Archivo mensual: diciembre 2014

LOS NÚMEROS DE 2014 EN APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS.

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un informe sobre el año 2014 de este blog.

Aquí hay un extracto:

La sala de conciertos de la Ópera de Sydney contiene 2.700 personas. Este blog ha sido visto cerca de 60.000 veces en 2014. Si fuera un concierto en el Sydney Opera House, se se necesitarían alrededor de 22 presentaciones con entradas agotadas para que todos lo vean.

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 AL MORBO, DISTANCIA DE POR MEDIO.

LA CRÓNICA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Me imagino la cantidad de tinta que habrá corrido luego de las incidencias del festejo de ayer domingo 28 de diciembre, y todo por darle un enfoque más tendiendo a lo escandaloso, o a lo morboso que a aquel otro, en donde se dieran a conocer opiniones de peso y valor relacionadas con aspectos más técnicos que estéticos, o de la razonada crítica que arrojó la ausencia de magisterio por parte de tres toreras que padecieron el pésimo trato de una empresa que supuestamente se habría mostrado generosa, y terminó luego de este caos poco peculiar dejando ver lo mal intencionada en su proceder.

   Al solo anuncio de un cartel como este, uno supondría que, por descontado, si no el lleno, sí al menos una buena entrada habría sido el balance por asistir a la plaza “México”. Pero no llegábamos a cinco mil los asistentes, lo cual sigue dejando mucho que desear en los propósitos de una empresa que no tiene el menor interés en impulsar un espectáculo al que faltan muchos apoyos, y uno de ellos, el publicitario falló rotundamente.

   El encierro, propiedad de D. Armando Guadiana Tijerina tuvo, en términos de presentación lo justo, y si me apuran varios de ellos mostraban rasgos “anovillados”. Sin embargo ha sido un encierro con el que “otros” ni siquiera darían la cara. Respecto a su juego, si bien el primero mostró una bravura seca, a la que estamos muy poco acostumbrados, y hasta terminaron despidiendo sus despojos entre incomprensibles chiflidos, los demás ya no defendieron la causa de la divisa. Incluso, cuarto y quinto saltaron al callejón y el sexto cargaba con una inmensa sosería. A pesar de tales dificultades, mi primer apreciación es que Karla de los Ángeles, independientemente de ser su primer actuación como “matadora de toros”, y fuera de los errores cometidos en varias partes de la lidia en el que abrió plaza, nos dejó ver una planta torera que, si la afina, habrá “Karla de los Ángeles” para rato. Lamentablemente estuvo cometiendo una serie de errores que consistieron en esa terca necesidad de los adornos (que no venían al caso) intentando hasta en tres ocasiones ese pase en redondo denominado la “Bernardina”, cuando apenas había conseguido sacarle unos espléndidos pases más por la derecha que por la izquierda. Justo cuando eso parecía convertirla en blanco de inminente cornada, y tras perfilarse, sobrevino el percance, precisamente en un instante en que al intentar “hacer la cruz”, no supo desasirse en el momento de la verdad, con lo que el primer susto se consumó para su desgracia. Volvió a la carga y aplicando buena parte del mismo procedimiento aunque con mejor resultado, tampoco dejó de proporcionarle el amargo sabor de la derrota, pues ya reducida en aquel primer encuentro, donde incluso llevaba ya la cornada, en este otro tuvo que resolver la papeleta justo en el momento en el que el toro se le arrancó, lo que para colmo se convirtió en el doloroso balance de una segunda herida más.

   Así las cosas, y aquello convertido en un “mano a mano” forzoso, tanto Hilda Tenorio como “Lupita” López seguían en el ruedo, seguramente dispuestas a todo. En los tres ejemplares que encaró Hilda Tenorio vimos a una torera en potencia, dispuesta ya a las grandes hazañas. Por desgracia con esos tres toros apenas nos dejó ver un pequeño muestrario de lances con el capote, pues hasta hubo intento de lancear por chicuelinas. Fue tal la forma de embestir de aquel su primer toro, que terminó despojándola de capote de buenas a primeras, con lo que toda intención se esfumó de inmediato. Un grave error fue permanecer impasible, lo mismo que “Lupita” López en el tercio de varas, pues ambas dejaron que las cuadrillas resolvieran la papeleta (salvo una efímera intervención de Hilda) por lo que esperar un quite fue inútil. Había condiciones naturales para que detonara algún enfrentamiento… nada. Quizá “el horno no estaba para bollos”. Un detalle más que espero vaya puliendo Hilda es que en ningún momento pasó por su cabeza el hecho de que estaba convertida en “Directora de lidia”, lo que originó ciertos pasajes de desorden que ocurrieron sí, seguramente porque también nadie se lo recordó.

   Hilda tuvo, ya muleta en mano muy afortunadas intervenciones, en que pudo mostrarnos su aplomo, el conocimiento de los terrenos, la lidia que debe aplicarse a toros como estos, de muy complicadas condiciones que no dieron para más, dada la reducida cuerda de los de “Guadiana”, toros a los que les pegaron con saña durante el primer tercio de la lidia, ante la absoluta indiferencia de un juez que debía detener aquel castigo alevoso y sancionarlo. Evidentemente la suerte de varas es muy importante, y para consumarla se necesita que el piquero la realice en forma virtuosa. Lo que estamos viendo en estos tiempos es un remedo de aquella suerte en que se deben apreciar muchos detalles, pero si el propósito es entre otras cosas, tapar la salida, barrenar y bombear la vara, se está ante un agravio a la suerte misma, de ahí que el público vea en el varilarguero a la figura no solo del “villano” sino de alguien que lo hace muy mal y debe ser expulsado cuanto antes del ruedo. ¿Cuántas ocasiones, ejecutándose la suerte como lo marcan los cánones, no han sido obligados muchos picadores de vara larga a destocarse del castoreño para consagrarles una ovación de largo aliento? Justo en eso estriba hacer las cosas en apego a lo que usos y costumbres establecen como situaciones correctas y apropiadas para que el balance del espectáculo sea mucho más interesante.

   Hilda tuvo con la espada notorios desaciertos, por lo que debe practicar no solo la suerte misma, sino la puntería. Los aceros que usó para culminar sus batallas quedaron en sitios no muy apropiados, y aunque el público se mostró generoso con ella, poco apreció la colocación de la espada. Tiene, en la persona de Teodoro Gómez a un buen consejero, a una buena “voz desde el callejón” por lo que debe seguir acumulando la experiencia hasta llegar al punto de conseguir resolver todas las dificultades más que con la ayuda de su conciencia.

   “Lupita” López tuvo al santo de espaldas, y aunque sus pinceladas nunca dejaron de darnos cierta idea de lo que pretendía, es cierto que la dominaban los nervios, y un permanente dudar en la postura, terminaron provocando que arqueara el cuerpo en demasía. Que hubo más de un susto, sí, pero ocasionado en buena medida por sus dudas, las que pueden venir de su escasa presencia en carteles durante 2014 (llegó a la plaza “México” con la impensable cantidad de tres festejos en su haber), lo cual orillaría a cualquier empresa a tomarse en serio su seria actitud y ponerla una tarde sí y otra también en cuantos carteles se armaran al respecto. Lo mismo, esto sería extensivo para Hilda, para Karla y otras tantas toreras que andan por ahí, ocultas y no porque quieran, sino porque pretenden ocultarlas intenciones de muy baja estofa, empujadas por la misoginia y el oscuro propósito de desplazar la presencia femenina en un espectáculo que, por muchos años ha detentado el género masculino. Ya sabemos las historias de marginalidad sufridas en carne propia con respecto al destino de Raquel Martínez, de Cristina Sánchez o Mari Paz Vega, esta última convencida y empeñada en saberse “matadora de toros” y defender a ultranza su parcela.

   Difícil tarde, en la que ciertas decisiones se consumaron para bien de unas, y mal de otros. Quisiera pensar que tanto Karla, como Hilda y “Lupita” tuvieron que aceptar tamaña responsabilidad, en un día casualmente inoportuno -28 de diciembre-, y en un cartel de esos de “o lo tomas o lo dejas”, que no faltó de tener su mala intención de fondo, sobre todo por el hecho de que son estas tardes, las de diciembre o enero de cada temporada cuando la empresa ofrece “carteles de oportunidad” y no combinaciones afortunadas. Es deseable que Hilda Tenorio, por ejemplo, por ser la mejor librada en todo esto, se le viera alternando con un Enrique Ponce al que piensan programar en breve, sabiendo que para el diestro valenciano se le garantizan las mejores condiciones. Por supuesto que el deseo aquí plasmado no llegará a materializarse. Sin embargo, estoy seguro que Hilda sería capaz de hazañas iguales o superiores que las prometidas en la que será mediática presentación del hispano, allá por febrero de 2015.

