro lado, e igual de importante es:

-Que el alma de los pueblos que es su cultura, no se prohíbe, se defiende, se conserva y se protege.

-Que ninguna autoridad puede prohibirla válidamente, y mucho menos invocando una legitimidad basada en dudosas consultas.

Y aún más. Un elemento cultural, incluso por ser minoritario, no puede ser descalificado como tal, ni sometido a voto alguno, pues en ese caso se utilizaría un supuesto proceso democrático como instrumento de censura cultural.

Por lo tanto, invocando el sentido de madurez que recae en los destinos que, como Presidente de México nos plantea, conduciendo al país por los senderos de la prosperidad, conviene una reflexión donde se imponga un razonable sentido para proteger esta clara manifestación cultural, en el entendido de que no es, ni por asomo, cuanto se argumenta en su contra, sino que se constituye y representa como un profundo proceso ritual, de honda tradición milenaria, suma de aportaciones legadas por diversas culturas, las de oriente y occidente. Y que luego, a partir de 1526 se materializan aquí, se integran y se enriquecen con valores y elementos que provienen de una compleja consecuencia, derivada del proceso de conquista, hace ya 500 años.

Superado el trauma, pero sobre todo asimilada e integrada aquella experiencia, el mestizaje surtió efecto y el toreo, entre otros aspectos fue integrado y hecho suyo por el espíritu de nuestros pueblos que hasta hoy lo conservan y mantienen como propio.

Apelamos respetuosamente, con objeto de que, sin necesidad de esa alternativa en la que una simple votación elimine o pueda eliminar una tradición; por el simple hecho de respetar la opinión de las mayorías, esto podría sentar un claro precedente donde también otros aspectos de la vida cultural en este país, queden condenados al mismo racero.

Creemos firmemente que el poder no existe. Se crea.

   Desde la ciudad de Tlaxcala, septiembre 6 de 2019.

 II

   Hace apenas unos días (justo el 14 de mayo anterior), en idénticas circunstancias, el actual vicepresidente español, Pablo Iglesias, en inoportuno y deliberado oportunismo, volvió a la carga con su acostumbrada postura antitaurina, y con esa frase –que intento fuese demoledora- de que “A mi no me gusta y me incomoda enormemente que se reivindique como una práctica cultural a proteger algo que no puedo evitar ver como hacer mucho daño a un animal en un espectáculo para que disfrute gente”.

Pues bien, a resultas de lo anterior, lo correcto sería no responder a tan privilegiado asunto en el que, aprovechando la desescalada, y volviendo a subir al estrado principal en el estamento político español, le argumento lo que sigue:

La presente crisis ocasionada –como usted sabrá, por la pandemia del coronavirus- que, a nivel mundial padecemos, dejará una larga estela de consecuencias, mismas que tardarán años en recuperar la “estabilidad” a la que estábamos acostumbrados. Por tanto, es un buen momento para reflexionar y equilibrar ese todo. Evidentemente el factor económico será el primero por atender. Una secuela terrible se impondrá como ese daño colateral que nadie desea pero será inevitable.

Tomando en cuenta todo lo anterior, la cultura en su conjunto, deberá ser revalorizada. En ese sentido, una expresión como la tauromaquia, bien organizada en sus estructuras, podrá salir adelante. Conviene dejar pasar lo inestable de este 2020, y retomarla en 2021 para lo cual deben ponerse en marcha, mecanismos que hagan posible su presencia y su vigencia, tomando en cuenta el paso de la tradición y el de su esencia, intocados de mejor manera, pero ajustando tales elementos a los tiempos por venir.

En ese mantenerla, pero también ese depurarla, habrá que considerar todos aquellos elementos que le causaron daño, perdiendo certeza y credibilidad. La corrida de toros es ante todo, un ritual, que no debe perder nada de lo que la hace majestuosa, inigualable. Incluso, y sin la garantía de conservación que perece por parte de la UNESCO misma, ya es un auténtico patrimonio cultural inmaterial en el que la comunidad toda debe defender responsablemente, siempre bajo la rotunda carga de circunstancias que tocan su pervivencia milenaria o secular. Al tratarse de un ritual en el que se vinculan intensamente la vida y la muerte, esto no puede entrar en conflicto con una colectividad que se opone, en la teoría y la práctica, a su desarrollo. Si el argumento es “maltrato animal”, esto debe quedar claro al largo proceso donde su puesta en escena cobra una intensidad que pocos espectáculos poseen. Sus tiempos, sus pasos están encaminados de manera armónica a la culminación del acto sacrificial, del holocausto, por vía de un conjunto de factores hacia la consagración. Por tanto, nosotros los taurinos, tenemos absoluta certeza de que en ese particular despliegue de circunstancias, ocurren de manera incomparable cada uno de sus cuadros.

Vendrá el momento de definir cómo habrá de transitar de aquí en adelante. En realidad, los ajustes son mínimos (poner los ojos en el reglamento taurino, por ejemplo) e intensificar su presencia bajo el principio de una digna conservación. La historia, la estética y otras especialidades serán necesarias para fortalecerla en todo momento, aunque no debemos caer en las debilidades, ni tampoco en el coqueteo de los lugares comunes que acaban por ponernos en evidencia.

