RECOMENDACIONES, LITERATURA… y DISCOGRAFÍA.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
A Jesús Flores y Escalante, in memorian.
Sin otra intención que abordar la evolución de este género musical tan asociado a los toros, veremos a continuación lo que ha ocurrido durante el
SIGLO XX
Nuestro siglo, tan lleno de drásticas modificaciones, pero también de reaccionarias y frustradas defensas sea por las constantes rutas en las ideas de la sociedad o bajo el condicionamiento de crisis o bonanzas de diaria variación.
Durante el trayecto de nuestro siglo la efervescencia creativa es amplia, pero poco reconocida o relegada por circunstancias que se desconocen (será acaso por la disminución de seriedad, o por su divorcio con los grandes medios de comunicación que se limitan simplemente al noticiario más no al comentario de fondo).
Voy a echar mano de un artículo con el que se presenta el disco L.P. PASODOBLES DEL VIEJO TOREO, trabajo que llevamos a cabo la ASOCIACION MEXICANA DE ESTUDIOS FONOGRAFICOS y el CENTRO DE ESTUDIOS TAURINOS DE MEXICO aparecido en 1991. El trabajo está clasificado como AMEF-T-221-C. Dice mi texto:
Dos vertientes se manifiestan en el término «Viejo toreo»: por un lado, se entiende el quehacer estético y técnico que de suyo tuvo la tauromaquia nacional cuando en pleno arranque de siglo XX, se forma un auténtico caldo de cultivo donde expresiones, creaciones y recreaciones de un arte se consolidan felizmente.
Por el otro extremo, nos referimos al propio escenario, foro de las mejores hazañas y congregaciones de recuerdos. La plaza «El Toreo» de la colonia Condesa. Plaza de toros: un tumulto que se exalta y pierde la razón, murmullos que nacen y se escapan en los suspiros de la creación del todo que es el arte efímero del toreo.
Pasodobles del viejo toreo. Asociación Mexicana de Estudios Fonográficos A.C. y Centro de Estudios Taurinos de México. México, 1991. (AMEF-T-221-C). Trabajo elaborado por: Jesús Flores y Escalante, Pablo Dueñas y José Francisco Coello Ugalde.
Su historia es ya realidad a partir de 1907, cuando aquel 22 de septiembre, pisan sus arenas los diestros Manuel González «Rerré», Agustín Velasco «Fuentes mexicano», Samuel Solís y Pascual Bueno, quienes encabezan el desfile de cuadrillas bajo los acordes de la marcha de la ópera «Carmen» de Bizet que interpreta la banda dirigida por el maestro José Contreras, porque la música es parte fundamental al espectáculo y sin su aderezo se perdería un gran contenido de lo que es esta gran «maravilla» donde trascienden valores de la gracia, el misterio y el peligro siempre latentes.
Por esas épocas el Toreo sigue una línea de avanzada, mejorando su calidad, desplazando con pasos gigantescos las obsoletas manifestaciones de un ejercicio tauromáquico que deseaba entrar ya, en el campo de la modernidad cuando la ruptura contra los viejos sistemas se enfrenta ante la explosión del movimiento armado de 1910. De este modo y en esta época surge Rodolfo Gaona, en el momento de plena Revolución. En su figura se concentran los modelos apolíneos -sugeridos por Saturnino Frutos «Ojitos», su maestro-; que juegan con los dionisíacos, meras expresiones de ese toreo violento, aguerrido que rebasó las fronteras del siglo que corre frente a nosotros, para afinarse, atenuarse en épocas posteriores del mismo toreo. Juan Belmonte, Juan Silveti, Ignacio Sánchez Mejías y otros grandes giran en torno de un auténtico imperio: el de Gaona. Manuel Jiménez «Chicuelo» es el padre, el creador -en tanto- de la faena moderna. Bajo esas circunstancias, el progreso es irrevocable. La época -del viejo Toreo- que anda en búsqueda de lo moderno ha logrado dar sus primeros y sólidos pasos. El leonés es el modelo a seguir. Todos aspiran a ser lo que él fue. Con esa razón se mide la magnitud alcanzada por alguien que si bien, no tuvo sombra, sus influencias sirvieron para continuarlas en el porvenir del toreo mexicano.
Solo en una ocasión, el tránsito de tales manifestaciones se vio frenado por una prohibición, la que Venustiano Carranza impuso al espectáculo de 1916 a 1920. En ese periodo, se aprovechó el coso como escenario para funciones de ópera, para un recital de Pablo Casals o bien como espacio donde se verificara alguna célebre pelea de box o para una audición con el mismísimo Enrico Caruso.
