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HOY, CINE TAURINO MEXICANO. 18961980

 

El «Menú de la función de cine» que presentaré, así como el título de la plática que impartirá el MVZ Benjamín Calva el viernes 29 se detallan aquí.

La Asociación Nacional de Matadores de Toros, Novillos, Rejoneadores y Similares, así como la fundación «Juan de Dios Barbabosa Kubli, A.C.», «Bibliófilos Taurinos de México, A.C.» y el grupo de aficionados taurinos de Mixcoac, invitan el día de hoy, 28 de noviembre, en punto de las 20 horas, a la presentación de la plática «Cine taurino en México. 1896-1980», que impartirá José Francisco Coello Ugalde, para lo cual ha preparado el siguiente «Menú»:

-Imágenes fijas de los principales camarógrafos, cineastas y coleccionistas de cine taurino en México;

-Imágenes en movimiento que datan de 1896, filmadas en Durango;

-Imágenes filmadas en la plaza de la Villa de Guadalupe, ciudad de México, en 1902;

-Imágenes inéditas de Manuel Jiménez «Chicuelo», entre 1924 y 1925;

-Imágenes filmadas en 1928, por encargo de José Julio Barbabosa, propietario de la hacienda de Santín, y

-Un conjunto de escenas cuyo principal testimonio es la forma en cómo el cine ha sido un vehículo importante al recuperar diversos percances ocurridos entre los años 40 y 60 del siglo pasado.

   En cuanto a la plática del MVZ Benjamín Calva, esta lleva como título: «Los exámenes periciales en el toro de lidia». Su intervención promete ser muy interesante, por lo que también los esperamos el viernes 29, en el mismo lugar y a la misma hora.

Auditorio «Silverio Pérez», entrada gratuita. Dirección: Atlanta 133, Cd. de los Deportes, a un costado de la plaza de toros «México».

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LA PRIMERA FOTOGRAFÍA TAURINA EN MÉXICO. 1853.

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Fugaces y sorpresivos nos parecen hoy los avances tecnológicos cuya ocurrencia sigue causando revuelo, admiración, quizá no tanto como el de aquellos otros descubrimientos, en el que la fotografía se convierte no solo en punta de lanza. También en sustento que concita entre otras cosas, nuevos conceptos en el curso de la vida cotidiana, pues una de las primeras reacciones que provocó fue la de un enfrentamiento con el arte pictórico, donde sus genuinos creadores, además de ver en esto un atentado, se convirtió en amenaza que potenció la desaparición parcial de muchos pintores; pero no de los grandes artistas que ya vemos, dejaron lo mejor de su creación, incrementando el peso de la gran obra universal.

Pero con la fotografía sucede un fenómeno que cambia mentalidades, pues ante la primera impresión que produce admirar la naturaleza tal cual –aún y cuando fuera en blanco y negro-, o el verse retratados así mismos, aquellas sociedades decimonónicas aceptaron, hicieron suyo tan novedoso como cotidiano elemento que, al cabo de los años se incorporó a los medios informativos luego de formar parte de algo tan entrañable, porque aquellos primeros instrumentos fueron operados en estudios ad hoc, bajo una publicidad fascinante, como por ejemplo la que Emanuel von Friedrichsthal empleó en 1841 en estos términos:

M. F. tiene el honor de participar al respetable público de esta ciudad (Yucatán) que por medio de la célebre invención del Daguerrotipo, sacará retratos de medio cuerpo y cuerpo entero al moderado precio de 6 pesos los unos, y 8 pesos los otros. Abonándose por separado el cuadro que importará un peso. Las horas de trabajo serán de las 7 a las 9 de la mañana, y de las 4 a las 6 de la tarde. Los medios colores son los más propios para retratarse en esta máquina, y los Señores y Señoras que gusten, pueden evitar el amarillo, negro y blanco. Las flores no perjudicarán el dibujo, sino que saldrán con más perfección. Irá a casa de las Señoras que no quieran molestarse en salir siempre que reúnan tres o cuatro a la vez. (En Rosa Casanova-Olivier Debroise: Sobre la superficie bruñida de un espejo. Fotógrafos del siglo XIX. México, Fondo de Cultura Económica, 1989. 111 p. Ils, retrs., p. 24.

Incluso, no faltó quien lo hiciera con el toque sutil de unos versos, que proclamaban en Toluca, el trabajo de Daniel Alva, el retratista:

NUEVA FOTOGRAFÍA

 Daniel Alva el retratista,

El fotógrafo excelente,

Abrió un atelier decente

Y está la cámara lista

Para hacer reproducciones,

Ambrotipos y figuras

De hermosas o feas criaturas,

Por módicas condiciones.

-¡Oh, lectores! El cohetero

que os retratéis quisiera,

y hasta obtener, si pudiera,

vuestro retrato hechicero.

Véase EL COHETE. PERIÓDICO OMNISCIO, CHARLATÁN, BURLÓN Y QUE DIRÁ LA VERDAD AL PINTO DE LA PALOMA. T. II, Toluca, jueves 15 de enero de 1874, Nº 1.

La fotografía llegó a México desde 1839. Entre los personajes encargados en realizar las primeras vistas, encontramos a Frances Esquirne Inglis, escocesa de origen y mejor conocida como “madame” Calderón de la Barca, quien obtuvo imágenes donde destacan monumentos arqueológicos y edificios monumentales. Fue esposa de Ángel Calderón de la Barca, quien se convirtió en el primer ministro de España en México, luego de que el país europeo reconociera nuestra independencia, hecho que ocurrió en el curso de 1836.

Por lo tanto, ese proceso fotográfico también tuvo notoria importancia en el espectáculo taurino, pues si bien no se conoce imagen alguna tomada entre 1839 y 1850, sí contamos con una evidencia registrada en 1853.

Se trata del siguiente retrato:

La imagen se encuentra reproducida en la curiosa edición Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal, publicada en 1905, y cuyo autor es Carlos Cuesta Baquero. Lo interesante es que posee algunas carácterísticas técnicas, que sólo, a los ojos de especialistas será posible decodificarla. En ese sentido, agradezco el apoyo brindado por Georgina Gina Rodríguez y Carlos Córdoba, quienes me ayudaron a desentrañar un poco el misterio que posee el retrato, que según Roque Solares Tacubac, anagrama de Cuesta Baquero, corresponde al año 1853.

Me dice Gina: Lo que yo atino a ver no es un retrato fotográfico, es una imagen reproducida como fotograbado; pero más aún se trata de un retrato litográfico, reproducido en fotograbado.

Pienso esto por los nítidos detalles que se observan de los bordados del traje de luces; de haber sido un retrato fotográfico éstos no hubiera sido capturados con tanta fidelidad.

Hacia 1853 la técnica de impresión fotográfica predominante era en ambrotipo o en «papel salado». En el primer caso, los retratos solían iluminarse pues nunca fueron tan nítidos y en una impresión sobre papel, las fibras del papel hubieran impedido que se vieran los detalles claramente.