La suma de voluntades, del “todos a una” deberá ser la respuesta contundente, homogénea y sensata para una nueva época del toreo. Recuerdo, sólo como dato complementario, que, en 2026 se cumplirán 500 años de toros en México, conmemoración de la que esperamos una grandiosa oportunidad para demostrar cuán importante ha sido la presencia de este espectáculo ya, como un legado, un patrimonio.

México, mayo 21 de 2020.

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LO INABARCABLE EN UNA CORRIDA DE TOROS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Son tiempos de reflexión y esto permite acercarnos a diversos asuntos que nos conciernen como seres humanos. Es posible que cambien muchos hábitos, formas de interrelación social, pero a ello, debe sumarse todo lo que significa acercarse de nuevo a nosotros mismos.

   Solo en el curso de estos últimos cinco meses, hemos visto el derrumbe de estructuras y superestructuras (sobre todo las económicas o laborales, a las que se suma la enorme evidencia de fragilidad con que muchos gobiernos pretendían mantener la de salud pública). Esto es, se encuentra ante nosotros un auténtico “Partenón” en el que yacen los escombros que exhiben el grado de deterioro que una pandemia, como la que seguirá con otros síntomas y que ya trascienden, nos obliga pensar y repensar lo que vendrá, sin eufemismos. Lo único que necesitamos es una realidad ante la que nos enfrentaremos, y donde lo demás, vendrá por añadidura.

   Por eso, cuando volvemos la mirada al desarrollo de un festejo taurino, encontramos tantos valores –de la vida o de la muerte-, que se sintetiza en, al menos las siguientes afirmaciones.

   Una de ellas corresponde a la frase que pronunciara el célebre músico Gustav Malher al afirmar que la “Sinfonía es como el universo, porque lo comprende todo”.

   Esta otra, corresponde al recordado Edmundo O´Gorman, maestro de varias generaciones de historiadores quien señalaba:

   Tampoco las corridas de toros son para juego; también en ellas anda muy mezclada la muerte. Mas ¿no es justamente Heidegger quien ahora nos habla en acentos de moderna filosofía del “correr hacia la muerte” como paradigma de la actitud de quien se decide a vivir con autenticidad su propia existencia? Y no se crea que se trata de un símil superficial y gratuito; veamos la cosa de cerca para desengañarnos.

   Enseña y descubre el filósofo en esa parte de más alta tensión de su libro donde analiza la muerte, que la autenticidad en el modo de ser obliga, en definitiva, a una actitud en conformidad al verdadero sentido de la muerte en cuanto que es ella la posibilidad suprema que, incluida ya en la existencia, es dueña de ella en todo momento. El hombre debe optar entre divertir su atención de esta única y verdadera meta, o bien tenerla fija en ella, aceptando con resolución inflexible su destino hacia la nada. Vivirá inauténticamente quien, huyendo de la muerte que él es, elija lo primero; auténticamente quien se decida por lo segundo. Sólo este último será quien conquiste en toda la plenitud dable al hombre la “libertad ante la muerte”, pues que actuará a lo largo de su vida de acuerdo con la revelación de haberse comprendido como “ser que muere”. Sin embargo, advierte Martin Heidegger que esto no implica que el hombre del vivir genuino trate de realizar esa suprema posibilidad, pues de ese modo, cometiendo el suicidio, la aniquilaría del todo como posibilidad, lo que equivale a no afrontarla. La actitud auténtica, pues, se resuelve en una permanente espera del morir; es un vivir en presencia de la muerte, anticipándola, pero a la vez sin hacer nada por realizarla. Describe Heidegger a esta actitud, que es el heroísmo inmanentista de más subidos quilates, diciendo, según reza la traducción de José Gaos, que es un “correr hacia la muerte”. Y está muy bien dicho, porque no se trata de alcanzar la muerte, sino de ir tras ella, y en ese ir o correr está la decisión en que se finca la autenticidad de la vida. Pero dígaseme ahora si no es esto, precisa y muy precisamente, lo que simboliza la fiesta española de los toros. para el hombre auténtico heideggeriano, las cosas de la vida, que es un estarse muriendo, no tiene significado permanente y substancial. Sin embargo, no hay que rechazarlas, hay que hacerlas con gracia y como jugando en serio. La vida, para él, como para el torero, está compuesta de lances o de suertes que en sí no son nada, pero que en ellos les va a quien en ellos andan, nada menos que la vida misma. Sin la constante presencia de la muerte la vida carecería de sentido; lo propio acontece en el toreo. Jugar para morir es la definición de ambos. El matador de toros simboliza al hombre en presencia de su fin. Reducido a sí mismo, inerme, debe estar solo el torero sin más que el puro ardid de la razón, simbolizada en la capa y la muleta, para que su soledad nos diga que, como dice el filósofo, “nadie puede morir en lugar de otro”. Solo, en efecto, debe entrar en la suerte, y una vez entrado en ella, es decir, en la vida, si es torero, clavados los pies en la arena y fija la mirada en la inminencia de su fin, debe afrontar con firme resolución de no moverse du destino inexorable. Mal torero es, sin embargo, aquel a quien prende su enemigo. Ponerse en trance de muerte, correr tras ella, tal es la esencia, tal el secreto de la misteriosa fascinación que tienen las corridas de toros, símbolo a la española de lo que debe ser en el orden de la inmanencia la autenticidad de la vida. Proponemos, pues, para definición técnica y precisa de la inautenticidad, aquella castiza frase de “sacarle la vuelta al toro”, que eso y ya muy de viejo y siempre, es lo que ha significado.