 29 de diciembre de 2015.

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (DÉCIMO PRIMERA).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (DÉCIMO PRIMERA).

 Ahora toca el turno, tanto al reglamento taurino puesto en vigor en 1895, como al de 1923 y posteriormente al de 1941.

El 8 de enero de 1895, el Ayuntamiento Constitucional de México expidió un nuevo Reglamento para corridas de toros, entre cuyos artículos relacionados con el ganado encontramos los siguientes:

 Art. 4. Habrá dos toros de reserva de la misma ganadería que se lidie; y si se corriesen de varias, la reserva será de la más acreditada.

            Se reputan como ganaderías acreditadas para los efectos de este artículo, las siguientes: Atenco, San Diego de los Padres, Santín, Cazadero, Parangueo, Guanamé, Cieneguilla y Venadero, Comalco, Guatimapé, Tepeyahualco y Piedras Negras.

Art. 13. Los toros que se destinen a la lidia deberán tener por lo menos cuatro años y medio de edad, y no exceder de seis, debiéndose hallar en perfecto estado de salud y carnes.

571_UN EJEMPLAR DE ATENCO

Ejemplar de la ganadería de Atenco (Ca. 1930). Col. del autor.

             Del 1º de octubre de 1923 es la siguiente propuesta reglamentaria que señala:

 SEGUNDA PARTE, CAPÍTULO I: TOROS DE LIDIA, art. 88: Los toros destinados a ser lidiados en las corridas de toros, deberán proceder de ganaderías registradas de cartel en Madrid (España) o en alguna de las plazas de toros de la Ciudad de México.

Art. 89.-La edad requerida para los toros de lidia, deberá estar comprendida entre los cuatro y los seis años; no deberán tener ni menos de cuatro ni más de seis, por ser esta la época de vida del toro en que alcanza su mayor poder, vigor y bravura.

Art. 90.-El peso mínimo de cada toro de los destinados a las corridas, será de QUINIENTOS KILOS, peso bruto, que equivalen a DOSCIENTOS CINCUENTA KILOS en canal.

            Anexo aparece una nota que llama mucho la atención:

 Los quinientos kilos, peso bruto, exigidos, y que equivalen a veintidós arrobas en canal, no es en rigor el peso que deba tener un toro de lidia, este peso para los toros en España está fijado en quinientos setenta y cinco kilos en bruto; pero aquí hay que ser indulgentes para las ganaderías mexicanas y en esta forma ayudarlas y alentarlas para su más rápido desarrollo.

Art. 91.-Los toros de lidia deberán reunir tres condiciones indispensables: BRAVURA, BUEN TRAPÍO Y NOVEDAD.

TORO DE PIEDRAS NEGRAS_EL RUEDO N° 176_06.11.1947_p. 17

Toro de Piedras Negras. La imagen apareció publicada en El Ruedo, N° 176, del 6 de noviembre de 1947, p. 17.

             Refiriéndose a “bravura, buen trapío y novedad” a lo que sigue:

Bravura, es el valor y voluntad que debe tener un toro para pelear y que se le supone al de casta que desciende de padres bravos. Buen trapío, es el conjunto de cualidades que hacen la buena presentación de un toro y son: que está bien criado, con el pelo luciente, espeso, sedoso, fino y limpio; las piernas enjutas y musculadas, las articulaciones pronunciadas y flexibles, la pezuña pequeña y redondeada; los cuernos proporcionados y bien colocados, finos y muy oscuros; la cola larga, espesa y suave; las orejas vellosas y movibles, y los ojos negros y muy vivos. La novedad en los toros, consiste en que no hayan sido lidiados con anterioridad.

            El 26 de marzo de 1941, bajo la rúbrica del Gral. Manuel Ávila Camacho, se presenta la siguiente etapa evolutiva de un reglamento taurino que, evidentemente se ocupa de la parte esencial del ganado de lidia.

            En el capítulo V: Del toro de lidia, y en su art. 53, consideran como de reconocido prestigio las siguientes ganaderías para el Distrito Federal:

 Atenco, San Diego de los Padres, Santín, Parangueo, Peñuelas (antes Venadero); Piedras Negras, Atlanga, Sinkehuel, Zotoluca, La Laguna, Ajuluapan, San Mateo, Coaxamalucan, Xajay, Zacatepec, Rancho Seco, La Punta, Quiriceo, Torrecilla, Ibarra, Torreón de Cañas, Dos Peñas, Heriberto Rodríguez, Carlos Cuevas y Juan Aguirre.

            El art. 64 nos indica: Las reses que se lidien en corridas de toros deberán reunir los siguientes requisitos:

 I.-Proceder de ganadería de cartel en México, Distrito Federal, o de vacada española o portuguesa de reconocido prestigio.

II.-Ser de primera clase.

III.-Haber cumplido cuatro años de edad y no pasar de los cinco y medio años, por ser ésta la época de su vida en que el animal alcanza sus mayores facultades para la lidia.

IV.-El peso requerido para los toros será de cuatrocientos veinticinco kilogramos en pie. Dicho peso se verificará en presencia del inspector auxiliar de la autoridad y de los médicos veterinarios y será practicado en una báscula fija de cajón (…).

PORRISTA DE SAN MATEO

“Porrista” de San Mateo, calificado en su momento como toro de “Bandera” y que lidió estupendamente Luis Castro “El Soldado”, la tarde del 5 de marzo de 1944

             Hasta aquí, con lo indicado en tres épocas diferentes, pero con un propósito en común: ir definiendo, desde el punto de vista estrictamente legal, la condición necesaria para que el toro o el novillo cumplieran el requisito que dejó de establecer una costumbre en armonía con el tiempo, para ser desplazado por otro, cuyo convencionalismo no siempre ha sido cubierto en su dimensión real. Las crónicas, fotografías y evidencias fílmicas de la primera mitad del siglo XX nos dejan admirar un “toro” que no guarda un standard en cuanto a presentación se refiere. Entre la multitud de ganaderías mexicanas jamás se ha dado un común denominador, sino que cada una ha proyectado un diferente prototipo que las caracteriza. Se cuestionó en este periodo la presencia de ciertas ganaderías, y el caso que más destaca es el de los famosos “toritos de plomo” de San Mateo. A propósito se preguntaba Cutberto Pérez “Tapabocas”, y en estos términos, allá por 1942:

¿En qué quedamos por fin…?

    Si el tamaño de los toros, que tanto pregonan, significara algo para ellos mismos, la placa que le colocaron a un diestro por la lidia de varios becerros, no tendría ningún motivo justo para estar en el «Toreo». Además:

   Los ganaderos triunfan por la bravura y buen estilo de sus reses, no por el tamaño ni el peso de éstas. El toro cómodo, joven, recortado de cabeza, gordo sin exceso, es el que da el triunfo a toreros y ganaderos.

   La placa en cuestión fue dedicada a Jesús Solórzano por inmortalizar entre otros a: GRANATILLO, TORTOLITO (de san Mateo), PICOSO (de la Laguna) toros que, a juicio de algunos periodistas, fueron chicos, sobre todo inclinándose esa opinión en Alfonso de Icaza quien, por apreciación de Cutberto Pérez descalificaba a los sanmateínos por chicos. De ahí que, Tapabocas recalcara con insistencia en lo siguiente:

    Hemos pregonado hasta el cansancio, que el tamaño de los toros, sin llegar a extremos, es lo de menos; la bravura es la que embiste y la corpulencia es la que da las cornadas ayudada por aquélla; nosotros no estamos por una fiesta de toros salpicada de tragedias; estamos por una de las artes de más excelsa grandiosidad y belleza. Creemos sinceramente que el público estará con nosotros.

   El artículo del señor Cutberto Pérez nos muestra una realidad muy particular de la fiesta, en la que ya participa directamente Antonio Llaguno. Fue especialmente Alfonso de Icaza quien llamó a los toros de san Mateo «toritos de plomo» no sabemos si en franca calificación despectiva o peyorativa, «toritos» que, para «Ojo» (seudónimo de Icaza) cumplían el mínimo indispensable para ser aceptados en la más importante de las plazas del país: el «Toreo» de la colonia Condesa. Puede verse con estos dos periodistas el choque de ideas entre lo conservador y la modernidad. Ambas están reñidas en un constante intercambio de planteamientos; pero de ataques también. Antonio Llaguno bien pudo haberse convertido en espectador pasivo de todas aquellas pugnas y continuar, en tanto, con su labor como criador de reses bravas. Su mira estaba bien dirigida, no había motivo para desviarla.

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (DÉCIMA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (DÉCIMA PARTE).

    Todo lo anterior es el panorama de lo que era en sí la cuestión técnica de la fiesta y cómo la valoraban actores y públicos en ese entonces. Pero es necesario regresar a los reglamentos que fueron fijando las normas para el mejor cumplimiento y desarrollo del espectáculo, tanto en la ciudad de México como en aquellos estados de la república donde se han mantenido, para gozo y felicidad las corridas de toros.

