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ENCANTO O ASOMBRO…

DE LA SERIE MUSEO GALERÍA TAURINO MEXICANO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

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Fotografía, colección del autor.

   La imagen fue capturada por Felix Miret, fotógrafo español avecindado en México desde finales del siglo XIX o comienzos del XX.

   Me parece que por lo demás esta curiosidad posee unas virtudes propias del discurso estético que permite entender la calidad que ya, para esos primeros años del siglo XX tiene la fotografía. Esa claridad, esa definición fueron capaces de atrapar la realidad… que impera en blanco y negro o en ese tono sepia que nos invita a recuperar el pasado.

   Como puede apreciarse, la “vista” fue obtenida el 28 de febrero de 1909, en la plaza de toros “El Toreo” de la colonia Condesa, en la ciudad de México. Es decir, que esta visión entre lo ocurrido justo ayer pero con 109 años de diferencia nos deja entender ya los enormes cambios registrados en el desarrollo de la tauromaquia. Aquella tarde, el cartel estuvo formado por Vicente Segura, “Morenito de Algeciras” y Francisco Martín Vázquez, quienes se las entendieron con seis y uno de regalo de la legendaria ganadería de Miura. El de la fotografía fue el primero de la tarde, de nombre Perdigón (homónimo del burel que mató a Manuel García el “Espartero” en Madrid). Marcado a fuego con el número 13. Le correspondió a Diego Rodas “Morenito de Algeciras”.

   Antonio López “Farfán” que era el picador en turno, lo ha recibido con un puyazo en todo lo alto, mientras las infanterías se mantienen pendientes del tumbo inminente. El sol alumbra con tal intensidad que permite ver con lujo de detalles la forma en que el miureño se arrancó como un tren sobre la cabalgadura, leitmotiv que ocupa el centro no sólo de la imagen, sino el de todas las miradas.

   “Farfán” ha perdido el castoreño, y no sé si ocurrió por el hecho de que se lo lanzó a “Perdigón” en afán provocativo o fue en el momento del encuentro, el caso es que esta escena heroica por donde quiera vérsele nos da una idea de los procedimientos primitivos que se tenían hace poco más de un siglo para realizar la suerte de varas. El caballo no lleva el peto protector, defensa que comenzó a utilizarse en España en 1928 y dos años más tarde, justo el 12 de octubre de 1930 en México. Las viejas crónicas del siglo antepasado y primeras del XX refieren con frecuencia que una corrida no había sido buena si en el balance no se registraban un buen número de bajas en la caballería. Afortunadamente eso ha cambiado y ahora, con todo un extremoso recorrido de adecuaciones de por medio, salen con un peto que rebasa las dimensiones o los estándares más apropiados, el hecho es que se ha reducido notoriamente el número de puyazos, con la consiguiente pérdida del tercio de quites, ese momento en el que los matadores de toros o de novillos tenían por obligación la de intervenir para salvaguardar la vida del “hulano”. Hoy día el uso incorrecto del término “quite” no nos permite entender que su objetivo original era otro, “quitar”, alejar al toro del peligro que su misma presencia podría provocar hiriendo de más a un picador o a un caballo. Lo anterior va con la intención de comenzar a hacer una serie de reflexiones sobre la necesaria adecuación que el toreo debe tener en nuestros tiempos, a sabiendas de que se debe a prácticas muy arraigadas, mismas que deben someterse ya a una indispensable puesta al día, con el propósito de adaptarlo a los tiempos que corren, sin alterar sus principios. Es decir, se pretendería que cambie la forma, no el fondo.

   La suerte de varas, de la que se han perdido valores esenciales debe recuperarse. Hace poco más de 50 años, un periodista español radicado en México, y me refiero a todo un personaje como lo fue Manuel García Santos, apuntaba al respecto lo siguiente:

   (…) el toro actual, con el peto en uso, no puede demostrar su bravura en el caballo porque su instinto le hace ver que esa pelea es desigual e inútil.

   Pero tengo que añadir que, al hablar del toro bravo, no incluía en la clasificación al de bandera. Ese toro, -que sólo de vez en cuando sale a los ruedos-, sigue yendo al caballo a pesar del castigo y el peto, porque su pujanza y su fiereza no le permiten sentir el dolor ni siquiera cuando, pasado el tercio de varas, lo dejan refrescarse.

   Hay un dato para juzgar a los toros en el caballo. Es bien sencillo: ver si la embestida y el recargar lo hace el toro perpendicular al caballo o si lo hace oblicuamente, empujando con los lomos y busca irse…

   Yo le aconsejaría a los aficionados que se fijaran muy atentamente en la pelea de los toros con los caballos, entre otras razones porque lo que haga el toro en el caballo es lo que hará después exactamente en la muleta.

   Y es que no le pidan a un torero que haga una faena de muletazos largos y suaves, en un toro que corneó con furia el peto y el estribo. El toro que llega a la muleta para las faenas que actualmente gustan, es aquel que, en el caballo, se duerme y empuja sin tirar cornadas y allí está mientras el picador le pega.

   Todos estos son temas de interés verdadero para la afición. Pero no quiero terminar sin dedicarle una censura, -suave, desde luego-, a los abuelos de Luis Bollaín cuando decían al hablar de cómo deseaban que salieran sus toros:

   -Uno de bandera y los demás… como quieran.

   Eso sólo se puede admitir en el sentido de que, si en una ganadería hay sangre para que salga un toro de bandera, es que la sangre es buena. Pero significa descuido, porque en una vacada lo importante es fijar el tipo y lograr que embistan los seis toros de la corrida… (El Sol de México, 28 de marzo de 1966).

   El “minimalismo” de nuestros tiempos en término de lances ha quedado reducido a “verónicas”, “chicuelinas” y algunos más, salvo que anden por ahí ciertos toreros con un catálogo amplio en florituras con el capote.

   Termino apuntando la presencia de un público que, por los usos y costumbres de la época, buena parte de la asistencia iba a los toros de traje, corbata y sombrero. En su mayoría son hombres, y la presencia femenina, aunque no era tan notoria, tampoco dejaba de notarse, y si lo hacían era haciendo honor a la galantería, con vestidos hasta “el huesito”, sombreros de amplios vuelos, guantes, sombrilla y una belleza de arrebato.

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GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. (III). 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LOS HERMANOS ÁVILA: TOREROS CONOCIDOS EN EL MÉXICO DE LOS PRIMEROS AÑOS DEL XIX.

   El caso de los hermanos Ávila se parece mucho al de los Romero, en España. Sóstenes, Luis, José María y Joaquín Ávila (al parecer, oriundos de Texcoco) constituyeron una sólida fortaleza desde la cual impusieron su mando y control, por lo menos de 1808 a 1858 en que dejamos de saber de ellos. Medio siglo de influencia, básicamente concentrada en la capital del país, nos deja verlos como señores feudales de la tauromaquia, aunque por los escasos datos, su paso por el toreo se hunde en el misterio, no se sabe si las numerosas guerras que vivió nuestro país por aquellos años nublaron su presencia o si la prensa no prestó toda la atención a sus actuaciones.

   De estos cuatro personajes: Sóstenes, Luis, José María[1] y Joaquín,[2] los primeros dos establecieron un imperio, y lo hicieron a base de una interpretación, la más pura del nacionalismo que fermentó en esa búsqueda permanente de la razón de ser de los mexicanos.

   Un periodo irregular es el que se vive a raíz del incendio en la Real Plaza de Toros de San Pablo en 1821 (reinaugurada en 1833) por lo que, un conjunto de plazas alternas, pero efímeras al fin y al cabo, permitieron garantías de continuidad.

   Aún así, Necatitlán, El Boliche, la Plaza Nacional de Toros, La Lagunilla, Jamaica, don Toribio, sirvieron a los propósitos de la mencionada continuidad taurina, la que al distanciarse de la influencia española, demostró cuán autónoma podía ser la propia expresión. ¿Y cómo se dio a conocer? Fue en medio de una variada escenografía, no aventurada, y mucho menos improvisada al manipular el toreo hasta el extremo de la fascinación, matizándolo de invenciones, de los fuegos de artificio que admiran y hechizan a públicos cuyo deleite es semejante al de aquella turbulencia de lo diverso.

   De seguro, algún viajero extranjero, al escribir sus experiencias de su paso por la Ciudad de México, lo hizo luego de presenciar esta o aquella corrida donde los Ávila hicieron las delicias de los asistentes en plazas como las mencionadas. De ese modo, Gabriel Ferry, seudónimo de Luis de Bellamare, quien visitó nuestro país allá por 1825, dejó impreso en La vida civil en México un sello heroico que retrata la vida intensa de nuestra sociedad, lo que produjo entre los franceses un concepto fabuloso, casi legendario de México con la intensidad fresca del sentido costumbrista. Tal es el caso del «monte parnaso» y la «jamaica», de las cuales hizo un retrato muy interesante.

   En el capítulo «Escenas de la vida mejicana» hay una descripción que tituló “Perico el Zaragata”, el autor abre dándonos un retrato fiel en cuanto al carácter del pueblo; pueblo bajo que vemos palpitar en uno de esos barrios con el peso de la delincuencia, que define muy bien su perfil y su raigambre. Con sus apuntes nos lleva de la mano por las calles y todos sus sabores, olores, ruidos y razones que podemos admirar, para llegar finalmente a la plaza.

Nunca había sabido resistirme al atractivo de una corrida de toros -dice Ferry-; y además, bajo la tutela de fray Serapio tenía la ventaja de cruzar con seguridad los arrabales que forman en torno de Méjico una barrera formidable. De todos estos arrabales, el que está contiguo a la plaza de Necatitlán es sin disputa el más peligroso para el que viste traje europeo; así es que experimentaba cierta intranquilidad siempre lo atravesaba solo. El capuchón del religioso iba, pues, a servir de escudo al frac parisiense: acepté sin vacilar el ofrecimiento de fray Serapio y salimos sin perder momento. Por primera vez contemplaba con mirada tranquila aquellas calles sucias sin acercas y sin empedrar, aquellas moradas negruzcas y agrietas, cuna y guarida de los bandidos que infestan los caminos y que roban con tanta frecuencia las casas de la ciudad.

Y tras la descripción de la plaza de Necatitlán, el «monte parnaso» y la «jamaica»,

(…)El populacho de los palcos de sol se contentaba con aspirar el olor nauseabundo de la manteca en tanto que otros más felices, sentados en este improvisado Elíseo, saboreaban la carne de pato silvestre de las lagunas. -He ahí- me dijo el franciscano señalándome con el dedo los numerosos convidados sentados en torno de las mesas de la plaza, lo que llamamos aquí una «jamaica».

   La verdad que poco es el comentario por hacer. Ferry se encargó de proporcionarnos un excelente retrato, aunque es de destacar la actitud tomada por el pueblo quien de hecho pierde los estribos y se compenetra en una colectividad incontrolable bajo un ambiente único.

De todos modos, lo poco que sabemos de ellos es gracias a los escasos carteles que se conservan hoy en día. Son apenas un manojo de “avisos”, suficientes para saber de su paso por la tauromaquia decimonónica. Veamos qué nos dicen tres documentos.

   13 de agosto de 1808, plaza de toros “El Boliche”. “Capitán de cuadrilla, que matará toros con espada, por primera vez en esta Muy Noble y Leal Ciudad de México, Sóstenes Ávila.-Segundo matador, José María Ávila.-Si se inutilizare alguno de estos dos toreros, por causa de los toros, entonces matará Luis Ávila, hermano de los anteriores y no menos entendido que ellos. Toros de Puruagua”.

   Domingo 21 de junio de 1857. Toros en la Plaza Principal de San Pablo. Sorprendente función, desempeñada por la cuadrilla que dirigen don Sóstenes y don Luis Ávila.

   “Cuando los habitantes de esta hermosa capital, se han signado honrar á la cuadrilla que es de mi cuidado, la gratitud nos estimula á no perder ocasión de manifestar nuestro reconocimiento, aunque para corresponder dignamente sean insuficientes nuestros débiles esfuerzos; razón por lo que de nuevo vuelvo a suplicar á mis indulgentes favorecedores, se sirvan disimularnos las faltas que cometemos, y que á la vez, patrocinen con su agradable concurrencia la función que para el día indicado, he dispuesto dar de la manera siguiente:

Seis bravísimos toros, incluso el embolado (no precisan su procedencia) que tanto han agradado á los dignos espectadores, pues el empresario no se ha detenido en gastos (…)”.

Aquella tarde se hicieron acompañar de EL HOMBRE FENÓMENO, al que, faltándole los brazos, realizaba suertes por demás inverosímiles como aquella “de hacer bailar y resonar a una pionza, ó llámese chicharra”.

   Al parecer, con la corrida del domingo 26 de julio de 1857 Sóstenes y Luis desaparecen del panorama, no sin antes haber dejado testimonio de que se enfrentaron aquella tarde a cinco o más toros, incluso el embolado de costumbre. Hicieron acto de presencia en graciosa pantomima los INDIOS APACHES, “montando á caballo en pelo, para picar al toro más brioso de la corrida”. Uno de los toros fue picado por María Guadalupe Padilla quien además banderilló a otro burel. Alejo Garza que así se llamaba EL HOMBRE FENÓMENO gineteó “el toro que le sea elegido por el respetable público”. Hubo tres toros para el coleadero.

   “Amados compatriotas: si la función que os dedicamos fuere de vuestra aprobación, será mucha la dicha que logren vuestros más humildes y seguros servidores: Sóstenes y Luis Ávila”.

   Todavía la tarde del 13 de junio de 1858 y en la plaza de toros del Paseo Nuevo  participó la cuadrilla de Sóstenes Ávila en la lidia de toros de La Quemada.

   Destacan algunos aspectos que obligan a una detenida reflexión. Uno de ellos es que de 1835 (año de la llegada de Bernardo Gaviño) a 1858, último de las actuaciones de los hermanos Ávila, no se encuentra ningún enfrentamiento entre estos personajes en la plaza. Tal aspecto era por demás obligado, en virtud de que desde 1808 los toreros oriundos de Texcoco y hasta el de 58, pasando por 1835 adquirieron un cartel envidiable, fruto de la consolidación y el control que tuvieron en 50 años de presencia e influencia.

   Otro, que también nos parece interesante es el de su apertura a la diversidad, esto es, permitir la incorporación de elementos ajenos a la tauromaquia, pero que la enriquecieron de modo prodigioso durante casi todo el siglo XIX, de manera ascendente hasta encontrar años más tarde un repertorio completísimo que fue capaz de desplazar al toreo, de las mojigangas y otros divertimentos me ocuparé en detalle más adelante. 

CARTEL_21.12.1851_PASEO NUEVO_ANTONIO DUARTE... LUIS ÁVILA_DISTINTAS RAZAS

Sin embargo, por más esfuerzo que se realizó para localizar carteles anteriores a 1850, no fue posible encontrar alguno que permitiera evidenciar la aparición del o los nombres de estos hermanos Ávila, tal y como se apunta en aquel que se remonta al año de 1808.


[1] José María Ávila, según el Registro Oficial del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos, del 4 de julio de 1830, p. 2 menciona: GOBIERNO DEL DISTRITO FEDERAL.-SECCIÓN TERCERA. Lista de los 79 reos sentenciados a presidio, que con esta fecha marchan en cuerda, bajo la responsabilidad del teniente del núm. 2 de caballeríza D. Julián Luza.

(…) José María Ávila (por) heridas.

[2] Mencionado por Carlos María de Bustamante en su Diario Histórico de México, cometió un homicidio que lo llevó a la cárcel y más tarde al patíbulo.

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GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. (II).

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Acudo de nuevo a otro texto que da forma a mi Novísima Grandeza de la tauromaquia mexicana, obra en la que, para su elaboración y publicación a finales del siglo XX, se fijó la necesidad de poner al día ciertos aspectos que requerían de esta condición para entender, desde una mirada en el presente un conjunto de factores que constituyeron el pasado taurino mexicano.