«…del viejo Toreo» y porque así nos lo exige la sola revisión, sus fundamentos son ya bien firmes. Nuevas generaciones de toreros se aprovechan de la riqueza ofrecida y le dan a las expresiones de nuestro tiempo una proporción y dimensión cada vez mayor. En escena, todos y cada uno de quienes hicieron posible la «época de oro en el toreo». Es decir, cuando las metas proyectadas desde los gloriosos tiempos de Salvador Sánchez «Frascuelo», Rafael Molina «Lagartijo», Cayetano Sanz, pasando por Rafael Guerra «Guerrita» son pura consolidación en el «indio grande», ya pueden ser una plena realidad en esta nueva etapa.
En torno al tema que ahora nos reúne, es preciso anotar que el género musical -en su traslado directo al pasodoble-, cosecha, por la vía de impresiones estéticas o técnicas, por el impacto de algún torero superior, piezas que continuarán señalando lo importante de la obra de diestros con la talla de los grandes mexicanos. O los temas siempre vigentes de una inspiración pródiga, desbordada en los «Aires andaluces» -por ejemplo-, con los cuales esos recuerdos del viejo aficionado volverán a recuperar un presente en la medida en que alimenten las vivencias pasadas una vez más. Recordarán ellos, y conoceremos nosotros la banda inigualable del Teniente Coronel Genaro Núñez -entre otras varias-, en la cual destacaba muy en especial Margarito Nápoles, quien hizo el «sólo» de trompeta en un sinfín de obras y especialmente, en la «Virgen de la Macarena» interpretada al faltar algunos minutos para el inicio del festejo. El clímax que alcanza dicho pasodoble turba todos los sentidos y la afición rompe en murmullos y agitadas emociones. He aquí un expresivo recuerdo de todo ello.
¡Genaro: La Macarena, La Macarena!
Y es que faltando cinco para las cuatro de la tarde, de los tendidos bulliciosos, saltan y arrecian las peticiones para uno de los pasodobles más toreros y preámbulo para entrar al mundo misterioso que es en sí, la corrida de toros. Y es que no podía faltar a la cita el Teniente Coronel Genaro Núñez, quien aún nos deleitó el 4 de febrero de 1990 -a sus 93 años- dirigiendo la Banda de Marina en la plaza de toros «México». Imagíneselo usted: con su vida musical desde niño, allá, en su natal Chihuahua, desde los siete años. Luego, en «la bola» participando en combates como los de Ciudad Juárez y Ojinaga, bajo las órdenes del General Villa, por lo que él puede decir con orgullo que fue integrante de la famosa «División del Norte». Pero así como pasó gratos momentos, los tragos amargos no se hicieron esperar. Fue hecho prisionero y llevado frente al Coronel Francisco L. Urquizo, quien para liberar al entonces Subteniente, pidió que se aliara a las fuerzas constitucionalistas. ¡Nada menos que contra quienes luchaba! Ello significó su alejamiento de las filas militares, pero también la proximidad al mundo musical.
Será hasta 1920 cuando se registra su primer actuación dirigiendo la banda en la plaza «El Toreo»; desde entonces ya no se alejará del quehacer musical, llegando a ser director, en 1922, de la Banda Especial de la Secretaría de Guerra, y poco más tarde de la del Estado Mayor. Genaro no se separa ya de «su pasión» tanto que por las noches y en teatros como el ARBEU, COLON, PRINCIPAL y LIRICO no deja de acompañar una sola función con sus acordes las piezas del repertorio zarzuelero o de revista.
Por otro lado, los toreros más representativos de aquel período como Alberto Balderas, Jesús Solórzano, Fermín Espinosa «Armillita», Lorenzo Garza, Luis Castro «El Soldado», alternan también con españoles destacados. Es el caso de Joaquín Rodríguez «Cagancho», Victoriano de la Serna, Pepe Luis Vázquez o Manuel Rodríguez «Manolete», por no citar más que a quienes dejaron una huella hasta hoy día permanente.
Pero las horas del viejo «Toreo» -ya como puro escenario- estaban contadas. Ese otro «viejo toreo» con que nos abrimos de capa se eleva orgullosamente vencedor pues ha llegado a un sitio en donde seguirá ofreciendo con su arte exquisito ese tono cuya desembocadura se muestra en un auténtico ballet en nuestros días, quedando desplazadas esas connotaciones de dureza y peligro, propias de un espectáculo tan intenso como este.
