14 SEPTIEMBRE 1947-14 DE SEPTIEMBRE DE 2012.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Una vez más, la presente colaboración trae hasta aquí el cúmulo de versos que, dedicados a las hazañas primero; y a la tragedia después sucedieron en torno al valiente y temerario torero José González López “Carnicerito de México” (Tepatitlán, Jal., 8 de septiembre de 1904-Villa Viçosa, Evora, Portugal, 14 de septiembre de 1947). El toro “Sombreiro” de D. Estevao Augusto de Oliveira le “pegó” una cornada en el muslo derecho cuya gravedad le provocó la muerte al día siguiente). Sus restos fueron trasladados a la ciudad de México, donde recibió sentido homenaje de la afición y de sus compañeros quienes realizaron guardias de honor en la agencia donde fueron velados sus restos. Horas después, recibió sepultura en el Panteón Moderno.
Con este motivo, me parece más que apropiado sumarse a la memoria que, por estos días lo recuerda entrañablemente. De mi “Tratado de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI” he recogido aquellos poemas, versos y hasta corridos dedicados en su honor. Como sucedió en el caso de “Manolete”, considero que no se trata de la totalidad de dichas expresiones literarias. Con toda seguridad debe haber otras tantas por ahí, dispersas en periódicos, revistas y otras publicaciones que seguirán siendo objeto de la reunión de todo el material posible a esta importante obra, misma que a sus 25 años de haberse iniciado, hoy día cuenta ya con casi dos mil “muestras”, lo que convierte al “Tratado” en un aporte sin precedentes.
1938
EL ROMANCE DEL TORERO VALIENTE
María del Carmen, paloma
de realeza y señorío,
peinando garbo y majeza
luciendo rumbo y tronío;
iba esgrimiendo en su pecho
pitones de escalofrío,
verónicas en sus faldas
y en su mantón un ceñido
recorte de maravilla,
que prende en el barrio un grito,
y a la zaga de la moza,
cuerpo serrano y erguido,
camina pidiendo aplauso
para sombrero y cintillo.
calañés de pura cepa,
el bravo “Carnicerito”,
de las mozas el gachó
con más salero y bravío
en el toro y la pendencia,
con el café y el vino,
catador de manzanilla
del “Cante Jondo” elegido,
torero non en el arte
de lidiar toro sentido,
y enredarse como faja
escándalo y capotillo,
en el centro de la arena
cuando deja que los bichos
sobre su cuerpo de seda
le firmen algún escrito.
A paso de banderillas
se acerca a la moza el crío,
y cerrándola en las tablas
en un desplante atrevío
le dice: reina, paloma,
por ti estoy loco hace un siglo,
¿Qué yo diera por mirarme
retratado en tus ojitos?
…Todo el valor de Frascuelo
y el arte de Lagartijo,
anda capullo decíme
que no puedes disfrazar
todo lo que yo te he dicho,
y te juro por la virgen
del templo de Atotonilco,
que no habrá fiesta sin gloria
y sin sol ningún domingo,
que para que tú te enteres
saldré a torear vestido
con terno corinto y oro,
por robarle el colorido
a ese par de rojos labios
que están pidiendo a Murillo
para quedar en el raso
de un cuadro genial cautivos,
anda y acude al engaño
gitana de escalofrío.
La moza embistió de largo
de negra mirada al brillo,
y enredada a la cintura
del bravo Carnicerito,
se alejaron repicando
la banqueta con su ruido
de sus plantas salerosas,
cobijados con el fino
pañolón en cuyos flecos
había gracia y señorío.
Marzo de 1938.
José Daniel
“Carnicerito” en la toillete, preparándose para “oficiar” en una plaza de toros, mientras
su mozo de espadas ajusta la “coleta”. Col. del autor.
1948
CARNICERITO…
Para Maude Vda. de González, respetuosamente.
Crepúsculo de fados y campiñas sin fruto,
cresponan el ambiente de un pueblo lusitano.
