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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XXII.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La labor evangelizadora de Julio Bonilla seguía su curso. Convirtió El Arte de la Lidia en la tribuna apropiada para tal cometido, lo que permitió materializar sus propósitos misioneros. Veamos.

 DICCIONARIO TAURINO MEXICANO.

 (Continúa).

 Aficionados.-Hay otra clase de aficionados que saben lo que ven, pero a quienes domina la pasión y emplean su inteligencia en elogiar constantemente a determinados toreros en todo y por todo, aunque alguna vez cometan un error en censurar a otros, por más que en ciertas ocasiones rayen a gran altura. Por último, aunque son muy pocos, hay aficionados inteligentes que a fuerza de años, conocen perfectamente la condición e inclinación de las reses, lidia que requieren y cualidades que distinguen a los lidiadores; éstos no se contentan con ver la corrida, sino que presencian las pruebas de caballos, los encierros de los toros, los apartados, etc., y en cada una de estas cosas observan, estudian y aprenden lo que necesita saber el que quiere ser realmente inteligente.

   Haremos notar, que como en pocas cosas se halla más intolerancia que en las cuestiones de toros, y por lo mismo en nada son las polémicas más ardientes; lo mejor es ver mucho, oir más y callarlo todo, a no ser que se hable con personas imparciales e ilustradas, en cuyo caso la conversación es sumamente agradable para el verdaderamente aficionado.

He aquí el ejemplar del que provienen los términos que aquí se reproducen. (N. del A.)

 Agilidad.-Es tan necesario en un torero, que no teniéndola está muy expuesto a cogidas, sobre todo si el conocimiento que tiene de su profesión no es del todo perfecto. La agilidad le ha de servir para cambiarse, pararse, y más que nada, para salirse en los embroques sobre corto, como en los recortes, galleos y caladas; al paso que la ligereza sólo le sirve para correr y saltar velozmente. Por eso sucede con frecuencia que algunos toreros, llegando a cierta edad, han perdido la ligereza, como es natural, pero han conservado la agilidad y torean con la misma maestría, o más si cabe, que cuando eran jóvenes.

 Aguantar.-El nombre dado a este modo de matar toros es moderno. Algunos lo confunden con la suerte de recibir, y sin embargo, se diferencian bastante, porque aunque es verdad que el diestro se coloca en ambas de igual manera en ésta, de aguantar, ni precede ésta, como es indispensable en la de recibir, ni el torero está a tan corta distancia, sucediendo casi siempre que el toro al ver liar el trapo al espada, o mover la muleta de algún modo, le arranca y se le viene encima, y el diestro que le ve llegar a jurisdicción sin calársele, antes bien siguiendo rectamente su viaje, perfilado le aguanta, sufriendo la acometida, clavándole la espada y dándole la salida a favor del quiebro de la muleta, que habrá tenido cuidado de bajar a su tiempo. Es suerte tan difícil y expuesta en mayor grado, que la de recibir debe hacerse particularmente con toros que tengan muchas piernas y las conserven hasta la muerte y nunca con aquellos que ganen terreno. Una observación. El diestro Carlos Sánchez, que como dejamos sentado en la palabra “Aficionado” no debía haberse bajado al redondel, en la plaza de Cuautitlán, en la corrida que se verificó el 1º de Enero de 1883, para matar al quinto toro de la ganadería de Atenco, debía haberlo aguantado, pues conservó piernas hasta que a reata fue rematado por el cachetero.

 Ajustes.-Antiguamente y en los primeros tiempos del toreo organizado, digámoslo así, los ajustes o contratos de los lidiadores, tanto de a pie como de a caballo, o sean toreros y toreadores, se concertaban particularmente en casi todas las ocasiones con cada uno de los individuos que en las fiestas habían de tomar parte, es decir, que por precio determinado se ajustaban los espadas, por cantidad fija, se contrataban cada uno de los picadores y lo mismo hacían los banderilleros  peones, estipulando además las condiciones que cada parte consideraba más ventajosa a sus intereses. Estas generalmente eran el pago de determinada cantidad por cierto número de toros, el regalo de un traje completo y aún la manutención y estancia en los pueblos en que se celebran las corridas. Más tarde, los ajustes o contratos se han celebrado con los espadas jefes de cuadrillas, muchas veces designando en ellos, si no todos, la mayor parte de los picadores y banderilleros que la formaban, y otras veces exigiendo los dueños de plazas o sus administradores que figurasen precisamente en las cuadrillas un determinado picador y banderillero. Hoy, generalmente hablando, no se hacen los ajustes más que con el espada sin más expresión que la de que pondrá tal número de picadores y tal otro de banderilleros, que lo mismo pueden ser de nombre que sin él. Así sucede con frecuencia que las reses por no saberlas picar, llegan al segundo y al último tercio de la lidia aburridas, picardeadas y casi siempre recelosas, y los espadas, con tal de ganar más, pagan menos a un picador de lo que debieran, siendo bueno, sin considerar que es en daño suyo y desprestigio de la lidia que tienen que dar a las reses, con especialidad para la muerte.

Comprobante de los gastos que realizó la cuadrilla de Ponciano Díaz en Matehuala, S.L.P., en marzo de 1894. Colección del Museo Taurino Mexicano. Agradezco al C.P. Diego Carmona Niño su gentileza al poner a mi alcance este y otros documentos de la preciada colección de Ponciano Díaz.

    Nosotros preferiríamos que los picadores se ajustaran individualmente, con absoluta independencia de los toreros, y que hasta que un picador, considerado como de primera categoría, diese a otro la alternativa, no pudiese éste figurar en cartel, y lo mismo debería hacerse con los banderilleros y con los espadas sin tener en consideración las exigencias del público a quien generalmente domina la pasión; pues es muy de tenerse en cuenta que si importantes son las funciones de un espada, no lo son menos las del picador, militando a favor de éste la circunstancia de que está en su mano descomponer a un toro y que llegue malo a la muerte, o por el contrario, gobernarle la cabeza, castigarle y aún quitarle o dejarle patas.

   Respecto de la cuestión de precios, poco diremos, empezando por reconocer que cada uno es dueño de fijar por su trabajo la cantidad que le parezca, si bien, también concedemos al espectador el derecho de juzgar si el trabajo vale algo y si está en relación con el precio exigido. Siempre se ha observado que los espadas ganan más que los picadores, quienes sin embargo de que han tenido época en que han sido regularmente pagados, van hoy en decadencia; pero francamente diremos, que en gran parte de debe al modo de picar como hoy lo hace la mayoría de ellos. Si se esmeraran, si no fueran chapuceros, el público inteligente, el que paga y que no mira si lo que ve le cuesta mucho, sino si es bueno, sería el primero en aplaudirlos, dándoles crédito y haciéndolos acreedores a mejores recompensas. Actualmente son otras las exigencias que la sociedad tiene para con todas las clases, y no han de ser los toreros los que deben estacionarse sin mirar adelante para sí y para sus familias, que justo es que ya que ganan su modo de vivir con grave riesgo, tengan para cuando sean viejos, o les suceda una desgracia, un pequeño capital que les dé para subsistir. Pero, repetimos, de ellos depende esmerarse en su trabajo, que éste sea limpio, sin buscar fuera de las plazas aplausos ficticios.

 J.M.B. 

(Continuará).

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XXI.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En la entrega anterior quedó en claro que, un nuevo intento por estimular un vocabulario con términos taurinos estuvo bajo la responsabilidad de Julio M. Bonilla, director de El Arte de la Lidia. Para 1862, esa misma iniciativa fue hecha suya por Luis G. Inclán que quedó materializada en su curiosa edición a la Tauromaquia de Montes y que aquí ha sido motivo de su análisis y desmenuzamiento.

   Pues bien, dicha labor, la de Bonilla, encontró garantías de continuidad en nuevas ediciones del mismo semanario y que aquí reproduzco tal cual fueron puestas a la consideración de los lectores en la siguiente edición:

DICCIONARIO TAURINO MEXICANO (Continúa).

 ACOSTARSE.-Se dice que un toro se acuesta del lado derecho o izquierdo, según que se inclina más a uno u otro lado al embestir. En todas las suertes deberá el lidiador observar esto mucho, pero principalmente en la de matar, procurando siempre empapar muy en corto, dar salida larga y recoger, sino es por el lado en que el toro se acuesta, porque por este lado debe preferir dejarle la salida. Obsérvese para los toros que marquen bien y constantemente la inclinación a un lado, las mismas reglas que para lidiar un toro tuerto.

ACUDIR.-El acto de arrancar un toro, dirigiéndose rectamente al objeto o bulto que lo ha llamado o citado. Los toros nobles y sencillos, que al mismo tiempo son bravos, es casi seguro que acuden inmediatamente; en los abantos y recelosos sucede lo contrario. Inútil es decir que estos últimos imposibilitan la lidia muchas veces y que el único medio de conseguir que acudan es consentirlos.

