Archivo mensual: junio 2024

…A LOS TAURINOS, NOS QUEDA LA PALABRA…

…me queda la palabra.

Si he perdido la vida, el tiempo, todo

lo que tiré como un anillo al agua,

si he perdido la voz en la maleza,

me queda [a los taurinos, nos queda] la palabra. (…)

Blas de Otero.

Reseña al libro TOROS. FUNDAMENTOS Y FUTURO DE UN RITO ANCESTRAL, de la Dra. Fernanda Haro Cabrero.

Por: José Francisco Coello Ugalde

   Todo aquel que se considere aficionado a los toros debe saber que, para hacer una defensa legítima de un espectáculo cada vez más cuestionado, es preciso conocer que su permanencia se debe a una serie de procesos cuya integración puede sumar varios milenios. Sociedades primitivas vincularon los ciclos agrícolas concibiendo figuras idealizadas a las que comenzaron a rendir culto. En el bagaje complicadísimo de su andar por los siglos, fue necesario incorporar elementos que, llevados al sacrificio, cumplían con propósitos de celebración, veneración y hasta petición, cuyos fines se ligaban a la obtención de buenas cosechas o buscaban erradicar el mal producido por sequías, inundaciones o plagas.

   La caza del toro por el hombre primitivo para aprovechar su carne como alimento, su piel como vestido y más tarde, con el surgimiento de las sociedades agrícolas, como instrumento de trabajo, fue probablemente el embrión de la tauromaquia. Para apoderarse del animal, el hombre debió oponer su habilidad e inteligencia a la fuerza bruta del bóvido, dando origen a ciertas prácticas que podrían ser consideradas como una lidia primitiva. Más tarde, estas prácticas se utilizarían como deporte y como ritos religiosos.

   En el sincretismo, la amalgama que esas y otras sociedades tuvieron, ya fuera por expansión de sus dominios, por guerras o esa intensa lucha que las creencias también fueron forjando, permitieron que los pueblos fueran cambiando lentamente sus esquemas de vida, asunto este que permitió, entre otras muchas cosas, expresiones de la vida cotidiana. Es así, que en ese largo proceso además de que el hombre ya convivía con animales y los domesticaba, así también surgieron expresiones que, al cabo de los siglos y de sus necesarias adecuaciones, el toreo encontró espacios de desarrollo sin dejar de incluir aquel elemento originario el que, en su nueva manifestación de rito y fiesta siguió su camino.

   Que el toreo despierte pasiones es un hecho. Los componentes que reúne han producido, producen y seguirán produciendo diversos niveles de intensidad en las polémicas, las confrontaciones, el debate que unos y otros han mantenido por siglos. Hoy día, con explicaciones como la que ahora mismo se presenta, se da un paso adelante en el sentido de justificar el porqué de los toros, de ahí la importancia de revalorar sus significados, sin mengua de que nos enfrentamos o podemos enfrentarnos a auténticos juicios sumarios que muchas veces se cierran a la razón, siendo para nosotros la única bandera que ondea en el campo de batalla.

   Recién ha sido publicado este interesante estudio, elaborado por la Doctora en Estudios Novohispanos Fernanda Haro Cabrero, que obtuvo dicho grado por la Universidad Autónoma de Zacatecas. No me detendré por ahora a hacer análisis de su contenido. Simplemente que el asunto de esta reseña viene ya expuesto desde la portada misma, cuyo diseño reúne todo el mensaje de su contenido interior. Veamos.

   Razones para la pertinencia y vigencia de la Tauromaquia.

   La autora plantea que existen condiciones teóricas que provienen de cuanto lenguaje sea necesario, y este, construido desde la academia -lo que no es poca cosa-, permite que fluyan planteamientos complejos y lúcidos a un tiempo; a pesar de que los opositores “dicen” que lo que hacemos en ese espacio intelectual es “seudo ciencia”.

   Fundamentos y futuro de un rito ancestral.