   Junto a las catedrales y sus misas, las plazas de toros y sus corridas. ¡Y luego nos sorprendemos que a España y los suyos de este lado nos cueste tanto trabajo entrar por la senda del progreso y del liberalismo, de confort y de la seguridad! Muestra así España, al entregarse de toda popularidad y sin reservas al culto de dos religiones de signo inverso, la de Dios y la de los matadores, el secreto más íntimo de su existencia, como quijotesco intento de realizar la síntesis de los dos abismos de la posibilidad humana: el “ser para la vida” y el “ser para la muerte”, y todo en el mismo domingo.[1]

   Esta larga cita, la de un historicista convencido, nos deja ver primero, que “la historia es vida”, como él lo planteaba y lo defendía, a capa y espada. En otros términos, pone en confrontación y ante la realidad, el dilema de la vida y la muerte, donde el telón de fondo es ni más ni menos que la corrida de toros. Palabras e ideas de peso, como pocas.

   La otra, casi un aforismo, es de José Alameda:

Un paso adelante, y puede morir el torero. Un paso atrás, y puede morir el arte.

   En ellas, se decanta el significado que para el aficionado significa aceptar la presencia evidente y natural de un ritual, el que comprende el sacrificio y muerte del toro, con su carga de siglos a cuestas y un cúmulo ancestral de razones identitarias, que le son consubstanciales a dicha representación en cuyo fondo, se encuentra la crudeza, colmada de técnica y arte, donde dos fuerzas se enfrentan de manera absoluta, y donde una de ellas resulta vencedora. Ese cuadro ha representado para muchos un símbolo de tortura y maltrato animal.

   Sin embargo, si nos atenemos a todos los códigos que se concentran en el desarrollo del ritual –no olvidemos esa razón-, es cuando esa mirada se aleja y no comprende el principio elemental en el que el hombre hubo de necesitar la domesticación y también el cuidado de aquellas razas animales, o especies vegetales que sirvieran como forma y fondo para su supervivencia, en pertinente equilibrio que llega hasta nuestros días.

   Es cierto, el toreo en sus diversas etapas, tuvo que superar otros tantos estadios, evolucionar y alcanzar ese grado con el cual, se adapta a tiempos como los de nuestros días, en los que, nuevas ideas implicadas con el neoliberalismo, la globalización y demás filosofías, se encuentra permeada de todo aquello que signifique lo pertinente o no, y en este caso, del destino que puede darse o aplicarse a razas animales a quienes, desde la bioética se les ha considerado como seres sintientes.

   Si la del toro de lidia fuese una más, es probable que la matanza al interior de un rastro, no signifique más que el fin de un proceso rutinario. Con lo anterior, de lo único que se trata es impulsar un elemento sustancial, desde sus más hondas raíces, que garantice la celebración, una vez más de ritual tan intenso.

   Y el ritual, también puede entenderse como holocausto o sacrificio, que nos lleva a entender, porque por lo menos así lo creemos acercándonos a su muy peculiar desarrollo, que sucede en un espacio abierto, y donde toda su intensidad deslumbra, conmueve y emociona también.

   Así que, en este volver al principio de todas las cosas, cuando la humanidad retorna al punto cero, ese que había olvidado, es bueno recordar que en ese todo, la corrida de toros o la tauromaquia en su conjunto, es la summa de una experiencia no solo secular, sino milenaria.

   Poco más adelante, en esta misma y considerable columna de “Editoriales”, ofrezco otra lectura complementaria, que lleva como título: ¿TIENE FUTURO EL PASADO TAURINO DESDE NUESTRO PRESENTE?, aunque viendo como pinta la nueva realidad, creo que tendremos que adaptarnos a sus nuevas condicionantes, de aquí en adelante, sobre todo si entre nuestra propia comunidad, la que se declara como la de los taurinos, pretendemos salvar o recuperar el sentido y significado de la tauromaquia.

8 de mayo de 2020.


[1] Edmundo O´Gorman, Crisis y porvenir de la ciencia histórica. México, Imprenta Universitaria, 1947. XII-349 p. 342-6.

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UNA CRISIS A VENCER: EL CORONAVIRUS FRENTE A LA TAUROMAQUIA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

I

Es bueno pensar en estos momentos, sobre el que será el nuevo estado de cosas en cuanto la situación mundial primero. Nacional luego y taurina después se encuentren con realidades hasta ahora no previstas. Ya nada será igual, pues factores como el de la economía se van a ver absolutamente devastados y su recuperación, en medio de recesiones y limitaciones será muy lenta.