ADMINISTRACIÓN.-La de una plaza de toros, especialmente si es de importancia, es dificilísima y requiere en el que la tenga a su cargo condiciones de inteligencia y carácter poco comunes. El administrador es siempre el representante oficial de la Empresa, el director del interior del local, de los espectáculos la mayor parte de las veces; la persona intermedia entre las autoridades, los contratistas, los ganaderos, los toreros y subalternos que toman parte más o menos directa en las funciones; el que ha de estar al cuidado de que, antes de empezar, nada falte de los infinitos pequeños detalles que las mismas requieren, para que no sólo se presenten con lucimiento, sino para que todo se encuentre a tiempo, sin barullo, sin precipitación y con oportunidad. Para todo esto no basta ser activo y diligente, es preciso, además, ser entendido y persona de buen trato social, saber presentarse a las autoridades, hacer a las mismas las reclamaciones que frecuentemente ocurren y sostener, si es menester, con ellas más de un debate en que sólo la razón bien expuesta y fundada en la justicia y las más veces en la costumbre o práctica, de que debe ser muy conocedor, pueda inclinar el ánimo de aquellas a favor de los intereses que la Administración representa; y ha de ser persona de carácter, porque muchos subalternos con quienes se entiende constantemente y a los que falta en lo general educación y buenos modales, necesitan los tenga a raya persona en quien reconozcan superioridad y al mismo tiempo le tengan respeto y simpatía. Un buen Administrador es el alma, digámoslo así, de la plaza de toros; a todo ha de atender, en todas partes ha de estar mirando por los intereses a él confiados. Debe poseer y coleccionar con cuidado todos los antecedentes necesarios para consultarlos en casos de duda y sólo una larga práctica puede hacer salir airoso de tan difícil cometido al que le desempeñe.

AFICIONADO.-Según el Diccionario publicado por la Academia Española, es el instruido en algún arte sin tenerle por oficio, de manera que propiamente hablando todas las personas que tengan la instrucción competente o las dotes necesarias para la lidia, sin tenerle por oficio, son los aficionados a ella. Pero no basta ser aficionado, propiamente hablando, para que alguna vez cualquiera persona en alguna función pública, tome parte aunque el público así lo pida, porque además de otros abusos a que se abriría la puerta, se nulificaría el programa, se menoscabaría la dignidad de los diestros anunciados en él y sobre todo, es un hecho que, generalmente hablando, siempre que se han permitido o tolerado tomar parte en la lidia, a personas que sin estar anunciadas para ella, se bajan al redondel para ejecutar tal o cual suerte, ni salen airosas y las más veces sufren una cogida. Tal ha pasado el domingo 20 de Diciembre de 1885 en la plaza del Huisachal,[1] al intentar los diestros “Frascuelo” y otro capear un toro de la ganadería de Santín, que con el nombre de “Galló” jugó en 4º lugar en dicha tarde, y quienes habiéndose bajado al redondel sin consentimiento de la presidencia, por solo la excitación pública, el primero fue cogido y el segundo estuvo a punto de serlo contra un burladero. Otros casos podríamos citar en comprobación de este aserto. Así pues la presidencia, jamás debe consentir ni tolerar que bajen al redondel más personas que las anunciadas en el programa, siempre que éstas tengan las dotes de que se hablará en su respectivo lugar.

He aquí la imagen de Francisco Gómez “Chiclanero”

   Pero impropiamente hablando: aficionados a toros se llaman así ellos mismos, porque van a menudo a las corridas de toros; pero que no ven, o mejor dicho, no entienden lo que ven. Para ellos, como para el vulgo, todas las suertes son iguales y se pagan más del éxito o resultado que ofrecen, aunque sea por casualidad, que del modo con que se efectúan. No aprecian las condiciones del ganado, porque no lo conocen; y las cualidades más recomendables del lidiador no las estiman en nada, si no llevan el sello de la temeridad. Aplauden más al torero que salta, corre, va y viene sin son ni ton, estorbando las más de las veces, que al diestro inteligente que para y siempre está en su puesto; y ellos mismos se divierten y atienden con preferencia a una gritería en el tendido o a la mantilla de una cursi, que a la ejecución de la mejor suerte del arte. 

J.M.B. 

   Llama la atención de lo dicho hasta aquí que tales principios, los de una doctrina en cierne, se está gestando en un momento por demás interesante: comienzos de 1886, es decir, cuando la fiesta de los toros en la ciudad de México tendrá en poco menos de un año su recuperación, a causa de que fue derogado el decreto que las había prohibido en 1867. Fueron momentos en que esta publicación realizó los más interesantes esfuerzos didácticos por formar “aficionados”, rebasando la condición primitiva que ostentaban los meros espectadores que acudían a las plazas sin una idea preconcebida ante lo que se tenía como una realidad totalmente distinta a los tiempos en que Bernardo Gaviño, por ejemplo, era la pieza dominante en muchos sentidos en el espectáculo taurino de nuestro país. Casualmente el número del que han quedado recogidos los términos de este Diccionario Taurino Mexicano da testimonio de la reciente tragedia del portorealeño, quien muere por esos días, justo el 11 de febrero.

   Los contrastes de la vida y el destino. 

CONTINUARÁ.


[1] Según El Diario del Hogar, D.F., 24.12.1885, p. 3, esa ocasión toreó en dicha plaza Francisco Gómez “El Chiclanero”, lo que pone  en duda el nombre de los actuantes, pues en aquellos años, no hubo, que yo sepa, ningún diestro con ese sobrenombre.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XX.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Julio Bonilla, que fue director de la primera publicación con temática taurina publicada en México (1884 a 1913),[1] me refiero en concreto a El Arte de la Lidia,  no tuvo una periodicidad regular, y lo poco que se conoce al respecto son datos escasos y todavía menores las evidencias impresas, de ahí que ese tema se convierta en una pretensión personal por desvelar tales quehaceres, así como los de encontrar la razón de ser de otras tantas ediciones que circularon entre ese 1884 y por lo menos 1911, años que comprenden el periodo del “porfiriato”, en el cual pudo darse, en 1887 la recuperación de las corridas de toros en la ciudad de México, luego de una larga prohibición impuesta desde 1867. Pues bien, en esos primeros tiempos de que semanalmente circulaba la edición cuya responsabilidad fue de «Plutón» o “Recortes”, seudónimos de Bonilla, este tuvo un empeño muy claro: sus intereses por alentar una afición a los toros en potencia tenían que afirmarse a partir de ciertas lecturas que en España ya estaban siendo consideradas no sólo elementales, sino indispensables, como fueron las obras de José Velázquez –Anales del toreo- o José Sánchez de Neira –El toreo. Gran diccionario tauromáquico-, cuyas ediciones llegaron a nuestro país a solicitud, entre otros del propio Bonilla, así como del Dr. Carlos Cuesta Baquero y del diestro potosino Pedro Nolasco Acosta. Con estos elementos, se daban las condiciones para establecer un andamiaje que permitiera nutrir de información y formación a los nuevos aficionados que, en efecto, tendrían que ver con otros ojos la corrida de toros en cuanto tal, y no con el limitado conocimiento que habría entonces, el cual estaba alentado en buena medida más por pasiones que por razones. Más por la defensa de ciertos territorios e influencias feudales que por una revisión crítica de las condiciones ocurridas durante la lidia. A todo esto se agregaba un nacionalismo a ultranza pero también un antihispanismo feroz que puso en permanente conflicto a los grupos que se hicieron partidarios de Ponciano Díaz, representante natural de ese toreo a la mexicana, mientras que otros empuñaban el estandarte de defensa a favor de toda aquella legión de diestros hispanos que, desde mi punto de vista impusieron la “reconquista vestida de luces”; primero en 1882 y más tarde de 1887 en adelante. Pues bien, en el propósito didáctico, la participación de Julio Bonilla empezó a abonar el terreno, desde el momento en que por las páginas de El Arte de la Lidia comenzaron a fluir diversos textos e ideas dirigidos a cultivar y formar a esa nueva generación de entendidos por la tauromaquia. De ahí que en esta ocasión, me permita transcribir el primer esfuerzo de un “Diccionario Taurino Mexicano” que si bien, no prosperó en su totalidad, quedó el empeño de que la tarea debían asumirla y hacerla suya otros responsables de publicaciones o libros que en efecto, se editaron con ese propósito años más tarde, hasta contar con algunas ediciones en que se reivindicaba, por ejemplo,  la Tauromaquia o arte de torear, cuya paternidad seguía atribuyéndose al diestro hispano José Delgado Pepe Hillo.

   Así fue como en el número 8, año II, Segunda época, del domingo 20 de diciembre de 1885, comenzó a publicar una serie de colaboraciones relacionadas, en efecto con el “Diccionario Taurino Mexicano”, mismo del que ya había venido ofreciendo como un sustento ideológico de formación, para lo cual la “justificación” del mismo me parece por demás suficiente motivo para compartirlo ahora con todos ustedes.

 Es un hecho, fuera de toda duda, que las corridas de toros en nuestra República, de día en día van tomando tanto interés, que ya tocan los límites de la necesidad. El hecho de que en todos los Estados se permitan aquellas, y de que aún en el Distrito Federal están a punto de permitirse [faltaba casi un año para que tal propósito se cumpliera cabalmente], prueba plenamente tal aseveración, no obstante, en el transcurso de nuestros artículos, lo justificaremos plenamente, pues nada queremos que se nos crea bajo nuestra palabra.

