Archivo mensual: marzo 2012

EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Corren los primeros días del mes de enero de 1852. En la prensa, comienzan a circular los siguientes carteles:

PLAZA DE TOROS DEL PASEO NUEVO, D.F. Domingo 4 de enero de 1852. Cuadrilla de Bernardo Gaviño. Siete o más toros, según la tarde lo permita de las más escogidas razas que tanto agradaron la tarde anterior (que fueron del Cazadero o posiblemente de alguna otra no puntualizada).

   El mismo día, sólo que en la plaza de toros de San Pablo, se llevó a efecto el siguiente festejo:

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REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS. Nº 33

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Para llegar a la plaza de toros del PASEO NUEVO, que se ve, allá al fondo, se le pide al cochero que tome por la calle de Puente de San Francisco y luego la del Calvario, pasando siempre por la “Alameda”.

   El afecto al suntuoso festejo que hoy se ha programado, pasará por entre la arboleda que engalana la acera donde se encuentra el templo de Corpus Christi, en tanto se pueden apreciar las maravillosas lámparas que, con trementina, harán posible que a su salida, los asistentes puedan encaminarse, ya a pie, ya en el carruaje disponible, para acudir a la caminata que se acostumbra por estos días en el “Paseo de las Cadenas”, al pie de la Catedral.

   Este es un atrevido daguerrotipo que obtuvo el responsable de alguno de los gabinetes de fotografía establecidos en esta fastuosa ciudad de México, para lo cual tuvo necesidad de sacar toda la parafernalia de aparatos y placas, pues no quiso quedarse con las ganas de dejar, para la posteridad, una vista; la impresión que habría tenido desde la calle de San Francisco, donde se encontraban dichos establecimientos al mediar el siglo XIX mexicano.

   Nada de embotellamientos, ni de multitudes como hoy día suelen moverse por este mismo lugar. Dinámica curiosa de otros tiempos, detenidos en un mediodía en el que apenas el cochero puede encontrar algún pasaje, dispuesto para soltar un latigazo y gritar a los caballos la orden de partida. Encantadora imagen.

Fuente: Programa del “Décimo primer FESTIVAL DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DEMÉXICO, 1995”, p. 79.

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EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 Esta efeméride corresponde al 16 de septiembre de 1526.

El conquistador nos revela un quehacer que lo coloca como el primer ganadero de México, actividad que desarrolla en el valle de Toluca mismo. En carta de 16 de septiembre de 1526, Hernán Cortés se dirige a su padre Martín Cortés indicándole de sus posesiones en Nueva España y muy en especial «Matlazingo, donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…»

Fuente: Antonio Navarrete. TAUROMAQUIA MEXICANA, Lám. Nº 3. “Atenco”.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA. EL TOREO, ARTE CATÓLICO. 2 de 2.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Avanzada la lectura de esta original conferencia, José Alameda hacia propuestas cuyo corte, eminentemente religioso le daban, como ahora siguen dándole los matices de la esencia que la fiesta conserva hasta nuestros días. Su puesta en escena es un complejo conjunto de elementos en los que lo católico y no otra condición permeó de tal forma que fiesta y ritual son consubstanciales. Este asunto me remite de inmediato a dos interesantes planteamientos que no dudo en incluir aquí. Por una parte, el Dr. Juan A. Ortega y Medina se refiriere a la experiencia “taurina” de parte del viajero extranjero Brantz Mayer, quien vino a nuestro país en la cuarta década del siglo XIX. Mayer

 (quien) estuvo a punto de apresar algo del significado trágico del espectáculo cuando lo vio como un contraste entre la vida y la muerte; un «sermón» y una «lección» que para él cobró cierta inteligibilidad cuando oyó al par que los aplausos del público las campanas de una iglesia próxima que llamaba a los fieles al cercano retiro de la religión, de paz y de catarsis espiritual.[1]

  Y si hermosa resulta la cita, fascinante lo es aquella apreciación con la que Edmundo O’Gorman se encarga de envolver este panorama:

 Junto a las catedrales y sus misas, las plazas de toros y sus corridas. ¡Y luego nos sorprendemos que a España de este lado nos cueste tanto trabajo entrar por la senda del progreso y del liberalismo, del confort y de la seguridad! Muestra así España al entregarse de toda popularidad y sin reservas al culto de dos religiones de signo inverso, la de Dios y la de los matadores, el secreto más íntimo de su existencia, como quijotesco intento de realizar la síntesis de los dos abismos de la posibilidad humana: «el ser para la vida» y el «ser para la muerte», y todo en el mismo domingo.[2]

    En esa posibilidad y bajo ese manto tan especial, el discurso de Alameda va contando con elementos que sólo una fuerza contraria muy contundente sería capaz –a menos que para ello propusiera un debate-, con la consiguiente amenaza de caer vencido, como alguna vez sucedió, y esto lo recuerdo muy bien, en la polémica que sostuvieron José Alameda mismo y Carlo Coccioli en un programa televisivo en el que Jacobo Zabludovsky era el moderador. Alameda hizo una defensa digna y legítima no sólo de su profesión. También de sus conocimientos de cultura general y de la tauromaquia en particular.

   Cuando Fernández Valdemoro se detiene a darnos algunos pasajes sobre Veinticuatro Cuernos Fundadores, que no es otra cosa que la génesis de la ganadería brava en nuestro país, no puedo dejar de mencionar que esta visión tuvo, por lo menos en la época en que fue redactada, una fuerte carga de mitos, debido a que la fuente que él consulta no es otra que la de Nicolás Rangel. No abundaré en el tema que, por otro lado fue parte del desarrollo de mi tesis profesional: José Francisco Coello Ugalde: “Atenco: La ganadería de toros bravos más importante del siglo XIX. Esplendor y permanencia”. (Para mayores datos, incluyo a continuación el vínculo a un archivo PDF donde el interesado encontrará el índice de este trabajo de investigación).

 
Por otro lado, remito a los lectores para que quien desee hacerlo, tenga oportunidad de reencontrar algunos apuntes que ya he puesto a disposición en este blog con anterioridad.[3]

    Vuelvo de nuevo con José Alameda y El toreo, arte católico.

    Cuando evoca a Ignacio de Loyola como creador de la Compañía de Jesús afirma también el surgimiento de la Contrarreforma, de cuyos efectos más importantes se tienen, a los ojos de nuestro autor el establecimiento de la Cristiandad en cuanto tal, que llegaba, por lo menos hace poco más de medio siglo, a la visión de que los límites de tal condición no habían podido ser rotos por el protestantismo. Hoy día, ese efecto tiene ya otras condiciones. La iglesia católica se ha visto acompañada de una legión importante de otras iglesias con las que, en su quehacer y en su fe, tiene que convivir, cohabitar de manera diferente, debido a la multifacética expresión religiosa o de culto con que México, en lo particular muestra ese amplio mosaico de posibilidades religiosas.

José Alameda compartiendo con quienes formamos, hace ya muchos ayeres la que, a mi parecer fue la mejor época de los Bibliófilos Taurinos de México (Ca. 1987).

