EDITORIAL. GASTAR “PÓLVORA EN INFIERNITOS”.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La temporada de novilladas en esta ciudad de México ya pasa de la mitad. Su balance no sólo es mediano, sino mediocre. ¿Qué está pasando en la realidad?

   ¿Es culpa de la empresa y su mala administración?

   ¿Todos los aspirantes llegan a la plaza sin un aval, sin garantías de alguien que diga me constan sus capacidades”, “tiene futuro”?

   ¿Los muchachos, no andarán gastando “pólvora en infiernitos”?

   Las desoladoras entradas que hasta el momento se han registrado, ni siquiera la décima parte del aforo de una plaza que todos estos domingos es un auténtico monstruo, dan idea de la falta de promoción, con todo y que los niños entran gratis. Pero cuando uno se encuentra en los tendidos se llegan a conclusiones como: en qué medida le conviene a la empresa aplicar un monoprecio, desde la barrera de primera fila, hasta la fila 23 del segundo tendido. En qué medida conviene que desaparezca a los “cadeneros” (que dan paso a las barreras) con lo que cuando usted ve la serie de imágenes de las que deja evidencia el fotoperiodismo taurino, da la impresión de que algo anda mal. Ese signo es que la afición tenemos limitantes para ocupar la localidad que pagamos, pero si la empresa quiere atraerse público cautivo, tiene que tomarse algunos atrevimientos. ¡Imagínense cuánta gente que nunca ha visto un festejo taurino, podría ver los toros desde la barrera!

   En este verano, bastante lluvioso por cierto, bien podría quedar como ejemplo para que en una siguiente temporada, en lugar de que el festejo inicie a las 16:30, sea media hora o una hora antes para evitar las molestias de “la mojada”, pero también para que se aprovechen las condiciones del ruedo. En fin, les lanzamos “ese trompo a la uña” a la empresa, para ver de qué manera valoran o sopesan estas propuestas y que, si me apuran, puede haber otras tantas alternativas para atraer a una afición, no sólo la de siempre, sino a aficionados en potencia.

   Si la empresa, como se tiene la creencia, ha dado la oportunidad a un buen manojo de aspirantes en función de las “cartas credenciales” con que llegaron a la oficina, como videos o fotos y recomendaciones, el hecho es que aplicando el beneficio de la duda, los hemos visto desde el domingo 8 de julio. Pronto serán dos meses… y nada. Y habiendo actuado no queda ninguna evidencia y es ninguna porque al repetir algunos de ellos, se esfumó todo, y a quien o quienes podrían repetir no lo hacen. Pero es que lo que sucede de por medio es también un factor de carácter técnico y de tutelaje, que corresponde a los apoderados, o a quienes depositaron su confianza para apoyarlos. Sin embargo, es un momento más que preciso para someterlos a “pruebas de fuego”, puliéndolos, orientándolos, recomendándoles diversas circunstancias que ya, en el ruedo brillan por su ausencia. Incluso, cuando se desarrolla la lidia, el conocido “callejón”, esa voz solidaria de alguien que, desde ese sitio lanza gritos, señas, recomendaciones, se mueve de un sitio a otro, gesticula y demás, parece no existir. Son, en todo caso los subalternos quienes tienen que cumplir con esa labor solidaria, pero si los muchachos no han ido más allá que con el número de festejos que traen en la espuerta tampoco hay nada que garantice una sorpresa.

   Me decía mi padre que iba más a gusto a ver una novillada que una corrida de toros. En la novillada, es permisible aceptar todo un conjunto de errores por parte de esos muchachos, aspirantes a figuras del toreo que pueden equivocarse una vez y otra también, que van afinando los errores, que se comen a los alternantes, y que la guerra puede declararse en cualquier momento. Pero eso, y hasta ahora, no lo he visto. Alguien decía por ahí que si la taleguilla tuviese bolsillos, allí estarían las manos de los muchachos. Su catálogo de lances o pases es limitado (¿qué me dicen de Valente Arellano, por ejemplo?), parecen cortados con la misma tijera y el tipo de faena adolece de una certera aplicación.

   No estoy pidiendo maestros por adelantado, pero si no hay alguien a su lado diciendo: este novillo hay que lidiarlo, o este novillo hay que consentirlo, o cosas tan elementales como andar por el ruedo, ellos podrían traer otra idea en la cabeza, pero hay que reafirmarlo o disuadirlos también, para evitar errores y un mal rato.

   Y luego, lo impresentable del ganado, chicos, con una apariencia que causa compasión por los notables signos de desarrollo que nada tiene que ver con un novillo. Y en correspondencia con aquello, el tipo de lidia que ofrecen, francamente de regular a malo. ¡Ojo señores ganaderos! ¡Ojo autoridades!, que el vaso puede colmarse, y la paciencia también.

   A lo que parece, no hay una generación emergente que garantice la continuidad de la tauromaquia en este siglo XXI, a pesar de que se han constituido academias y espacios donde hay maestros que se convierten en guías espirituales. Si ese fenómeno permanece, la crisis va a llegar a un punto crítico. Y no, no estoy exagerando. Allí están los resultados que, como dije al principio, se reflejan en un monstruo de cemento, como lo es la plaza de toros “México” dando lástima por esas entradas de miedo, en donde cualquier empresa, ya habría tirado la “toalla” nada más sopesar las pérdidas que supone seguir empeñados en organizar la fiesta de los toros bajo unos esquemas que no corresponden con la realidad.

   Da tristeza y coraje a la vez saber que cuando las cosas tienen remedio, no haya algo o alguien que dé el paso apropiado para resolver esa situación. Todo tiene remedio, menos la muerte…

31 de agosto de 2012.

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