LOS SEÑORES DE A CABALLO SE VAN TROTANDO, TROTANDO HASTA DESAPARECER. EN MEDIO DE UNA NUBE DE POLVO EL TOREO SE HACE PUEBLO.

    Al comenzar el siglo XVIII, el agotamiento del toreo barroco en las dos Españas es evidente. El papel protagónico de la nobleza está amenazado con desaparecer luego de resentir el desdén con que trató a la fiesta de toros Felipe V, el primer rey español de la dinastía francesa de los Borbones. Dicho fenómeno ocasionó otro, el cual fue calificado por el reconocido investigador español Pedro Romero de Solís como el retorno del tumulto, esto es, cuando el pueblo se apoderó de las plazas para experimentar en ellas y trascender así su dominio. La aristocracia tuvo que bajarse muy pronto del caballo, a tal grado que con la gran fiesta del 30 de julio de 1725, afirma Moratín que se “acabó la raza de los caballeros”. El contraste fue el desarrollo de un movimiento popular con el que empiezan a tener éxito las corridas de a pie.

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MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.

   La caballería estaba en quiebra. Pueblo y toro van a hacer la fiesta nueva, por lo cual todo está preparado para darle realce a aquel cambio con el que la tauromaquia sumará un nuevo capítulo en su trayectoria.

   Y ese pueblo comienza por estructurar la nueva forma de torear matando los toros de un modo rudimentario, con arpones y estoques de hoja ancha, y torean al animal con capas y manteos o con sombreros de enormes alas. Los de a pie ya no servirán a los jinetes, sino estos a aquellos.

   Los nuevos actores, muchos de ellos personajes anónimos, desplazan con acelerada rapidez a quienes alguna vez fueron protagonistas, los caballeros, que deseando no perder colocación, se prestan a cambiar su papel por el de “señores de vara larga” o lo que es lo mismo: picadores, que hoy en día se mantienen vigentes.

   Las variaciones experimentadas en nuestro territorio guardan una marcada diferencia respecto a las desarrolladas en España. Existe una preocupación por darle orden, misma que propició la publicación de la tauromaquia de José Delgado en 1796, nuestros antepasados solían divertirse, “inventando” formas de toreo acordes con el espíritu americano.

   Aunque no éramos ajenos a España. Tomás Venegas «El Gachupín Toreador» llegó a México en 1766 y se quedó entre nosotros, influyendo seguramente en los quehaceres taurómacos de estas tierras. A su vez Ramón de Rosas Hernández «El Indiano», mulato veracruzano quien emprendió viaje a España, actuando por allá en los últimos años del siglo XVIII, demostró en ruedos ibéricos que acá también había buenos toreros, sobresaliendo en las suertes de montar los toros, templando “ya sobre él, una guitarra y [consumada la suerte] cantará con todo primor el sonsatillo”.

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Exacta recreación que Antonio Navarrete hizo de Tomás Venegas, “El Gachupín Toreador”. Antonio Navarrete Tejero: Trazos de vida y muerte. Por (…). Textos: Manuel Navarrete T., Prólogo del Dr. Juan Ramón de la Fuente y un “Paseíllo” de Rafael Loret de Mola. México, Prisma Editorial, S.A. de C.V., 2005. 330 p. ils., retrs.

   El «divertirse, inventando…» da lugar al anhelo de los novohispanos por definirse así mismos como individuos diferentes de quienes los condujeron política, religiosa, moral y socialmente, durante el largo periodo colonial. En algún momento deben haberse cuestionado sobre su papel, ¿quiénes somos?, ¿qué queremos? Se aproximaban con rapidez a lo que será para ellos la independencia.

   Con este movimiento de liberación el mexicano aprendió a dirigirse por sí solo, en el toreo podemos encontrar esa evidencia, dándola a conocer cada tarde torera. Fue necesario incluir una riquísima gama de posibilidades que permitieron demostrar una capacidad creadora como nunca antes había ocurrido. Más adelante, podremos conocer parte de esas “locuras” o “frutos del ingenio” llevados a escena en las plazas de toros.

   Un importante código de valores permiten distinguir las jerarquías con que aparecían en escena todos los protagonistas. De ese modo, al traje que portaron aquellos personajes poco a poco comenzaron a añadírsele bandas distintivas, y luego las aplicaciones en metal -oro o plata- que definitivamente diferenciaron a las cuadrillas, tal y como llegan hasta nuestros días.

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MUNDO HISPÁNICO Nº 269. Agosto 1970.

   Los primeros intentos que desplegaron los lidiadores americanos al acometer la nueva empresa, se dieron desde 1734, cuando Phelipe de Santiago, Capitan de los toreadores de a pie, intervinieron en las fiestas que se efectuaron aquel año, en “celebridad del ascenso al Virreynato de estta Nueva España del el Excmo. N. Sor. Dr. Don Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta”, quien gobernó de 1734 a 1740. Aquí, Phelipe de Santiago y su cuadrilla salieron con vestidos “adornados con listón de Napoles encarnado, de seda fina torcida, camisas de platilla, mitán amarillo, rasó de España amarillo también, para vueltas de los gabanes, y buches de los calzones elaborados con paño de Querétaro. Medias de capullo encarnadas y las toquillas de los sombreros finos con listón de China amarillo labrado, y corbatines adornados con encajes”.

   Más tarde encontraremos a un conjunto de “toreros” anónimos que, a los ojos de Rafael Landivar S.J., imprimieron el verdadero sabor de la tauromaquia autóctona mexicana, precisamente a la mitad del siglo XVIII, asunto del que daremos cuenta en capítulo posterior.

   Mientras tanto, toreros de la talla de Felipe Hernández “El Cuate”, Juan Sebastián “El Jerezano”, Alonso Gómez “El Zamorano”, Felipe “El Mexicano”, Cayetano Blanco, y José de Castro, se encargaron de avivar el fuego que iba en aumento conforme se acercaba la época en que el toreo en el nuevo país se colocó a la altura del practicado en España.

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GALERÍA ILUSTRADA DE TOREROS MEXICANOS Y EXTRANJEROS QUE ACTUARON A LO LARGO DEL VIRREINATO Y EL SIGLO XIX MEXICANO. (I).

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Un trabajo de reciente puesta en marcha es el que lleva el título de la presente colaboración. Pretende ser ambicioso en la medida en que vayan encontrándose no sólo los nombres de cada uno de ellos, cosa que por otro lado puede ser de dimensiones importantes, sino también algo de sus trayectorias, lo cual tomará un tiempo también bastante considerable para su elaboración. Sin embargo, este propósito tiene ya un antecedente en el exhaustivo trabajo que elaboró el Dr. Benjamín Flores Hernández en varias etapas. Me refiero a su “Catálogo de toreros y noticias de otros personajes novohispanos del siglo XVIII interesantes en la historia taurina” que, enriquecido, corregido y puesto al día incluyó en su más reciente libro, editado por la Universidad de Aguascalientes.[1] Años atrás, el buen colega y amigo, ya había comenzado dicha labor tanto en su tesis de licenciatura,[2] como en la de maestría,[3] que hoy siguen siendo un referente para entender en forma por demás muy amplia, el desarrollo de la fiesta novohispana, en la parte correspondiente al siglo XVIII. Trabajos harto complicados pues su autor debía formar una nómina de todos aquellos personajes, que en su último trabajo asciende a 156, consiguiendo con ello la que puede considerarse una primera relación de protagonistas en el toreo de la última etapa novohispana y la primera del México independiente. En buena medida será útil para integrar muchos de aquellos otros nombres, seudónimos y demás datos[4] que se tengan en torno a ese notable conjunto de individuos, lo mismo hombres que mujeres, cuya participación en el espectáculo taurino les convierte en centro de atención, como pocos.

   Conviene, en este caso, retomar un texto que se incluye en un libro de mi autoría,[5] con el que pretendo dar los primeros pasos para encaminar esta “Galería” por el sendero que pretendo, convirtiéndole quizá en la “Introducción” de lo presente. Veamos.

PRIMEROS TOREROS NOVOHISPANOS QUE A PIE O A CABALLO ENFRENTARON LEGALIDAD Y TRADICIÓN.

   El torneo y la fiesta caballeresca primero se los apropiaron conquistadores y después señores de rancio abolengo. Personajes de otra escala social, españoles nacidos en América, mestizos, criollos o indios, estaban limitados a participar en la fiesta taurina novohispana; pero ellos también deseaban intervenir. Esas primeras manifestaciones estuvieron abanderadas por la rebeldía. Dicha experiencia tomará forma durante buena parte del siglo XVI, pero alcanzará su  dimensión profesional durante el XVIII.

   El padre Motolinía señala que “ya muchos indios usaran caballos y sugiere al rey que no se les diese licencia para tener animales de silla sino a los principales señores, porque si se hacen los indios a los caballos, muchos se van haciendo jinetes, y querranse igualar por tiempo a los españoles”.

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Esta imagen proviene del libro Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (p. 81).

   Lo anterior no fue impedimento para que naturales y criollos saciaran su curiosidad. Así enfrentaron la hostilidad básicamente en las ciudades, pero en el campo aprendieron a esquivar embestidas de todo tipo, obteniendo con tal experiencia, la posibilidad de una preparación que se depuró al cabo de los años. Esto debe haber ocurrido gracias a que comenzó a darse un inusual crecimiento del ganado vacuno en gran parte de nuestro territorio, el cual necesitaba del control no sólo del propietario, sino de sus empleados, entre los cuales había gente de a pie y de a caballo. Ejemplo evidente de estas representaciones, son los relieves de la fuente de Acámbaro (Guanajuato), que nos presentan tres pasajes, uno de los cuales muestra el empeño de a pie, común en aquella época, forma típica que consistía en un enfrentamiento donde el caballero se apeaba de su caballo para, en el momento más adecuado, descargar su espada en el cuerpo del toro ayudándose de su capa, misma que arrojaba al toro con objeto de “engañarlo”. Dicha suerte se tornaba distinta a la que frecuentó la plebe que echaba mano de puñales. Sin embargo esto ya es señal de que el toreo de a pie comenzará a tomar fuerza. Otra escena de la fuente de Acámbaro nos presenta el uso de la «desjarretadera», instrumento de corte dirigido a los tendones de los toros. En el “desjarrete” se lucían principalmente los toreros cimarrones, que habían aprendido tal ejercicio de los conquistadores españoles. Otra escena nos representa el momento en que un infortunado diestro está siendo auxiliado por otro quien lleva una capa, dispuesto a hacer el «quite».

   Pero durante los siglos XVII y XVIII se dieron las condiciones para que el toreo de a pie apareciera con todo su vigor y fuerza. Un rey como Felipe V (1700-1746) de origen y formación francesa, comenzó a gobernar apenas despierto el también llamado «siglo de las luces». El borbón fue contrario al espectáculo que detentaba la nobleza española y se extendía en la novohispana. En la transición, el pueblo se benefició directamente del desprecio aristocrático, incorporándose al espectáculo desde un punto de vista primitivo, sin las reglas con que hoy cuenta la fiesta. Un ejemplo de lo anterior se encuentra ilustrado en el biombo que relata la recepción del duque de Alburquerque (don Francisco Fernández de la Cueva Enríquez) en 1702, cuya escena central es precisamente una fiesta taurina.

GRAFFITI NOVOHISPANO_p. 83

Esta imagen proviene del libro Graffitis novohispanos de Tepeapulco, Siglo XVI. Sus autores: Elías Rodríguez Vázquez y Pascual Tinoco Quesnel. México, Hidalgo, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, 2006. 185 p. Ils., fots., facs., planos. (p. 83).

   Para ese año el toreo todavía sigue siendo a caballo pero con la presencia de pajes atentos a cualquier señal de peligro, quienes se aprestaban a cuidar la vida de sus señores, ostentosa y ricamente vestidos.

   He allí un indicio de lo que pudo haber sido el origen del toreo de a pie en México, el cual fue capaz de mostrar el talento de los que lo ejecutaban, en medio de sus naturales imperfecciones.

   Para separar a los animales surge el vaquero quien, en el siglo XVI creó el rodeo, forma puramente mexicana legalizada incluso por el virrey Martín Enríquez de Almanza en 1574. Consistía en una batida circular sobre un territorio amplio en extensión cuyo propósito era concentrar al ganado en un punto “donde con la ayuda de una especie de garrochas, muy parecidas a las andaluzas, se apartaba el ganado que deseaban seleccionar”. Surgió con este nuevo personaje una expresión que acabó siendo nacional, mediando para ello una necesidad de un lucimiento no solamente limitado al campo, sino que además, era la plaza pública, la plaza de toros, el otro sitio para obtener el privilegio del aplauso. Y entre el ruedo y el campo la expresión acabó transformada en una manifestación artística.

   La necesidad que tiene el indio por equipararse a las capacidades del español, en los ejercicios ecuestres y campiranos produce reacciones que seguramente se manifestaron a espaldas de quien lo conquistó y le negó la posibilidad de realizar labores comunes en la plaza. El campo fue más bondadoso en ese sentido y concedió al natural de estas tierras, encontrarse con un ambiente al que imprimió su propio carácter, su “ser” en consecuencia. Bajo esas condiciones es muy probable que los indígenas hayan efectuado los primeros intentos por acercarse al toreo de a caballo, y por ende, al de a pie, con el que ganaron terreno sobre los españoles.

Nota importante: las ilustraciones elegidas para este material, fueron inscritas en algún muro del convento de San Francisco de Asís, en Tepeapulco, estado de Hidalgo. Son ambas, una primera representación de la tauromaquia rural, y se remontan a finales del siglo XVI.


[1] Benjamín Flores Hernández: La afición entrañable. Tauromaquia novohispana del siglo XVIII: del toreo a caballo al toreo a pie. Amigos y enemigos. Participantes y espectadores. Aguascalientes, Universidad Autónoma de Aguascalientes, 2012. 420 p. Ils., retrs., fots., facs., cuadros (p. 359-394).

[2] Benjamín Flores Hernández: «Con la fiesta nacional. Por el siglo de las luces. Un acercamiento a lo que fueron y significaron las corridas de toros en la Nueva España del siglo XVIII», México, 1976 (tesis de licenciatura, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 339 p.

[3] Benjamín Flores Hernández: «La vida en México a través de la fiesta de los toros, 1770. Historia de dos temporadas organizadas por el virrey marqués de Croix con el objeto de obtener fondos para obras públicas», México, 1982 (tesis de maestro, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México). 262 p.

[4] Sin que ello haga que se pierda la justa referencia a un quehacer que al Dr. Flores Hernández le ha tomado años de intenso trabajo en la investigación de gabinete y de campo también.

[5] José Francisco Coello Ugalde: Novísima grandeza de la tauromaquia mexicana (Desde el siglo XVI hasta nuestros días). Madrid, Anex, S.A., Editorial “Campo Bravo”, 1999. 204 p. Ils, retrs., facs.

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ADENDA PARA EL MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO.

ADENDA PARA EL MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO.

PASAJES DE LA HISTORIA TAURINA ZACATECANA. SIGLOS XVI-XIX.

Por: José Francisco Coello Ugalde.

   Habiendo encontrado algunos datos más sobre la tauromaquia en Zacatecas, ahora en el siglo XIX, comparto con ustedes el siguiente cartel, el que consiste en dar publicidad a 8 festejos por celebrarse entre el 2 y el 10 de febrero de 1849 en Sombrerete. Los toros fueron escogidos de las cercanas haciendas de San Agustín de Melillas, de la de Abrego, San Mareo o lo de Mena.

SOMBRERETE_FEBRERO 1849

Col. del autor.