   Entre el Paleolítico y el Antropoceno se han desarrollados los fundamentos donde la convivencia de cromagnones, neandertales y homo sapiens lograron domesticar plantas y animales. He ahí un primer argumento explicado a la luz de la supervivencia. Con el tiempo, el homo sapiens ya en convivencia, en sociedad, entendió los ciclos agrícolas, observó el paso y comportamiento del tiempo, del sol, la luna, las estrellas y entonces incorpora procesos rituales para incentivar a dioses que su imaginación materializó y puso en marcha. De lo ritual pasó a crear y fomentar mitos que embonaron en lo sagrado y lo profano, en tanto que diversas culturas ya forjadas, incluían aquellas complejas redes que supieron mantener y enriquecer, estando de por medio las primeras pugnas territoriales. Pugna que devino guerra, conquista… y mestizaje cuya dispersión, en buena medida por ese mecanismo, se lograron otras culturas con un contenido en el que la vida cotidiana fue la mejor respuesta. Momento hubo en que el toro, tenido ya como pieza de culto y de mito, y de crianza con fines de abasto también, pasa a los escenarios que, con el transcurrir del tiempo será el actor principal de una auténtica puesta en escena: la tauromaquia, la corrida de toros. Ahora bien, ¿qué futuro promisorio le espera a esta representación, en medio de las turbulencias y contrastes ideológicos que han detonado de manera exaltada desde que la internet primero; y las redes sociales después, sentaron sus reales, apresurando una puesta en servicio de la encarrerada cuarta revolución industrial?

   Satanizar o condenar, ¿en nombre de quién?, esa es la pregunta que nos hacemos los taurinos al ser culpados y señalados por esa masa informe que, a decir del sociólogo Zygmunt Bauman no es sino una “modernidad líquida”, que va de aquí para allá, como el oleaje de un mar embravecido, sin reposo, convulsionada y atormentada. Por lo tanto, esa acelerada irrupción ha conseguido llegar para quedarse. Entre los componentes de dicho “cocktail” explosivo se encuentran hoy día el cambio climático en su conjunto y, para no dejarlo de mencionar, los conflictos bélicos que así como se mantienen entre Rusia y Ucrania; Palestina e Israel, pueden escalar con la intervención de terceros al solo conjuro de una amenaza nuclear.

PLAZA 1. Imagen del festejo celebrado el 19 de mayo de 2024.

   Por ahora, la prospectiva o esa historia del futuro no nos permite ni siquiera especular qué pueda ocurrir más adelante. Así que pongo en valor la contemplación de un reconocido antropólogo francés, François Zumbhiel que apunta: “La fiesta de los toros va a morir. No sabemos cuándo. Dejemos que se muera, como un toro bravo en el centro del ruedo, sin paliativos, sin tanque de oxígeno, sin eutanasia, sin respiración de boca a boca. Esa muerte será tan digna, tan heroica” -y hasta aquí Zumbhiel- que orillará hasta al propio Yahveh, aquel inmortal que no se asombraba nunca, aún en su encuentro mismo con Moisés, a levantarse de entre los mortales batiendo palmas en cuanto ese toro -la tauromaquia toda-, haya caído valientemente, luego de celebrado el ritual de sacrificio y muerte último en este planeta, donde mucho, bajo la cadencia del canto de las sirenas, estimula y se estimulan con discursos como el de falso teatro de la crueldad, de violencia domesticada, de aquello que glorifican en el antropocentrismo Kantiano y el biocentrismo antiespecista. Desconocen que el toro es una especie protegida, que su manejo en el campo se sustenta en la “Toma reducida” puesto que se trata de una ínfima proporción de los hatos que se envía a las plazas. Que siguen allí, prácticas ancestrales a campo abierto o en la plaza, espacio ritual donde la ética, la estética y la patética de la corrida son visibles. Allí están también la estética del combate, la dimensión trágica, la dimensión épica. La liturgia trágica sin ambages, soportada por el andamiaje milenario y secular de ese encuentro hombre y toro que rememora actividades venatorias (la caza, la cacería con el uso ritual que hoy tiene el estoque, la espada). Y por encima de todo, una VERDAD que no se encuentra en ningún otro recinto: ese ritual que, al concluir, parecen venir de las arenas, la reposada frase del sacerdote alentándonos bajo su mensaje: “Podemos ir en paz, la misa (el ritual) ha terminado”. Y lo sabemos, pecadores, que acudimos de nuevo a la misma representación para lavar penas, curar excesos y dejarnos llevar por el misterio que, en este aquí y ahora sigue produciendo la tauromaquia, la corrida de toros, que de todo ello se ocupa la autora, no sin antes anunciar que en el interior de tan notable obra se encuentran

Soluciones a la dialéctica en torno a lo taurino, desde la ciencia, la razón y la evidencia.

