CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Yucaltepén, Yuk´-al-tan mayab, Yucatán maya, la del esplendor de un imperio con largos 18 siglos de brillante presencia, se deja notar desde 2000 años a. C. hasta el siglo IX, en que como otras culturas prehispánicas, sufrió conflictos internos o influencias como la teotihuacana, circunstancias que condenaron su destino. Fue hasta 1697, en que la última ciudad maya dejó de latir, comenzando de inmediato la afirmación de una gran cultura que se ve reflejada en lo majestuoso de construcciones que hoy día siguen admirando a propios y extraños.
Yucatán, la que pertenece a esa peculiar península de nuestro actual territorio, fue tan cercana al primer encuentro que Hernán Cortés consumó en la isla de Cozumel entre el 25 y 26 de febrero de 1519, fecha con la cual comenzará ese enorme y complejo proceso de guerras, mestizaje y sincretismo como pocas veces ha ocurrido con nuestra humanidad y del que hoy somos consecuencia, sabedores también de todo aquel significado de dicha y peculiar interacción.

Códice Azcatitlan, Marcha de los españoles hacia México-Tenochtitlan. Lam. XXIII.
Mérida, la que fue fundada el 6 de enero de 1542 por Francisco de Montejo y León, El Mozo y cuyo nombre se le dio por “los muchos edificios de cal y canto tan bien labrados y con muchas molduras” que encontraron los españoles en la ciudad maya, mismos que evocaban la Mérida de España. De ahí quizá, el esplendor de uno de sus más emblemáticos edificios: la casa de los Montejo, levantada precisamente el año de la fundación, y cuya obra duró siete largos años para dar esplendor sin igual a ese sitio…

Fachada principal de la casa del adelantado Francisco Montejo en Mérida, Yucatán.
De la Relación Fúnebre a la infeliz trágica muerte de dos Caballeros…”,[1] aunque escrita a mediados del siglo XVII por Luis de Sandoval y Zapata tenemos la siguiente muestra que vincula para 1566 a ciertos personajes como lo veremos en los siguientes versos:
¡Ay, Ávilas desdichados!
¡Ay, Ávilas desdichados!
¿Quién os vio en la pompa excelsa
de tanta luz de diamantes,
de tanto esplendor de perlas,
ya gobernando el bridón,
ya con ley de la rienda,
con el impulso del freno
dando ley en la palestra
al más generoso bruto,
y ya en las públicas fiestas
a los soplos del clarín,
que sonora vida alienta,
blandiendo el fresno o la caña
y en escaramuzas diestras
corriendo en vivientes rayos,
volando en aladas flechas.
Y ya en un lóbrego brete
tristes os miráis, depuesta
la grandeza generosa.[2]
Tal manuscrito se ocupa de la degollación de los hermanos Ávila, ocurrida en 1566, suceso un tanto cuanto extraño que no registra la historia con claridad,[3] y sólo se anota que los criollos subestimados por los peninsulares o gachupines, fueron considerados por éstos como enemigos virtuales. Ya a mediados del siglo XVI la rivalidad surgida entre ellos no sólo era bien clara y definida, sino que encontró su válvula de escape en la fallida conjuración del marqués del Valle, descendiente de Cortés, y los hermanos Ávila, reprimida con extremo rigor, en el año 1566.[4]
Ya que ha salido “entreverado” el marqués del Valle, se anota que “en sus grandes convites…, eran quizás las fiestas de una semana por el bautizo de los hijos gemelos del marqués, en que hubo torneos, salvas, tocotines y un fantástico banquete público en la Plaza Mayor…” A propósito, de los juegos más señalados (encontramos los realizados durante el bautizo de) don Jerónimo Cortés en 1562.[5]
Y es que don Martín manifestó el empeño en celebrar el nacimiento de sus hijos con grandes torneos, como el famoso de 1566, cuando, por una tormenta llegó con su mujer al puerto de Campeche y nació allí su hijo Jerónimo, fueron a “la fiesta del cristianísimo el obispo de Yucatán, don Francisco Toral, y muchos caballeros de Mérida” y “…hubo muchas fiestas y jugaron cañas”. Posteriormente, cuando llegó el marqués del Valle a México, Juan Suárez de Peralta afirmó: “gastóse dinero, que fue sin cuento, en galas y juegos y fiestas”.[6]
Mérida, la que se verá convertida en uno más de los escenarios de fiestas solemnes y repentinas durante el virreinato, periodo del que se conservan estas tres referencias:
La que por decreto de doce de abril de 1725 imprimió, Joseph Bernardo de Hogal las Fiestas que hicieron en la provincia de Yucatán de la jura de nuestro rey y señor [refiriéndose a Felipe V].[7]
La que preparó Antonio Sebastián de Solís y Barbosa: Descripción expresiva de la plausible pompa y majestuoso aparato con que la Muy Noble y Leal Ciudad de Mérida de Yucatán dio muestras de su lealtad en las muy lucidas fiestas que hizo por la exaltación al throno del muy Católico y muy poderoso monarca el señor don Fernando VI…, 1748.[8]

En José Francisco Coello Ugalde: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas, 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del Boletín de Investigaciones Bibliográficas, segunda época, 2).