El día 19 de mayo de 1946 todo un cúmulo de bellos recuerdos, de glorias y tragedias habrá de pasar a las páginas de la historia escrita, donde ya todo será adentrarse en tal o cual imagen o de hojear los libros para que las recientes generaciones sepan y comprendan el valor alcanzado por aquel escenario, testigo permanente de un cambiar, de un definir absoluto en el toreo, que ha logrado los objetivos establecidos por sus viejos formadores: Hacer de esta expresión un concepto moderno, apoyándose en reglas muy concretas que son propias de un espíritu escolástico.
Porque el verdadero espíritu del toreo es como un estado de éxtasis, por la creación que se hace de acudir a la gracia, y a la sensibilidad, al misterio y a una forma sublime, profunda del sentimiento, dimensión y «poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica».
Quiero terminar la presente serie sobre la actividad musical en torno a la fiesta de toros en México -y que continuará con otros géneros de las bellas artes-, haciendo anotación especial al pequeño ensayo de Daniel Medina de la Serna: Rafael Gascón, autor de «Cielo Andaluz», un pasodoble para partir plaza en México. México, Bibliófilos Taurinos de México, 1992, 14 pp. ils. (Lecturas taurinas, 19). Este trabajo encierra datos relevantes sobre la actividad musical que se registraron entre los últimos años del siglo XIX y los primeros quince del XX. Es este un excelente panorama que nos envuelve en aquella intensa vida de Rafael Gascón y de José F. Elizondo con quien hizo pareja, realizando ambos infinidad de obras que no solo son del género taurino. También las hay de índole lírica, participando en cuanta función del «Teatro Principal» se diese. De ella nos enteramos que el compositor Luis G. Jordá autor, entre otras piezas de «Danzas Nocturnas» y del vals «Elodia», compuso algún pasodoble con no mucha fortuna.
La figura de Abundio Martínez, el inmortal músico mexicano, renace en cada nota de su «Hidalguense», pasodoble adoptado como estandarte en las corridas de toros. Abundio nació el 8 de febrero de 1875 en Huichapan, Hgo., donde siguió los pasos de su padre, director de la banda del lugar.
De la pareja Gascón-Elizondo nace «Cielo Andaluz» el año 1912. Dicho pasodoble es interpretado de manera ininterrumpida desde 1920 y hasta la fecha, luego de que se derogó la prohibición impuesta bajo el régimen de Venustiano Carranza (1916-1920). En su clímax sentimental declara:
Ay cielo Andaluz
mis ojos al nacer vieron tu luz.
Ay mi cielo azul
que vuelva a verte yo
cielo Andaluz.
Ay mi Giralda que ya perdí
quisiera verme cerca de ti.
Otros autores dedicados a este género musical en nuestro siglo han sido:
-Agustín Lara con: GRANADA, PETENERAS, CLAVEL SEVILLANO, MADRID, CUERDAS DE MI GUITARRA, VALENCIA, SILVERIO, LA CARMEN DEL CHAMBERI, TOLEDO, MURCIA, NOVILLERO y la SUITE ESPAÑOLA.
-Juan S. Garrido y «CAÑITAS».
-Genaro Núñez con PACO CAMINO, el famoso arreglo a la VIRGEN DELA MACARENA y otras.
-Alfredo Núñez de Borbón: AMOR GITANO, LA OREJA DE ORO.
-EL ADIOS DEL TORERO, canción española con música de Manuel Álvarez «Maciste» y letra original de José Ortiz, matador de toros, versión discográfica que además se conserva interpretada por el propio «Orfebre».
-Rodolfo Reyna: CAPETILLO, TOREROS MEXICANOS.
-Rafael Plaza Balboa: CAMPANAS DE CATEDRAL.
-Jesús Hernández Razo: ECOS TAURINOS.
-Alfonso Esparza Oteo: LORENZO GARZA.
-Miguel Martínez Domínguez: JUAN SILVETI, CAPETILLO.
-Rafael Oropeza: CHICLANERA, JUANITO ARTETA, BARANA, ECOS DE ESPAÑA, RECUERDOS DE ESPAÑA.
-Fernando Z. Maldonado: CHUCHO CORDOBA.
-Jaime Rojas Palacios: GRACIAS FINITO, ¡TORERO, TORERO, TORERO!, OLE POR GABRIEL, VALENTE, SOL DEL TORERO, MARIELA, MARIANO RAMOS, ¡VAYA UN TORERO!, JESUS SOLORZANO, TORERO Y CABALLERO, VIVAN JEREZ Y DOMECQ.