   Y ¿qué es la dialéctica, si no condición para debatir y argumentar?

   Lamentablemente la tauromaquia padece excesos en el uso de los lugares comunes y muy corto y escaso argumento teórico, el de gabinete, el que encontramos en tesis, artículos arbitrados o en libros que, al ser condensados desde su creación académica misma, logran ser entendidos por el común de los lectores, cuando se realiza labor de divulgación.

PLAZA 1. Imagen del festejo celebrado el 16 de mayo de 2024.

   Me valgo, para continuar con la presente reseña, del siguiente texto elaborado para una ponencia presentada en Tlaxcala en 2012 y que titulé:

AMBIGÜEDADES Y DIFERENCIAS: CONFUSIONES INTERPRETATIVAS DE LA TAUROMAQUIA EN NUESTROS DÍAS.

   El uso del lenguaje y este construido en ideas, puede convertirse en una maravillosa experiencia o en amarga pesadilla.

   En los tiempos que corren, la tauromaquia ha detonado una serie de encuentros y desencuentros obligados, no podía ser de otra manera, por la batalla de las palabras, sus mensajes, circunstancias, pero sobre todo por sus diversas interpretaciones. De igual forma sucede con el racismo, el género, las diferencias o compatibilidades sexuales y muchos otros ámbitos donde no sólo la palabra sino el comportamiento o interpretación que de ellas se haga, mantiene a diversos sectores en pro o en contra bajo una lucha permanente; donde la imposición más que la razón, afirma sus fueros. Y eso que ya quedaron superados muchos oscurantismos.

   En algunos casos se tiene la certeza de que tales propósitos apunten a la revelación de paradigmas, convertidos además en el nuevo orden de ideas. Justo es lo que viene ocurriendo en los toros y contra los toros.

   Hoy día, frente a los fenómenos de globalización, o como sugieren los sociólogos ante la presencia de una “segunda modernidad”, las redes sociales se han cohesionado hasta entender que la “primavera árabe” primero; y luego regímenes como los de Mubarak o Gadafi después cayeron en gran medida por su presencia, como ocurre también con los “indignados”, señal esta de muchos cambios; algunos de ellos, radicales de suyo que dejan ver el desacuerdo con los esquemas que a sus ojos, ya se agotaron. La tauromaquia en ese sentido se encuentra en la mira.

   Pues bien, ese espectáculo ancestral, que se pierde en la noche de los tiempos es un elemento que no coincide en el engranaje del pensamiento de muchas sociedades de nuestros días, las cuales cuestionan en nombre de la tortura, ritual, sacrificio y otros componentes como la técnica o la estética, también consubstanciales al espectáculo, procurando abolirlas al invocar derechos, deberes y defensa por el toro mismo.

   La larga explicación de si los toros, además de espectáculo son: un arte, una técnica, un deporte, sacrificio, inmolación e incluso holocausto, nos ponen hoy en el dilema a resolver, justificando su puesta en escena, las razones todas de sus propósitos y cuya representación se acompaña de la polémica materialización de la agonía y muerte de un animal: el bos taurus primigenius o toro de lidia en palabras comunes.

   Bajo los efectos de la moral, de “su” moral, ciertos grupos o colectivos que no comparten ideas u opiniones con respecto a lo que se convierte en blanco de crítica o cuestionamiento, imponen el extremismo en cualquiera de sus expresiones. Allí está la segregación racial y social. Ahí el odio por homofobia,[1] biofobia,[2] por lesfobia[3] o por transfobia[4]. Ahí el rechazo rotundo por las corridas de toros, abanderado por abolicionistas que al amparo de una sensibilidad ecológica pro-animalista, han impuesto como referencia de sus movimientos la moral hacia los animales. Ellos dicen que las corridas son formas de sadismo colectivo, anticuado y fanático que disfruta con el sufrimiento de seres inocentes.