Y luego ésta, de la autoría de Juan Francisco del Castillo: Noticia de las funciones hechas por la M. N. y M. L. C. de Mérida de Yucatán en la proclamación del Rey nuestro señor Don Carlos IV, verificada el día 4 de noviembre de 1789, obra que se encuentra en el Archivo de Indias de Sevilla.[9]
De este último acontecimiento, el cabildo de Mérida celebró la coronación de Carlos IV con una serie de fiestas públicas. Los clarines y chirimías, procesiones, misas y saraos, corridas de toros en la plaza mayor fueron algunos de los “juguetes vistozos (sic) que divertirán al público”.
No olvidemos, como apunta Pedro Miranda Ojeda que las fiestas durante el virreinato
eran importantes porque constituyeron una necesidad política. A la escenificación del teatro urbano correspondió la tarea de renovar la alianza establecida entre el poder y gobernados. Entre las conmemoraciones civiles o políticas, de carácter obligatorio, destacaban: a) fiestas vinculadas con sucesos de la familia real, como la jura de monarcas, nacimientos, bautizos, cumpleaños, santos y bodas de algún integrante de la familia; b) fiestas asociadas a las relaciones políticas de la monarquía con otras potencias, como la conmemoración de las victorias militares o la celebración de alianzas; c) fiestas protocolarias, como el recibimiento de autoridades indianas o cumpleaños y santos de los virreyes; d) fiestas correspondientes al pasado monárquico y virreinal como la fiesta de san Hipólito, que conmemoraba la conquista de México, un acontecimiento crucial de la colonia y argumento [con el] que [se] legitimaba el dominio establecido entre el rey y sus súbditos.[10]
Mérida, la que en 1841 fascinó al viajero extranjero John Loid Stephens, quien en su obra Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, resultado de su recorrido por estos lugares entre 1839 y luego 1843, cuando vio la luz dicho ejemplar, en el cual encontramos diversas referencias relacionadas con festejos taurinos, como el que relata en la siguiente forma. Sobre la plaza de toros dice:
Está situada cerca del templo del Calvario, al final de la calle real, de construcción y forma parecida al anfiteatro romano, como de trescientos cincuenta pies de largo y doscientos cincuenta de ancho, capaz de contener, según supusimos, cerca de ocho mil almas, por lo menos la cuarta parte de la población de Guatemala, y ya por entonces se encontraba llena de espectadores de ambos sexos y de todas las clases sociales, de las mejores y de las más bajas de la ciudad, sentados unos junto a otros indistintamente, descollando entre ellos los puntiagudos sombreros de anchas y volteadas alas y las negras sotanas de los sacerdotes.
Ya en la corrida, esto a finales de 1840
(…) entraron los matadores, ocho en número, montados y llevando cada uno una pica y un rojo poncho; galoparon alrededor del redondel, y se pararon apuntando con sus picas hacia la puerta por donde el toro debía entrar. Un padre, gran propietario de ganado, dueño de los toros de esta lidia, abrió la puerta de un tirón y el animal entró a la arena, pateando con sus pezuñas como si jugara pero a la vista de la fila de jinetes y de las picas se volvió para otro lado y retrocedió con más ligereza que como había entrado. El toro del padre era un buey, y, como bestia juiciosa, más quería correr que luchar; pero la puerta estaba cerrada frente a él y por fuerza hubo de correr alrededor del área, mirando a los espectadores como implorando misericordia, y buscando por debajo una salida para escapar. Los jinetes le perseguían puyándolo con sus picas; y por todo el contorno del redondel, hombres y muchachos, sobre la barrera le arrojaban dardos con cachiflines encendidos y amarrados, los cuales, hincándose en su carne y tronando por todas partes sobre su cuerpo, le irritaban, haciéndole revolverse contra sus perseguidores. Los matadores le hacían dar vueltas por un lado y otro extendiendo lucientes ponchos frente a él, y cuando los estrujaba, la habilidad del matador consistía en tirarle el poncho sobre los cuernos como para cegarlo, y entonces colocarle en la nuca, exactamente detrás de la quijada, una especie de bomba de fuegos artificiales; cuando esto se verificaba diestramente promovía entre la multitud gritos y aplausos. El gobierno, por un exceso de humanidad, había prohibido matar los toros, restringiendo la lidia al laceramiento y la tortura. En consecuencia, esta era muy diferente de las corridas de toros en España, y carecía aun del excitante interés de una fiera lucha por la vida, y del riesgo del matador de ser herido de muerte o lanzado al aire entre los espectadores. Pero al observar la ansiosa expectación de millares de gentes, era fácil imaginarse la intensa excitación en una edad guerrera, cuando los gladiadores luchaban en la arena ante la nobleza y hermosura de Roma. A nuestro pobre buey, después de estar reventado de cansancio, se le permitió salir. Luego siguieron otros por el estilo. Todos los toros del padre eran bueyes. De vez en cuando un matador de a pie era perseguido hasta la barrera entre la risa general de los espectadores. Después que el último buey terminó su corrida, salieron del redondel los matadores, y los hombres y muchachos saltaron a la arena en tal número que casi a empujones sacaron al buey. La bulla y confusión, el brillo de los ponchos de color, las carreras y volteretas, ataques y retiradas, y las nubes de polvo, hicieron de esta la más animada escena que jamás yo había visto; pero de todos modos esta era una pueril exhibición, y las mejores clases, entre quienes se encontraba mi bella compatriota, la consideraban únicamente como una simple oportunidad para cultivar las relaciones sociales.[11]
Gracias también a un texto de Luis Alberto Martos,[12] quien para 2002 estaba adscrito a la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH, es posible apreciar en “De toros y toreros en Yucatán”, un conjunto de datos de suyo importantes, mismos que sumaré al presente intento para conocer un poco más sobre la tauromaquia de la hoy Mérida evocada.