Si el retrato original no hubiera sido una litografía, me inclinaría a pensar que entonces podría haber sido un daguerrotipo; sólo un daguerrotipo muy bien hecho (y para esos años esto hubiera sido posible), guardaría tal calidad de nitidez.

Por otro lado, Carlos Córdoba emitió su dictamen: Si desmontas el lado oscuro de un ambrotipo tienes una «placa negativa», la que puedes imprimir por contacto o usarla de base para la pantalla de medio tono. Creo que ese fue el caso. Descartaría el daguerrotipo ya que usualmente se convertían en grabado mediante punzón. Me interrogaría sobre la aseveración de «1853». Ya se sabe que los editores son tan propensos a mentir… de todos modos para 1905 es una traducción muy mala al medio tono. Ya existían por acá tecnologías para lograr mejor calidad (véase la que lograba la Revista Moderna de México desde 1890). Supongo que la forma en que Gaviño lleva el capote es resultado de una actitud muy particular entre los toreros. Una notoria presencia de la montera y la falsa sombra eran productos de algo que se concibe como un taller low-tech, de esos que imprimían los carteles taurinos en papel pobre. Habría que mirar el original para terminar de especular.

Pasados algunos años, surgió otra evidencia. Se trata de un retrato obtenido por Désiré Charnay en 1857, y que quien posa en el gabinete fotográfico es ni más ni menos que Magdaleno Vera, célebre picador de toros quien junto a Juan Corona y Serapio Henríquez eran los más célebres por aquel entonces. Vestido a la usanza del charro mexicano se colocó de pie, llevando en la mano izquierda la vara de detener, estando detrás de él una anquera, esa cubierta protectora que se colocaba en las ancas de los caballos, con lo que se evitaban momentáneamente percances peligrosos, y donde los hombres de vara larga demostraban sus capacidades y habilidades al mismo tiempo.

Esta es hasta ahora una de las primeras imágenes taurinas, maravilloso documento que Charnay reunió en Mis descubrimientos en México y en la América Central, información que se confirma luego de serias investigaciones realizadas por Arturo Aguilar Ochoa, quien afirma que, desde el jueves 8 de abril de 1858 se da a conocer en el Diario de avisos el Álbum Fotográfico Mexicano, realizado por Désiré Charnay y editado por Julio Michaud. El álbum está compuesto por veinticuatro fotografías impresas en papel salado, una de las cuales es la ya mencionada sobre nuestro personaje taurino.

Siete años más tarde contamos con otro registro, precisamente en la

 PLAZA DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 25 de diciembre. El palco de SS. MM. estará adornado por una cortina de tela de galón de plata, trabajada como la de oro. Cuadrilla de Bernardo Gaviño (misma que será retratada por los fotógrafos Sres. Galini y Cía). Cinco toros de Atenco. (En Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España. 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. T. I., p. 170).

   Con la publicidad estilada en esa época, Galini y Cía (o Galina, ubicado en la calle del Sr. Refugio núm. 15 –hoy 16 de septiembre-) anunció que, en seguida de la partición de la plaza por parte de las cuadrillas, haría algunos retratos que, lamentablemente y luego de persistente búsqueda en diversas fuentes y archivos públicos y privados, no ha sido posible su localización.

Sin embargo, se convierte, eso sí, en uno más de los antecedentes de un género como el fotográfico cuyo vínculo con la tauromaquia, ha permitido entender cómo se dieron aquellas puestas en escena, cuyos telones de fondo conceden una visión más completa. De ese modo, podemos apreciar escenarios, públicos, etapas o suertes de la lidia, el ganado que se lidiaba y en qué condiciones (si para ello, las condiciones que apreciamos son las de su trapío o la del empleo de la técnica y arte de torear vigentes en cada una de las épocas visualizadas), no sin dejar de mencionar también, la diversas etapas evolutivas que fue adquiriendo el empleo de unos equipos que empezaron siendo demasiado voluminosos, lentos y que hoy, son bastante sofisticados, pequeños y de gran rapidez en sus resultados.

El recorrido de esta propuesta se acerca al conjunto de otras dos imágenes que se remontan a 1870, una que muestra el interior de la derruida plaza del “Paseo Nuevo” y otra donde aparece una cuadrilla de “gladiadores” o toreros michoacanos, con lo que existen suficientes razones para enriquecer mi trabajo: Fotografía taurina en México: 1853-2018. Un recorrido lleno de vistas llevándolo así por el sendero apropiado. Quizá la próxima presentación del libro Un domingo en la tarde y cuyo hacedor es Pablo Esparza, sea razón suficiente para continuar ese propósito.

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“BONARILLO” EN EL PRIMER TORO.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

   Es la tarde del 4 de noviembre de 1906. La plaza de toros “México” de la Piedad luce llena hasta la bandera, como puede predecirse en el enfoque que J. R. Foquero, el fotógrafo, logró en el preciso instante en que Francisco Bonal “Bonarillo” iniciaba un cite con la muleta que lleva en la diestra.

   Aquella ocasión, el diestro español y nacido en el barrio de Triana en Sevilla, alternó con otro paisano suyo: Antonio Montes, y ambos se las entendieron con un encierro de Santín.

   Y no era cualquier tarde, porque en esa ocasión se presentaba Montes, a quienes los aficionados esperaban repitiera el mismo tono triunfal que ya había tenido temporadas atrás.

   De acuerdo a lo que apuntó el cronista de El País un día después podemos saber que

Santín mandó unos toros bien presentados, pero con pitones microscópicos, “hormigones”, según el tecnicismo. Algunas cornamentas parecían recortadas y limadas. ¿Será posible?

   Todos los toros fueron tardos en picas, doliéndose al castigo, buscando la defensa, quedados en banderillas y en la muerte, con excepción de los corridos en primero, tercero y sexto lugares, reservones, entablerados y buscando pupa. Santín no se ha lucido en esta ocasión.

   Aún así, y con la mala labor de varios picadores, “sólo se registró un penquicidio, y los toros tomaron por total veinte varas, algunas no del todo buenas, sino refilonazos o marronazos”.

   No fue la tarde de Montes que, en apática presentación no hizo sino subir el tono de las protestas y la desilusión de sus “istas”

   Respecto a “Bonarillo”, las cosas tampoco resultaron favorables del todo.

   Con el capote no hizo nada digno de mención. Usa un telón de teatro, primer agravante, luego da la salida antes de que el toro esté en jurisdicción; quiso gallear a un toro quedado (¡!) no convenció. Se sabe, no obstante, que Bonarillo es un buen torero, que ha cosechado siempre aplausos, pero seguramente los del Perú, que siempre vienen a cuenta, le han trastornado y nos ha confundido con los villamelones de la América del Sur, que se desmayan en la suerte de picas.

   Puso en el quinto toro un buen par aprovechando, que le fue aplaudido.

