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LA “ENCERRONA” DE HILDA TENORIO.

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XXI. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Como ya se sabe, el próximo 15 de mayo, Hilda Tenorio materializará una gesta: encerrarse con seis ejemplares de Brito. Tal aspecto, privativo entre los toreros ha sido, a lo largo del tiempo, una demostración de capacidades en al menos, dos sentidos. Uno, con el que se demuestra el grado de madurez al que puede llegar un matador de toros en su carrera, lo que supone encarar hazañas de tal naturaleza. Y el otro, para corroborar hasta qué punto el estado físico del aludido se encuentra para soportar tamaña responsabilidad. Sin embargo, lo particular del caso es que sea una mujer la que se convierta en protagonista de la que también ya puede considerarse como una efeméride.

   Y es que en nuestro país, la presencia femenina aunque bastante menor, ha tenido capítulos que sumados, pueden convertirse en un compendio de información muy pero muy interesante. Tal es el caso de un trabajo de mi autoría: “Las Nuestras. Tauromaquia mexicana con toque femenino (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días)”, donde en 352 páginas, 30 capítulos y tres anexos intento abarcar buena parte de los registros que la historia ha proporcionado al respecto. Allí se encuentra mencionado el nombre de la primera torera registrada: Ana María de Guadalupe y Nava Castañeda, quien en un documento de 1725, se identificaba asimismo como “Torera”, oficio con que el que aparece tal declaración en unos folios ubicados en el Archivo General de la Nación, aunque no hay más datos al respecto. De corroborarse su protagonismo en algún tipo de celebración o interviniendo directamente en fiestas de toros, ello permitiría entender que la presencia femenina, aunque de alguna manera estaba limitada por razones de género, cabría aquí la confirmación de que la Nava y Castañeda se convierta en la primera torera en la Nueva España, por lo menos a partir de estos registros. Para la época a que me refiero, la práctica del toreo estaba detentada por los hombres quienes, más a caballo que a pie desempeñaban las diferentes suertes que se realizaban por entonces. Casada con un albañil debe haber sido en todo caso el tipo de personaje que intentaba colocarse en términos marginales lo cual no le permitía demasiada libertad de movimiento, misma que se debe haber dado en medio de condiciones rigurosamente fijadas por los estamentos taurinos de entonces. Antes, en 1640, y como una mención especial, hubo otra mujer, escritora, quien escribió una importante obra cuyo título es: Fiestas de Toros, Juego de Cañas, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México (…) año de 1640. En celebración de la venida a este Reino, del Excmo. Sr. D. Diego López Pacheco, Marqués de Villena. Ella, su autora fue Doña María de Estrada Medinilla.

   En el siglo XIX, son varias las mujeres toreras que alternaron en diversas ocasiones con otros tantos diestros. Tal es el caso de Guadalupe Luna Lupe la Torera, Teresa Alonso, Manuela Gómez, Victoriana Sánchez, Dolores Baños, Soledad Gómez, Pilar Cruz, Refugio Macías, Ángeles Amaya, Mariana Gil, María Guadalupe Padilla, Carolina Perea, Antonia Trejo, Victoriana Gil, Ignacia Ruiz La Barragana, Antonia Gutiérrez, María Aguirre La Charrita Mexicana y desde luego las españolas Ignacia Fernández La Guerrita, así como Dolores Pretel Lolita y Emilia Herrero Herrerita. Ambas encabezaron la famosa cuadrilla de Señoritas toreras que levanto furor entre fines del XIX y comienzos del XX.

   No puedo dejar de mencionar a Concha Salata y alguna más, que toreaba por Guadalajara haciéndose llamar María la Torera, esto en la séptima y octava décadas del XIX.

   A lo largo del siglo XX, hay otros nombres: Juanita Cruz, María Cobián La Serranita y también Conchita Cintrón que fueron “ídolos” en su momento. De igual forma, Juanita Aparicio, Patricia Mc Kormick… hasta llegar a nuestros días con Raquel Martínez, Maribel Atienzar, Claudia Belmont, Mónica Serrano… Cristina Sánchez, Mary Paz Vega, Lupita López, Marbella Romero e Hilda Tenorio. Varias de ellas de origen extranjero encontraron apoyo en este país actuando en diversas ocasiones. Hoy, el caso de Hilda Tenorio y luego de revisar las fuentes apropiadas del caso, me lleva a concluir que su próxima reaparición en Tepotzotlán, se convertirá en definitiva, en la primera “encerrona” protagonizada por una mujer. Celebró de antemano este acontecimiento, con lo que nos viene a demostrar la enorme afición que ha consistido en una resistencia que no solo ha sido superar las rehabilitaciones y cornadas, sino el solo hecho de que no ha desistido en su intento de defender a ultranza su “parcela” misma que ahora comprueba con esa actuación en “puerta”. Ya los carteles de tan esperada presentación, comienzan a aparecer por las calles del también considerado “Pueblo mágico” de Tepotzotlán. ¡Suerte matadora!

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   Y qué tal si para cerrar estas notas, un poema de Elia Domenzáin publicado en 2002:

AL TOQUE

 Al toque del clarín de un cielo andaluz,

me transporto elevada sobre cuarenta mil voces

del olé mántrico gritándole a Dios.

 

Al vuelo en el ruedo, las tus luces del terno,

me brindan ilusiones y promesas

de viajar en tu faena.

 

Me tientas,

me burlas,

me seduces,

me dominas

y con los ojos clavados en el fondo del mirar,

me citas a torearme en la danza de jadeos,

me ventilas capotazos airados de estupor.

 

Muda y mansa en la sombra,

brava y tora en el sol,

me someto a tus ojos

sin intuir el puyazo,

ni sospechar la traición.

 

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DE BRONCAS E INCENDIOS EN PLAZAS DE TOROS.

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XXI. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

   Motivo de las notas que hoy ofrezco a ustedes, es el de la siguiente noticia:

EL COLISEO CENTENARIO SUFRE UN INCENDIO_27.02.2016

Disponible en internet, febrero 29 de 2016 en:

http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=25118

   Hace unos días y en medio de circunstancias accidentadas, el moderno “Coliseo Centenario”, ubicado en la ciudad de Torreón, Coahuila, fue blanco de fuerte incendio, resultado de un espectáculo de rodeo cuya puesta en escena si bien fue autorizada para uso de pirotecnia en frío, terminaron empleando fuegos artificiales. Alguna mecha, algún candente trozo de aquella pólvora ardiendo llegó hasta el toldo, siendo suficiente para que en cosa de segundos las brasas se extendieran peligrosas y fuera de control. Por fortuna, y hasta donde se sabe, el desalojo de unas 800 personas ocurrió en forma rápida y ordenada, por lo que no hubo reporte de lesionados.

   Este pasaje de inmediato nos lleva a recordar algunos episodios donde ocurrieron hechos muy parecidos. El primer caso del que se tiene noticia se remonta al año de 1821, en que se sabe que ocurrió un incendio en la Real Plaza de Toros de San Pablo, la que luego en 1823 fue desmantelada. En ese lapso, se puso en funcionamiento otra plaza también conocida como Plaza Nacional de Toros, quizá porque se ubicaba en el centro de la entonces recientemente nombrada Plaza de la Constitución. Ambas, como era costumbre, fueron armadas con madera. De ahí su condición de “efímeras”. [1] Son escasos los datos sobre la segunda, aunque hay un cartel, que nos remite a la corrida efectuada el domingo 15 de agosto de 1824.[2] Sin embargo, casi un año atrás, el jueves 3 de Julio de 1823, según nos cuenta Carlos María de Bustamante:

   (…) Se está echando abajo la plaza de Toros, de orden del Gobierno, porque se denunció una conspiración, en cuyas operaciones horribles entraba como la primera a incendiar esa enorme montaña de madera.[3]

   Respecto a algunos datos de la Real Plaza de toros de San Pablo me encuentro con un dilema: en 1815 se reconstruyó -en una de sus permanentes rehabilitaciones-, a partir del maderamen que dejó disponible el desmantelamiento de la plaza del Volador, ocurrido un año atrás. Fue durante el mes de abril de 1821 y luego el 9 de mayo de 1825 cuando la plaza sufrió sendos incendios, y no se tiene más noticia que la de su reinauguración, ocurrida en 1833. Bustamante aporta un dato interesante:

Domingo 4 de enero de 1824 (Bello tiempo).

Esta tarde ha habido una excelente corrida de Toros en la Plazuela de S. Pablo, cuios productos serán aplicados al reparo de la Plaza mayor. La función ha estado muy concurrida.[4]

Es decir, tanto el Ayuntamiento interesado en la continuidad del espectáculo y también el asentista, que en aquella ocasión era el coronel Manuel de la Barrera, se propusieron remozar el coso y así dar continuidad a las fiestas, para permitir con ello el arreglo de la Plaza mayor misma que, seguramente, presentaba un panorama de descuido.

Se ubicaba la plaza de toros en la manzana formada al norte, por la Iglesia de San Pablo el Nuevo, al oriente, callejón del Topacio, hoy tercera calle del Topacio, y por el poniente, con la segunda calle de Cuevas, hoy novena de Jesús María.[5]

Sin embargo, la Plaza Nacional de toros y la de San Pablo tuvieron un mismo destino aunque en distinto momento: se quemaron. Fue el 9 de mayo de 1825, día de horrible calor, según Bustamante, que se incendió la Plaza de Toros (de San Pablo) “que la ha reducido a pavezas”. Un día después el mismo autor del Cuadro Histórico apunta:

Mucho da que decir y pensar el incendio de la Plaza de Toros: a lo que parece se le prendió fuego por varias partes, pues ardió con simultaneidad y rapidez. ¿Quién puede haver causado esta catástrofe? He aquí una duda suscitada con generalidad, y atribuida con la misma a los Gachupines para hacerlos odiosos y que cayga sobre ellos el peso de la odiosidad y persecución, opinión a que no defiero, no por que no los crea yo muy capaces hasta de freirnos en aceyte, sino por que ellos obran en sus intentonas con el objeto de sacar la utilidad posible, y de éste ninguna sacarían. Otros creen que algún enemigo del asentista Coronel Barrera fué el autor de este atentado, y aún él mismo ministra fuertes presunciones para creerlo; en la postura a la Plaza se la disputó un Poblano tenido por hombre caviloso y enredador, y tanto como encargado por el Ayuntamiento de esta Capital de plantear la Plaza de Toros para la proclamación de Yturbide fué necesario quitarle la encomienda por díscolo: en el calor de la disputa dixo con énfasis a Barrera… Bien, de V. es la Plaza, pero yo aseguro a V. que la gozará por poco tiempo -expresiones harto significantes y que las hace valer mucho el cumplimiento extraordinario de este vaticinio. Se asegura que fueron aprendidos dos hombres con candiles de cebo: veremos lo que resulta de la averiguación (Encuadernado aquí el Impreso Poderoso caballero es don dinero. México, Oficina de D. Mariano Ontiveros, 1825, 4 p., firmado El tocayo de clarita) judicial que se está haciendo; por desgracia no tenemos luces generalmente de Letras sino de letras muy gordas y incapaces de llevar la averiguación acompañada de aquella astucia compatible con el candor de los juicios, ni hay un escribano como aquel Don Rafael Luaro que supo purificar el robo de Dongo en los primeros días de la administración del Virey Revillagigedo de un modo que asombró a los más diestros curiales.

En el acto del Yncendio ocurrió la compañía de granaderos del número Primero de Ynfantería la que oportunamente cortó la consumación del fuego con la Pulquería inmediata de los Pelos el que pudo haverse comunicado al barrio de Curtidores: esta tropa al mando del Teniente Coronel Borja trabajó tanto que dexó inutilizadas sus herramientas. Del edificio no ha quedado más que el Palo de en medio donde estaba la asta bandera, e incendiado en la puerta, lo demás es un cerco de ceniza que aun no pierde la figura de la plaza. Desde el día anterior se notó que en la tarde procuraron apagar con el cántaro de agua de un vendedor de dulces el fuego que aparecía en un punto de la Plaza. Dentro de ella había quatro toros vivos, y tres mulas de tyro; todas perecieron, y ni aún sus huesos aparecen. De los pueblos inmediatos ocurrieron muchas gentes a dar socorro, pues creyeron que México perecía; tal era la grandeza de la flama que se elevaba a los cielos. El daño para el asentista es gravísimo, pues a lo que parece en la escritura de arrendamiento estipuló que respondía la Plaza si pereciese por incendio u otro caso fortuito. ¡Cosa dura vive Dios! que pugna con los principios de equidad y justicia. Además tenía contratada una gruesa partida de toros para lidiar al precio de 50 pesos al administrador del Condado de Santiago Calimaya de los famosos toros de Atengo. Todo esto nos hace sentir esta desgracia, y pedir fervorosamente al cielo no queden impunes los autores de un crimen de tanta trascendencia, y que envalentonará con su impunidad a los malvados a cometer otros de la misma especie.[6]

   Por otro lado me amparo en Enrique de Olavarría y Ferrari quien nos dice:

En cambio las lides de toros sufrieron un rudo golpe con la completa destrucción de la Plaza Nacional taurina, que en la madrugada del 9 de Mayo (de 1825) comenzó a incendiarse, cebándose las llamas en aquella enorme construcción de apolillada madera, con tal actividad, que en poco tiempo quedó reducida a cenizas.[7]

   La confusión a que se expone el presente material es que se dice que estaba en servicio la plaza de San Pablo en 1824 (justo el 4 de enero, a pesar de que menciona a la de San Pablo), cuando sólo sabemos que era la Plaza Nacional de Toros (1821-1825), junto a las de don Toribio y Necatitlán, las que funcionaban por aquel entonces, a pesar de que como dice nuestro autor “Del edificio no ha quedado más que el palo de en medio donde estaba el asta bandera”, lo que complica nuestras perspectivas, pues solo la de San Pablo poseía tal ornato y no la “Plaza Nacional de Toros”, dato que se confirma del notable óleo sobre cartón que logró del escenario John Moritz Rugendas en 1833, donde aparece dicha columna rematada por la mencionada asta bandera. Asi que, ¿de cual plaza se trataba: de la de San Pablo o de la Plaza Nacional de Toros la que definitivamente se quemó?

PLAZA SAN PABLO

Desde la cúpula de la iglesia de San Pablo la corrida podía apreciarse en toda su magnitud. Litografía de Ignacio Cumplido, México, 1840.

Fuente: Heriberto Lanfranchi. La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, T. I., p. 133.

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Corrida de toros en la Plaza de San Pablo, John Moritz Rugendas, 1833. Óleo sobre cartón.

Colección del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, México.

   Además, muy cerca de ahí se encontraba la famosa pulquería de “Los Pelos” y el barrio de Curtidores, que estaban inmediatos a la plaza de San Pablo, pues en ningún momento refiere que se tratara de la plaza ubicada en plena plaza mayor o de la “Constitución”.

   Independientemente de todo esto, las plazas de toros de San Pablo,[8] junto a la Plaza Nacional de toros, don Toribio y Necatitlán dieran corridas en aquellas fechas, lo cual significa que la ciudad de México y su población, gozaban del espectáculo de manera por demás bastante frecuente.

   Así que la plaza incendiada resulta ser nuevamente la de San Pablo, inmueble que seguramente movió a fuertes disputas por su regencia, como se aprecia a la hora en que Otros creen que algún enemigo del asentista Coronel Barrera fué el autor de este atentado, y aún él mismo ministra fuertes presunciones para creerlo; en la postura a la Plaza se la disputó un Poblano tenido por hombre caviloso y enredador, y tanto como encargado por el Ayuntamiento de esta Capital de plantear la Plaza de Toros para la proclamación de Yturbide fué necesario quitarle la encomienda por díscolo: en el calor de la disputa dixo con énfasis a Barrera… Bien, de V. es la Plaza, pero y aseguro a V. que la gozará por poco tiempo -expresiones harto significantes y que las hace valer mucho el cumplimiento extraordinario de este vaticinio-.

   La Plaza Nacional de Toros también de madera, seguramente cumplió el ciclo de su vida en ese mismo 1825, fecha que como ya vimos, nos facilita de pasada para información de su perecedera existencia; pues muchas de las plazas levantadas para celebrar corridas tenían una vida efímera al quedar inservible el material con que se construían y ambas plazas -ya desaparecidas en el mismo año- fueron sustituidas por otra que se levantó a un costado de la Alameda (en los rumbos de la Mariscala). Recordemos que en tiempos coloniales hubo alguna plaza que colindaba también con la Alameda y estaba a un lado del “quemadero” de san Diego (actualmente la Pinacoteca Virreinal). Años después, de nuevo funciona la de San Pablo (a partir de 1833), cuya vida se extenderá hasta 1864, año definitivo en que desaparece, no sin faltar otras interrupciones, como aquella de 1847, cuando la ciudad de México sufrió la invasión del ejército norteamericano y hubo necesidad de utilizar gran parte de tablas y tablones colocados en el coso para la defensa de dicha invasión, siendo formadas las trincheras por parte de los miembros del ejército nacional. Creo que el propósito por aclarar estos datos alcanza alguna luz, luego de separar la historia de cada plaza, que, por consecuencia se juntan en un momento muy cercano.

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La Plaza Nacional de Toros, en una curiosa representación, hacia 1823. Vista general.

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Detalle de la anterior. Fuente: “México y los grabadores europeos”. México, Artes de México, Nº 166, año XX, 1975. 92 pp. Ils., grabs., retrs., p. 60-61.

   De la exposición VIAJEROS EUROPEOS DEL SIGLO XIX EN MÉXICO, que fue montada en el Palacio de Iturbide en 1998, retomo unos apuntes personales que dicen:

   Esta es la Plaza de “la Constitución”, nombre que adquirió a partir de la constitución de Cádiz de 1812. Comparémosla ahora con esta magnífica recreación, para una plaza de toros que sí existió en este mismo sitio, visión realizada por Dante Escalante a partir de una retrospectiva de los ingleses William Bullock y Robert Burford, y que se remonta a un día cualquiera entre los años de 1822 a 1825. Para ver mejor el espectáculo nos colocamos desde un buen sitio, digamos Catedral, al pie de una de sus monumentales torres.

   Luego de admirar el imponente espectáculo, tenemos en primer término la Plaza Nacional de Toros, inaugurada hacia 1822, que sucedió temporalmente a la Real Plaza de toros de san Pablo, que se incendió como ahora se sabe, en abril de 1821.