    Ahora bien, y terminando Alameda por afirmar las tareas emprendidas por Loyola, plantea que justo en esos momentos (para ser precisos, el 15 de agosto de 1524), el toreo a la usanza española que es para entonces la expresión más acabada de esos tiempos, “va definiéndose como espectáculo popular”. Y, por alguna razón muy especial, precisamente la orden jesuítica es la que, con el tiempo dará mayores aperturas al significado de la fiesta taurina, al grado de darle razón a José María de Cossío cuando este afirma que “los jesuitas son los primeros en deponer el tono censorio frente a las corridas de toros”, fenómeno que afectó severamente por aquellos siglos, al grado que desde el Vaticano, por ejemplo, surgieron algunas bulas papales que cuestionaban la pervivencia de aquellos festejos.

   En esta larga conferencia, José Alameda siguió bordando algunos otros elementos que validaban sus dichos, como el que propone cuando uno se encuentra en la parte de El Barroco, Estilo Católico:

   En la conciencia despierta de la Iglesia, ha tenido que irse formando, poco a poco, la convicción de que la fiesta de toros no es un espectáculo más, un simple regocijo público como tantos otros, sino un arte popular, profundamente representativo y que es la expresión necesaria de un estilo”.

   Más adelante, da sus respectivos lugares en la historia a Bernardo Gaviño, Ponciano Díaz y también a Carlos Arruza, torero que brillaba con luz propia por aquellos años, y le da su lugar a la que ya para entonces era su frase publicitaria más famosa:

   “Por eso yo he dicho y repetiré siempre que El toreo no es graciosa huida. Sino apasionada entrega”.

   Termina El Toreo, arte Católico con un “Apéndice sobre el motivo católico en la poesía taurina”, en el que, como ya sabemos, pone en advertencia a los lectores cuando nos dice que hay que tener cuidado con los poetas. Poesía eres tú, diría Gustavo Adolfo Bécquer… Poesía no eres tú, diría Rosario Castellanos. Total, ¿a quién creerle? Y para ello, toma prestadas algunas muestras de esos bardos que, desde 1611 inquietan a Fernández Valdemoro. Tal es el caso de Alonso de Ledesma, José de Valdivieso, Adolfo de Bonilla, los Villancicos de Urgel, aproximándose luego con el célebre Antonio Machado, sin omitir a Miguel de Unamuno y esos versos que glosan a Prudencio:

 ¿Qué es, Prudencio, tu psicomaquia

sino una tauromaquia

a lo divino?

Corre la sangre del mártir,

del moro, o del toro

-igual destino-

y se alza el coro

del coso resonante;

¡España, España, triunfante!

Suena el clarín; ¡de los sepulcros abiertos

levántanse los muertos!

 A continuación, su exposición retoma también a Enrique López Alarcón, Adriano del Valle y Rafael Alberti, y Gerardo Diego, sin faltar el infaltable Federico García Lorca el que, en su “Llanto a la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” llegó a unas estaturas de exaltación que se alcanzan en este climax:

 …¡Que no quiero verla!

Que no hay cáliz que la contenga,

que no hay golondrinas que se la beban…

    Sin embargo llega a reconocer en lo último de ese apunte que en las poesías reunidas para el caso, “está presente la verdad revelada por el poeta: la de la identidad de estilo entre el catolicismo, religión positiva, y el toreo, arte popular”, lo que lleva a una reconciliación por el propio hecho de que esa producción literaria viene de inspiradas condiciones o dolorosas reflexiones que, combinadas en el verso se materializaron en poemas verdaderamente exaltados, como quizá tenga que ser la poesía en términos de lo religioso, al grado de que la poesía mística refleja ese último punto, el del estado de gracia, adonde santa Teresa, fray Miguel de Guevara o Concha Urquiza, por ejemplo, nos terminan conmoviendo sin más remedio que para unirnos al coro popular que ya exclama los ¡olés! que se derraman por los tendidos en una plaza de toros.


[1] Juan Antonio Ortega y Medina: México en la conciencia anglosajona II, portada de Elvira Gascón. México, Antigua Librería Robredo, 1955 (México y lo mexicano, 22). 160 p., 76.

[2] Edmundo O’Gorman: Crisis y porvenir de la ciencia histórica. México, Imprenta Universitaria, 1947. XII-349 p., 346.

[3] https://ahtm.wordpress.com/2011/07/06/aclaraciones-sobre-el-origen-de-atenco/

https://ahtm.wordpress.com/2011/07/15/aclaraciones-sobre-el-origen-de-atenco-2/

https://ahtm.wordpress.com/2011/07/22/del-anecdotario-taurino-mexicano-aclaraciones-sobre-el-origen-de-atenco/

https://ahtm.wordpress.com/2011/07/30/aclaraciones-sobre-el-origen-de-atenco-continuacion/ y

https://ahtm.wordpress.com/2011/08/06/aclaraciones-sobre-el-origen-de-atenco-fin-de-este-capitulo/

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EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Hoy, 16 de diciembre de 1815, en esta noble y leal Ciudad de México, un pregonero ha colocado, como es costumbre, el siguiente

 AVISO AL PÚBLICO

    Advirtiendo con extremo dolor el Excelentísimo Señor Virrey la desnudez de la Tropa del Ejército de este Reino, y las escaseces del Erario, proyectó su inimitable celo en Superior Decreto de 5 de Julio último, que para remediar aquella necesidad de los ilustres defensores de la Patria, se erigiesen en ramo de Real Hacienda las corridas de Toros que anualmente deberán celebrarse, con el objeto de que sus productos se inviertan en construcción de vestuario, y hospitalidades de dicha Tropa.

    Este arbitrio, que a un tiempo proporciona la diversión más genial y honesta a los habitantes de esta Capital, y la contribución voluntaria que se necesita para tan importante fin, comenzará a tener efecto en el presente mes de Diciembre, bajo el método y reglas semejantes a las que se observan en Europa, para quitar toda arbitrariedad a los Contratistas o Tablajeros en la alteración de los precios de los asientos con perjuicio del Público, y la mal versación de intereses con detrimento de la negociación, como se notó en las corridas destinadas al vestuario, en que sin embargo de que S.E. concedió gratuitamente cuatro por las tardes a los compradores de Cuartones, y ocho a los Contratistas por la moderada gratificación que ofrecieron para aquel fondo, experimentaron considerable pérdida.

    Las corridas se celebrarán por las tardes, comenzando después del despejo, a las tres y media en los meses de Invierno, y a las cuatro en los de Primavera, excusándose las de las mañanas para que no tengan tanta distracción los Artesanos y demás, sino que aprovechándolas con afanar su trabajo, puedan lograr la diversión sin desatender los talleres, con cuyo objeto igualmente está dispuesto que sean los días de fiesta, a excepción de las festividades más solemnes, y Lunes de cada Semana, cuando no haya necesidad de mudar la tarde, o de aumentar otra en la Semana; en el concepto, de que las de días de fiestas se lidiarán Toros despuntados como en Jamaica, Plaza de D. Toribio y Palenque de Gallos, porque no están permitidos los puntales, y las tardes de días de trabajo serán puntales.