   El 28 de febrero de 1887, apenas ocho días después de que se reanudaron las corridas en el Distrito Federal, el Gobierno del Distrito, puso a disposición algunas “prevenciones, entretanto se expide el reglamento especial para las corridas de toros…”

   Casualmente la redacción del documento es harto semejante con la que el propio Ayuntamiento de la ciudad dispuso en noviembre de 1851, por lo que puedo concluir:

Que no teniendo -las autoridades- otro documento a la mano, y en virtud de los muchos años que pasaron mientras el espectáculo no estuvo regido por unas directrices legales apropiadas, en 1887 se tomó el criterio de 1851, así que mediaban 36 años desde que se pretendió aplicar un reglamento que viniera a sustituir al de 1822, aunque no se llegara a ningún resultado concreto; mismo que se alcanzó, en su calidad de “prevenciones”, hasta 1887. Veamos algunas de aquellas disposiciones:

 VII. En el tiempo destinado a la pica, para banderillear o matar al toro, no se hará otra cosa diversa y la infracción de esto se castigará por el que presida el espectáculo con una multa discrecional.

 XVII. Por ningún motivo se permitirá jugar novillos en lugar de toros. La infracción de este artículo se castigará con una multa de 10 a 100 pesos.

    Estas son dos de las fracciones (de las XX que contiene el documento que autorizó Nicolás Islas y Bustamante) y cuyo contenido es idéntico a las que refiere el proyecto manuscrito de 1851.

   Sin embargo, la posibilidad de redacción para un reglamento taurino, como se manifestó en febrero de 1887, no fue posible sino hasta el año de 1895 en que se presentó un amplio documento, el cual constituye en sí mismo, un novedoso esfuerzo de avance para encauzar toda la infraestructura de las corridas de toros.

   Pero no puede seguir esta apreciación si no nos detenemos a comprender el acontecimiento del domingo 8 de enero de 1888 ocurrido en la plaza “Colón”. Se lidiaron aquella ocasión toros españoles, tres de D. Pablo Benjumea y tres del Excmo. Marqués del Saltillo. Todos, estoqueados por Luis Mazzantini.

   Y la prensa del momento decía: «(en) Cuanto a la dirección de la plaza, ahora sí podemos decir que hemos visto una corrida de toros. ¡La primera que ha habido en nuestros redondeles! Nada de carreras, nada de desórdenes y desmanes, todo a su tiempo, cada uno en su puesto, los toros perfectamente lidiados, en fin. Lo repetimos, esta es la primera corrida que hemos visto; todo lo demás han sido herraderos intolerables. ¿Sería porque la gente quiso obedecerlo hoy más que en otras ocasiones? La razón no la sabemos, pero ya los aficionados pudieron apreciar lo que va de torear a hacer monerías y la diferencia que hay entre un herradero y una corrida de toros.».

   Entre 1867 y 1887, esos veinte años no significaron ninguna pérdida, puesto que la provincia fue el recipiente o el crisol que fue forjando ese toreo, el cual habría de enfrentarse en el 87´ con la nueva época impuesta por los españoles, quienes llegaron dispuestos al plan de reconquista (no desde un punto de vista violento, más bien propuesto por la razón).

CÉLEBRE CUADRILLA_L. MAZZANTINI_Ca. 1887

Célebre cuadrilla de D. Luis Mazzantini (sello en relieve: Propiedad de Ybañez e Hijo). Luis REcatero “Recaterillo”, Francisco Diego “Corito”, Manuel Pérez “Sastre”. M. Martínez “Agujetas”, Tomás Mazzantini, José Bayard “Badila”, M. Rodríguez “Cantares”, Ramón López, R. Puertas “Montañes”, Victoriano REcatero “Regaterín”, Valentín Martín, Luis Mazzantini, Gabriel López “Mateíto”, José Galea. (Ca. 1887). Al parecer este retrato colectivo se realizó en la ciudad de Orizaba, Veracruz. Disponible en internet, diciembre 28, 2014 en: http://www.bibliotoro.com/index.php

    De ahí que el toreo como autenticidad nacional basada en aquellas cosas ya vistas, es desplazado definitivamente concediendo el terreno al concepto español que ganó adeptos en la prensa, por el público que dejó de ser público en la plaza para convertirse en aficionado, adoctrinado y con las ideas que bien podían congeniar con opiniones formales de españoles habituados al toreo de avanzada.

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (NOVENA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (NOVENA PARTE).

    Otros fueron los intentos de prohibición ocasionados por remedos de toros, como los de Nopalapan cuando el 1° de diciembre de 1889 en la plaza “Paseo” y en ocasión del beneficio de Manuel Hermosilla, el desorden irrumpió desquiciando al público asistente, indignado de tal espectáculo y poniendo las cosas al rojo vivo.

   Recién llegado a México el torero sevillano José Machío «competidor de Lagartijo y de Frascuelo» se presenta en el Huisachal. Un año después hará lo mismo en Tlalnepantla. Los toros, que fueron de Atenco apenas cumplieron y el diestro estoqueó bien a su primero, solo estuvo mediano con los otros llegando a dejar vivo al cuarto porque se defendió humillando y alargando el cuello al entrar á la suerte».

   Dejó aquí una primera evidencia de la presencia española en México, en la ya plena decrepitud de Bernardo Gaviño.

   Esto es apenas un vistazo a la actividad taurómaca en las cercanías de la capital del país, durante el receso obligado de casi 20 años. Pero, inquieta saber qué pasaba en el resto del país, cuáles maneras de torear se practicaban y por quién; así como la forma de entender la aceptación o rechazo que tuvo todo aquel contexto de la fiesta y como fue sublevándose cada vez más, hasta considerarse una auténtica muestra del nacionalismo taurino.

   Entonces, diestros como Lino Zamora, Ignacio Gadea, Pedro Nolasco Acosta, José de la Luz Gavidia, José María Hernández «El Toluqueño», Jesús Villegas «El Catrín», y muchos más, desarrollan un toreo provinciano, que parece gozar de una evocación propia de las descripciones románticas.

   Para contar con precisión en las apreciaciones de aquel toreo, el juicio del Dr. Cuesta Baquero es importante, pues es quien vive de cerca esa época. Nace en 1864, en 1885 -cuando publica sus primeras visiones taurómacas-, el espectáculo proyecta aquella intensidad solo afectada a raíz de los cambios de 1887 en adelante.

CARLOS CUESTA BAQUERO_HISTORIA DE... VOL. I

He aquí la carátula de la obra del Dr. Carlos Cuesta Baquero: Historia de la tauromaquia en el Distrito Federal (1885-1905), proyecto editorial ambicioso de suyo, que lamentablemente no pudo concluir. Véase: http://www.bibliotoro.com/index.php (Biblioteca “Salvador García Bolio”). Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”. Morelia, Michoacán.

    Él mismo se encarga de advertirnos que

 La anterior generación, nuestros padres, no iban á las corridas para examinar de estética y geometría, sino tan solo para admirar y entusiasmarse con lo que juzgaban valentía y destreza.

   Tan generalizada, y con tal convicción, estaba la idea de que para saber de toros era necesario ser caballista que por no serlo los toreros españoles se les dirigieron cuchufletas, y por no saber charrear, como lo sabían la mayoría de los matadores aborígenes, se creyó que eran incapaces de torear y que a los primeros intentos serían víctimas de las reses.

   Y es que francamente el espectáculo refugiado en provincia era algo, que a nuestros ojos resulta de lo más extraño, pero que en la época así se manifestaba, ya que dentro de su desarrollo se intercalaban en la corrida misma, después del segundo y tercer toro, por ejemplo, un jaripeo con yeguas salvajes. Entre aquellos que dominaban tal suerte se encontraba Manuel González Aragón, diestrísimo enlazador, así como los imprescindibles Nolasco Acosta, Ignacio Gadea y Ponciano Díaz.

   Ahora bien, si en España el toreo se sucedía como espectáculo sin trabas de ninguna especie, en él todavía se manifestaban factores que pueden tener parecidos con el tipo de fiestas desarrolladas en México. Si las corridas mixtas se realizaban en España, en nuestro país había mojigangas y castillos de cohetes; así como otra cantidad de ingredientes diversos. Bajo ese entorno no se podía dar un síntoma de opinión que originara estudios o crítica hacia algo que sí encontrará distinta condición de 1887 en adelante.