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   En esta plaza se realizó un festejo el 15 de agosto de 1824 (y otro más el 25 de febrero de 1821, según consta la reproducción del cartel que me permitió retratar el Sr. Manuel Barbosa, en Guadalajara, Jalisco) en el que participaron tanto en uno como en otro, muy probablemente los hermanos Luis, Sóstenes y José María Avila, figuras que por aquel entonces destacaban en la fiesta, entendiéndoselas con toros , tanto de aquellos venidos de la Nueva Vizcaya como de Atenco. Este otro cartel, señala que la corrida fue en honor de Nicolás Bravo.

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Curioso cartel de la PLAZA NACIONAL DE TOROS, enclavada en lo que hoy es la “Plaza de la Constitución”, o “Zócalo” de la Ciudad de México.

Fuente: Archivo Histórico del Distrito Federal [A.H.D.F.] Ramo: Diversiones Públicas, Vol. 856, exp. 71: Se convocan postores para la formación de la plaza en que han de hacerse las corridas en celebridad de la Jura del Emperador Agustín 1º. Año de 1823. Sobre reconocimiento de la plaza para las corridas por la coronación de Agustín 1º.-Fojas 10.

   Conviene recordar de nueva cuenta que infinidad de plazas levantadas durante todo el siglo XIX eran de madera, por tanto vulnerables, a pesar de que su armado fuese seguro y de que se contara con los permisos de la autoridad para la celebración de buen número de festejos. Pero al paso de semanas o meses, aquellos recintos estaban sujetos a las inclemencias del tiempo, con lo que la madera se tornaba sensible y hasta peligrosa. Hasta ahora, puedo apuntar en una primera conclusión que lo ocurrido con la plaza de San Pablo se entiende a la luz de alguna venganza, debido al hecho de que el asentista o empresario de la misma, el coronel Manuel de la Barrera, personaje influyente, detentaba unos poderes en los que incluso contaba con la amistad y la anuencia de altas autoridades, incluyendo al propio presidente de la república en turno.

    Ya en la parte final del siglo XIX, hubo otras tantas plazas de toros en la ciudad de México, algunas de las cuales fueron escenario de escándalos y broncas, hasta el punto que se convirtieron en motivo de “desquite” por parte de aficionados que manifestaron su indignación ya por el mal ganado o por la pésima actuación de los espadas. Allí están casos como los siguientes:

20 de diciembre de 1885: Plaza del Huisachal. Ejemplares de Santín para Francisco Gómez Chiclanero y Juan Moreno El Americano.

16 de marzo de 1887: Plaza de toros San Rafael. Luis Mazzantini y Diego Prieto con “toros” de Santa Ana la Presa.

1° de diciembre de 1889: Plaza de toros El Paseo. Manuel Hermosilla con 6 ejemplares de Nopalapam, ocasión en que el público destruyó la plaza.

2 de noviembre de 1890, en la de Colón: Carlos Borrego “Zocato” y Vicente Ferrer, con “toros” de Guanamé que salieron malísimos.

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La misma plaza, por dentro y por fuera luego de la descomunal bronca que se desató aquella jornada.

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 215 y 216.

   A lo largo del siglo XX, también quedaron registros de diversos escándalos, que en ocasiones concluyeron en circunstancias bastante lamentables. Allí están casos como el de la tarde del 28 de agosto de 1910…

BRONCA EN EL TOREO

   Célebre fue la bronca del 12 de julio de 1925. Toreaban en festejo mixto y en el Toreo de la Condesa, Rafael Gómez Ortega El Gallo y José Gómez Joseíto de Málaga junto al novillero José González Carnicerito de México, con ejemplares de Piedras Negras.

   Del mismo modo, volvió a presentarse caso similar como en la de San Pablo, ahora con la entrañable plaza de toros de Vista Alegre, ubicada en San Antonio Abad y Claudio Bernard. La tarde del 7 de noviembre de 1937

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Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1439 del 19 de diciembre de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.

Tras el engaño de rigor habido para con los aficionados, este fue el balance:

MÁS DE VISTA ALEGRE...

Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1439 del 19 de diciembre de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.

   De nuevo, y en “El Toreo”, no puede uno dejar de contemplar remembranzas como la del 11 de enero de 1942 cuando Luis Castro El Soldado pretendió finiquitar a Corvejón de San Diego de los Padres, sólo que desde el burladero, o la tarde del 1° de agosto de 1943. En esa ocasión se lidiaba una novillada de El Rodeo, propiedad del General Maximino Ávila Camacho. ¡Cómo estarían las cosas que al doblar el quinto, de nombre Sevillano…! una buena cantidad de asistentes se lanzó al ruedo, y aprovechando la forma en que había doblado aquel buey de carreta, pronto acomodaron los más cojines que pudieron. Aquello terminó convertido en una pira, quemándose los restos del novillo. Con ello, la afición descargaba su ira no en aquel pésimo astado, sino en el hecho de que el mismo, procedía de las dehesas administradas por el mismísimo “hermano incómodo” a quien seguramente se le destino en semejante mensaje, el desacuerdo popular habido con tan polémico personaje, hermano del entonces Presidente de la República, Gral. Manuel Ávila Camacho.

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   Finalmente menciono dos broncas que fueron célebres en la plaza de toros México. Una la del 19 de enero de 1947, donde enfurecidos asistentes arrancaron anuncios comerciales, en medio de tremenda cojiniza y quemazones por aquí y por allá, en tanto Lorenzo Garza era detenido y enviado a la cárcel…

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Era el comienzo de aquel tremendo escándalo. Col. del autor.

…y la del 11 de marzo de 1956. Toreaban en aquella ocasión Alfonso Ramírez Calesero, Luis Miguel Dominguín y Alfredo Leal, con 6 de Jesús Cabrera. 

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El Ruedo. Semanario gráfico de los toros. Año XIII, Madrid 22 de marzo de 1956 N° 613, p. 3.

   En uno de los pies de foto se indica: “Y como los mejicanos –como por “acá”- tienen la sangre caliente, la bronca que podemos ver ahora más de cerca tuvo actores de apoteosis, con hogueras y todo en los tendidos y no en el ruedo, si nos atenemos a las informaciones. Disponible en internet, febrero 29 de 2016 en:

http://bibliotecadigital.jcyl.es/bdtau/i18n/publicaciones/listar_numeros.cmd?submit=Buscar&busq_idPublicacion=352&busq_anyo=1956&posicion=26

   De entonces para acá, no han faltado ocasiones como estas. Sin embargo, el comportamiento de los aficionados ha sido más prudente, por lo que las plazas ya no son ese hervidero, próximo a destrucciones o quemazones que las hubo, y ¡vaya en qué forma!

   Finalmente debo agregar que entre las referencias bibliográficas para elaborar estas notas se encuentra la obra de Luis Ruiz Quiroz: Efemérides taurinas mexicanas. México, Bibliófilos Taurinos de México, A.C. 2006. 441 p. Se trata de una fuente primaria muy apreciada, misma que elaboró bajo el rigor que siempre caracterizó a tan reconocido bibliófilo taurino.


[1] Puede hablarse de un cambio de concepciones en cuanto a la posibilidad de hacer permanente el espectáculo en plazas que no guardan el síntoma de la permanencia-, debido a que se construyeron sus edificios a partir del apoyo de madera y nunca como posible escenario definitivo, sea este de mampostería, piedra u otros materiales.

Se trata, en todo caso, de algo que puede ser calificado como de arquitectura efímera. Véase de Guillermo Tovar de Teresa: “Arquitectura efímera y fiestas reales. La jura de Carlos IV en la ciudad de México, 1789”. Artes de México, nueva época, Nº 1, otoño de 1988, p. 42-55.

Otras plazas.-Sin afán de profundizar con detalles y minucias en plazas efímeras, dedicaré un poco de atención a aquellas que prestaron sus servicios de manera provisional.

 PLAZAS DE TOROS EN LA CD. DE MÉXICO

Datos tomados del trabajo de Benjamín Flores Hernández: “Sobre las plazas de toros en la Nueva España del siglo XVIII”. México, ESTUDIOS DE HISTORIA NOVOHISPANA, vol. 7. (México, 1981). pp. 99-160, fots. (Pág. 158-160).

 [2] PLAZA NACIONAL DE TOROS Domingo 15 de agosto de 1824 (Si el tiempo lo permite)

La empresa, deseando tomar parte en los justos regocijos por los felices acontecimientos de Guadalajara, no menos que en la debida celebridad del EXMO. SR. D. NICOLAS BRAVO, á cuya política y acierto se han debido, determina en la tarde de este día una sobresaliente corrida, en la que se lidiarán ocho escogidos toros de la acreditada raza de Atenco, incluso el embolado, con que dará fin.

Con tan plausible objeto las cuadrillas de á pie y á caballo ofrecen llenar el gusto de los espectadores en cuanto les sea posible, esforzando sus habilidades.

ENTRADAS

Sombra: Con boletines que se espenderán á cuatro reales en la primera casilla

Sol: Con boletines que se espenderán á 2 reales en las casillas 7ª y 8ª, y se entregaran en la puerta.

Las lumbreras por entero se arrendarán a cuatro pesos cada una con boletines de ocho personas en la alacena de D. Anacleto González en el portal de Mercaderes, desde el día anterior hasta la una de este, y de esta hora en adelante en la puerta principal de la misma plaza.

[3] Carlos María de Bustamante: DIARIO HISTORICO DE MEXICO. DICIEMBRE 1822-JUNIO 1823. Nota previa y notas al texto Manuel Calvillo. Edición al cuidado de Mtra. Rina Ortiz. México, SEP-INAH, 1980. 251 p. Tomo I, vol. 1. Además, entre 2001 y 2003 se publicaron dos discos compactos que reúnen la misma obra, sólo que de manera conjunta, abarcando los años de 1822 a 1834; y de 1835 a 1848 respectivamente. Diario Histórico de México. 1822-1834 (disco 1); Diario Histórico de México. 1835-1848 (disco 2). México, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, El Colegio de México, 2011 y 2003. 2 CD-ROM. Tomo I, Vol. 2. Julio-Diciembre de1823, p. 8.

[4] Op. cit., T. I., Vol. 2, enero-diciembre 1824, p. 11.

[5] Lauro E. Rosell: Plazas de toros de México. Historia de cada una de las que han existido en la Capital desde 1521 hasta 1936. México, Talleres Gráficos de EXCELSIOR, 1945. 192 pp. ils., fots. (pág. 18).

[6] Bustamante: Diario Histórico de…, op. cit. Tomo III, Vol. 1. Enero-Diciembre de 1825, p. 72-73.

Lunes 9 de Mayo de 1825 (Horrible calor)

Esta mañana a las 3 se anunció por la campana mayor de catedral el horrible fuego que apareció en la Plaza de Toros que la ha reducido a pavezas; mañana referiré las circunstancias de este suceso muy doloroso de que me estoy refiriendo.

Además:

 PODEROSO CABALLERO ES DON DINERO

    Bien sabido es, que por el dinero, y con el dinero se ha plagado el mundo de delitos, miserias y desgracias: por él se han suscitado las guerras, y con él se han emprendido, dándose al saqueo las ciudades, y a la destrucción los imperios: por el dinero se matan los hombres, y con el dinero viven y se engrandecen los oscuros y despreciables: por el dinero se levantan las más negras calumnias, y con el dinero se cubren y quedan sin castigo los crímenes más horrorosos: por el dinero se pierde la quietud, y con el dinero se corrompe el corazón. Esto, y muchísimo más, puede el dinero en grande; veamos como obra, respectivamente, en chico.

   El déspota particular con mucho dinero, de nada carece y cuanto quiere alcanza: acostumbrado a hacer su gusto en todo, se felicita y complace en la ejecución de sus más vergonzosas pasiones y soberbios caprichos, pues cuenta siempre con la ciega obediencia de los seres degradados que lo adulan.

   Así el hombre venal, orgulloso y dominador, si es rico, aunque se vea lanzado del alto asiento que usurpaba, y destituido del poder absoluto que ejercía sobre los demás, conserva una superioridad tan altanera, que casi se identifica con el mismo absoluto poder que ha perdido. De aquí pueden hacerse aplicaciones muy exactas con referencia a los casos que han acontecido y están aconteciendo desde nuestra emancipación política: hágalas, si gusta, el juicioso lector, y luego encárguese del objeto a que se dirige este papel para fallar imparcialmente, llevando por delante aquel refrán que asienta: por lo poco, se pasa al conocimiento de lo mucho.

   Después que por motivos bastante notorios estuvo sin ejercicio el coliseo de esta corte una porción de tiempo, los cómicos proyectaron y consiguieron su apertura, quedando responsables de mancomún al arrendamiento de la finca, y cuando habían dado muchas funciones, que el público vió con aprecio, regresó de la Habana en junio de 824 el gran cantador Andrés del Castillo, convencido de que no podía lograr colocación ventajosa fuera de este suelo que le dio tantos miles de pesos.

   Admitido nuevamente al teatro por la generosidad de sus arrendatarios, tuvo la desvergüenza de decirnos por medio de un manifiesto (tratando cohonestar su punible fuga) que se ausentó con el fin de ilustrarse y volver á servirnos con nuevas y selectas operas que había adquirido. Nos dio tres o cuatro en cansadas repeticiones de doble paga, y cátese agotado todo el tesoro de sus piezas cantables; bien, que cubrió esta falta con el trágico galán Diego María Garay, que vino en su compañía a probar fortuna.

   Nosotros estábamos bien hallados con nuestros antiguos y hábiles empleados en el teatro, recibiendo por uno de ellos, desde las tablas según costumbre, el aviso de la función que debía hacerse en la noche siguiente, cuando extendida la noticia de la llegada del hombre trágico, unos pocos de la luneta, no permitiendo que se diese la cita, pidieron a gritos por más de tres noches al señor Garay que al fin se colocó en el modo y términos que están en conocimiento del público (No se habla aquí de Fernández y Patiño, protegidos por Garay, porque éstos, sin plaza efectiva, solo nos atormentaban con sus bramidos declamatorios las noches en que trabajó el padrino).

   Concluida la temporada del año próximo anterior, y puesto el teatro en pregón para la del corriente, se presentaron Castillo y Garay, haciendo postura después de que recibieron el amargo desengaño de que no podían quedarse con la finca a la sordina; y se dice (no sé si con fundamento) que estos dos amigos, sostenidos por algunos de sus paisanos pudientes, llevaban la idea de tolerar a los cómicos del país solo el primer año, y al segundo dejarlos en la calle, pues entonces ya tendrían surtido el teatro de extranjeros, tanto para las plazas principales de representado, canto y baile, como para las de mites ó domésticos.

   Presentóse en la palestra el digno mexicano coronel Manuel Barrera (dueño hoy de la empresa) que adivinando los fines de ambición y parcialidad que impulsaban esta negociación, celebró su remate por cinco años en cantidad que no tiene ejemplar, y deshizo los planes.

   Aquí entra el título de este papel como el dedo al anillo: poderoso caballero es don dinero:  ¡quien lo creyera!… Castillo y Garay, contando con el fuerte apoyo de sus protectores, revolucionaron en términos, que habiendo introducido la desunión en las compañías, arrancaron del teatro a algunas de sus primeras habilidades, y estas siguiendo indiscretamente la suerte de los cabecillas, andan ahora fuera de la capital separadas de sus familias: ya sentirán las resultas, y quizá cuando no haya remedio; pues aunque la construcción de un segundo coliseo en México les asegure un por venir lisonjero, podrá suceder… ¡quien sabe!

   Por lo poco se pasa al conocimiento de lo mucho: esta es una verdad bien acreditada. Si para el solo negocio teatral se han interpuesto tantos miles de pesos… ¿cuántos más se derramarían para volvernos a uncir al carro español si esto estuviera al arbitrio del que lo ocupa y bajo las fuerzas de sus agentes?… ¡Cuidado, compatriotas, que las trepidaciones políticas no se han acabado!

   (…)

   Por parte del dueño de la empresa, hay un grande y decidido empeño en servir a este público respetables, pues sin contar con las habilidades que lo abandonaron, está haciendo muchísimo más de lo que debía esperarse; y pagando sueldos de alto peso, e invitando a cuantos sean aptos para los ramos de que se compone el teatro, ha probado de una manera nada equívoca su deseo de agradar. Este lo llevó, ciertamente, a la (al parecer) temeraria empresa de ofrecer la operita del tío y la tía, y ya se vio que fue más que regularmente desempeñada: en la función que dio el sábado 23 de abril en honor de Jorge IV, rey de la Gran Bretaña, echó el resto, pues hizo adornar el teatro con todo el buen gusto y lujo que jamás se había visto. Diríase que soy un mercenario apologista; mas esto no será verdad, pues nunca he tenido, ni tengo, ni espero tener relaciones de confianza con el empresario. Oigo hablar mil despropósitos que distan muchísimo de los hechos, y he aquí el único motivo que tuve para publicar este papel: si lo dicho no basta, tírense pedradas, pero entiéndase que las rechazará con la rodela del desprecio.

El tocayo de Clarita.

[7] Enrique de Olavarría y Ferrari: Reseña histórica del Teatro en México por (…). 2ª. edición, México, Imprenta, Encuadernación y papelería “La Europea”, 1895. Tomo I. 383 pp. (pág. 222).

[8] Bustamante: Diario Histórico de …, op. cit.,p. 74.

Viernes 13 de Mayo de 1825 (Verano activísimo)

(…) Parece que unos negociantes ingleses ofrecen reponer la Plaza de Toros de cal y canto, y que hacen proposiciones equitativas.

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FESTEJO A BENEFICIO DEL “COMEDOR SANTA MARÍA”, A.C.

AHTM, UNA PÁGINA CON HISTORIA…

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XXI. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.  

   Hace apenas unos días, circuló una interesante noticia que “AlToroMéxico.com” se encargó de difundir en su oportunidad (véase: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=24994). El telón de fondo es la beneficencia como una razón solidaria y generosa que surge tanto entre individuos como en instituciones, sean estas públicas o privadas. Incluso religiosas. Esa muestra desinteresada por apoyar a los otros es algo que distingue a hombres y mujeres que han decidido extender su mano y su corazón para ofrecer auxilio justo cuando surge alguna contingencia en la que solo en esos términos de acogida es posible encontrar el aliento para enfrentarla y superarla.