   En este campo de batalla se aprecia otro enfrentamiento: el de la modernidad frente a la raigambre que un conjunto de tradiciones, hábitos, usos y costumbres han venido a sumarse en las formas de ser y de pensar en muchas sociedades. En esa complejidad social, cultural o histórica, los toros como espectáculo se integraron a nuestra cultura. Y hoy, la modernidad declara como inmoral e impropio ese espectáculo. Fernando Savater ha escrito en Tauroética: “…las comparaciones derogatorias de que se sirven los antitaurinos (…) es homologar a los toros con los humanos o con seres divinos [con lo que se modifica] la consideración habitual de la animalidad”.[5]

   Peter Singer primero, y Leonardo Anselmi después, se han convertido en dos importantes activistas; aquel en la dialéctica de sus palabras; este en su dinámica misionera. Han llegado al punto de decir si los animales son tan humanos como los humanos animales.

   Sin embargo no podemos olvidar, volviendo a nuestros argumentos, que el toreo es cúmulo, suma y summa de muchas, muchas manifestaciones que el peso acumulado de siglos ha logrado aglutinar en esa expresión, entre cuyas especificidades se encuentra integrado un ritual unido con eslabones simbólicos que se convierten, en la razón de la mayor controversia.

   Singer y Anselmi, veganos convencidos reivindican a los animales bajo el desafiante argumento de que “todos los animales (racionales e irracionales) son iguales”. Quizá con una filosofía ética, más equilibrada, Singer nos plantea:

   Si el hecho de poseer un mayor grado de inteligencia no autoriza a un hombre a utilizar a otro para sus propios fines, ¿cómo puede autorizar a los seres humanos a explotar a los que no son humanos?

   Para lo anterior, basta con que al paso de las civilizaciones, el hombre ha tenido que dominar, controlar y domesticar. Luego han sido otros sus empeños: cuestionar, pelear o manipular. Y en esa conveniencia con sus pares o con las especies animales o vegetales él, en cuanto individuo o ellos, en cuanto colectividad, organizados, con creencias, con propósitos o ideas más afines a “su” realidad, han terminado por imponerse sobre los demás. Ahí están las guerras, los imperios, las conquistas. Ahí están también sus afanes de expansión, control y dominio en términos de ciertos procesos y medios de producción en los que la agricultura o la ganadería suponen la materialización de ese objetivo.

   Si hoy día existe la posibilidad de que entre los taurinos se defienda una dignidad moral ante diversos postulados que plantean los antitaurinos, debemos decir que sí, y además la justificamos con el hecho de que su presencia, suma de una mescolanza cultural muy compleja, en el preciso momento en que se consuma la conquista española, logró que luego de ese difícil encuentro, se asimilaran dos expresiones muy parecidas en sus propósitos expansionistas, de imperios y de guerras. Con el tiempo, se produjo un mestizaje que aceptaba nuevas y a veces convenientes o inconvenientes formas de vivir. No podemos olvidar que las culturas prehispánicas, en su avanzada civilización, dominaron, controlaron y domesticaron. Pero también, cuestionaron, pelearon o manipularon.

   Superados los traumas de la conquista, permeó entre otras cosas una cultura que seguramente no olvidó que, para los griegos, la ética no regía la relación con los dioses –en estos casos la regla era la piedad- ni con los animales –que podía ser fieles colaboradores o peligrosos adversarios, pero nunca iguales- sino solo con los humanos.[6]

   Es cierto que desde épocas remotas, el toreo ha sido cuestionado y puesto en el banquillo de los acusados debido a la fuerte carga de elementos que posee en términos de lo que los contrarios califican como “crueldad”, “tormento” o “barbarie”. En todo caso, nosotros, los taurinos, entendemos el significado de este espectáculo como una ceremonia en la que ocurre un “acto de sacrificio”; o más aún: “inmolación” u “holocausto”, que devienen sacrificio y muerte del toro. Todo ello, independientemente de las otras connotaciones que suelen aplicársele al toreo, ya sea por el hecho de que pueda considerarse un arte, e incluso deporte.

   Sacrificio y muerte que, por otro lado cumple con aspectos de un ritual inveterado, que se ha perdido en el devenir de los siglos, pero que se asocia directamente con hábitos establecidos por el hombre en edades que se remontan varios miles de años atrás. Esa forma de convivencia devino culto, y el culto es una expresión que se aglutinó más tarde en aspectos de la vida cotidiana de otras tantas sociedades ligadas a los ciclos agrícolas, a la creación o formación de diversas formas religiosas que, en el fondo de su creencia fijaban el sacrificio, el derramamiento de sangre o se materializaba la crueldad, término que proviene del latín crúor y que significa “sangre derramada”. Y esa sangre derramada se entendió como una forma de demostrar que se estaba al servicio de dioses o entes cuya dimensión iba más allá de la de cualquier mortal. Eso ocurrió lo mismo en culturas como la egipcia, la mesopotámica, la griega, la romana, e incluso las prehispánicas que todos aquí conocemos. Precisamente durante dicho periodo, las formas de control y dominio incluyeron prácticas de sacrificio aplicada a todos aquellos guerreros que eran tomados como prisioneros por los grupos en conflicto. Muchos de ellos terminaban en la piedra de los sacrificios, mientras el sacerdote abría su pecho extrayendo el corazón del “condenado”.