Un torero de arranques dejóse en un minuto
el grito más bravío del valle mexicano.
Villaviciosa guarda de su traje de luces
el último reflejo bordado en valentías.
Los dedos que mojaron sus yemas en las cruces
quedaron apartados de recias torerías.
Aquel toro no muerto, de los lomos enteros,
se volvió a los corrales batiendo banderillas,
a la par que las astas –insomnio de toreros-
anunciaban un llanto de flores y capillas.
Las arenas de Iberia conocieron tu paso,
y en dorados rocíos conservan tu majeza.
No importa que se caiga estando en el ocaso,
si el espíritu alberga un cenit de grandeza.
II
No es bastante la altura de volcánica tierra
ni las límpidas fuentes de las cruces lastradas.
Tampoco los regazos de aquella madre sierra
ni el aire de aguacates y dulces pomaradas.
¡Qué saben las distancias ni el tiempo ni los climas
de la mano o el gesto que se espera y no llega.
Un gemido punzante más hondo que las simas
se esconde en las gargantas y los alientos siega.
Este dolor de arpones, cubierto de fragancias,
es el mismo que él tuvo forjando fantasías…
Por la tibia corriente gulf-stream, las arrogancias
en fúnebre cortejo de glaucas armonías.
El alba y arco-iris en sarapes inmensos,
amortiguan guitarras y bailes y canciones.
El sol prende en las ramas para formar inciensos
que acompañen el vuelo de tantas oraciones.
III
Los jardines flotantes de aromas milenarios,
por la meseta esparcen la tristeza surgida.
Las nubes y los lagos se juntan en sudarios
para la muerte enorme de su sangre atrevida.
Tepatitlán levanta sobre sábanas rojas,
un redondel de cactos, campeches y palmeras.
Capotes y muletas recortadas en hojas
cubrirán sus latidos en tardes venideras.
Río grande del norte no hiele tu sonido.
águilas y cigüeñas no cerréis vuestras alas.
Huracanes potentes lanzad vuestro bramido.
Plantel de las orquídeas no ocultéis vuestras galas.
Ponedlo como ofrenda a su cuerpo silencioso,
tantas veces abierto como ley de su léxico…
La etérea escalinata de azul esplendorosa,
sube José González “Carnicerito de México”
MARIO CABRÉ.
Barcelona, octubre 1947.
En fotografía de estudio, José González posa de perfil… Entonces, le sonreía la vida.
1949
JOSÉ GONZÁLEZ
“CARNICERITO DE MÉXICO”
¡Ay, Carnicerito bravo!
¡Ay, mi valiente chaval!
Era una tarde de julio
cuando te ví torear.
Florecían las espigas
vistiendo de oro al trigal.
También tú, vestido de oro,
oros diste al lancear.
En tu pecho aun no espigaba
la flor de la mocedad.
Un rojo clavel, en sangre
quedó cuajado en mi ojal.
Era una tarde de julio
vestida de gris y mar
quien te dio la bienvenida
allá en mi tierra natal.
Era un pueblo marinero
con aromas de pomar
fundido en rocas de cuarzo
con lágrimas de coral.
Era un pueblo, pueblo hosco,
que se tarda en entregar
porque, forjado en acero,
solo al acero se da.
Y a ti se te dio la tarde
que te viera torear.
¡Era mucho aquel mozuelo!
¡Era todo un hombre ya!
No bordaste, en luz, encajes,
que no lo hicieras jamás.
Que era un buril tu capote,
no la aguja de bordar.
Era tarde, tarde en platas
en que el Sol fue a descansar,
diste al pueblo marinero
tu corazón de chaval.
La noche de aquella tarde
el Sol la olvidará,
que vertió en rayos su llanto
al no verte torear.
La luna cubrió su cara
con el nácar de su cendal,
y tras él rió con ganas
contemplando al Sol llorar.
Solera de rancia estirpe
plena de virilidad
ponías en cada lance
aquella tarde triunfal.
Y triunfaste una y mil veces.