    Al intento se ha formado una Plaza amplia, lucida y bien reforzada a espaldas de la Parroquia de San Pablo, por la extensión que presta su terreno, sin haberse hallado otra igual más inmediato al centro de la Ciudad, teniéndose presente que otra ocasión se situó la Plaza en el paraje en que ahora se halla la Parroquia, y no sirvió la distancia de retrahente (sic) al concurso.

    La Plaza está cercada con tapia de mampostería, para que solo tenga entrada por sus cuatro puertas. En lo exterior de la cerca y entre puerta y puerta, hay dos Casillas para el expendio de los Boletines, teniendo cada una dos puertas, una de entrada en que hay rotulones de los Cuartones progresivos que comprende, y en ella la tarifa del precio de los asientos, y otra de salida, para evitar que tropiecen unos con otros. Se compone la plaza de setenta y siete cuartones, cuatro menos de los que tuvo la última del Volador; pero para la mayor comodidad del Público, tiene una vara y tercia más de alto, e igual aumento de ancho, siendo mucho más amplios los corredores, pasadizos y escaleras.

    En el tendido de cada cuartón se acomodarán cincuenta y seis personas; ocho en delantero de los dos balconcillos, y cuarenta y ocho en las seis gradas, (…) en cada una, y no nueve o diez como antes se colocaban sufriendo opresión e incomodidad, habiéndose omitido el que llamaban redoble, porque era indecente y expuesto por el contrapeso desigual que hacía.

    En cada lumbrera se colocarán diez y seis personas: cuatro en el delantero balconcillo, y doce en otros tres bancos en escala, quedando hueco suficiente para sentarse en ellos por tener la puerta embutida en el respaldo.

    En las cinco gradas bajas de cada cuartón se acomodarán cuarenta personas a ocho en cada una, y no nueve o más como lo hacían los Tablajeros.

    En las lumbreras de sombra que llevan entrepaños de siete cuartas de alto para que puedan ver toda la Plaza por sus claros los que estén sentados en terceros y cuartos lugares, son los asientos en bancos cómodos, y en las de Sol, los delanteros o balconcillos son también en bancos, y los segundos, terceros y cuartos asientos en gradas corridas, no llevando entrepaños para que sea menos el calor y se tenga franca la vista, pero sí van con respaldo como las de sombra.

    Sin distinción de personas ni clases, nadie podrá entrar a la plaza sin boleto que acredite el pago, y estos se expenderán en las citadas ocho Casillas desde las diez de la mañana, y para comprarlos se entrará por la primera puerta y recibido se saldrá por la otra, en donde habrá un sujeto a quien se presente para que corte una de las puntas que van señaladas, a fin de precaver que pueda volver a la Casilla dándose por invendido con perjuicio del ramo; en el concepto, de que los Boletines valen tanto al principio como al fin de la corrida.

    Cada puerta de la Plaza tiene dos postigos, para que entren uno a uno manifestando el Boletín al portero, y confrontado lo dejará pasar, habiendo (…) sujeto que corte al Boletín la otra esquina señalada, para evitar el que los Tablajeros o concurrentes lo tiren de la parte a fuera como podía suceder, desde que entrara de balde alguna persona, manifestando en la puerta el Boletín que ya había servido para otra.

    Después se presentará al acomodador que colocará a la persona en el lugar numerado que exprese el Boletín, y cuidará de recogerlos todos al segundo toro para ver si cada uno ocupa su asiento, y no antes, a precaución de que por olvido o malicia pase al superior, quien lo pagó inferior.

    Nadie podrá salir de la Plaza para volver a entrar a ella con pretexto alguno, a menos que compre nuevo Boletín, si no se han acabado, respecto a que el que tomó primero tendrá ya recortadas las puntas, que es el signo para que no se reciban al entrar, o estará recogido por el acomodador; en inteligencia de que para las urgencias naturales, habrá suficientes lugares comunes apoyados a las Casillas.

    No se permitirá a persona alguna entrar a pasear la Plaza sin que lleve el Boletín comprado, porque sería inaveriguable en la confusión las que se quedaban dentro de ella, colocándose en gradas u otros asientos sin pagar; y si hay algunos que no quieran asistir a la lidia, sino solo pasear la Plaza, comprarán Boletín del ínfimo precio de 2 rs. aunque no usen del asiento.

    Todas las indicadas precauciones se dirigen al buen orden y comodidad del Público, y a asegurar el interés de la Real Hacienda; y tratándose de quitar la arbitrariedad de los Tablajeros y Contratistas en el precio de los asientos, que unas veces y en señalados días eran excesivos, y otros muy ínfimos, se fija el de cada uno con equidad, respecto a que son enormes los gastos por el subido valor de los Toros, Caballos, salarios, materiales, utensilios, &c.

 Tarifa del precio de los asientos de cada Departamento

SOMBRA

En Tendidos.

 Delantero en balconcillo.       .           ..          .   8 reales.

En la seis gradas.        .           .           ..           .      4 reales.

En las Lumbreras altas y bajas.

 Delantero en el balconcillo.   .           …         . 10 reales.

En el banco segundo. .           .           ..          .      6 reales.

En el tercero y cuarto.            .           ..          .     4 reales.

 En gradas bajas

En el delantero de la contravalla.      …         . 10 reales.

En las otras cuatro gradas restantes…           .   8 reales.

SOL

 En Tendidos.

Delantero en el balconcillo.   .           ..          ..    6 reales.

En las seis gradas.      .           .           ..          .           2 reales.

 En Lumbreras altas y bajas.

Delantero en el balconcillo en banco.            ..  6 reales.

En la grada primera.   .           .           .           .         4 reales.

En la segunda y tercera.         .           .           .        3 reales.

En gradas bajas.

En el delantero de la contravalla.      .           .     6 reales.

En las otras cuatro restantes. .           .                  4 reales.

    No se detallan cuartones de media sombra, porque según el círculo del Sol, varían y se mueven controversias sobre los precios, como se ha experimentado en las corridas anteriores.

    Cuando quiera alguna persona tomar Lumbrera por entero en sombra para cada corrida o la temporada, ocurrirá a casa de mí el Intendente, la víspera, para que como comisionado la mande separar, y se le darán cada día en la Casilla que corresponde el número del Cuartón, los diez y seis Boletines, que importan doce ps., con la advertencia, de que si el dueño quiere poner otros asientos, lo avisará al acomodador para que quite los bancos, pero nunca se adornará de otro modo la Lumbrera, porque debe guardarse la uniformidad de la Plaza, como se observa en el Coliseo.

    Al anunciarse alguna función sobresaliente, pudiera haber quien comprara Lumberas u otra clase de asientos para revender a mayor precio que el que expresan los Boletines, con la esperanza de que el concurso excediera a la capacidad de la Plaza, se impide esta negociación como contraria a la máxima del Gobierno, de dar valor fijo a los asientos para evitar alteraciones con perjuicio del Público, y si se justifica contravención, serán castigados los transgresores con multa o prisión.