   En esta ocasión, la ayuda llegará a un comedor comunitario que atiende a niños en pobreza extrema. Por ello se acude una vez más a la tauromaquia con objeto de celebrar una corrida de toros con el siguiente cartel:

BENEFICENCIA EN PACHUCA_COMEDOR SANTA MARÍA

 Seguramente la plaza “Vicente Segura” será un buen escenario para tan plausible ocasión que se convertirá en una efeméride para recordar. Pues bien, y aprovechando este espacio, comparto más adelante un par de datos que tienen que ver con los más antiguos registros existentes y donde los festejos taurinos fueron un fuerte instrumento de apoyo en causas relacionadas con el apoyo al prójimo. Del mismo modo, también fueron elemento para la contribución en la obra pública, en la construcción de iglesias y templos, extendiendo sus alcances en festejos destinados a auxiliar a poblaciones afectadas por algún temblor, inundaciones o el paso de un huracán. No escapa a este recuento el auxilio prestado para consolidar bancos de sangre durante el desarrollo de procesos bélicos, o para la vestimenta de los ejércitos. Hubo corridas que también se celebraron para contribuir con sus ingresos al pago, por ejemplo de la Deuda Americana de 1877. Desde luego, el buen ejemplo habido con intenciones como estas, fue hecho suyo por instituciones de beneficencia, de ahí que se organizaran festejos de gran tronío impulsados por la Beneficencia Española, la Cruz Roja, la Cruz Blanca, la Cruz Neutral, y todas con un fin en común: el auxilio desinteresado hacia sectores vulnerables de la sociedad.

   El informe más antiguo que hasta ahora he localizado, se remonta al año de 1603, cuando el 7 de julio se emitió licencia a la Cofradía de Santa Ana de esta ciudad (de México), para que “en honra de su fiesta se corran toros en la plazuela del Marquesado”, lo que significaba un acuerdo entre autoridades civiles y religiosas con el fin de materializar propósitos de apoyo, en este caso destinado para favorecer a la Cofradía de Santa Ana.

   Otro dato más: Este se generó el 1738, a partir de la petición de Justo Carcau Peñarrieta quien emitió la solicitud para que la Cofradía del Rosario de San Agustín de las Cuevas, representado por Nicolás Mancera, su Mayordomo concretara una petición de licencia para lidiar toros en la Plaza de San Agustín de las Cuevas, el día de la fiesta del Rosario y así poder beneficiarse de las limosnas.

   Datos a cual más interesantes que nos permiten entender que la fiesta de los toros, además de su puesta en escena tan peculiar, también ha sido un elemento solidario que, como ahora, en Pachuca se espera que una vez más demuestre su vena caritativa. De no ser así, vale la pena recordar los sentimientos que, en otro momento también se dejaron notar, y esto precisamente en la

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Archivo Histórico Municipal de la ciudad de Guanajuato. Col. “Agustín Lanuza” (Detalle).

   Allí, los integrantes de las cuadrillas –jóvenes aficionados guanajuatenses- fijaron su posición en estos términos:

   Sin pretensiones de ningún género y convencidos de nuestra insuficiencia en el difícil arte del toreo, pero con la satisfacción de contribuir con nuestro pequeñísimo contingente a socorrer a los pobres y enfermos de LA SEGUNDA ASOCIACIÓN DE CARIDAD, hemos arreglado una corrida de toros, a la que tenemos la honra de invitar al galante público de esta Capital.

   Aliviar en algo los sufrimientos del desgraciado, es una acción altamente meritoria y por eso deseamos que el pueblo Guanajuatense que siempre se ha distinguido por la nobleza de sus sentimientos, acuda gustoso a la función que le ofrecemos; pero que acuda, con solo el ánimo de dar un socorro a los infelices y nunca con la esperanza de presenciar una buena corrida; pues, ya lo hemos dicho, somos incapaces de ejecutar alguna suerte que merezca la aprobación de los inteligentes en el arte y por eso deseamos contar con la benevolencia del ilustrado público que tenga a bien honrarnos con su presencia.

   He aquí un pensamiento donde a “corazón abierto” seguramente acudirán solidarios muchos aficionados como en aquel entonces, a un festejo que dejará su impronta en la vida de muchos niños. ¡Así será!

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DAVID, ¿POR QUÉ TE ABANDONASTE? DOCE AÑOS SIN DAVID SILVETI.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

I

    12 de noviembre de 2003, 12 de noviembre de 2015. Desde entonces han pasado doce cada vez más largos años, en que la ronda macabra llamó a su puerta, sin que nadie advirtiera que Juan Belmonte o “Nimeño II” vinieran en espíritu hasta Salamanca para reclamar compañía a ese ejemplo de virtud torera que fue David Silveti, pero que la gloria le negó el paso al territorio de los “mandones” dada la vulnerabilidad de su cuerpo. Esa fragilidad casi de cristal, que cuando quedaba rota, se resistía a ser echada de la escena, no pudo ahora con toda la consecuencia y acumulación de circunstancias ocurridas durante su accidentada carrera, en la que, a pesar de todo, pudo ser capaz de sumar 551 festejos toreados, lo que, para su estado físico resulta toda una hazaña.

   Tu toreo, tu toreo nos marcó con fuego de pasión torera, como pocas veces lo ha experimentado toda esa afición que nos entregamos a ese quehacer sumido en el embrujo en donde cada lance o cada pase tuyo, se convertían en lentos y mortales episodios de tragedia. Estábamos sumidos en tu propia angustia. Cada momento era el drama mismo. Sin embargo, el drama era un trasvase inmediato de belleza y de arte, que solo bastaba algo de ti –que era mucho, sin embargo-, para quedar exhaustos y agradecidos de que esa concesión estética, soportada en débil estructura física, se convirtiera en la experiencia pasional absoluta, que se nos fue hasta el fondo mismo de la memoria, a ese territorio donde los recuerdos brotan como manantial. No todo en el toreo es fácil recordarlo. Pero lo tuyo fue el recorrido privilegiado por un museo donde puede mostrarse de vez en cuando lo mejor de su colección. Y más aún, si ese recinto guarda las colecciones más importantes del arte en sus más diversas y enigmáticas manifestaciones.

david-silveti

Col. del autor.

   No he de preguntarte ahora qué te orilló al suicidio, cuando cada tarde morías un poco. Creo que al final, casi nada quedó de ti y aun así hubo dos tardes explosivas, rotundamente violentas que pusieron al descubierto el que puede ser tu último gran esfuerzo, telúrico, de estaturas inimaginadas, poseído por los duendes, y el aquelarre juntos.

   Lamento tu partida.

   De la primera de esas tardes, rescato de mi bitácora lo siguiente:

 (…)LA BREVEDAD MARAVILLOSA DE DAVID SILVETI QUE LOGRA RECUPERAR ALIENTOS EN UNA FIESTA SOMETIDA. Apuntes para la décima primera corrida de la temporada 2002-2003. David Silveti, Manolo Mejía y “Finito de Córdoba”, con seis toros de Fernando de la Mora, ocurrida el domingo 12 de enero de 2003, en la plaza de toros “México”.

(…) Indudablemente David Silveti fue quien salvó la tarde de la inanición. Sus males óseos, su fragilidad recalcan aún más la que pudiera ser una deliberada puesta en escena, que además le va muy bien, pues se mueve como príncipe en palacio: con majestad y aires de “lord” inglés, cuya flema podría ser –para algunos-, harto chocante. Ya lo decía Artemio de Valle Arizpe, “cuando en mi casa estoy, rey me soy”. Pero eso, ¡qué importa!, pues viniendo del llamado “Rey David”, nada de esto parece incómodo a la afición que celebró su retorno a la plaza de sus anhelos. Es decir, de alguna manera, la plaza “México” recuperó a un torero con personalidad quien tuvo que lidiar a sus dos enemigos bajo cuidados extremos por parte de su cuadrilla, debido a que no contaba con la capacidad suficiente en sus piernas para moverse con tranquilidad y salvar cualquier apuro, cosa que ocurrió en varios momentos, los cuales no pasaron del sobresalto.

   Como intérprete de la “verónica”, hace gala de exquisitez. Se recrea y al hacerlo de este modo, dicho lance recupera su valor original, expulsando literalmente a los mercaderes que han tergiversado esa magistral interpretación, haciéndolo pasar como cualquier cosa, y no como dolorosa y bella expresión que recuerda a Verónica, esa mujer que se lanza –en la ruta del Calvario-, a enjugar el sudor y la sangre de un Jesús camino al martirologio con la cruz a cuestas. Y vaya momentos de intensidad, de belleza, de creación y de sentimiento, que en los brazos de Silveti, la “Verónica” no solo se mece, sino que adquiere perezosa dimensión, en por lo menos esos cuatro lances magistrales y la media con que remató tal portento durante los momentos iniciales de la lidia de su segundo “enemigo”.

   Esa circunstancia la valora a fondo la afición y se siente retribuida en algo de lo mucho que ha perdido la fiesta en su extrema estandarización, por mencionar apenas uno de esos factores que han atenuado sus principios a lo largo de muchas décadas.

   David Silveti nos permite recuperar el aliento que como aficionados hemos perdido en la noche de los tiempos… inútiles, donde ha transcurrido apenas una ligera insinuación de que sigue existiendo la fiesta, sometida, subordinada a los dictados y caprichos de ciertos y oscuros personajes que han manejado tamaños intereses que desvían de su curso original la nobleza de ese río histórico que no proviene de una casualidad, sino de una circunstancia concreta que dentro de 23 años exactos cumplirá el medio milenio de andanzas en este espacio llamado México.

   ¡Con qué aires de majestad se movió en escena David Silveti!

   Como ya vimos, no bastaron aquellos cuatro portentos y medio en la verónica. También con la capa logró en ambos ejemplares otros dibujados lances por gaoneras, tafalleras y por chicuelinas andantes.

   La faena de ese segundo que, en su conjunto fue una demostración limitada de recursos, sometida por el sobresalto, tuvo por momentos, esencia pura que la paciencia de cada uno de nosotros supo entender, ya que hacía mucho tiempo no gozábamos no tanto el prodigio de lo caudaloso; más bien eran apenas unas cuantas notas de imponente sinfonía la que, a la manera de Bruckner o de Malher nos conducen al sobresalto.

   No de otra manera, sino de esta es como se dio el reencuentro con lo sublime, con lo perfecto que quiere la vida de ciertas cosas y sucedió como un milagro. Ya en otro texto he plasmado mi principio declarándome agnóstico, porque creo en el misterio. Y a esto no le agrego –por ahora-, mi escepticismo, que al poner en duda el dicho misterio, desmorona la obra “llena de gracia, como el ave María”, que nos ofreció el milagro de la vida que se llama David Silveti.

   De regreso al quehacer de David Silveti, inconmensurable, fuera de toda dimensión, donde lo cuantitativo quedó rebasado por lo cualitativo. No era necesaria una faena de muchos pisos (de muchas series). Bastó con aquellas pinceladas surrealistas -¿acaso cubistas?- donde dichas obras en los lienzos por ejemplo- están recargadas no tanto en color, sino en idea, en construcción concreta, capaz de obligarnos a pensar con mucha mayor noción y no de pasar de largo ante ese mismo microcosmos estético. Eso produjo David que, con su misma debilidad no pudo rematar a sus ejemplares correcta y debidamente. Pero aun así, en el cuarto de la tarde fue obligado a salir al tercio y la vuelta al ruedo resultó merecida, muy merecida (…)

   A partir de este momento, todo el cúmulo de maravillas que desplegaste tendremos que revalorarlo de otra forma. Imposible no recordar ahora mismo la verónica en manos de David Silveti, lance que en tus manos adquirió una dimensión distinta, sobria y elegante, con un reposo, como el que requiere ese nombre para comprenderlo perfectamente a la luz de una tersura inexplicable en otras manos. Entre los elegidos, cumpliste con el cometido exacto y puntual de saber bordar ese lance sin los descompuestos estertores de otras manos y otros pies que no supieron valorar tamaña dimensión.

   ¡Qué forma de padecer en la vida! ¡Qué forma de padecer la muerte!

   Resulta difícil entre los toreros, la construcción de una impronta que los caracterice de por vida. Ya lo dijo el peculiar estilo de Rafael Avilés “Lumbrera chico”:

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Fotografía: Alfredo Flórez. Col. del autor.

   Silveti estaba petrificado porque era incapaz de mover las piernas, extendía la muleta (prolongación de la mano) y la hacía girar en redondo y por abajo en pases de trazo corto pero de enorme emoción, porque todos sabíamos que en caso de un derrote, un extraño, una distracción del cornudo, sería empitonado y caería al suelo partido en muchos pedazos. Era un gesto de autoinmolación, como se supone que debe serlo en todo momento el toreo, que por eso es arte y no negocio de mercachifles.

   Y cómo le temblaba la mano izquierda cuando no la apoyaba contra la nalga para disimular su espanto, y cómo sonreía con pavor mientras el hocico del hico le arrojaba un chorro de aire caliente al corbatín y los pitones le rozaban los dibujos de la taleguilla. Pocos artistas de hoy, cualquiera que sea su disciplina y género, han manifestado con tanta fuerza la profunda insatisfacción de nuestra época, la enorme estafa que nos propone este siglo, la cristiana infelicidad a la que tratan cínicamente de resignarnos.

   Silveti luchó con todo lo que tenía a su alcance –un ego del tamaño del mundo (sin el cual jamás habría sido artista), un estoicismo ilimitado, un misticismo que a la hora de la hora pesó menos que su sentido de la dignidad –y con esas armas cayó peleando, pero una vez que se encontró vencido, en vez de aceptar la compasión general como homenaje, la cristiana resignación como recompensa, terció la muleta, entró a matar por derecho y dejó un estoconazo hasta los gavilanes en todo lo alto en su pobre espejo. A ver quién borra eso…[1]

   Y aunque tu tauromaquia haya estaba fundamentada por el sobrio lance a la verónica, y aquella otra brevedad consistente en la construcción estruendosa del quehacer muleteril, soportado por el natural y el natural ayudado, eran esas realidades de arriesgarlo todo, esos generosos y lucidos remates entre serie y serie; o lo que es lo mismo, ese toreo por la cara ya desaparecido, el sello de toda tu entrega. No podía exigirse más, si ya el sacrificio se había consumado. Es más, sabiéndote poco certero con la espada, para qué exigir el fin de todo si con lo que habías sido capaz de concedernos, era suficiente para habernos sentido satisfechos, como cuando el pecador, tras haber recibido la comunión, percibe un descanso espiritual de volver a Cristo, tras haber sido tentado por Satanás, del que se ha liberado.

   Tu toreo, y para decirlo de una vez, “detuvo el tiempo”, frase que acuñó el desaparecido compositor Salvador Moreno, que algo de esto dijo cuando escuchó cantar a la memorable Monserrat Caballé en la sala Nezahualcoyotl hace ya algunos ayeres. Dice Moreno que al concluir aquel recital, toda la asistencia quedó atónita, fuera de sí, sin poder articular conscientemente su respuesta más inmediata y por tanto, eufórica: la ovación. Esta reacción ocurrió en el momento en que se dieron cuenta de lo que habían sido testigos. Del silencio misterioso, se pasó a una atronador aplauso, o lo que es lo mismo, regresaron a la realidad tras haber sido envueltos por el manto seductor de aquella voz indescriptible y única.

   En fin, David Silveti, has provocado en nosotros diversas y encontradas reacciones por tu muerte repentina. Ya no tiene caso hablar de ese momento amargo con el que recibimos la dolorosa noticia. Ahora, es necesario establecer los parámetros de “tu” propia tauromaquia de la que apenas hemos hecho algunos esbozos. Espero que el tiempo sea capaz de proporcionarnos los elementos y las herramientas indispensables para descifrar el contenido de tan soterrado misterio y entenderte como torero.

Entre el 12 y el 17 de noviembre de 2003.

II

 SELECCIÓN POÉTICA EN HOMENAJE A DAVID SILVETI.

    Esperando encontrar diversos ejemplos de la poesía dedicada a tan enigmático personaje, sólo aparecen estos cuatro poemas, como cuatro columnas vertebrales, los cuales respiran desde la más honda de las entrañas, en compañía de esos seres que pueden llevar a comprender los sentimientos encontrados desde puntos y perspectivas tan opuestas como afines. Veamos.

 2003

 

Acróstico al Rey Mexicano David

Daba su vida en cada lance
Alas de ensueño fue su muleta
Vida, la hermosura de ella, fue su toreo
Ilusión de los aficionados fue David
Daba luz verde al toreo verdad, el eterno.

Silueta de antaño fue su toreo, Gaona, Garza, Silverio…
Inmenso su arte, corto y hondo su toreo, como todo lo bello
Lentos y suaves sus movimientos como ordenaba el corazón
Versos sus lances, brillantes su remates, oro su «irse»
Eterno en la mente de los vivos
Torero, todo en él fue torero
Insignia para unos pocos elegidos.

Gregorio T. Pérez «El Inclusero», 19 de Noviembre del 2003.[2]

 2003

 

Una mañana en el campo…

 Una mañana en el campo
Como Belmonte
En una hacienda
Como Belmonte
Razones muy poderosas
Como Belmonte
Esta vida ya no es vida
Como Belmonte
Los demonios lo han vencido
Como Belmonte
Se despide de los suyos
Como Belmonte
Un disparo acaba con todo
Como Belmonte
Lo encuentra Juanito,
Como Belmonte
El hijo de uno, el padre de otro
Como Belmonte
Los dos con el mismo nombre
Como Belmonte
Los dos, toreros
Como Belmonte
Nos enseñaste la tragedia del toreo
Como Belmonte
De tu toreo trágico, apasionado
Como Belmonte
De tu entrega y tu pasión
Como Belmonte.

 Juan Carlos Jolly[3]

2004

 

Sísifo de luces

La roca que tus manos
aprendieron a soñar
se fue apagando
l e n t a m e n t e
cuando tus ojos
se hicieron a la mar.

De cumbre en cumbre
tu corazón de fuego
se hizo luz y brújula
como los ojos de un sol
que dirige el movimiento
de las nubes y las olas.

Eras polvo vertical
y cumpliste tu designio,
entraste al laberinto
para gritar tu espíritu
con suaves obsidianas.