PLAZA 1. Imagen del festejo celebrado el 22 de mayo de 2024.

   Considero que si debemos empezar a entender porqué un espectáculo tan anacrónico como es el de los toros convive en este ya avanzado siglo XXI, lleno de modernidad, confort, globalización y demás circunstancias, es porque ha trascendido las más difíciles barreras y pervive porque diversas sociedades lo aceptan, lo hacen suyo y por ende, se conserva porque no sólo es un espectáculo más. Es rito, práctica social, acto festivo que ha logrado recrearse en miles, en cientos de años hasta ser lo que hoy día conocemos de él. También habría que valorar que cuando se maneja el concepto de la “recreación” este significa cambio, transformación, interpretación y renovación. Eso ha sido también la tauromaquia que, al llegar de España inmediatamente después de la conquista (a partir de 1521) se estableció como un espectáculo el que, al cabo de los años se amalgamó, pasó por un proceso de mestizaje que lleva la carga espiritual de uno y otro pueblo. No es casual que al paso de los casi cinco siglos de convivir entre nosotros, se consolidara la tauromaquia como cultura popular lo mismo en el ámbito rural que en el urbano. todo eso, hoy sigue vigente.

   Entre muchas, tres son las herencias que quedaron de 300 años de dominio español en México: la burocracia de Felipe II, la religión católica y las corridas de toros. Herencias buenas o malas, no se trata aquí de aplicar un juicio sumario cargado de maniqueísmos o prejuicios, sino volver a entender cómo esos valores permearon, penetraron hasta la entraña de nuestro pueblo al grado de que perviven esas “herencias” por lo que para el próximo de los domingos en que se tenga prevista una corrida de toros más, ésta se sumará al largo historial de profundas tradiciones generadas desde esa fuente secular que todos conocemos como la fiesta de toros, la corrida de toros o simplemente como tauromaquia.

   Creo que estamos dispuestos a defender ese patrimonio vulnerable, hoy día sometido a diversos riesgos. Si no realizamos las acciones pertinentes lamentaremos profundamente su desaparición.

   Empeñados en defender un anacronismo en el presente, nos olvidamos del futuro. Y es que en estos tiempos de modernidad galopante, que lo mismo nos vemos afectados o beneficiados por la globalización que por el cambio climático o la hiperindustrialización que pronto nos pondrá ante una nueva generación de elementos donde la nanotecnología se moverá a sus anchas, la fiesta de los toros debe seguir vigente. Por eso, entre todo ese maremágnum de condiciones a que nos vemos sujetos, es preciso aclarar que también existen las corridas de toros. Y ese existir es como la supervivencia de un pasado que convive, se dirá que un poco incómodo con nuestro presente. Quienes nos hemos comprometido a la conservación, preservación y difusión de la fiesta de los toros, absolutamente convencidos de lo que hacemos y decimos, planteamos además que se trata de un espectáculo, una diversión, pero también de un ritual que pervive en apenas ocho países que por fortuna lo hacen suyo.

   No cabe pensar aquí más que de una manera en la cual se requiere información práctica para confirmar la fe de los creyentes y atraer a todos aquellos que, en principio tienen curiosidad e incluso, sienten animadversión por un misterioso fenómeno que posee la vigorosa razón del enfrentamiento de un ser racional con un animal. Y más aún. Ya dominado el toro se produce un espectacular como traumático desenlace que ocurre con el sacrificio y muerte de ese mismo animal.

   Este ritual sujeto a una fuerte carga de elementos simbólicos se desarrolla además, matizado de razones técnicas y estéticas que le otorgan significado peculiar. Pero, y aquí la pregunta: frente a todas las embestidas que ahora se producen contra los toros, ¿tiene este espectáculo garantías de pervivencia por el resto de los tiempos?