Portada de El Arte de la Lidia, correspondiente al 9 de noviembre de 1890.

    Pero como no es posible que las corridas de toros puedan ser buenas sin que haya un reglamento para saber a qué atenerse en cuantos incidentes ocurran, y aun cuando es verdad, que no en todas las plazas puede haber uno mismo, porque la diferencia de localidad, de costumbres y hasta de medios materiales de cumplir muchas veces como se debiera, lo imposibilitan absolutamente, en cuyo caso está el criterio de las autoridades; a la mayor posible brevedad, que tengamos reunidos los datos suficientes, publicaremos uno con tal objeto.

   Entretanto, a fin de uniformar las ideas tanto de las personas afectas a esta diversión, única que debe denominarse nacional, como para que las que no lo sean, con pleno conocimiento de causa puedan juzgar de ella, publicaremos por orden alfabético, la significación de multitud de palabras técnicas del arte de la lidia, del modo o términos en que deben hacerse las suertes de la capa o engaño, las de la vara, banderillas, espada y otras varias; de las obligaciones de la presidencia, empresa y lidiadores; diremos también algo de las condiciones o cualidades que deben tener los caballos para picar, el ganado para la lid, de las fincas cuyas ganaderías gozan de más fama en esta capital, de sus respectivos propietarios, de las plazas destinadas a dar corridas y algunas otras cosas concernientes a este difícil arte.

   Para reunir los datos mencionados hemos consultado muchos autores que han escrito sobre este particular; hemos interrogado a varios diestros de más o menos fama, procurando retener no solo sus conceptos, sino aún sus palabras; no hemos omitido oportunidad ni gasto de ninguna especie para colocar a esta diversión favorita del público a la altura que merece, pues no guardan comparación los males que pudiera ocasionar con los muchos bienes positivos que proporciona a multitud de particulares y a la sociedad en general.

   Repetimos que en nuestros artículos ulteriores, quedarán justificadas todas nuestras aseveraciones. Entremos en materia.

 CONTINUARÁ.


[1] Las ediciones impresas conocidas van de 1884 y hasta 1901. Con el tiempo, Bonilla tuvo que acogerse a otras tantas publicaciones tanto nacionales como extranjeras, publicando intermitentemente sus NOTAS TAURINAS o la otra sección denominada TOROS y TOREROS en periódicos tales como: El Chisme, El Enano, El Popular, El Toreo, México Taurino (entre 1905 y 1906), y en cuanto espacio encontrara posibilidad de seguir difundiendo la labor de la que también fue su “Agencia Taurina de México”.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XIX.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Por lo menos, hasta 1887 hubo un conocimiento empírico, aprovechado en el amplísimo espacio de la tauromaquia nacional. Y digo que “por lo menos” y también “empírico”, porque al quedar derogado el decreto que, desde 1867 había generado la prohibición a las corridas de toros en el Distrito Federal, estas expresiones se reactivaron en algunas plazas de la provincia mexicana, como también ocurrió en el ámbito rural, donde parece haber habido una pérdida de valores en su expresión, como hasta hace un tiempo así lo veía. Es cierto, el toreo pudo haber sufrido una recaída en términos estéticos y técnicos, pero por otro lado se cargaba de nuevos elementos que permitieron su continuidad.

   La desaparición de Bernardo Gaviño (en febrero de 1886) fue un efecto importante, pero también se pudo notar la reubicación estratégica y protagónica de Ponciano Díaz, lo que permitió que, para 1887, con esa reanudación de actividades, concretamente en la ciudad de México no tomara por sorpresa, sobre todo a quienes eran, en ese momento, potenciales aficionados a la fiesta. Para ello, hubo todo un engranaje en el que la prensa jugó un papel decisivo. A través de su difusión, fue posible encontrar las vertientes más claras sobre el tipo de tauromaquia practicada en España y México. A través de sus páginas se fundamentaron y se dieron a conocer los pensamientos de diversos tratadistas que valoraban en términos muy concretos la evolución hasta entonces desarrollada. Así también fue posible que se conocieran elementos del lenguaje que seguía formando parte no solo de los aficionados “urbanos”, sino del que llegaba e influía con fuerte carga “rural”. En ese sentido, un número de La Muleta. Revista de toros, del 2 de octubre de 1887, daba a conocer el significado que, sobre “Armaduras y pintas” privaba en el imaginario colectivo de aquella naciente etapa, que por años he visto y entendido como la irrupción del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna.

   Lamentablemente, la conservación de diversos ejemplares de esta publicación en nuestros tiempos no permite verla en forma completa. Aún así, lo que aparece en aquel número 5 del primer año de la “revista” dirigida por Eduardo Noriega “Tres picos” permite entender que se daba un paso adelante en las pretensiones de querer cambiar ciertos lenguajes que ahora dan sustento a esta nueva entrega del “Glosario y diccionario taurinos”.

   Apunta el colaborador de Noriega, quien se firmaba con las iniciales “P.P.T.” que “Conocidos de una manera clara y de difícil equivocación los verdaderos colores de los toros, según la única clasificación que debemos seguir”, pasemos a comparar esta con la que sigue y usa nuestra gente de campo”. En ese párrafo de justificación, parece advertir dos cosas: primero, que ya en el número anterior se habían tratado a detalle las diferentes denominaciones que eran de uso común, por lo menos en España, de las pintas en los toros. Y segundo, que por esa sola razón, ya era necesario usarlas de manera constante y definitiva, por lo que en estas nuevas apreciaciones que a continuación presento, ya solo iba a quedar en el recuerdo todo ese conjunto de términos que, hasta 1887 fueron común denominador no sólo de “nuestra gente de campo”, sino también de aquella que, en la ciudad empleaba de manera corriente. He aquí pues, parte de estas expresiones y luego una serie de explicaciones con que terminará su doctrina el propio “P.P.T.”.

 Cabecera de la “Revista de toros” La Muleta. Reproducción del autor.

    Como puede observarse al primer golpe de vista hay mucha divergencia entre unos y otros colores.

   Para ser mejor entendidos, supongamos en el redondel un toro castaño encendido, ojo de perdiz, bragado y meano; según nuestra nomenclatura se dirá simplemente que ese toro era amarillo o enchilado, ojos ribeteados.

   Supongamos otro toro, negro listón y bragado; a este se le llamaría josco o listoncillo.

   Veamos otro: castaño oscuro, ojalado; se le denominaría morado, ojos ribeteados.

   Para no cansar con más ejemplos preguntamos ¿si un revistero siguiendo la clasificación del país dice que un toro es josco, qué se debe creer? ¿Qué es listón, albardado o aldinegro?

   Nosotros, además, no tenemos frases hechas para designar a los meanos y bragados, ni a los toros berrendos con toda exactitud.

   Si con arreglo a esta clasificación se dice de un toro que es ojos ribeteados, no se sabe si es ojo de perdiz, ojinegro ú ojalado.

   Es verdad también que las voces hociblanco y hocinegro, son de significación más clara que las equivalentes españolas, pero son éstas únicamente, o cuando más alguna otra, mientras que las frases amarillo y morado aplicadas a un toro, son completamente inexactas e impropias.

   Parece con lo expuesto, quedar suficientemente comprobado que la terminología española es por todos conceptos la que en rigor debe seguirse, y por nuestra parte aseguramos que La Muleta la seguirá con toda exactitud.

   Aquí, como en España, existe la preocupación de que ciertas pintas influyen en la bravura de las reses.

   Esto no tiene razón de ser, sin embargo, las pintas oscuras son las preferidas para la lidia y recordarán los aficionados que hasta estos últimos tiempos se han visto pisar nuestros redondeles toros jaboneros y berrendos, porque se tenía el error de que los de estas pintas eran de poca sangre.

   Obedeciendo tal vez a esta preocupación, vemos por ejemplo, que los ganaderos han cuidado que sus toros sean de pintas oscuras. Así los de la vacada de Atenco son castaños con exclusión de toda otra pinta, negros o muy oscuros los de S. Diego de los Padres y lo mismo los de Santín, negros los de Ayala, castaños y negros los del Cazadero, y lo mismo los de Guanamé, Jalpam, Guatimapé, Trujillo, Piedras negras, etc., etc., pero la verdad del caso es que la bravura la da la sangre y no la pinta, que solo influye en la más o menos bonita lámina del toro.-P.P.T.

   Nota importante Nº 1: Las imágenes que he empleado para ilustrar este material (que son de la autoría de Juan Pelegrín), corresponden a algunos de los toros que se lidiaron en la pasada feria de San Isidro, versión 2011, y que aparecieron en el portal: http://www.las-ventas.com/ patrocinado por Taurodelta.

   Nota importante Nº 2: Ninguno de estos ejemplares será lidiado el próximo domingo en la plaza de toros «México».