    Si algún dependiente de las Casillas en que se expenden los Boletines, acomodador, portero, &c., faltare al cumplimiento de sus obligaciones, exigiendo gratificación para cambiar los asientos, o de otro modo que de motivo de queja a los espectadores, ocurrirán éstos a mí el Intendente de esta Capital y su Provincia, comisionado por la Superioridad para lo económico y directivo del ramo, y tomaré las providencias que convengan a la satisfacción del agraviado.

    Pudiendo suceder que se falsificasen algunos Boletines, deben hallarse precisamente duplicados, en cuyo caso será obligación del acomodador detener las personas que los tengan, y darme parte inmediatamente para hacer Yo el reconocimiento de los verdaderos, y la indagación del autor o autores de los falsos, para que se les aplique el castigo correspondiente.

    Las gradas de los Cuartones números 75, 76 y 77 bajo los tendidos de S.E., se destinan para la Tropa del despejo de la Plaza, y las de los Cuartones de Sol números 49, 50, 51, 52, 53 y 54 para la Tropa franca, y no deberá permitirse en unas ni otras que entren paisanos o mujeres, aunque lleven Boletines que pudieran cederles o venderles los Soldados francos. México 16 de Diciembre de 1815.

 Ramón Gutiérrez del Mazo (Rúbrica)

   Con mucha sustancia en su contenido, creo que cada quien sacará sus propias conclusiones.

   Agradezco al Dr. Marco Antonio Ramírez, propietario de la biblioteca taurina más importante de este país, la oportunidad de haber accedido a uno más de los muchos documentos de su propiedad, no pudiendo dejar de darle el crédito a él y al Centro Cultural y de Convenciones “Tres Marías”, en Morelia, Michoacán.

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EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    No me sorprende la actitud que mostró la Comisión de Administración Pública de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), encargada de impulsar la prohibición a las corridas de toros en el Distrito Federal, apenas este 22 de marzo. La gestión encabezada por los diputados José Luis Muñoz, Beatriz Rojas y Víctor Varela (del Partido de la Revolución Democrática, PRD), que votaron a favor, en tanto que Carlos Flores (del Partido Acción Nacional) y Lizbeth Rosas, también del PRD, se abstuvieron de votar, ocurre apenas unos días de haber concluido la temporada en la plaza de toros “México”, siendo réplica del mismo propósito el cual comenzó a hacer ruido antes de iniciado también el mencionado serial capitalino. Es decir, intentaron “calentar” un ambiente contrario que no prosperó y ahora pretenden darle continuidad. En ese antes y después, comenzaban los tiempos electorales. Hoy, se encuentran en una etapa ascendente y comprometida también.

   La maniobra pretende concentrarse en la modificación al art. 42 de la Ley para la Celebración de Espectáculos Públicos, del 13 de enero de 1997 y que a la letra dice:

 CAPÍTULO II

De los Espectáculos Taurinos

Artículo 42.-Para la presentación de Espectáculos taurinos se deberá observar, además de lo previsto en la Ley, las disposiciones del reglamento correspondiente.

    Entiendo que hasta hoy, en términos de legalidad se ha respetado. Pero estos “representantes” olvidan que al interior del espectáculo se han generado usos y costumbres, de que es una expresión de arraigo bastante metida en la entraña del pueblo y que, en tanto tradición ha conseguido alcanzar los 486 años de convivir entre nosotros. Olvidan también que la infraestructura para su desarrollo ha generado fuentes de ingreso, lo cual en caso de suceder la autorización de ese propósito, pondría en serios problemas la condición laboral de muchos. El asunto, es que al turnarse el dictamen ya validado, pase al pleno de la asamblea para que 66 diputados decidan si es conveniente o no la modificación al mencionado artículo 42, lo cual simple y llanamente se convertiría en la prohibición a las corridas de toros en el Distrito Federal, sin más.

   Olvidan que este es un patrimonio intangible, pero sobre todo buscan polemizar, con base en sus opiniones, los significados rituales y ceremoniales que posee la fiesta en grado sumo. Nosotros, que reconocemos la existencia del sacrificio y muerte de un animal, no nos identificamos como alentadores de la tortura, primer gran argumento del que se valen los contrarios no solo para descalificar, sino desvirtuar y manipular la conciencia de una sociedad a la que es necesario concientizar para hacerle entender que ese no es el mejor camino. Por lo tanto, me parece bueno recordar lo que apuntaba hacia el mes de octubre pasado, con respecto a este mismo síntoma, que para entonces comenzaba a inquietar las aguas del ambiente taurino:

   Cuando tengo necesidad de escribir todo lo que hasta aquí he pretendido decir, es porque en efecto, los movimientos que se están levantando en contra de las corridas de toros puede que tengan un peso de razón, pero no la suficiente pues entonces caemos en el terreno de los deberes y los derechos que establecen diferencias muy claras entre la raza humana y la raza animal. Si la pretensión es dar a la raza animal atributos que sólo corresponde a la humana, estamos cayendo en un equívoco que debe solucionarse marcando la natural diferencia que comienza en el raciocinio. Por otro lado es preciso aclarar que los pueblos, en buena medida se han integrado a lo largo de los siglos en sociedades que construyen formas de ser y de pensar, con sus creencias y preferencias. Desde luego lo que hoy somos como grupo social sería imposible que se adaptara si, por razones de un “túnel del tiempo”, tuviésemos que regresar 100 o 200 años atrás; o viceversa. Quedan en el ambiente o en el imaginario colectivo una serie de circunstancias que seguimos conservando –cambia la forma, el fondo permanece-. Y en ese sentido, las corridas de toros son un ejemplo muy claro.

   Quedaron establecidas en México luego de que ocurrió un proceso de conquista, de expansión y de guerra. Se impuso no el poderío español, que era más bien un frente de batalla muy débil, pero se intensificó gracias a que se unieron grupos indígenas que estaban sometidos, sobre todo por el imperio azteca. Fue la espada primero. Luego fue la cruz. En esa medida, los misioneros cumplieron un papel incómodo, destruyendo la religión que practicaban los pueblos prehispánicos para imponer otra. Se había producido, para bien o para mal, nunca como efecto maniqueo, un mestizaje el cual, trajo consigo diversas formas de expresión en el campo de la vida cotidiana. Las nuevas generaciones inmediatamente después de esa etapa colonizadora se amalgamaron y fue así como el padre español y la madre indígena se empeñaron en adaptarse a una nueva realidad en la que se acomodaron diversas formas de vivir. Una, entre muchas, fue la de compartir el toreo, como lo fue, y sigue siendo la religión; como lo fue y sigue siendo también el burocratismo que, desde Felipe II y hasta nuestros días permanece incólume.

   En esa nueva condición de adaptarse y asumir, hacer suya una condición que formaría parte del devenir histórico, los toros como espectáculo se convirtieron en elemento que cohesionó no sólo desde el ritmo de lo profano. También de lo sagrado, y esto, tomó siglos; sigue configurándose. Y hoy, en pleno siglo XXI, esa “rara avis” como ya es vista la tauromaquia, permanece viva en medio de nuevos escenarios y formas de pensar. No es posible, reflexionarán algunos, que un espectáculo anacrónico y “salvaje” como es el de los toros, aún siga perviviendo con su dinámica, una dinámica que ha acumulado siglos de configuración, de acomodos y reacomodos hasta ser lo que hoy día es: Una clara herencia de ese pasado que ahora pretenden borrar, sin más.