CARLOS CUESTA BAQUERO_HISTORIA DE... VOL. II

Poco tiempo después, saldría “publicado” un segundo volumen de aquella seductora idea de Roque Solares Tacubac. Helo aquí. Lamentablemente, una circunstancia que le molestó cuando fue a visitar la imprenta donde se editaba tal volumen, provocó en él tal molestia que terminó retirando la obra, cuando apenas estaban formados tres libros, de los cuales sólo se contaba con la mitad del trabajo ya impreso, de ahí que, con el paso de los años, se convirtiera en una rara pieza bibliográfica. Véase: http://www.bibliotoro.com/index.php (Biblioteca “Salvador García Bolio”). Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”. Morelia, Michoacán.

    En su gran mayoría quienes participaban eran lidiadores de campo, vaqueros de gran agilidad corporal y temeridad pero sin una escuela o un estudio que avalara sus quehaceres cotidianos. De lo que sí era un hecho, es la forma en que aquellos toreros asimilaron mucho de lo expresado por Gaviño, imitaron lo que le veían hacer.

 y los otros lidiadores mexicanos que después han estado en los ruedos (hasta 1884), fueron en gran mayoría, porque solo Jesús Villegas hizo la excepción; discípulo del torero de Puerto Real.

    La fuente que ahora me apoya, explica otros fundamentos como son los de la creación de una escuela mexicana del toreo -en cuanto si la hubo o no-. Para dicha «institución» no cabe a Gaviño el papel de fundador, sino que se atribuye a los toreros mexicanos de antes y después de Bernardo, o contemporáneos a él.

 Porque Gaviño al ser maestro no podía enseñar sino lo que había aprendido, el toreo español; que no perdía la nacionalidad porque fuera practicado por mexicanos.

    Y en su momento se indicó que los públicos asistentes al espectáculo no gozaban de educación taurina, por lo que una apreciación vertida por ellos, o era falta de elogio, de censura o de rigor. Pero se resalta que de 1885 en adelante, básicamente en la plaza El Huisachal y entre los concurrentes al departamento de sombra había un grupo de aficionados que evolucionaban, que ya tenían nociones de lo que era el toreo moderno. Sin embargo la reacción singular a todo esto surgirá en 1887.

   Debió manifestarse por entonces un propósito de desvinculación, que pondría fin al largo ciclo de la influencia de Gaviño, y

 Para destronar a la sexagenaria escuela en que se había formado la afición, para destruir los ideales y preocupaciones que había creado, la nueva tenía necesidad absoluta de dos factores: el tiempo, porque la evolución no es repentina, y apóstoles teóricos y prácticos, para que los primeros por medio de la Prensa, en las reseñas predicaran y difundieran la doctrina y los segundos practicándola en los ruedos demostrarán que no era ensueño, que no era quimera.

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (OCTAVA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (OCTAVA PARTE).

    Por si faltara un panorama sobre las condiciones que prevalecieron mientras la ciudad de México estuvo limitada a las corridas de toros, entre 1867 y 1886, ofrezco los siguientes apuntes retrospectivos.

   Escasa es la literatura del género que puede darnos idea sobre el acontecer taurino en México de 1868 a 1886. Pocos libros apenas si recogen cualquier información vertida en las publicaciones periódicas de la época y sólo uno de ellos, el del Dr. Carlos Cuesta Baquero,[1] hoy de muy difícil acceso, nos narra con lujo de detalle la fiesta que entonces se desarrollaba. No es fácil ajustarme a una interpretación, pero sentir que se cuenta con un sustento, me permite hacerle frente a la empresa.

EL MONITOR REPUBLICANO_21.12.1883_p. 4

Imagen proveniente de: http://www.hndm.unam.mx/#

    Inmediatamente después de puesta en vigor la «Ley de Dotación de Fondos Municipales» de la que se ha hecho referencia, un grupo de aficionados intentó con una labor de convencimiento  no prescindir de su diversión predilecta. Sus esfuerzos fueron inútiles, pues no consiguieron respuesta alguna, aunque si bien el decreto ya imperaba para el Distrito Federal -como fue su objetivo- lograron por otro lado, se derogara lo que ya el Estado de México, en auténtica condescendencia aplicaba en sus dominios. La lucha continuó, incluso por varios años, pero no hubo más remedio que  demoler la plaza de toros del Paseo Nuevo, labor iniciada el 14 de julio de 1873 y concluida el 15 de octubre del mismo año. Para ello apunta Cuesta Baquero:

 El ayuntamiento de Toluca por imitación y por complacencia para con el inmortal Juárez prohijó al 87 (artículo de la Ley de Dotación de Fondos Municipales), pero después cediendo á las instancias de los aficionados lo derogó y dio permiso para la construcción de la plaza de toros de Tlalnepantla y Cuautitlán, dando por razón de la condescendencia el que era necesario proteger á la Empresa ferroviaria que construía el ferrocarril del Distrito Federal á los citados pueblos de el Estado de México.

   Debido a todo lo anterior, el estreno de la plaza de toros en Tlalnepantla ocurrió el 26 de abril de 1874, a un año de la inauguración del ferrocarril (5 de mayo de 1873). Toluca por entonces tiene a su cargo los poderes del estado, de ahí que Tlalnepantla, Cuautitlán y otros catorce distritos estuviesen bajo su administración y jurisdicción.

    Quiere decir esto que los aficionados capitalinos volverían a la plaza 6 años después de aplicada la prohibición y en otra entidad que no es el Distrito Federal. En cuanto a la de Cuautitlán, por los mismos años debió levantarse hasta quedar desplazadas ambas, luego de que la de El Huisachal –más cerca de la capital del país-, abría sus puertas el 1 de mayo de 1881.

   El 20 de diciembre de 1885, es destruida esta plaza, provocado el asunto por una crecida bronca. Fue entonces cuando se pensó en explotar Tlalnepantla y Cuautitlán de nueva cuenta. Por eso, a partir del 14 de febrero de 1886, y en Tlalnepantla las corridas de toros siguieron celebrándose con sobrada exaltación, misma que esa tarde ocasionó tumultos y hasta homicidios de dos personas cuyo intento desbocado por entrar a una plaza abarrotada movió a la gendarmería a cortar cartucho de modo inmoderado, «matando á los dos irreflexivos que con la vida pagaron su impetuosidad».

   «Juvenal» no dejó escapar la ocasión y apuntó en El Monitor Republicano

 aquella frase «que se entiende por toros», (es un) estribillo con que daba á comprender Chávarri (Juvenal), que las corridas de toros eran la diversión por excelencia escandalosa, sanguinaria y apropiada para traer entre los pies el principio de autoridad.

    Es de hacerse notar un interesante debate que muestra tendencias apoyadas por fundamentos como el de la modernidad vs. tradición; o el de la civilización vs. barbarie luego de que se hacen más notorias las líneas de trazo asumidas tras el separatismo de las dos Españas; y que durante el porfiriato alcanzan estaturas diversas.

   En ese sentido la iglesia continuaba perdiendo fuerza y terreno y ya lo dice José C. Valadés:

 Postrada está (…), en el último tercio del siglo XIX, la cultura religiosa en México, no tanto a causa de las confiscaciones de los bienes de la iglesia, cuanto al afán de los dignatarios católicos de gastar los días y los años en acercarse no a su grey sino al gobierno civil.

    Con esto notamos que el ambiente para el espectáculo taurino como tradición durante el tiempo de la prohibición impuesta en el Distrito Federal se vea fortalecido en provincia primero, eliminando la disposición que ciertos gobernadores impusieron en sus estados; segundo, llegando al extremos de la provocación cuando en el estado de México se inauguraron varias plazas y sin empacho de ninguna especie para con la severa aplicación vigente en la capital del país.

   Ello permitió que la modernidad y la tradición se enfrentaran dando a su vez resultado igualmente la confrontación civilización-barbarie luego de que entre otras cosas la iglesia afrontaba una época crítica provocada por la violenta ruptura de relaciones civiles y religiosas. Ello altera severamente el panorama de una iglesia que se ve restringida a participar pues el calendario de actividades rigurosamente católica se ve afectado por el complemento de las funciones profanas, como las corridas de toros.

LA PATRIA ILUSTRADA_17.11.1884_p. 2

La Patria Ilustrada, del 17 de noviembre de 1884, p. 2.

    Tras resolverse en la ciudad de México el problema de corridas suspendidas en 1887, tres años después vuelve a suceder un caso similar, solo que con matices de lo violento, tras estallar una bronca en la plaza «Colón» al intentarse lidiar unos pésimos toros de Cieneguillas que encresparon a la afición, esta optó por destruir la plaza. Ello ocurrió el 2 de noviembre y como entre los hechos fue agredido un gendarme, el gobernador del Distrito Federal, José Cevallos de inmediato prohibió las fiestas que tuvieron nuevo retorno el 20 de mayo de 1894.


[1] Carlos Cuesta Baquero (seud. Roque Solares Tacubac): Historia de la Tauromaquia en el Distrito Federal desde 1885 hasta 1905. México, Tipografía José del Rivero, sucesor y Andrés Botas editor, respectivamente. Tomos I y II.