    Transcurren los primeros días del mes de agosto de 1884. Lino Zamora y su cuadrilla, en compañía del novillero español Juan León “El Mestizo” llegan al Real de Zacatecas a fin de cumplir dos contratas. La primera de ellas, con toros de Corral de Piedras no resultó del todo buena. Para la segunda habrían de lidiar toros de Sábana Negra. Aunque vio llegar el encierro no pudo torearlos. La causa: el jueves 14 su banderillero Braulio Díaz vació la carga de una pistola con que se cobró un arranque de celos. Y a partir de ese momento, comenzó la leyenda en torno a Lino Zamora que alcanza alturas populares gracias a estos versos:

LEGÍTMOS VERSOS DE LINO ZAMORA

Disponible en internet, septiembre 3, 2015 en: http://www.museoblaisten.com

PLAZA DE TOROS EN ZACATECAS. 5 de abril de 1885. Primer espada, Andrés Fontela. Sobresaliente, Carlos Sánchez. Banderilleros, Emeterio Garnica, Carlos Sánchez, Jesús Blanco y “El Otros” (sic). Se ignora el nombre de los picadores.

PLAZA DE TOROS EN ZACATECAS. Domingo 12 de abril de 1885. Se lidiaron cinco bravos y hermosos toros de la Hacienda de Trujillo. Para una mejor comprensión del festejo, incluyo la crónica tal cual fue redactada por “Un aficionado”.

HERMOSA POSTAL ZACATECANA...

Hermosa postal zacatecana…

ZACATECAS_13.04.1885

El Arte de la Lidia, año I, N° 17, del domingo 19 de abril de 1885, p. 2.

PLAZA DE TOROS EN ZACATECAS. El Arte de la Lidia, año I, N° 18, del domingo 3 de mayo de 1995, p. 2. Ayer domingo 19 de abril, se verificó la tercera y última corrida de la temporada, por la cuadrilla mexicana dirigida por el espada Andrés Fontela, de entre cuyos integrantes se destaca el nombre de Emeterio Garnica.

PLAZA DE TOROS EN ZACATECAS. Domingo 18 de octubre de 1885.

   Ponciano Díaz, el aplaudido y sin rival primer espada mexicano, parece inaugura la temporada de toros en el redondel de Zacatecas, debiendo comenzar sus trabajos esta tarde. Tanto en Durango como en otras plazas de la Frontera donde últimamente ha toreado, ha sido objeto de grandes ovaciones y simpatías. No sabemos las contratas que tenga para la temporada, pero es de suponerse que no le faltarán, por lo codiciado que es de las Empresas y por lo querido de todos los públicos el joven matador.

El Arte de la Lidia, año II, Segunda época, N° 1, del domingo 18 de octubre de 1885, p. 3.

Correspondencia particular del “Arte de la Lidia”.

Durango, octubre 10 de 1885.

Sr. Julio Bonilla

México.

Muy Sr. mio: Recibí su grata fecha 23 del pasado, y enterado de su contenido paso a manifestarle, que la cuadrilla de toreros que desde el mes de Julio ha trabajado en la plaza de toros de esta ciudad, está dando ya sus últimas corridas. Dicha cuadrilla está compuesta de toreros mexicanos que, en general, han gustado a este público. El primer espada lo es Ponciano Díaz, Sobresaliente o segundo espada, Felícitos Mejías, Banderilleros: Tomás Vieyra, Carlos López, Jesús Fragoso, Porfirio Rodríguez y Jesús Girón. Picadores: Vicente Conde (a) el “Güerito”, Atanasio Altamirano y Nieves González.

   En esta temporada, se han lidiado toros de las haciendas de Guatimapé, Ramos, Atotonilco y Sauceda, anotándose varias desgracias en la cuadrilla, que son la muerte del picador Cándido Reyes en una de las primeras funciones, a consecuencia de un golpe en el vientre, por un toro de Guatimapé, que a la vez lo hirió ligeramente en una pierna. La muerte, también, del loco de la compañía a quien alcanzó un toro al meterse a un burladero, hiriéndolo tan gravemente que murió a las veinticuatro horas. A Felícitos Mejía y Jesús Fragoso, heridos al banderillar; pero por fortuna ya sanos; y por último, la lamentable desgracia que le pasó a Ponciano Díaz lazando un toro en la Hacienda Dapias, quien se rompió dos dedos de la mano izquierda, perdiendo dos coyunturas. Cicatrizadas sus heridas, ha podido seguir trabajando con el buen éxito de antes.

   La temporada seguirá con nueva cuadrilla, y al efecto, la Empresa está en arreglos con varios toreros y entre ellos está pendiente el contrato del Chiclanero.

   Si las anteriores noticias interesan a su publicación, lo celebraré, quedando de vd. a sus órdenes, su afmo. S.S.-El Corresponsal.

El Arte de la Lidia, año II, Segunda época, N° 2, del domingo 25 de octubre de 1885, p. 3.

   En El Arte de la Lidia, año II, Segunda época, N° 8, del domingo 20 de diciembre de 1885, p. 4 se incluye las siguientes notas:

   La cuadrilla que capitanea el diestro Juan León “El Mestizo” que últimamente ha trabajado en Durango, ha sido contratada por el Empresario de la Plaza de toros de Zacatecas, en cuyo redondel comienza sus trabajos desde esta tarde.

   En efecto, “El Mestizo” estará en México muy poco tiempo, pues mejor informados, diremos que este arrojado torero vuelve a Zacatecas, donde deberá torear los días 25 y 27 del mes actual, y el 1° y 3 del entrante Enero.

   Los periódicos de Guadalajara vienen haciendo grandes elogios del primer espada Ponciano Díaz, que en la actualidad trabaja en aquella ciudad, donde el joven matador ha sido muy bien recibido. No nos extraña esto, pues Ponciano es el mejor torero que tenemos del país, y uno de los demás conocimientos y valentía.

   Que pronto lo volvamos a ver torear en el Huisachal.

 Finalmente, por ahora, el siguiente dato:

 PLAZA DE TOROS EN ZACATECAS, ZACATECAS. Dice El Arte de la Lidia, año III, Tercera época, del domingo 21 de noviembre de 1886, N° 6, p. 4:

   Hoy domingo 21 y el próximo 28, toreará en Zacatecas el aplaudido diestro mexicano Ponciano Díaz, dando muerte a toros de la acreditada ganadería de “Cruces” del Estado de San Luis Potosí.

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PASAJES DE LA HISTORIA TAURINA ZACATECANA. SIGLOS XVI-XIX.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO.

 Por: José Francisco Coello Ugalde.

    Me propongo mostrar un panorama bien general de la fiesta de toros en Zacatecas, con motivo de sus festividades presentes. La información aquí reunida se ha logrado a partir de fuentes consultadas en bibliotecas, hemerotecas y archivos fotográficos. Es una fortuna que se pueda reconstruir parte fundamental de la vida cotidiana en provincia tan importante como Zacatecas. Veamos a continuación parte de algunos sucedidos que van de los siglos XVI al XVIII.

   Con fecha del 8 de septiembre de 1593, la historia del toreo da inicio en el territorio de Zacatecas. Poco antes han concluido las intensas batallas con los chichimecas y los huachichiles, grupos de indígenas que mantuvieron una hegemonía basada en un feroz existir.

   En aquel año de 1593:

Ordenóse por auto del Cabildo el año de 1593, que para celebrar debidamente la fiesta de la Virgen, patrona de la ciudad, el 8 de septiembre, se hicieran cuantas demostraciones de público júbilo pudiera imaginarse. Con este motivo se previno que hubiera corridas de toros, (las primeras que de tan bárbaro espectáculo, se verificaron en esta ciudad) que se quemaran fuegos de pólvora, que se iluminara toda la ciudad y se adornaran las plazas y las calles y que hubiera también justas, torneos, sortijas, juegos de cañas y paseos de máscaras, aparte de las demostraciones religiosas que la fiesta requería. En esta misma fiesta comenzó a sacarse el pendón, en el cual se ponían las armas de la ciudad y la imagen de María en actitud de descender del cerro de la Bufa.

   En 1599, luego de las honras ordenadas a la muerte del Rey de España Felipe II, se dispuso todo para jurar a su sucesor, Felipe III, juras que en toda la Nueva España procuraron celebrarse en medio de grandes… se verificaban bajo el significado de las grandes conmemoraciones que incluían, en medio de todo ese boato, los festejos taurinos.

   De nuevo, y ya en pleno siglo XVII, vuelve a darse un caso similar, cuando es preciso honrar solemnemente la muerte del rey Felipe III y jurar la exaltación de un nuevo Austria: Felipe IV. Ello en 1622.

   A mediados del siglo XVII

Estilábase también en aquella época que en la recepción de nuevos Corregidores hubiera en esta ciudad dos días de regocijo público, toros, banquetes, música, etc., y que el vecindario saliera en masa hasta la hacienda de D. Hernando de Aranda, que estaba situada antes de llegar a Santo Domingo. Al regidor encargado de esta clase de festejos se le daban $600 del fondo de propios.

   Y es que, cualquier motivo generaba la posibilidad de buscar el divertimento, el regocijo, mismo que se realizaba con los ingredientes de «toros», banquetes, música (…)» situación ésta, enormemente ponderada por los pacíficos habitantes de la región zacatecana, misma que se vio afectada por una prohibición -allá por 1709-, causada nada menos que por el exceso de fiestas y diversiones a que se entregaban frecuentemente muchos habitantes de la Nueva Galicia. Así, el Mtre. De Campo don Toribio Rodríguez de Solis, Caballero del Orden de Santiago, y Capitán General de la Nueva Galicia, expresaba angustiado:

 Por quánto estoy bien ynformado de los grabifimos daños, inconuenientes y perjuicios que fe figuen del general deforden de hauer continuas y repetidas fieftas en todas las jurisfdicciones defte Reino (…)

 Más adelante, procura detallado relato de los distintos motivos que lo movieron a poner en funciones una prohibición para evitar perjuicios y «offenffas que fe cometen contra Dios ntro. Señor»:

(…) Y que cualesfquiera perfonas de qualquier estado, calidad o condizión que fean yntenten de aquí adelante con ningún pretexto, motivo o color alguno qualquiera que fea el folicitar fu continuación, ni falir en ellas efcaramufas, carreras, danfas, toros, marchas y demas invenciones ofiofas que llaman el antojo, porque todo efto fe prohibe y veda absolutamente devajo de las penas de docientos peffos á cada español aplicados para obras defte Real Palacio, y ocho años preciffos de deftierro de toda la jurisdicción de donde fueren vecinos, y a los yndios, negros, mulatos, coyotes, y demas hombres, de color quebrado, de docientos azotes por las calles y ocho años de obraje, trapriche ó mortero (…).

   En realidad, esas medidas tomadas a partir del mes de noviembre de 1708 fueron de todo rígidas y a pesar de ser expedidas en la ciudad de Guadalajara, hasta Zacatecas llegó noticia gracias al pregonero Juan de León. Pero y con todo, había en el bando una permitida flexibilidad para con los toros ya que

(…) para que haya algún dibertimento que no fea exsefibo permito -dice D. Toribio Rodríguez de Solis- que en la cauefera de cada Jurisfdicción se fefteje la fiefta titular della con juego de toros por tres días y nomas, sin cuadrilla de Moros y christianos ni otra ynuención (…)

   Poco le duraría el gusto a este buen puritano señor don Toribio, pues en 1724 y, por motivo de un certamen poético, el Conde Santiago de la Laguna mandó construir un obelisco en la plaza de Zacatecas, obelisco con el que se pretendió conmemorar la exaltación al trono del Serenísimo Luis I, Rey de las Españas, entre los aplausos festivos con que alegraba a sus habitantes.

ESTATVA DE LA PAZ_1722

José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas, 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del Boletín de Investigaciones Bibliográficas, segunda época, 2)., p. 105

   Viene a continuación, y entresacados de este curioso documento cuyo título es Estatva de la paz… un conjunto de poéticas razones, las que nos llevan, aunque fugazmente, a las fiestas ocurridas en Zacatecas, aquel año de 1722:

Que muertos los deseos

Vieron lograr Pensilicos Hibleos.

O de el Templo lo diga

Siempre ejemplar de una piadosa viga

La función tan costosa,

Con que gracias a Dios dio ferborosa

Su devoción activa;

Donde, más que ascua viva

Ardía en su pecho amante

La fe, con que constante

Al cielo le pedía

Por el aumento de la Monarquía:

Precediendo a ella en fuegos, y candiles,

Si liberales gastos, no civiles;

Porque de su franqueza

Cortedad juzga la mayor largueza.

Publíquenlo severas

Dentro de el circo las treinta y dos fieras,

Que en un día se lidiaron,

A los que las miraron

Dando gusto, y espanto,

De su valor con singular quebranto;

Ya en los toros feroces,

Que en bramidos, y voces

Cobraban la requesta

De su indomable destrozada testa;

Ya en cíbolos valientes (7)

Que regionales monstruos eminentes

Con erguidas cerbices

El color sin matices;

Ser cada uno es notorio

Irracional lanudo promontorio,

Abultado coraje,

De los montes horror, Toro salvaje.

    Zacatecas no ha sido, ni por mucho, un lugar al que las fiestas taurómacas hayan escaseado. En 1728, por ejemplo, luego de circular una Cédula Real mandaba se hicieran fiestas públicas en celebración de las bodas del Príncipe de Asturias con la Infanta de España. Esa fiesta tuvo lugar con ceremonia religiosa; toros, paseos, juegos de cañas y otros regocijos.

   Un templo que no solo fue saqueado, sino criminalmente derribado bajo el principio de la desamortización de los bienes eclesiásticos, fue el de la Compañía de Jesús, esto durante el curso de la sexta década del siglo XIX. Pero en 1750, al concluir la obra fueron organizadas «fiestas con que se solemnizó su dedicación». Lo mismo ocurre con la Breve Descripción… del Br. Gabriel Miqueo quien se encarga de dar amplia descripción del estreno de la parroquia de Zacatecas, incluidas las notas sobre los fastos taurómacos que ocurrieron por aquel entonces.

   Luego, en 1758 se desarrollaron fiestas por la jura del Patronato de la Virgen del Tepeyac o de Nuestra Señora de Guadalupe.

   Por cuanto arroja el contenido de la relación de fiestas, permite apreciar lo fastuoso, lo imponente en cómo se concibieron aquellas grandes celebraciones. Fue en la segunda semana de las fiestas cuando se registró el «gozo de Toros».

La plaza, después de emparejada a punta de barras, elevaba sus Tablados con tres estancias de Lumbreras, y siendo tan capaz, hubo de estrecharse la Gente tanto, que parecía entablada. Las dos ceras principales, no lo desmentían en el lucimiento, emulando el oro, la seda y la pedrería del madamage, que las ocupaba con que cada Lumbrera formaba un gracioso espejo de reflexión, cuyo lumbre percebían, hasta los de la Gloria.

   Claro está, que los Señores Comisarios, que habían ostentado su vizarría en las funciones sagradas, habían de solicitar la mayor grandeza respectivamente en las profanas: y porque nada se echase menos, y se evitase el desorden, que andaba de más, sacándose vivos por las calles los Toros de la Plaza, dispusieron, que los Catorce, que habían de servir cada día para la diversión, se matasen dentro, previniendo cuatro Mulas con gualdrapas encarnadas, y Peones decentemente vestidos, que los estragasen. La tarde del Domingo diez de Septiembre, se hizo el primer encierro, y los demás se ejecutaban por las mañanas, asistiendo el Señor Alférez Real, con una numerosa comitiva, y tropel de generosos Caballos de toda la Gente moza, y de viejos, que pican de mozos. Por espacio de cinco días se repitió este espectáculo, en que pudieron enseñar urbanidad, y cortesía, hasta las Fiestas; pues siendo estas tan feroces, como sabe todo el Reino, dieron lugar a la destreza, sin desazonar alguna tarde con desgracia. Baste decir, que las Señoras, que se horrorizan de ver la sangre de un Pollo, en todo este tiempo perdonaron los extremos, y estuvieron con tanta paz, como si se corriesen Liebres. Para que la uniformidad no causase fastidio, se había encomendado de antemano, a la Gente de las Haciendas de Metal, y de Campo, que formase una Cuadrilla competente, para interpolar los Toros, con las Carreras: y lo tomaron tan a pechos, que fue el mejor sainete de la pública alegría (…).