   Los toros como fiesta o espectáculo, contiene diversos elementos rituales, lúdicos, de profundo arraigo que hace suyo un pueblo, sin que existan de por medio diferencias de ninguna especie (sobre todo las que se refieren a las escalas sociales). En ese sentido y de esa manera se explican las corridas de toros, como convocantes y materializadoras de un proceso que decanta en la celebración, en la congregación colectiva que acude a un espacio abierto donde se pondrán de manifiesto un conjunto perfectamente articulado de condiciones donde diversas mayorías se convierten en testigos no sólo del ritual en sí, sino del resto de otras tantas expresiones en las que habita lo técnico o lo estético, dos razones entre muchos que justifican su puesta en escena. Y si en todo ese amasijo de condiciones que la constituyen, se entiende que va de por medio el desempeño de cientos, quizá miles de otras tantas personas que destinan una fuerza de trabajo y de eso depende su ingreso, pues vamos entendiendo mejor que el asunto ha encontrado a lo largo de varios siglos, entre otras cosas, una razón más de ser.

   Por esas y otras muchas razones vale la pena explicar qué son las corridas de toros, sobre todo en el siglo de los avances vertiginosos. Espero que estos no sean signos de moralidad puritana que apuesta por impedir determinados hábitos que las sociedades han procesado a lo largo de muchos, muchos años.

   El asunto apenas ha comenzado a despuntar. Debemos irnos preparando para argumentar y defender con mejores razones el significado de una fiesta, mismo que se pierde en la noche de los tiempos. Pero es preciso que nosotros, los taurinos, no nos perdamos tampoco en el falso y vago discurso de los lugares comunes.

   En los postulados que hoy invocan tantos candidatos, desde los que aspiran a la presidencia de la república hasta los de jerarquías que van de la cámara de senadores, a la de diputados o la misma Asamblea de Representantes, deben existir infinidad de prioridades que alienten el empleo, la educación, la cultura, la economía, así como recomponer el marco social, hoy en terrible estado de descomposición a raíz de la infructuosa guerra que el estado ha mantenido con el narcotráfico, con lo que se desdice o se deslinda de otras responsabilidades. A mi leal saber y entender es en esos puntos donde debe estar concentrada su atención y preocupación. Este asunto de la cosa taurina, además de estar convertido en una moda, impulsada por voces ajenas pero bastante evangelizadoras por cierto, ha hecho que sea blanco de tamaño desconcierto. Mi opinión muy pero muy personal es que dejen esto por la paz. En casa, hay mucha ropa sucia que lavar, eso es cierto, pero si la pretensión es alentar la ideología y no la praxis de lo cotidiano. Si el propósito es acabar con una decisión así con las corridas de toros sin contemplar todo el imaginario popular construido en siglos de recorrido, alterarán un ciclo natural de condiciones que no son sólo de orden urbano. También rural. La infraestructura que se ha construido en torno al espectáculo y todas sus circunstancias tendrá un severo impacto que no solo perjudicará un mercado ya establecido. Afectará al campo como un ecosistema perfectamente articulado, y con el cambio climático ya tienen suficiente los ganaderos para reparar lo irreversible del daño en esas unidades de producción agrícolas y ganaderas.

   En fin, que lo suyo no es sentenciar a una fiesta, espectáculo o representación simbólica y ritual al mero propósito que persiguen. El efecto “dominó” que puede haber detrás de todo esto es el verdadero síntoma de preocupación. Suficiente tuvimos este sexenio con el cuento de que un “presidente del empleo” se iba a encargar sólo de desarticular esa esperanza de muchos mexicanos como para que ustedes se conviertan, entre otras cosas, en cómplices perfectos de nuevos candidatos al desempleo y aliento de la violencia, lo que pone esto al rojo vivo. Suficiente hemos tenido los mexicanos con tan malos gobiernos que una muestra más, por parte de sus representantes populares no le vendría mal a su ya descalificado y devaluado proceder. ¿O qué les parece la nueva cifra –no de Forbes-, sino de la realidad misma, de que al terminar este sexenio, México tendrá 60 millones de pobres?

 23 de marzo de 2012.

Post scriptum

    En la emblemática columna ¿La fiesta en paz? del amigo Leonardo Páez,[1] acaba de apuntar algo en lo que estoy totalmente de acuerdo, trayendo aquí algunas de sus palabras y afirmaciones:

   “Revestidos de la actitud seudomodernizadora y de la incultura compasiva adoptada por los separatistas catalanes, estos jóvenes metidos a legisladores han preferido ignorar aspectos medulares de la fiesta, cuya revisión y eficaz legislación es imperiosa, como serían el desmantelamiento gradual de una tradición centenaria, gracias a la ineficaz autorregulación de sus promotores; los criterios de otorgamiento de licencia de funcionamiento de un coso; sanciones y causas de revocación de ésta cuando se incumple la Ley para la Celebración del Espectáculos Públicos en el Distrito Federal, y la convocatoria para escuchar, con cuestionamientos sustentados, a los indolentes aficionados y a los diferentes sectores implicados. Ello sería abordar el tema con verdadero espíritu legislativo, no con demagogia”.


[1] La Jornada, D.F., del domingo 25 de marzo de 2012. La Jornada de en medio, p. 10 a.

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EL ARTE… ¡POR EL ARTE! (QUINTA VERÓNICA DE LA SERIE).

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Habiéndonos recreado en cada una de las “verónicas” que hasta ahora forman parte de esta serie que promete ser caudalosa hasta un punto en que el remate también será “majestuoso”, me atengo a una de las mejores apreciaciones no sólo en términos de la crónica taurina, sino de la literatura. El legado pertenece a la prodigiosa pluma de Carlos Septién García, El Tío Carlos, quien en ese sentido sigue siendo insuperable y un modelo en todo sentido. La suya, se convierte en referencia sobre la forma en que queda como muestra la elaboración no sólo de una crónica, sino de un texto literario que, de suyo posee valores de gran contenido y cuya estatura, sigue siendo inalcanzable.

Y de esto era de lo que escribía El Tío Carlos – El Quinto, acompañando su notable escrito otra suprema notabilidad, el apunte de un Carlos León que empezaba en estas labores de la crónica, pero que lo hizo, y muy bien por cierto, en el dibujo que recogió de una de las “siete verónicas” que fue a forjar Luis Castro El Soldado, la célebre tarde del 5 de marzo de 1944.

 He aquí la maravilla prometida.

 

Fotografía: Daniel Orduña.

Otro prodigio de Luis Castro…

INAH-SINAFO, 30879

Verónicas que se complementan con estas otras versiones en donde sobran las palabras:

 Jesús Solórzano.

Fotografía: Eduardo Melhado.

 Silverio Pérez.

 

Colección del autor.

Rodolfo Gaona.