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LAS NUESTRAS. TAUROMAQUIA MEXICANA CON TOQUE FEMENINO.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 LAS NUESTRAS. TAUROMAQUIA MEXICANA CON TOQUE FEMENINO. (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días).

    Hace años, Marcial Fernández y este servidor elaboramos “al alimón” un libro denominado Los Nuestros. Toreros de México desde la conquista hasta el siglo XXI. México, Ficticia, 2002. 215 p. Ils., retrs., fots., y presentado en el Palacio de las Bellas Artes –sala Manuel M. Ponce-, el 11 de noviembre de 2002-, con los comentarios de los escritores Rafael Ramírez Heredia y Francisco Prieto. Fue una grata experiencia que dejó, como en todo, los buenos y malos sabores de boca, sobre todo porque no faltó quien nos comentara que ese libro había sido el de “Los nuestros” y no el de todos aquellos otros toreros que pasaron a formar parte del imaginario popular. La selección, rigurosa por cierto, generaba un cúmulo de otros tantos matadores de toros, los que fueron ídolos durante los siglos XIX y XX fundamentalmente en México, para lo cual se realizó un interesante perfil para cada uno de ellos, con lo que al final se tuvo un resultado harto interesante.

019_2002

    Luego de esa aventura literaria, y al paso de los meses, me quedaba una extraña sensación de que en cuanto al género femenino quedaba un pendiente por resolver. De ese modo, tuve a bien trabajar e investigar, hasta el punto de tener ahora mismo, y listo para imprenta el siguiente trabajo:

LAS NUESTRAS_PORTADA

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO Y OTRAS NOTAS DE NUESTROS DÍAS Nº 28: LAS NUESTRAS. TAUROMAQUIA MEXICANA CON TOQUE FEMENINO. (Desde los siglos virreinales y hasta nuestros días). 352 p. Ils., retrs., fots., facs. El cuerpo del mismo se integra de los siguientes temas:

 ÍNDICE

 PRÓLOGO DE MARY CARMEN CHÁVEZ RIVADENEYRA.

JUSTIFICACIÓN

1.-INTRODUCCIÓN, ESTUDIO Y REPRODUCCIÓN FACSIMILAR A LAS FIESTAS DE TOROS, JUEGO DE CAÑAS, y alcancías, que celebró la Nobilísima Ciudad de México, a veinte y siete de Noviembre de este Año de 1640 EN CELEBRACIÓN DE LA venida a este Reino, el Excelentísimo Señor Don Diego López Pacheco, Marques de Villena, Duque de Escalona, Virrey y Capitán General de esta Nueva España, &c. Por Doña María de Estrada / Medinilla.

2.-SOR JUANA EN LOS TOROS: INTELIGENCIA Y BELLEZA JUNTAS.

3.-EL CASO DE ANA MARÍA DE GUADALUPE Y NAVA CASTAÑEDA, TORERA HACIA 1725.

4.-“LUPE LA TORERA” METIDA EN AMORES CON SANTA ANNA Y CON BERNARDO GAVIÑO, NO ES OTRA QUE GUADALUPE LUNA, HIJA DEL “TORERO LUNA”.

5.-DATOS ACERCA DE UN ÓLEO CON MOTIVO TAURINO, PINTADO EN MÉXICO HACIA 1860.

6.-EN EL “BUSCAPIÉ”: UN ATAQUE SEVERO A DOS MUJERES TORERAS QUE ACTUARON EN MÉXICO EN 1865.

7.-INUSITADO ENCUENTRO CON IGNACIA RUIZ: TORERA Y ATRACANTE.

8.-LOS TOREROS… HEMBRAS.

9.-UNA MISMA MUJER: DOS SUERTES DISTINTAS.

10.-JUANA BERMEJO, IGNACIA FERNÁNDEZ O SOLEDAD GUERRA, LAS TRES CON EL SOBRENOMBRE DE “LA GUERRITA”, PERO SÓLO UNA ESTUVO EN MÉXICO.

11.-MARÍA AGUIRRE “LA CHARRITA” MEXICANA, FUE EN EL SIGLO XIX UN “GARBANZO DE A LIBRA”.

12.-EN LOS TOROS, LA MUJER SE INSCRIBE SEGURA PARA PROPORCIONAR LO MEJOR DE SU EXPRESIÓN.

13.-JOSEFINA VICENS: DETRÁS DE LA NOVELISTA, UNA GRAN AFICIONADA A LOS TOROS.

14.-LA POESÍA TAURINA ESCRITA POR Y PARA MUJERES MEXICANAS.

15.-TODO MEXICO HABLA DE ELLA. EVOCACION ESPECIAL A CRISTINA SÁNCHEZ DE PROFESIÓN: «TORERO».

16.-¡NOVILLEROS!: ¿YA SE FIJARON?

17.-RAQUEL SÁNCHEZ, MARBELLA ROMERO e HILDA TENORIO: EL CARTEL DE LAS PRIMERAS TORERAS DEL SIGLO XXI EN LA PLAZA “MÉXICO”.

18.-EL REGRESO A LOS ORÍGENES MITOLÓGICOS DEL TOREO. (¡QUÉ BIEN TOREÓ ELIZABETH MORENO!).

19.-LA PLAZA “MÉXICO” TOMADA POR LAS MUJERES.

20.-UNAS PALABRAS PARA EL ROBO CALIFICADO DE LUCÍA RIVADENEYRA.

21.-EN 1840 Y 2007, DOS VISIONES SOBRE EL TOREO DE FRANCES ESKIRNE Y FUMIKO NOBUOKA, DOS MUJERES SENSIBLES.

22.-NUEVA DOCTORA EN TAUROMAQUIA: MARBELLA ROMERO. CRÓNICAS.

23.-PREGUNTA A UNA PINTORA. (ROSANA FAUTSCH FERNÁNDEZ).

24.-OTRA VEZ ESE MISTERIOSO ENCANTAMIENTO…

25.-CARTEL CON SELLO DE MUJER.

26.-¿UN MANO A MANO HISTÓRICO? QUE NOS DICE LA HISTORIA…

27.-DESPUÉS DE TODO… EVANESCENCIAS ENSOÑADORAS.

28.-APUNTES A UNA TESIS PRESENTADA POR NATALIA RADETICH FILINICH: “FILOSOFÍA Y SACRIFICIO: UNA EXPLORACIÓN EN TORNO AL SACRIFICIO TAURÓMACO”.

29.-HILDA TENORIO: MATADORA DE TOROS.

30.-PANORAMA DEL GÉNERO FEMENINO EN EL ESPACIO TAURINO.

 NOTAS FINALES.

 APÉNDICES

 -EL PRIMERO: DE LA CASA A LA PLAZA: LAS “SEÑORITAS TORERAS” EN MÉXICO DURANTE EL PORFIRIATO. EL CASO DE LA CIUDAD DE AGUASCALIENTES”, POR: VICENTE A. ESPARZA JIMÉNEZ.

-EL SEGUNDO: ENTRE LA MORAL SOCIAL Y LA FIESTA TAURINA. BREVES NOTAS SOBRE LAS CORRIDAS DE TOROS EN MORELIA 1888-1911. POR: JUANA MARTÍNEZ VILLA.

-EL TERCERO: HOMBRE, BESTIA Y SENTIR, POR ISABEL GALVÁN ROCHA.

 BIBLIOGRAFÍA

    Hoy que el tema se exalta gracias al hecho de que alternan tres toreras en la plaza de toros “México”…

CARTEL_P. de T. MÉXICO_28.12.2014

 …parece más que apropiado proponer, a todos aquellos editores interesados en temas como el que aquí se pone a la consideración, en espera de que su interés se materialice en la publicación del presente libro, listo para su edición, y que ofrece convertirse en toda una aportación al respecto.

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EDITORIAL.

EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

¿ES HORA DE QUE RAFAEL HERRERÍAS DEJE LA EMPRESA DE LA PLAZA “MÉXICO”?

    Reflexioné durante varios días la elaboración de estas notas, debido al trasfondo que todos los planteamientos por desarrollar significan no sólo para la fiesta. También para este servidor, pues ello supondría arriesgar diversos escenarios que irían desde un ciberataque a esta plataforma digital hasta el de las amenazas, directas o indirectas, por lo que temo por mi vida. Y es que proponer que un empresario taurino como Rafael Herrerías debe irse, significa pedirle que lo haga en aras de dejar los destinos de este espectáculo público en mejores manos, con intenciones y propuestas de depuración y mejora, pues ha llevado a tal punto de depauperación la imagen de una organización y administración con pretensiones no de impulsar, sino de minimizar y devaluar temporadas cuyos balances no han sido del todo satisfactorios, en poco más de 20 años al frente de dicha empresa comercial.