No se trata de un fenómeno más. Su dimensión global causará, como ya sucede, una afectación irreversible. Al calentamiento global o el inicio de una guerra por el agua y otros componentes, ahora se suma la pandemia del COVID-19. Así que, la humanidad toda tendrá que afrontar una cruda realidad si no pretende liberarse de todos estos efectos.

Una economía quebradiza será resultado de todo esto, por lo que tendrán que ponerse en marcha nuevos y más agresivos esquemas de recuperación. Así que, en lo taurino, ya nada de lo que hasta hace unos días era hacer uso de sus propias estructuras y formas de actuar, no podrán aplicarse, salvo si se pretende salvar una tradición o un patrimonio que con esto aún será más difícil.

Y si la tauromaquia ya mostraba síntomas muy claros de deterioro, la presente crisis mundial podría desaparecerla.

Créanme, no estoy pensando con el pesimismo como consejero, sino con la más cruda realidad por lo que viene.

Tres años bastaron para que la “gripe española” causara sus efectos letales, ocasionando una pérdida humana irreparable (50 millones de personas murieron a causa de aquel virus), como lo fueron también las dos guerras mundiales. Ahora, nos preparamos para tiempos difíciles y lo prioritario es que se adopten todas las medidas sanitarias, pero también las económicas, políticas y laborables que garanticen posibilidades de un mejor porvenir.

Todos prevemos una condición final al asunto con demasiada vulnerabilidad. Sin embargo, el sector taurino tendrá que replantear seriamente una digna recuperación basada en el estudio y aplicación de medidas que no van a ser inmediatas. Tomará tiempo, quién sabe cuánto, y cuyas respuestas serán a mediano y largo plazo.

El colapso mundial se ve venir, y no soy catastrofista, simplemente veo y percibo la realidad tal cual es, y de ello no podrá evadirse nadie. Todo será posible como lo advertía líneas atrás, si se aplican las medidas de restauración y estabilización más inmediatas. Incluso agresivas, si antes el efecto posterior a la pandemia no nos sorprende.

La humanidad, en su conjunto tiene ya una tarea responsable que poner en práctica. Y en cuanto a la que será o podría ser una nueva época en el toreo, de eso dependerá la actuación de todos y cada uno que pretendemos su pervivencia. Ahora mismo, y con esto termino, no hay nada claro. Su presencia en lo histórico es sólida y de ello, el trabajo para estudiarla en ese sentido es muy rico, por lo que no abandonaré el compromiso. De ahí que se garantice su investigación y difusión hasta donde las condiciones lo permitan.

II

El pasado 19 de marzo, la Asociación Internacional de Tauromaquia, encabezada por el ganadero Victorino Martín, y en este caso por la Junta Directiva y el Equipo Jurídico, emitieron un claro posicionamiento denominado “La fiesta de los toros y el coronavirus”.

La Fiesta de los toros y el coronavirus

   En dicho documento, están expuestas las condiciones actuales –que de ese día 19 a hoy, 24 de marzo se han complicado aún más-. Allí se plantean los escenarios provocados por la pandemia que ha puesto a la humanidad toda en un predicamento y una complicación sin precedentes.

Mencionan la suspensión de los ciclos feriales y lo que ese solo factor implica. Pero también establecen posturas elevadas por los actores del sector taurino: empresarios, ganaderos, toreros, cuadrillas de picadores y banderilleros; así como de las corporaciones (ayuntamientos, comisiones taurinas y estamentos oficiales) y aficionados. En esos términos, concluye el documento:

La Tauromaquia es el segundo espectáculo de masas de España. Su actividad genera abundantes recursos a las arcas del Estado, además de ser uno de los más genuinos elementos culturales de la identidad de este país, que motiva a millones de turistas a incluirla entre sus destinos predilectos.

   No nos queda duda que la Tauromaquia va a sobrevivir a la crisis del Coronavirus, pero esto solo se alcanzará, satisfactoriamente, con la cooperación de todos los sectores.

   Las partes implicadas deberán abordar la situación privilegiando la negociación, la mediación y la conciliación, con las ideas claras en cuanto a que se impone un nuevo y especial trato en las relaciones que rigen el sector, ante las actuales circunstancias.

   De lo anterior, esperaríamos una réplica de todos los “estamentos taurinos” mexicanos, con objeto de que allí se establezcan panoramas claros sobre su mirada, pero sobre todo saber qué medidas podrán ser las mejores en cuanto la pandemia deje de tener efecto y las actividades, a todos los niveles, comiencen a normalizarse.

Me queda claro, y lo apunto una vez más, que la economía, y las condiciones ofrecidas para entonces, será el único y gran inconveniente por resolver. Las medidas tomadas en las tres escalas en cada uno de los países afectados, llevan a su población a puntos de aislamiento y cuidado primero. Pero también en riesgo respecto a lo inseguro que es hoy recuperar fuentes de trabajo. En nuestros días, el 57 % de la población mexicana está basado en la economía informal. Si llegado el momento en que la vida recupere de nuevo su pulso, y ese porcentaje se incremente en forma notable, esto será un factor riesgoso que el estado tendrá que atender debida y contundentemente, antes de que pueda presentarse un escenario lleno de complicaciones.