Y el héroe fuiste ya
de aquel pueblo adusto y frío
difícil de conquistar.
¡Ay, Carnicerito bravo!
¡Ay, mi valiente chaval!
¡Ay, no olvidaré aquél día
en que te ví torear!
No te olvidó ya mi pueblo.
¡Cómo habría de olvidar
al mozo que, siendo niño,
su vida le fue a ofrendar!
Que en mi pueblo hay otros mozos
que también salen a dar
su vida, llena de Vida,
Todos los días al mar.
Por eso su llanto es llanto,
de amor, cuajado en coral,
porque saben lo que vale
la Vida cuando la dan.
¡Ay, Carnicerito hermano!
Tu recuerdo vivirá
entre recuerdos, perenne,
allá en mi tierra natal.
Que el pueblo de marineros
no podrá olvidar jamás
que tu corazón de niño
a ellos les fuiste a ofrendar.
Todas las noches al Cielo
una oración volará
de labios de aquellos hombres
que apenas saben rezar.
Una oración que entre brumas
se perderá sobre el mar.
Una oración sobria y ruda
mis “playos” por ti dirán.
Por quien supo dar su vida.
Por quien se supo inmolar
luchando de cara al toro
en tierras de Portugal.
Oración en que una lágrima
pondrá su punto final.
Oración en que un suspiro
así la comenzará:
¡Ay, Señor! Sangrando amores
se desangró en Portugal.
¡Ay, Señor! Dale tu Gracia
¡Ay, Señor! Dale la Paz.
Un par de banderillas “imposible”, dejándose llegar al toro, las tablas se convirtieron en el punto de reunión. El torero, como intentando la suerte de “dentro para fuera”, se iba al hilo de las tablas y, en el momento preciso, se producía en la reunión este angustioso encuentro. Col. del autor.
1966
CARNICERITO
Carnicerito,
valiente torero
que diste tu vida
con hidalguía.
Jalisco,
tu tierra querida
se viste de luto y
llora a porfía.
Fuiste único
de valor indomable
con la muleta y con
las banderillas.
Hay crespones
de luto y con pena
recuerdan hazañas
en la cuadrillas.
Hay crespones
en ruedos hispanos
y de México entero…
que mucho te amó.
Supiste morir
como los grandes,
como los valientes
era tu amor.
Letra y música: José Alberto Casillas.
Dominado el toro, “Carnicerito” era capaz de alardes como el de la fotografía. La plaza es la de “Monterrey”. Tiempos de gloriosa trayectoria. Col. del autor.
1967
Oración por Carnicerito.
Carne de México y de toro
Carnicerito Mexicano: Un día te transformaste
en la solemne figura de evangelio
que exige la liturgia sacerdotal
de los toreros, ¡morir como los buenos!
Y hubiste de morir, crucificado
en una cruz de astas
en un ruedo.
Un día, el valor de los hombres
se hizo sangre
y surgió el torero…
(Ser torero es un poco
cumplir, cual Cristo joven,
con un ritual de sangre
y un rudo mandamiento:
ser hombre, no quererse,
darse todo a los pueblos
y llevar corazón, escudo y lanza,
cual un capote abierto…)
Y morirse con muerte sonrisueña,
con la sangre en la mano que no tiembla,
con el muslo rasgado, el vientre abierto
el corazón temblando (porque tiembla)
y el pensamiento dirigido, suelto,
a un terror pavoroso
de cuernos y luceros.
¿Crucificarte en el testuz de un toro
en un Calvario doloroso y nuevo
antiguo siempre, y siempre renovado…!
Nacer, crecer, morirse
y haber sido torero…
Así naciste,
así creciste,
así moriste,
Carnicerito Mexicano
Carne y sangre de México.
…Entre los grandes muertos,
en el fiel paraíso de los toros,
duermes en paz.
¿Descansa en ella!
Ya sin traje de luces, ¿descansa en paz!
Ya sin los ojos abiertos al peligro,
¿descansa en paz!