3 de marzo de 2012.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XVIII.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En mi tesis doctoral intitulada: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. Universidad Nacional Autónoma de México, Colegio de Historia. 2007, incluí un glosario de términos especializados que daban una mejor idea para entender ciertos términos utilizados a lo largo de esa investigación, de ahí que ahora incluya los que presento a continuación.

 POTRERO

 Terreno destinado al pastoreo de ganado caballar y mular.

 PUEBLO DE INDIOS

 Es el nombre que se dio a cada señorío de origen prehispánico, una vez integrado al sistema colonial. Cada pueblo de indios conservaba su propia estructura de gobierno, territorio, identidad y otros elementos propios de una organización de tipo político o corporativo.

 RAYA

 Pago de sueldo. La expresión “tienda de raya” implica el reproche de que la tienda en las haciendas fue un instrumento de explotación en manos del hacendado o de su administrador, a través de la sustracción directa del salario (rayar = remunerar).

 REATA

 Raíz o tronco al que pertenecen los toros de una ganadería.

 REPARTIMIENTO

 Sistema de repoblación utilizado en la Península Ibérica. Se inició en el siglo XIII, en el reino de Castilla con los territorios conquistados del valle del Guadalquivir. El rey repartía tierras entre los que habían participado en la conquista. La concesión de grandes señoríos a los nobles y a las órdenes militares fue el origen de los grandes latifundios andaluces. Los reyes aragoneses utilizaron el sistema de repartimientos en la repoblación de Mallorca y Valencia, aunque en estas tierras generó luego un régimen de pequeña propiedad. En América, el repartimiento de indios se vinculó a la encomienda, por la que un grupo de indios era puesto a disposición de los colonos españoles como mano de obra.

 RES

 En el texto el término se aplica a toda cabeza de ganado vacuno. En una acepción amplia puede aplicarse también a otras especies de cuadrúpedos.

 RETINTA

 Raza vacuna procedente de la Baja Andalucía de color rojizo, bella estampa, mediano rendimiento cárnico y escasa utilidad láctea, que resiste bien las sequías. La mayoría de las razas “criollas” actuales de México participan, en mayor o menor grado, de este tronco racial originario común.

 RODEO

 Conjunto de faenas que se realizan en la concentración anual del ganado de una hacienda para contabilizar los nacimientos, marcar las crías y seleccionar los ejemplares destinados a la reproducción o a la venta. Dicha operación tiene pleno sentido en un régimen extensivo de crianza. El rodeo también es considerado una batida circular sobre un territorio gigantesco con la intención de concentrar el ganado en un punto donde con la ayuda de una especie de garrochas, muy parecidas a las andaluzas, se apartaba el ganado que deseaban seleccionar. Dicho procedimiento quedó reglamentado en 1574 a través de las Ordenanzas de la Mesta, por instrucciones del virrey Martín Enríquez de Almanza.

 SEMANEROS

 Los semaneros eran trabajadores eventuales, a quienes se contrataba por temporadas –particularmente para cosechar maíz y arrancar magueyes- y se pagaba cada semana, de ahí su nombre. Acudían de las comunidades vecinales y eran contratados por semana pero también por períodos más largos que podían prolongarse hasta por una estación. En tiempos de la colonia eran llamados tlaquehuales.

 SITIO DE GANADO MAYOR

 Extensión equivalente a 1,755.61 hectáreas (pastos para el ganado vacuno); más tarde, sólo medida de superficie.

 SITIO DE GANADO MENOR

 Extensión equivalente a 780.27 hectáreas (pastos para el ganado vacuno); más tarde, sólo medida de superficie.

 SOCIEDAD

 La entendemos de mejor manera con este ejemplo, ocurrido en la propia hacienda de Atenco: Fue hasta 1868 en que la hacienda de San Agustín fue explotada en sociedad con D. José María Garduño durante 7 años. El socio tenía la obligación de entregar a la Principal la mitad de las semillas que cosechara, así como proporcionar aperos para labranza, caballos para la trilla y pagar la cuarta parte de raya del tiempo de cosecha y la mitad de los gastos.

   Otra condición pactada con el socio era que si concluía el plazo de la sociedad y aún no se levantaba alguna cosecha, el asociado tenía obligación de levantarla y trillar lo que existiera en los campos.

 TERRAZGUERO

 Durante estos años de sucesivas heladas y sequías, las reservas de maíz de agotaban casi por completo y esta situación extrema obligaba a romper las barreras étnicas tan celosamente guardadas: entonces los gobernantes permitían que la gente saliera hacia otras regiones en busca de alimentos. Los que no se vendían como esclavos, se asentaban en otros territorios en calidad de terrazgueros o trabajadores fijos a la propiedad. La condición de terrazguero significaba que la persona quedaba adscrita a otro señor o casa señorial. A cambio de la protección y de la tierra que el señor le daba para labrar, el terrazguero pagaba una renta en especie en forma de tributo, y quedaba vinculado permanentemente a esa tierra, no pudiendo dejarla por su voluntad. De modo que cuando el gobernante de un territorio daba permiso para que sus vasallos salieran de su jurisdicción, corría el riesgo de quedarse sin ellos.

 TIENDA DE RAYA

 Tienda de una hacienda, en la que los empleados hacen compras en concepto de anticipo. Éste se deducía del salario, por ejemplo, al realizar la liquidación de cuentas de fin de año.

 TIENTA

 Prueba que se hace en el campo de la bravura de las reses, previa a su lidia. Generalmente se realiza a campo abierto; pero principalmente, en corral o plaza de tienta. En ambos casos, el objetivo central es medir la bravura y resistencia en el castigo de varas y la embestida de cada res.

 TIERRAS BALDIAS

 Según los estudios de la propiedad en España el término de tierras baldías tiene varias interpretaciones, particularmente en el siglo XVI. Vassberg nos ofrece tres definiciones para la época: por un lado, los baldíos son tierras pertenecientes a la corona (realengas) que no han sido mercedadas y permanecen sin cultivar y de las cuales tampoco se obtiene ningún aprovechamiento. En segundo lugar, baldías también son aquellas tierras de la corona usurpadas por un tercero, quién por aprovecharlas o explotarlas le pasaban a ser propiedad privada. Según el mismo autor, en el siglo XVI había una relación clara entre tierras públicas (de comunidad) con la palabra baldío, tercera definición. De tal forma que, a veces aquellas tierras que los municipios o las comunidades utilizaban de manera colectiva se llamaban baldías. Es decir, las tierras baldías comprendían pastos, montes y a veces tierras que podían ser roturadas. La segunda y la tercera definición, sin embargo, corresponden a la realidad castellana, y se alejan de la definición jurídica estricta, es decir, son tierras baldías las pertenecientes al monarca.

   Desde la Edad Media y hasta la Edad Moderna, la propiedad sobre los terrenos baldíos fue un asunto problemático, conflictivo y difícil de discernir, ya que tanto el rey, como los señores feudales o los municipios, sin tener ningún título de propiedad, reclamaban derecho sobre ellas.

 TIERRAS REALENGAS

 Son tierras baldías pertenecientes a la corona que además sufren notables usurpaciones y la de privado dominio están distribuidas en grandes haciendas que abrazan centenares de leguas, correspondientes a casas religiosas, clérigos, mayorazgos y sujetos particulares cuyo número es muy menor comparado con el de los demás vasallos (Revillagigedo, 1791).

 TRAPÍO

 Conjunto de caracteres de apreciación visual de un toro, que hacen juzgar de su aspecto, estampa y probables condiciones de lidia; si bien antonomásicamente por trapío se entiende buena planta y gallardía del toro de lidia.

 TRASHUMANCIA

 En su acepción pecuaria, el término hace referencia al desplazamiento periódico y estacional del ganado.

 VAQUEADA

 Rodeo realizado exclusivamente con ganado vacuno. En ocasiones el término puede significar tan sólo la concentración de las manadas para seleccionar las partidas destinadas a la venta.

 VAQUERO

 Cuidador, arreador y conductor de la vacada de una hacienda. Con rigor histórico, este “hombre a caballo” anticipa ya las características y habilidades de un tipo regional que cristalizará en el siglo XIX: el “charro”.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XVII.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En mi tesis doctoral intitulada: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. Universidad Nacional Autónoma de México, Colegio de Historia. 2007, incluí un glosario de términos especializados que daban una mejor idea para entender ciertos términos utilizados a lo largo de esa investigación, de ahí que ahora incluya los que presento a continuación.

 ÍNDICE DE FERTILIDAD

 Proporción del número de hembras que paren a lo largo de un año en referencia a las hembras existentes en edad de procrear destinadas a la reproducción.

 JARIPEO

 Conjunto de suertes que integran el moderno arte de la Charrería, y cuyo origen se encuentra en las faenas que realizaban los vaqueros en el campo con las bestias de acuerdo con las necesidades reales de una hacienda (rodeo, herradero, conducción de partida, etc.). Fray Alonso Ponce, llegado de España como visitador de conventos, refiere, en 1586, las hazañas de un vaquero en las que ya se podían reconocer algunas de las suertes de lo que se llamará el jaripeo –mitad fiesta de toros, mitad fiesta ecuestre- que celebran hoy día los rancheros mexicanos y que fue modelo, también para el rodeo norteamericano.

