REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS Nº 25.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 Cuando vi esta imagen, de inmediato su contenido “moderno” me transportó al pasado, por lo que conviene detenerse a realizar un trabajo de interpretación de suyo interesante, para explicarnos ese procedimiento.

Disponible Octubre 13, 2011 en: http://www.altoromexico.com/2010/index.php?acc=galprod&id=1899

    Sucede que al observar lo ocurrido recientemente en San Miguel el Alto, el “tiro” fue resuelto con un trabajo conjunto de tres charros que fueron retirando del redondel los restos mortales de cada uno de los toros lidiados enredando las cuerdas en el cabezal de la silla de montar, como una forma de afianzar el arrastre, con objeto, entre otras cosas, de que ninguno de los caballos resultase lastimado de más por el esfuerzo que se imprime en dicha tarea de resistencia.

   Con el colorido “digital” que permite la fotografía de nuestros días, destacan muchos detalles que forman parte del festejo mismo. Ahora bien, imagínense ustedes que en una circunstancia muy parecida, nos transportamos en el túnel del tiempo, para ubicarnos, con 114 años de diferencia, en la plaza de toros “Bucareli”, de la ciudad de México.

   La tarde del 26 de diciembre de 1897, se celebró un festejo en el que intervinieron Luis Mazzantini y Nicanor Villa Villita, lidiando toros de Tepeyahualco. Fue una más de las tardes que integraron la conocida “Temporada de Mazzantini” quien así vino organizando varios seriales luego de que pudo estabilizarse entre la afición, primero la aceptación del toreo moderno de a pie, a la usanza española, en versión moderna, y en segundo término que quedaran restañadas las heridas de un trato adverso que esa misma afición tuvo para con el guipuzcoano luego de la infame tarde del 16 de marzo de 1887 en que las cosas no rodaron bien, al grado de que el propio Mazzantini tuvo que ser despedido entre cajas destempladas y quien, casi huyendo, sólo alcanzó a exclamar: “¡De México…, ni el polvo!”

   Pues bien, tanto don Luis como Villita fueron despachando a los pupilos de don José María González Pavón, toros que por la circunstancia de lidia impuesta en aquella época, también se despacharon varios jamelgos. Entonces, salían al ruedo dos tiros: uno el de mulillas que se llevaba al destazadero a los toros estoqueados y otro, compuesto por caballos que tuvieron el desagradable papel de acompañar a los «compañeros» heridos hasta su mortaja.

   Las imágenes y sus detalles que ilustran las presentes notas, provienen del libro: Mano a mano en Bucareli. Primer foto-reportaje taurino, en el que colaboramos Marcial Fernández “Pepe Malasombra”, Francisco Montellano Ballesteros y José Francisco Coello Ugalde. México, Ficticia, 2001. 99 p. Ils., retrs. El fotógrafo fue el misterioso C. B. Waite.

C. B. Waite fotógrafo.

Detalle de la anterior.

C. B. Waite fotógrafo.

Detalle de la anterior.

   Así que detalles como los que aquí se han revisado, no dejan de ser meros elementos complementarios durante una tarde de toros. Lo sorprendente aquí es la enorme coincidencia que una fotografía tomada en este 2011 tiene con otras, que se obtuvieron en diciembre de 1897…

 (. . . . . . . . . .)

y al toro con las mulillas

a su lugar condujeron,

dejando otra vez la plaza

dispuesta para el toreo.

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