La tauromaquia mexicana, de estabilizar su ritmo, tendrá que fijar métodos y medios contundentes, apropiados y puestos al día, procurando garantizar su reactivación. La fiesta conserva unos elementos tradicionales que hacen de ella una expresión muy particular. Por lo tanto conviene que los conservemos en su mayor pureza posible, pero usándolos debidamente en las nuevas, contundentes y eficaces medidas que deberán ponerse en marcha, tan luego quede superada la crisis de la pandemia provocada por el coronavirus. De no ser así, el toreo tendrá que entrar en una etapa depresiva total.

Ciudad de México, 24 de marzo de 2020.

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HABLA LA MEMORIA…

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

El autor en 2019. Fotografía de Óskar Ruizesparza.

Este año serán 10 de que el blog APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS (https://ahtm.wordpress.com/), se puso en marcha, con objeto de divulgar la mayor cantidad posible de información histórica, acompañada de diversas herramientas que escalan su radio de influencia, lo cual se traduce –y cuando escribo estas notas-, en 1857 entregas.

Los avances galopantes de la tecnología y sus solos mecanismos de operación, condenaron al blog en su conjunto a desaparecer, desplazarse, marginarse y mudarse de esta a otra plataforma digital. Sin embargo, ha sido posible mantener su presencia, lo que permite garantizar la continuidad, quedándonos claro a quienes lo construimos cada día, que su vigencia tendrá que ser revalorada y no perder por tanto su cobertura que posee en tanto medio vinculado a las nuevas propuestas digitales.

El tema, como razón de ser en su presencia es la tauromaquia, motivo de fuertes cuestionamientos surgidos de una abierta y explícita respuesta a la cuarta revolución industrial, al fenómeno actual de influencias ejercido por el neoliberalismo y la globalización, así como por el solo hecho del cambio de actitud radical reflejado por la sociedad (no siempre toda) y su forma de pensar, desde el momento en que los avances tecnológicos de información y comunicación (la computadora, la internet –portales, blogs y nanoblogs-, el teléfono celular) estuvieron al alcance del ciudadano común. Ello ha permitido acceso a la información plural, participación activa en grupos homogéneos y articulados, así como la cercanía a realidades, sin más.

Por todas esas razones, conviene comentar que en mi calidad de historiador e investigador en todo aquello relacionado con los toros (incluyendo otra línea de investigación, sobre la historia de la electricidad en México); así como de literatura en general: Es mi deber informarle al lector que a continuación, adjunto un archivo PDF en el cual se detalla obra publicada desde 1987 y hasta 2019, y en lista aparte, los trabajos terminados y los que se encuentran en proceso.

OBRA TERMINADA y PUBLICADA_JFCU_1987-2020

Actualmente realizo labores de “desmantelamiento” en mi equipo personal, con objeto de organizar y presentar el todo de mi obra, la cual alcanzará en 2027 lo que ya considero como “50 años honrando la escritura”. Además, ese ejercicio tendrá por objeto hacer entrega de tal archivo a diversas instituciones académicas (soportado por las asociaciones civiles a que pertenezco), con objeto de que pase a formar parte del material de consulta, pensado para las futuras generaciones. Sus comunidades encontrarán tres fondos:

-Historia de la tauromaquia en México;

-Historia de la electricidad en México, y

-Literatura en general.

…Lo anterior significa el resultado de todo mi trabajo, que quedará en expresión digital. De ese modo, escritos, iconografía, índices y otras herramientas estarán en posibilidad de acceso libre, con la certeza del buen uso dado a los mismos.

A continuación, presento al lector la relación de obra que actualmente se encuentra publicada, terminada (pero sin publicar) y aquella otra en proceso en datos muy generales.

TAUROMAQUIA EN MÉXICO.

1.-Catálogo general de obra (1977-2020), que consta de tres trabajos: catálogo, obra publicada y reconocimientos.

2.-Blog “APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS (2010 en adelante), el cual reúne, hasta el momento, 264 carpetas, de las cuales provienen 1857 entregas.

3.-Colaboraciones para el portal “AlToroMéxico.com”, publicadas desde febrero de 2016 a la fecha, que suman cerca de 200.

4.-Serie: CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO y OTRAS NOTAS DE NUESTROS DÍAS, la cual consiste en alrededor de 40 libros, y cuyo contenido –en cada uno- es de aproximadamente 100 artículos, ensayos o textos destinados al análisis de la tauromaquia.

5.-Serie: Iconografía. Este rubro comprende carpetas, catálogos y demás asuntos relacionados con imágenes (en todos sus soportes), piezas de bulto o registros sonoros. Actualmente, debe tener concentrados más de cien mil documentos.

6.-Serie “Biografías”. Entre otros personajes en proceso de elaboración, se encuentran:

-Ponciano Díaz Salinas

-Artemio de Valle-Arizpe y los toros

-Luis G. Inclán

-Julio M. Bonilla

-José Alameda

-Domingo Ibarra

-Jesús “El Ciego” Muñoz

-Juan Silveti Mañón

-Manuel García Santos

-Vicente Oropeza

-José Bergamín

-Renato Leduc

-Roque Armando Sosa Ferreyro

-Luis Spota

7.-Serie: “Conferencias, ponencias y disertaciones”. (Registro y concentración de las 100 presentadas desde 1985 y hasta 2019).