Hueso a hueso navegaste
la biografía del Ser;
no había carne sino luz
en tu mirar de abismo,
en cada herida
no había dolor sino proverbios.

David de uva y aire
David de la embriaguez
que sólo conocen
los que solos andan
en la fe de sus oleajes.
David de canto,
de arpas que arden
en los labios de Dios
David de los espejos
donde Ariadna se refleja
vestida con los hilos
que tejen tus nombres:
David Teseo
David Job
David Ulises
David Belmonte
David David

La roca que tus manos
aprendieron a soñar
se fue apagando
l e n t a m e n t e
cuando tus ojos
se hicieron ala y mar.

El omega que guió
tus pies de sal
estalló en el mundo
con amorosa rabia de poeta.

No hay reclamo para el Héroe
no puede haber reclamo
para el Héroe
tan sólo un llanto así:
en soledad sin sol.

Amor fue la consigna
y tu corazón se hizo bandera,
amor de alta geografía
amor que hoy entregas
a los brazos amorosos
de la tierra.

 Ernesto Hernández Doblas.[4]

2004

 


ÚLTIMO AMOR DE DON JUAN.
 

 Después de amar como el rey David a la Venus de Botticelli,

vivir entre cuchillos con la Maja Desnuda,

cegar al Minotauro para llevarle a Ariadna,

su último amor es la mujer de Lot.

 

Y entre ruinas llameantes de las ciudades,

concentra su pasión en una inocente

perversidad de niño o toro de lidia:

lamer la sal que encona sus heridas.

José Emilio Pacheco.[5]

 c3baltimo-amor-de-don-juan

Nunca mejor poema dedicado a un “don Juan” que David parece agradecer a José Emilio Pacheco…


 

[1] La Jornada, Nº 6906, del 17 de noviembre de 2003, p. 19a.

[2] Portal de Internet Burladerodos.com, del jueves 20 de noviembre de 2003.

[3] La prensa de San Diego, E.U.A., 21 de noviembre de 2003. Bullfight World By Lynn Sherwood. Requiem For David Silveti. Datos bajados de la Internet.

[4] Disponible noviembre 12, 2013 en: http://seminariocineyfilosofia.blogspot.mx/2008/04/requiem-por-el-rey-david-silveti.html

[5] José Emilio Pacheco: Tarde o temprano. [1958-2000]. LOS ELEMENTOS DE LA NOCHE / EL REPOSO DEL FUEGO / NO ME PREGUNTES CÓMO PASA EL TIEMPO / IRÁS Y NO VOLVERÁS / ISLAS A LA DERIVA / DESDE ENTONCES / LOS TRABAJOS DEL MAR / MIRO LA TIERRA / CIUDAD DE LA MEMORIA / EL SILENCIO DE LA LUNA / LA ARENA ERRANTE / SIGLO PASADO. Edición de ANA CLAVEL. México, Fondo de Cultura Económica, 2ª reimpr. 2004. 655 p. (letras mexicanas), p. 398-9.

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JUAN PABLO LLAGUNO SIGUE CONVENCIENDO…

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

JUAN PABLO LLAGUNO_SEVILLA_15.06.2014 Foto: Arjona. Disponible en internet, junio 15, 2014 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=19452

     Y ¡cómo no va a dejar de convencer con semejante empaque…!

    El novillero mexicano, figura del toreo en cierne, de nombre Juan Pablo Llaguno se presentó con muchísima dignidad en la sevillana plaza de la “Real Maestranza” -la tarde del 15 de junio de 2014-, para dejar evidencia de sus adelantos que lo llevarán muy pronto, de seguir a ese ritmo, hasta la alternativa misma. Si bien, su lote mostró complicaciones (el encierro perteneció a la ganadería que se encuentra a nombre de Javier Molina), pero él se mantuvo en el tono del equilibrio.

   Enfundado en un elegante terno negro y plata, se le puede apreciar cada vez con un mejor aplomo, el que recomienda la serenidad. Si con la capa desplegó a modo de caricia cada lance de esa serie por “Verónicas”, con la muleta se distinguió por ese otro punto en el que, sabiéndose eje de la faena, giraba lo suficiente para volver a repetir con afortunado reposo la serie de muletazos, sobre todo por el lado izquierdo. Si bien la faena no fue caudalosa, tuvo entre sus momentos más destacados la ejecución de un conjunto de lo que podría llamar o considerar algo más que una “Manoletina”. Necesitan admirar el video que el propio portal de “Al toro México.com” tiene disponible en la siguiente liga: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=galmultd&id=1646

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SOBRE EL CONFLICTO EN MÉRIDA, YUCATÁN Y UNA ACLARACIÓN PERTINENTE.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 CARTA DIRIGIDA A D. CARLOS SÁNCHEZ TORREBLANCA.

    Ante el escandaloso asunto que ocurrió en Mérida, Yucatán, con motivo del rechazo que hubo a varios ejemplares de “Begoña” que habrían de lidiarse este domingo, lo que devino no sólo cancelación del festejo sino de la temporada en su conjunto, lo cual significa un elevado tono de caprichosas circunstancias, en las que no quisiera enfrascarme por ahora, sino atender alguno de sus derivados, me parece oportuno mostrar a continuación uno de ellos. Es una misiva que Carlos Sánchez Torreblanca, Secretario General de la Unión Mexicana de Picadores y Banderilleros, envió al C. Renán Barrera Concha, Presidente Municipal de Mérida, Yucatán, el pasado 17 de enero de los corrientes. Aquí el documento en su totalidad:

presidente municipal merida1 presidente municipal merida2 presidente municipal merida3 presidente municipal merida4

Disponible enero 19, 2014 en: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=45123

   Encuentro varios defectos importantes, y algunos otros graves en un sentido que se deriva de la falta de información y argumentación histórica, con lo que viene a ser un oficio que, siendo público, se presta a malas interpretaciones. Veamos.

   Para empezar, estimo en lo que cabe a Carlos Sánchez Torreblanca, excelente banderillero y peón de brega, quien desde que se encuentra en los ruedos, siempre ha cumplido profesionalmente con su desempeño. Lamento, en todo caso haber acudido con no sé quien para elaborar un documento plagado de errores gramaticales, de puntuación y otras minucias. Además, le pediría un favor: no recomiende a esa persona.

   En efecto, la temporada taurina en Mérida es añeja, tanto que ya supera el siglo, pues existen testimonios, por lo menos desde 1902, tanto en sus inicios como lo que ya con el tiempo se refleja en temporadas taurinas perfectamente organizadas, sujetas además, a un reglamento taurino que data al menos por lo que se percibe de su última revisión, del 9 de noviembre de 2005, en tanto que existe el Reglamento de las Plazas de toros en el Estado de Yucatán, que había sido expedido desde el 29 de diciembre de 1971, con modificaciones del 25 de septiembre de 1980 y 22 de enero de 1988, respectivamente.

   Explica algunos aspectos relacionados con las más reciente temporadas en donde han actuado diestros nacionales y extranjeros, para lo cual se pone en marcha un despliegue que genera, entre otras cosas, el beneficio de empleos temporales para diversas personas y sus familias, garantizándoles de esa manera un ingreso digno. Argumenta más adelante lo que, luego de la decisión del Juez de Plaza ha de significar para toda esa comunidad perder fuentes de trabajo, dada la cancelación, de la que tomó la decisión la empresa (Espectáculos Taurinos de México) que regentea la plaza, no el juez, quien al hacerlo, lo hizo con elementos que provienen del reglamento en vigor, y esto con el apoyo de las autoridades en la capital del estado.

   Establece en la página N° 3 que “Por otra parte, la Comisión Taurina de Mérida no ha tenido la inclinación por tener entre sus integrantes a personas involucradas con el ámbito taurino, tal como se lleva aquí en la ciudad de México…” lo cual significa enunciar diversas instituciones taurinas y no aficionados cuyo desempeño podría ser del todo absolutamente imparcial.

   Rememora las amargas incidencias ocurridas en el pasado, acudiendo al mal trato habido para con los protagonistas en el espectáculo, quienes eran blanco de sanciones extremas que terminaban materializándose, las más de ellas con el incómodo encierro en la cárcel.

   Solicita una flexibilidad en la aplicación del reglamento taurino local, lo que vendría a ser resultado de un análisis que sólo corresponde a la Comisión Taurina y las autoridades del municipio, con objeto de que mejoren sus condiciones, e incluso el propio Reglamento Taurino pueda ser susceptible de afortunadas modificaciones.

   Sin embargo, se extrema en el siguiente párrafo que aparece en la página N° 3 del documento:

 “Hay que también (sic) hacer un comparativo del toro español al mexicano; ya que actualmente se han transmitido eventos taurinos de España, en los cuales el toro se ve diferente como lo vemos en nuestras plazas y esto se debe a que en España hay por lo menos ocho razas de toros de lidia y esto hay que explicarlo, ya que en México sólo existe una, la cual años después de la caída de la Gran Tenochtitlan, fueron traídos astados (sic) Navarros a la Nueva España (sic), una raza con menos tamaño pero con bravura y esta raza es la que predomina (sic) actualmente el toro de lidia mexicano”.

    En dicho texto, compara el trapío entre toros españoles y mexicanos, que en efecto existe, pero que no por ello representa marcar con el español el parámetro –y que con esa vara se ha de medir…- al mexicano. A muchos aficionados nos queda claro que eso no puede suceder, pero tampoco puede ser cierta su afirmación sobre el hecho de “después de la caída de la Gran Tenochtitlan  (esto el 13 de agosto de 1521), fueron traídos astados Navarros a la Nueva España”. En ese asunto, manifiesto mi absoluto desacuerdo, entre otras razones por lo siguiente:

    En 1526 Hernán Cortés revela un quehacer que lo coloca como uno de los primeros ganaderos de la Nueva España, actividad que se desarrolló en el valle de Toluca. En una carta del 16 de septiembre de aquel año Hernán se dirigió a su padre Martín Cortés haciendo mención de sus posesiones en Nueva España y muy en especial «Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…»

   Dos años más tarde, y por conducto del propio Cortés, le fueron cedidas en encomienda a su primo el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, los pueblos de Calimaya, Metepec y Tepemajalco, lugar donde luego se estableció la hacienda de Atenco.[1]

   Es a Gutiérrez Altamirano a quien se le atribuye, haber traído las primeras reses con las que se formó Atenco, la más añeja de todas las ganaderías “de toros bravos” en México, cuyo origen se remonta al 19 de noviembre de 1528, la cual se conserva en el mismo sitio  hasta nuestros días y ostenta de igual forma, con algún cambio en el diseño el fierro quemador de la “A”peculiar.[2]

   En la hacienda de Atenco se pusieron en práctica las nuevas condiciones de crianza. La propiedad cambió a lo largo de los siglos de una familia a otra, inicialmente de los Gutiérrez Altamirano, pasó a la familia Cervantes y para el siglo XIX a la de los Barbabosa. Cada una de las familias contribuyó al fortalecimiento de la hacienda y a aumentar su extensión a lo largo de cuatro siglos.

 GANADOS QUE SE ESTABLECIERON EN LA NUEVA ESPAÑA.

    Fue en el segundo viaje del almirante genovés, el de 1493 y en noviembre cuando llegó a la isla de la Dominica «todo género de ganado para casta» como lo apunta Enrico Martínez.[3] Y el término “para casta” fue manejado con el sentido de explicar que aquel género de ganado” serviría simple y llanamente para la reproducción.

   Establecidos aquí una serie de elementos básicos sobre el traslado de ganado de Europa a América, pasemos ahora a observar la manera en que se fomenta el desarrollo de diversas variedades de plantas y animales, obra realizada por quienes comenzaban a convertirse más en colonizadores que en conquistadores. Aunque ni una ni otra labor se olvidó. Se pregunta Sonia Corcuera:

 ¿Por qué no recordar en Cortés al pionero que introdujo desde las Antillas semillas, caña de azúcar, moreras, sarmientos y ganado para iniciar su labor ya no de conquista, sino de colonización?[4]

    Hacia 1512, al fundarse en la isla de Cuba la ciudad de Baracoa, Hernán Cortés sigue, con mayor éxito que en la Española (Santo Domingo), sus pacíficas tareas de escribano y granjero. Emprende paralelamente el cultivo de la vid, cría vacas[5] y toros, ovejas y yeguas; explota minas de oro y se entrega al comercio.[6]

   Luego de la conquista, ha dicho Fernando Benítez: “Tenochtitlán no murió de muerte natural sino violentamente, por la espada, único final digno de una ciudad guerrera”,[7] por lo que para 1524 se encontraban establecidos algunos factores para llevar a cabo el proceso de la agricultura y el de la crianza de ganados, mayores y menores. Así se cuenta con bestias de carga y de leche (bestias de carga y arrastre: caballo, mula y buey; de carne y de leche: vacas, cerdos, ovejas y cabras. Por otro lado de gallinas y pavos de castilla sin contar otras especies de menor importancia), cosas tan provechosas como necesarias a la vida.

    Sin embargo, el 24 de junio de 1526

 que fue de San Juan…, estando corriendo ciertos toros y en regocijo de cañas y otras fiestas…»[8]

 se corren toros en México por primera vez. Entonces ¿qué se lidió al citar el término «ciertos toros», si no había por entonces un concepto claro de la ganadería de toros bravos?

   ¿No serían cíbolos?

   Recordemos que Moctezuma contaba con un gran zoológico en Tenochtitlán y en él, además de poseer todo tipo de especies animales y otras razas exóticas, el mismo Cortés se encargó de describir a un cíbolo o bisonte en los términos de que era un «toro mexicano con pelaje de león y joroba parecida a la de los camellos».

   El bisonte en época de la conquista ascendía a unos cincuenta millones de cabezas repartidas entre el sur de Canadá, buena parte de la extensión de Estados Unidos de Norteamérica y el actual estado de Coahuila.

   Si bien los españoles debían alimentarse -entre otros- con carnes y sus derivados, solo pudieron en un principio contar con la de puerco traída desde las Antillas. Para 1523 fue prohibida bajo pena de muerte la venta de ganado a la Nueva España, de tal forma que el Rey intervino dos años después intercediendo a favor de ese inminente crecimiento comercial, permitiendo que pronto llegaran de la Habana o de Santo Domingo ganados que dieron pie a un crecimiento y a un auge sin precedentes. Precisamente, este fenómeno encuentra una serie de contrastes en el espacio temporal que el demógrafo Woodrow W. Borah calificó como “el siglo de la depresión”,[9] aunque conviene matizar dicha afirmación, cuando Enrique Florescano y Margarita Menegus afirman que

 Las nuevas investigaciones nos llevan a recordar la tesis de Woodrow Borah, quien calificó al siglo XVII como el de la gran depresión, aun cuando ahora advertimos que ese siglo se acorta considerablemente. Por otra parte, también se acepta hoy que tal depresión económica se resintió con mayor fuerza en la metrópoli, mientras que en la Nueva España se consolidó la economía interna. La hacienda rural surgió entonces y se afirmó en diversas partes del territorio. Lo mismo ocurrió con otros sectores de la economía abocados a satisfacer la demanda de insumos para la minería y el abastecimiento de las ciudades y villas. Esto quiere decir que el desarrollo de la economía interna en el siglo XVII sirvió de antesala al crecimiento del XVIII.[10]

    El estudio de Borah publicado por primera vez en México en 1975, ha perdido vigencia, entre otras cosas, por la necesidad de dar una mejor visión de aquella “integración”, como lo apuntan Andrés Lira y Luis Muro, de la siguiente manera:

 Hacia 1576 se inició la gran epidemia, que se propagó con fuerza hasta 1579, y quizá hasta 1581. Se dice que produjo una mortandad de más de dos millones de indios. La fuerza de trabajo para minas y empresas de españoles escaseó entonces, y las autoridades se vieron obligadas a tomar medidas para racionar la mano de obra y evitar el abuso brutal de los indígenas sobrevivientes.

   Por otra parte, la población mestiza había aumentado a tal grado que iba imponiendo un trato político y social que no se había previsto. Mestizos, mulatos, negros libres y esclavos huidos, al lado de criollos y españoles sin lugar fijo en la sociedad concebida como una organización de pueblos de indios y ciudades y lugares de españoles, alteraron el orden ideado por las autoridades españolas, en cuyo pensamiento sólo cabía una sociedad compuesta por “dos repúblicas, la de indios y la de españoles”.[11]

    En cuanto a la tesis de cíbolos o bisontes, ésta adquiere una dimensión especial cuando en 1551 el virrey don Luis de Velasco ordenó se dieran festejos taurinos. Nos cuenta Juan Suárez de Peralta que don Luis de Velasco, el segundo virrey de la Nueva España entre otras cosas se aficionó a la caza de volatería. Pero también, don Luis era

 “muy lindo hombre de a caballo”, jugaba a las cañas, con que honraba la ciudad, que yo conocí caballeros andar, cuando sabían que el virrey había de jugar las cañas, echando mil terceros para que los metiesen en el regocijo; y el que entraba, le parecía tener un hábito en los pechos según quedaba honrado (…) Hacían de estas fiestas [concretamente en el bosque de Chapultepec] de ochenta de a caballo, ya digo, de lo mejor de la tierra, diez en cada cuadrilla. Jaeces y bozales de plata no hay en el mundo como allí hay otro día.[12]

    Estos entretenimientos caballerescos de la primera etapa del toreo en México, representan una viva expresión que pronto se aclimató entre los naturales de estas tierras e incluso, ellos mismos fueron dándole un sentido más americano al quehacer taurino que iba permeando en el gusto que no sólo fue privativo de los señores. También los mestizos, pero sobre todo los indígenas lo hicieron suyo como parte de un proceso de actividades campiranas a las que quedaron inscritos.

   El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después señores de rancio abolengo. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; pero ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomará forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzará su dimensión profesional durante el XVIII.

   El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”.

   Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar por parte del ganado vacuno embestidas de todo tipo, obteniendo con tal experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Muchos de ellos eran indígenas.

   Ejemplo evidente de estas representaciones, son los relieves de la fuente de Acámbaro (Guanajuato), que nos presentan tres pasajes, uno de los cuales muestra el empeño de a pie,[13] común en aquella época, forma típica que consistía en un enfrentamiento donde el caballero se apeaba de su caballo para, en el momento más adecuado, descargar su espada en el cuerpo del toro ayudándose de su capa, misma que arrojaba al toro con objeto de “engañarlo”. Dicha suerte se tornaba distinta a la que frecuentó la plebe que echaba mano de puñales. Sin embargo esto ya es señal de que el toreo de a pie comenzaba a tomar fuerza. Otra escena de la fuente de Acámbaro nos presenta el uso de la «desjarretadera», instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el “desjarrete” se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Un relieve más nos representa el momento en que un infortunado diestro está siendo auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el «quite».