   Enseguida aparece amplia reseña de un juego de cañas y todos sus artificios. Más adelante, en una Loa, se registra simpática y curiosa cita acentuada por la lengua indígena, que se adelanta con mucho, a un libro de Claude Popelin, y a esa frase, conque está rubricado uno de sus libros: LOS TOROS DESDE LA BARRERA pues

 Viendo Yo, que agradecidos,

Ser, a su Patrona intentan,

Dije: Ya la gratitud

Tiene lugar en la tierra.

Pues bajome allá, más tente

(Me dije a mí mismo) espera

Hasta ver desde acá arriba,

En qué paran estas Fiestas.

Desde el balcón de una Nube,

Vi pues, Carros, y Comedias,

Y los Toros; porque es bueno

Verlos desde las Barreras.

   «…porque es bueno verlos desde las Barreras» nos parece la apreciación del autor «apasionado» sumamente justa, en la medida en que es un conocedor de las cosas que va narrando con lujo de detalle, entre juegos pirotécnicos de lenguaje, apoyándose, como fue costumbre en esas relaciones novohispanas, de las acostumbradas licencias literarias.

   No dudamos que en el resto de la época colonial se hayan desarrollado otros muchos espectáculos de corte taurino no incluidos aquí pero que, las fuentes a nuestro alcance no registran. Hemos querido también deslindarnos de acontecimientos claves para la historia de Nueva España en su conjunto, pues ello ocasionaría más abundancia de información cuando que lo que pretendemos es dar un pasaje lo más breve posible sobre el Zacatecas taurino, única y exclusivamente.

    Finalmente, incluyo a continuación algunas referencias relacionadas con estas conmemoraciones en Zacatecas, entre los años de 1708 y 1833.

 Breve relación de las alegres demostraciones que hizo la siempre Noble y Leal siempre Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, en el nacimiento de Nuestro Príncipe y Señor Don Luis Fernando en los días veinte y tres y veinte y cuatro de este corriente mes de julio y año de 1708, datos que se recogen en la publicación denominada “El Pregonero…”,[1] y que a su vez fueron localizados en diversas actas de cabildo del propio Archivo Histórico de de Estado de Zacatecas.[2]

PISCINA ZACATECANA. Descripción de las fiestas que se hicieron en la solemne dedicación del templo de San Juan de Dios de Zacatecas. Por D. Juan Santa María Maraver, presbítero, natural de dicha ciudad. México, por Rodríguez Lupercio, 1720. 4º.

Breve descripción de la fabrica, y adornos del templo de la Compañía de Jesús de Zacatecas: con una succinta relación de las fiestas con que se solemnizó su dedicación: sácanla a luz, y la consagran al ss. patriarcha Señor S. Joseph los seis ilustres caballeros, patronos de la solemnidad, y lucimientos de la dedicación.

Fabrica del templo –Templo de la mayor gloria de Dios: sermón panegyrico, prediado en las estrenas, y dedicacion de la Iglesia del Colegio de la Compañía de Jesús de la ciudad de Zacatecas / por el Dr. D. Pedro Ignacio Ibarreta Ribera –El templo de la admiración, sermón panegyrico, en el dia veinte, y cinco de mayo, segundo del triduo solemne: que se celebró en Colegio de la Sagrada Compañía de Jesús, de la muy ilustre y leal ciudad de Zacatecas, en la dedicación de su magnífico templo a Maria Santíssima nuestra señora, con el título de su concepción puríssima / por el R.P. Fr. Francisco Joseph Caballero –Rasgo épico descriptivo de la fabrica, y grandezas del templo de la Compañia de Jesus de Zacatecas. Zacatecas, 1729.

Lic. Isidro Berdugo, Santa Cruz, Guardiola y Guzmán. PLAUSIBLES demostraciones de la muy ilustre, y leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, en la Coronación, y Jura de Nuestro Rey, y Señor D. Luis I. (Que de Dios goze). Escríbelas el Lic. (…), Abogado de las Reales Audiencias de Gualaxara, y México y Alcalde ordinario que ha sido en ella. Dedícalas A el Rey Nuestro Señor Don Phelipe Quinto (Que Dios guarde); El General Don Martín Berdugo, Haro Dávila y Torre, Tesorero, oficial Real de la Hazienda, y caxa de ella; Theniente de Capitán General de sus Fronteras, y de las de San Luis Colotlán, Santo Domingo Thenzompa, Sierra de Tereque, y de más agregados Corregidor por S.M. y conferido en el empleo de General por el Excmo. Señor Virey Marqués de Valero; Juez Conservador del Ramo de Reales Alcabalas por la Real Audiencia de Guadalajara.

   Con licencia de los Superiores. En México: Por Joseph Bernardo de Hogal. En la calle de la Monterilla. Año de 1729.

Abad, Diego José, 1727-1779. Breve descripcion de la fabrica, y adornos del Templo de la Compañia de Jesus de Zacatecas: con una succinta relacion de las fiestas con que se solemnizò su dedicacion: sacanla a luz, y la consagran al ss. patriarcha señor s. Joseph las seis ilustres caballeros, patronos de la solemnidad, y lucimientos de la dedicacion. Mexico: Por la viuda de d. Joseph Bernardo de Hogal, 1750.

Gabriel Miqueo: Breve descripcion de el templo, o iglesia parrochial mayor de la muy noble, y leal ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas.Y succinta relación de las fiestas, con que se solemnizó su dedicación. Por el Br. D. Gabriel Miqveo… Sácanla â luz los dos nobles cavalleros Don Juan Montaño y D. Antonio Saenz de la Escalera… México, En la imprenta del… Colegio de S. Ildefonso, 1753.

ORRIO, Francisco Xavier Alexo de. Breve noticia de las fiestas en que la muy ilustre ciudad de Zacatecas explicó su agradecimiento en la confirmación del patronato de Nra. Sra. De Guadalupe… México: Her. María de Rivera, 1754.

Breve relación de las fiestas, en que la muy ilustre ciudad de Zacatecas explicò su agradecimiento en la confirmación del patronato de Nra. Sra. De Guadalupe el mes de septiembre del año de 1758. Por N.SS.P. el Señor Benedicto XIV. Mèxico, Imp. De los Hrs. De Doña María de Rivera, 1759. (38), 64, 150 p.

Descripción de las solemnidades de Zacatecas en los dias 16 y 18 de Setiembre de 1833. –Zacatecas: Imprenta a cargo de Pedro Piña, [1833]. 75, [1] p.

 VISTA ESTEREOSCÓPICA

Vista estereoscópica de la catedral de Zacatecas (Ca. 1900).

   Como un buen motivo para el arranque de la nueva versión de la Feria de Zacatecas, que desde hoy, 4 y hasta el día 20 de septiembre convertirá a aquel rincón provinciano en gozoso escenario, me permito enviarles estos “recuerdos taurinos” los que se han producido en otros tiempos…


[1] “El Pregonero de la muy noble y leal Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas”. Órgano de difusión del Archivo Histórico del Estado de Zacatecas. 2ª época, año 2004, Zacatecas, abril-mayo, Nº 4 y 5.

[2] Archivo Histórico del Estado de Zacatecas. Fondo: Ayuntamiento. Serie: Actas de Cabildo. Lb. 10, fojas varias.

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EN CURIOSA CRÓNICA TAURINA, ENCONTRAMOS LA ÚLTIMA RAZÓN DEL TOREO DECIMONÓNICO.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   De la infinita gama de aspectos propios que tiene la tauromaquia, no podemos sustraernos de su evolución. Luego de lecturas incesantes por la hemerografía mexicana del siglo XIX, trabajo que realizo en la Biblioteca Nacional desde hace ya un buen número de lustros, encontré cierto día en EL CASCABEL, de noviembre de 1900, una curiosa “crónica”. Toreaban en la plaza “México” de la Piedad la tarde del 28 de octubre “Jarana”, “Potoco”, y Manuel Lavín “Espartero chico”, según se desprenden los nombres a lo largo de la reseña, lidiándose “santines”, de los que, por cierto nos dice José Julio Barbabosa lo siguiente:

 Obre 28 de 1900

 Hoy se dio en la plaza México una corrida con seis toros de Santín, la ví y la califique de buena e general, circunstancialmente diré q.e en cuanto a los toros jugaron los toros N.os 287, 92, /(p. 174) 90, 21, 36 y 40 mas el 117 q.e ocupaba el 3er lugar y fue arrojado del redondel injustamente, por q.e salió el toro si haser juego ni a las capas, y sin esperar á nada luego tocaron a sacarlo, y cuando salieron los cabestros por él no solo hacía juego a las capas sino q.e aun habia ya dado un golpe a un picador, y entraba perfectamente á la vara, pero como la orden ya estaba dada, no hubo más q.e cumplirla, el toro 21 lo califico de malo, sin duda inferior al q.e desecharon, por q.e era flojo y algunas veces q.e le presentaban el cabayo no acudía a él, y cuando acudía no recargaba, los toros 92, 90 y 36, en mi consepto buenos por q.e fueron ligeros vivos nobles y voluntarios en todas las suertes pero con el defecto de ser blandos, los n.os 287 y 40, en mi consepto muy buenos pues debo advertir q.e no les advertí el mas pequeño defecto, los torearon Jarana, Potoco y Manuel Lavín (Espartero /(p. 175) chico respecto a Jarana lo creo menos q.e una medianía por q.e ni sabe torear á dos manos ni le sirve la muleta p.a nada, y como matador, repito lo creo menos q.e una medianía, José Villegas “Potoco” fue el único q.e dió capas y pases regulares, pero para matar también es una medianía, el Espartero es un mocoso de 18 ó 20 años q.e da bonitos pases y se atrae al público con ellos, pero desgraciadamente al meter el estoque, se hecha fuera con tal precipitación que pierde inmediatamente lo q.e ganó con la muleta, como directores de lidia los tres son una nulidad completa asi es q.e en toda la lidia no se ve más que un herradero y desorden completo. el público parese q.e quedó contento con los toritos motivo por el q.e cada día estoy más agradesido á mi buen Dios q.e me colma de favores y beneficios. Olvidé desir q.e murieron 8 cabayos.[1]

    Bien vale la pena enterarnos en detalle de lo que el “cronista” de toros en El Cascabel opinó al respecto del festejo aquí tan señalado. Veamos.

 EL CASCABEL. MÉXICO, NOVIEMBRE 3 DE 1900, VOL. I., NÚM. 10

 TOROS

A RAMÓN GARCÍA “EL RECORCHO”

    Con una entrada en sol despampanante y en la sombra también bastante buena, en punto de la tres, y con aplausos ocupó el regidor la presidencia.

   El director de lidia, alias, El Niño, ¡y es un señor que pasa de sesenta! Dio la señal: sonó el clarín sonoro, salieron los toreros a la arena, y entre aullidos, silbidos y amenazas se armó una bronca de primera fuerza. Aquello iba muy mal, pero con tino la digna presidencia desdobló un cartelito que decía: “Se multa con 100 pesos a la Empresa”.

   Y como por encanto terminaron, los gritos y protestas. Y ahora ustedes dirán, naturalmente, que por que fue la gresca, pues porque no hubo música, y es claro si faltan sol y música a esta fiesta parece un funeral cantado solo por la joven Carsolio o Arozamena.

   Yo puedo asegurar que no fue culpa de la animosa empresa porque en ella hay personas que lo entienden y no meten la pierna. Pero que no hubo música, señores eso es cosa muy cierta.

   Ya comprenderán ustedes que los toreadores, como decía un francés que estaba a mi vera, cambiaron los capotes de lujo por los de percal, y no le llamo vil porque está el algodón muy caro, a pesar de las cuentas galanas de El Mundo.

   Y como es natural salió el primero (¡no iba a ser el segundo!) castaño, capirote, aunque no tonto, buen mozo y con una herramienta que me río de algunos que todos conocemos. La emprendió de firme con los de a caballo tal vez por lo mal que lo picaron y se ensañó con los “nobles brutos” aunque no tanto como los cómicos de Colón con “El Barquillero”. Hicieron quites desde Jarana hasta los monosabios; lo recortaron hasta los picadores, y el animal en vista de aquel desbarajuste se puso en guardia y llegó a banderillas con ganas de quitar a algún maleta de en medio.

 Marinerito y Minuto

Le pusieron cinco palos…

¡si se los pegan a ellos

les está bien empleado!

img292bis

José María de Cossío: Los toros. Tratado técnico e histórico. Madrid, Espasa-Calpe, S.A. 1974-1997. 12 v., T. III, p. 49. Antonio Arana, Jarana.

    Jarana, que tenía prisa por lo visto, se quiso almorzar al de Santín a las primeras de cambio, pero éste no se dejó, y tuvo Jarana que volver a meter el estoque, esta vez con más fortuna, pues el bicho se fue al degolladero aunque, probablemente, renegando de la mala lidia que le dieron.

 Aplaudieron á Jarana

Y fue aplauso merecido

Porque metiendo el estoque

Estuvo muy bien el chico.

 

Para dar gusto á un amigo

Que estaba detrás de mí:

Fue el segundo cornidelantero

y ojo de perdiz.

    El ojo, el ojo de perdiz fue lo que más le llamó la atención del toro. ¡Vaya una preocupación! Porque no dijeran se arrimó á la caballería sin causar trastornos ni disgustos.

   El desorden por parte de los de á pie estuvo como en el anterior, y el animal que no se traía nada se empezó a acordar de la dehesa y de que aun hay gente que va al Renacimiento y de somos finitos, y maldito el caso que hacía de nada. Pasó a banderillas…. y Dios los cría y ellos se juntan, porque cayó en manos de dos ¡ay, que par! Vestidos con trajes de empeño.

 ¿Qué yo ponga aquí sus nombres?

Esa gracia no he de hacer

De ese par de mamarrachos

¡liberanos dominé!

 Y llegó a manos de Potoco.

 Muchos telonazos

Mucha zagata,

Poco lo que es de arte

No enseñó usted nada.

   Y se lo digo la verdad, Potoco,

Me ha gustado V. poco, poco, poco.

   El tercero fue al corral, porque le dio la gana al público, que á veces se pone un tanto impertinente, y ustedes dispensen.

 Multa, gritó, un concurrente

Que estaba detrás de mí

-¡Multa! ¿Por qué?

     -Porque sí.

Porque no es nada decente

El echar un toro así.

   El hombre tenía la manía de las multas. Multa porque un picador no picaba; multa, porque un banderillero no entraba oportunamente, en fin multa por todo. Estuvo en un tris que no la pidiera para un joven que llevaba una corbata monumental, y en verdad era el único que la merecía…

 Si ese apreciable sujeto

Ocupa la presidencia

No gana para las multas

En dos mil años la empresa.

   El substituto fue peor.

Pero el público lo quiso

Y al fin consiguió lograrlo,

De modo que no se quejen,

Les está bien empleado.

   Una vara de Mazzantini buena… y na más. En banderillas nadie, es decir los dos de tanda, pero muy mal.

   Y llegó el momento del debut de Espartero Chico.

   El hombre se trae un movimiento de caderas descorazonante y una manera de saludar la mar finústica, pero bromas á un lado: hay que reconocerle cualidades muy estimables que le hacen un torerito muy barbián, y un detalle que vale mucho más: sabe llevar bien el traje.