Por ejemplo nos recuerda que
A ciencia exacta no tenemos el dato de la fecha en que se llevó a cabo la primera corrida en Yucatán, pero parece haber sucedido durante la segunda mitad del siglo XVI, tal vez a finales del mismo; de hecho sabemos que en los Reales Títulos del Adelantado Francisco Montejo, se le autorizaba para importar ganado de otras colonias españolas, con la finalidad de introducirlo en Yucatán. Es muy posible entonces, que desde el inicio de la conquista de la península en 1526 se comenzaran a introducir vacas y toros, aunque es hacia 1550, cuando ya pacificada la provincia, se pudo realizar el proyecto más en forma.[13]
Mérida, la que comenzó a tener un mejor contacto informativo gracias a la presencia, en 1885 de El Banderillero. “Periódico político, democrático, satírico, humorístico, retórico y verídico”.
Mérida, la que un 4 de diciembre de 1925 vio nacer al célebre escultor Humberto Peraza, quien nos recordaba –entre broma y vera-, que Yucatán contaba con dos célebres ganaderías, en estos términos:
–¡Palomeque…!, ni en bisteque.
–¡Sinkehuel…!, very well.
Plaza de Mérida que un 27 de enero de 1929, siendo propiedad de los hermanos Palomeque, fue inaugurada con un cartel de polendas: Luis Freg y Fermín Espinosa “Armillita”, que se las entendieron con toros de Piedras Negras.
Mérida, ciudad a la que en 1930 se desplazó el ya célebre cineasta ruso Sergei Einsenstein para filmar en la propia plaza imágenes y más imágenes para una de las cintas más emblemáticas de la cinematografía universal. Me refiero a “¡Que viva México!”, donde el protagonista de aquellas mágicas y luminosas escenas taurinas, fue David Liceaga, mezcladas luego con otras imágenes donde también aparecen, ya en la plaza “El Toreo” Marcial Lalanda y hasta Carmelo Pérez.
Mérida, la que en 1934, Luis Ceballos Mimenza, mejor conocido como YURI, escribió en SILUETAS diversas evocaciones sobre la forma en que se desarrollan las corridas de toros en tan particular rincón provinciano:
COSTUMBRES REGIONALES
(Para el Profr. Bartolomé García Correa, Gobernador Const. Del Estado, atentamente).
I
LAS CORRIDAS
El tablado se encuentra ya repleto.
la multitud delira alborozada,
al detonar los cohetes de la hilada,
mientras el toro a un tronco está sujeto!
Brama el toro, como lanzando un reto;
la concurrencia lo goza entusiasmada,
y a una linda mestiza empolvillada
echa un piropo un Consejal discreto.
Al compás de la Banda de la Villa,
desfila la muy típica Cuadrilla
ciñéndose el capote de escarlata…
Porta bien, taleguilla, camiseta,
un sombrero de guano, y sin coleta,
y un pañuelo a manera de corbata!
II
LOS VAQUEROS
Antes de ese despejo, los vaqueros
cruzan veloces, a carrera abierta,
con sus caballos que, de puerta a puerta
se rifan orgullosos y ligeros!
A manera de fusta, los sombreros
se utilizan, y al punto se despierta
el coraje en la bestia; que está cierta
de pasar a sus nobles compañeros!
Termina la carrera. La Corrida
comienza con la brusca sacudida
que el toro pega, cuando de ira ciego
Golpea el tronco de guano con la cara…
¡Es que siente el dolor de aguda jara
y tostarse sus lomos por el fuego!