8.-Serie “500 años de Tauromaquia en México”.

9.-Temáticos

-Las mojigangas: aderezos imprescindibles y otros divertimentos de gran atractivo en las corridas de toros en el mexicano siglo XIX.

-Ilustrador Taurino Mexicano (Varios tomos).

-Galería de toreros mexicanos de a pie y a caballo. Siglos XVI-XIX.

-Galería de toros famosos. Siglo XIX y hasta 1946.

-Galería de suertes a pie y a caballo, practicadas entre los siglos XVI al XIX y que hoy, una gran mayoría de las mismas se encuentran en desuso.

-Galería de carteles (Siglos XVIII, XIX y primera mitad del XX).

-Galería de la prensa taurina en México. Siglos XVIII y XIX.

-Galería documentada sobre plazas de toros que funcionaron en la ciudad de México –y algunas de sus provincias-, entre los siglos XVI al XIX.

10.-Recomendaciones y literatura, con los siguientes títulos:

-La pasión de los toros…, según san Mateo.

-Tesis de maestría en Historia. La prohibición impuesta a las corridas de toros en 1867.

-Tesis de doctorado en Historia. Historia de la ganadería de Atenco.

-Tesis de doctorado en Bibliotecología y estudios de la Información

…al que leyere… Historia de la ganadería de Santín.

-Tratado sobre la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI en ocho tomos.

-Lecciones de historia y estética taurina mexicana.

-Historia taurina de la ciudad de Celaya (Guanajuato). Siglo XVI a nuestros días. 2ª ed.

-Las nuestras. Tauromaquia mexicana con toque femenino. Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días.

-Fiestas de toros, juegos de cañas y alcancías… Introducción, estudio y reproducción facsimilar a la obra escrita por María de Estrada Medinilla en 1640, con motivo de la recepción al virrey Marqués de Villena en la ciudad de México.

-José Guadalupe Posada en los toros. Cronista de la imagen.

-Historia de la cirugía taurina en México. Siglos XVI-XXI. 2ª ed.

-Miniaturas Taurinas (Varios tomos).

-Relaciones de sucesos. Análisis documental de festejos donde fueron incluidos los taurinos en el curso del virreinato.

-Cine y toros. (Varios tomos, acompañados de una importante concentración de imágenes cinematográficas digitalizadas).

-Efemérides taurinas novohispanas, del siglo XIX y parte del XX.

-Glosario y diccionario taurino.

-Revelando imágenes taurinas mexicanas.

-Editoriales.

-Del anecdotario taurino mexicano (Varios tomos).

-De figuras, figuritas y figurones.

-El arte… por el arte.

-Museo galería taurino mexicano.

-Historia de la caricatura taurina en México.

-A toro pasado.

-Un día en la vida de… Ponciano Díaz Salinas.

-Charrería y tauromaquia. Tauromaquia y charrería: dos caminos, una causa.

…y otros títulos que quedan pendientes de relacionar en estos diez rubros.

   Todo lo anterior representa hasta el momento, entre obra publicada o en proceso, alrededor de 250 libros.

Ciudad de México, 16 de marzo de 2020.

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¿TIENE FUTURO EL PASADO TAURINO DESDE NUESTRO PRESENTE?

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Esta imagen es la summa de todo cuanto pretende la colaboración que hoy se publica en este blog. Fotógrafo, Lucien Clergue. La fotografía fue seleccionada por la antigua agencia UPI, en 1967 como una de las mejores en aquel entonces. Col. digital del autor.

Procuro como historiador, recuperar el pasado en todas sus dimensiones y todos sus valores, a la luz del presente. Esa es una de las principales obligaciones de quien pone atención en los hechos pretéritos y les da su toque de realidad siempre con la congruencia como aliada ideal. Pero ¿y el futuro?

Esa prospectiva, siempre necesaria, nos refiere un destino incierto que todos los seres humanos tenemos claro en nuestros destinos, y luego el de los pueblos. Por ejemplo, el reciente impacto que viene ocasionando el cambio climático genera y está generando movimientos sociales que no solo es un conflicto sujeto a una discusión (que ya es global), sino que entre otros, una niña, la célebre sueca Greta Thunberg ha levantado la voz, clamando sobre todo lo que viene o puede venir si no se toman las medidas necesarias para contenerlo e incluso, con todo el esfuerzo que ha de ponerse para tan urgente recuperación, procurar mejores condiciones de bienestar para las generaciones venideras.

En ese sentido, quienes nos sentimos parte de un ámbito que caracteriza a la tauromaquia como legado, con todos sus componentes que se han tejido desde tiempos inmemoriales, y que ha llegado hasta nuestros días, no tenemos claro si dicho patrimonio seguirá formando parte en la cultura de aquellas naciones que la han hecho suya. En este aquí y ahora se vive uno de los momentos más críticos debido a ese ataque frontal que ha impuesto un amplio sector de opositores, según los cuales se convierte toda esta expresión en la suma de lo que consideran como auténtica tortura animal.