 LABORÍO

 Trabajador o residente de la hacienda.

 LATIFUNDIO

 En la consolidación del latifundio participó ese sentimiento tan vivo que tenían los españoles de los lazos de sangre y del parentesco. Cualquiera que fuere el origen de sus fortunas, casi todos los propietarios de tierras aspiraban a vincular sus propiedades a un nombre, a una casa y, si era posible, a un título nobiliario. La tierra fue considerada como un símbolo de prestigio y como una manera de perpetuar el nombre de un linaje. Así, todo se dirigía a crear una gran aristocracia territorial.

 MACEGUAL

 Indígena plebeyo.

 MAYORAL

 Funcionario del pueblo, vigilante.

 MAYORDOMO

 Custodio. Máxima jerarquía en la vida interna de una hacienda, con autoridad sobre todos los caporales, vaqueros y empleados que trabajan en ella.

 MAYORAZGO

 Bienes que se separaban del patrimonio familiar. Formaban una unidad que no se podía vender y lo heredaba el hijo mayor. Su origen están en la Edad Media castellana, se cree que para evitar la descomposición del patrimonio familiar, por el reparto de tierras entre varios hijos. La institución fue reglamentada en las Leyes de Toro, aprobadas en 1505. El mayorazgo se podía constituir por licencia real, por contrato y por testamento. A partir de Carlos III se dieron leyes que limitaban la libertad de fundar mayorazgos y permitían vender sus bienes y se les gravaba con impuestos.

 MEDIERÍA

 Un método muy parecido al de la “sociedad”, solo que el mediero tenía la obligación de entregar la mitad de las semillas cosechadas, por lo que la Principal cumplía iguales condiciones como en el término de la Sociedad.

   La hacienda Principal también arrendó el rancho de San Agustín Aramburó entre 1833 y 1834. Más tarde en 1837, siendo el responsable del alquiler el Coronel Antonio Icaza, administrador del vínculo. Pero fue hasta el tiempo en que el propietario José Juan Cervantes se encargó de la administración, el mismo se hizo responsable de mandamiento y pago de alquiler, que se pactó en 33 pesos, 2 ½ reales por mes, cubiertos por adelantado. La mencionada propiedad era del Sr. Ignacio Cervantes, hijo de José Juan.

   Otras tierras arrendadas estuvieron ubicadas en Coatepec, edo. De México, usadas para alimentar ovejas. Tal arrendamiento tuvo que darse quizá por el agotamiento de pastos, en tanto se recuperaban los que se usaban para dicho fin.

 MERCEDES (DE LA TIERRA)

 La gracia o merced de tierra tuvo por origen el mismo propósito de recompensar con largueza a los particulares que habían hecho posible la obra portentosa del descubrimiento y conquista organizando a sus propios costos la mayoría de las empresas descubridoras.

 MERCEDES (DE SITIO O ESTANCIA PARA GANADO MENOR O MAYOR)

 Son posteriores a las mercedes para labranza (caballerías) y en realidad sólo vinieron a ratificar una ocupación del suelo realizada de hecho y en forma más o menos estable por los primeros «señores de ganados». En principio, de acuerdo con la tradición medieval española, se mandó que «los pastos y montes y abrevaderos sean comunes» con excepción de «las heredades y ejidos y dehesas que se señalan a cada uno de… los pueblos».

   Este carácter común de los pastos fue confirmado por el primer virrey de la Nueva España, quien escribió: «Su Majestad tiene mandado que los pastos y montes en toda la tierra sean comunes, porque los piden no los quieren sino para tener jurisdicción sobre estos pobres indios». Sin embargo, cuando las vacadas comenzaron a invadir las tierras cultivadas y abiertas de los indios y surgieron poderosos «señores de ganados», las autoridades municipales sancionaron por sí mismas la ocupación de hecho que habían establecido los ganaderos. Pronto los cabildos comenzaron a reconocer ciertos sitios o asientos fijos donde los ganaderos podían asentar sus animales. El hecho de que muchos de los primeros «señores de ganados» fueran miembros de los cabildos, explica el origen de este proceso. Al mismo tiempo, una palabra acuñada en América, el término «estancia» comenzó a hacer fortuna y acabó por designar, como lo señala Francois Chevalier, «el punto en que al fin se detienen el hombre y el rebaño nómadas».

MESEROS

 Los meseros ocupaban la cima de la pirámide social que jerarquizaba a los distintos trabajadores de la hacienda. Era el grupo denominado sirvientes o “gente de razón” en el siglo XVIII. Cien años después, éste se había ampliado y diferenciado internamente. Cierto, dentro del grupo de los meseros estaban los dependientes, que eran los trabajadores de confianza de la hacienda y, por lo mismo, los de más alta jerarquía y remuneración. Su retribución se efectuaba fundamentalmente en monetario, ya que sus percepciones, relativamente altas, hacían innecesario que se endeudaran con la finca. Es decir, se trata de jornaleros por mes.

 MESTA

 En Castilla, organismo central encargado del cuidado de la ganadería. Su origen está en la Alta Edad Media, cuando los pastores y propietarios se reunían en asambleas, llamadas mestas, para acordar los precios y asignar las reses descarriadas. En 1273 la agrupación de todos los pastores de Castilla fue reconocida por Alfonso X el Sabio, con el nombre de Honrado Consejo de la Mesta de Pastores. La organización se basaba en el reconocimiento del derecho de paso de los ganados a través de rutas tradicionales, llamadas cañadas. El momento de mayor apogeo fue el siglo XVI. La pérdida de la protección real y las nuevas teorías económicas que beneficiaban a la explotación agraria hicieron que en 1836 fuese extinguida y sustituida por la Asociación General de Ganaderos del Reino.

 NASCENCIA

 Número de crías nacidas durante un año natural.

 NOVILLO

 Término usado con amplitud en México en el siglo XVIII para designar un toro joven, corrientemente con menos de dos años.

 PASTOREAR

 Actividad de aquella persona que, tras recibir órdenes del administrador o ganadero se encarga de andar con las reses valiéndose del caballo, la garrocha o una reata como elementos esenciales. Dentro de esa labor se debe considerar el hecho de dirigir al ganado de un sitio a otro, donde se encuentren particularmente los pastos y abrevaderos.

 PEÓN ACASILLADO

 Peón que vive en una hacienda o rancho (calpanero), respectivamente que vive en la calpanería de una hacienda o de un rancho.

 PEÓN DE AÑO

 Se consideran los trabajadores que eran ocupados durante todo el año agrícola en una hacienda, pero que a diferencia de los peones acasillados no vivían ahí.

CONTINUARÁ.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XVI.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En mi tesis doctoral intitulada: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. Universidad Nacional Autónoma de México, Colegio de Historia. 2007, incluí un glosario de términos especializados que daban una mejor idea para entender ciertos términos utilizados a lo largo de esa investigación, de ahí que ahora incluya los que presento a continuación.

 DESEMBARQUE

 Acción y efecto de desembarcar.

 DESTETE

 Acción y efecto de destetar o destetarse los becerros. Ocurre entre los ocho o diez meses del nacimiento y supone una laboriosa operación; en la que hay que separarlos de sus madres.

 EJIDO

 En su acepción ganadera restringida significa extensión de tierras de uso comunal pertenecientes a un municipio, destinadas a pastorear el ganado.

   Usual en Castilla para la designación de terrenos ubicados fuera de las ciudades, los cuales podían aprovechar los habitantes conjuntamente, por ejemplo para trillar o instalar colmenas.

   Después de 1917, todas las tierras puestas a disposición de las comunidades o determinados solicitantes dentro del margen de la reforma agraria se llamaban ejidos. Por regla general, los pastos y zonas de bosques ejidales se explotaban conjuntamente, y la tierra de labrantía del ejido, por parcelas individuales. El ejido subsiste como propiedad de la nación, por lo cual no es posible vender ni hipotecar las parcelas.

 EMBARQUE

 Acción y efecto de embarcar a los toros para que sean transportados de la dehesa a la plaza.

 ENCHIQUERAR o ENCHIQUERAMIENTO

 Meter o encerrar el toro en el chiquero. Se efectúa después de apartar los toros y de esta forma queda cada toro enchiquerado en un toril independiente o chiquero hasta el momento en que deba lidiarse o ser apartado para la corrida en el campo. Al acto y momento de enchiquerar los toros se conoce como enchiqueramiento.

 ENCIERRO

 Acto de traer los toros o encerrar en el toril. En España ha constituido desde muy antiguo una manifestación popular en la que los mozos corren delante de los toros, que van arropados por los cabestros, hasta la plaza de toros.