III
LA CONCURRENCIA
Mientras la lidia al público electriza,
escucho a un trovador improvisado,
entonar «El Pichito Enamorado»
en honor de una clásica mestiza!
Comprendo que su voz me martiriza,
pero sigo escuchando entusiasmado,
porque aquella mestiza me ha brindado
el encanto sutil de su sonrisa!
¡Se han lidiado tal vez sesenta toros!
Mas yo sigo admirando los tesoros
que encierra la mestiza, cuando a ratos
Me lanza una mirada de soslayo…
y entonces me doy cuenta… tiene un callo…
pues con placer se safa los zapatos![14]
TIPOS POPULARES QUE PASARON
(El Negro Miguel)
Iba siempre por las calles
pregonando presuroso,
el producto de su esfuerzo:
Su sorbete delicado;
la guanábana sabrosa,
y el famoso mantecado,
que era entonces preferido
por su gusto delicioso!
Luchador como ninguno,
nunca quiso estar ocioso!
Con un genio de mil diablos
siempre fue malhumorado;
hacía en toros el «tancredo»
de albayalde embadurnado,
y la plaza de arenero
era suya en cualquier coso.
Espectáculo fue aparte,
el mirarlo correteando
con la arena, por la plaza,
o el chicote reventado,
para echar a los corrales
algún toro tardo o flojo…
Fabricó como ninguno
la sabrosa butifarra!
Y a pesar de tanta lucha
fue su suerte tan chaparra…
Que debido a la viruela
quedó el pobre sin un ojo![15]
Mérida, la que vio por última vez a Manuel Rodríguez “Manolete” un 9 de febrero de 1947, antes de su regreso a España y antes también de la tragedia en Linares. En esa ocasión, alternó con Fermín Rivera y Gregorio García, quienes se enfrentaron a un encierro de Palomeque.
EN JALACHÓ Y TECÓH, AUTÉNTICOS RINCONES YUCATECOS, DOS NOTICIAS TAURINAS LLAMAN LA ATENCIÓN.
Escasas son las noticias de índole taurina que provienen de la península de Yucatán. De no ser porque en dicha entidad se dieron a conocer dos haciendas de singular historia: PALOMEQUE y SINKEHUEL, así como el triunfo clamoroso de Manuel Rodríguez “Manolete”, con un toro de Palomeque, allá por 1947. A su vez, son comunes las fiestas mestizas, más bien de carácter patronal, la vaquería que concentra un vestigio donde “En lo ritual, habrá misa y peregrinaciones. En lo profano vaquerías, comida y sabroso chocolomo”. Al respecto, nos dicen Patricia Martín y Ana Luisa Anza que
La vaquería da inicio con el torito. El pirotécnico y el jaranero. Y arrecia el bailongo, pletórico de ternos multicolores, pañuelos y zapatos bordados, flores adornando las cabezas recién peinadas… Aquellas vaquerías históricas que los españoles ofrecían a sus trabajadores el día en que llegaban a sus haciendas a contar las vacas –como lo hicieron los mayas cuando sacrificaban venados-, aquellas donde se bailaba interminable la jarana, que no es más que una adaptación de la jota aragonesa. Total: un híbrido maya-español.
La fiesta sigue… y aparecen las vaquillas toreadas en un ruedo armado sólo para ese propósito a base de maderas amarradas y jamás sostenidas por un solo clavo. Un alarde de arquitectura maya moderna.
Otra tradición que se conserva.
Al fin, el chocolomo. Otro híbrido del contacto cultural. Choco (caliente, en lengua maya) y lomo (el de la res, en castellano). Lomo caliente. Carne caliente. Caliente por estar recién sacrificada la res. Esa que recién se toreó y que ahora venden fuera del ruedo, en un puesto ambulante para ser preparada y comida inmediatamente.
“Un buen chocolomo es aquel que, como dicen, cuando se prepare aún debe estar brincando la carne, casi vivo, nerviosa en las ollas porque fue toreada”.[16]
Sin embargo, tras una revisión al maravilloso acervo de la MISCELÁNEA MEXICANA DEL SIGLO XIX, acopio hemerográfico que custodia la Biblioteca Nacional, encontré un par de noticias con profundo sabor taurino, un sabor que además tiene particulares connotaciones, puesto que ocurre en dos poblaciones distintas, Jalachó y Tecóh, sitios de los que por primera vez tenemos una evidencia clara sobre fiestas tan particularmente localizadas. El torero que interviene en ambas poblaciones es Lázaro Sánchez, de quien se sabe toreó como novillero en la plaza de toros de Cuautitlán en 1876 y del que se sabe también un detalle poco conocido: Cuando Bernardo Gaviño comenzaba a acusar, a sus 66 años problemas de la vista (esto es, en 1879), que ya debilitada, lo obligaba al uso de “espejuelos para hacer la faena con la muleta y luego dar la estocada”. Aunque ya viejo, todavía tuvo fuerza para enfrentarse con Lázaro Sánchez, coterráneo suyo, que huyó a Cuba con la amante de Gaviño, luego de que éste le hizo la vida difícil al no dejarlo torear a sus anchas. Es decir, que Lázaro Sánchez, vino a México desde 1860 en calidad de novillero, y que 15 años más tarde, se enfrentaría cara a cara con el “Patriarca” Bernardo Gaviño, a quien, en un arranque de audacia en cosas del amor, hizo lo que ya vimos con la amante del gaditano.