   Con el estoque y muleta hizo lo siguiente: en el primero, con la izquierda, 1 alto, 1 de pecho, 2 redondos por bajo muy buenos, estando el torero cerca y consintiendo mucho. Con pequeño cuarteo media estocada en su sitio. Pases de pitón a pitón, muy aplaudidos, y termina con una honda en su sitio. Intenta descabellar y el toro dobla. Palmas, sin llegar al entusiasmo.

   En el tercero, que brinda a sol, uno con la izquierda, dos altos, uno de pitón a pitón. Iguala y entrando con el brazo muy alzado, media en su sitio. Más pases y una buena estocada. Que partió la herradura. Palmas, ovación y dianas. Hasta aquí no iba mal.

   En el quinto toro varió la decoración. Aun cuando toreó cerca y confiado, hizo una pésima faena, de altos y ayudados. Echándose fuera de una manera descarada, atiza un pinchazo; más pases, otro pinchazo en la misma; más pases y hasta tres pinchazos más, en tablas, es cierto, sin fijar, entrando con todas las agravantes posibles, una pasada sin herir por causa del toro, media pescuecera sin soltar. El matador se desanima, y por casualidad atiza un descabello a la primera. Pita morrocotuda. Bien es cierto que el toro se encontraba un poco difícil por un pésimo par de banderillas en el pescuezo, que clavó Bisoqui.

   Como podrá entenderse, “Palomo Chico”, el cronista en turno, tuvo a bien darnos “santo y seña” de aquella comparecencia, de diestros hispanos y que, por lo visto, ni uno ni otro cumplieron como esperaban los asistentes al coso en rumbos de la Piedad.

   En la nota que se dispuso como pie de foto, sabemos también que se trataba del segundo de la tarde. Con todo y eso, la imagen, fue separada y luego colocada en un marco que lució, ya lista en los pasillos de la casa “Barbabosa”, en Toluca. Don José Julio Barbabosa había mandado hacer ese sencillo trabajo al negocio de marcos y cuadros más cercano, con objeto de procurar un testimonio más sobre los muchos habidos –como recuerdo-, en aquella residencia, que era uno de los sitios donde el legado de Santín, como ganadería, fue quedando poco a poco traducido en un sólido recuerdo.

   Los ejemplares que mandó siempre bajo su orgullosa y siempre predecible idea de que, por ser los “toros nacionales” iban a causar sensación, esa tarde simple y sencillamente no pasaron a la historia.

Sin embargo, en todo estaba pendiente don José Julio, y aunque la nota fuese adversa, tuvo a bien no olvidarla conservando este simple testimonio fotográfico que, de algún modo, nos ha permitido conocer las incidencias de aquella soleada tarde.

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BASTA SÓLO LA POESÍA.

PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

EL MILAGRO DE LA VERÓNICA

 A Ernesto García Cabral

 Los brazos pordioseros, como péndulo doble,

arrastran por la arena la comba del percal,

y se diría que avanza con su ropaje noble,

en procesión hierática, un rojo cardenal.

 

Cuentan que la verónica, en bíblico desdoble,

enjuga con el paño la sangre de coral

de una herida de adorno; mientras el pasodoble

se deshoja en el aire como flor de metal.

 

Las piernas, en estacas, para cargar la suerte,

dejan a la cintura la burla de la muerte;

y cuando pasa el bruto, hendiendo el carnicol,

 

Se lleva en los pitones que un leve esguince libra,

hilos de seda y oro, entre los cuales vibra,

pimienta de la fiesta, el reflejo del sol.[1]

 Xavier Sorondo.

Luis Castro El Soldado.

EL CAPOTE DE BELMONTE. 

 

Para Aurelio Pérez y Javier Creixell,

creyentes en Juan y en sus epígonos.

 

(“Y tan alta vida espero,

que muero porque no muero”, Teresa de Jesús).

 

Este capote que implora

la bendición de la muerte

y la convoca en la suerte

queriendo ensanchar su hora,

da una tentación agónica

con la mortal atadura

que mantiene la cintura

presa en su media verónica.

Y en la verónica entera,

determinada en su centro

hacia la muerte por dentro

y hacia la gloria por fuera.

Con su juicio sumario,

la leyenda así lo quiere

y lo convierte a diario

en capote literario

que muere porque no muere.[2]

Manolo González en su presentación.

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.


[1] Xavier Sorondo: ESTAMPAS DE TORERÍA. Dibujos de Carlos Ruano Llópis. Apunte de Ernesto García Cabral. México, Editorial “Polis”, 1942. 47 p. Ils., retrs.

[2] Carlos Fernández Valdemoro (Seud. José Alameda): Seguro azar del toreo. México, Salamanca ediciones, 1983. 92 p. Ils., retrs., facs., p. 29.

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DEL PASE POR ALTO AL “FORZADO” DE PECHO EN FREG y “JERÓNIMO”.

PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

Luis Freg, la tarde del 19 de febrero de 1922.

Jerónimo. 5 de febrero de 2018. Disponible en internet febrero 7, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5291. Fotografía: Sergio Hidalgo.

   Para entender lo que ocurre en ese momento es que el torero, evitando tener un aprieto, y dada la forma en como viene el toro, comiéndose materialmente la muleta, es preciso que se coloque rápidamente, evitando un mal momento, pero también la pronta manera de lucirse, de hacer de ese pase –que podría ser de recurso-, pero también de enorme lucimiento, forma honesta de lucha. Búsqueda también para conseguir el triunfo dominando la encendida casta que se percibe en ambas imágenes.

   Con diferencia de casi un siglo, Freg tuvo que someter al toro de Salas que le tocó en suerte. No fue un buen ejemplar. Más bien “mansote” como lo describe Rafael Solana en su crónica, y que además tuvo poder y malas ideas. Siguiendo el hilo de la reseña, “Verduguillo” advierte que a Luis se le notaba incierto, por lo que buena parte de esa faena fue sobre piernas. Parte de ese pequeño detalle se puede apreciar en lo tenso de esos músculos inferiores que sostienen el resto del cuerpo de manera que, para resolver el conflicto, fueron necesarios ciertos recursos guerreros, de combate, a los que estaban acostumbrados muchos diestros de aquella época.

   Debo decir, en favor de Freg, que la “instantánea” le favorece, pues ese pase por alto posee elementos en los que, a pesar de las condiciones ya conocidas, permitió que saliera librado, logrando así, dignamente darle cara a un ejemplar con “algo de guasilla”. Luis Freg, a no dudar, tenía las condiciones de capacidad para esto y más.

   En cuanto a “Jerónimo”, que compareció recientemente en la plaza de toros “México”, ello se debe a mantener su hegemonía, pero también su eficacia como matador de toros que ha logrado acumular al paso ya de un buen número de años que lleva en esto, buscando aún consolidarse como figura del toreo. Camino a ese propósito, nos comparte momentos como el de imagen obtenida por Sergio Hidalgo, en la cual tuvo que rematar alguna de las series, dominando así al de Jaral de Peñas que no fue precisamente un ejemplar fácil, pero que “Jerónimo” entendió gracias a que puso en práctica lo mejor de su oficio.