   En la continuación de la reseña de Suárez de Peralta se encuentra este pasaje:

 Toros no se encerraban [en Chapultepec] menos de setenta y ochenta toros, que los traían de los chichimecas, escogidos, bravísimos que lo son a causa de que debe haber toro que tiene veinte años y no ha visto hombre, que son de los cimarrones, pues costaban mucho estos toros y tenían cuidado de los volver a sus querencias, de donde los traían, si no eran muertos aquel día u otros; en el campo no había más, pues la carne a los perros. Hoy día se hace así, creo yo, porque es tanto el ganado que hay, que no se mira en pagarlo; y yo he visto, los días de fiesta, como son domingos y de guardar, tener muchos oficiales, alanos, que los hay en cantidad, por su pasatiempo salir a los ejidos a perrear toros, y no saber cuyos son ni procurarlo, sino el primero que ven a aquél le echan los perros hasta hacerle pedazos, y así le dejan sin pagarle ni aún saber cuyo es, ni se lo piden; y esto es muy ordinario en la ciudad de México y aún en toda la tierra.[14]

    Volviendo al buen caballero don Luis de Velasco, él tenía la más principal casa que señor la tuvo, y gastó mucho en honrar la tierra, como apunta Suárez de Peralta. Tenía de costumbre, todos los sábados ir al campo, a Chapultepec, y allí tenía de ordinario media docena de toros bravísimos; hizo donde se corriesen (un toril muy lindo); íbase allí acompañado de todos los principales de la ciudad, que irían con él cien hombres de a caballo, y a todos y a criados daba de comer, y el plato que hacían aquel día, era banquete; y esto hasta que murió.

   Al referirse Juan Suárez de Peralta a los “toros de los chichimecas”, nos está dando elementos para comprobar que en aquel tiempo era común traer esos animales desde aquellas regiones que hoy ocupan los estados de Coahuila y hasta el norte de Guanajuato. Dicho ganado no es sino el bisonte ó cíbolo, como se le conoce al mamífero, animal cuadrúpedo, del orden de los rumiantes, llamado en Europa toro de México o mexicano, por parecerse a un toro ordinario, con la diferencia de que sus astas están echadas hacia atrás, y el pelo largo y parecido a la lana de un perro de aguas ordinario: es montaraz, poco domesticable, y andan en manadas en las espesuras de los bosques, especialmente en la provincia de Texas. Por lo tanto, este tipo de ganado específico fue utilizado en alguna otra ocasión, como fue el caso ocurrido en 1734.[15]

   En 1526 Hernán Cortés revela un quehacer que lo coloca como uno de los primeros ganaderos de México, actividad que se desarrolló en el valle de Toluca. En una carta del 16 de septiembre de aquel año Hernán se dirigió a su padre Martín Cortés haciendo mención de sus posesiones en Nueva España y muy en especial «Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…» [16]

   De ese modo

Las primeras especies de ganado mayor traídas de la península pertenecían a la “serrana, cacereña, canaria y retinta”, animales de gran rendimiento cárnico y laboral. Dichas especies se reprodujeron en grandes hatos en el territorio virreinal que tuvieron buena adaptación al clima y a los terrenos más difíciles. Las primeras vacas dieron origen a las distintas clases de “razas criollas”, resultado de las diferentes cruzas entre las razas puras de origen, de las cuales se obtuvo el tipo “mestizo”.

   Aquella gran población de ganados se estableció materialmente en todo el Valle de Toluca, por lo que las comunidades indígenas se quejaban del abuso cometido por los dueños de las vacadas, quienes dejaban libres sus animales para pastar, entrando estos a las sementeras destruyendo los sembradíos. Los naturales al verse rebasados por tal circunstancia no tuvieron más remedio que alejarse de sus asentamiento, desapareciendo en consecuencia los pueblos de indios.

   Y en ese sentido era tal el volumen y multiplicación del ganado, por lo que hubo algunos propietarios que llegaron a marcar anualmente hasta treinta mil becerros, quedando fuera un buen número de cabezas que por falta de control y cuidados se hacían cerreros.[17]

   Es entonces el valle de Toluca uno de los primeros sitios donde se aprovechan las excelentes condiciones de tierras para la siembra y mejor espacio para pastoreo de ganado mayor y menor. Cortés decide instalarse de forma provisional en Coyoacán mientras la ciudad de México-Tenochtitlán es modificada sustancialmente a un nuevo entorno, propio de concepciones renacentistas. Al poco tiempo, Cortés decide salir hacia el valle de Toluca en compañía del señor de Jalatlaco Quitziltzil, su aliado; y ello ocurre aproximadamente entre 1523 y 1524, antes de su viaje infructuoso a las Hibueras (1524-1526). En esa ocasión, Cortés introdujo desde muy temprana fecha ganado porcino (entre 1521 y 1522) y poco más tarde, hacia 1525 y 1528, en compañía de Juan Gutiérrez Altamirano establecieron ganado mayor, tan luego pudo levantarse la prohibición del tránsito de animales de las Antillas, apoyados por cédula real.[18] Es en 1528 cuando se hace notoria la presencia de ganado vacuno en la región del valle de Toluca, por lo que para 1531, “el tributo que los indios de la localidad de Toluca y de sujeto Atenco daban al marqués del Valle de Oaxaca ya incluía el mantenimiento de sus “hatos de vacas”.[19]

   Es importante destacar la apreciación que en su momento dejó marcada el padre jesuita José de Acosta, en el sentido de las diferencias encontradas en los tipos de ganados que se establecieron en la Nueva España:

 De tres maneras hallo animales en Indias: unos que han sido llevados por españoles; otros que aunque no han sido llevados por españoles, los hay en Indias de la misma especie que en Europa; otros que son animales propios de Indias y se hallan en España.[20]

    El ganado caballar se reprodujo tanto, que dio origen a grandes manadas de caballos salvajes, que se tornaron por naturaleza cerreros, montaraces y mostrencos. Lo mismo ocurrió con los toros salvajes que los hubo en grandes cantidades en diversas regiones de la Nueva España. Por otro lado, es un hecho que

    Los primeros toros (no bravos entonces), llegaron a México en 1521 en un lote de becerros transportados a Veracruz, desde Santo Domingo. Cuatro años más tarde llegaron otras remesas de ganado de diversas especies y en 1540 la introducción se hizo en gran escala y así fueron poblados de ganado Texas, Arizona y Nuevo México, por el norte de la Nueva España, donde ya había ganado desde hacía 20 años.

   Los primeros toros bravos [si es que así se les puede calificar] llegaron a México entre 1540 y 1544, fray Marcos de Niza y fray Junípero Serra llevaron más tarde al noroeste de México la especie llamada cornilarga, formada por ejemplares fuertes, fieros y semisalvajes. Las reses bravas se establecieron primero en la región que es hoy de San Nicolás Parangueo (Guanajuato y Michoacán).[21]

    En la permanente búsqueda por aclarar orígenes del toreo en México, durante los primeros años de la Nueva España, un tema que por sí mismo constituye un gran reto es el de la ganadería. Hasta hoy, veo que ha sido muy difícil conmover la idea generalizada en buena parte, ya no digo de historiadores, sino de los aficionados taurinos, en el sentido de que Atenco, como hacienda ganadera establecida en estas tierras contuvo desde su génesis misma una raza específica: la navarra.

   Cuando el historiador Nicolás Rangel  tuvo a su cargo el Archivo General de la Nación allá por los años 20 del siglo pasado, lo que hoy son los Fondos y ramos que lo constituyen formalmente aún no gozaban de catalogación precisa. En forma muy especial manejó documentos del hoy ramo «Historia» (Diversiones públicas) del cual formó su Historia del toreo en México. Época colonial (1521-1821). Esta, ha sido durante más de 80 años libro de consulta indispensable, aunque algunos de sus datos son de dudosa procedencia (la obra por falta del aparato erudito debe salvarse debido a la falta de catalogación que entonces tenía el Archivo General de la Nación).

   Sobre una apreciación del autor en torno a la forma en que se constituyó la mencionada hacienda, este dice que

    El conquistador, Lic. Juan Gutiérrez Altamirano, primo de Hernán Cortés, había obtenido de éste, como repartimiento, el pueblo de Calimaya con sus sujetos; y con otras estancias que había adquirido en el valle de Toluca, llegó a formar la hermosa Hacienda de Atenco, llamada así por ser el nombre del pueblo más inmediato. Para poblar sus estancias con ganado bovino, lanar y caballar, hizo traer de las Antillas y de España, los mejores ejemplares que entonces había, importando de Navarra doce pares de toros y vacas seleccionados que sirvieron de pie veterano a la magnífica ganadería que ha llegado a nuestros días.[22]

    Datos de esa magnitud merecen el descubrimiento mismo de la ganadería de bravo en México y por muchos años así se le ha considerado.

   ¡Grave error!

   Varios motivos que contradicen este asunto, forman un abigarrado expediente que sirve de evidencia y muestra certera de que la historia en cuanto tal tiene mucho por ofrecer en el plano de las precisiones. Precisamente, en su oportunidad agregaré algunos nuevos datos que se enfrentan a estos argumentos.

   Aconseja Jacob Burckhardt «No regañemos a los muertos. Entendámoslos». Si bien Nicolás Rangel se desempeñó mejor en la crítica literaria (véase la Antología del Centenario) que como historiador, su obra Historia del Toreo en México pasa a ser un texto muy interesante, aunque me parece -en lo personal-, una historia positivista, que solo registra pero sin navegar en profundidades del fundamento. Es decir no se compromete. Que es útil, lo ha sido, aunque en partes deja que desear por la ligereza de su construcción salvada por los conocimientos literarios y taurinos del leonés.

   Con el planteamiento anterior manifiesto mi desacuerdo, en virtud de que ese dato pone en entredicho no sólo el origen de esta hacienda (y no es que lo niegue, y por consecuencia pretenda liquidarlo de un plumazo), sino también la procedencia del pie de simiente, en unos momentos en los que, la cantidad de ganado mayor o menor establecido para entonces en la Nueva España, va incrementándose rápidamente, sobre todo entre las nuevas propiedades territoriales, donde los señores encomenderos van fijándose ese propósito. Haya o no llegado dicho “pie de simiente”; se encuentre o no el documento del que se valió Rangel para sustentar su hipótesis, hace que se cuente también con otros testimonios, con el suficiente peso para dar otro entorno a ese origen y desarrollo, ocurrido en la hacienda que ahora se propone para su estudio.

   Si Nicolás Rangel nos dice que los doce pares de toros y de vacas «raíz brava para Atenco», fueron traídos para un fin específico: crear un pie de simiente, su aseveración está lejos de toda realidad. La profesionalización de la ganadería llegó mucho tiempo después (últimos años del siglo XVIII en España; fines del XIX en México). En España, hacia 1732 se fue haciendo común la práctica impuesta por la Maestranza en dos vertientes: una, que sus empleados salían a buscar los toros asilvestrados o bien, encargaba a un varilarguero de su confianza la compra de reses en el circuito de abastos). En tanto el ganado que se empleaba para las fiestas poseía una cierta casta, era bravucón, y permitía en consecuencia el lucimiento de los caballeros y las habilidades de pajes y gentes de a pie. El abasto, disponiendo de la coyuntura del rastro, y la plaza son los únicos destinos del ganado, aunque al parecer no fue posible que mediara entre ambos aspectos alguna condición particular. Por lo tanto, durante buena parte del siglo XVI, no había evidencia clara en la crianza y búsqueda específica de bravura en el toro.

   Ahora bien, ¿qué hay sobre las reses navarras?

   Ni Carriquiri ni Zalduendo existían para entonces. Los toros navarros y su acreditada fiereza son bien reconocidos desde el siglo XIV pues no faltaban fiestas, por ejemplo en Pamplona, lugar donde se efectuaron con frecuencia. Posibles descendientes de don Juan Gris y ascendientes del marqués de Santacara (Joaquín Beaumuont de Navarra y Azcurra Mexía) pudieron haber tenido trato con alguno de los descendientes de Juan Gutiérrez Altamirano directamente en el negocio de compra-venta de los ganados aquí mencionados, y que pastaron por vez primera en tierras atenqueñas.[23]

   Presuponen algunos que los toros navarros eran de origen celta. Gozaban de pastos salitrosos en lugares como Tudela, Arguedas, Corella y Caparroso dominados por el reino de Navarra.

   En el curso de la Edad Media, fiestas y torneos caballerescos abarcan el panorama y nada mejor para ello que toros bravos de indudable personalidad, cuyo prestigio y fama hoy son difíciles de reconocer en medio de escasas noticias que llegan a nuestros días.

   Es cierto también que con anterioridad a los hechos de 1528, inicia todo un proceso de introducción de ganados en diversas modalidades para fomentar el abasto necesario para permitir una más de las variadas formas de vivir europeas, ahora depositadas en América.

   Se sabe que entre octubre y noviembre de 1522, época del escándalo de llegada y muerte de doña Catalina Xuárez «la Marcayda», efímera esposa de Hernán Cortés, cuyas nupcias ocurrieron en la isla de Cuba, había en el palacio de Texcoco caballos y vacas de las cuales se aprovechaba su leche como alimento. El mismo Bernal Díaz del Castillo nos dice que los indios se dedicaban a la agricultura; así, antes de 1524 son

 labradores, de su naturaleza lo son antes que viniésemos a la Nueva España, y agora (ca. 1535) crían ganados de todas suertes y doman bueyes y aran las tierras.[24]

    Un tema que se asocia con estas circunstancias es el de los mayores propietarios que podían repartir ganado (mayor y menor) a las carnicerías. Ellos eran:

 -Indudablemente Hernán Cortés.

-Alonso de Villaseca, minero y negociante, el hombre más rico en su tiempo de la Nueva España (hacia la década de 1560).[25]

-El doctor Santillan, oidor de México.

-Antonio de Turcios, escribano de la audiencia.

-Juan Alonso de Sosa, tesorero real.

   Se suma a esta lista un número importante de encomenderos, alcaldes de mesta, miembros del cabildo de la ciudad de México y grandes propietarios de ganado como:

 -Juan Gutiérrez de Altamirano.

-Jerónimo López.

-Juan Bello.

-Jerónimo Ruiz de la Mota.

-Luis Marín

-Villegas (¿Pedro de?)

-Juan Jaramillo.

-Doña Beatriz de Andrada.[26]

-Juan de Salcedo.[27]

    Como ya vimos, fue en 1551 y por orden del primer virrey don Luis de Velasco, se organizaron algunos festejos, para lo cual se dispuso de 70 toros de los chichimecas. Como dato curioso se dice que en ellas salieron toros bravísimos y, alguno, ¡hasta de veinte años…!

   Tales sucesos ocurrieron en el año de 1551, 25 años después de los hechos del día de San Juan de 1526, en que por primera vez se corren «ciertos toros» en la Nueva España, registro histórico plasmado en la quinta carta-relación de Hernán Cortés.

   Al adentrarse en la historia de una ganadería tan importante como Atenco, el misterio de los «doce pares de toros y de vacas»[28] con procedencia de la provincia española de Navarra y que Nicolás Rangel lo asentó en su obra Historia del toreo en México, es imposible aceptarla como real. El mucho ganado que llegó a la Nueva España debe haber sido reunido en la propia península luego de diversas operaciones en que se concentraban cientos, quizás miles de cabezas de ganado llegados de más de alguna provincia donde el ciclo de reproducción permitió que se efectuara el proceso de movilización al continente recién descubierto. Claro que una buena cantidad de cabezas de ganado murieron en el trayecto, lo cual debe haber originado un constante tráfico marítimo que lograra satisfacer las necesidades de principio en la América recién conquistada y posteriormente colonizada.

   De siempre ha existido la creencia de que Atenco es la ganadería más antigua. Efectivamente lo es puesto que se fundó en 1528 pero no como hacienda de toros bravos.

   Seguramente la crianza del toro per se tiene su origen en el crecimiento desmesurado de las ganaderías que hubo en la Nueva España al inicio de la colonia.

   Los primeros afectados fueron los indios y sus denuncias se basaban en la reiterativa invasión de ganados a sus tierras lo cual ocasionó varios fenómenos, a saber:

1)A partir de 1530 el cabildo de la ciudad de México concede derechos del uso de la tierra llamados «sitio» o «asiento», lo cual garantizaba la no ocupación de parte de otros ganaderos.

2)Tanto Antonio de Mendoza como Luis de Velasco en 1543 y 1551 respectivamente, ordenaron que se cercaran distintos terrenos con intención de proteger a los indígenas afectados, caso que ocurrió en Atenco el año de 1551.

3)Se aplicó en gran medida el «derecho de mesta».[29] A causa de la gran expansión ocurrida en las haciendas, en las cuales ocurría un deslizamiento de ganados en sus distintas modalidades, los cuales ocupaban lo mismo cerros que bosques, motivando a un repliegue y al respectivo deslinde de las propiedades de unos con respecto a otros. Como se sabe la mesta herencia del proceso medieval, fue un organismo entregado al incremento de la ganadería en la Nueva España que favoreció por mucho tiempo a los propietarios, quienes manifestaron los severos daños a movimientos fraudulentos dirigidos a los agricultores y a la propiedad territorial, siendo los indígenas los principalmente afectados.

4)Bajo estas condiciones nace por lógica de los necesarios movimientos internos de orden y registro un quehacer campirano ligado con tareas charras. Esto es, lo que hoy se considera una actividad de carácter netamente de entretenimiento, ayer lo fue en su estricto sentido rural una labor cotidiana. Me refiero a quehaceres como el rodeo, el jaripeo e incluso las montas a caballo que derivaron en un espectáculo taurino del que tan luego se dio la oportunidad, se incorporaron al espectáculo urbano.

   De ahí que delimitada la ganadería se diera origen involuntariamente a un primer paso de lo profesional y que Atenco, por lo tanto deje una huella a lo largo de 300 años por la abundancia de toros criollos no criados específicamente (es decir, con los criterios puntuales que se ponen en aplicación, usando para ello registros en libros y cruzamientos bien razonados) como toros de lidia, concepto este que se va a dar en México hasta fines del siglo XIX.