Evidentemente que sería largo tratar y detallar esa confrontación de siglos, y que hoy, gracias a las nuevas tecnologías de información y comunicación, la cobertura de opiniones, a favor o en contra, encuentra espacios nunca antes previstos. Y esa es una razón de peso para reforzar nuestra postura que permita justificar si el toreo es susceptible de su conservación o desaparición.

Tal dilema nos mantiene en medio de circunstancias donde se establecen condiciones de pervivencia o muerte.

En ese sentido, nuestra legítima defensa se sustenta en todos aquellos elementos de que ha sido integrada dicha manifestación a lo largo de los siglos, considerando esto desde el momento mismo en que el hombre tuvo su primer encuentro con el toro. De acuerdo a los estudios antropológicos más pertinentes, tal circunstancia ocurrió hace unos 23 mil años.

Todo aquel que se considere aficionado a los toros debe saber que, para hacer una defensa legítima de un espectáculo cada vez más cuestionado, es preciso conocer que su permanencia se debe a una serie de procesos cuya integración puede sumar varios milenios. Sociedades primitivas vincularon los ciclos agrícolas concibiendo figuras idealizadas a las que comenzaron a rendir culto. En el bagaje complicadísimo de su andar por los siglos, fue necesario incorporar elementos que, llevados al sacrificio, cumplían con propósitos de celebración, veneración y hasta petición, cuyos fines se ligaban a la obtención de buenas cosechas o buscaban erradicar el mal producido por sequías, inundaciones o plagas.

La caza del toro por el hombre primitivo para aprovechar su carne como alimento, su piel como vestido y más tarde, con el surgimiento de las sociedades agrícolas, como instrumento de trabajo, fue probablemente el embrión de la tauromaquia. Para apoderarse del animal, el hombre debió oponer su habilidad e inteligencia a la fuerza bruta del bóvido, dando origen a ciertas prácticas que podrían ser consideradas como una lidia primitiva. Más tarde, estas prácticas se utilizarían como deporte y como ritos religiosos.

En el sincretismo, la amalgama que esas y otras sociedades tuvieron, ya fuera por expansión de sus dominios, por guerras o esa intensa lucha que las creencias también fueron forjando, permitieron que los pueblos fueran cambiando lentamente sus esquemas de vida, asunto este que permitió, entre otras muchas cosas, expresiones de la vida cotidiana. Es así, que en ese largo proceso además de que el hombre ya convivía con animales y los domesticaba, así también surgieron expresiones que, al cabo de los siglos y de sus necesarias adecuaciones, el toreo encontró espacios de desarrollo sin dejar de incluir aquel elemento originario el que, en su nueva manifestación de rito y fiesta siguió su camino.

Que el toreo despierte pasiones es un hecho. Los componentes que reúne han producido, producen y seguirán produciendo diversos niveles de intensidad en las polémicas, las confrontaciones, el debate que unos y otros han mantenido por siglos. Hoy día, con explicaciones como la que ahora mismo se presenta, se da un paso adelante en el sentido de justificar el porqué de los toros, de ahí la importancia de revalorar sus significados, sin mengua de que nos enfrentamos o podemos enfrentarnos a auténticos juicios sumarios que muchas veces se cierran a la razón, siendo para nosotros la única bandera que ondea en el campo de batalla.

Por todo lo anterior, el uso del lenguaje y este construido en ideas, puede convertirse en una maravillosa experiencia o en amarga pesadilla.

En los tiempos que corren, la tauromaquia ha detonado una serie de encuentros y desencuentros obligados, no podía ser de otra manera, por la batalla de las palabras, sus mensajes, circunstancias, pero sobre todo por sus diversas interpretaciones. De igual forma sucede con el racismo, el género, las diferencias o compatibilidades sexuales y muchos otros ámbitos donde no sólo la palabra sino el comportamiento o interpretación que de ellas se haga, mantiene a diversos sectores en pro o en contra bajo una lucha permanente; donde la imposición más que la razón, afirma sus fueros. Y eso que ya quedaron superados muchos oscurantismos.

En algunos casos se tiene la certeza de que tales propósitos apunten a la revelación de paradigmas, convertidos además en el nuevo orden de ideas. Justo es lo que viene ocurriendo en los toros y contra los toros.

Hoy día, frente a los fenómenos de globalización, o como sugieren los sociólogos ante el hecho evidente ante la presencia de una “segunda modernidad”, donde las reses sociales se han cohesionado hasta entender que regímenes como los de Mubarak o Gadafi cayeron en gran medida por su presencia, o como ocurrió también con los “indignados” (en 2016), con lo que viene dándose en fenómeno de muchos cambios, algunos de ellos radicales de suyo que dejan ver el desacuerdo con los esquemas que, a sus ojos, ya se agotaron. La tauromaquia en ese sentido se encuentra en la mira.