 ENCOMENDEROS

 Muy pronto el monopolio virtual que ejercía la alhóndiga sobre la venta de los granos cayó en poder de los grandes agricultores a través de los llamados encomenderos, individuos también españoles o criollos a quienes los hacendados encomendaban sus granos para que fueran vendidos en la alhóndiga. En el siglo XVIII ese proceso había culminado: solo unos cuantos «encomenderos», que concentraban en sus manos los granos de varios hacendados y especuladores, vendían la mayor parte del maíz y del trigo que se consumía en las principales ciudades y reales de minas de la Nueva España. El resto, o sea la parte de la producción indígena que entraba al mercado urbano, la revendían los especuladores.

 ENCOMIENDA

 La encomienda es una institución de origen castellano que pronto adquirió en las Indias caracteres peculiares que la hicieron diferenciarse plenamente de su precedente peninsular.

   Por la encomienda, un grupo de familias de indios mayor o menor según los casos, con sus propios caciques quedaba sometido a la autoridad de un español encomendero. Se obligaba éste jurídicamente a proteger a los indios que así le habían sido encomendados y a cuidar de su instrucción religiosa con los auxilios del cura doctrinero. Adquiría el derecho de beneficiarse con los servicios personales de los indios para las distintas necesidades del trabajo y de exigir de los mismos el pago de diversas prestaciones económicas.

 ESTANCIA

 Medida de superficie (igual a sitio); hacienda dedicada a la cría de ganado.

 ESTANCIA DE GANADO MAYOR

 Hacienda de reses.

Una estancia para ganado mayor medía 1,750 hectáreas.

 ESTANCIA DE GANADO MENOR

 Hacienda de ovejas o cabras.

Una estancia para ganado menor medía 730 hectáreas.

 FENOTIPO

 Realización visible del genotipo en un determinado ambiente.

   El veterinario Sanz Egaña considera en su obra La bravura del toro de lidia lo siguiente: “Las nociones clásicas de casta y trapío se llaman ahora genotipo y fenotipo. El fenotipo representa los caracteres aparentes comprobados por el reconocimiento exterior”.

 GAÑAN

 Trabajador de la hacienda.

 GENOTIPO

 Conjunto de los genes existentes en cada uno de los núcleos celulares de los individuos pertenecientes a una determinada especie vegetal o animal.

   El veterinario Sanz Egaña considera en su obra La bravura del toro de lidia que: “casta y trapío corresponden a genotipo y fenotipo”. El genotipo representa la nación de constitución orgánica, la estructura y funcionalidad del animal, y en él se comprenden todos los factores hereditarios de los ascendientes, se manifiesten o no al exterior”.

 HACIENDA

 La hacienda, como propiedad territorial, fue la riqueza más prestigiada. En el siglo XVII, la palabra hacienda, que significaba haber o riqueza personal en general, se fue aplicando para designar una propiedad territorial de importancia. La hacienda era el haber seguro, la tierra que podía exhibirse orgullosamente como propiedad de una familia. Pasó a ser la unidad económica por excelencia en Nueva España; se convirtió en unidad autosuficiente; atrajo población de pueblos de indios, y otra población dispersa se fue asentando también en las haciendas; mantuvo servicios religiosos y aprovisionamiento seguro. Todo esto, en estrecha relación con los cambios importantes en el régimen del trabajo, favoreció el desarrollo y estabilidad de la hacienda en el centro y el norte de la Nueva España.

 HERRADERO

 Operación que se realiza todos los años en una hacienda consistente en concentrar todo el ganado nacido durante el año para marcarlo con el “hierro” o divisa característica de su propietario. Las cifras de “herradero” de una unidad de producción señalan, consiguientemente, las crías nacidas durante un año natural.

 HIERRO

 Marca de hierro con diseño característico que, aplicada al rojo vivo sobre la piel de una res, sirve para señalar la propiedad o divisa del animal. En el siglo XVIII se reservaba casi exclusivamente para el ganado mayor.

CONTINUARÁ.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XV.

GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XV.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En mi tesis doctoral intitulada: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. Universidad Nacional Autónoma de México, Colegio de Historia. 2007, incluí un glosario de términos especializados que daban una mejor idea para entender ciertos términos utilizados a lo largo de esa investigación, de ahí que por su importancia, los presente a continuación.

 ABSENTISMO

 Costumbre de residir el propietario fuera de la localidad en que radican sus bienes. También: costumbre de abandonar el desempeño de funciones y deberes anejos a un cargo.

 ACASILLADO

 “Peones de cuadrilla” o “acasillados”, formaban el núcleo más numeroso de los trabajadores permanentes de las fincas. Se empleaban en las faenas más diversas exigidas tanto por el cultivo de los cereales como por el cuidado del maguey pulquero. Se les retribuía con pequeñas cantidades en monetario, raciones de maíz, casillas y pegujales donde producir parte de su sustento, principalmente maíz. Eran contratados antes de comenzar el año agrícola cuando les hacían entrega de un anticipo o “avío” y la raya de Semana Santa.

 ADMINISTRADOR

 Responsable máximo de la vida de una hacienda en el plano económico y de la programación de actividades. Realiza función de enlace entre el propietario y el mayordomo de la hacienda. Si el dueño posee otras propiedades, el administrador suele coordinar la marcha y la contabilidad de todas ellas.

 AGOSTADERO

 Tierras en donde agosta el ganado. En ocasiones con este término se hace referencia a los pastos que encuentran los rebaños en las cañadas reales durante los desplazamientos estacionales.

 AGOSTAR

 En su sentido ganadero significa pastar los rebaños en la época del año en que abundan las hierbas, normalmente después de la temporada lluviosa del verano en el caso de México.

 AHIJADERO

 Crías de una especie nacidas durante un año natural. El término se aplica también al lugar reservado a las crías para que pasten con sus madres durante los meses inmediatos al nacimiento.

 APARCERIA

 Sistema de explotación económica en el que el cultivador tenía que entregar a una parte de la cosecha al propietario.

   Numerosos aparceros (medieros, terceros o quinteros), que podían utilizar la maquinaria y las yuntas de la hacienda y también en ocasiones habitar en la hacienda, perdieron su estatus en el transcurso de la modernización y de la expansión de la producción propia de la hacienda, teniendo que entrar al servicio de la hacienda como jornaleros.

 APARTADO o APARTADERO

 Acción y efecto de apartar cualquier clase de ganado. Lugar en que se lleva al cabo esta operación.

 ARRENDATARIO

 Individuo o grupo de personas que, por dinero en efectivo podían alquilar pequeñas extensiones de tierra de cultivo y pastoreo, o también grandes extensiones de tierra, ranchos inclusive, donde el “aparcero” se comprometía a entregar en especie parte de la cosecha o resultado de los bienes al arrendador o propietario.

 ARREO

 Todo lo relativo al arreo de ganado no corresponde estrictamente al hacendado. Si el comprador o dueño del ganado de cría, no acompaña a su ganado durante el viaje, como sucede generalmente, y encarga su conducción a un mayordomo debe darle por escrito las instrucciones claras y terminantes, a las cuales deberá sujetarse en la marcha.

   Por lo tanto, arreo no es otra tarea que separar, contar y recibir un ganado de cría, misma que conviene realizarla lo más temprano posible, a fin de sacar el ganado en el día, para ir a pasar la noche o encerrar fuera del campo de la querencia.

   No es conveniente encerrar el ganado en los corrales de la hacienda, porque al siguiente día, el soltarlo es muy peligroso, y es mejor hacerlo caminar y rondarlo o encerrarlo en otra parte.

   Es costumbre que el dueño de la hacienda haga acompañar el ganado con su gente, hasta estar fuera de la querencia, porque el ganado se resiste a salir, y si algunos animales se separan, van de cuenta del vendedor, como que quedan sin contramarca y en su mismo campo.

   El ganado de cría debe arrearse despacio; las jornadas deben ser cortas y las paradas de descanso muy seguidas, porque todo lo chico sufre mucho y extraña.

   Durante la marcha, va adelante el ganado mejor, el más liviano, la novillada y las vacas sin cría; y va quedando atrás lo más pesado, lo más chico y lo más flaco.

 ARRIERO

 Conductor o arreador de ganado. Se aplica el término de forma  específica al conductor de atajos de caballerías (normalmente mulas) empleadas en el transporte.

 BALDÍAS

 Tierras desocupadas o públicas.

 BECERRO

 Toro con menos de un año. En el siglo XVIII los términos becerro y novillo se usan indistintamente.

 BIENES COMUNALES

 Propiedades que pertenecen a una comunidad vecinal (municipio) y son aprovechadas por todos. Solían ser los bosques, prados, aguas, etc. Su origen está en la Edad Media y se termina a mediados del s. XIX. ” b. de propios. Bienes comunales propiedad de los municipios y con cuyos beneficios se sufragaban los gastos municipales, como policía, reparación de caminos y enseñanza pública. En 1855 se ordenó la venta de los bienes de propios, con lo cual se perdió la autonomía financiera de los municipios, y se dio un paso hacia la centralización administrativa.

 CABAÑA

 Número de cabezas de una especie (machos y hembras) destinadas a la reproducción.