Por lo pronto, Lázaro Sánchez, como muchos otros diestros de la época, podían mantenerse en la profesión durante años y años, tal y como lo haría Gaviño, quien de 1835 a 1886 estuvo actuando en México. O como Manuel Hermosilla, quien vino a México en 1869 y se despidió de los ruedos mexicanos el 9 de abril de 1905. Todavía, en junio de 1910, participa en una corrida en la plaza del Puerto de Santa María, España.

Representación, en nuestros días de “La Vaquería”, esto en el barrio de La Mejorada, en honor a la Santa Cruz. Oxkutzcab, Yucatán. Disponible mayo 22, 2014 en: http://sucesiononline.com/2012/04/18/vaqueria-inicio-la-fiesta-de-la-mejorada/
EL CONSTITUCIONAL. periódico oficial del estado de YUCATÁN. año 3. Nº 849. mérida. MIÉRCOLES 2 de enero de 1861.
La gran fiesta de jalachó.-Habiendo desaparecido los motivos que interrumpieron esta fiesta, han acordado el señor cura y los vecinos, que las funciones que debieron tener lugar en noviembre próximo pasado, se verifiquen del 20 al 27 de enero próximo, para cuyo mayor lucimiento y a fin de que no se eche de menos ninguna de las solemnidades de costumbre, así en lo que corresponde a la iglesia, como en la parte de las diversiones, no se omitirá nada de cuanto pueda complacer a la concurrencia, a quien se desea obsequiar como se merece. El orden de la fiesta será el siguiente:
Del 20 al 27 se celebrarán las funciones de iglesia con la suntuosidad posible, sin omitir el rosario por las noches y la procesión de la imagen de SANTIAGO APÓSTOL, que se hará el último día alrededor de la plaza en medio de la mayor pompa. El martes 22 por la noche habrá baile de mestizos. El número 23 por la mañana se repetirá este baile, y a la tarde habrá corrida de toros. En los días 24 y 25 y 26 habrá corridas de toros por las mañanas, y por las noches bailes de señoras. Y el 27 por la noche se presentarán diversos espectáculos de fuegos artificiales y globos aerostáticos. El salón de bailes y el circo para la lidia de toros se adornará vistosa y elegantemente, y en estos actos, como en los demás, ejecutará las mejores piezas la buena orquesta que se ha contratado al efecto.
Jalachó, diciembre 17 de 1860. Por los vecinos: José Higinio Flores.
El Clamor Público. LIBERTAD.-ORDEN.-PROGRESO.-REFORMAS
Mérida, 15 de enero de 1861, N° 4
AVISOS.-Fiesta y feria en Tecóh.-Esta que sus vecinos se han empeñado en celebrar cada año, tendrá efecto, comenzando las diversiones el 30 por la noche con el baile de mestizas: el 31 por la mañana el 2° baile, por la tarde toros en que se lidiarán como de costumbre los mejores; y por la noche baile de señoras; el 1° de febrero toros al media día y baile por la mañana y por la noche: el día 2 toros por la mañana, procesión por la tarde y baile de etiqueta por la noche. Para todas las funciones tocará una orquesta preparada ya de Mérida; de manera que agrade a todos los concurrentes. Habrá solemnes funciones de iglesia. Se anuncia a los aficionados.-Tecóh, enero 12 de 1861.-Los encargados.
AL PÚBLICO.-Los encargados de la fiesta de Jalachó, que termina el 27 del corriente, deseando hacerla más amena y más digna de los concurrentes, habiendo sabido que se hallaba en esta capital D. Lázaro Sánchez, profesor de Tauromaquia, hemos venido a contratarlo para las corridas que se han de verificar en los días 23, 24, 25 y 26 de este mes, y se ha comprometido a trabajar en ellas y a dirigirlas para que se verifiquen conforme a las reglas del arte.
Mérida, enero 11 de 1861.-Los encargados de la fiesta.

Corrida de toros, Pomuch, Hecelchakán, Campeche. Disponible mayo 22, 2014 en: http://culturacampeche.com/turismocultural/images/img_galaries/hecelchakan/galeria_hecelchakan.html
Jalachó y Tecóh son dos poblaciones perdidas en la geografía yucateca, en cuyo íntimo seno se desarrollaron tan peculiares fiestas, que intentaban ser una réplica de las celebradas en el centro del país, pero que seguramente no soslayaban el típico sabor de la península, cuyo espíritu trascendía de manera peculiar, como las que en nuestros días ocurren en Chelem, Hactún, San Sebastián, Peto, Honcabá, Ucú o Cenotillo, sitios de mágico encanto.