   Como su faena no ha sido de lo mejor, me reservo mi opinión, cosa que á ustedes les puede importar un cacahuate, y otro día hablaremos.

Un toro muy bonito,

Fue el loro cuarto

Pero en todos los tercios,

Estuvo blando

Les dio cuatro disgustos

Á los caballos

Y llegó á banderillas

Muy aplomado.

Puso el Marinerito

Un par de palos

Que le valió sombreros

Puros y aplausos.

   Y llegó á mano de Jarana, que seguía teniendo prisa, que lo despachó con una media pistonuda.

   A pesar de que en el quinto recortó á cuerpo limpio Lavín bastante bien, y los tres espadas pusieron banderillas, más le valiera estar duermes, todo queda “ofuscado y pálido” ante la figura de Potoco, ¡valiente apodo! Que estuvo hecho un fenómeno. ¡Ni Díaz Dufóo en sus modernísimos editoriales. ¡Vaya un trasteo y vaya una estocada! ¡Hasta el señor de las multas aplaudió!

El entusiasmo fue loco

Los aplausos delirantes…

¡qué diferencia de antes

ilustre señor Potoco!

Y una muchacha del bronce

Exclamó dándose pisto:

No hay nadie para meterla

Como la mete ese chico.

   Lavín toreó al sexto con bastante inteligencia, pero creyó que agarrar estocada era cosa sencilla y metió dos veces el estoque sin resultados y hasta la tercera, que es la vencida, no cogió blando.

   Es disculpable: ¡estaría pensando en las elecciones de los Estados Unidos que tienen preocupada á mucha gente y que según El Mundo, han influido mucho en las transacciones de comercio. ¡Lo que saben algunos!

   Aconsejamos al joven Lavin que á la hora de entrar a matar no de tantos pasos atrás porque el mejor día no para hasta el tendido ó más lejos.

   Total: la corrida bastante buena, el público muy contento; la empresa demostrando que sabe dar corridas y el señor de las multas disgustadísimo porque no se puso más que una.

   ¡Ah! Y el cognac Croizet con que me obsequió de la Torre, deliciosísimo. J.C.

PLAZA MÉXICO_11.09.1904_CORRIDA EN CONMEMORACIÓN DE COVADONGA

Plaza de toros “México” de la Piedad. Imagen de 1904.

    Como vemos, larga reseña, muy larga como se estilaban entonces. Lo destacable aquí es que se publicó en un periódico que nada tenía que ver con los del medio, pero también en una edición sumamente rara, solo posible de localizar en la “Miscelánea mexicana del siglo XIX”, gran joya del periodismo que guarda en sus repositorios la Universidad Nacional. 


[1] José Julio Barbabosa Saldaña: “Nº 1 Orijen de la raza brava de Santín, y algunas cosas notables q.e ocurran en ella J(…) J(…) B(…). Santín Nbre 1º/(18)86”. 178 pp. Ms

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REGISTROS TAURINOS EN TEXCOCO DURANTE EL SIGLO XIX.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO. N° 50.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

A LOS SEÑORES MANUEL CASTILLA –PADRE E HIJO-, EN ESPERA DE UNA “FERIA INTERNACIONAL DEL CABALLO TEXCOCO, 2015” COMO LO TIENEN PREVISTO: ¡A LO GRANDE! 

   Al tenerse prevista este año la conmemoración centenaria del nacimiento de Silverio Pérez, se tendría la idea de que siendo Texcoco la matria del célebre “Compadre”, todo se reduce a esa significativa efeméride, suficiente motivo –por otro lado-, para realizar un gran homenaje, del que se espera la participación masiva de las agrupaciones con actividades que permitan entender, bajo la mejor dimensión posible a tan notable figura del toreo. Sin embargo, conforme uno se interesa en el tema de lo que ha significado la actividad taurina en tal espacio de nuestra geografía nacional, es posible comentar la aparición de ciertas noticias sobre lo que ha significado esa otra dinámica, la de los festejos que se han celebrado a lo largo, por lo menos de los últimos 200 años. En esta ocasión, comparto con los lectores un pequeño conjunto de datos que se remontan precisamente hasta 1815, y de otros más que sucedieron en ese mismo siglo. El balance no es considerable, más bien aislado, sobre todo si este síntoma lo debemos al papel que jugó la prensa en aquellas épocas. Tomando en cuenta que ciertas fiestas se celebraban en apego a la conmemoración del santo o la santa a quien se rendía culto, de lo cual hay más datos para aquellas fiestas taurinas realizadas entre enero y febrero, pero no en junio, como hoy día ocurre respecto a la Fiesta de San Antonio, patrono de Texcoco (entre el 4 y el 12 de junio), lo anterior refleja probablemente un cambio en el calendario litúrgico. Sin embargo, la prensa, y vuelvo a ella, sometida a los vaivenes políticos e ideológicos de la época, mostraba un comportamiento variable de ahí que habiendo información sobre espectáculos públicos a celebrarse no sólo en la capital del país, sino en espacios provincianos, no siempre dejaban registro, quizá porque la línea que se imponía en esos momentos no lo permitía; quizá porque la ideología imperante tampoco diera condiciones para ello. O también quizá por el solo hecho de que cierto desaire hacia todo aquello que surgiera directamente del territorio taurino no fuese visto con buenos ojos o cuestionable, simple y sencillamente. No dudo que ante el fuerte arraigo religioso y por la uniforme celebración de aquellas fiestas, no pasara feria que integrara en sus programas los imprescindibles festejos taurinos, como también ocurría con las peleas de gallos y hasta funciones teatrales.

   Eso por un lado. Por el otro, contamos con el hecho de que la presente “Feria Internacional del caballo Texcoco”, llega este 2015 a su versión número XXXIV, misma que habrá de llevarse a cabo, adecuándose únicamente a la movilidad de la semana santa, hecho que ocurre año con año. Por cierto, el programa de nueve festejos recientemente anunciado muestra el siguiente balance, donde para empezar destaca la interesante composición artística que presentó Ricardo Delgado, presentando a Silverio Pérez, quien ejecuta su famoso “trincherazo”, elementos ambos que fueron a empalmarse en la silueta de un blanco caballo, mientras un poco más allá, aparecen los rasgos de otra silueta más: la de la plaza de toros, también conocida como “Plaza de toros Silverio Pérez”. A continuación, los carteles:

PROGRAMA FERIA TEXCOCO 2015

    Sin más preámbulo, paso a presentar a ustedes el acopio de datos que guardan relación con Texcoco y otros tantos festejos celebrados allí, como ya lo apuntaba, por lo menos entre 1815 y 1886. No dudo que tal información se incremente.

 ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

 Operaciones de Guerra, vol. 371, exp. 4, (25 fs.) fs. 24-48 f. blanca entre 37-38. Fechas:

07/agosto/1815. Productor: Ramón Gutiérrez del Mazo, Intendente de México. Titulo/descripción:

 Correspondencia del Intendente de México que incluye, oficios, comunicaciones, consultas, testimonios y avisos relativos a sueldos de administradores (…), oficio de José Estrada con solicitud de su libertad por su arresto debido a una deuda de corrida de toros en Texcoco; y

 AGN, Indiferente Virreinal, caja-exp.: 2626-002. Real Hacienda. Año: 1815, fs. 25. Productor: José María Estrada, realista de artillería. Autos contra José María Estrada, realista de artillería, por deuda de 515 pesos con la Real Hacienda, por razón del cuartón que se le fió en las corridas de toros celebradas para el vestuario de las tropas. Texcoco. México.

 1850

 PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, MÉX. Del 24 al 31 de enero de 1850. Se lidiarán TOROS de las haciendas de Atengo, del Astillero y San José del Carmen: escusado es el recomendar dichas (4) corridas, pues bastará anunciar, está encargado de ellas el hábil profesor en la Tauromaquia, D. Bernardo Gabiño, por lo que el público no tendrá que desear. (El Universal, 9 de diciembre de 1949, p. 4).

CARTEL_24-30.01.1850_TEXCOCO_BGyR_ATENCO

 1873

 PLAZA DE TOROS EN TEXCOCO, MÉX. En El pájaro verde, D.F., del 11 de enero de 1872, p. 2, aparece la siguiente nota:

   Feria en Texcoco.

   La habrá del 24 al 30 del corriente. Hé aquí el programa:

(…)

2º Habrá corridas de toros, y tendrán lugar en las tardes del 28, 28 y 30 del mismo Enero, en una plaza cómoda y amplia que se está preparando al efecto, lidiándose en ellas toros de la acreditada raza de Atenco, por una cuadrilla de toreros mexicanos.

CARTEL_TEXCOCO_ENERO 1872_CUADRILLA TOREROS MEXICANOS_ATENCO

 PLAZA DE TOROS EN TEXCOCO, MÉX. Del 24 al 30 de enero (…) de 1873: corridas de toros de Atenco.

1885

FERIA DE TEXCOCO_1885 PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, EDO. DE MÉX. Se preparan en estas ciudades grandes espectáculos con motivo de la feria que anualmente se celebra. Habrá corridas de toros y se lidiará la afamada ganadería de la hacienda de Piedras Negras (Edo. de Hidalgo). Cuadrilla lidiadora escogida por el primer espada Bernardo Gaviño. ¡Grandes novedades! ¡Corrida monstruo! Las corridas se celebraron los días 25 y 29 de enero; también el 1º de febrero. (3 actuaciones).

El arte de la Lidia, año 1, Nº 8 del 18 de enero de 1885, p. 3.

 PLAZA DE TOROS EN TEXCOCO, ESTADO DE MÉXICO. Domingo 1° de febrero. Cuadrilla mexicana del primer espada Bernardo Gaviño. Ganado de Piedras Negras.

El arte de la Lidia, año 1, Nº 10 del 1° de febrero de 1885, p. 1.

CARTEL_01.02.1885_EL HUISACHAL y TEXCOCO

El arte de la Lidia, año 1, Nº 10 del 1° de febrero de 1885, p. 1.

1886

 PLAZA DE TOROS DE TEXCOCO, EDO. DE MÉXICO. 31 de enero de 1886. Toros de Ayala. Bernardo Gaviño, Francisco Gómez “Chiclanero” y José de la Luz Gavidia. El gaditano fue herido por el tercer toro CHICHARRÓN de nombre. El periódico EL SIGLO XIX reporta la noticia de la siguiente manera: El Capitán Bernardo Gaviño fue herido por el tercer toro y parece que de gravedad; igualmente lo fue un torero en el momento de clavar unas banderillas, quien probablemente perderá el brazo que le hizo pedazos el animal; y por último, una mujer cuyo nombre se desconoce, quien recibió una ligera cornada también en el momento de banderillar. El toro “Chicharrón” fue despachado “a la difuntería por el intrépido torero Carlos Sánchez”. Bernardo murió a las nueve y media de la noche del jueves 11 de febrero.[1]

   “Dio muerte a 2,756 bichos. Se dice que murió pobre, pero hay quien asegura que testó una gran fortuna. Gaviño a última hora recibió los auxilios espirituales”. (LA VOZ DE MÉXICO).

PERCANCE GAVIÑO TEXCOCO1

Cromolitografía de La Muleta. El autor de esta precisa recreación es Carlos Noriega, integrante del equipo de aquella publicación, que dirigió Eduardo Noriega “Trespicos”. México, 1888. De la colección de Julio Téllez García.

REPRODUCCIÓN DE CUATRO CORRIDOS QUE PARECÍAN OLVIDADOS.[2]

    Común en aquella época, el corrido, fue (y creo que sigue siendo) una manifestación popular que emanaba casi siempre de la inspiración popular, y para quedar en ese territorio, muchas veces sin autor específico. Es decir, obra del anonimato, despertaba con su letra vibrante y nostálgica fuerte clamor que corría de boca en boca, hasta los rincones más alejados de la nación, para convertirse en una noticia nada ajena al pueblo, mismo que hacía suya la desgracia o el hecho sorprendente que transpiraban aquellos versos convertidos en voceros del acontecimiento recién ocurrido. Tal es el caso de dos corridos dedicados a Bernardo Gaviño, y que rescató, como muchos otros, el notable investigador Vicente T. Mendoza, brotados de sus obras clásicas: El romance español y el corrido mexicano y El corrido mexicano Como arrancadas de una hoja de papel volando, van aquí las letras de estos corridos:

CORRIDO DE BERNARDO GAVIÑO.

 Bernardo Gaviño, el diestro

Que tanto furor causó

En la plaza de Texcoco

Lidiando un toro murió.

Su valor no lo libró

De suerte tan desgraciada,

Y aunque tenía bien sentada

Su fama como torero,

Un toro prieto matrero

Lo mató de una cornada.

 

Fue del pueblo mexicano

El torero consentido,

Y él fue el que le dio a Ponciano

La fama que ha merecido,

Siempre se miró aplaudido,

Pues con su gracia y valor

Supo granjearse el favor

Del pueblo más exigente,

Que vio en Bernardo al valiente

Y sereno toreador.

 

¿Quién se lo había de decir

después de tanto lidiar,

que un toro de escasa ley

al fin lo había de matar?

Y quien no ha de recordar

Con el placer más sincero

Al simpático torero

Que, sin mostrarse cobarde,

Hacía de valor alarde

Como matador certero?

 

Pero un torito de Ayala

La carrera le cortó,

Y en la plaza de Texcoco

Don Bernardo falleció;

Todo México sintió

La muerte de este torero,

Que en el país fue el primero

Por su arrojo y su valor,

Conquistándose el favor

De todo el público entero.

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El terno azul y negro que vestía el infortunado diestro Bernardo Gaviño cuando fue herido mortalmente en Texcoco. Fuente: Cortesía de María Elena Salas Cuesta.

 ORLAS

   Y, entonados bajos el rasgueo de guitarras que marcan el ritmo incomparable, va la letra de este otro:

 DE BERNARDO GAVIÑO

 El treintaiuno de enero

Don Bernardo suspiró.

Y al ver un toro de Ayala

Su corazón le avisó.

 

Rosa, rosita / disciplinada,

Murió Bernardo Gaviño,

Que era muy certera espada.

 

Ya tenía ochenta y tres años (sic)

Cuando a la plaza le entró

Y ese torito de Ayala

El corazón le partió.

 

¡Epa, torito, / cara de horror,

que ahí está Bernardo Gaviño,

de toreros el mejor!

 

Al ver el toro tan bravo

Se puso color de cera,

Y dijo: -este toro prieto

Viene a darnos mucha guerra.

 

Rosa, rosita / de volcameria,

Que a Bernardo le hirió el toro

El último día de feria.

 

A la vista penetrante

Del toro nada escapó,

Que a todos los picadores

Los caballos destripó.

 

Rosa, rosita, / flor de alelía,

Murió el capitán Gaviño,

Ésta su suerte sería.

 

Sacando vueltas a brincos

¡ay!, don Bernardo esquivó

las primeras puñaladas

que el torito le aventó.

 

Rosa, rosita, / flor de Castilla,

Don Bernardo está enterrado

En el panteón de la Villa.

 

El Chiclanero famoso

Su capote le tiró;

Pero el torito de Ayala

A don Bernardo ensartó.

 

Rosa, rosita, / flor de San Juan,

Un toretito de Ayala

Nos mató un buen capitán.

 

Ese mentado “Zocato”

Y el picador “Mochilón”

No pudieron hacer nada

Contra el destino de Dios.

 

Rosa, rosita / ya se acabó

Don Bernardo, el gran torero,

En Texcoco concluyó.

 

Mas como ya estaba escrito

Su destino y le tocó,

¡pobre Bernardo Gaviño!

En Texcoco se murió.

 

Rosa, rosita / rosa de amor,

Murió nuestro capitán,

Lo lloramos con dolor.

 

Se presentaba arrogante

En cualesquiera corrida

Y toreaba al mejor toro

Sin miedo a perder la vida.