 CACIQUE

 En la terminología política española, persona que ejerce un poder político extra legal sobre el cuerpo electoral español durante el s. XIX y comienzos del XX. Controla las elecciones porque dispone de una clientela que les da el voto a cambio de «favores», que consigue de la Administración por su influencia personal. Tuvo una gran importancia en la estructura política del país porque formaron una clase directora que se organizó adaptándose a las divisiones administrativas; caciques de pueblos, eran secretarios de ayuntamiento; y caciques rurales, propietarios que controlaban a los campesinos.

 CALPANERÍA

 Colonia de los trabajadores de una hacienda, la mayoría de las veces ubicadas junto al casco. También: conjuntos de casas o chozas dentro o en la cercanía de los cascos de las haciendas.

 CALPIXQUI (pl. calpixque).

 Funcionario administrativo y recaudador de tributos.

 CAMADA

 Conjunto de reses nacidas en la misma parición. En Andalucía, se aplica, con el mismo significado, el apócope camá.

 CAPORAL

 Mando intermedio entre el mayordomo y los vaqueros y empleados de una hacienda. Cada caporal tiene a su cargo una cuadrilla de vaqueros especializados en una determinada función. En un sentido restringido, caporal puede ser sinónimo de capataz de una cuadrilla.

 CAUDILLO

 Segundo jefe, subalterno del caporal.

   Unos versos de Andrés Z. Barba Camarena, sobre el “Soliloquio de un toro viejo” quizá den una mejor idea del significado del “caudillo”:

 Por tener grueso morrillo

Y mis cuernos tan puntales,

Los vacunos sementales

Me declararon Caudillo.

 Desde luego, nada de lo anterior tendría que ver con la connotación que recae en Tomás Hernández “El Caudillo” y más tarde en su hijo Felipe, quien además demostró en ciertos momentos un comportamiento rebelde, en contraposición con los dictados que marcaba el administrador de la hacienda de Atenco, el señor Agustín Lebrija, entre 1862 y 1863.

 CERRERO

 Término que se aplica a toda bestia sin domar. En una acepción amplia puede equivaler a cimarrón.

 CIMARRÓN

 Término aplicado al ganado que se cría fuera del control del hombre. Equivale a salvaje y, en sentido restringido, a cerrero. O también: animal doméstico del que no se conoce su ascendencia. Rudo, bravío, montaraz y salvaje. También con esta voz se denominaba, en Las Antillas, a los negros y esclavos que ganaban la cima de las montañas inaccesibles, formaban colonias y se substraían al trabajo esclavo. Por extensión también se llamó a los animales domésticos –toros, caballos y puercos- huidos al bosque y, por tanto, hechos bravíos.

 COLEO, Colear, coleadero

 Faena de colear reses, yeguas, mulas y burros. Lugar en que se colea.

 CRIADERO DE GANADO MAYOR

 Extensión equivalente a 438.90 hectáreas.

 CRIADERO DE GANADO MENOR

 Extensión equivalente a 195.06 hectáreas.

 CRIANZA

 Acción y efecto de criar el ganado bravo. Constituye un elemento primordial para que el toro alcance un trapío estimable. En la crianza, además de pasto del campo que come el toro, el ganadero le proporciona pienso.

 CHILCUALÓN

 Trabajadores que recibían pago adicional.

 CUADRILLA

 Grupo de peones, compuesto la mayoría de las veces de 24 hombres, así como de un capitán y un tlacualero (y/o chilcualón). Las haciendas y ranchos contrataban a las cuadrillas por semana o temporada.

 CONTINUARÁ.

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GLOSARIO y DICCIONARIO TAURINOS. XIV

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

    La búsqueda de este tipo de referencias, me han permitido el afortunado encuentro de varias tesis de licenciatura cuyo tema de estudio fue el de la tauromaquia en nuestro país. Uno de ellos es la propuesta de la hoy Licenciada en Historia, Rebeca del Carmen Banda Ayala, quien obtuvo este grado en la Facultad de Estudios Superiores Aragón en 2006, con el tema: “Actualidad del toreo en México. Reportaje”.[1] En dicho trabajo, destaca un interesante ejercicio que se traduce en el reportaje demostrativo. Justifica la autora que “el reportaje es el más vasto de los géneros periodísticos, es un género que tiene semejanzas no sólo con la noticia, la entrevista o la crónica, sino también con el ensayo, la novela corta y el cuento”.

   Como su propósito fue en realidad ese acercamiento a los hechos recientes que vienen ocurriendo sintomáticamente de un tiempo a esta fecha, fue preciso para ella dar un enfoque apropiado donde hacerse entender no sólo los enigmas propios del espectáculo sino todos aquellos aspectos que forman parte del entramado donde protagonistas de toda especie intentan cumplir a pie juntillas con el encargo establecido en el guión de esa gran puesta en escena que se materializa en una tarde de toros.

   Como aficionada de reciente ingreso a este universo de posibilidades, tuvo que explicarse con bastante acierto determinados aspectos que sólo se entienden a la luz de una presencia permanente, de una decodificación de sus más entreverados secretos –visibles e invisibles-. Fue por ello que al final de su trabajo, tuvo necesidad de incluir un glosario, del cual  me permito traer hasta aquí las definiciones o términos que llamaron su atención.

 

ACOMETIDA. Arranque brusco y violento del toro sobre el bulto.

AFEITAR. Cortar los cuernos al astado. Tomó auge en la década de los años 40 (del siglo pasado) y constituye una violación al reglamento.

AFICIÓN. Personas que gustan de la fiesta brava.

ALANCEAR. En el toreo a caballo, matar los toros con lanza.

ALARDE. Cuando el torero presume valentía y soberbia frente al toro dándole la espalda, tocándole los cuernos, etc.

ALTERNATIVA. Ceremonia durante la cual el novillero se convierte en matador en el curso de la corrida.

AMORCILLADO. Se dice del toro que herido mortalmente hace esfuerzos por mantenerse de pie.

ARRASTRE LENTO. Homenaje rendido a un toro que, sin haber merecido el indulto tras la faena, se despide de la afición con un ritmo que permite brindarle la ovación postrera por su desempeño.

ASTADO. Dícese del toro en referencia a sus cuernos, pitones o astas.

AVISO. Es la forma –normalmente mediante cornetas- como el juez previene al torero de que está tomando mucho tiempo, primer aviso es a los 12 minutos, el segundo 3 minutos más tarde y si transcurridos 2 minutos más, no ha muerto el burel, se regresará vivo a los corrales.

 

BURLADERO. Tablón de madera ubicado en sitios estratégicos a lo largo del cerco que delimita el ruedo, tras el cual los participantes de la corrida burlan la embestida del toro.

 

CALLEJÓN. Parte de la plaza que separa las barreras del ruedo mismo. Sitio dónde deambulan matadores, subalternos, monosabios. Apoderados y otros personajes supuestamente a salvo del toro.

CARTEL. Planilla que anuncia al público la realización de una corrida. Prestigio del que goza un matador.

COGIDA. Percance, cornada, accidente que ocurre cuando el toro empitona al que tiene enfrente.

CUADRILLA. Conjunto de diestros que integran el equipo de un matador de toros. Grupo que puede estar integrado por mozos de estoques, subalternos, banderilleros, picadores y sobresalientes.

CUAJADO. El toro en su pleno desarrollo, de corpulencia plena.

 

DIVISA. Colores que distinguen a cada ganadería.

 

EMBESTIDA. La acción propia del toro bravo cuando acomete al bulto o engaño.

ENCASTE. Origen del toro por su consanguinidad.

ESPONTÁNEO. Persona del público que se lanza al ruedo y que intenta torear ilegalmente.

 

FAENA. Labor propia del toreo durante la lidia. Conjunto de lances, pases y suertes diversas con las que el matador muestra su arte taurino.

 

HUMILLAR. Cuando el toro baja la cabeza para embestir o como estilo defensivo.

 

JUECES DE PLAZA. Funcionario taurino que ejerce la máxima autoridad en la plaza durante las corridas. Encargado de vigilar que los empresarios respeten los reglamentos y al público en general.

 

MONOSABIO. Mozo que auxilia en diversas labores dentro de la plaza durante las corridas de toros.

MULETA. Implemento de tela que se utiliza durante la lidia a partir del segundo tercio.

 

PASE. Acción de pasar al toro con la muleta.

PASEÍLLO. Desfile inicial con el que comienzan las corridas de toros.

PASO DOBLE. Estilo de música tocado por las bandas de las plazas.

 

QUERENCIA. Predilección del toro por determinado lugar. Un toro querencioso es el que tiene favoritismo por un lugar en específico para estar en él, o por un determinado lidiador para seguirlo con olvido de los demás.

QUITE. Distraer al toro cuando tiene a su merced a un torero. También se llama así al conjunto de suertes ejecutadas después al toro de varas.

 

SORTEAR. Decidir a suerte los toros que ha de lidiar cada matador. Se verifica esta operación reglamentaria a la mañana de la corrida. La medida que existe desde 1897 (fue debida) gracias al torero Luis Mazzantini.

 

TERCIO. Una de las tres partes de las que se compone la lidia. El terreno comprendido por el tercio medio del radio imaginario, en que se divide el ruedo. Comúnmente se suelen delimitar por las dos rayas que demarcan la distancia mínima exigida entre toro y caballo en la suerte de varas, llamándose este espacio tercio de varas; el más próximo a la barrera tercio de tablas o adentros y los más alejados medios o afueras.