INAH-SINAFO, 119706

Lorenzo Garza.

INAH-SINAFO, 119903

 Para el brillante remate, nuevamente por parte de Luis Castro, gracias a la recreación pictórica de Carlos Ruano Llópis.

CONTINUARÁ.

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EDITORIAL.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Ha terminado en forma por demás lamentable la temporada “grande”, celebrada en la plaza de toros “México” entre los meses de noviembre de 2011 y marzo de 2012. Y afirmo que “lamentable” a pesar de un cierre afortunado en el que triunfaron los tres alternantes, debido al hecho de que el común denominador de este serial tuvo marcadas crestas y preocupantes valles. Si la empresa esperaba llenos cada tarde, este objetivo o propósito nunca se materializó debido a que fueron notorias las patéticas escenas de tendidos semivacíos. Incluso, la tarde celebratoria del 5 de febrero, convertida en “tabla de salvación” para la empresa misma que piensa y ha pensado que esa fecha concreta tiene un encantador poder de convocatoria no pudo conceder ese deseo y la zona de general dejaba ver enormes huecos.

   Si la intención de todo empresario es llenar su plaza una tarde sí y otra también, esto se deberá en buena medida, a la orquestación de un conjunto de elementos que permitan ese propósito. Toros con garantía de edad e impecable presentación, y buenos toreros, lo que supone poner en el cartel figuras y promesas. El resultado que siempre es relativo, y que no puede pronosticarse sino en todo caso estimarse en función de elementos que dependen de las virtudes de los maestros o del juego ofrecido por el ganado –“los toros no tienen palabra de honor” (Antonio Llaguno, dixit)-, son variables que luego podrían permitir, como ha ocurrido en otras épocas, que el cartel del siguiente festejo sea el resultado de volver a programar al torero que mayor interés haya producido en esa tarde (interés que puede ser motivado por su buena o displicente actuación, que siempre hay que buscar un elemento atractivo, de “jalón” publicitario). Tengo presente que el Dr. Alfonso Gaona repitió varias tardes de manera consecutiva, tanto a Rafael Rodríguez como a Manolo Martínez, hayan estado bien o mal, lo que significa crear un ambiente y una expectativa que por sí misma ya representa elementos que se integran en la caja de resonancia, en el atractivo que ya va siendo el sólo desarrollo de una temporada.

   El reciente fenómeno de crisis económica se refleja en buena medida cuando cada tarde de toros no se “retratan” en taquillas los más aficionados que el empresario desearía. Pero estoy convencido que si el responsable de la organización apuesta por ofrecer atractivos cada tarde, la mejor forma de verse correspondido en con asistencia masiva en las plazas. Pero si está sucediendo todo lo contrario, deben hacer un balance serio para analizar dónde está la falla o dónde están fallando. No me explico cómo, en el caso concreto del Auditorio Nacional por ejemplo, se garantizan llenos, a pesar de los elevados costos. Y menciono dos casos concretos. Por ejemplo, se encuentra anunciado Chano Domínguez y su programa Flamenco Sketches (sábado 24 de marzo, 21 horas, Auditorio Nacional). El evento representa vender boletaje con valores que van de $950.00 a $550.00 Por otro lado, y aunque ya se realizó, pero lo presento en calidad de ejemplo, es el concierto de Elton John, en el mismo foro, para lo cual hubo dos audiciones, el viernes 2 y sábado 3 de marzo pasados. El costo de las entradas fluctuaba entre $3,800.00 y $400.00

   Por cuanto difunden los medios masivos de comunicación, se tiene claro que la celebración de este tipo de actividades, convoca a miles, miles de personas que asisten al Auditorio, al grado de que puede llenarse. Si él o los empresarios que montan dichas actividades están conscientes de ofrecer un producto de calidad, la gente, los aficionados o fans de estos músicos acuden no importando el precio que tengan que pagar por una localidad. Al final, saldrán convencidos de que se les ofreció lo prometido y de que estarán conformes con el resultado. Pero en el caso de los toros ocurre todo lo contrario. Hace mucho tiempo que las plazas lucen semivacías, lo que es muy mal signo si ahora se tiene toda una idea de encaminar a la tauromaquia al deseado nombramiento como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, por parte de la UNESCO. El trabajo en este sentido es asumir responsabilidades, significa recuperar la confianza del aficionado que, en buena medida se siente defraudado y prefiere no ir a la plaza, ni tampoco pagar una cantidad si lo que se le ofrece es un producto de mala calidad, cuyo significado se encuentra tan cerca del fraude mismo. Pero, ¿cómo lo denuncia? Lo hace precisamente con el más duro de sus afanes: alejándose de las plazas. Pero tampoco, y eso es lo preocupante llegan o se hacen presentes de manera efectiva, contundente o definitiva las hornadas de jóvenes o niños de quienes se esperaría como los sucesores naturales de una presencia que mayoritariamente se manifiesta en personas adultas y no una amalgama de estos tres elementos: niños, jóvenes y adultos. En algún sentido, alguien me comentaba una vez que le llamaba la atención el hecho de que buena parte de la asistencia a una plaza se debía a personas adultas, lo que significa que en algún momento puede haber un salto generacional pero hacia el vacío, lo que representa otra condición no deseable. De esto parece que no se han dado cuenta muchos de quienes se encargan de la organización de un espectáculo como el taurino. Si cabe la posibilidad de que sus asesores en mercadotecnia valoren elementos como los que ahora han quedado sobre la mesa, bueno fuera que los tomaran como razones reales que yo no digo, asiento o sentencio. Allí están, a la vista de todos. Por lo tanto, ¿qué conviene hacer si la fiesta en verdad se está yendo en picada hacia el punto en que sin necesidad de los contrarios, termine por fenecer en nuestros brazos?

   Cada uno de quienes estamos ofreciendo una posible solución, debemos ser conscientes del papel y la responsabilidad que jugamos en ese empeño. A título personal, y con palabras breves digo que lo mío es la difusión de la historia y la cultura taurinas mexicanas y en eso estaré trabajando empeñosamente. De igual forma, ese es el papel del empresario, el ganadero, el torero, la prensa y de todos cuantos pretendemos recuperar glorias perdidas de un espectáculo cada vez más devaluado. Espero, por ejemplo, que la prensa taurina, al término de la temporada capitalina, haga un balance serio, que se valga no sólo de lo cuantitativo, sino de lo cualitativo y que genere un juicio de valores no condescendiente con la empresa, ni que conviertan empresa y los de la prensa sus intereses y comentarios en sociedad de elogios mutuos. Ya no estamos para eso, creo que ya superamos el subdesarrollo, pero si lo alientan, créanme que allí seguiremos, inevitablemente.

   Por otro lado, conviene prever el futuro. Si no se alientan a los niños ni a jóvenes que vienen mostrando virtudes y capacidades, no veremos sino algún caso aislado de novilleros que podrían interesar o atraer. Las escuelas taurinas que ya funcionan en Tlaxcala, Aguascalientes o Zacatecas por mencionar los casos conocidos, deben ser vinculadas en este tipo de propósitos. Si los “veedores” también hicieran su trabajo conforme a los principios elementales de calidad, estaríamos en condiciones de que se nos ofrezca el producto ofrecido. Si son novillos, novillos serán. Si son toros, toros serán. Lo demás, viene por añadidura.