 

Rosa, rosita, / flor de limón,

Murió el once de febrero

Muy cerca de la oración.

 

Toreó a los toros de Atenco,

También a los de Jagüey

Y nunca les tuvo miedo

Por más que tuvieran ley.

 

Rosa, rosita / rosa amarilla,

Con garbo siempre pegaba

Al toro una banderilla.

 

En la plaza de San Pablo

Con garbo y gracia lidió,

Que el toro de una estocada

Siempre muerto lo dejó.

 

Rosa, rosita, / ¡oh infeliz suerte!

En la plaza de Texcoco

Halló Gaviño su muerte.

 

Con su montera ladeada

Y con su gran corazón,

Murió Bernardo Gaviño

Con la bendición de Dios.

 

Rosa, rosita, / flor encarnada,

Murió Bernardo en Texcoco

A causa de una cornada.

 

La mentada Malagueña

Una rosita le envió,

Pa´que tuviera presente

El corazón que le dio.

 

Rosa, rosita / del mes de abril,

Ya don Bernardo jamás

Lo verán ante un toril.

 

En fin, concluimos aquí

Los versos del gran Gaviño,

Y conservamos gustosos

Su memoria con cariño.

 

Rosa, rosita, / flor de magnolia,

Murió Bernardo Gaviño,

Que Dios lo tenga en su gloria

 ORLAS

   Los siguientes versos, fueron localizados en la Biblioteca Nacional, y al hacer un cotejo con los reproducidos por Vicente T. Mendoza, este autor suprime 10 cuartetas y una terceta. Veamos la reproducción completa.

 TESTAMENTO Y DESPEDIDA

De Bernardo Gaviño

 Murió Bernardo Gaviño,

Y murió como valiente,

Puesto que murió luchando

Con el toro frente a frente.

 

¡Ay toro!, torito prieto,

¿por qué a Bernardo Gaviño

sin piedad dejaste muerto?

 

En la plaza de Texcoco

El último día de enero,

Hirió a Bernardo Gaviño

Un toro medio matero.

 

Bernardo por fin murió

El once del mes siguiente

Y su recuerdo dejó

Como un torero valiente.

 

El día trece lo enterraron

De la Villa en el panteón,

Y allí sus restos quedaron

En extranjera nación.

 

Ahora los toreros deben

Vestirse todos de luto,

Pues murió el primer espada

Entre las astas de un bruto.

 

Al salir el toro dijo

Con rostro firme y sereno:

-Ese torito sí es bueno

y nos va a dar mucha guerra.

 

Y no se engañó Bernardo

Cuando tal cosa decía,

Pues a poco ni un caballo

En toda la plaza había.

 

-Aprended, hombres, de mí

y mirad mi triste estado,

ayer buen torero fui

y hoy en el sepulcro me hallo.

 

“¡Quién me lo había de decir

que en Texcoco había de anclar,

después de mucho lidiar

a tanto toro atrevido!

 

“Fui el decano conocido

en el arte de los toros,

hoy dejo mi testamento

para mis amigos todos.

 

“Al hacer mi testamento

declaro que soy cristiano

y dejo por heredero

al valiente de Ponciano.

 

“Pues le viene por derecho

y porque así yo lo mando,

que en el arte de la lidia

es el primer mexicano.

 

Cincuenta años he durado

Jugando toros día a día,

Y siempre salía triunfante,

Y el público me aplaudía.

 

Hoy la suerte me cambió

Pues me llegó la de malas,

Por un toro que me hirió

La muerte me llevó en alas.

 

“A todos los picadores

les dejo también recuerdos,

pues a muchos que enseñé

no he sido ingrato con ellos.

 

Que trabajen con cuidado

No les vaya a suceder,

Que en una mala tanteada

Vayan la vida a perder.

 

Al marchar ya de este mundo

Solo llevo el desconsuelo

De que dejo ya a este suelo

Y a todos los mexicanos.

 

“Siempre me estimaron bien,

me trataron como hermano,

nada tengo que sentir

de este pueblo hospitalario.

 

Quien me lo había de decir

Oigan y pongan cuidado,

Que por un toro maldito

Ya los ojos he cerrado.

 

Y por eso hoy les declaro

Que marcho a la eternidad,

Que ya no habrá otro Bernardo,

En el arte de lidiar.

 

Acabé mi testamento

Adiós mis amigos todos

Voy a partir de este mundo

Para no volver jamás.

 

Ya me llamó el Hacedor

Parto pues a descansar,

Adiós pues, voy en camino,

Adiós, a la eternidad.

 

Adiós, México querido,

Ya me despido de ti,

Porque en las llaves de un toro

Vine por fin a morir.

 

Adiós mis amigos todos

Ya no volveré yo a ver,

Aquellas plazas mentadas

En que a muchos toros lidié.

 

Yo siempre me presenté

Con denuedo y con valor,

Ante los toros más bravos,

Que traían del interior.

 

Con muchas razas lidié

Y de las más afamadas,

Y aunque fueran muy rejegas,

Siempre caían a mis plantas.

 

Lidiaba con arrogancia

Nunca conocí yo el miedo,

Y siempre en México fui

El mejor de los toreros.

 

En la plaza de San Pablo

También en la del Paseo

Dimos harto la función,

Yo y mi compadre Gadea.

 

Jugué ganado de Atenco

De Santín, Guatimapé

Pero un torito de Ayala,

Me vino a imponer la ley.

 

Por todo el país mexicano,

Siempre en triunfo me pasié,

Y nunca pensé un momento

El fin que había de tener.

 

Andaba por el Bajío

Y después por Guanajuato,

Y el toro que desafiaba

Luego me lo hechaba al plato.

 

Dí corridas muy mentadas

En Veracruz y la Habana,

Y en todas estas dejé

Los recuerdos de mi fama.

 

Yo nunca había conocido

A esta raza condenada,

Que me puso el alma en paz

Y ofuzcó toda mi fama.

 

Pues ni aún en la misma Habana

Que es el ganado cargado,

No pude encontrar un toro

Tan rejego y tan malcreado.

 

No volveré a lidiar toros

Ni a estar con mis compañeros,

Que cuando tenían peligro

Me presentaba yo luego.

 

A libertarle la vida

A aquel que se hallaba en riesgo,

Y por eso me decían

El mejor de los toreros.

 

Adiós Ponciano querido,

Ya te dejo en mi lugar,

Te encargo mucho cuidado

Cuando vayas a torear.

 

No te vaya a suceder

Lo que acaba de pasar,

Que en la plaza de Texcoco,

La suerte me fue fatal.

 

En fin, ya me despido,

Me encuentro ya hoy en la fosa,

Ya no hay Bernardo Gaviño

Hoy me cubre ya una losa.

 

Llorad, llorad con cariño;

Murió el rey de los toreros,

Murió Bernardo Gaviño.

Prop. De A. Vanegas.-Tip. Y Encuadernación, Encarnación 9 y 10.-México.

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Faja de seda que llevaba Bernardo Gaviño el día de su infortunado percance en Texcoco el 31 de enero de 1886. Fuente: colección particular, Jorge Gaviño Ambriz.

 ORLAS

   Y por si faltara algo, para saber más de la doliente noticia, que tal estos 

VERDADEROS Y ÚLTIMOS VERSOS

DE BERNARDO GAVIÑO 

Bernardo Gaviño el diestro

Que tanto furor causó,

En la plaza de Texcoco

Lidiando un toro murió.

Su valor no lo libró

De suerte tan desgraciada,

Y aunque tenía bien sentada

Su fama como torero,

Un toro prieto matero

Lo mató de una cornada.

 

Fue del pueblo mexicano

El torero consentido,

Y él fue el que le dio a Ponciano

La fama que ha merecido.

Siempre se miró aplaudido

Pues con su gracia y valor,

Supo grangearse el favor

Del pueblo más exigente,

Que vio en Bernardo al valiente

Y sereno toreador.

 

¿Quién se lo había de decir

después de tanto lidiar,

que un toro de escasa ley

al fin lo había de matar;

¿Y quién no ha de recordar

con el placer más sincero,

al simpático torero

que sin mostrarse cobarde

hacía de valor alarde

como matador certero?

 

Pero un torito de Ayala

La carrera le cortó,

Y en la plaza de Texcoco

Don Bernardo falleció.

Todo México sintió

La muerte de este torero,

Que en el país fue el primero

Por su arrojo y su valor,

Conquistándose el favor

De todo el público entero.

 

El treinta y uno de enero

Don Bernardo suspiró,

Y al ver un toro de Ayala

Su corazón lo avisó.

 

Rosa, rosita, rosa morada,

Murió, señores, Gaviño

Que era muy certera espada.

 

Al ver al toro tan bravo

Se puso color de cera,

Y dijo: este toro prieto

Nos viene a dar mucha guerra.

 

Rosa, rosita, es cosa seria,

Que á Gaviño le hirió el toro

El último día de feria.

 

A la vista penetrante

Del toro, nada escapó,

Que a todos los picadores

Los caballos destripó.

 

Rosa, rosita, flor de alelía,

Murió el capitán Gaviño,

Esta su suerte sería.

 

Se presentaba arrogante

En cualesquiera corrida,

Y toreaba al mejor toro

Sin miedo a perder la vida.

 

Rosa, rosita, más de castilla,

Don Bernardo está enterrado

En el panteón de la Villa.

 

Toreó a los toros de Atenco

También a los de Jagüey,

Y nunca les tuvo miedo

Por más que tuvieran ley.

 

Rosa, rosita, flor de San Juan

Un toretito de Ayala

Nos mató un buen capitán.

 

Se presentaba en la arena

El primero ante el toril,

Y aunque el toro fuera bravo

Nunca lo encontraba hostil.

 

Rosa, rosita, ya se acabó,

Don Bernardo, el gran torero

En Texcoco concluyó.

 

Ese domingo en la tarde

Estaba bravo el ganado,

Pues por un torito de ellos

Está Gaviño enterrado.

 

Rosa, rosita, flor de limón,

Murió el once de Febrero

Muy cerca de la oración.

 

Todo el pueblo texcocano

Está lleno de aflicción,

De ver que murió Bernardo

De la feria en la función.

 

Rosa, rosita, rosa amarilla,

Con garbo siempre pegaba

Al toro una banderilla.

 

El recuerdo de Gaviño

Vivirá en los mexicanos,

Porque a muchos enseño

Y los miró como hermanos.

 

Rosa, rosita, flor de coco,

Hirió el toro a Don Bernardo

En la ciudad de Texcoco.

 

En la plaza de San Pablo,

Con garbo y gracia lidió,

Que al toro de una estocada

Siempre muerto lo dejó.

 

Rosa, rosita, ¡oh infeliz suerte!

En la plaza de Texcoco

Halló Gaviño su muerte.

 

Los toreadores lo sienten

Porque era su capitán,

Y los defendió animoso

Con orgullo y con afán.

 

Rosa, rosita, rosa de amor,

Murió nuestro capitán

Recordamos con dolor.

 

Quien se lo había de decir

A Gaviño tan famoso

Que de Ayala, al pobrecito

Un toro diera reposo.

 

Rosa, rosita, del mes de Abril,

Ya a Don Bernardo jamás

Lo verán ante un toril.

 

Murió el valiente torero

Sin quejas y sin lamentos,

Mas con acerbos dolores

En horribles sufrimientos.

 

Rosa, rosita, flor encarada,

Murió Bernardo en Texcoco

A impulsos de una cornada.

 

En fin, concluimos aquí

Los versos del gran Gaviño,

Y conservamos gustosos

Su memoria con cariño.

 

Rosa, rosita, rosa magnolia,

Murió Bernardo Gaviño,

Que Dios lo tenga en su gloria.

 Propiedad particular. Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, Santa Teresa número 1.

Avenida Oriente accesoria 715.-México.[3]

 FOTO Nº 17

Capilla abierta y costado de la iglesia principal en Texcoco. En este sitio, Bernardo Gaviño debe haber susurrado los últimos rezos de su vida, horas antes de que CHICHARRÓN, le infiriera la cornada que lo llevó a la tumba.

Colección Centro Cultural Arte Contemporáneo, A.C. Fundación Cultural Televisa, A.C. México.

MÉXICO EN EL TIEMPO, año 3 Nº 18 mayo/junio 1997, p. 28.

 OTROS VERSOS

 

1992 

El corrido. 

Aguascalientes, 1943. 

I 

En la llanura del cielo

los luceros, sorprendidos

por la astuta madrugada,

fueron perdiendo sus brillos.

El reloj de la parroquia

dejó caer hasta cinco

campanadas; allá, lejos,

hubo un coro de ladridos,

y contestaron los gallos

con sus clarines de vidrio.

 

Entre los altos jarales

al otro lado del río,

aparece un centenar

de jinetes amarillos

cuyos caballos se azuzan

en réplica de relinchos.

 

Ya la garita del puente

cambió los primeros tiros,

que se alejaron rodando

por el aire amanecido.

¡Ya crece la polvareda!

¡Ya se corona de gritos

la torre! ¡Ya se reparte

la alarma entre los vecinos!

 

¡Ya parecen esquitera

los disparos en el río!

 

En la mitad de la plaza

el jefe Pedro Trujillo

-chispas de fiebre los ojos,

par de pistolas el cinto,[4]

valiente como los buenos

y como un roble macizo-

a gritos anda reuniendo

a sus treinta campesinos:

-“Chueco, ¡tú con los muchachos…!

¡Me le tupen a los tiros

pa´l lado de la Huertita…!

Y tú, Chon, junto con Sixto,

te pintas pa Cueva Grande

pa que nos traigan auxilio.

¡Sube a la torre, Crescencio!

Ándele usté, don Cirilo,

váyaseme por los maestros

pa que nos echen corridos…”

 

Preparada la defensa,

cual burbujas, en el tibio

sol naciente, los disparos

revientan en blanquecino

penacho de humo, y el eco

prolonga los estampidos.

 

El arpa y la jaranita,

la guitarra y el requinto

se afina, y canta un viejo

con bronca voz de barítono:

“…Qué bonito era Bernal

en su caballo retinto

con su pistola en la mano

peleando con treinta y cinco…”

 

¡Cómo arrebata la sangre

la música del Corrido!

 

Crescencio desde la torre

se desploma en el vacío,

mordida la maldición

entre los labios mordidos.

 

El máuser ya se desprende

de las manos de Remigio;

Remigio tiene en las manos

volcados los entresijos.

 

Un emisario se acerca

a la distancia de un grito

proponiendo a los del pueblo

la rendición, y Trujillo,

entre dos escupitajos,

de rabia descolorido

-cruz de cananas al pecho-

contesta: ¡No nos rendimos…!

 

En vano miden sus ojos

el gusano del camino.

Son polvaredas del viento,

no de tropeles amigos.

 

Arrecia la granizada.

pasan silbando al oído

las balas. Surcan los aires

enjambres enfurecidos.

Abejas de plomo liban

rojos claveles sombríos,

entre los que ya la muerte

anda formando su nido.

 

Y dominando el tumulto,

torvo, vibrante, magnífico,

el jefe Pedro dispara

de pólvora ennegrecido.

 

Uno a uno van cayendo

los oscuros campesinos.

 

Sobre el fortín de la torre,

sucio y rasgado el corpiño,

con la cabellera suelta

por la espalda, y oprimido

el pecho por un sollozo

punzante como cuchillo,

posando sobre los muertos

sus ojos negros y vivos,

pasa en el viento, flotando,

la Musa de los Corridos.

 

II

 

Señores, soy el Corrido.

Señores, vengo a cantar.

No porque soy hombre pobre

me vayan a despreciar.

 

Vénganse mis valedores,

mis buenos compas del rancho,

y estamos ya recordando

las glorias del sombrero ancho.

 

China de los ojos negros,

la del andar tan garboso,

cobíjame con tus trenzas

debajo de tu rebozo.