   Estoy consciente de que ese punto, dependerá, en buena medida, de la madurez en los trabajos que vienen realizándose con vistas a documentar el expediente que habrá de presentarse en algún momento a la UNESCO, con objeto de generar la declaratoria que permita elevar a la tauromaquia a patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. En esa medida, es muy probable que se tengan condiciones de auténtico blindaje para cuidar, conservar, preservar pero sobre todo mantener en el punto de equilibrio más pertinente, a una fiesta inveterada como es la de los toros.

   Sabemos del largo recorrido milenario y secular de esta fascinante representación, la cual tiene en su haber legiones de partidarios y numerosos enemigos. Pero el enigma aquí planteado es sobre su incierto futuro. No nos convirtamos en convidados de piedra, sino en activos participantes en pro de esta manifestación. Desplegar todos sus significados y explicarlos a la luz de la realidad es una de las mejores tareas. Por eso es importante la difusión, siempre y cuando esta sea coherente y no una barata provocación.

   Termino apuntando que al menos, desde esta trinchera, el toreo en México va a seguir teniendo todo un tratamiento histórico que permita entender sus circunstancias a lo largo de 485 años de convivencia y mestizaje. Tres connotados historiadores me dan la razón:

-Los mexicanos tenemos una doble ascendencia: india y española, que en mi ánimo no se combaten, sino que conviven amistosamente. Silvio Zavala.

-No somos ya ni españoles ni tampoco indígenas, y sería un error gravísimo intentar aniquilar uno de los dos elementos, porque quedaríamos mancos o cojos. Elsa Cecilia Frost del Valle.

-La tensión que se instala en el desarrollo de México a partir de la conquista, surge también de la presencia de dos pasados que chocan y luego coexisten largamente, sin que uno logre absorber al otro. Enrique Florescano.

   Resultado de lo anterior fue la Declaración de Tlaxcala:

Los participantes en el II coloquio internacional La Fiesta de los toros: un patrimonio inmaterial compartido, que se acaba de celebrar en la Ciudad de Tlaxcala (México) del 17 al 19 de enero de 2012, provenientes de Ecuador, España, Francia, México y Venezuela.

  • Agradecen al pueblo tlaxcalteca su hospitalidad generosa; también agradecen al Gobierno del Estado de Tlaxcala, que encabeza el Lic. Mariano González Zarur, y al Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino, dirigido por el C. Luís Mariano Andalco López, que hayan facilitado la realización de las siete mesas de discusión, así como las respectivas actividades culturales, y reconocemos su absoluta disposición para fomentar y promover las iniciativas ciudadanas en materia de reconocimiento de la tauromaquia como manifestación cultural;
  • Entienden que México, por su contribución valiosa a la historia de la Fiesta y al arte del toreo, su posición muy destacada en el campo del patrimonio cultural inmaterial, y el puente histórico que constituye entre las culturas y tradiciones de América y Europa, tiene particular vocación para involucrarse en el proceso de reconocimiento de la Fiesta de los toros como patrimonio cultural inmaterial;

–    Celebran que, en este país, un comité científico se encuentre en proceso de elaboración de un argumentario que justifique la inscripción de la Fiesta en el inventario nacional del patrimonio cultural inmaterial, así como de su presentación ante la comisión interinstitucional competente;

  • Se adhieren plenamente a la Declaración internacional sobre la Fiesta de los toros como obra maestra del patrimonio cultural inmaterial, cuyo texto figura en anexo, firmada en primera instancia por la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de España (ANPTE), la Asociación Internacional Taurina (AIT) y el Observatorio Nacional de Culturas Taurinas de Francia (ONCT), y refrendada por varias plataformas para la defensa de la Fiesta en los ocho países de tradición taurina, así como por numerosas comunidades autónomas y ciudades en estos países;
  • Reafirman en particular que la muerte del toro en la plaza – y no en el corral o el matadero– con el consiguiente riesgo asumido por el hombre durante toda la lidia y en la suerte suprema, constituye el núcleo del ritual taurino y su mayor significado;
  • Consideran que la inscripción por parte de la UNESCO de la Fiesta de los toros en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad constituye el objetivo último y legítimo a lograr para su reconocimiento a escala internacional;
  • Llaman al conjunto de los ocho países taurinos, tal como lo prescribe la Convención de la UNESCO del 17 de octubre de 2003 para la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial, a inscribir previamente este elemento patrimonial en los inventarios oficiales de los estados o comunidades autónomas y, en última instancia, del estado nacional, condición que ya se ha logrado en Francia;
  • Abogan para que, con tal fin, se constituya en cada uno de estos países una instancia adecuada que agrupe a la vez a los profesionales del mundo taurino y a los representantes de la afición y de las autoridades políticas implicadas en el desarrollo de la Fiesta – como es el caso, por ejemplo, del Observatorio francés de las culturas taurinas – y para que, en el seno de esta instancia, un comité científico pluridisciplinario elabore el argumentario adecuado para establecer la ficha de inventario;
  • Consideran indispensable que tanto en el campo científico como en los campos procesales y políticos se consolide la Coordinación Internacional para llevar a cabo este proceso en todos sus componentes. Esta coordinación es necesaria en particular para:

. redactar un argumentario con aspectos comunes y otros específicos, relativos a la historia de la Fiesta y a su peculiaridad en cada país;

. intercambiar informaciones sobre el proceso de inscripción de la Fiesta en las listas nacionales, así como sobre las declaraciones de reconocimiento en las diferentes instancias políticas.

  • Estiman oportuno que en el curso del año 2012 se reúnan los representantes de los diferentes comités científicos y de las agrupaciones encargadas de impulsar el proceso de reconocimiento, para preparar el paso definitivo, o sea la presentación de la candidatura de la Fiesta de los toros a su inscripción por parte de la UNESCO en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la Humanidad.

Tlaxcala de Xicoténcatl, el 19 de enero de 2012

PLAZA 1. Imagen del festejo celebrado el 11 de mayo de 2024.

   De lo anterior, me refiero a la semántica (al significado) en la palabra o de la palabra, explicación que cada individuo pueda dar de la misma, por cierta o falsa, así tajantemente. Vuelvo a decir que, frente a una Academia marginal, redes sociales o “influencers”. Incluso, falsos evangelizadores, logran una capacidad de poder de convocatoria y de convencimiento que en un instante o se vuelven “virales” o “tóxicos”.

PLAZA 1. Toro lidiado en el festejo celebrado el 2 de mayo de 2024.

   Que ni el ventajismo o influyentismo. Ni tampoco el fanatismo ni tampoco otros ismos sigan cubriendo con su manto de especulación algo que le es propio al hombre, en la sociedad como una representación taurina, hoy detentada sólo por ocho de las 195 naciones reconocidas por la ONU. Que ya es, hay que reconocerlo, una práctica en riesgo, cuya puesta en escena la llevan a cabo minorías, pequeños grupos los que aún bajo la sensible mirada de la UNESCO, les da razón para practicarlas pues no son de hoy ni de ayer. Son ancestrales, se pierden en la noche de los tiempos y en todo ello, la autora, cuyo perfil académico avala esta publicación, escribe con la mayor claridad posible, y esto se agradece, pues se trata de un posicionamiento intelectual de género, como esposa, como madre, que cultiva entre los suyos este misterio y lo explica a la luz de argumentos que no vienen de la casualidad o la improvisación. Ha sabido a lo largo de sus 134 páginas volcar reflexiones razonadas que provienen del largo y sereno análisis de la ciencia, la razón y la evidencia, estandartes con los que ha salido a la plaza para dar cara a la incertidumbre, la mentira y el equivocado uso de la palabra que en muchos es deliberado y con intenciones indeseables de exterminio. Ya no de acusación o sentencia, de exterminio. Edmundo O´Gorman, ese referente de los historiadores dijo del hombre y su circunstancia, en tanto ser humano: “El pasado nos constituye”.

Fernanda Haro Cabrera: Toros. Fundamentos y futuro de un rito ancestral. Córdoba, España, Editorial Almuzara, 2024. 134 p.

CDMX, 11 de junio de 2024.


[1] Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.

[2] Rechazo a los bisexuales, a la homosexualidad o a las personas bisexuales respectivamente.

[3] Fobia a las lesbianas.

[4] Odio a los transexuales.

[5] Fernando Savater: Tauroética. Madrid, Ediciones Turpial, S.A., 2011, 91 p. (Colección Mirador)., p. 18.

[6] Op. Cit., p 31.

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