BENDITA LOCURA…

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Si en estos precisos momentos, tuviese oportunidad de ser empresario taurino, y formar el cartel de triunfadores de la temporada inmortal, pondría sin duda alguna a José Laurentino Rodríguez “Joselillo”, Amado Ramírez “El Loco”, Rodolfo Rodríguez “El Pana” y a Valente Arellano, con ocho ejemplares bien presentados de… Zacatepec, por ejemplo.

   Los novillos estarán a la vista del público en los corrales desde el viernes, así que los aficionados podrán convencerse de que se trata de una auténtica corrida de toros. Y como lo ha prometido el responsable de este evento, los boletos a la venta tendrán un único precio en los tendidos numerados, así que quien desee estar en una barrera o un primer tendido, lo hará pagando un módico precio y disfrutará del espectáculo como los que también puedan adquirir su boleto en sol y sombra general, donde se augura un lleno hasta el reloj.

   Estos cuatro personajes, al cabo del tiempo, fueron capaces de mostrar sus virtudes y sus defectos, y en conjunto, lograron colocarnos (al menos, a través de la evocación o del sueño) en la orilla de nuestro asiento cada vez que desplegaban el capote, o se armaban de la muleta mientras “tragaban” embestidas de aquellos ejemplares que tuvieron a bien o mal enfrentar en tardes decisivas, ya de triunfo delirante, de rotundo fracaso o del sinsentido.

   Novilleros que nunca habíamos visto partirse el corazón de esa manera, aspirantes a matadores de toros frenéticos, pagados de sí mismos, echándose al público a la bolsa con aires de suficiencia. Capaces fueron de arrancar en pasadas tardes, olés cantados por multitudes arrebatadas, fuera de sí. Temporadas como esas no se dan con frecuencia. Es más, resultan ser como una bocanada de aire fresco, mismo que vino acompañado de diversas erupciones, todas ellas fuera de control. He ahí cuando se puede afirmar que la fiesta ha recuperado sus niveles de grandeza, distantes de aquellos largos periodos de perezosa uniformidad en donde no se augura la presencia de una auténtica figura del toreo, por lo que no queda otro remedio que esperar la siguiente temporada para encontrarse quizá con un “chalao” repentino o alguien que se le acerque apenas a los talones de José, Amado, Rodolfo o Valente que dejaron una estela difícil de ser superada en el espacio infinito de los aromas nuevos, distintos, troquelados con arte y técnica diferentes y no salidos del mismo molde o cortados por la misma tijera, simplemente nuevos, deseosos de recuperar los repertorios más novedosos creados para la capa, las banderillas o la muleta, buscando afirmar la sentencia de Juan Belmonte: “Se torea como se es”; o aún más por la rotunda expresión de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”.

   Pero ha llegado hasta aquí Rafael Gómez “El Gallo”, fumando y mascando su inseparable habano, y nos ha puesto una vez más frente a la realidad más desnuda por la que pasa el toreo en estos momentos al decirnos: “Que lo que no pue ser, no pue ser… y ademá… e imposible”. Y así, en medio de esa cortina de humo, parece que salimos este domingo anhelando, una vez más a toda costa, alcanzar la gloria de aquellos que legaron, con su alarde torero lo que ya resulta inalcanzable y nos obliga de nuevo a la larga espera.

   Todo esto es una locura, bendita locura, me dije de nuevo, al abandonar la plaza, mientras subía por una de las escalinatas que, en medio de una penumbra a la que ya nos tiene acostumbrados la empresa –en minúsculas- como para atizar y hacer sangrar más la herida.

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