Pues bien, ese espectáculo ancestral, que se pierde en la noche de los tiempos es un elemento que no coincide en el engranaje del pensamiento de muchas sociedades de nuestros días, las cuales cuestionan en nombre de la tortura, ritual, sacrificio y otros componentes como la técnica o la estética que le son consubstanciales al espectáculo para culminar con aquellos “procedimientos”, procurando abolirlas al invocar derechos, deberes y defensa por el toro mismo.

La larga explicación de si los toros, además de espectáculo son: un arte, una técnica, un deporte, sacrificio, inmolación e incluso holocausto, nos ponen hoy en el dilema a resolver, justificando su puesta en escena, las razones todas de sus propósitos y cuya representación se acompaña de la polémica materialización de la agonía y muerte de un animal: el bos taurus primigenius o toro de lidia en palabras comunes.

Bajo los efectos de la moral, de “su” moral, ciertos grupos o colectivos que no comparten ideas u opiniones con respecto a los que se convierte en blanco de crítica o cuestionamiento, imponen el extremismo en cualquiera de sus expresiones. Allí está la segregación racial y social. Ahí el odio por homofobia,[1] biofobia,[2] por lesfobia[3] o por transfobia[4]. Ahí el rechazo rotundo por las corridas de toros, abanderado por abolicionistas que al amparo de una sensibilidad ecológica pro-animalista, han impuesto como referencia de sus movimientos la moral hacia los animales. Ellos dicen que las corridas son formas de sadismo colectivo, anticuado y fanático que disfruta con el sufrimiento de seres inocentes.

En este campo de batalla se aprecia otro enfrentamiento: el de la modernidad frente a la raigambre que un conjunto de tradiciones, hábitos, usos y costumbres han venido a sumarse en las formas de ser y de pensar en muchas sociedades. En esa complejidad social, cultural o histórica, los toros como espectáculo se integraron a nuestra cultura. Y hoy, la modernidad declara como inmoral ese espectáculo. Fernando Savater ha escrito en Tauroética: “…las comparaciones derogatorias de que se sirven los antitaurinos (…) es homologar a los toros con los humanos o con seres divinos [con lo que se modifica] la consideración habitual de la animalidad”.[5]

Peter Singer primero, y Leonardo Anselmi después, se han convertido en dos importantes activistas; aquel en la dialéctica de sus palabras; este en su dinámica misionera. Han llegado al punto de decir si los animales son tan humanos como los humanos animales.

Sin embargo no podemos olvidar, volviendo a nuestros argumentos, que el toreo es cúmulo, suma y summa de muchas, muchas manifestaciones que el peso acumulado de siglos ha logrado aglutinar en esa expresión, entre cuyas especificidades se encuentra integrado un ritual unido con eslabones simbólicos que se convierten, en la razón de la mayor controversia.

Singer y Anselmi, veganos convencidos reivindican a los animales bajo el desafiante argumento de que “todos los animales (racionales e irracionales) son iguales”. Quizá con una filosofía ética, más equilibrada, Singer nos plantea:

Si el hecho de poseer un mayor grado de inteligencia no autoriza a un hombre a utilizar a otro para sus propios fines, ¿cómo puede autorizar a los seres humanos a explotar a los que no son humanos?

Para lo anterior, basta con que al paso de las civilizaciones, el hombre ha tenido que dominar, controlar y domesticar. Luego han sido otros sus empeños: cuestionar, pelear o manipular. Y en esa conveniencia con sus pares o con las especies animales o vegetales él, en cuanto individuo o ellos, en cuanto colectividad, organizados, con creencias, con propósitos o ideas más afines a “su” realidad, han terminado por imponerse sobre los demás. Ahí están las guerras, los imperios, las conquistas. Ahí están también sus afanes de expansión, control y dominio en términos de ciertos procesos y medios de producción en los que la agricultura o la ganadería suponen la materialización de ese objetivo.

Si hoy día existe la posibilidad de que entre los taurinos se defienda una dignidad moral ante diversos postulados que plantean los antitaurinos, debemos decir que sí, y además la justificamos con el hecho de que su presencia, suma de una mescolanza cultural muy compleja, en el preciso momento en que se consuma la conquista española, logró que luego de ese difícil encuentro, se asimilaran dos expresiones muy parecidas en sus propósitos expansionistas, de imperios y de guerras. Con el tiempo, se produjo un mestizaje que aceptaba nuevas y a veces convenientes o inconvenientes formas de vivir. No podemos olvidar que las culturas prehispánicas, en su avanzada civilización, dominaron, controlaron y domesticaron. Pero también, cuestionaron, pelearon o manipularon.

Superados los traumas de la conquista, permeó entre otras cosas una cultura que seguramente no olvidó que, para los griegos, la ética no regía la relación con los dioses –en estos casos la regla era la piedad- ni con los animales –que podía ser fieles colaboradores o peligrosos adversarios, pero nunca iguales- sino solo con los humanos.[6]


[1] Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.

[2] Rechazo a los bisexuales, a la homosexualidad o a las personas bisexuales respectivamente.

[3] Fobia a las lesbianas.

[4] Odio a los transexuales.

[5] Fernando Savater: Tauroética. Madrid, Ediciones Turpial, S.A., 2011, 91 p. (Colección Mirador)., p. 18.

[6] Op. Cit., p 31.

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