TOREO. El toreo es una especie de ballet dramático con la muerte. Como en la danza, el toreo, de una manera artística tiene que controlar sus movimientos manteniendo el ritmo, no de la música sino del peligro. En el ruedo un error podría causar la muerte del autor de este drama. Entre el torero y el toro debe existir siempre una relación basada en la distancia, el arte consiste en la habilidad del diestro de ser él el creador de esta relación.

TORERO. Hombre que se enfrenta cada vez no con el toro, sino con su instinto, su fiereza, con sus condiciones propias. Es denominador y práctica un arte que se enraíza en las mejores cualidades.

TORICANTANO. Torero que actúa por primera vez como matador de toros.

TRAPÍO. Es la armonía de hechuras del individuo, dentro de su misma raza así como el tipo, el cuajo y su presencia ofensiva. Por tanto, no es sólo el peso, la encornadura y sus pitones, su alzada o tamaño.

 

VOLUNTARIOSO. Es el toro que acude por iniciativa al engaño aún antes de que se le cite.

VILLAMELÓN. Aficionado que acude a las corridas de toros sin tener idea de lo que sucede en ella.

 

   Por todo lo anterior, debo agradecer el trabajo de Rebeca del Carmen Banda Ayala. Consiguió no sólo entender, sino dar su propia visión, la cual queda en este interesante trabajo con el cual se enriquece el bagaje de las investigaciones que, a nivel universitario se vienen realizando en los últimos años.


[1] Rebeca del Carmen Banda Ayala: “Actualidad del toreo en México. Reportaje”. Reportaje que para obtener el título de Licenciada en Comunicación y periodismo presenta (…). México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Aragón, 2006. 169 p. Ils., fots.

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GLOSARIO Y DICCIONARIO TAURINOS. XIII

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Práctica imprescindible tanto en el campo como en la ciudad fue la del repertorio de las suertes a caballo. Sin ellas, era difícil entender el devenir de la tauromaquia mexicana decimonónica, a la que se puso énfasis especial por parte, no sólo de protagonistas, que los hubo y muchos. Sino de autores como Luis G. Inclán, quien las exaltó en obras como Astucia, El Capadero en la Hacienda de Ayala, Reglas con que un colegial puede colear y lazar y luego, como editor en la que viene siendo motivo de exploración: Suertes de Tauromaquia.

   Inclán puede ser visto no sólo como espectador, sino como un actor permanente. Además de sus dotes como impresor, fue también empresario y no conforme con dichas actividades, dejó que la pluma corriera en detalladas descripciones que se pueden leer gozosamente en estas cuatro obras que ya he mencionado. Para continuar y terminar también con el tratamiento que de las Suertes… hace en la obra editada en 1862, daré paso a las descripciones faltantes.

 Fig. 25. CAPEAR A CABALLO. SUERTES A CABALLO. Este se practica a toro parado, llamándolo a la media vuelta a distancia corta, para lo cual se asegura una punta de la capa con la pierna derecha y la otra con la mano, para que extendiendo el brazo quede desplegada y como cubriendo la parte trasera del caballo, el cual se atraviesa muy poco para proporcionarle libre salida, y al instante que el toro humilla, se dispara el caballo, gobernándolo en dirección a la cola del toro para ocupar su terreno y quedar preparado a repetir, se puede rematar la suerte, o tendiendo la capa sobre la anca al sacar la vuelta, o alzarla siguiendo el movimiento del hachazo, procurando desde luego sacarle más medias vueltas de capa para no dejar al toro reconocer el bulto del caballo. Esta manera de sacar de capa, es lucidísima cuando se practica con un toro boyante y en un caballo de brío y buen gobierno.

PASAR EL TORO. Es lo mismo que el modo de correr al toro de los toreros, pues pasa el toreador frente al toro, le tira el engaño, y lo hace que mude de sitio.

   También puede capearse, citándolo a que de la media vuelta, alzando el engaño al mismo tiempo que el toreador toma por viaje el terreno de afuera.

PICAR. Esta suerte consiste en esperar al toro con la vara o garrocha, y picándole el morrillo o palomilla, librarse de su arranque, haciéndole tomar distinto viaje, y lo ejecutan los toreadores de la manera siguiente:

A TORO CORRIENDO O LEVANTADO. Cuando se coloca el toreador en el terreno de adentro, esperando a que en el viaje que trae el toro por el redondel le parta en su carrera.

A TORO RECIBIDO O TORO PARADO. Cuando se le acerca el toreador retándolo de frente, y al emprender su arranque lo espera a pie firme.

A CABALLO LEVANTADO. Cuando se mete el toreador hasta el terreno del toro, levantando su caballo para prenderlo al humillar.

A LA MEDIA VUELTA. Cuando se arrima el toreador por detrás del toro, y al estar en jurisdicción lo reta, prendiéndole su vara al instante de voltear.

A PICA HUYE. Cuando al tiempo de que el toro va a rematar, saca el toreador su caballo, saliéndose de la suerte.

SOBRE EL BRAZO O POR EL LADO CONTRARIO. Cuando para librarse en una seguida en que el toro viene a ofender por el lado contrario, atraviesa el toreador su vara sobre el brazo de la rienda para picarlo y hacerlo cambiar de viaje.

   En la forma de tomar la vara hay diferencia, pues cada toreador tiene su modo particular de acomodarse, pero los modos más comunes son:

Fig. 26. A PICA POR ALTO. Alza el toreador la vara y no la baja sino hasta el momento de prenderla.

Fig. 27. A PICA DESCANSADA. Cuando la toma sostenida solo con la mano y antebrazo, con el codo a la altura del hombro, y al prenderla la afianza con violencia, dándole una media vuelta apretándola co la arca del brazo volteando la mano con las uñas arriba.

Fig. 28. A PUENTE DE FRENO. Cuando se tiene ya la pica asegurada en la arca y solo se alza un poco, para que prendiéndola al humillar, quede cuando más, cosa de media vara de pica distante del puente del freno u hocico del caballo.

Fig. 29. PONER BANDERILLAS. Algunos sujetos saben parear, y esto se ejecuta a la media vuelta y caso de estar, el toro aplomado, al sesgo, corriendo, o al trascuerno, como lo ejecutan los toreros, y ya sea para parear o solo poner una, este es el modo común de ejecutarlo; algunos también prenden una banderilla al alcance, es decir, cuando el toro va embrocado en el mismo viaje que lleva el caballo, el jinete se echa para atrás y se la pone al toro cuando llega al alcance de su brazo.

Fig. 30. MATAR. Como desde el caballo puede el toreador dominar con la espada, se le arrima al toro hasta entrarle en su terreno para estoquearlo, o lo cita a la media vuelta estando un poco abierto para recibirlo; llamándole al bicho la atención con el estribo a que humille.

   La calificación de estocadas es la misma que la de los toreros, aunque muy pocas dan los toreadores por lo bajo, cuando se ha interesado el pulmón, causan hemorragias, aunque hayan sido dada de alto a bajo.

   Hasta aquí Luis G. Inclán.

   Además de haber podido entender algunas de las descripciones propias de las suertes del toreo, practicadas hace siglo y medio, es posible apreciar los significados que tuvo este espectáculo en unos momentos en los que la tauromaquia en México, se encontraba bien afirmada. Su territorio era un fértil campo de experimentaciones que no cesaba en aportar esta o aquella suerte; ese o aquel prodigio de los aderezos que tanto los de a pie como los de a caballo agregaban al amplio catálogo de esta diversión pública. El acercamiento habido aquí, nos permite apreciar detalles poco conocidos en el desarrollo de la fiesta, para lo cual estuvo presente un “lenguaje” que se dio no solo en la plaza. De ahí iba al campo, y entonces ese hilo conductor encontraba diálogo en esos dos ámbitos: urbano y rural, lo que da por resultado una serie de expresiones que hoy entenderíamos relajadas, pero que en su momento tenían razón de ser. El componente taurino estuvo nutrido o integrado de formas que lo mismo aceptaban el campo o la ciudad, con su particular dimensión a la que pertenecían, pues en el campo ocurría en forma natural, espontánea, sin el embozo de la puesta en escena profesional de lo citadino, que requería desde otros ropajes o se sujetaba a usos y costumbres del propio significado profesional que caracterizaba o pretendía caracterizar a una corrida de toros.

   Una cosa eran hábitos y arraigos que daban razón de ser a la tauromaquia de esa época y otra, el hecho permisivo de tolerar, enriquecer o matizar el toreo de a pie con todos aquellos añadidos con los que se puede formar un catálogo bastante abultado. El que un festejo fuese distinto a otro, a pesar del poco tiempo de diferencia entre ambos, da idea de que la empresa y los toreros buscaban garantizar posicionamiento, pero sobre todo pingües beneficios económicos. De seguro una mercadotecnia en cierne, y conforme a los dictados de la época así lo hace suponer. 

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