   Luego de aquel otro periodo liderado por Alfonso Gaona, con actividad intermitente en los últimos años de su presencia al frente de la empresa, y donde también, como en todo hubo más cosas malas que buenas, era conveniente la renovación. Un largo tramo de tiempo en que estuvo cerrada la plaza, daba condiciones para que se recuperara su administración, de ahí que el gobierno del Distrito Federal dispusiera alentar una “Comisión Taurina” y crear, en paralelo un patronato, mismo que en fecha emblemática como la del 5 de febrero de 1989 significó recuperar la plaza como un espacio por entonces desperdiciado. Para el 28 de mayo siguiente apunta Jaime Rojas Palacios:

 (…) se anunció la corrida de reinauguración con “Manolo” Martínez, David Silveti y Miguel Espinosa con toros de Tequisquiapan, fungiendo como empresa el citado Patronato, integrado principalmente por Jesús Arroyo, José Huerta y Eduardo Azcué (…)[1]

    Para junio de 1990, ante un cúmulo de errores y desaciertos del Patronato de marras, vino la sucesión, misma que se desarrolló tras resolver el conflicto legal habido entre Alfonso Gaona y los propietarios de la plaza, desistiéndose aquel de la demanda impuesta en contra de estos, de tal forma que la empresa Cosve, S.A.:

 (…)celebra un contrato con Televisa [ya desde entonces Televisa, N. del A.], para que bajo su patrocinio, la empresa Alfaga, S.A. de C.V. maneje la plaza México por varios años (cinco años fijos y cinco opcionales). ¿Qué quiere decir Alfaga? Las malas lenguas dicen que: “Al Fuego Alfonso Gaona”, pero váyase a saber…![2]

    Y nuestro autor de referencia recuerda que

    Al no satisfacer a Televisa los resultados financieros obtenidos por la administración de Francisco “Curro” Leal [quien fue en aquellos años el empresario por parte de Alfaga, S.A. de C.V., N. del A.], éste es dado de baja como gerente de Alfaga. Lo sustituyo el MVZ Rafael Herrerías Olea, quien entra en calidad de socio –no de empleado (así lo dio a conocer en su comida de presentación)- a manejar la México, aunque siempre bajo la férula de Televisa, presidida por el señor Miguel Alemán Magnani y como asesor, el siempre mandón de la Fiesta, “Manolo” Martínez.

   El debut del flamante empresario tuvo lugar el 23 de mayo de 1993, día en que inaugura su primera temporada de novilladas, con Federico Pizarro, Alfredo Becerra “El Conde” (a ver si ya encuentra un apellido que le acomode), y Juan Pablo Llaguno con reses de Javier Garfias.[3]

    Frente a ese estado de cosas, la acumulación de buenos resultados parece escasa, sobre todo por el hecho de que en esas dos décadas sólo se ha consolidado una “figura” –que no nuevo “mandón”- en la persona de Eulalio López “El Zotoluco”, quien recientemente se encerró con seis ejemplares de diversas procedencias. La impronta de aquel acontecimiento no fue capaz de dejar “recuerdos imborrables”.

   Lamentablemente debe mencionarse el cúmulo de circunstancias que han causado el deterioro que aquí se enfatiza, y una de ellas, pero la fundamental es que el ganado adquirido y lidiado, tanto en novilladas como en corridas de toros, ha guardado una significativa distancia entre lo que los “usos y costumbres”, junto con los criterios del reglamento taurino en vigor, y la respetable opinión de los aficionados podrían decir sobre la materia prima, la cual en casos aislados cumplió y ha cumplido con los requisitos, pero ha sido un común denominador que en la realidad no se corresponda una cosa con otra, de ahí que ese represente la principal caja de resonancia para producir desconfianza, pues de todo ello también se desprenden factores como el sometimiento que la empresa tendría sobre las “autoridades”, a quienes materialmente ha convertido en sus “empleados”, al punto de que quienes son propuestos y avalados desde la figura delegacional, con reglamento taurino de por medio, no signifique ningún riesgo para la empresa misma, que consuma sus propósitos de imponer, a base de caprichos (posiblemente también de amenazas), un ganado que finalmente termina siendo lidiado.

   Para colmo, y desde aquel escandaloso caso de los “toros” de Julián Handam, la publicidad fotográfica de los mismos en la prensa, materialmente desapareció, de ahí que la desconfianza sea mayor, ya que con esa limitante, los aficionados no tenemos forma de comprobar si el ganado a lidiarse visualmente tiene o no la presencia que supondría consumar nuestra decisión de pagar en taquilla por un “producto” que da certeza, para no vernos sometidos al lamentable punto de que “nos den gato por liebre…” o “paguemos kilos de a 800 gramos”.

   Lo anterior ha llevado al empresario a cerrar los tendidos generales cuando se celebran novilladas, ante las bajos, muy bajas entradas, ante las cuales no existe la aplicación de métodos solventes de aliento para que los aficionados se acerquen a la plaza. Entre otros: fijar precios más económicos en las entradas, retirar a los “cadeneros”…, crear campañas publicitarias lo suficientemente sólidas para que aficionados y aficionadas de toda la vida y otros en formación, tengan oportunidad de acudir no una, varias veces a distintos festejos, así como los niños.

   Cuando crece la sospecha, y es más que visible la mentirosa presencia de novillos o toros en el ruedo, hay dos caminos: rechazar un encierro o enviar a “examen post morten” los restos de aquellos ejemplares que crean la incómoda situación. Hasta hoy, no queda claro cómo en medio de diversas negativas, no se haya instaurado (y peor aún que no funcione) un laboratorio “ad hoc” en la propia plaza de toros, o que tales muestras no sean enviadas, por ejemplo a la Facultad de Medicina Veterinaria de la U.N.A.M. para contar con elementos científicos confiables. Pero ninguna de las dos instancias han prosperado como sería de esperarse.

   Por esta razón fundamental, el aficionado se está alejando de la plaza, por lo que el espacio ha venido mostrando de muchos años para acá una dolorosa imagen de abandono, tristeza y desconfianza, misma que la empresa ha pretendido “borrar” justo cuando fechas como la del 5 de febrero se convierten en “tablita de salvación”. Pero aun así, la plaza lleva muchos años de no registrar un lleno absoluto, como aquellos de “No hay billetes”: la reaparición de “Manolo” Martínez, o la consagración de Pedro Gutiérrez Moya “El Niño de la Capea” con SAMURAI. También aquellas tardes, en 1982 y 1983, cuando actuaron Valente Arellano, “Manolo” Mejía y Ernesto Belmont. Como ven… “ya llovió…”

   El registro de bajas entradas a lo largo de muchas temporadas pondría a temblar a muchos empresarios que, por valientes o defensores de la fiesta no podrían con tremenda carga fiscal. Es curioso, pero sólo administradores como Rafael Herrerías han podido dar cara a semejante motivo de quiebra; no una, muchas veces. Para ello es de sentido común observar que el apoyo financiero no podría venir de otra empresa que no sea “Televisa”, misma que estaría encargándose de corregir una y otra vez pérdidas tan notorias.

   El deshonroso papel que ha jugado la autoridad en su conjunto en los más recientes festejos refleja otro más de los componentes de la autorregulación, y donde la autoridad misma, representada por la Delegación política “Benito Juárez”, en teoría apoyada a su vez por la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, simplemente se ha convertido en objeto de decoración, pero también para hacer fluir una supuesta legalidad, que al final se traduce en aprobación de encierros “bajo sospecha”, concesión de apéndices sin criterio y a destajo, otorgamiento de indultos bajo presión, sin aplicar criterios apropiados a semejante gracia, pero sí dando pie a fomentar el relajamiento en un caso histórico cuyos registros hoy día son abundantes, y cuya legitimidad se pone en duda.

   Esta empresa, pudiendo haber construido o impulsado figuras, no aplicó uno de los pocos métodos afortunados que puso en práctica Alfonso Gaona. Si mal no recuerdo, hay dos casos evidentes: Rafael Rodríguez y “Manolo” Martínez, a quienes repitió ininterrumpidamente hasta en casi diez ocasiones durante una temporada. Estuvieran bien o mal, cumplieran o no con la papeleta, el hecho es que al quedar programados para el siguiente domingo, suponía crear la expectación de rigor, así como garantizar llenos, cosas que ocurrieron en beneficio de la empresa, y de la fiesta también.

   Lamentablemente, el torero que hoy día triunfe en la “México” no tiene garantizada su inmediata repetición, como ocurre también en otro caso, como aquel donde ciertos toreros son “acartelados” para actuar en tardes de entre diciembre y enero de cada año, lo cual representa para la empresa, tener resuelta la situación relacionada con el “Derecho de Apartado”, y que en carteles como el que se celebrará el 4 de enero de 2015, prácticamente lo haga en forma masiva pero no en forma digna, como para salir del paso.