   La ganadería novohispana se orientó hacia el concepto del abasto y en parte, debido a la grande y rápida reproducción registrada, a una colateral de la vida cotidiana: las fiestas caballerescas. El mucho ganado existente permitió el desarrollo de infinidad de estas demostraciones no sólo en la capital, también en sus provincias y en poblaciones tan lejanas como Durango[30] o Mérida.[31]

   Lo que es un hecho es que la ganadería como concepto profesional y funcional se dispuso con ese carácter, y en España hacia fines del siglo XVIII. México lo alcanzará hasta un siglo después. Que el ganado embestía, era la reacción normal de su defensa; y obvio, entre tanta provocación existía un auténtico y furioso ataque de su parte.

   Ganado vacuno lo había en grandes cantidades. Su destino bien podía ser para el abasto que para ocuparlo en fiestas, donde solo puede imaginarse cierta bravuconería del toro que seguramente, nada debe haber tenido de hermoso, gallardo o apuesto como le conocemos en la actualidad. Quizás eran ganados con cierta presentación, eso sí, con muchos años y posiblemente exhibiendo una cornamenta extraña y espectacular.

   Entre las primeras participaciones de ganado de Atenco, destinado a fiestas durante el siglo XVII, está la de 1652, 11 de noviembre de 1675 cuando se corrieron tres toros con motivo del cumpleaños del Rey, donde además se presentó el Conde de Santiago, auxiliado de 12 lacayos. También el 11 de mayo de 1689, fiestas en el Parque del Conde, terreno aledaño a la primitiva construcción de la casa principal de los condes en la capital (cuya casa señorial es el actual Museo de la Ciudad de México, la cual fue construida bajo dimensiones señoriales hasta el siglo XVIII, al cuidado del arquitecto Francisco de Guerrero y Torres). Otras tres corridas en junio de 1690 y en el mismo escenario. El 28 de mayo de 1691 el Conde de Santiago, don Juan Velasco, actuó junto a Francisco Goñe de Peralta, quienes se lucieron en esas fiestas.

   Y dejando estas historias, llegamos a 1824, año a partir del cual la hacienda de Atenco nutrió de ganado en forma por demás importante a las plazas de toros más cercanas a la capital del país (aunque existan informes desde 1815 donde está ocurriendo dicha situación). Es desde esa fecha en la que concretaré las principales observaciones con las que este trabajo de investigación adquirirá mayor trascendencia en los capítulos posteriores.

   El peso específico de la ganadería brava en México va a darse formalmente a partir de 1887 año en que la fiesta asume principios profesionales concretos. Mientras tanto lo ocurrido en los siglos virreinales y buena parte del XIX no puede ser visto sino como la suma de esfuerzos por quienes hicieron posible la presencia siempre viva de la diversión taurina. Mientras un toro embistiera estaba garantizado el espectáculo. Quizás, el hecho de que las fiestas en el virreinato se sustentaron con 100 toros promedio jugados durante varios días, o era por el lucimiento a alcanzar o porque un toro entre muchos corridos en un día permitiera aprovechársele. Tomemos en cuenta que se alanceaban,[32] es decir su presencia en el coso era efímera. Ya en el siglo XIX la presencia de decenas de ganaderías refleja el giro que fue tomando la fiesta pero ningún personaje como ganadero es mencionado como criador en lo profesional. Es de tomarse en cuenta el hecho de que sus ganados estaban expuestos a degeneración si se les descuidaba por lo que, muy probablemente impusieron algún sistema de selección que los fue conduciendo por caminos correctos hasta lograr enviar a las plazas lo más adecuado al lucimiento en el espectáculo. Los concursos de ganaderías que se dieron con cierta frecuencia al mediar el siglo XIX, son el parámetro de los alcances que se propusieron y hasta hubo toro tan bravo «¡El Rey de los toros!» de la hacienda de Sajay (Xajay) que se ganó el indulto en tres ocasiones: el 1 y 11 de enero de 1852; y luego el 25 de julio siguiente, triple acontecimiento ocurrido en la Real plaza de toros de San Pablo.[33] La bravura, lejos de ser una simple estimación de la casta que los hace embestir en natural defensa de sus vidas, fue el nuevo concepto a dominar con mayor frecuencia. En 1887 comenzó la etapa de la exportación de ganado español a México con lo que la madurez de la ganadería de bravo se consolidó en nuestro país.

   Ahora surge la pregunta: ¿cómo es posible que el ganado de Atenco en una determinada época comenzó a manifestar características afines con las ramas de Carriquiri y Zalduendo que es en donde cabe la reflexión más cercana a las relaciones con esta casta definida en España y por ende con una profesionalización que marcaron en algún momento los dueños de la ganadería? De ello me ocuparé en el siguiente apartado….

    Y es que todo lo anterior, me ha valido más de 25 años de investigaciones[34] que no corresponden con afirmaciones como las expuestas por Carlos Sánchez Torreblanca, por lo que las descalifico debido a tan grave falta de sustento.

   Finalmente, plantea toda una serie de explicaciones que también establecen diferencias entre el toro español y el mexicano en cuanto al concepto de “trapío” y toda una serie de condiciones en los “rasgos morfológicos”. Lamentablemente, cuando el trapío o los rasgos morfológicos no llegan a cubrir satisfactoriamente los requisitos que establece el reglamento, no hay poder humano que pueda corregir tales defectos, si estos fueron los de una posible y deliberada intención de enviar un encierro que, gracias a la amplia difusión que se hizo del mismo en los portales taurinos, deja ver que varios de esos ejemplares no cumplían con lo establecido, de ahí que la medida del Juez en turno, hoy se entienda como una decisión extrema, radical e incluso causante de graves perjuicios que afectan a terceros, debido a la suspensión que, ¡ojo! decidió “Espectáculos Taurinos de México” no el Juez de Plaza, que desde luego no puede tomarse atribuciones de ese tamaño. Si el Juez de Plaza, además de su desempeño, y en el entendido de que sea un aficionado a la tauromaquia, tiene formación profesional como Médico Veterinario Zootecnista, significa que pudo haber aplicado los criterios de rigor en función de su experiencia, sujetándose a los artículos incluidos en el Reglamento Taurino en vigor.

   Hasta aquí con estos desfiguros a partir de malos planteamientos, de malas exposiciones, de pésimos argumentos con los que no podemos andar por el mundo tan a la ligera.

   Ojalá que estas observaciones las tome Carlos Sánchez Torreblanca primero que todo en forma respetuosa, como entiendo que también lo he hecho, pero sobre todo con el debido interés que supone no exponerse a dar planteamientos si previamente estos no tienen el sustento y el peso de rigor que ha significado la articulación de la tauromaquia en este país, tan necesitada hoy día de mejores elementos de exposición y no ciertos y desagradables lugares comunes a que orilla elaborar un documento que, como el suyo, adolece de tales elementos.

 Reciba un respetuoso saludo.

 José Francisco Coello Ugalde

Maestro en Historia.


[1] Flora Elena Sánchez Arreola: “La hacienda de Atenco y sus anexas en el siglo XIX. Estructura y organización”. Tesis de licenciatura. México, Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia. México, 1981. 167 p. Planos, grafcs., p. 15. El 6 de diciembre de 1616 don Fernando Altamirano y Velasco obtuvo del Rey Felipe III el título de Conde de Santiago Calimaya. Los Condes estuvieron emparentados con la oligarquía novohispana, heredaron varios Mayorazgos “y llegaron a ser probablemente los más poderosos hacendados del virreinato, con vastas propiedades diseminadas por todo el país”.

Por su parte, Vicente Villanueva, estudioso de la génesis en Atenco, menciona lo siguiente:

    Ponencia sobre el origen de la Hacienda de Atenco por Vicente Villanueva

A finales de 1520, año de la caída de Tenochtitlan, el conquistador Hernán Cortés dio inicio a la repartición entre sus huestes del botín obtenido en sus campañas militares contra el imperio azteca. En virtud de que las riquezas logradas mediante las armas no fueron suficientes para satisfacer las demandas de sus hombres (socios del capitán extremeño en la empresa de la Conquista), la Corona española instituyó las Encomiendas, a fin de premiar a los conquistadores y encomenderos tanto con mercedes de tierras (solares de los pueblos, caballerías de tierras o estancias de ganado menor y mayor), como con otro tipo de concesiones tributarias.

Por su parte, Cortés se resistió cuanto pudo a la repartición de la tierra, pero tuvo buen cuidado de adjudicarse grandes extensiones de terreno y de cobrar -además del Quinto Real- otro tanto para él, en su calidad de Capitán General. Entre las tierras que Cortés se adjudicó, destacaron las localizadas en la zona de Matlatzinco (sometida por los conquistadores Andrés de Tapia y Gonzalo de Sandoval), que destacaba por su abundancia en pastos y agua e idónea para la crianza de todo tipo de ganado. Dio comienzo entonces en la zona un proceso intensivo de población animal con especies tanto mayores (bovinos y equinos) como menores (aves, ganado caprino y porcino), que a instancias de Cortés fueron traídos a México procedentes de la isla La Española por el jerezano Gregorio de Villalobos.

Durante los años de 1521 y 1523 -previos a la accidentada expedición de Cortés a las Hibueras-, el conquistador permaneció en la región de Matlatzinco ocupado en tareas tanto de ordenamiento administrativo de las tierras conquistadas, como en las labores de poblamiento tanto humano como pecuario de la región, en la que se establecieron muchos pobladores de origen portugués, poseedores de una considerable tradición agrícola y ganadera, así como una abundante mano de obra vaquera, compuesta en gran medida por esclavos negros, ante la negativa de la población indígena a trabajar con los ganados de origen europeo.

Antes de enfrentar las muchas vicisitudes políticas que caracterizaron sus últimos años de su vida, Hernán Cortés –convertido ya en un hombre muy rico por su genio personal y en Marqués por la gracia real-, tuvo la previsión de arreglar su situación testamentaria a fin de legarle la sus parientes y sus muchos hijos (tanto legítimos como naturales, a los cuales legalizó para incluirlos en su herencia) sus grandes propiedades territoriales.

La segunda oleada de españoles llegados a la Nueva España estuvo compuesta por españoles dispuestos a poblar y colonizar los nuevos territorios conquistados; entre los recién llegados destacó un personaje que resultaría crucial para la historia de la ganadería en el Valle de Toluca: el licenciado Juan Gutiérrez Altamirano, un abogado extremeño educado en Salamanca y nombrado corregidor de Texcoco, quien se ocupó de la defensa legal de Cortés en su disputa con Diego Velázquez contra cuya autoridad Cortés se había rebelado al fundar el Ayuntamiento de Veracruz, para recibir de éste el nombramiento de Capitán General y poder así desconocer al entonces gobernador de Cuba y recurrir directamente y sin la intermediación de Velázquez, a la protección del rey Carlos I.

El pleito con Diego Velázquez dejó de ser una preocupación para Cortés cuando el conquistador de Cuba falleció en 1524, sin embargo el licenciado Gutiérrez Altamirano continuó muy allegado al futuro Marqués, merced a su casamiento con una prima suya, doña Juana Pizarro Altamirano. Más tarde, en 1529, la segunda esposa de Cortés, la marquesa Juana Ramírez de Arellano, en combinación con el licenciado Gutiérrez Altamirano, consiguieron despojar de su herencia a Catalina Pizarro, hija de Cortés y de su primera esposa, Catalina Suárez, cuñada de Diego Velázquez.

Por este y otros servicios, la marquesa benefició al licenciado con la cesión de la estancia de Atenco, que Gutiérrez Altamirano acrecentó con otras adquisiciones de tierras y con algunas donaciones del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza, con lo cual el primo político de Cortés se convirtió en el propietario de una enorme extensión de tierras en el Valle de Toluca, integrada no solo por la hacienda de Atenco sino también por varias estancias anexas, que desde 1558 integraron el Mayorazgo de la familia.

Años más tarde, Fernando Altamirano y Velasco, nieto de Juan Gutiérrez Altamirano, contrajo nupcias con la nieta del virrey Luis de Velasco, enlace por el que obtuvo una merced real de Felipe III por la que se le otorgó el título de conde de Santiago de Calimaya, que comprendía las haciendas de Atenco, Cuauhtenco y Almoloya, así como los ranchos de Tepemaxalco, San Agustín, San Nicolás y Santiaguito.

La hacienda de Atenco como se conoce desde el siglo XIX fue el resultado de posteriores deslindes de tierras y nuevas titulaciones (denominadas “composiciones”) mediante las cuales se introdujeron ajustes en la propiedad de la enorme extensión de tierra que integraba el condado de Santiago de Calimaya. A partir de esta recomposición territorial se incorporaron a esta importante región agrícola y ganadera nuevas familias que se vieron beneficiadas por este proceso, como los Pliego y los Barbabosa, estos últimos íntimamente ligados a la historia taurina nacional como propietarios de las haciendas de San Diego de los Padres, Santín, San Agustín Calimaya, Tepemajalco, Santiaguito y por supuesto, la legendaria hacienda de Atenco, fundadora de la ganadería nacional. Tomado de: La Bitácora de Rafael Medina de la Serna. Secretario de actas de Bibliófilos Taurinos de México, A.C. http://www.bibliofilostaurinos.com.mx/public_7.html / 30.07.2008

[2] Isaac Velázquez Morales: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI”. Ponencia presentada a la Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997. En dicho trabajo, su autor muestra una relación de los fierros quemadores de ganaderías del Valle de Toluca, registrados ante escribano real a fin del siglo XVII, cuando el de Atenco, ni siquiera tenía el rasgo que hoy día caracteriza a esa marca de fuego con la que se distinguen a los toros de esta ganadería.

[3] Enrico Martínez: Repertorio de los tiempos e historia de Nueva España (1606). México, SEP, 1948. (Testimonios mexicanos, 1), cap. XXVI, p. 141.

[4] Sonia Corcuera: Entre gula y templanza. Un aspecto de la historia mexicana. UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1981. 261 p. Ils. (COLEGIO DE HISTORIA, Colección: Opúsculos/Serie: Investigación), p. 51.

[5] Antiguamente, referirse a las vacas era generalizar -en cierto sentido- al ganado vacuno, ya que sólo se hablaba de la posesión de los vientres. Por añadidura estaban los machos que, como elemento de reproducción no podía faltar en una ganadería.

[6] “El Cronista A”, Hernán Cortés. En: “El Albatros” N° 4, 1971. Revista de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Julio-Agosto, 1971.

[7] Fernando Benítez: La ruta de Cortés. México, Cultura-SEP, 1983. 308 p. Ils. (Lecturas mexicanas, 7), p. 288.

[8] Hernán Cortés: Cartas de Relación. Nota preliminar de Manuel Alcalá. Décimo tercera edición. México, Porrúa, 1983. 331 p. Ils., planos (“Sepan cuántos…”, 7), p. 275.

[9] Woodrow, W. Borah: El siglo de la depresión en la Nueva España. México, ERA, 1982. 100 p. (Problemas de México).

El autor apoya su tesis en las actividades de la economía durante la colonia para conocer los comportamientos demográficos que se dieron en forma agresiva a causa de nuevas enfermedades, la desintegración de la economía nativa y las malas condiciones de vida que siguieron a la conquista. Este fenómeno tuvo su momento más crítico desde 1540 y hasta mediados del siglo XVII, mostrando bajos índices de población, entre los indígenas y los españoles (hacia 1650 se estiman 125,000 blancos en Nueva España y unos 12,000 indígenas). La población indígena alcanzó una etapa de estabilidad, luego de los efectos señalados, a mediados del siglo XVIII “aunque siempre a un ritmo menor que el aumento de las mezclas de sangre y de los no indígenas”.

Es interesante observar una de las gráficas (AHT24RF541, véase anexo número cinco) donde vemos valores de cabezas de ganado mayor y menor muy disparados contra un decremento sustancial de los indígenas y blancos, lo cual originó, por otro lado, un estado de cosas donde dichos ganados mostraron no solo sobrepoblación sino que el hábitat se vulneró y se desquició lo cual no permite un aumento de la producción, pues los costos se abatieron tremendamente.

Esta tesis ha perdido fuerza frente a otros argumentos, como por ejemplo los que plantea la sola trashumancia habida en buena parte del territorio novohispano, o aquel otro que propone Pedro Romero de Solís en su trabajo denominado “Cultura bovina y consumo de carne en los orígenes de la América Latina” (véase bibliografía). Pero también se ha desdibujado por motivo de que el autor nunca consideró que habiendo una crisis demográfica de las dimensiones analizadas en su estudio, estas nunca iban a permitir que la economía creciera. Por supuesto que la economía colonial creció desde finales del siglo XVI, se desarrolló durante todo el siglo XVII y se consolidó, en consecuencia hasta que operaron abiertamente las reformas borbónicas.

[10] Enrique Florescano y Margarita Menegus: “La época de las reformas borbónicas y el crecimiento económico (1750-1808)” (p. 363-430). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 365-6.

[11] Andrés Lira y Luis Muro: “El siglo de la integración” (p. 307-362). En HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 311. Además, véanse las páginas 316 y 317 del mismo texto que abordan el tema de “La población”.

[12] Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1589 por don (…) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3), p. 100.

[13] Empeño de a pie. Obligación que, según el antiguo arte de rejonear, tenía el caballero rejoneador de echar pie a tierra y estoquear al toro frente a frente, siempre que perdía alguna prenda o que la fiera maltrataba al chulo.

[14] Suárez de Peralta, Op. cit.

[15] Salvador García Bolio: “Plaza de Toros que se formó en la del Volador de esta Nobilísima Ciudad: 1734. [Cuenta de gastos para el repartimiento de los cuartones de la plaza de toros, en celebridad del ascenso al virreynato de esta Nueva España del el Exmo. Sor. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta]”. México, Bibliófilos Taurinos de México, 1986. XX + 67 p. Ils., facs., p. XIV: “Dies y Ocho pesos que tubo de Costo el armar Vn toril, para las Cibolas, que Se trajeron a lidiar…”, “…Síbolos, que se traxeron del R.l Alcazar de Chapultepeque, para lidiarse en la plaza, el último día dela Segunda Semana de la lidia de Toros (justo el jueves 10 de junio).

[16] Isaac Velázquez Morales: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI”. Ponencia presentada a la Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997.