Cierro estas evocaciones, acudiendo de nuevo a la importante visión que nos deja Luis Alberto Martos, quien recrea los festejos que actualmente se realizan en algunos puntos de la península.
Primero, refierese a los asistentes. Los hombres portan la guayabera impecable. Las mujeres sus inmaculados “hipiles” blancos con preciosos bordados de flores multicolores. Sobre la plaza nos dice que la misma se armó con bejucos para el atado y los guanos para la cubierta.
El motivo de tal celebración se concentra en el santo patrono, para lo cual indica que cuatro o cinco valientes “Pay Wakax” (los toreros), saldrán al quite. La música y la jarana no dejan de sonar.

Conocido y reconocido “Pay Wakax” en aquellos lares: Santos Gaspar “El Tío Hau May”. Disponible en internet enero 24, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=2013
Un siguiente episodio es que después de que atronaron los cohetes, el primer toro fue conducido prácticamente a rastras hasta el “gramadero”, poste que fue previamente hincado al centro del redondel y que recibe el nombre de “yaxché”, “ceiba sagrada” o “árbol de la vida”, clara reminiscencia del pensamiento antiguo: el axis mundi, el centro del mundo aquí, en la mismísima plaza, en medio de la festividad.
Martos nos avisa el hecho de que
Ahora entran los “Pay Wakax”, los “Xtol”, los toreros, los más de ellos un poco pasados de peso, pero eso sí, caminando con gallardía, luciendo viejos trajes de telas raídas y luces opacas y lamparosas a fuerza del uso continuo, a través de los años y en numerosos combates en la arena.
Estos Pay Wakax son hombres que aman su profesión, casi siempre heredada del padre o de algún pariente cercano, aunque no es el único oficio del que viven; son agricultores o jornaleros o mercaderes, pero de todos modos buscan tiempo para entrenar con vaquillas y se la juegan de fiesta en fiesta y de pueblo en pueblo, en cada corrida, por gusto y por unos cuantos pesos.
(…)
Después de un rato de faena, varios sujetos portando cuerdas ingresan a la plaza para tratar de lazar al desconcertado animal y así, entre capotazos y lazadas fallidas, finalmente lo sujetan, lo someten, lo atan y entre todos lo arrastran fuera de la arena, mientras la orquesta toca una sonora diana. Y entonces sueltan al segundo toro, para repetir la faena y luego el siguiente, hasta que pasan los cinco o seis que estaban programados.
Al final de la corrida se abren las puertas del ruedo, para dar paso a la procesión del santo, entre música, tronar de cohetes y por ahí una nueva colecta de limosnas.
La gente abandona la plaza satisfecha, comentando mil detalles y momentos culminantes, listos para seguir la fiesta con la cerveza, con la música y con la jarana.
Tal es hoy en día una corrida de toros en Yucatán, las que se realizan a lo largo y ancho de la península, siempre en el contexto de la celebración de la virgen o del santo patrono del pueblo. Los toros son pues una fiesta integrada de lleno al programa de misas, procesiones, comercio, bebida, juegos, recreaciones y bailes de los pueblos yucatecos. Es uno de los principales atractivos por lo que atraen numerosos visitantes de otros pueblos y aun de regiones apartadas.
Plaza de toros de Mérida, la tan célebre plaza del sureste mexicano, caracterizada desde hace muchos años, en presentar al toro bravo en toda su dimensión, celebra hoy domingo 27 de enero de 2019 sus 90 años y lo hace también, con un cartel que no desmerece en nada la ocasión:

Esperamos que los anales de este significativo espacio taurino ennoblezcan la memoria, una vez más.

Exterior de la plaza en imagen tomada hacia 1936. En Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.
Ciudad de México, 27 de enero de 2019.
BIBLIOHEMEROGRAFÍA
Cervantesvirtual:http://www5.cervantesvirtual.com/cgibin/htsearch?config=htdig&method=and&format=long&sort=score&words=hogal
Historia de la imprenta en los antiguos dominios españoles de América y Oceanía. Tomo I – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: …Carrascoso. Miguel de Ortega y Bonilla. Herederos de la viuda de Miguel de Ribera Calderón. Juan Francisco de Ortega y Bonilla. José Bernardo de Hogal. Pasa de España a México como oficial de la Tesorería del Ejército. Hace viaje a la corte en busca de licencia para fundar imprenta. Novedades que introduce…: “TESTIMONIO DE INFORMACIÓN DADA POR DON JOSÉ BERNARDO DE HOGAL, TÍTULOS Y CERTIFICACIONES CONDUCENTES AL EMPLEO QUE OBTIENE DE IMPRESOR MAYOR DE ESTA NOBILÍSIMA CIUDAD DE MÉXICO”.
