PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE
EL MILAGRO DE LA VERÓNICA
A Ernesto García Cabral
Los brazos pordioseros, como péndulo doble,
arrastran por la arena la comba del percal,
y se diría que avanza con su ropaje noble,
en procesión hierática, un rojo cardenal.
Cuentan que la verónica, en bíblico desdoble,
enjuga con el paño la sangre de coral
de una herida de adorno; mientras el pasodoble
se deshoja en el aire como flor de metal.
Las piernas, en estacas, para cargar la suerte,
dejan a la cintura la burla de la muerte;
y cuando pasa el bruto, hendiendo el carnicol,
Se lleva en los pitones que un leve esguince libra,
hilos de seda y oro, entre los cuales vibra,
pimienta de la fiesta, el reflejo del sol.[1]
Xavier Sorondo.
Luis Castro El Soldado.
EL CAPOTE DE BELMONTE.
Para Aurelio Pérez y Javier Creixell,
creyentes en Juan y en sus epígonos.
(“Y tan alta vida espero,
que muero porque no muero”, Teresa de Jesús).
Este capote que implora
la bendición de la muerte
y la convoca en la suerte
queriendo ensanchar su hora,
da una tentación agónica
con la mortal atadura
que mantiene la cintura
presa en su media verónica.
Y en la verónica entera,
determinada en su centro
hacia la muerte por dentro
y hacia la gloria por fuera.
Con su juicio sumario,
la leyenda así lo quiere
y lo convierte a diario
en capote literario
que muere porque no muere.[2]
Manolo González en su presentación.
El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.
[1] Xavier Sorondo: ESTAMPAS DE TORERÍA. Dibujos de Carlos Ruano Llópis. Apunte de Ernesto García Cabral. México, Editorial “Polis”, 1942. 47 p. Ils., retrs.
[2] Carlos Fernández Valdemoro (Seud. José Alameda): Seguro azar del toreo. México, Salamanca ediciones, 1983. 92 p. Ils., retrs., facs., p. 29.