[17] TOLUCA: SU HISTORIA, SUS MONUMENTOS, SU DESARROLLO URBANO. COMPILACIÓN: Programa de investigación cultural. Toluca, edo. de México, H. Ayuntamiento de Toluca. Universidad Autónoma del Estado de México, 1996. 331 p., ils.  “La ganadería en el Valle de Toluca durante el siglo XVI y principios del XVIII” por Guadalupe Yolanda Zamudio Espinosa (p. 53-70), p. 59-61.

[18] Cedulario de la Nobilísima Ciudad que puso en orden el licenciado José Barrio Lorenzot, abogado de la real audiencia y contador de propios y rentas de México, 1768. Real Cédula del 24 de noviembre de 1525.

La crianza del ganado implicaba un intercambio comercial muy importante, por lo que, para medir su expansión y sus excesos, se hizo expedir una cédula rubricada por

EL REY

Nuestros gobernadores e oficiales y otras justicias de las islas españolas, san Juan de Cuba, e Santiago, por parte de los procuradores de la Nueva España fue (h)echa relación que algunas veses, quieren sacar ganados, cavallos e lleguas e vacas, puercos e ovejas e otros ganados para la dicha tierra. Como no se podía hacer tal cosa, El Rey dice que: «Me fue suplicado, y pedido, por merced que no les pusieren impedimento en el sacar de los dichos ganados e cavallos, e yeguas para la dicha Nueva España, o como la mi merced fuese: Por ende yo voi mando, que agora de aqui adelante debeis e concintais vacas de esas dichas a cualesquier personas, para la dicha Nueva España, los cavallos, e yeguas, e puercos, e vacas, e ovejas e otros ganados que quisieren e por bien tuvieren, libre y desembargada… Se firmó en Toledo a 24 de noviembre de 1525.

[19] Albores: Tules y sirenas…, op. cit., p. 154.

[20] Diego López Rosado: Historia y pensamiento económico de México. Agricultura y ganadería. Propiedad de la tierra. México, Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Históricas, 1968. (Textos Universitarios)., p. 49-52.

[21] Op. Cit.

[22] Nicolás Rangel: Historia del toreo en México, 1521-1821. México, Imp. Manuel León Sánchez, 1924. 374 p. fots., p. 10.

[23] Alejandro Villaseñor y Villaseñor: Los condes de Santiago. Monografía histórica y genealógica. México, “El Tiempo”, 1901. 392 p. 64-65. En 1711, el conde Don Nicolás salió electo alcalde ordinario de la Ciudad de México, noticia que encontramos en la obra del Padre Cavo.

Fue casado dos veces, la primera con D.a María de Gorráez, Beaumont y Navarra hija de Don Teobaldo de Gorráez Beaumont y Navarra, descendiente del célebre condestable de Navarra, de ese apellido, y de Don Juan de Luna y Arellano, primer Mariscal de Castilla que ya vivía en México en 1578, pues en enero de ese año fue, en compañía de don Luis de Velasco, uno de los testigos en la escritura del mayorazgo fundado por don Diego de Ibarra y su esposa. La familia de Luna y Arellano, provenía del célebre don Álvaro, Condestable de Castilla.

[24] Silvio Zavala: El servicio personal de los indios en la Nueva España – I (1521-1550). México, El Colegio de México/El Colegio Nacional, 1984. 668 p. (Centro de Estudios Históricos)., p. 51, nota Nº 58.

[25] Guillermo Porras Muñoz: El gobierno de la ciudad de México en el siglo XVI. UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, 1982. 515 p. (Historia novohispana, 31), p. 307.

[26] Gregorio Martín de Guijo: DIARIO. 1648-1664. Edición y prólogo de Manuel Romero de Terreros. México, Editorial Porrúa, S.A., 1953. 2 V. (Colección de escritores mexicanos, 64-65)., T. I., p. 130. Es curioso que este diarista registre la muerte, no de Beatriz, pero sí de Leonor (quien fallece de 110 años), del mismo apellido, y madre del maestro Fr. Jerónimo de Andrada, provincial del orden de la merced quien, en 1652 proporcionaría ganado para unas fiestas celebradas el 3 de septiembre.

[27] François Chevalier. La formación de los latifundios en México. Tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII. 1ª. reimpr. México, Fondo de Cultura Económica, 1982. 510 p. ils., fots. (Sección de economía, 1348)., p. 127.

[28] Acaso habría que plantear si dentro de la intensa labor de evangelización, era necesario establecer una figura en el grupo no de “doce pares de toros y de vacas”, sino de los “doce apóstoles” que parecen ser recordados por aquellos doce misioneros franciscanos que llegaron a México el 13 de mayo de 1524, enviados por el Papa Clemente VII: fray Martín de Valencia en calidad de Custodio, nueve frailes sacerdotes: Francisco de Soto, Martín de la Coruña, Antonio de Ciudad Rodrigo, García de Cisneros, Juan de Rivas, Francisco Jiménez, Juan Juárez, Luis de Fuensálida y Toribio de Benavente (Motolinía), más dos legos fray Juan de Palos y fray Andrés de Córdoba. Un año antes se habían instalado Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Aora. En conjunto, se dedicaron a la conversión y defensa del indio.

[29] HISTORIA general de MÉXICO. Versión 2000. México, El Colegio de México, Centro de Estudios Históricos, 2000. 1104 p. Ils., maps., p. 267-268. Dice Bernardo García Martínez: Los criadores llevaban consigo los principios de la tradición ganadera peninsular. No tardaron en reproducir aquí su organización gremial de allá, la mesta, fue la encargada de formar ordenanzas que regularan la actividad y que por ende defendieran costumbres y privilegios. Esa organización no se mantuvo en Nueva España, pues sus funciones fueron absorbidas por los ayuntamientos, pero dejó vigentes varias ordenanzas y contribuyó a dar sustento legal a la actividad pecuaria.

[30] Guillermo Tovar de Teresa: Bibliografía novohispana de arte (Segunda parte) Impresos mexicanos relativos al arte del XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 1988. 414 p. Ils., facs. (p. 47).Orozco (Juan Felipe de): RELACIÓN De la plaufible Real folemnidad con que efta Ilustre, y Leal Ciudad de Durango, Caveza del Reyno de efta Nueva Vifcaya, celebró la Jura de nueftro Principe de las Afturias (+) el Señor (+) D. LUIS FERNANDO, Como heredero de los Reynos de Efpaña por Primogenito de nueftro Monarcha, señor PHILIPO QVINTO Emperador de efte Nuevo-Mundo, á quien Dios profpere, y guarde dilatados años. Sacala a luz, Don Jvan Phelipe de Orozco, y Molina Fator, y Contador de la Real hazienda, y Caja de efte Reyno, Alferez Real de efta Proclamación, echa á 20 de Henero de 1711. Y la dedica al Exc. Sr. D. Fernando de Alencafter Noroña, y Silva Duque de Linares, Marqués de Valde-fuentes y de Govea, Conde de Portoalegre, Comendador mayor de la Orden de Santiago en el Reyno de Portugal, Gentilhombre de la Camara de fu Mageftad, y de fu Confejo, fu Virrey lugar Theniente, Governador, y Capitan General defta Nueva-Efpaña, y Prefidente de su Real Audiencia. Con licencia de los Superiores, en México, en la Imprenta de Miguel de Ortega, y Bonilla. Año de 1711.

José Pascual Buxó: Impresos novohispanos en las bibliotecas públicas de los Estados Unidos de América (1543-1800). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1994. 285 p. Ils., facs. (Serie Guías)., p. 147: Francisco del Valle y Guzmán. Relación de las fiestas… con que la… Ciudad de Durango… celebró la Regia Proclamación de… Luis Primero… México: José Bernardo de Hogal, 1725.

[31] Manuel Romero de Terreros (C. De las Reales Academias Española, de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando): APOSTILLAS HISTÓRICAS. México, Editorial Hispano Mexicana, 1945. 236 p. Ils., retrs., p. 120. Antonio Sebastián de Solís y Barbosa: Descripción expresiva de la plausible pompa y majestuoso aparato con que la Muy Noble y Leal Ciudad de Mérida de Yucatán dio muestras de su lealtad en las muy lucidas fiestas que hizo por la exaltación al throno del muy Católico y muy poderoso monarca el señor don Fernando VI…, 1748.

[32] Alancear: Suerte del toreo a caballo consistente en matar los toros con lanza. Se usó por los caballeros españoles desde la Baja Edad Media hasta los siglos XVI-XVII, en que comenzó a ser substituido por el rejoneo. Además del valor demostrado servía a los caballeros como ejercicio físico de adiestramiento para la guerra.

[33] Lanfranchi: La fiesta brava en…, op. cit., T. I, p. 146.

[34] José Francisco Coello Ugalde: “Atenco: la ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, División de Estudios de Posgrado, Colegio de Historia (2000-2009). 251 p. + 920 p. (Anexos). (Tesis pendiente de obtener el grado académico correspondiente).

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EFEMÉRIDES DEL SIGLO XXI. DIEZ AÑOS SIN DAVID SILVETI.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

I

 DAVID, ¿POR QUÉ TE ABANDONASTE? DIEZ AÑOS SIN DAVID SILVETI.

   12 de noviembre de 2003, 12 de noviembre de 2013. Desde entonces han pasado diez largos años, en que la ronda macabra llamó a su puerta, sin que nadie advirtiera que Juan Belmonte o “Nimeño II” vinieran en espíritu hasta Salamanca para reclamar compañía a ese ejemplo de virtud torera que fue David Silveti, pero que la gloria le negó el paso al territorio de los “mandones” dada la vulnerabilidad de su cuerpo. Esa fragilidad casi de cristal, que cuando quedaba rota, se resistía a ser echada de la escena, no pudo ahora con toda la consecuencia y acumulación de circunstancias ocurridas durante su accidentada carrera, en la que, a pesar de todo, pudo ser capaz de sumar 551 festejos toreados, lo que, para su estado físico resulta toda una hazaña.

   Tu toreo, tu toreo nos marcó con fuego de pasión torera, como pocas veces lo ha experimentado toda esa afición que nos entregamos a ese quehacer sumido en el embrujo en donde cada lance o cada pase tuyo, se convertían en lentos y mortales episodios de tragedia. Estábamos sumidos en tu propia angustia. Cada momento era el drama mismo. Sin embargo, el drama era un trasvase inmediato de belleza y de arte, que solo bastaba algo de ti –que era mucho, sin embargo-, para quedar exhaustos y agradecidos de que esa concesión estética, soportada en débil estructura física, se convirtiera en la experiencia pasional absoluta, que se nos fue hasta el fondo mismo de la memoria, a ese territorio donde los recuerdos brotan como manantial. No todo en el toreo es fácil recordarlo. Pero lo tuyo fue el recorrido privilegiado por un museo donde puede mostrarse de vez en cuando lo mejor de su colección. Y más aún, si ese recinto guarda las colecciones más importantes del arte en sus más diversas y enigmáticas manifestaciones.

DAVID SILVETI CON TRAJE CAMPERO Col. del autor.

   No he de preguntarte ahora qué te orilló al suicidio, cuando cada tarde morías un poco. Creo que al final, casi nada quedó de ti y aún así hubo dos tardes explosivas, rotundamente violentas que pusieron al descubierto el que puede ser tu último gran esfuerzo, telúrico, de estaturas inimaginadas, poseído por los duendes, y el aquelarre juntos.

   Lamento tu partida.

   De la primera de esas tardes, rescato de mi bitácora lo siguiente:

(…)LA BREVEDAD MARAVILLOSA DE DAVID SILVETI QUE LOGRA RECUPERAR ALIENTOS EN UNA FIESTA SOMETIDA. Apuntes para la décima primera corrida de la temporada 2002-2003. David Silveti, Manolo Mejía y “Finito de Córdoba”, con seis toros de Fernando de la Mora, ocurrida el domingo 12 de enero de 2003, en la plaza de toros “México”.

(…) Indudablemente David Silveti fue quien salvó la tarde de la inanición. Sus males óseos, su fragilidad recalcan aún más la que pudiera ser una deliberada puesta en escena, que además le va muy bien, pues se mueve como príncipe en palacio: con majestad y aires de “lord” inglés, cuya flema podría ser –para algunos-, harto chocante. Ya lo decía Artemio de Valle Arizpe, “cuando en mi casa estoy, rey me soy”. Pero eso, ¡qué importa!, pues viniendo del llamado “Rey David”, nada de esto parece incómodo a la afición que celebró su retorno a la plaza de sus anhelos. Es decir, de alguna manera, la plaza “México” recuperó a un torero con personalidad quien tuvo que lidiar a sus dos enemigos bajo cuidados extremos por parte de su cuadrilla, debido a que no contaba con la capacidad suficiente en sus piernas para moverse con tranquilidad y salvar cualquier apuro, cosa que ocurrió en varios momentos, los cuales no pasaron del sobresalto.

   Como intérprete de la “verónica”, hace gala de exquisitez. Se recrea y al hacerlo de este modo, dicho lance recupera su valor original, expulsando literalmente a los mercaderes que han tergiversado esa magistral interpretación, haciéndolo pasar como cualquier cosa, y no como dolorosa y bella expresión que recuerda a Verónica, esa mujer que se lanza –en la ruta del Calvario-, a enjugar el sudor y la sangre de un Jesús camino al martirologio con la cruz a cuestas. Y vaya momentos de intensidad, de belleza, de creación y de sentimiento, que en los brazos de Silveti, la “Verónica” no solo se mece, sino que adquiere perezosa dimensión, en por lo menos esos cuatro lances magistrales y la media con que remató tal portento durante los momentos iniciales de la lidia de su segundo “enemigo”.

   Esa circunstancia la valora a fondo la afición y se siente retribuida en algo de lo mucho que ha perdido la fiesta en su extrema estandarización, por mencionar apenas uno de esos factores que han atenuado sus principios a lo largo de muchas décadas.

   David Silveti nos permite recuperar el aliento que como aficionados hemos perdido en la noche de los tiempos… inútiles, donde ha transcurrido apenas una ligera insinuación de que sigue existiendo la fiesta, sometida, subordinada a los dictados y caprichos de ciertos y oscuros personajes que han manejado tamaños intereses que desvían de su curso original la nobleza de ese río histórico que no proviene de una casualidad, sino de una circunstancia concreta que dentro de 23 años exactos cumplirá el medio milenio de andanzas en este espacio llamado México.

   ¡Con qué aires de majestad se movió en escena David Silveti!

   Como ya vimos, no bastaron aquellos cuatro portentos y medio en la verónica. También con la capa logró en ambos ejemplares otros dibujados lances por gaoneras, tafalleras y por chicuelinas andantes.

   La faena de ese segundo que, en su conjunto fue una demostración limitada de recursos, sometida por el sobresalto, tuvo por momentos, esencia pura que la paciencia de cada uno de nosotros supo entender, ya que hacía mucho tiempo no gozábamos no tanto el prodigio de lo caudaloso; más bien eran apenas unas cuantas notas de imponente sinfonía la que, a la manera de Bruckner o de Malher nos conducen al sobresalto.

   No de otra manera, sino de esta es como se dio el reencuentro con lo sublime, con lo perfecto que quiere la vida de ciertas cosas y sucedió como un milagro. Ya en otro texto he plasmado mi principio declarándome agnóstico, porque creo en el misterio. Y a esto no le agrego –por ahora-, mi escepticismo, que al poner en duda el dicho misterio, desmorona la obra “llena de gracia, como el ave María”, que nos ofreció el milagro de la vida que se llama David Silveti.

   De regreso al quehacer de David Silveti, inconmensurable, fuera de toda dimensión, donde lo cuantitativo quedó rebasado por lo cualitativo. No era necesaria una faena de muchos pisos (de muchas series). Bastó con aquellas pinceladas surrealistas -¿acaso cubistas?- donde dichas obras en los lienzos por ejemplo- están recargadas no tanto en color, sino en idea, en construcción concreta, capaz de obligarnos a pensar con mucha mayor noción y no de pasar de largo ante ese mismo microcosmos estético. Eso produjo David que, con su misma debilidad no pudo rematar a sus ejemplares correcta y debidamente. Pero aún así, en el cuarto de la tarde fue obligado a salir al tercio y la vuelta al ruedo resultó merecida, muy merecida (…)

   A partir de este momento, todo el cúmulo de maravillas que desplegaste tendremos que revalorarlo de otra forma. Imposible no recordar ahora mismo la verónica en manos de David Silveti, lance que en tus manos adquirió una dimensión distinta, sobria y elegante, con un reposo, como el que requiere ese nombre para comprenderlo perfectamente a la luz de una tersura inexplicable en otras manos. Entre los elegidos, cumpliste con el cometido exacto y puntual de saber bordar ese lance sin los descompuestos estertores de otras manos y otros pies que no supieron valorar tamaña dimensión.

   ¡Qué forma de padecer en la vida! ¡Qué forma de padecer la muerte!

   Resulta difícil entre los toreros, la construcción de una impronta que los caracterice de por vida. Ya lo dijo el peculiar estilo de Rafael Avilés “Lumbrera chico”:

 DAVID SILVETI_VUELTA AL RUEDO_ALFREDO FLÓREZ

Fotografía: Alfredo Flórez. Col. del autor.

   Silveti estaba petrificado porque era incapaz de mover las piernas, extendía la muleta (prolongación de la mano) y la hacía girar en redondo y por abajo en pases de trazo corto pero de enorme emoción, porque todos sabíamos que en caso de un derrote, un extraño, una distracción del cornudo, sería empitonado y caería al suelo partido en muchos pedazos. Era un gesto de autoinmolación, como se supone que debe serlo en todo momento el toreo, que por eso es arte y no negocio de mercachifles.

   Y cómo le temblaba la mano izquierda cuando no la apoyaba contra la nalga para disimular su espanto, y cómo sonreía con pavor mientras el hocico del hico le arrojaba un chorro de aire caliente al corbatín y los pitones le rozaban los dibujos de la taleguilla. Pocos artistas de hoy, cualquiera que sea su disciplina y género, han manifestado con tanta fuerza la profunda insatisfacción de nuestra época, la enorme estafa que nos propone este siglo, la cristiana infelicidad a la que tratan cínicamente de resignarnos.