A pesar de los importantes trabajos de Eguiara y Eguren, Beristáin y Souza, José Toribio Medina, así como de las importantes colecciones como las de García Icazbalceta, Fernández de Orozco y otros bibliófilos reconocidos, así como de los fondos que se encuentran en bibliotecas y centros de estudios de gran escala, tanto nacional como extranjero, es imposible tener hasta hoy una relación exacta de todos aquellos trabajos que
salieron de imprentas tan características como la de Joseph Bernardo de Hogal. No existe, hasta el momento, un trabajo que reúna en condición de catálogo ese tipo de datos, por lo que la labor, a lo que se ve, tendrá que ser más bien detenida y reposada.
CEVALLOS MIMENZA, Luis (Seud. YURI): SILUETAS. Relato de costumbres y tipos regionales, en verso y prosa, original de «Yuri». Poemas, romances, siluetas, epigramas, cuentos regionales, boladas, etc., etc. Mérida, Yucatán, México, ediciones «Yuri», 1934. (Sección Editorial).
Chamberlain, Robert S.: Conquista y colonización de Yucatán. 1517-1550. México, Ed. Porrúa, 1982. (Biblioteca Porrúa, 57).
Coello Ugalde, José Francisco: Relaciones taurinas en la Nueva España, provincias y extramuros. Las más curiosas e inéditas, 1519-1835. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Bibliográficas, 1988. 293 p. facs. (Separata del Boletín de Investigaciones Bibliográficas, segunda época, 2).
Conocido y reconocido en aquellos lares: Santos Gaspar “E Tío Hau May”. Disponible en internet enero 24, 2019 en: https://www.lostorosdanyquitan.com/tragedias.php?y=2013
Corrida de toros, Pomuch, Hecelchakán, Campeche. Disponible mayo 22, 2014 en:
http://culturacampeche.com/turismocultural/images/img_galaries/hecelchakan/galeria_hecelchakan.html
CUARTOSCURO, revista de fotógrafos, año IV, número 22, enero-febrero de 1997: Patricia Martín: “Del Torito al Chocolomo” (ANA LUISA ANZA) p. 22-29.
Gómez de Orozco, Federico: El mobiliario y la decoración en la Nueva España en el siglo XVI. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983.111 p. Ils. (Estudios y fuentes del arte en México, XLIV).
LIBORRED PERRAMON, Francesc: “El chocolomo: tradiciones mayas y costumbres españolas”. En: U Mayathanoob ti Dzib (Las Voces Mayas de la Escritura). Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, México, 1997., p. 181-193. Este ensayo se presentó como ponencia en el XIII Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas (Ciudad de México, 1993), para luego ser publicado, en Mérida, en el N° 153 del suplemento cultural Unicornio (¡Por esto!), correspondiente al 27 de febrero de 1994. Finalmente, ese mismo año, apareció una versión, con el título «El chocolomo: tradición y/o mestizaje entre los mayas contemporáneos de Yucatán», dentro de la obra Sistemas de trabajo en la América Indígena (Coord. Claudio Esteva_Fabregat), editada por la Biblioteca Abya-Yala (Nº 13, p. 211-226) en Quito, Ecuador. Universidad Autónoma de Yucatán. Centro de Investigaciones Regionales «Dr. Hideyo Noguchi», Unidad de Ciencias Sociales. Dirección General de Desarrollo Académico.
Loid Stephens, John: Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán. Tegucigalpa, Honduras 1ª ed., Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, 2008. 240 p.
Martos, Luis Alberto: ‘De toros y toreros en Yucatán’, Diario de Campo No 47, Boletín interno de los investigadores del área de Antropología, CONACULTA, INAH, México, Septiembre 2002, p. 2-4.
Méndez Plancarte, Alfonso: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 43).
Miranda Ojeda, Pedro, “Las fiestas nacionales en Yucatán durante el siglo XIX”, en Dimensión Antropológica, vol. 39, enero-abril, 2007, pp. 7-33. Disponible en: http://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=412
Representación, en nuestros días de “La Vaquería”, esto en el barrio de La Mejorada, en honor a la Santa Cruz. Oxkutzcab, Yucatán. Disponible mayo 22, 2014 en: http://sucesiononline.com/2012/04/18/vaqueria-inicio-la-fiesta-de-la-mejorada/
Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.
Romero de Terreros, Manuel: Torneos, Mascaradas y Fiestas Reales en la Nueva España. Selección y prólogo de don (…) Marqués de San Francisco. México, Cultura, Tip. Murguía, 1918. Tomo IX, Nº 4. 82 p.
–: APOSTILLAS HISTÓRICAS. México, Editorial Hispano Mexicana, 1945. 236 p. Ils., retrs.
Suárez de Peralta, Juan: Tratado del descubrimiento de las Indias. (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1580 por don (…) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3).