   Se venían esperando los carteles celebrados también entre diciembre y enero, pues eran notorios los encierros de mejor presencia y edad indudable que salían por la “puerta de los sustos”. Ahora, y faltando a aquella costumbre, se ha relajado también el panorama, por lo que sustentos de tal naturaleza vienen a debilitar aún más lo poco que queda de confiable en la imagen de la empresa capitalina.

   Decido publicar hoy este material en fecha que, por cercana a otra, podría haberse prestado a una broma de muy mal gusto (justo la del 28 de diciembre, día de los “santos inocentes”), la cual se presta a armar auténticas bromas. Pero los asuntos aquí tratados no tienen ninguna etiqueta como para “jugar”. Por su enorme seriedad y efecto producido a lo largo de poco más de 20 años, es preciso pedirle al actual empresario de la plaza de toros “México”, reflexione dejar el puesto al frente de dicha administración, pues como ha sucedido con los más recientes acontecimientos públicos de dura y dolorosa resonancia, trasciende la figura de funcionarios públicos que quedan sujetos al hecho de que si no cumplen con su función a las que les fue confiada tal responsabilidad. Y si no cumplen con su gestión, es la propia ciudadanía quien pide, demanda “¡Que renuncie!”

   A muchos aficionados nos parece que en un balance, apenas el suficiente para integrar esta EDITORIAL, los resultados de un trabajo llevado a cabo por la empresa de la plaza de toros “México” en esta temporada, dejan mucho que desear, y que abonan en el desprestigio de la fiesta de toros en nuestro país, justo en momentos en que se hace un esfuerzo para que la tauromaquia sea declarada patrimonio cultural inmaterial. Pero no habiendo elementos para ello, ¿con qué cara salimos a pretender defender esta expresión?

   Por todo lo anterior, esperaría una reacción importante de la prensa taurina, sobre todo de aquella comprometida con la honestidad, que en estos casos juega un papel mediático notorio. Sin embargo, somos los aficionados quienes tenemos que hacerlo ante la ausencia de dignificación que esperaríamos de un medio como el de la “prensa”. Lamentablemente, con las excepciones del caso, no creo que esto trascienda, y si trasciende es porque tenemos que decir un “¡Ya basta!” a tantos abusos que rebajan la calidad del espectáculo, hasta el punto de que la fiesta de los toros, por lo menos la que ocurre en la capital del país, pasa o vive un notable estado de deterioro que conviene depurar. De ahí que uno se pregunte si conviene, entre otras cosas licitar la fiesta y, tras la celebración de dicho asunto, los destinos del espectáculo queden en nuevas propuestas empresariales las que, sin romper con los esquemas más tradicionales de su representación, recuperen valores a punto de perderse en medio de marcadas y penosas circunstancias.

   Reitero mi temor personal ante lo que pueda significar la presente exposición, apenas la de un conjunto de asuntos que trascienden en la cosa pública, y que son tan claros como el agua, en medio de la circunstancia de un país que ha venido viviendo penosos capítulos, donde destaca la figura presidencial y de otros tantos funcionarios, así como por todos aquellos casos, como el de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, que sigue sin ser resuelto, hagan que perdamos toda posibilidad de esperanza, ante quienes confiamos nuestro voto (o que no necesariamente lo hicimos, pensando en otras opciones), pero que la imagen de cada uno de esos funcionarios ha venido significando no solo no confiar, sino aplicar el beneficio de la duda hasta no ver los cambios que todos los mexicanos queremos para admirar un mejor país.

   Quedamos a la espera de los cambios y las mejoras.

25 de diciembre de 2014.


[1] Jaime Rojas Palacios. Los empresarios de toros. México, Olé Me-xhíc-co editores, 1996. 121 p. Ils., retrs., p. 82.

[2] Op. Cit., p. 88.

[3] Ibidem., p. 95.

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (SÉPTIMA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (SÉPTIMA PARTE).

    28 de noviembre de 1867. En tal día, fue expedida la «Ley de Dotación de Fondos Municipales», cuyo artículo 87 suprimió el desarrollo de la fiesta de toros en la ciudad de México. Su duración efectiva: casi 20 años.

   Dice su contenido:

 No se considerarán entre las diversiones públicas permitidas las corridas de toros; y por lo mismo, no se podrá dar licencia para ellas, ni por los ayuntamientos ni por el gobernador del Distrito Federal, en ningún lugar del mismo.

   Dicha ley entró en vigor hasta el 1o. de enero de 1868, pero ya la «última corrida» se había efectuado el 8 de diciembre de 1867. Tal festejo se desarrolló en la plaza «El Paseo Nuevo», como apoyo a los damnificados del tremendo huracán que azotó las costas de Matamoros.

   Ignacio Manuel Altamirano -claro oponente de estas manifestaciones- apuntó un día después de la corrida:

 (…)Con esta corrida que se permitió a la caridad, concluyeron para siempre en nuestra capital las bárbaras diversiones de toros, a las que nuestro pueblo tenía un gusto tan pronunciado desgraciadamente. Los hombres del pueblo saben más de tauromaquia que de garantías individuales.

    El alma de todo este asunto, tiene que ver con lo relacionado al cobro de impuestos, pues era preciso que el (o los) ayuntamiento(s) supiera(n) cuáles «gabelas» eran de su pertenencia o incumbencia y sabemos que GABELA tiene un significado de tributo, contribución o impuesto. Como se puede comprender, gabela es, ante todo, una exacción (o impuesto en resumidas cuentas) que los antiguos señores feudales imponían a sus vasallos, arbitrariamente y sólo con el objeto de emplearlos en comodidad propia. Esto lleva a pensar en una aplicación de sentido feudal por su género, de suyo arbitrario. Pero sobre todo es la forma en que la ley de Dotación de Fondos Municipales logró un control de los impuestos, control que requería una renovación o un ajuste ante los abusos cometidos por el empresario de la plaza de toros del Paseo Nuevo en turno. Ya desde el año 1854 se habían puesto a funcionar ciertos controles en cuanto al cobro de los impuestos. Por su parte en 1862 se dio el primer aviso de suspensión que no se consumó, a pesar de que se aplicaba la duplicación del impuesto fijado a las corridas de toros en abril de 1865 y luego, la puesta en vigor del art. 87 de la ley de dotación, el cual no otorgó la concesión de licencias para el desarrollo del espectáculo, esto como una medida que atentaba los intereses de la empresa, comandada por Manuel Gaviño, quien seguramente no llevaba bien el estado administrativo-económico de la plaza, lo cual tampoco satisfacía las peticiones del ayuntamiento por hacer la repartición equitativa y porcentual de los impuestos que debían ingresar al ayuntamiento, soporte de los fondos municipales, utilizados en las mejoras de la condición urbana, desagüe, alumbrado y otros servicios públicos.

   De esa forma, podemos concluir que el motivo que llevó a no conceder las licencias para el desarrollo del espectáculo fue, única y exclusivamente administrativo, lo cual nos hace entender que si bien son implícitos los conceptos que promueven la prohibición -entendida como tal, aunque el art. 87 en ningún momento indicara que se procediera con dicha aplicación-.

   Tuvo que darse todo este panorama para poder entender lo que significó para la ciudad de México este corte en la trayectoria histórica que hasta esos momentos, acumulaba el espectáculo taurino. De ese modo la fiesta en su conjunto se trasladó a la provincia y allí la continuidad tuvo asegurado su camino.

   En tanto, de las ganaderías seguían saliendo toros a las diferentes plazas provincianas que cumplían perfectamente con lo anunciado por los empresarios, y sólo encontramos, en un reglamento de Morelia fechado el 16 de abril de 1887, lo siguiente:

IV. Las picas de las garrochas tendrán una longitud de nueve líneas, no tendrán filo y se abotonarán convenientemente, cuidando el Regidor que presida la función de que aquellas tengan las condiciones indicadas.

V.  La suerte de varas se hará picando precisamente en el morrillo del toro, y a los que así no lo hicieren se les impondrá una multa de un peso por cada piquete.

VI.  Recibiendo un toro tres piquetes voluntariamente, podrá pasarse a la suerte de banderillas sin que el público tenga derecho a exigir que se reponga.

 VII. Queda a la prudencia de la autoridad que presida, el marcar el tiempo que deba durar la suerte de varas y de banderillas, según la bravura y calidad del toro; y una vez dada la señal para la suerte de banderillas, no podrá ser picado aquél, salvo el caso que la autoridad lo permita; incurriendo los infractores en una multa de dos a cinco pesos que en el acto les será impuesta por aquella.

    Hasta aquí con el reglamento de Morelia.