 

Rosa, Rosita, Rosaura,

vamos todos a entonar

al compás de las guitarras

el corrido popular.

 

Ya sabrán que el otro día

dijo una persona fina:

-Ese corrido, señores,

cuando canta, desafina.

 

Vuela, vuela, palomita,

dile a la gente letrada

que yo soy la voz del pueblo

y que no les pido nada.

 

De las fronteras del norte

hasta Chilpancingo soy

el Corrido Mexicano

por dondequiera que voy.

 

Que lo cuenten los que saben

cómo tengo el corazón,

que lo digan Rubén Campos

y Francisco Díaz de León.

 

Coahuila y Aguascalientes,

Michoacán, Puebla y San Luis

y Guanajuato y Durango

les pueden hablar de mí.

 

En la feria de Texcoco

murió Bernardo Gaviño.

¡Cómo me pudo, señores,

lo de aquel torito indino!

 

El diecinueve de marzo

del año de ochenta y dos

cayó Valentín Mancera.

Se oyó de nuevo mi voz.

 

Allá en el noventa y cuatro

me fui para Mazatlán.

Heraclio Bernal andaba

en su caballo alazán.

 

Volví después a sonar

con cariño y mucho esmero

para recordar al hombre

que fue Macario Romero.

 

Cuando a Benito Canales

el gobierno lo mató,

en mis coplas, sin embozo,

su claro nombre cantó.

 

El año noventa y nueve

se nos fue Ponciano Díaz.

Por mi boca dijo el pueblo

lo mucho que lo quería.

 

Con Madero y con Zapata,

con Carranza y Obregón,

en potro bruto cantando

gané la Revolución.

 

Desde el diez al diecinueve

pasé las noches en vela

entre los labios morados

y secos del centinela.

 

En Torreón, en Zacatecas,

en Celaya tuve cita,

y supe de los amores

de aquella linda Adelita.

 

Mi general Felipe Ángeles

fue fusilado y también

por él me puse de luto,

porque era un hombre de bien.

 

Después, cuando a Pancho Villa

se lo echaron a traición,

como si fuera Dorado

lloraba mi corazón.

 

Señores, soy el Corrido.

Señores, vine a cantar.

No porque soy de los pobres

me vayan a despreciar.

 

Soy los recuerdos del viejo,

la diversión de la gente,

azote de los traidores

y gloria de los valientes.

 

Junto al Señor del Encino

vivo en el barrio de Triana.

Traigo en mis coplas envuelta

toda el alma mexicana.

 

Adiós, mis chinas hermosas.

adiós, charros del Bajío.

Quédense con Dios, mis muertos,

en el camposanto frío.

 

Ya con esta me despido,

para San Marcos me voy,

porque, como soy del pueblo,

siempre con el pueblo estoy.

 

Vuela, palomita blanca,

diles a todas las gentes

que el Corrido vino a ser

la Feria de Aguascalientes.

 

Roberto Cabral del Hoyo.[5]

 ORLAS

VERSOS DEL SIN RIVAL BERNARDO GAVIÑO

         Fuente: Biblioteca Nacional., Fondo Reservado, U.N.A.M. 

VERDADEROS Y ÚLTIMOS VERSOS DE B. G. y R.

Fuente: Cortesía del Lic. José Rodríguez.

    Este último documento se acerca a las fechas en que se conmemora a San Antonio, pues el cartel refiere que se trata de la “Última corrida de la Temporada”. Esto ocurrió el domingo 1° de julio de 1888. Corrida a beneficio del diestro Francisco Hernández, quien lidió 4 toros de la Hacienda de S. José Bojay. Se anunciaban además: Lujosas y elegantes banderillas, Floreo a varios toros, Banderillas pequeñas de gala, Banderillas puestas con la boca, Graciosa y divertida pantomima Los Chinos con los dos Hombres más Feos de Francia, Toro caballo y Toro embolado para los aficionados.

CARTEL_01.07.1888_TEXCOCO_F. HDEZ_BOJAY

Copia fotostática, del original. Col. del autor.

    Remato estas notas diciendo que también Texcoco fue cuna de otro torero, llamado Valentín Zavala. Hasta hoy se desconoce la fecha del nacimiento, pero se sabe, como lo apunta Heriberto Lanfranchi

 (…) que se inició en el toreo hacia 1884. Estuvo con Ponciano Díaz algún tiempo y el 15 de noviembre de 1885, en la plaza de El Huisachal, estado de México, sufrió grave cornada en un muslo al clavar un par de banderillas. De novillero se presentó en la ciudad de México, en la plaza “Colón”, el 14 de octubre de 1888, impresionando al público con su manera estrambótica de vestirse, pues más parecía un titiritero que un lidiador de reses bravas. Siguió toreando, cada vez menos, hasta 1898, cuando se retiró. Quería seguir con la vieja costumbre de ser “capitán de cuadrilla”, rehusándose a alternar con otros toreros, lo que no agradaba a los empresarios, quienes lo eliminaron paulatinamente de los carteles.[6]

    Para conocer a este personaje, baste hojear los viejos documentos donde encontramos el siguiente retrato:

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Valentín Zavala, torero nacido en Texcoco y que en una época fue lugarteniente de Ponciano Díaz. Actuó mucho en poblaciones próximas a la metrópoli, especialmente en Pachuca.

Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXVII, Nº 1439, 19 de diciembre de 1937.

   Queda mucho por hacer en términos del rescate histórico y documental que permitan entender el recorrido de la tauromaquia en Texcoco. Ojalá que su “Cronista Municipal” o un historiador local serio, se propongan localizar más información… y desde luego, que la compartan.


[1] Jorge Gaviño Ambríz: “Semblanza de un torero en el siglo XIX” (Trabajo Académico Recepcional en la Academia Mexicana de Geografía e Historia), (pp.353-375), p. 365-367.

   El último domingo de enero de 1886, en la Plaza de Texcoco, el empresario Enrique Moreno presentó como primer espada a Bernardo Gaviño de 73 años.

   La gente de la ciudad de México acudió a esa diversión, a pesar de lo incómodo, inexacto y mal servicio de los trenes del ferrocarril, -narra el periódico El Siglo XIX- la plaza de toros de la histórica Texcoco estaba henchida de numerosa concurrencia. El empresario Sr. Lic. Enrique Moreno ofrecía presentar como primer espada a Bernardo Gaviño, ese viejo torero que hizo la delicia de nuestros abuelos.

   La función comenzó a las cuatro y media: el primer toro fue prieto, bien encornado y de regular alzada.

   Entró perfectamente a la capa, aguantó varios puyazos y fue bien banderillado.

   Bernardo tomó la espada y la muleta para darle muerte; pero el bicho no le quiso entrar y después de una estocada mal dada hubo necesidad de lazarlo para que el cachetero lo matara.

   El segundo toro fue josco del mismo juego y condiciones que el anterior.

   Al tocarse banderillas se presentó una mujer, y empuñándose un par, se dirigió a la autoridad, varias voces gritaban que no se le permitiera banderillar y otras que sí.

   La intrépida mujer se dirigió al toro y después de citarlo varias veces pudo clavarle el par sufriendo un ligero agarrón en la pretina de las enaguas de donde al salir el asta del toro le causó un rozón en un brazo.

   Este toro fue bien matado por Carlos (Sánchez); el segundo espada. Vino el tercero toro negro, ligero y bien encornado.

   Desde que salió del toril reveló su ley y viveza. Perseguía con feroz encarnizamiento al bulto y se disparaba furioso contra el encuentro de los caballos de los picadores y persistía en la garrocha hasta tocar los ijares, no dejando con vida a ninguno de los flacos resistentes que salieron a la plaza.

   Se tocó a banderillas y al ponerle el primer par persigue al banderillero, lo alcanza cerca del burladero, pega la embestida y le quiebra un brazo que le agarra contra la pared de la plaza donde el cuerno deja una profunda huella.

   La compañía continúa banderillando al bicho con gran temor.

   Bernardo decía satisfecho: este toro sí es de los buenos. Toma la espada y la muleta, lo cita muy cerca de la valla y el toro le da una cogida causándole una herida profunda y peligrosa.

   Se mandó lazar a la fiera pero el público insistió en que la matara Carlos, hubo que ceder, tomó la espada y le dio muerte con una estocada en que le dejó puesta el arma.

   Gaviño “todavía caminó por su propio pie hasta el cuartucho de adobe improvisado para enfermería, dejando un reguero de sangre pálida. La herida cerca del ano era profunda, incurable… sobre el camastro el pobre Gaviño respiraba dificultosamente después de la curación bárbara, en un cuarto mal oliente, un montón de heno en el rincón, unos frascos y unas vendas… sobre la silla de tule, los treinta pesos que cobró por actuar en esa tarde gris y polvorienta”.

   Qué contraste, cuando en una función extraordinaria, ofrecida por el Presidente de la República General Santa Anna al Príncipe Nassau, entró en la arena de la Plaza una elegante carretela abierta, tirada por frisones, y en cuyos asientos posteriores iban dos preciosas niñas vestidas de azul y blanco. La carretela, a todo correr de los caballos, dio una vuelta por el circo y se detuvo cerca del lugar en que se hallaba el primer espada Bernardo Gaviño. Las niñas descendieron del carruaje y se acercaron a éste para ofrecerle una hermosa corona cuajada de monedas de oro, en los momentos en que los atronadores aplausos y los vivas de la multitud espectadora se mezclaban con los alegres acordes de la música. Bernardo subió al carruaje con las niñas e hizo su paseo triunfal en aquella plaza, durante la cual no cesó el palmoteo y el entusiasmo del público. Día de un triunfo espléndido para aquel que millares de veces expuso su vida luchando con el toro”.

   Pero ahora ello parecía un sueño, o una pesadilla, pues todo había terminado. Después de varios días de agonía trajeron a Gaviño de Texcoco a México. El periódico “El Siglo XIX” del día 8 de febrero publica el estado de gravedad y las condiciones miserables en que se encontraba:

   “El decano de los toreros en México, el octogenario Bernardo Gaviño, sabido es que no ha muerto, pero sí se halla grave y casi al borde de la tumba. Algunos amigos que hemos estado en su casa a informarnos de su salud, nos conmovimos profundamente por la miseria horrorosa en que se encuentra. La pieza en que está es baja, oscura, húmeda, casi es un sótano El Dr. Vicente Morales lo asiste con ese empeño y solicitud que todos le conocemos y más los exagera, tratándose de heridos en lides tauromáquicas. Dados los sentimientos humanitarios que ha mostrado el buen viejo con propios y con extraños en iguales circunstancias las que hoy lo agobian, así como el deseo de algunos de sus buenos amigos para favorecerle, ahora que carece de los indispensables elementos para su curación, no hemos vacilado en promover una suscripción que pudiera acaso servirle de mucho en estos momentos.

   “Es un deber de humanidad el que invocamos, así de sus paisanos los españoles, como de sus amigos del país. Los donativos se reciben en la peluquería de la calle de los Rebeldes, junto al baño”.

   El día 11 de febrero a las 9:30 de la noche en el Callejón de Tarasquillo número 5 1/2 bajos, falleció de gangrena del recto el célebre torero Bernardo Gaviño a los 73 años de edad, durante su carrera dio muerte a 2950 bichos.

   Fue inhumado en el Panteón Civil, en una fosa de tercera clase, ocupando la Nº 1763, línea 23, sepulcro 2.

   Al cumplirse un mes del fallecimiento del ilustre torero, el Sr. Ponciano Díaz, su banderillero de confianza, su discípulo más querido le organiza una corrida de toros en la plaza El Huisachal, en beneficio de la familia del finado señor Gaviño, que se encontraba sin recursos de ninguna clase, la corrida se celebró el día 25 de abril presentándose la cuadrilla de Ponciano Díaz y la ganadería de las mejores razas.

   El recuerdo del matador estaba latente, “al sur de la capital, por el rumbo de los canales de Jamaica se levantó con tablones y estacas una placita que llevaba el nombre de “Bernardo Gaviño”.

   En el Canal de la Viga, muy cerca a aquel sitio, se encontraba la Quinta Corona, en donde su propietario tenía una especie de museo en el cual se exhibían multitud de curiosidades especialmente taurómacas y entre ellas la que llamaba mucho la atención de la concurrencia, era el traje azul y negro que llevaba el afamado torero hispano Bernardo Gaviño, al ser embestido por el toro en la plaza de Texcoco.

   Por su parte, Julio Bonilla “Recortes” anotó al respecto del percance lo siguiente:

   “En tercer lugar salió un toro negro zaino, meleno, bien encornado y de pocas libras perteneciente a la ganadería de Ayala. El toro resultó bravo, tomó ocho puyazos, mató dos caballos, pasando a banderillas con mucho poder y ligereza de patas. El viejo Gaviño estaba contentísimo y hacía elogios de la nerviosidad del burel.

   “Tocaron a matar, y el diestro de Puerto Real, que vestía terno negro, con adornos de seda negra, armó la muleta y se dispuso a estoquear a aquel toro (…), se fue hacia la res, presentando la muleta, que el toro tomó bien, pero al tomar el pase se revolvió, y como el caduco torero no tenía ya el vigor necesario para afirmarse en las piernas, fue cogido por la espalda, suspendido y engatillado (…) en la región anatómicamente llamada por los facultativos hueco isquio rectal”.

    Además:

    El arte de la lidia, año II, Nº 9, del 28 de febrero de 1886.

 PARTE FACULTATIVO de las heridas que recibió Bernardo Gaviño en Texcoco, la tarde del Domingo 31 de enero de 1886 por un toro de la ganadería de Ayala, que ocasionaron su muerte.

   Bernardo Gaviño tiene una herida de bordes irregulares contusos, de cuatro centímetros de extensión situada en la margen derecha del ano hasta la parte posterior, que interesa en algunos puntos la piel y el tejido celular y en otras la mucosa y dicho tejido. En la parte posterior de la herida penetra en la fosa isquio-rectal a una altura de 10 centímetros, perforando el recto en una obertura superior de y centímetro y ½ de diámetro. Tiene en la parte anterior e izquierda de la margen del ano otra herida de bordes irregulares de 2 centímetros ½ de extensión que interesa la piel y la mucosa hasta el tejido celular. Al nivel de los trocánteres, sobre todo en el izquierdo, grandes equímosis como de 20 centímetros de diámetro.

   La primera curación se la hizo en Texcoco el Dr. Osorio, y el día 1º de Febrero y 1, los Doctores Osorio, Icaza y Casasola.

   El día 2 al medio día tuvo un calosfrío intenso, principios de la infección que causó su muerte; desde ese momento calentura y síntomas graves, sed inextinguible, y delirio constante con asuntos de toros y en momentos de lidia; hipo casi desde ese día y parálisis de la vejiga; fetidez notable del pus de la herida que era sanguinolento y abundante. En el momento de la herida hemorragia abundante que le produjo varias lipotimias. Su muerte ocurrió a las 9.30 de la noche del día 11 de febrero estando tranquilo, muy frío y con la respiración muy frecuente y estertorosa.

   Se le curaba dos veces al día, con curación antiséptica y muy cuidadosa.

[2] Los versos aquí incluidos provienen de mi libro José Francisco Coello Ugalde: Bernardo Gaviño y Rueda: Español que en México hizo del toreo una expresión mestiza durante el siglo XIX. Prólogo: Jorge Gaviño Ambríz. Nuevo León, Universidad Autónoma de Nuevo León, Peña Taurina “El Toreo” y el Centro de Estudios Taurinos de México, A.C. 2012. 453 p. Ils., fots., grabs., grafs., cuadros.

[3] Estos versos, me fueron obsequiados en una copia, por el Lic. José Rodríguez, entusiasta aficionado, con quien cada domingo de toros, nuestros encuentros se alimentan con novedades y comentarios alrededor de libros de toros. Muchas gracias.