   Silveti luchó con todo lo que tenía a su alcance –un ego del tamaño del mundo (sin el cual jamás habría sido artista), un estoicismo ilimitado, un misticismo que a la hora de la hora pesó menos que su sentido de la dignidad –y con esas armas cayó peleando, pero una vez que se encontró vencido, en vez de aceptar la compasión general como homenaje, la cristiana resignación como recompensa, terció la muleta, entró a matar por derecho y dejó un estoconazo hasta los gavilanes en todo lo alto en su pobre espejo. A ver quien borra eso…[1]

   Y aunque tu tauromaquia haya estaba fundamentada por el sobrio lance a la verónica, y aquella otra brevedad consistente en la construcción estruendosa del quehacer muleteril, soportado por el natural y el natural ayudado, eran esas realidades de arriesgarlo todo, esos generosos y lucidos remates entre serie y serie; o lo que es lo mismo, ese toreo por la cara ya desaparecido, el sello de toda tu entrega. No podía exigirse más, si ya el sacrificio se había consumado. Es más, sabiéndote poco certero con la espada, para qué exigir el fin de todo si con lo que habías sido capaz de concedernos, era suficiente para habernos sentido satisfechos, como cuando el pecador, tras haber recibido la comunión, percibe un descanso espiritual de volver a Cristo, tras haber sido tentado por Satanás, del que se ha liberado.

   Tu toreo, y para decirlo de una vez, “detuvo el tiempo”, frase que acuñó el desaparecido compositor Salvador Moreno, que algo de esto dijo cuando escuchó cantar a la memorable Monserrat Caballé en la sala Nezahualcoyotl hace ya algunos ayeres. Dice Moreno que al concluir aquel recital, toda la asistencia quedó atónita, fuera de sí, sin poder articular conscientemente su respuesta más inmediata y por tanto, eufórica: la ovación. Esta reacción ocurrió en el momento en que se dieron cuenta de lo que habían sido testigos. Del silencio misterioso, se pasó a una atronador aplauso, o lo que es lo mismo, regresaron a la realidad tras haber sido envueltos por el manto seductor de aquella voz indescriptible y única.

   En fin, David Silveti, has provocado en nosotros diversas y encontradas reacciones por tu muerte repentina. Ya no tiene caso hablar de ese momento amargo con el que recibimos la dolorosa noticia. Ahora, es necesario establecer los parámetros de “tu” propia tauromaquia de la que apenas hemos hecho algunos esbozos. Espero que el tiempo sea capaz de proporcionarnos los elementos y las herramientas indispensables para descifrar el contenido de tan soterrado misterio y entenderte como torero.

Entre el 12 y el 17 de noviembre de 2003.

II

 SELECCIÓN POÉTICA EN HOMENAJE A DAVID SILVETI.

    Esperando encontrar diversos ejemplos de la poesía dedicada a tan enigmático personaje, sólo aparecen estos cuatro poemas, como cuatro columnas vertebrales, los cuales respiran desde la más honda de las entrañas, en compañía de esos seres que pueden llevar a comprender los sentimientos encontrados desde puntos y perspectivas tan opuestas como afines. Veamos.

 2003

Acróstico al Rey Mexicano David

Daba su vida en cada lance
Alas de ensueño fue su muleta
Vida, la hermosura de ella, fue su toreo
Ilusión de los aficionados fue David
Daba luz verde al toreo verdad, el eterno.

Silueta de antaño fue su toreo, Gaona, Garza, Silverio…
Inmenso su arte, corto y hondo su toreo, como todo lo bello
Lentos y suaves sus movimientos como ordenaba el corazón
Versos sus lances, brillantes su remates, oro su «irse»
Eterno en la mente de los vivos
Torero, todo en él fue torero
Insignia para unos pocos elegidos.

Gregorio T. Pérez «El Inclusero», 19 de Noviembre del 2003.[2]

2003

 Una mañana en el campo…

 Una mañana en el campo

Como Belmonte
En una hacienda
Como Belmonte
Razones muy poderosas
Como Belmonte
Esta vida ya no es vida
Como Belmonte
Los demonios lo han vencido
Como Belmonte
Se despide de los suyos
Como Belmonte
Un disparo acaba con todo
Como Belmonte
Lo encuentra Juanito,
Como Belmonte
El hijo de uno, el padre de otro
Como Belmonte
Los dos con el mismo nombre
Como Belmonte
Los dos, toreros
Como Belmonte
Nos enseñaste la tragedia del toreo
Como Belmonte
De tu toreo trágico, apasionado
Como Belmonte
De tu entrega y tu passion
Como Belmonte.

 Juan Carlos Jolly[3]

2004

Sísifo de luces

La roca que tus manos
aprendieron a soñar
se fue apagando
l e n t a m e n t e
cuando tus ojos
se hicieron a la mar.

De cumbre en cumbre
tu corazón de fuego
se hizo luz y brújula
como los ojos de un sol
que dirige el movimiento
de las nubes y las olas.

Eras polvo vertical
y cumpliste tu designio,
entraste al laberinto
para gritar tu espíritu
con suaves obsidianas.

Hueso a hueso navegaste
la biografía del Ser;
no había carne sino luz
en tu mirar de abismo,
en cada herida
no había dolor sino proverbios.

David de uva y aire
David de la embriaguez
que sólo conocen
los que solos andan
en la fe de sus oleajes.
David de canto,
de arpas que arden
en los labios de Dios
David de los espejos
donde Ariadna se refleja
vestida con los hilos
que tejen tus nombres:
David Teseo
David Job
David Ulises
David Belmonte
David David

La roca que tus manos
aprendieron a soñar
se fue apagando
l e n t a m e n t e
cuando tus ojos
se hicieron ala y mar.

El omega que guió
tus pies de sal
estalló en el mundo
con amorosa rabia de poeta.

No hay reclamo para el Héroe
no puede haber reclamo
para el Héroe
tan sólo un llanto así:
en soledad sin sol.

Amor fue la consigna
y tu corazón se hizo bandera,
amor de alta geografía
amor que hoy entregas
a los brazos amorosos
de la tierra.

 Ernesto Hernández Doblas.[4]

 2004

ÚLTIMO AMOR DE DON JUAN.

 Después de amar como el rey David a la Venus de Botticelli,

vivir entre cuchillos con la Maja Desnuda,

cegar al Minotauro para llevarle a Ariadna,

su último amor es la mujer de Lot.

 

Y entre ruinas llameantes de las ciudades,

concentra su pasión en una inocente

perversidad de niño o toro de lidia:

lamer la sal que encona sus heridas.

José Emilio Pacheco.[5]

ÚLTIMO AMOR DE DON JUAN...

 Nunca mejor poema dedicado a un “don Juan” que David parece agradecer a José Emilio Pacheco…


[1] La Jornada, Nº 6906, del 17 de noviembre de 2003, p. 19a.

[2] Portal de Internet Burladerodos.com, del jueves 20 de noviembre de 2003.

[3] La prensa de San Diego, E.U.A., 21 de noviembre de 2003. Bullfight World By Lynn Sherwood. Requiem For David Silveti. Datos bajados de la Internet.

[5] José Emilio Pacheco: Tarde o temprano. [1958-2000]. LOS ELEMENTOS DE LA NOCHE / EL REPOSO DEL FUEGO / NO ME PREGUNTES CÓMO PASA EL TIEMPO / IRÁS Y NO VOLVERÁS / ISLAS A LA DERIVA / DESDE ENTONCES / LOS TRABAJOS DEL MAR / MIRO LA TIERRA / CIUDAD DE LA MEMORIA / EL SILENCIO DE LA LUNA / LA ARENA ERRANTE / SIGLO PASADO. Edición de ANA CLAVEL. México, Fondo de Cultura Económica, 2ª reimpr. 2004. 655 p. (letras mexicanas), p. 398-9.

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LA TEMPORADA TAURINA 2013-2014 EN LA PLAZA “MÉXICO”.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   La empresa de la plaza de toros “México” acaba de anunciar recientemente el elenco para la temporada 2013-2014, misma que comenzará el 27 de octubre próximo. Veamos su composición:

ELENCO PARA LA TEMPORADA 2013-2014 A CELEBRARSE EN LA PLAZA DE TOROS “MÉXICO”, CON EL CUAL SE DA CUMPLIMIENTO AL DERECHO DE APARTADO.

27 de octubre

Toros de Barralva para José Mauricio, Alejandro Talavante y Arturo Saldívar.

 3 de noviembre

Toros de Julián Hamdan para Eulalio López Zotoluco, José Antonio Morante Morante de la Puebla y Diego Silveti.

 10 de noviembre

Toros de Fernando de la Mora para Emiliano Gamero, Julián López El Juli y Octavio García El Payo.

 17 de noviembre

Toros de Marrón para Arturo Macías El Cejas, Fermín Rivera y Juan Pablo.

 18 de noviembre

Toros de Marco Garfias para Leonardo Hernández, Alfredo Gutiérrez Ignacio Garibay.

 24 de noviembre

Toros de Xajay para Eulalio López Zotoluco, Miguel Ángel Perera Sergio Flores.

CARTELES P. de T. MÉXICO_2013-2014

1 de diciembre

Toros por designar para Mónica Serrano, Joselito Adame, Arturo Saldívar Diego Silveti.

 8 de diciembre

Toros de Valparaiso para Uriel Moreno El Zapata, Fermín Spínola Daniel Luque.

 15 de diciembre

Toros de Los Cues para Rafael Ortega, Juan José Padilla y Juan Luis Sílis.

 22 de diciembre

Toros de Rancho Seco para Israel Téllez, Eduardo Gallo Angelino de Arriaga.

 29 de diciembre

Toros de De Haro para Federico Pizarro, Ricardo Rivera Salvador López.

 5 de enero de 2014

Toros de Carranco para Jerónimo, Leandro Marcos Mario Aguilar.

    Todos los carteles tienen, afortunadamente sentido de la variedad, también de la novedad, pero por encima de muchas razones, se encuentra el hecho de que se armaron a partir de suficientes razones en que varios toreros, y me referiré concretamente a tres casos: Fermín Rivera, Joselito Adame y Arturo Zaldívar (por cierto, ¿esta terna no sería motivo de otro cartel más en la temporada?), no habían merecido la total aprobación de la empresa, por lo que quedaron programados, e incluso ya no lo fueron en la temporada anterior, precisamente porque sobrados de razones y con una impronta más que justificada, quedaron al margen, con todo y que en cuanta comparecencia estuvieron, cumplieron a cabalidad con sus compromisos. Que el sentido de la justicia reparta suerte.

   Dos nombres, como dos ausencias así de importantes pueden ser un factor que determine el nuevo curso de los festejos en esta ciudad de México. Me refiero a Pablo Hermoso de Mendoza y a Enrique Ponce, bastante sobados por cierto en ciclos anteriores. No incluirlos por lo menos en el elenco resulta novedoso y hasta se convierte en algo así como una asepsia conveniente en la confección de carteles.

   Pues bien, y al margen de esperar todo lo mejor, también estaremos muy pendientes de aprobar o desaprobar lo que a ganado se refiere. Varias temporadas de muy reciente manufactura han tenido como común denominador un toro (y lo pongo así, en minúsculas) justo en presentación, lo cual se convierte en motivo de desencanto, pero también de engaño consumado si la empresa pretende vendernos la idea de que adquirió toros, cuando ese trabajo se hace con meses de anticipación y se toman todas las medidas para evitar momentos desagradables. ¿Anuncian toros? ¡Toros queremos! Seguramente se verá reflejado en los carteles impresos el nuevo incremento no sólo al boletaje en ambos departamentos –sol y sombra-, sino al nuevo precio para los derechos de apartado. Si estas elevaciones en su valor no representan una forma también de elevar nuestro reclamo a la hora de encontrarnos con la materia prima que ofrezca la empresa, siempre y cuando exista suficiente razón para hacerlo, me parece que vamos a perder una enorme oportunidad de no hacer valer nuestros derechos y nuestra presencia como aficionados. Nos conformaremos, y todos serán felices, como en un cuento de fantasía.

   La autoridad, ¿cuándo se recuperará la autoridad de la autoridad en la plaza de toros “México”?

   Los aficionados no contamos más que con la posibilidad de que un reglamento taurino pueda defender nuestros intereses, pues en su significado existen todos los mecanismos para que se lleve a efecto un espectáculo del todo digno. ¿Qué se programan toros?, toros habrá. De igual forma, esperamos que el desarrollo de la lidia, sobre todo en el primer tercio, cuando entran en escena los picadores, se realice de conformidad con la tradición, y no precisamente cuando algunos de estos actores deliberadamente se dedican a tapar la salida y a realizar la perversa acción del “estira y afloja”, lo que no nos permite observar una suerte de varas como Dios manda.

   Y qué decir de los jueces a la hora de aplicar el criterio respecto a la concesión de los apéndices.

   Y qué pensar sobre los diversos exámenes post morten que también tendrían que realizarse en caso de que se desate la sospecha sobre la edad en que fue lidiado tal o cual encierro…

   En fin, son muchas cosas en torno a un riquísimo “menú” como el del elenco que ya conocemos a detalle. Sin embargo, para que los platillos lleguen finalmente a la mesa, es porque esperamos el esmero, la calidad y demás factores de profesionalismo por parte de la empresa.

   ¿Será capaz de tanta belleza?

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“EL PANA” SIGUE DANDO DE QUÉ HABLAR EN ESPAÑA.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Recientemente me ocupaba de un acontecimiento en el que Rodolfo Rodríguez “El Pana” se convirtió en protagonista del mismo (véase: https://ahtm.wordpress.com/2013/08/26/la-actuacion-de-rodolfo-rodriguez-el-pana-en-cuenca-espana-el-25-de-agosto-de-2013/).

 CARTEL GENERAL EN CUENCA, ESPAÑA

A veces los mensajes subliminales funcionan, o pueden funcionar en otras circunstancias.

    Sin embargo, y luego del balance que arrojó su actuación en Cuenca, las cosas van rodando conforme podría ser lo previsto, pues ahora comienza a correr el rumor, apenas un hilillo del mismo, sobre el hecho de que una de las próximas comparecencias del también considerado “Brujo de Apizaco” sea la emblemática plaza de Chinchón, la cual se habilita en los días de fiesta sobre el que es un espacio público, a la vieja usanza y con su ruedo irregular, se desarrollan festejos que quedan para la memoria.

   Pues bien, al sonar el nombre de una nueva plaza como la de Chinchón, es por el hecho de que allí podrían estar alternando, entre otros, aunque sólo aparecen por ahora dos nombres en ese ir y venir de noticias que todavía no cuajan, los nombres de Rodolfo Rodríguez “El Pana” y Julián López “El Juli”. Antolín Castro, Director y Editor del portal de internet “Opinión y Toros.com” (http://opinionytoros.com/index.php), además un personaje que ha venido declarando en particular sus preferencias sobre “El Pana”, entre artículos, editoriales y entrevistas, porque se trata de un torero diferente, sugiere en su última nota “Mano a mano “El Pana” y “El Juli” en el tradicional festival de Chinchón, ese es el rumor” (véase: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43467) y donde afirma, entre otras cosas:

    De confirmarse, estaríamos ante un gran acontecimiento, un inusual cartel, un diferente mano a mano que concitaría el interés de todo el orbe taurino. La máxima figura española en la actualidad, junto al más carismático de los toreros mexicanos de los últimos tiempos. La técnica elaborada y poderosa de El Juli ante el imprevisible toreo espontáneo de El Pana. Un placer contemplar y enfrentar los dos conceptos.

   El torero mexicano, quien actuó el pasado domingo en Cuenca y que espera confirmar en Las Ventas para el Día de la Hispanidad, es un atractivo muy especial en cualquier cartel.

   Sin duda, la presencia de El Pana junto a El Juli supondría un cartel que haría las delicias de todos los aficionados a los toros. Además tendría cita el toreo barroco del mexicano con el escenario de más belleza de cuantos ofrecen festejos taurinos. Cuenta con nuestro total apoyo.

    He allí pues, y como lo reitera Antolín Castro mismo, “de confirmarse…” estaremos ante otro hecho inédito, inusitado, cuyo factor principal sería la variedad con que podría quedar manufacturado el cartel que viene sonando, sonando.

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LA ACTUACIÓN DE RODOLFO RODRÍGUEZ “EL PANA” EN CUENCA, ESPAÑA EL 25 DE AGOSTO DE 2013.

EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XXI.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Parecía imposible pero fue y lo logró aún a pesar de todos los comentarios pesimistas que se desataron en su contra, mismas que sólo opinaban que Rodolfo Rodríguez “El Pana” con muchas razones encima y otros tantos inconvenientes, no podría hacer lo que acaba de consumar: reaparecer en un ruedo español, luego de aquel mano a mano que se montó el 29 de febrero de 2008 en el Palacio Vistalegre, Madrid, alternando –mano a mano-, con “Morante de la Puebla”, en la lidia de 6 de Núñez del Cuvillo. Y ahora fue en Castilla-La Mancha, en uno de sus rincones más bellos, Cuenca donde al lado de Manuel Benítez “El Cordobés” y de Juan José Padilla, se las entendieron con astados de José Vázquez.

   El balance podría ser desalentador, pues de toda una expectativa alrededor de ese acontecimiento sólo obtuvo una vuelta al ruedo, vestido en ese traje verde aceituna con bordados en plata, cuya manufactura le da un toque de vieja pieza que viste, no podía ser de otra forma, a un torero cuya larga trayectoria aún tiene algo que decir. Sobre todo por el hecho de un largo anhelo que puede materializarse, según camina la ya muy sólida temporada española, en una tarde madrileña del próximo mes de octubre. De eso se encargará de confirmarlo la empresa “Taurodelta”.

   Mientras tanto, y con objeto de dar evidencia de su hazaña, queden aquí una serie de imágenes de tal jornada, cuyo registro se debe, en buena medida, a la labor fotográfica de Muriel Feiner a quien le agradecemos desde aquí, tener la visión de dejar una evidencia de tan señalada ocasión.

 PANA_CORDOBÉS y PADILLA_25.08.2013_M. FEINER_11 PANA_CORDOBÉS y PADILLA_25.08.2013_M. FEINER_12 PANA_CORDOBÉS y PADILLA_25.08.2013_M. FEINER_13 PANA_CORDOBÉS y PADILLA_25.08.2013_M. FEINER_14

 Disponible agosto 26, 2013 en: http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43433 y http://opinionytoros.com/noticias.php?Id=43424 respectivamente.

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