MORANTE DE LA PUEBLA: MAJESTUOSO COMO LA CAPILLA SIXTINA, INTROSPECTIVO COMO UN AUTORRETRATO.

A TORO PASADO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Acaba de triunfar, una vez más “Morante de la Puebla” en la plaza de toros “México”. Esto ocurrió apenas nada, es decir que ya transcurre la noche del 11 de diciembre de 2016 y, con el misterio del sereno de la noche, apenas voy recuperándome del milagro, ese que como muchos han presenciado, de otra manera, donde la sangre de San Genaro pasa del estado sólido al líquido. Cuando esto sucede es que el milagro se ha producido. Fue lo mismo que ocurrió con José Antonio.

   Con tal motivo, y a modo de homenaje, me permito desempolvar una crónica escrita hace 10 años y que por lo visto hoy por la tarde, encontrarán ustedes algunas semejanzas que no la ponen tan distante entre aquella tarde y la de hoy.

 MORANTE DE LA PUEBLA: MAJESTUOSO COMO LA CAPILLA SIXTINA, INTROSPECTIVO COMO UN AUTORRETRATO. Apuntes y reflexiones a la cuarta corrida de la temporada 2006-2007 en la plaza “México”. Domingo 26 de noviembre de 2006. José Antonio “Morante de la Puebla”, José Mari Manzanares (hijo), Omar Villaseñor –que confirmó su alternativa-, y José Mauricio, en la lidia de 6 de La Gloria y dos de Garfias.

    José Antonio Morante Camacho no daba crédito luego de los tres pinchazos que ponían terrible desenlace a una obra de arte efímera con que se había prodigado en profundo estado de gracia en el quinto de la tarde, enfrentando a un torillo reservón de San Martín, al que hubo de obtener los tonos requeridos de ese lienzo majestuoso que no sabíamos si era tan imponente como los frescos de la capilla Sixtina o tan introspectivo como un autorretrato. Desde que se abrió de capa nos fue diciendo con el compás de varias verónicas que se deslizaban en la armónica compañía del temple cobijado, que el cante grande estaba surgiendo inquieto, y que esperáramos las tonadas del “quejío” más profundo, como las campanadas del “angelus” en medio de su arrebato matinal, melódico y reparador, pues que su sólo tañido vendría a convocar a los celestiales duendes los que, uno a uno surgirían del misterio para traducirse luego en espléndidos pases durante la faena de muleta.

   “Morante de la Puebla” estaba oficiando plenamente convencido de que aunque el pupilo de José Chafic no valía gran cosa, la faena habría de contener los ingredientes necesarios para provocar el gozo y el deleite más refinados y profundos. Ante aquel marmolillo la faena tuvo que construirse en diversas partes del ruedo, lo que podría suponer una rebaja de calidad. Sin embargo, en el afán profesional del torero de la Puebla del Río, a un suspiro de Sevilla, se desplegaron lienzos, mármoles, pentagramas y escenarios de todo tipo para el surgimiento de una obra espiritual que disfrutamos admirados gracias a cada uno de los planteamientos estéticos armónicamente equilibrados con un despliegue técnico del que goza, como resultado de su intensa y rica campaña española, la cual, con toda la serie de frutos memorables, encuentran eco y resonancia por estos días en ruedos mexicanos. Fue por eso que en plena conciencia de la gesta que estaba logrando, sometido al éxtasis que una y otra vez emanaban desde las profundidades del alma, concibió esa faena si no articulada; si no equilibrada; sí con los suficientes elementos de gracia, majestad e imperio.

   Fueron varios los pases en redondo y con la derecha que convencieron al más escéptico. Fueron dos trincherazos al borde de las tablas, simplemente inconmensurables, suficiente motivo para ponerse en pie y tributarle sincera ovación. Fue esa actitud soberbia, altiva, de torero caro, la que asomó durante aquellos momentos en donde parecía decirle José Antonio a su nuevo apoderado, o consejero espiritual Rafael de Paula que lo acompañaba en el callejón: “Maestro: ¡ahí va eso!”

   Sin embargo vinieron los tres indeseables pinchazos a romper con el encanto. De pronto la ya hermosa sinfonía terminaba con notas destempladas e inconexas. Afortunadamente ya había dejado evidencia del portentoso quehacer que se nos grabó en las retinas, pero sobre todo en la memoria, casi siempre perecedera en los hechos recientes, pero que es capaz de conservar en los más recónditos sitios de su capacidad, las cosas buenas e imperecederas que uno puede presenciar en la vida, para conservarlas tan vivas e intensas como acabamos de verlas apenas hace unos instantes que quisiéramos se eternizaran, que nunca terminaran, como el amor.