   La pierna izquierda, la de salida que sirvió para rematar esa explosión del “forzado” de pecho, se reunió en apenas un espacio menor con la pata izquierda del toro en la que este no solo confió todo su peso, sino que además se puede notar el empuje, forzando así la embestida de la que sale con la jeta en alto. De ese momento, que sólo la fotografía nos permite apreciar, hubo un estallido en la arena, del que pudo quedar como resultado una horadación en la que se afirmaba, con toda su natural circunstancia, otro detalle más de la tauromaquia. Es decir, la lucha, la confrontación que no solo fue rematar airosamente la serie respectiva con ese “forzado” de pecho, sino lograr cada quien por su lado, ganar terreno, dominar al otro y así contar con posibilidades de dominio primero. De triunfo después.

   Por lo forzado del momento, es preciso anotar que a “Jerónimo” no le quedó otro recurso que arquear ligeramente el cuerpo, flexionar un poco las piernas, pero dando honesta salida en ese airoso pase “forzado” de pecho que, de tarde en tarde llegamos a ver en estos tiempos.

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OTRO PRODIGIO, AHORA EN MANOS DE “MANOLO” GONZÁLEZ.

PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.

   Apenas unos momentos, los suficientes valen para darse cuenta que el cine pudo rescatar la graciosa cadencia de unos lances que, como estos, interpretó “Manolo” González en alguna de sus actuaciones en la plaza de toros “México”, allá por los años 50 del siglo pasado. De esas evidencias cinematográficas, existen apenas algunos momentos, justo la tarde del 25 de noviembre de 1951, cuando tuvo en frente a “Duquesito” de San Mateo. Aquello, ¡fue un prodigio!

   Como antigua embarcación, las velas de esa nave, dejaron acariciarse en lo plácido de algún momento en que, desplazándose por ruta segura, pronto estaría acercándose al puerto de destino.

   El juego de sus manos hizo posible este milagro, el de una “chicuelina”, que no es otra “chicuelina” más, como las muchas que ayer y hoy se interpretaron o siguen interpretándose. La que apreciamos es una escala mayor del lance que aportó Manuel Jiménez, y que dicen algunos ya había sido realizado por “Llapicera”, aquel personaje que encabezó una célebre cuadrilla bufa, la cual actuaba pocos años antes de que el sevillano la tallara como pocos.

   Además, también se sabe que la primera vez que “Chicuelo” la interpretó en nuestros ruedos. Ello ocurrió la tarde del 14 de diciembre de 1924 al toro “Africano” de San Mateo. De entonces acá, es un lance recurrido, sobado, tanto que José Alameda llegó a decir que se le veía hasta en la sopa…

   Sin embargo, la “chicuelina” en su máxima expresión se ve pocas tardes, y «Manolo» González dejó evidencia clarísima gracias a su oficio artístico. El paso de este sevillano por nuestros ruedos no fue del todo afortunado. Aún así bastaron momentos, como este, apenas un suspiro, para quedarse en la memoria, y para siempre.

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DOS COLUMNAS FUNDAMENTALES EN EL TOREO: LA VERÓNICA y EL PASE NATURAL.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   De acuerdo a los más rancios principios establecidos en la tauromaquia, el lance a la “Verónica” y el “pase natural”, vendrían siendo considerados como las columnas vertebrales de una expresión en la que los diestros deben partir, estableciendo primero que conocen perfectamente su propósito y luego que saben cómo ponerlo en práctica.

   De ese modo, cuando pude apreciar a doble página, este claro ejemplo de la “verónica”:

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951. (Páginas centrales).

…me di cuenta que lo dicho allí es –hay que decirlo-, irrebatible.

   Primero, porque la “verónica”, es el lance fundamental del toreo con el capote. Lo demás son suertes de adorno, es decir todos aquellos lances que en su día tuvieron propósito de auxilio, y que eran los “quites”, los cuales ya no existen; o por lo menos ya no pueden citarse o referirse así pues ello significa la pérdida casi total, de la suerte de varas. Ello como consecuencia de varias razones, no necesariamente las atribuibles a la reducción de la casta en el toro, pues entra en juego la natural evolución del espectáculo, su cuestionado valor de maltrato animal e incluso, el de aquel lamentable punto (es un secreto a voces), donde los matadores giran órdenes precisas para pegarles más, desentendiéndose luego, pues para sacar al toro de jurisdicción están los subalternos.

   El hecho es que las “suertes de adorno” deben ser vistas hoy día como el intento del matador en turno, o el que por reglamento –y más aún, por usos y costumbres-, y que acude a generar competencia; como lances cuya ejecución y representación, significan alarde, en unos. En otros, convocan a la belleza y terminan siendo un rico catálogo de lances con los que se evita fundamentalmente la monotonía o el minimalismo en que suele caer el primer tercio de la lidia.

   Termino retomando lo escrito en mayúsculas en la impresionante composición que se logró a doble página en la célebre publicación dirigida por D. Manuel García Santos. Va así:

DOS TOREROS –SEVILLANOS LOS DOS-, HAN LLENADO DE PERSONALIDAD LA VERÓNICA. EL UNO FUE JUAN BELMONTE, QUE LE TRAZÓ RUMBOS NUEVOS AL TOREO. EL OTRO FUE “GITANILLO DE TRIANA” QUE HIZO DEL RITMO LENTO Y DE LAS MANOS BAJAS UNA NORMA. ENTRE LA VERÓNICA DE JUAN Y LA DE CURRO, ESTÁ ESA VERÓNICA –FLOR QUE SE ABRE EN ESENCIAS TORERAS-, DE “CHICUELO”, DE PEPE LUIS VÁZQUEZ, DE MANOLO GONZÁLEZ… EN LAS FOTOS, A LA IZQUIERDA, BELMONTE, Y A LA DERECHA, MANOLO GONZÁLEZ, EN EL LANCE FUNDAMENTAL DEL TOREO CON EL CAPOTE.

   Y si lo es para la capa, también existe para la muleta. Se trata del “pase natural”. Hace muy poco lo vimos desarrollado en la interesante faena que realizó Juan Pablo Llaguno a uno de Caparica:

Disponible en internet febrero 7, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5291. Fotografía: Sergio Hidalgo.

Y Juan Pablo, se elevó a alturas insospechadas para lograr este prodigio fue, entre otras cosas por algo que al escribirlo días después de su actuación, estaba convencido de ello:

   Los tres espadas, muleta en mano, desplegaron lo mejor de sus conocimientos en la lidia, con objeto de pulir asperezas y prepararlos para el debido lucimiento. No hacerlo significó apuros y más de algún arropón, incluyendo el dramático momento en que Juan Pablo Llaguno fue lanzado de fea manera por los aires, saliendo ileso de milagro. De este joven matador debo apuntar sus buenas y clásicas maneras, al dar cara a sus enemigos con los que demostró capacidades envidiables como lidiador.