Cumplido ya tu viaje, ¿descansa en paz!
Y que en la enorme dehesa del Universo cielo
te sea recompensada la agonía
de haber sido torero
¿y torero de México…!
Ramón del Parral.
José González, a quien confundiríamos con cualquier célebre actor de su época, es acompañado de una guapísima señorita. Ambos se encuentran en las afueras de un vagón de ferrocarril. Col. del autor.
1967
Oración por Carnicerito.
Carne de México y de toro
Carnicerito Mexicano: Un día te transformaste
en la solemne figura de evangelio
que exige la liturgia sacerdotal
de los toreros, ¡morir como los buenos!
Y hubiste de morir, crucificado
en una cruz de astas
en un ruedo.
Un día, el valor de los hombres
se hizo sangre
y surgió el torero…
(Ser torero es un poco
cumplir, cual Cristo joven,
con un ritual de sangre
y un rudo mandamiento:
ser hombre, no quererse,
darse todo a los pueblos
y llevar corazón, escudo y lanza,
cual un capote abierto…)
Y morirse con muerte sonrisueña,
con la sangre en la mano que no tiembla,
con el muslo rasgado, el vientre abierto
el corazón temblando (porque tiembla)
y el pensamiento dirigido, suelto,
a un terror pavoroso
de cuernos y luceros.
¿Crucificarte en el testuz de un toro
en un Calvario doloroso y nuevo
antiguo siempre, y siempre renovado…!
Nacer, crecer, morirse
y haber sido torero…
Así naciste,
así creciste,
así moriste,
Carnicerito Mexicano
Carne y sangre de México.
…Entre los grandes muertos,
en el fiel paraíso de los toros,
duermes en paz.
¿Descansa en ella!
Ya sin traje de luces, ¿descansa en paz!
Ya sin los ojos abiertos al peligro,
¿descansa en paz!
Cumplido ya tu viaje, ¿descansa en paz!
Y que en la enorme dehesa del Universo cielo
te sea recompensada la agonía
de haber sido torero
¿y torero de México…!
Ramón del Parral.
Curiosa fotografía de estudio. Se trata del elegantísimo ciudadano José González López, de profesión: Matador de toros (ca. 1935-1940). Col. del autor.
1977
A JOSÉ GONZÁLEZ “CARNICERITO”
Clava un par de banderillas
José González, en tablas,
y el hervor de los tendidos
crece, sube y se agiganta,
resbalando sus rumores
de gloria, por la imantada
faja, donde los pitones
abrieran rosa escarlata.
Y hay volar de siemprevivas
y de margaritas blancas,
cubriendo de azahar el manto
que se cobija la plaza.
Estornudan los timbales
agudos de la “charanga”;
dianas cazadores suben
el monte de sus espaldas;
hay floración de rosales
de seda y sol, en el alma,
y el torero fulge y brilla
como una joya de plata,
embriagado por el vino
de la multitud que canta.
Por las características del “patio de cuadrillas”, podría tratarse de la plaza de toros en Celaya, Guanajuato. Acompañan a “Carnicerito de México” los miembros de su cuadrilla. Col. del autor.
2009
GITANILLA
(. . . . . . . . . .)
II
Carmelo Pérez, Pepe Ortiz, Villalta,
el maestro Fermín y Joselito,
Manuel Rodríguez y Carnicerito…
¡están todos los grandes: nadie falta!
Y luego atrás, el interior se esmalta,
con la muda cantera que es un rito,
en el romántico rincón bendito
donde al torero anónimo se exalta.
Están allí los maletillas bravos,
los que en ruedos lejanos, con la izquierda,
al dar un natural a aquellos «pavos»,
regaron sangre ante mirada lerda
en la busca de orejas y de rabos…
los que ahora ya nadie los recuerda.
Luis Castro Pérez.
Imagen tomada al cadáver de José González a pocas horas de haber fallecido en Portugal, el 15 de septiembre de 1947. Col. del autor.