TOROS_REGLAMENTO PARA LAS CORRIDAS... TOLUCA 1886

   Con el adelanto de las tecnologías en nuestro tiempo, y gracias a la constante y afanosa labor que se lleva a cabo en el “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías”, enclavado en Morelia, sitio en el cual se ubica la biblioteca “GARBOSA”, en su página de internet (http://www.bibliotoro.com/index.php), y si usted va directamente a la pestaña de “Biblioteca Digital”, no solo encontrará la edición del documento aquí consultado, sino también de otro reglamento, este redactado por Julio Bonilla en 1886, con objeto de que se aplicaran sus disposiciones en la plaza de toro ubicada en Toluca (véase: http://www.bibliotoro.com/digital.php?nt=82&s=70&palabras=#top). Habiendo sido publicado ese mismo año por la imprenta del Instituto y de Pedro Martínez, se entendería que tal documento entró en vigor.

   En la página 9, aparece un interesante aspecto, destinado al hecho (no siempre el que imaginamos) de que a través “De los Veedores”, se tuviesen garantías de adquirir previamente ganados a modo para los festejos taurinos de aquella época. Veamos el criterio allí manejado:

 La Autoridad debe nombrar dos veedores (veterinarios) para que antes del apartado, examinen si las reses que se van a lidiar, tienen las verdaderas condiciones a que se destinan, cuales son la edad, las libras, que estén sanas, y con especialidad, que nunca se hayan toreado (lo cual a la verdad no es fácil conocer). Las condiciones que reprueba el arte, son: que los toros sean mogones, tuertos, que tengan contra rotura, cornada u otros defectos que los inutilicen para la lid (…).

 En todo caso, se estimaba la presencia de dichos veterinarios para certificar la presencia del ganado en los corrales de la plaza, antes que verlos convertidos en aquellos personajes que la propia empresa envía con meses o semanas de anticipación al inicio de temporada, justo para que ya en el campo tengan absoluta libertad de escoger los toros que ya elegidos, saldrán de dicha casa ganadera con destino a la plaza para ser lidiados en la o las fechas convenidas para tal efecto.

    Y sobre el punto destinado a “Los Ganaderos”, estas son las condiciones a que debían sujetarse:

 No deben echar a jugar los toros toreados. Es exclusivo de su derecho y de los dependientes que ellos quieran emplear en los toriles, apartar el ganado, ordenar la colocación en que deban salir los toros a la lidia, y demás actos concernientes. Podrá presenciar la Autoridad el apartado para hacer guardar el orden y recibir del dueño del ganado una nota reseñada y firmada, de los toros que juegan, el lugar que ocupan en la lid, sus nombres, raza, etc., todo bajo su responsabilidad.

    En cuanto a los Colores de las divisas de varias ganaderías, he aquí nombres y distintivos:

 Verde, blanco y encarnado, de la ganadería de Santín, blanco y encarnado, San Diego de los Padres, blanco y celeste, de Atenco. Blanco, Estancia de Tapias. Verde, ganadería de Zacatepec. Las ganaderías H, Trujillo, Tenguedó, Piedras Negras, Cazadero, Ayala, Santa Cruz, Santa Isabel, Parangueo, Hormigas, Torreón, Monteros, Guatimapé, La Sauceda, Ramos, Atotonilco, Corrales, Guanamé, Solís, Astillero, Cabezón, Palmarejo, Pinos, El Cubo, La Galera, Fresno, Monte Negro, Rincón, Itzícuaro, Goleta, Venadero, Sieneguilla, y otras, indistintamente han usado de uno o más colores. Sería conveniente que tales ganaderías adoptaren algunos, y solo ellas y siempre, los usaren.

    Como se puede notar, todavía no hay clara evidencia de las condiciones en que los toros deben presentarse en la plaza, tratando de cumplir con ciertos requisitos de edad (aunque destacan aquellos que tratan sobre la lidia, única y exclusivamente).

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SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (SEXTA PARTE).

CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LOS DIFERENTES CRITERIOS QUE LOS REGLAMENTOS TAURINOS HAN ESTABLECIDO SOBRE EL TORO DE LIDIA EN MÉXICO: DE 1768 Y HASTA NUESTROS DÍAS. (SEXTA PARTE).

    Antes de que la fiesta alcanzara su etapa correctiva, considerando que 1887 es el año en que ocurre dicha condición, el espectáculo taurino se encontraba invadido de unos patrones que lo ubican en el desorden y el caos, formas naturales de expresión, entendidas como reflejo de la forma de ser y de pensar que los mexicanos despliegan por entonces, resultado del síntoma social y político que someten al país intentando encontrar lo mejor como destino.

   Se ha mencionado ya que en 1851 hubo un proyecto de reglamento que no prosperó. Así que los 65 años que van de 1822 a 1887, se convirtieron en un espacio que permitió la autonomía, pero también la invención y recreación en las manifestaciones taurinas, que por eso alcanzaron niveles de fascinación sin precedentes. Por tanto, el toro que se lidiaba o jugaba en la plaza no estuvo sometido a ciertos requerimientos que la costumbre sí pudo lograr, primero porque hubo diversas temporadas que alcanzaron un promedio de medio centenar de corridas al año, y en alguna ocasión se llegó a dar la centena de festejos en la capital, tomando en cuenta que de manera simultánea abrían sus puertas tanto el PASEO NUEVO como la REAL PLAZA DE TOROS DE SAN PABLO. Probablemente 1857, fue el año en que se dio ese número importante de corridas, debido al elevado número de festejos que se reportan en diversas fuentes de consulta.

   De hecho, llama la atención el conjunto de adjetivos con que se pronuncian los empresarios, a la hora de anunciar los toros, tal y como puede comprobarse en la cartelería existente. En estos mismos documentos no aparece insinuación reglamentada alguna, pero la costumbre se encargó de mantener el equilibrio ante la ausencia de un discurso jurídico o legal.

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ESCENA TAURINA reproducida en un cartel de mediados del siglo XIX. Armando de María y Campos. Los toros en México en el siglo XIX, 1810-1863. Reportazgo retrospectivo de exploración y aventura. México, 1938.

    Veamos enseguida algunos de esos ejemplos (en algunos carteles de 1857) y tratemos de entender -a siglo y medio de distancia- cómo aquella “afición” se divertía, sin caer, seguramente, en los malestares crónicos de nuestros días.

 SEIS TOROS del cercado de ATENCO, de la misma tan buena calidad como los que se jugaron en la corrida anterior, y de cuya bravura no hay necesidad de hacer ninguna recomendación, por ser tan conocida de los espectadores.

 El ganado que en ellas se lidie, será siempre de la acreditada raza de Atenco, no solo por ser el mejor que se conoce, sino por ser también el que más agrada a la concurrencia.

 SEIS BRAVÍSIMOS TOROS, INCLUSO EL EMBOLADO, de la misma raza y gallarda presencia como los de las corridas anteriores, que tanto han agradado a los dignos espectadores, pues el empresario se ha detenido en gastos por costosos que le han sido, cuando se trata del servicio y diversión del público.

 SEIS SOBERBIOS TOROS, INCLUSO EL EMBOLADO, de los más acreditado en esta plaza por su gallarda presencia y bravura, están escogidos para la lid de esta tarde.

 SEIS FAMOSOS TOROS de la estancia de Cerro-Bravo serán los que se presenten a la lidia de este día; y como no habían visto gente hasta el tiempo que fueron a cogerlos en la estancia expresada, costó infinito trabajo para reunirlos; de manera que han dado mucho quehacer en el camino a sus conductores, y por lo mismo están tan soberbios y arrogantes, que merecerán en sus juegos los aplausos debidos a su valentía.

 SEIS TOROS de la famosísima raza de Atenco, cuyo elogio no puede ser mayor, sino anunciar que son de la misma calidad y del mismo punto del cercado, que se sacaron los de las anteriores corridas.

 Se lidiarán SEIS TOROS DE MUERTE por la cuadrilla del beneficiado, de la acreditada RAZA DEL CAZADERO, que últimamente en esta misma plaza, han sido lidiados con buena aceptación y escogidos para el caso con el mayor esmero por el mismo dueño de la hacienda.

   Suficiente es este muestrario, donde se establece la condición de ritmo que fue propia del espectáculo, que sin leyes parece acéfalo. En todo caso, la frecuencia, el pulso intermitente de tantas corridas, debe haber logrado el perfil de un toro que se adecuó no solo a la corrida, sino al resto de la misma hasta hacerlo suyo la fiesta y la mojiganga; el jaripeo y otras invenciones.

   El aficionado o espectador de entonces acostumbró sus gustos y preferencias a un toro que sí embestía. La autorregulación de que se habla en nuestros días, probablemente funcionó mejor entonces que todo el ruido con que pretenden hacerla operar en nuestros días, cuando entre aquel y este tiempo, las cosas parecen ser diferentes.

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