   Si por su sangre circulan esos genes de la virtud, diría sin equivocación, que le ha bebido los alientos en espíritu, a aquel antiguo torero de origen sevillano, y que se llamó Manuel González Cabello. “Manolo” González se entrelazó con la familia Llaguno, lo que ha significado para este joven la mejor forma de materializar tan valiosa herencia. Y Juan Pablo se sabe responsable de esa razón, por lo que su actuación parecía el resultado de un diestro que no para de torear. Lamentablemente llegó a la “México” con tres corridas en su haber. Aún así, dejó una impronta que tardará mucho tiempo en olvidarse.

   Y si hay que conocer cartas-credenciales del sevillano, nada mejor que con esta imagen, donde a fuerza de reconocimiento, nos encontramos con una de las mejores explicaciones del pase natural:

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.

   Sin propósito alguno de “ismos” que pueden ser mal interpretados, lo único que busco aquí es demostrar que sí existen, y han existido grandes ejecutantes en la “verónica” y el “pase natural”, mismos que honran y seguirán honrando lo más esencial en el contenido de dos “Tauromaquias”, la de “Pepe Hillo” y “Paquiro”. En ambas, estas dos razones poseen un peso que se busca reafirmen una tarde sí, y otra también quienes se visten de luces.

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PRESENTACIÓN FEMENINA EN LA PLAZA DE TOROS “CIRCO MÉXICO”.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Conviene de entrada traer hasta aquí, algunos datos sobre la curiosa plaza –Circo “México”. Veamos.

Fabricada de madera, con cupo para unas seis mil personas, estaba situada en la esquina formada por las calles de Allende (antes Factor) y González Bocanegra. Se inauguró el domingo 21 de septiembre de 1924 con un festejo mixto: cuatro novillos de “El Cazadero” para Cayetano González y Félix Romero, así como dos becerros de la misma ganadería para Fermín Espinosa “Armillita” y Alberto Vara “Varita”. Sirvió como circo taurino hasta fines de 1927, cuando fue techada y transformada en arena de box y lucha libre.[1]

   El 16 de noviembre siguiente, la “Cía. de Espectáculos Populares Plaza-Circo México, S.A.” presentó este interesante cartel, que recuperaba, en buena medida, las ya distantes actuaciones de otra cuadrilla de toreras, que habían venido presentándose desde finales del siglo XIX y siguieron actuando, por lo menos durante los primeros cinco años del siglo XX.

   La tira de mano maltratada por el paso del tiempo, nos deja ver, en ese papel de china, amarillento y arrugado la composición y diseño que dieron a la misma en la Tip. “El Libro Diario”, S.A., ubicada muy cerca de la plaza, en la calle de Mesones 25. Allí aparecen tres valerosas toreras, llevando holgados trajes de luces que parecen recordar los que se usaban en tiempos de Mazzantini o de Fuentes, que seguramente Margarito de la Rosa o el ya establecido negocio de alquiler de José Romero “Frascuelillo”, fueron los sitios a los cuales recurrieron nuestras protagonistas para disponer de las mejores prendas.

   Además, los retratos que se incorporaron en la bajo el principio de la fototécnica, nos podrían confundir en algún momento, pues evocan, por su parecido, a los que en su momento realizaron los célebres hermanos Valleto, dueños de uno de los gabinetes fotográficos más célebres, instalado en el centro de la ciudad de México (claro, esto ocurrió entre 1865 y los comienzos del siglo pasado). Obtenidas bajo la idea de que fuese una “tarjeta de visita”, ello facilitaba la distribución, obsequiando dichas imágenes entre quienes podrían considerar como posibles contactos con los empresarios de entonces.

   Ellas son: Margarita García La Reverte, Luz Rojas La Gordita y Esther García La Finita, quienes junto con Rafael Fernández “Belmonte de Málaga”, se encargarían de lidiar y estoquear 2 ejemplares de Galindo e igual número de los de Queréndaro, respectivamente.

   Desconozco lo sucedido esa ocasión, pero es casi un hecho pensar que la plaza registró una buena entrada, y de que las señoritas toreras pusieron lo mejor de su parte para salir airosas del compromiso que significaba salirle a un to…, perdón, a un novillo y obtener reconocimiento o rechazo según los acontecimientos durante aquella jornada.

   Han transcurrido 94 años de aquel suceso, y el peso de la nostalgia entre lo que representa el cartel en sí mismo, con esa cabecera muy al estilo de los antiguos impresos y el resto de la composición, que cumplía con los principios de la publicidad, nos encontramos ante un hecho que refleja la forma en que La Reverte, La Gordita y La Finita tuvieron ese momento de celebridad.

   Por cierto, y antes de terminar, debo agregar el detalle central de la primera imagen, donde La Gordita se hizo de ese otro retrato, en el que destaca la “pompa y circunstancia” del torero, nos deja sentir el peso de su mirada, la que resultó de la pose en tres cuartos, con la montera bien puesta, montera que también parece haber salido de los antiguos objetos que guardaban celosamente señores como de la Rosa y Romero, quienes formaron auténticos juegos para que los aspirantes tuvieran forma de probarse una u otra prenda hasta decidir la paga más conveniente.


[1] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II., p. 769.

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LA BELLEZA DEL TORO EN EL CAMPO MEXICANO.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Hace unos días, aparecieron ocho interesantes fotografías que son clara evidencia de los toros que se lidiarán el lunes 5 de febrero, en la conmemoración del 72 aniversario de la plaza “México”. Son ocho ejemplares de Jaral de Peñas que su propietario decidió divulgar, no solo con ese propósito, sino con objeto de que los aficionados tengamos claro de que son toros y ya no nos quede la menor duda. De que tienen trapío, de que es una corrida pareja en presentación, donde predominan los colorados, y de que más de uno, como el 182 o el 174 resaltan  porque su pelaje se denomina –en aquel- “chorreao en verdugo” (mezcla de tres colores: negro, blanco y colorado) y ese otro que es colorado, bragado y muy parejito.

El 182

El 174

Imágenes disponibles en internet febrero 2, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5317

Foto: JPB, iniciales de Juan Pedro Barroso.

   Todos los del Jaral aparecen retratados en un corral, espacio en el que seguramente pasaron sus últimos días en contacto con el campo bravo, ese sitio que siempre ha poseído encanto y fascinación sin igual.

   Se tiene claro que de las últimas comparecencias de Jaral de Peñas, las cosas han rodado bien. Esperemos se cumpla el deseo de su propietario y el destino le guiñe un ojo.

   La cosa no acaba ahí. Más bien, alienta porque esas imágenes me han dado motivo para buscar entre los materiales que he venido reuniendo (labor que me ha tomado poco más de cuatro décadas), algunas fotografías cuyo contenido histórico se pondrá en valor a continuación.