[4] Quizá lo correcto sea: “par de pistolas al cinto”.

[5] Roberto Cabral del Hoyo: Casa sosegada. Obra poética 1940-1992. 1ª ed. México, Fondo de Cultura Económica, 1992. 476 p. (Tezontle), p. 218-224.

[6] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II., p. 659.

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 ¿ES POSIBLE UNA NUEVA TAUROMAQUIA COMPLETA O SEA EL ARTE DE TOREAR EN PLAZA, PLANTEADAS POR JOSÉ DELGADO Y FRANCISCO MONTES?

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO. N° 49.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    En alguna parte de su extensa obra, Octavio Paz declara que los poemas de Ramón López Velarde se parecen a las notas musicales de Silvestre Revueltas. Y es que cuando se trata de descifrar un misterio revelado como es el toreo, es dado acudir a las viejas normas acuñadas por Pepe Hillo y Paquiro, que siguen vigentes una, por 208 años; la otra, por 168 respectivamente. Sin embargo, también se tienen que soportar los lugares comunes y las citas que se parecen a los viejos discos de pasta, en 78 r.p.m., inconfundibles, con su peculiar “scrachs” que, al finalizar sus efímeras melodías era incómodo escuchar el cíclico ruidillo de disco rayado, hasta que se levantaba el pesado brazo que retenía a la brusca aguja, dejándose de oír entonces aquel molesto susurro. Esa caja de resonancia atormenta a la tauromaquia que, en tales condiciones, parece un espectáculo decadente. Es necesario, por tanto, que nuevas manifestaciones teóricas se ocupen de reinterpretar la técnica y el arte de este peculiar ejercicio para ponerlo al día, suscitando de ese modo las incómodas reacciones de tradicionalistas y por lo menos la curiosidad entre los nuevos y raros aficionados que se incorporar al entramado del que un día Antonio Díaz-Cañabate etiquetó como “el planeta de los toros”.

   Al finalizar el siglo XIX, Rafael Guerra Bejarano pretendió incorporar con su “Tauromaquia” los significados que dicha expresión estaba adquiriendo en momentos tan particulares como la proximidad con la transición de siglos. Sin embargo, aquel intento no prosperó, por lo que resulta misterioso que la férula de un “maestro”, además convertida en teoría, no fuera tomada en cuenta. Más tarde, y al transcurrir la tercera década del siglo XX, Federico M. Alcázar, con su “Tauromaquia moderna”, tampoco logró modificar los esquemas establecidos por José Delgado y Francisco Montes, cuya acumulación de antigüedad los iba haciendo cada vez más indispensables. Pero esa antigüedad era meramente espiritual. Las transformaciones técnicas y estéticas del toreo acordes a los nuevos tiempos que corrían, demandaban también nuevas expresiones en el papel. De seguro, éstas se fueron dando gracias al papel que jugó la prensa. Pepe Hillo y Paquiro eran ya figuras del olimpo taurino y difícilmente iban a quedar desplazadas, más que por una expresión coloquial pero auténticamente agresiva, si se considera que ellos eran los patriarcas del toreo de todos los tiempos. La famosa frase del “arte de Cúchares” fue un sesgo, y lo sigue siendo, para indicar algunas diferencias establecidas entre significados magisteriales y los que la inspiración puede ser capaz de provocar, hasta el grado de que de ese “arte de Cúchares” han surgido, bajo su sombra escuelas como la rondeña, la sevillana o la castellana. Incluso mexicana del toreo. Pero, aproximándonos a los aspectos inexplicables que tiene el toreo, y como en el breve cuento de Augusto Monterroso de su composición -Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí- está considerada como el relato más breve de la literatura universal lo mismo sucede con Pepe Hillo y Paquiro. Despertamos a un nuevo siglo, y las Tauromaquias emblemáticas, siguen ahí.

   Preocupa en estos momentos una patología muy amplia, cuyo despliegue es necesario separar, con objeto de entender cual es el motivo que da origen a sus diversas enfermedades, que las tiene. También se entendería como resultante natural de la evolución registrada en siglos de andanzas. Una consecuencia más del ritmo o la arritmia, como pulso de los comportamientos peculiares en el toreo moderno, ese que ya se ejecuta desde hace, por lo menos tres siglos de forma permanente, bajo plena condición profesional.

   El toreo, a lo que se ve, ha sufrido alteraciones para evolucionar y así, ponerlo primero, al servicio de nobles y plebeyos, en expresiones alternadas, tanto a pie como a caballo. Su maleabilidad ha permitido adaptarlo lo mismo a la buena expresión primitiva y caótica que a los dictados de la modernidad globalizada, que sólo repercute en un pequeño puñado de naciones que sostienen dicha tradición secular, pero también milenaria.

LA TAUROMAQUIA_PEPE HILLO_ORIZABA 1887

Este documento digitalizado se encuentra a disposición de los lectores e interesados en el portal: GARBOSA, Biblioteca “Salvador García Bolio” (http://www.bibliotoro.com/index.php) en la opción “Biblioteca digital”.

    Desde luego que esos últimos tres siglos han mostrado la consistencia del ejercicio practicado por los de a pie, sin que los de a caballo desparecieran de la escena (lo hicieron, en todo caso, los nobles que no encontraron en la nueva casa reinante de los Borbones apoyo alguno a sus sólidas aspiraciones. Al desintegrarse su protagonismo, este devino papel de los varilargueros). A todo esto, se antoja una revisión a las obras escritas no por José Delgado ni por Francisco Montes, dictadas, eso sí, tanto a José de la Tixera como a Santos López Pelegrín, respectivamente. Habremos de entender antes de todo, los tiempos en que fueron elaboradas para no descontextualizarlas del sentido que persigue este estudio. Provienen de dos épocas distintas pero comunes en el propósito que persiguen por separar al toreo en su más burda expresión, a la de refinadas concepciones que la teoría se ocupa de destacar como La Tauromaquia o arte de torear(…), de José Delgado (1796); y Tauromaquia completa o sea el arte de torear en plaza(…), de Francisco Montes (1836). Más tarde, incorporaré diversos estudios y análisis hechos a estos dos fundamentos o los más destacados discursos inspirados por sendas obras, para finalmente ubicarnos en el tiempo que nos ha tocado vivir y establecer no tanto conclusiones. En todo caso, especificidades que se desprenden de su vigencia y/o permanencia, así como los aspectos que siguen siendo fieles a esos principios y los que ya no caben por anacrónicos. Se sugerirá la posibilidad de un nuevo y aconsejable marco teórico, pero también la posibilidad de validez que puedan seguir teniendo ambas tauromaquias, si como tales entendemos el sustento discursivo que instruye a profesionales y practicantes para entender la forma en que debe ser lidiado un toro, a partir de sus diferentes estados de comportamiento, los terrenos del ruedo y algunos otros secretos.

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EN JALACHÓ Y TECÓH, AUTÉNTICOS RINCONES YUCATECOS, DOS NOTICIAS TAURINAS LLAMAN LA ATENCIÓN.

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO. N° 48.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Escasas son las noticias de índole taurina que provienen de la península de Yucatán. De no ser porque en dicha entidad se dieron a conocer dos haciendas de singular historia: PALOMEQUE y SINKEHUEL, así como el triunfo clamoroso de Manuel Rodríguez “Manolete”, con un toro de Palomeque, allá por 1947. A su vez, son comunes las fiestas mestizas, más bien de carácter patronal, la vaquería que concentra un vestigio donde “En lo ritual, habrá misa y peregrinaciones. En lo profano vaquerías, comida y sabroso chocolomo”. Al respecto, nos dicen Patricia Martín y Ana Luisa Anza que

 La vaquería da inicio con el torito. El pirotécnico y el jaranero. Y arrecia el bailongo, pletórico de ternos multicolores, pañuelos y zapatos bordados, flores adornando las cabezas recién peinadas… Aquellas vaquerías históricas que los españoles ofrecían a sus trabajadores el día en que llegaban a sus haciendas a contar las vacas –como lo hicieron los mayas cuando sacrificaban venados-, aquellas donde se bailaba interminable la jarana, que no es más que una adaptación de la jota aragonesa. Total: un híbrido maya-español.

   La fiesta sigue… y aparecen las vaquillas toreadas en un ruedo armado sólo para ese propósito a base de maderas amarradas y jamás sostenidas por un solo clavo. Un alarde de arquitectura maya moderna.

   Otra tradición que se conserva.

   Al fin, el chocolomo. Otro híbrido del contacto cultural. Choco (caliente, en lengua maya) y lomo (el de la res, en castellano). Lomo caliente. Carne caliente. Caliente por estar recién sacrificada la res. Esa que recién se toreo y que ahora venden fuera del ruedo, en un puesto ambulante para ser preparada y comida inmediatamente.

   “Un buen chocolomo es aquel que, como dicen, cuando se prepare aún debe estar brincando la carne, casi vivo, nerviosa en las ollas porque fue toreada”.[1]

    Sin embargo, tras una revisión al maravilloso acervo de la MISCELÁNEA MEXICANA DEL SIGLO XIX, acopio hemerográfico que custodia la Biblioteca Nacional, encontré un par de noticias con profundo sabor taurino, un sabor que además tiene particulares connotaciones, puesto que ocurre en dos poblaciones distintas, Jalachó y Tecóh, sitios de los que por primera vez tenemos una evidencia clara sobre fiestas tan particularmente localizadas. El torero que interviene en ambas poblaciones es Lázaro Sánchez, de quien se sabe toreó como novillero en la plaza de toros de Cuautitlán en 1876 y del que se sabe también un detalle poco conocido: Cuando Bernardo Gaviño comenzaba a acusar, a sus 66 años problemas de la vista (esto es, en 1879), que ya debilitada, lo obligaba al uso de “espejuelos para hacer la faena con la muleta y luego dar la estocada”. Aunque ya viejo, todavía tuvo fuerza para enfrentarse con Lázaro Sánchez, coterráneo suyo, que huyó a Cuba con la amante de Gaviño, luego de que éste le hizo la vida difícil al no dejarlo torear a sus anchas. Es decir, que Lázaro Sánchez, vino a México desde 1860 en calidad de novillero, y que 15 años más tarde, se enfrentaría cara a cara con el “Patriarca” Bernardo Gaviño, a quien, en un arranque de audacia en cosas del amor, hizo lo que ya vimos con la amante del gaditano.

   Por lo pronto, Lázaro Sánchez, como muchos otros diestros de la época, podían mantenerse en la profesión durante años y años, tal y como lo haría Gaviño, quien de 1835 a 1886 estuvo actuando en México. O como Manuel Hermosilla, quien vino a México en 1869 y se despidió de los ruedos mexicanos el 9 de abril de 1905. Todavía, en junio de 1910, participa en una corrida en la plaza del Puerto de Santa María, España.

VAQUERÍA EN LA MEJORADA

Representación, en nuestros días de “La Vaquería”, esto en el barrio de La Mejorada, en honor a la Santa Cruz. Oxkutzcab, Yucatán. Disponible mayo 22, 2014 en: http://sucesiononline.com/2012/04/18/vaqueria-inicio-la-fiesta-de-la-mejorada/

 EL CONSTITUCIONAL. periódico oficial del estado de YUCATÁN. año 3. Nº 849. mérida. MIÉRCOLES 2 de enero de 1861.

 La gran fiesta de jalachó.-Habiendo desaparecido los motivos que interrumpieron esta fiesta, han acordado el señor cura y los vecinos, que las funciones que debieron tener lugar en noviembre próximo pasado, se verifiquen del 20 al 27 de enero próximo, para cuyo mayor lucimiento y a fin de que no se eche de menos ninguna de las solemnidades de costumbre, así en lo que corresponde a la iglesia, como en la parte de las diversiones, no se omitirá nada de cuanto pueda complacer a la concurrencia, a quien se desea obsequiar como se merece. El orden de la fiesta será el siguiente:

   Del 20 al 27 se celebrarán las funciones de iglesia con la suntuosidad posible, sin omitir el rosario por las noches y la procesión de la imagen de SANTIAGO APÓSTOL, que se hará el último día alrededor de la plaza en medio de la mayor pompa. El martes 22 por la noche habrá baile de mestizos. El número 23 por la mañana se repetirá este baile, y a la tarde habrá corrida de toros. En los días 24 y 25 y 26 habrá corridas de toros por las mañanas, y por las noches bailes de señoras. Y el 27 por la noche se presentarán diversos espectáculos de fuegos artificiales y globos aerostáticos. El salón de bailes y el circo para la lidia de toros se adornará vistosa y elegantemente, y en estos actos, como en los demás, ejecutará las mejores piezas la buena orquesta que se ha contratado al efecto.

     Jalachó, diciembre 17 de 1860. Por los vecinos: José Higinio Flores.

 El Clamor Público. LIBERTAD.-ORDEN.-PROGRESO.-REFORMAS

Mérida, 11 de enero de 1861, N° 3

  AL PÚBLICO.-Los encargados de la fiesta de Jalachó, que termina el 27 del corriente, deseando hacerla mas amena y más digna de los concurrentes, habiendo sabido que se hallaba en esta capital D. Lázaro Sánchez, profesor de Tauromaquia, hemos venido a contratarlo para las corridas que se han de verificar en los días 23, 24, 25 y 26 de este mes, y se ha comprometido a trabajar en ellas y a dirigirlas para que se verifiquen conforme a las reglas del arte.

   Mérida, enero 11 de 1861.-Los encargados de la fiesta.

 El Clamor Público. LIBERTAD.-ORDEN.-PROGRESO.-REFORMAS

Mérida, 15 de enero de 1861, N° 4

 AVISOS

 Fiesta y feria en Tecóh.-Esta que sus vecinos se han empeñado en celebrar cada año, tendrá efecto, comenzando las diversiones el 30 por la noche con el baile de mestizas: el 31 por la mañana el 2° baile, por la tarde toros en que se lidiarán como de costumbre los mejores; y por la noche baile de señoras; el 1° de febrero toros al media día y baile por la mañana y por la noche: el día 2 toros por la mañana, procesión por la tarde y baile de etiqueta por la noche. Para todas las funciones tocará una orquesta preparada ya de Mérida; de manera que agrade a todos los concurrentes. Habrá solemnes funciones de iglesia. Se anuncia a los aficionados.-Tecóh, enero 12 de 1861.-Los encargados.

 AL PÚBLICO.-Los encargados de la fiesta de Jalachó, que termina el 27 del corriente, deseando hacerla más amena y más digna de los concurrentes, habiendo sabido que se hallaba en esta capital D. Lázaro Sánchez, profesor de Tauromaquia, hemos venido a contratarlo para las corridas que se han de verificar en los días 23, 24, 25 y 26 de este mes, y se ha comprometido a trabajar en ellas y a dirigirlas para que se verifiquen conforme a las reglas del arte.

    Mérida, enero 11 de 1861.-Los encargados de la fiesta.

TOROS EN HECELCHAKÁN

Corrida de toros, Pomuch, Hecelchakán, Campeche. Disponible mayo 22, 2014 en: http://culturacampeche.com/turismocultural/images/img_galaries/hecelchakan/galeria_hecelchakan.html

    Jalachó y Tecóh son dos poblaciones perdidas en la geografía yucateca, en cuyo íntimo seno se desarrollaron tan peculiares fiestas, que intentaban ser una réplica de las celebradas en el centro del país, pero que seguramente no soslayaban el típico sabor de la península, cuyo espíritu trascendía de manera peculiar, como las que en nuestros días ocurren en Chelem, Hactún, San Sebastián, Peto, Honcabá, Ucú o Cenotillo, sitios de mágico encanto.


[1] CUARTOSCURO, revista de fotógrafos, año IV, número 22, enero-febrero de 1997: Patricia Martín: “Del Torito al Chocolomo” (ANA LUISA ANZA) p. 22-29.

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