   Como ven, por elementos de mejora no quedamos. Soñar no cuesta nada, pero en estos tiempos, soñar en esa forma puede convertirse en amarga pesadilla.

 19 de marzo de 2012.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO, EXHUMADAS HOGAÑO. Nº 1.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Con la presente, comienza una serie de aportes curiosos a la historia del toreo en México. Aquí intentaré reunir breves, muy breves notas que se relacionan con el elemento central que da razón a esta nueva categoría: las curiosidades. Y vaya si las puede uno encontrar en legajos, periódicos, imágenes y todas aquellas notas perdidas que luego, al reunirlas en una unidad equilibrada y coherente, habrán de convertirse -eso espero-, en referente para el conocimiento del pasado taurino mexicano a la luz del presente.

   La primera de ellas, tiene que ver con este par de curiosísimos datos aparecidos en El Popular, D.F., del 21 de agosto de 1906, p. 3 como sigue:

Referente a la corrida celebrada el Madrid el domingo 12 del corriente, escriben a la Agencia Taurina de México (bajo la responsabilidad de Julio Bonilla) lo siguiente:

Con un lleno, se celebró la corrida, lidiándose cuatro toros de Nopalapam y uno español de Nandín, por Pipa y los nuevos diestros Salguerito y Pollito Rubio.

   Los toros mexicanos cumplieron; no así el español, que resultó un manso perdido.

   Pipa estuvo bien toreando y matando, escuchando palmas merecidas.

   Pollo Rubio estuvo regular con el capote, y nada más.

   Salguerito era el encargado de matar el toro español: pasó de muleta ayudado por todos sus compañeros, se perfiló y entró a matar por derecho, dando una estocada hasta la empuñadura; pero como por ignorancia no dio la salida que debía, fue cogido y volteado aparatosamente, sufriendo un varetazo en la ingle izquierda. Pipa remató el toro con un descabello.

   El estado del herido no es de gravedad.

 Así anunciaban los carteles en la Orizaba de 1881 a los toros de Nopalápam.

   A lo que se ve, resulta que si se hace un balance del ganado nacional lidiado en el extranjero, esta podría ser la primera vez que toros mexicanos fueran enviados a España para su lidia. Esto ya había ocurrido con los de Atenco, enviados en algunas fechas precisas, tanto a la isla de Cuba, como al sur de los Estados Unidos de América, e incluso a Guatemala. Pero en el caso concreto de Madrid, con la presente nos encontramos la hasta ahora, primera evidencia en ese sentido, lo que viene a convertirse en una absoluta curiosidad.

   Del mismo registro hemerográfico, y apenas unos párrafos más adelante, también puede uno encontrarse con esta nota:

   En la plaza de toros de Saltillo, el domingo 19 del corriente debieron estoquear cuatro toros de la Hacienda de Guadalupe, propiedad de Don Luis Ramos, por Alfredo Sánchez Romerito y Fermín Espinosa Armilla.

   Dicha corrida fue a beneficio de los citados diestros.

Fuente: Rubiales, Francisco (Seud. Paco Malgesto): Armillita. El maestro de maestros. Veinticinco años de gloria. México,La Afición, 521 p. Ils., fots., p. 37.

   He aquí, por tanto, la presencia activa del padre de tres importantes personajes de la torería mexicana en la primera mitad del siglo XX: Juan, Zenaido, pero sobre todo de Fermín Espinosa. Los tres, asumieron e hicieron suyo el alias de Armilla o Armillita, para gloria de la tauromaquia nacional.

   De la hacienda de Nopalapam apenas se tiene vaga idea, y a decir de Carlos Cuesta Baquero, se trataba de ganaderías cuneras, es decir, enteramente regionales y que iban lidiando por aquí y por allá, en los estados donde se encontraban. Alguna información nos da idea de que dicha hacienda se encontraba en el estado de Veracruz, con lo que en otras ocasiones, unos veinte años atrás, enviaban con alguna frecuencia ganado para ser lidiado en la plaza de toros «Carlos III» en la isla de Cuba.  Lo que sí es un hecho, es que esta hacienda existió con el nombre de Juan Bautista Nopalapan, ubicada en el actual municipio de San Juan Evangelista, denominado también como Nopalapan de Zaragoza, en el estado de Veracruz. Por lo tanto, si este dato se convierte en el primero en su categoría, es que estamos frente a la evidencia inicial de toros mexicanos lidiados en España, antes de aquellos que también se jugaron en la plaza de las Ventas, pertenecientes a San Miguel de Mimiahuapam, lidiados durante la feria de San Isidro, el 20 de mayo de 1981, o los de San Mateo, que también fueron enviados a España el año de 1986, justo el 11 de octubre en la plaza de Huelva, ejemplares a los que se enfrentaron David Silveti y los españoles Tomás Campuzano y José Ortega Cano. También otros dos de la misma procedencia, así como un par de los de San Marcos salieron al ruedo de la plaza madrileña de las Ventas el 24 de mayo de 1987, enfrentándose a ellos “Nimeño II”, David Silveti y Tomás Campuzano.

   Al comenzar el siglo XIX,  Bernardo Frayutti, era dueño de las haciendas más importantes de aquellas regiones (Cuatotolapan, Nopalapan, San Felipe, Corral Nuevo y El Calabozo). Bernardo fue hijo de Manuel Franyutti, personajes que, debido a su posición social privilegiada, cumplieron funciones que seguían los principios de mayorazgo en que las propiedades familiares eran heredadas al hijo primogénito y de ese modo, en tanto grupo de poder, manejaban los destinos de la región.

   Si algún dato más al respecto de los de Nopalapam apareciera por ahí, no dudaré en compartirlo con ustedes.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA. EL TOREO, ARTE CATÓLICO. 1 de 2.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El toreo, arte católico (1953),[1] es la siguiente obra de José Alameda a revisar en este intento de poner al día el ejercicio que, en tanto escritor mostró el ya reconocido Carlos Fernández Valdemoro.

   El toreo, arte católico fue en realidad una conferencia que Alameda dictó en el Casino Español en la ciudad de México, el 23 de marzo de 1953.

   Nada más arrancar, el primer párrafo es dueño de una rotundidad pasmosa que hoy día no solo es vigente sino necesaria para divulgarla cuantas veces sea conveniente, en aras de dar una explicación más acerca del significado que le es consubstancial al toreo. Veamos:

 Hay gentes que se atienen a una idea vaga de que las corridas de toros son opuestas a las creencias religiosas y muy especialmente a las creencias católicas. Son las gentes que creen que la fiesta de los toros es inhumana, cuando si lo pensaran bien verían que es todo lo contrario: humana, demasiado humana. Nada hay más humano que la lucha entre vida y muerte. Y eso es precisamente lo que caracteriza, como sacrificio real y como sacrificio mítico, a las corridas de toros.[2]

    Por cierto, esta sola afirmación viene muy bien en momentos en que el conflicto de interpretación en cuanto a la forma en que debe entenderse la entraña del toreo, con todo el peso de sus significados rituales aún no termina de “aterrizar” o de materializarse en las ideas y pensamientos, no sólo de los taurinos. También de quienes no lo son, por lo que es pertinente una sencilla aportación como la que nos proporciona Alameda mismo.