   Creo que en principio debo afirmar que las elegidas son casi inéditas, de que la más antigua se remonta a 1888, siguiéndola tres cuyos registros datan de 1905, 1908 y 1909 respectivamente. En ese criterio de rareza, se encuentra una más de 1935, y otra de 1942.

   Comparto con gusto dichas piezas, porque además destaca en cada una de ellas la belleza de los escenarios, lo imponente de los toros, e incluso de lo afortunado que, para cada uno de los fotógrafos resultó el momento de su contacto con los toros bravos.

   Se trata de una “tarjeta de visita” cuyo registro se remonta a 1888. No se conoce, salvo este ejemplo, una evidencia tan antigua lograda en el campo, imaginando para ello la labor del fotógrafo, quien debe haber apostado todo su equipo, a prudente distancia para tener al final de aquella sesión seis fotos, de la que sólo se conocen cinco (y aquí es buen momento para agradecer la generosa colaboración del Lic. José Carmona Niño quien puso a mi alcance estos materiales).

   Estamos en Atenco. Ese toro ya contaba con la edad de rigor, buena presencia y dotada cornamenta, con lo que se cumplía cabalmente cualquier requisito para su presentación en la plaza. Por cierto, y según un riguroso registro que tengo sobre la presencia de los atenqueños entre 1815 y 1915, puedo apuntar que ese año de 1888 se lidiaron como encierro de seis, el que se presentó el 4 de marzo en la plaza de “Colón”, lidiados por Valentín Martín, y luego hasta los domingos 9 y 16 de diciembre, en el mismo coso por Manuel Hermosilla y Juan Jiménez “El Ecijano”, cartel que se repitió en ambas tardes.

   Toro español, procedente de la ganadería de “Muruve” (sic), lidiado el 12 de febrero de 1905, en la plaza de toros “México” de la Piedad siendo el cartel, como sigue: Antonio Montes, Manuel Lara, “Jerezano”, y Tomás Alarcón, “Mazzantinito”, picador: “Agujetas. Banderillero: Manuel Blanco, “Blanquito”.

   F. Esperón, el fotógrafo se apostó en algún burladero de las corraletas (quizá entre las dos y tres de la tarde) y desde ahí, obtuvo tan impecable imagen, en la que se puede apreciar al mayoral que envió el ganadero español Joaquín Murube, con motivo de que fuese el responsable de cuidar el lote. Este, con una aparente paciencia franciscana, da de comer no solo al que se encuentra en primer plano sino también al que está detrás de él. ¿Qué les ofrece? Parece ser una ración de paja con la que los mantiene en santa paz, la misma que demuestra eso sí, el perro que observamos dormido a sus pies.

   Bonito de “Arribas, Hermanos”. De él se dijo lo siguiente:

Foto. A.V. Casasola. Col. del autor.

   “Bonito”, que en realidad se llamaba “Guindaleto”, pero al que su mayoral, Miguel Bello, siempre le decía “El Bonito”, y así se le quedó, había llegado a México con sus hermanos para la temporada anterior, es decir la de 1906-1907, estando en tan mal estado al ser desencajonados después de la travesía, que fueron conservados para la temporada siguiente. Poco a poco, Miguel Bello, que también era el conserje de la plaza y picador de toros los días de corridas, logró que “Bonito” se dejara acariciar en los corrales y acabó por darle de comer en la mano, como si se tratara de un manso corderito, lo que llamó poderosamente la atención del público en general, el cual empezó a interesarse por el animal”.[1]

   Pues bien, llegó el día de la corrida.

   Volvemos al “Lanfranchi”, que es como el “Cossío” mexicano:

Domingo 16 de febrero de 1908. Miguel Báez “Litri”, Antonio Guerrero “Guerrerito” y Vicente Segura.

   Al ser lidiado, “Bonito” sólo fue castigado con 4 puyazos y le clavaron un par de banderillas, y en esos momentos saltó al ruedo Miguel Bello, lo llamó por su nombre, se acercó a él lentamente y acabó por abrazarlo y acariciarlo, mientras todo el público pedía a gritos el indulto, que fue concedido.

   El toro regresó a los corrales, siempre acompañado por su mayoral, y a partir del día siguiente fue puesto en exhibición.[2]

   Entre otros personajes que fueron atraídos por aquella curiosidad, se presentó ni más ni menos que la tiple María Conesa, quien en ese entonces estaba encumbrada en el mundo de los espectáculos. Y la Conesa se hizo retratar hasta en tres ocasiones, como para dar muestra primero, de que controlaba sus nervios, y luego para afirmarse más en el cenit de su fama.

   Y termina nuestra consulta al “Lanfranchi” con lo que apuntó como consecuencia en el destino de ese toro famoso:

   Como el toro pertenecía por contrato a la empresa de “El Toreo, ésta acabó por regalárselo a Miguel Bello, el cual le curó sus heridas y lo cuidó hasta que él sufrió una cornada mortal al estar desencajonando unos novillos, el 16 de julio de 1909, y sus herederos lo vendieron entonces a don Víctor Rodríguez para semental de su ganadería de “La Trasquila”, en el estado de Tlaxcala. Años después, durante la Revolución, la hacienda fue invadida por unas tropas zapatistas, las cuales sacrificaron al famoso “Bonito” como si se tratara de otro animal destinado al matadero, sin importarles todo el revuelo que con su nobleza había provocado en la ciudad de México durante algún tiempo.[3]

   Por su parte, Edmundo Zepeda “El Brujo” torero romántico, de la legua, que en sus años ya maduros se incorporó a un espectáculo denominado “Cuatro siglos del toreo en Méjico”, y que recreaba las suertes en desuso que se practicaron en la segunda mitad del siglo XIX, mismas suertes que un siglo después fueron conocidas en dicho espectáculo, el cual hubo oportunidad de que los aficionados capitalinos y otros del país pudieran apreciarlo justo el 14 de agosto de 1955 en la plaza de toros “México”. Zepeda, tiempo más tarde, se dedicó a escribir en tono de corridos, varios de sus recuerdos de juventud. Entre ellos, encontré el que nos permite imaginarlo bajo el ritmo cansino de aquellas melodías que dicen así:

EL TORO “BONITO”.

 

“Bonito, el toro bonito”

era de Arriba Hermanos

y entre toda la camada

era el toro más bonito.

 

Miguel Bello lo cuidó

cuando pastaba en la dehesa

por su bondad y nobleza

gran cariño le tomó.

 

Llegó el domingo fatal

en el que iba a ser lidiado

y el caporal Miguel Bello

estaba muy consternado.

 

Salió “Bonito” a la plaza

con gran estilo embistió

y su bravura y su casta

a todos los asombró.

 

Y tocaron a matar

el toro estaba en los medios

y “Litri”, aquel Miguel Báez

se disponía ya a brindar.