-Florentino Ruiz Esparza: GRAN «PLAZA MEXICO».
Otros compositores: Arturo Tolentino, Luis Alcaraz, Encarnación D. Anaya, Ignacio Quintero, Carlos Fonseca Zaragoza y muchos más, son quienes por citar a los más reconocidos, son autores que han dejado testimonio absoluto, cuyo lenguaje musical interpretan bandas como la de los RURALES DE PACHUCA, la del Gral. GENARO NUÑEZ, la Orquesta de FERNANDO Z. MALDONADO, MOISES PASQUEL, AGRUPACION MADRID, LA BANDA FLAMENCA DE GASCON, BANDA DE POLICIA MEXICANA, BANDA CREATORE entre otras muchas. Lo mismo, en cuanto concierne a interpretes de gran talla como Juan Arvizu, Dr. Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Vargas, Luis G. Roldán Nestor Mesta Chaires, Nicolás Urcelay, Genaro Salinas, Mario Alberto Rodríguez, Salvador García, Javier Solís, Miguel Aceves Mejías, Alejandro Algara, Humberto Cravioto.
Esta es la música que hace vibrar emocionados a los taurinos y no hay otra, aunque se pretenda desviar el sabor auténtico con sones, jarabes y corridos, ajenos a la imagen original del espectáculo que no dudamos continuará entre nosotros.
No quiero concluir esta exposición general, sin dejar de incluir datos acerca de la concepción del pasodoble y su trayectoria histórica en apoyo a datos de Manuel Delgado-Iribarren Negrao.
RETRATO DEL PASODOBLE.
El pasodoble tiene, indudablemente, un remoto origen militar. La marcialidad está en su base misma y le es consubstancial: un ritmo binario, elemental, continuo y claramente perceptible, con movimiento alegre, que facilita el paso uniforme de una tropa y al que se superponen melodías y armonías, no muy complicadas, que le dan variedad y colorido.
Sus orígenes parten posiblemente de la Pasacaglia dominante por los siglos XVII y XVIII. Pero, aunque el pasodoble también se denomina «pasacalle», ésta es una coincidencia puramente nominal. Ni por carácter, ni por ritmo, existe ninguna relación entre ambas formas.
En nuestra opinión -dice Manuel Delgado-, el pasodoble procede originalmente de un tipo concreto de marcha militar, de compás binario (2 por 4, subdividido en corcheas), que debió generalizarse en España durante el siglo XVIII y del que son herederos inmediatos los pasodobles de corte militar de mediados del XIX (recuérdese el último fragmento de LOS SITIOS DE ZARAGOZA, de Cristóbal Oudrid).
La primer muestra clásica.
En primer lugar, y como punto de partida, la llamada «Marcha de la Manolería» del acto primero de PAN Y TOROS, 1864. En ella aparece ya perfilado el género con caracteres propios, no asimilables a ningún otro. Ya no es una marcha militar, de estilo severo, sino eminentemente popular y castiza. Los elementos folklóricos que se incorporan no son, en este caso, de origen andaluz, sino madrileño, principalmente giros melódicos y rítmicos de la seguidilla.
¿Cómo distinguir o clasificar las modalidades del pasodoble?
Por razón de una funcionalidad primaria, se distinguen dos clases de pasodobles: los destinados a acompañar una marcha rítmica y los que tienen otra finalidad predominante: ser cantados, o bailados, o simplemente escuchados. Para entendernos, llamaremos a los del primer tipo pasodoble-marcha, y a los del segundo pasodoble-canción:
PASODOBLE-MARCHA:
-Militar.
-Pasacalle.
-Fallero o valenciano
PASODOBLE-CANCION:
-Regional.
-Andaluz o flamenco.
-Clásico o ecléctico.
-Torero.
-De concierto.
Nuestro autor, dedicando su atención a México cita algunos de los datos que con anterioridad he manejado con cierta amplitud, por lo cual, considero haber llegado al punto final de un estudio que no pretende ser más que una herramienta de apoyo elemental.
EL PASODOBLE: Es la música del sobresalto, del estremecimiento, que agita con emoción la sangre que corre por nuestras venas.
Es fiesta del corazón que escucha cómo trasciende la música, «la música en el aire se aposenta» (parafraseamos a Lope), arrebatando el sentimiento para luego desaparecer. Emoción efímera es la que se vive así en una plaza de toros, donde brota lo gallardo y lo gentil; lo patético y lo armónico. Todo ello es la música de la fiesta brava: EL PASODOBLE.