   A continuación, el autor, sin enredarse en las complejas explicaciones de un breve y sencillo paseo por las razones en que la religión, sobre todo la católica constituye el andamiaje espiritual en que se sustentan buena parte de los significados para entender la tauromaquia.

José Alameda, fotografía que el autor obtuvo del memorable personaje en la plaza de toros de Querétaro en 1982.

    Y la tauromaquia, como religión han sido un elemento que ha pasado a formar parte de un territorio peculiar: la estética, el arte. Y al dar razones, Alameda retomaba ideas y párrafos de su ensayo Disposición a la muerte. Lo importante aquí es que Alameda planteaba que el toreo no es sólo el compositor, sino también el ejecutante. El productor en consecuencia de la obra donde el toro es elemento complementario cuya fuerza es la voz cantante, voz a sujetar y refrenar precisamente entre la composición y la ejecución. Pero aún más, el toreo alcanza bajo estas condicionantes, niveles de arte dramático. Se convierte en un arte de pasión.

   José Alameda, ya dispuesto a resolver el enigma, echa mano de los ingredientes que han sido inherentes y propios de la constitución y consolidación milenaria o secular de esta representación, a partir de la presencia de civilizaciones como la griega, en cuya contribución se percibe algo que considera como la elaboración del cristianismo a partir del pensamiento griego, donde Platón y Aristóteles dejaron más tarde en san Agustín y Santo Tomás de Aquino influencias para logar en la conciencia hispana primero; española después suficientes razones de equilibrio. Mismo equilibrio que fue a meterse en el imaginario colectivo de rotación y traslación en torno a estos cuatro pensamientos.

   El toreo, arte católico también se nutre de elementos mitológicos, en cuyos famosos Trabajos de Hércules encuentra dos motivos. El primero, donde Hércules mismo

 Logra sujetar al famoso toro de Creta, que era nada menos que Zeus. Júpiter, en forma de toro, el raptor de Europa. Después se apodera de la vacada del gigante Gerión, el mugidor. Esta última hazaña la realiza en tierra ibérica, en España, cerca de la actual ciudad de Cádiz.[1]

    Luego, da cuenta del mito del minotauro, que Teseo “despachó de un estoconazo”, con lo que sin academicismos chocantes, Alameda resolvió aquí parte de su faena literaria, misma respuesta, forma y actitud con que lo irá haciendo conforme desarrolla el resto de su texto.

   Refiere la parte protagónica de ciertas mujeres que, habiendo cumplido funciones sacerdotales en combinación con una ágil dinámica acrobática, realizaban saltos que ciertos frescos pintados en el palacio de Knosos (en la isla de Creta), llegan hasta nuestros días, ilustrando el momento preciso de aquella suerte conocida como taurokathapsia. Esto sucedía 2000 años antes de Cristo. Y si en ese grupo de mujeres se constituyó buena parte del origen, la génesis del saber sobre cómo ponerse frente a un toro, es probable, a decir de Alameda, que entre otras estuviese la muy conocida princesa Ariadna, que dio a Teseo el ovillo de hilo “que desde entonces es símbolo de la ciencia y arte de torear” (Alameda, dixit), propuesta nada descabellada si luego José Alameda mismo la llevó a la cima de sus creación al concebir El hilo del toreo. Vaya, que no es ninguna casualidad que nuestro autor, también metido en el laberinto solvente de sus ideas, terminara saliendo airoso compartiéndonos años más tarde esa obra emblemática.

 Mujeres sacerdotisas del palacio de Knosos donde quedaron plasmadas diversas escenas de la vida cotidiana en varios frescos que allí se encuentran. Detalle del fresco y recreación de la suerte denominada taurokathapsia, tal y como debieron ejecutarla.

  Y “Aparece la cruz”. En esta parte de su ponencia hace profunda revisión de diversos elementos donde la “cruz es algo más que un talismán y parece estrictamente relacionada con la divinidad”. Ese elemento pasa, ya en la visión que articula los cimientos del espectáculo, ya que “el símbolo determinante del toreo se debe [también] al genio romano”.

   Eso sí, cuando intenta explicar el supuesto origen árabe como única razón de sustancia, él mismo plantea que si el toreo es un arte árabe, introducido en España por los musulmanes no es esto con afán de resolver el enigma, sino de enrarecerlo.

   Las culturas, las diversas culturas que tuvieron una dinámica de dominación y expansión, lo cual obligaba a los naturales desplazamientos y posicionamientos de control y dominio, aspecto que tomaba años, muchos años ejerciendo el mando, también influyeron como parte del corpus que fue adquiriendo el toreo. Por otro lado, advierte que el quehacer de ciertos poetas ha sido tomado a pie juntillas, de tal forma que “su” explicación es la más apropiada para encontrar respuesta en el misterio de la creación taurina, para lo cual pide no dar credibilidad a cierta imaginación surgida entre este tipo de creadores que, por otro lado, en el orden literario han aportado, como ya se sabe grandes obras, memorables. En ese sentido, Alameda, con los años, también asombrará con diversos trabajos poéticos, de los que luego haré un detenido análisis.

   No olvidemos que diversos movimientos culturales generaron mestizaje y otras nuevas expresiones que asimilaron e hicieron suyo lo que aportaban las demás lo cual, en un buen registro de tiempo se convirtieron en elementos de identificación que, como es el caso del toro no fueron exclusivos de una, sino de varias culturas que, al homogeneizarse en una sola puesta en escena, tal y como ocurre en una tarde de toros, pueden percibirse condiciones heterogéneas, la suma de diversas culturas por donde el toreo con toda su magia o su encanto, iba encontrando aposento.

   Lo que sí es un hecho es que aquellos postulados primeros de Alameda, alcanzaron madurez en otro libro valioso: La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo que ya revisaré en su momento.

   Con un mundo protestante y católico a partir de la Reforma impuesta por Martín Lutero, la humanidad va a continuar su desarrollo, en el que justo la compañía de Jesús va a encarar planteando la Contrarreforma para que se contuvieran luteranos y calvinistas en su empeño, ahora frente a una Cristiandad, la que al fijar sus límites, no permitió que el protestantismo los rebasara.

 CONTINUARÁ.


[1] Alameda, José (seud. Carlos Fernández Valdemoro): El toreo, Arte Católico (con un apéndice sobre el motivo católico en la poesía taurina) y Diposición a la muerte. Prólogo del Licenciado Carlos Prieto [Vicepresidente del Casino Español y Presidente de su Comisión de Acción Cultural]. México, Publicaciones del Casino Español de México, 1953. 161 p. Ils., fots. (p. 13-86).

[2] Op. Cit., p. 17.

[3] Ibidem., p. 21-2.

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