 

Un hombre al ruedo saltó

y quitándose el sombrero

pa´ despedirse del toro

pidió permiso primero.

 

El toro al que le escurría

la sangre hasta las pezuñas

estaba arrogante y fiero

y Miguel Bello en el tercio

envióle su adiós postrero.

 

“Bonito, toma Bonito”

se hizo un silencio angustioso

el toro quieto esperaba

y Miguel pasito a paso

al torazo se acercaba.

 

Hubo un momento de duda

Miguel Bello se detuvo

el toro lo recordó

y caminando despacio

al caporal se acercó.

 

“Bonito, toma Bonito”

seguía el toro caminando

y cuando a Miguel llegó

este al toro se abrazó.

 

“Adios mi toro Bonito”

Bello estaba sollozando

sus lágrimas se mezclaban

en el morrillo sangrando.

 

El público puesto en pie

con un nudo en la garganta

entre lágrimas y gritos

el indulto así pidió.

 

El juez sacó su pañuelo

y presto lo concedió;

luego al guardarlo discreto

una lágrima enjugó.

 

Por la puerta de toriles

siguiendo dócil a Bello

el bravo toro “Bonito”

por ahí desapareció.

 

En los corrales quedó,

la gente lo iba a admirar

y la actriz María Conesa

solía irlo a acariciar.

 

A la dehesa lo volvieron,

como semental quedó;

a los pocos meses de esto

desencajonando a un toro

Bello estaba descuidado

y el marrajo lo mató.

 

Luego a “Bonito” vendieron

y en Tlaxcala ahí quedó.

Dicen que de tarde en tarde

quedábase quieto el toro.

 

Y al horizonte olfateaba

parece como que oía

“Bonito, toma Bonito”

y que Bello lo llamaba.

 

Edmundo Zepeda.[4]

   Esta otra imagen, todo un prodigio, por la cercanía y los buenos detalles que la engalanan, se obtuvo en Santín, hacia 1909, de acuerdo al documento manuscrito denominado “Fotografías y algunos datos, sobre toros notables por alguna circunstancia de la ganadería brava de Santín. Abril 10 de 1909, descripción que nos proporciona el propio ganadero, el señor José Julio Barbabosa en los siguientes términos:

Toro N° 42 de 1895.

Transcribo lo que dice en el libro de los toros padres. “Ynmejorable”, abril 24 de 1898. Hoy se picó en el toril de Santín, se puso pica de 16 milímetros, dio tres varas muy buenas, 2 muy recargadas, y la última tan recargada que estuvo muchísimo tiempo pegado al caballo, 5 veces le quitó Martín Rey que fue uno de los picadores la garrocha, y lo volvía a picar, y lejos de irse el toro, más recargaba, hasta que en vista de que el toro no se desprendía, mandé que unos peones (de brega) lo jalaran de la cola y otros lo llamaron con las capas solo así se desprendió del caballo, en la 6ª vara se corrió el botón y apareció la pica de 28 milímetros”. Diciembre 9 de 1902 jugó en Tenancingo (edo. de Méx.) recibió 3 varas, excelentes. Estuvo padreando 8 años, hasta el 22 de octubre de 1905. Dejó muchos y muy buenos hijos, cuya bondad se comprobó en las plazas “México” y “El Toreo” compitiendo con toros españoles de 1ª y sin exceptuar uno solo siempre vencieron a estos. Loado sea Dios. Junio 3 de 1909. Por viejo y ya ser humanamente imposible que viviera se mató. Vivió 14 años.

Col. del autor.

   Parece ser que la plaza de toros de “Vista Alegre”, aquella que se ubicaba en los rumbos de San Antonio Abad, y cuya carga de tragedias fue notable, tuvo también entre otros privilegios, ver salir por la “puerta de los sustos” ejemplares que, como Platero de “Dos Peñas” deja ver la hermosura de este cromo, obtenido por algún fotógrafo aventurero que tuvo el acierto de retratarlo junto a la nopalera, parte del paisaje propio de los rumbos de Santa Ana Jilotzingo, estado de México, donde se ubica hasta la actualidad, aunque con nuevo propietario.

   Ese hermoso cárdeno claro, bragado, de excelentes y equilibradas proporciones, como se aprecia en el pie de foto, se lidió el 21 de abril de 1935, año en el que el coronel Matías Rodríguez Hidalgo, su antiguo dueño poseía toros bravos con los cuales divertirse en las fiestas camperas. Pero la cosa dio tales resultados que, con ayuda de amigos compró vaquillas de Ajuluapam, y otras tantas hembras y machos de Zacatepec y San Mateo que fueron en buena medida el pie de simiente. Se decía en la época que “son toros fuertes, con nervio, pero con nobleza. Por eso el coronel ha pisado los ruedos de Vista Alegre y El Toreo en medio de ovaciones por la bravura de sus toros”.[5]

   Cierro con otro ejemplar de Atenco:

Sol y Sombra. Revista de toros. México, 1942. Col. del autor.

   Posó para el fotógrafo estando en las corraletas de la plaza “El Toreo”. En esa época, era su propietario el señor Manuel Barbabosa Saldaña. Cuando la hacienda atenqueña ya no tenía las extensiones del pasado, por haberse fraccionado a principios del siglo XX, de acuerdo a lo que decidió la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, hubo ocasión de que la visitara el conocido periodista José Jiménez Latapí Don Difi, quien le comentó al propio Manuel Barbabosa:

-“Don Manuel: ¡cómo es posible que pueda criar toros en una maceta!”

   Pues de “una maceta” provino este ejemplar del que por ahora, no se cuenta más que con su hermosa e imponente presencia.

   Motivos suficientes para recrear al toro bravo mexicano o de aquellos otros que dieron de qué hablar cuando se lidiaron en otros tiempos, forjando leyenda y dejando una estela que compositores como Lorenzo Barcelata o Tomás Méndez convirtieron en sonadas melodías.

   Fue Lorenzo Barcelata quien se dio a la tarea de escribir una canción que no sólo hizo célebre el propio Barcelata, sino también el “Trío Calaveras” y más tarde, Miguel Aceves Mejía. Se trata del Toro Coquito:

 

Toro Coquito.

 

Toma, coquito, toma
Toma, coquito, toma….
Azúcar te voy a dar.
Y tienes que ser valiente,
que un gran torero te va a torear
Toda la gente te va a aplaudir
Y con bravura vas a morir.

Huya, huya, huya!

 

Toma, toro, vuelve para el redil.
Que ya vienes los vaqueros
Y van a arriarte para el toril.
Toda la gente te va a aplaudir
Y con bravura vas a morir.

Huya, huya, huya!

Toma, coquito….

No puede quedar atrás el reconocimiento a Tomás Méndez que, inspirado en la presencia del toro bravo logró inmortalizarlo en su

Huapango Torero

 

Mientras que las vaquillas
están en el tentadero
única y nada más,
nada más pa’ los toreros,
por fuera del redondel,
por cierto de piedras hecho,
sentado llora un chiquillo,
sentado llora en silencio.