Valle-Arizpe, Artemio de: La casa de los Ávila. Por (…) Cronista de la Ciudad de México. México, José Porrúa e Hijos, Sucesores 1940. 64 p. Ils.
Zamacois Niceto de: Historia de Méjico: desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días. Por (…). Barcelona, J. F. Parres y Cía., eds., 1877-1882. 19 v.
[1] Niceto de Zamacois: Historia de México, t. 6, p. 745-59.
[2] Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p.(Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 105.
[3] Véase: Manuel Romero de Terreros: Torneos, Mascaradas y Fiestas Reales en la Nueva España. Selección y prólogo de don (…) Marqués de San Francisco. México, Cultura, Tip. Murguía, 1918. Tomo IX, Nº 4. 82 p., p. 22-26.
[4] Artemio de Valle-Arizpe: La casa de los Ávila. Por (…) Cronista de la Ciudad de México. México, José Porrúa e Hijos, Sucesores 1940. 64 p. Ils.
[5] Federico Gómez de Orozco: El mobiliario y la decoración en la Nueva España en el siglo XVI. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1983.111 p. Ils. (Estudios y fuentes del arte en México, XLIV)., p. 82-83.
[6] Juan Suárez de Peralta: Tratado del descubrimiento de las Indias. (Noticias históricas de Nueva España). Compuesto en 1580 por don (…) vecino y natural de México. Nota preliminar de Federico Gómez de Orozco. México, Secretaría de Educación Pública, 1949. 246 p., facs. (Testimonios mexicanos. Historiadores, 3)., cap. XXIX, p. 111-112.
[7]Cervantesvirtual:http://www5.cervantesvirtual.com/cgibin/htsearch?config=htdig&method=and&format=long&sort=score&words=hogal.
Historia de la imprenta en los antiguos dominios españoles de América y Oceanía. Tomo I – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes: …Carrascoso. Miguel de Ortega y Bonilla. Herederos de la viuda de Miguel de Ribera Calderón. Juan Francisco de Ortega y Bonilla. José Bernardo de Hogal. Pasa de España a México como oficial de la Tesorería del Ejército. Hace viaje a la corte en busca de licencia para fundar imprenta. Novedades que introduce…: “TESTIMONIO DE INFORMACIÓN DADA POR DON JOSÉ BERNARDO DE HOGAL, TÍTULOS Y CERTIFICACIONES CONDUCENTES AL EMPLEO QUE OBTIENE DE IMPRESOR MAYOR DE ESTA NOBILÍSIMA CIUDAD DE MÉXICO”.
A pesar de los importantes trabajos de Eguiara y Eguren, Beristáin y Souza, José Toribio Medina, así como de las importantes colecciones como las de García Icazbalceta, Fernández de Orozco y otros bibliófilos reconocidos, así como de los fondos que se encuentran en bibliotecas y centros de estudios de gran escala, tanto nacional como extranjero, es imposible tener hasta hoy una relación exacta de todos aquellos trabajos que
salieron de imprentas tan características como la de Joseph Bernardo de Hogal. No existe, hasta el momento, un trabajo que reúna en condición de catálogo ese tipo de datos, por lo que la labor, a lo que se ve, tendrá que ser más bien detenida y reposada.
[8] Manuel Romero de Terreros (C. De las Reales Academias Española, de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando): APOSTILLAS HISTÓRICAS. México, Editorial Hispano Mexicana, 1945. 236 p. Ils., retrs., p. 120.
[9] Op. Cit., p. 121.
[10] Miranda Ojeda, Pedro, “Las fiestas nacionales en Yucatán durante el siglo XIX”, en Dimensión Antropológica, vol. 39, enero-abril, 2007, pp. 7-33. Disponible en: http://www.dimensionantropologica.inah.gob.mx/?p=412
[11] John Loid Stephens: Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán. Tegucigalpa, Honduras 1ª ed., Secretaría de Cultura, Artes y Deportes, 2008. 240 p., p. 165-7.
[12] Luis Alberto Martos: ‘De toros y toreros en Yucatán’, Diario de Campo No 47, Boletín interno de los investigadores del área de Antropología, CONACULTA, INAH, México, Septiembre 2002, p. 2-4.
[13] Robert S. Chamberlain: Conquista y colonización de Yucatán. 1517-1550. México, Ed. Porrúa, 1982. (Biblioteca Porrúa, 57).
[14] Luis Ceballos Mimenza (Seud. YURI): SILUETAS. Relato de costumbres y tipos regionales, en verso y prosa, original de «Yuri». Poemas, romances, siluetas, epigramas, cuentos regionales, boladas, etc., etc. Mérida, Yucatán, México, ediciones «Yuri», 1934. (Sección Editorial).
[15] Op. Cit.
[16] CUARTOSCURO, revista de fotógrafos, año IV, número 22, enero-febrero de 1997: Patricia Martín: “Del Torito al Chocolomo” (ANA LUISA ANZA) p. 22-29.