   Esos momentos de inmediato se tradujeron en lo que para mí es la más perfecta traducción de esa tragedia: el “Homenaje a García Lorca” de Silvestre Revueltas, cuyas notas iniciales tienen un peso de pesadumbre. Sólo que avanzada dicha obra vienen a entonarse unos compases lúdicos y brillantes al mismo tiempo que rememoran de nuevo la hazaña apenas vista por ese enorme torero, enfundado en un terno grana y oro que representaba al héroe de la larga jornada, un nuevo Teseo vencedor del minotauro, gracias al hilo de la encantadora Ariadna que generosa, puso en las manos de esta figura elegida para el disfrute de tan gratos momentos.

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José Antonio parece repartir bendiciones a su llegada a la plaza de toros “México” en un descapotable. Fotografía del autor.

   He referido la “larga jornada”, como si se tratara de la representación del “Anillo de los nibelungos” de Richard Wagner. Estos festejos “kilométricos” con ocho toros van de una torerísima tarde al nocturno preinvernal de un artificio cargado de cierta tristeza, como fueron los tintes ya en los últimos dos capítulos, tanto de Omar Villaseñor como de José Mauricio. De este último lo único con que podría compensarle su mala actuación es debido a los pocos contratos que consiguió a lo largo de un 2006 que se extingue. Omar Villaseñor, tiene una cercanía con el entrañable David Silveti, heredero directo de ese halo celestial que a tres años de su ausencia, sigue pesando con su fuerte carga de recuerdo. En el de su confirmación y primero de la tarde nos dejó clara muestra de haber asimilado cosas muy buenas del salmantino. Se percibía en Villaseñor esa escuela que levantó ámpula y hasta saboreábamos un triunfo rotundo. Pero la espada fue el “talón de Aquiles” no sólo de Omar. También de sus compañeros en el cartel y ese el tormento para Villaseñor en su segundo al que terminó viendo regresar a los corrales luego de que desde el biombo de la autoridad le sonaran los tres avisos. Esa faena, a un toro bien presentado pero difícil, áspero, que se volvía en un palmo de terreno, que le buscaba para herir y hasta sufrió algún susto, fue el otro lado de la moneda con respecto al de la apertura. Sin correr la mano, sin darle la distancia y quedándose a merced de aquel manojo de peligros por lo que nunca pudimos observar labor muleteril alguna.

   También comparecía de nueva cuenta José María Manzanares hijo, luego de haber triunfado ocho días atrás con el merecido corte de dos orejas en gélida y húmeda jornada que trajo consigo la salida a hombros. En el lote que tuvo enfrente demostró sus enormes capacidades, ese “rodaje” del que viene precedido luego de una intensa campaña española. José María es un muchacho dueño de enormes atributos técnicos y artísticos que desplegó a plenitud esta tarde, a pesar de que sus enemigos no fueron propicios para florituras, y aún así fue capaz de obtener resultados plausibles. No refrendó la estatura de ocho días atrás, pero el cúmulo de detalles, de su condición insuperable como “maestro” en cierne no quedó oculta. No cabe duda que, tanto las 63 corridas de José Mari Manzanares como las 57 de “Morante de la Puebla” durante la temporada española que recién ha terminado, no se parecen en nada a los escasos festejos que acumularon Omar Villaseñor y José Mauricio (que lleva cuatro en este 2006), lo que deja ver la marcada diferencia de administraciones, pero también de la celebración de festejos en cada uno de los dos países hoy enfrentados en la plaza de toros “México”. Y si a eso agregamos el pésimo encierro que enviaron José Chafic y Marcelino Miaja, dos de los cuales fueron rechazados y sustituidos por otros dos de Garfias, pues entonces el desequilibrio en cuanto al balance que hoy pudimos constatar, deja en el aire un buen número de interrogantes sobre el destino de la fiesta en México. El espectáculo parece estar metido todavía en el subdesarrollo, en la poca o nula iniciativa o buena disposición de empresas, que para eso están, pero que no son capaces de dar las suficientes oportunidades a los nacionales para ponerlos en condiciones de igualdad frente a los hispanos. De ahí que nuevamente la torería mexicana no tenga los suficientes elementos para ser vista con buenos ojos por las empresas españolas que de un buen número de años a esta fecha no ha demostrado ningún tipo de interés por diestros de este lado del mar. Por fortuna lo ha hecho con el único abanderado que satisface plenamente todos los requisitos, incluso los más exigentes. Por eso allí está el colombiano Cesar Rincón que pudo llegar al interesante número de 35 tardes. Si alguno de ustedes preguntara por un mexicano triunfador en ruedos hispanos durante 2006, salvo “Joselito” Adame, que hace temporada como novillero triunfador, simple y sencillamente no encontramos respuesta alguna. Es una lástima.[1]


[1] Si de lo que me he enterado a través de varias notas periodísticas es un hecho, lamento muchísimo que “los bajos fondos”, los intereses más oscuros hayan hecho de las suyas con la conversión de los “toros” de San Martín, que teniendo marcado en las ancas un mismo fierro quemador, los hicieron pasar como de “La Gloria” con la salvedad de que los colores de la divisa son distintos. Eso me parece un atraco, una maniobra muy sucia por la que alguien deberá responder. Esto no puede quedarse así.

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