 

Con su muletilla enjuga
sus lágrimas de torero,
con su muletilla enjuga
sus lágrimas de torero,

La noche cae en silencio
las nubes grises se ven a lo lejos
se empiezan a acomodar
las estrellas en el cielo
y rumbo hacia los trigales
se ve a un chiquillo que va resuelto;
él quiere matar a un toro
su vida pone por precio.

Silencio…los caporales están durmiendo.
Los toros…los toros en los corrales andan inquietos.
Un capote en la noche
a la luz… a la luz de la luna quiere torear…
silencio…

De pronto la noche hermosa ha visto algo
y está llorando,
palomas, palomas blancas
vienen del cielo, vienen bajando;
mentira si son pañuelos, pañuelos blancos
llenos de llanto
que caen como blanca escarcha
sobre el chiquillo que agonizando…

Toro, toro asesino
ojala y te lleve el diablo,
toro, toro asesino
ojala y te lleve el diablo.

Silencio…los caporales están llorando.

 

Portada de un número extraordinario de El Universal Taurino, año de 1922. Col. del autor.


[1] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 263.

[2] Op. Cit.

[3] Ibidem.

[4] El Ruedo en México. Revista gráfica de los toros. Año I, Primera Quincena, Noviembre 1964, Nº 5, Especial.

[5] Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.

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LA CUADRILLA DE MAZZANTINI COMPLETA E IMPECABLE.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE 

 

Colección GARBOSA

   Gracias al esfuerzo que, de muchos años para acá viene obteniendo la cada vez más notable colección del Dr. Marco Antonio Ramírez, materializada en la biblioteca taurina “Salvador García Bolio”, ubicada en el “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías”, en la ciudad de Morelia, Michoacán, es posible apreciar, a través del recurso que por internet podemos tener de la misma (aquí la liga: http://www.bibliotoro.com/) un conjunto homogéneo de documentos e impresos dedicados a la tauromaquia, que no se reduce a libros. También encontramos hemerografía, fotografía y otras fuentes que permiten acercarnos a poco más de 13,300 referencias provenientes de diversos países e idiomas. Así, podemos saber, por ejemplo, y en la última actualización (la del 20 de enero) que España tiene un aporte de 7981 registros; México, 2001; Francia, 1391; Estados Unidos de Norteamérica, 374; Portugal, 232; Inglaterra, 122; Colombia, 77; Perú, 72; Venezuela, 48; Alemania, 59. Total, 10 países que concentran la mayor parte de los títulos, sin faltar curiosidades como las publicadas en Japón o en China, por ejemplo.

   Entre ese mundo de información, al que en lo personal, he tenido la suerte de acceder, se encuentra la maravilla fotográfica que, en esta ocasión he elegido para su debido “revelado”.

   Luis Mazzantini apenas tenía unos días de haber llegado a México, por Veracruz, directamente desde Cuba, donde ya había toreado previamente. Así que, antes de su llegada a la capital, pasó por Puebla, donde toreó el 27 de febrero, y luego 6 y 13 de marzo de 1887. Desde luego, se aproximaba la triste jornada del 16 de marzo, donde sucedió tremenda bronca en la plaza de “San Rafael”, frente a un pésimo encierro de Santa Ana la Presa, que es tanto como decir que se trataba de toros “cuneros” que, como decía el Dr. Carlos Cuesta Baquero lo eran “sin ascendencia de casta, sino formada con reses bravuconas, broncas mejor que bravas”.

   Regresando al análisis de la imagen, diré que la compañía acudió completa, y además todos vistieron, para aquella ocasión, rigurosamente de luces. Esto sucedía en el puerto de Veracruz, como ya se dijo, aunque quizá con más precisión hacia la última semana de febrero del 87´.

   De hecho, a todos se les ve relajados, pero quizá el gran mérito es que el Sr. Ibáñez e Hijo logró convencer al guipuzcoano de hacerse este retrato, donde aparece sentado, al centro, rodeado de sus peones, banderilleros y picadores que, reconocidos en la “marialuisa” que adorna discretamente la fotografía resultan ser, de izquierda a derecha (de pie): Luis Recatero (Recaterillo), Francisco Diego (Corito), Manuel Pérez (Sastre), Manuel Martínez (Agujetas), Tomás Mazzantini, José Bayard (Badila), Manuel Rodríguez (Cantares), Ramón López y Romualdo Puerta (Montañés). Sentados: Victoriano Recatero (Regaterín), Valentín Martín, Luis Mazzantini, Gabriel López (Mateíto) y José Galea.

Colección GARBOSA

   Todos firmaron atrás y dedicaron el retrato a “nuestro apreciable amigo el Señor General D. Feliciano Rodríguez”.

   Casi es un hecho que lograda tan impresionante composición, armónica y con el debido equilibrio en el gabinete del Sr. Ibáñez, esta compañía salió con destino a la Puebla de los Ángeles para cumplir con el contrato previamente acordado de aquellas tres actuaciones, en las que se lidió ganado de San Diego de los Padres.

   Seguramente todos los integrantes de la compañía contaron con el agradable recuerdo de aquel retrato y lo conservaron con el agradecimiento de que, en el fondo se les recibía como héroes en este país. Otros tantos ejemplares, debieron venderse directamente por Ibáñez y el que hoy apreciamos, que además tiene el valor de llevar nombre, firmas o seudónimos, debe haberse quedado en el arcón de los recuerdos de algunos de estos altivos señores para gozo, hoy día de tan admirable trabajo, en el que el fotógrafo se valió de aquellos lienzos que, como telón de fondo quedaron registrados en cientos de imágenes que nos permiten observar actitudes, poses y demás gestos de tanta y tanta gente que logró tener un retrato, una auténtica “tarjeta de visita” con qué identificarse ante los demás. Muchas de ellas solo conservan lo curioso de ese propósito, pues desconocemos de quien o quienes se trata.

   En este caso, la “Célebre Cuadrilla de D. Luis Mazzantini” se desvela en lo imponente que trasciende ese retrato en tono sepia, con lo cual tenemos ahora clara idea de quienes se presentaron ante la afición mexicana y tuvieron en Puebla feliz presentación. Como ya lo adelantaba, el episodio del 16 de marzo, marcó para Mazzantini y miembros que le acompañan, un quiebre en sus destinos, pues con la tremenda bronca que se suscitó en la de San Rafael; la huida hacia la estación del tren con ganas de salir a donde fuera; y luego pronunciar su célebre frase: “¡De este país de salvajes, ni el polvo quiero…!”. Cambió el destino para quien, con los años, regresaría curado en salud, y montando año tras año, y hasta más o menos 1904 su célebre “Temporada Mazzantini” en las que, el monopolio de don Luis, tuvo muy buenos dividendos.

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