APRECIACIONES A LA OBRA DE DOMINGO IBARRA: HISTORIA DEL TOREO EN MÉXICO. EL SEGUNDO DE LA SERIE.

RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Parece que esta será una serie caudalosa, en términos de anotaciones y precisiones, a una de las primeras obras escritas nada más se reanudaron las corridas de toros en la ciudad de México, a partir de 1887. Junto a esta publicación, también fue posible que se dieran a la luz otras tantas entre 1887 y 1888, así como algunas otras de años posteriores. Veamos un poco de esto antes de continuar con la obra misma de Ibarra.

   Un referente de valor es el compendio denominado LECTURAS TAURINAS DEL SIGLO XIX,[1] antología preparada por Bibliófilos Taurinos de México en 1987, con motivo de los cien años de corridas de toros en la ciudad de México. Allí están reunidas las más representativas, pero no todas, las cuales son:

 EL CATOLICISMO Y LAS CORRIDAS DE TOROS. OPÚSCULO. ESCRITO PARA LA ESCLARECIDA DIÓCESIS DE PUEBLA Y OFRECIDO RESPETUOSAMENTE A SU DIGNÍFISIMO OBISPO Y VENERABLE CLERO. Tacubaya, Febrero 15 de 1887. Un Católico., p. 61-96.

TIO PUNTILLA: “RECUERDOS DE BERNARDO GAVIÑO. Rasgos biográficos de su vida y trágica muerte por el toro CHICHARRÓN, en la plaza de Texcoco el 31 de enero de 1888//Versos de su testamento y canción popular á PONCIANO DÍAZ”. Orizaba, Tip. Popular, Juan C. Aguilar, 1888. 16 p. (p. 97-124).

Francisco Sosa: EPÍSTOLA A UN AMIGO AUSENTE. México, Imp. de la Secretaría de Fomento. Calle de San Andrés número 15. 1888., p. 115-124.

Agustín Rivera: ENTRETENIMIENTOS DE UN ENFERMO. EL TORO DE SAN MARCOS, O SEAN MUCHOS CONCEPTOS DE FEIJOO SOBRE LA MATERIA, COPIADOS POR (…). Lagos (de Moreno, Jalisco), 1891 Ausencio López Arce, Impresor. 5ª de la Estación, Número 42., p. 125-142.

Rafael Medina (Seud. Pedro Arbués): Taurinas. Colección de cuentos, epigramas, anécdotas, chascarrillos, etc. Escritos por (…). Prólogo de P. Drin, Intermedio de Villamelón y Epílogo de Trespicos. México, 1896. s.p.i. 80 p. Grabs., p. 207-208.

   En cuanto al resto de las obras que fueron publicadas en México y que hoy día se conocen, contamos con la siguiente información:

INCLÁN, Luis G.: ESPLICACIÓN (sic) DE LAS SUERTES DE TAUROMAQUIA QUE EJECUTAN LOS DIESTROS EN LAS CORRIDAS DE TOROS, SACADA DEL ARTE DE TOREAR ESCRITA POR EL DISTINGUIDO MAESTRO FRANCISCO MONTES. México, Imprenta de Inclán, San José el Real Núm. 7. 1862. Edición facsimilar presentada por la Unión de Bibliófilos Taurinos de España. Madrid, 1995.

FRONTAURA, Carlos y Joaquín Gaztambide: EN LAS ASTAS DEL TORO. Zarzuela en un acto y en verso, original de (…) y música de (…). México, Imprenta de Juan Nepomuceno del Valle, Puente de San Pedro y San Pablo, Nº 8, 1869. 16 p. (EL TEATRO. Enciclopedia dramática).

DELGADO, José (Seud. Pepe Hillo): LA TAUROMAQUIA O ARTE DE TOREAR. OBRA UTILÍSIMA PARA LOS AFICIONADOS DE PROFESIÓN, PARA LOS AFICIONADOS, TODA CLASE DE SUJETOS QUE GUSTEN DE TOROS. POR (…). México, Imprenta de I. Cumplido, Calle del Hospital Real Nº 3, 1887. 58 p. + II de índice.

: Tauromaquia ó arte de torear. Orizaba, Imp. “Popular” de Juan C. Aguilar, 1887, 58 p.

–: La Tauromaquia o Arte de Torear. Obra utilísima para los toreros de profesión, para los aficionados y toda clase de sujetos que gustan de toros. Por (…). Primera edición mexicana, corregida al estilo de las suertes del país y aumentada con el uso del manejo de la reata y el jaripeo. Añadido con un vocabulario alfabético de los nombres propios de la Tauromaquia para la mejor comprensión de las suertes. Orizaba, Imprenta “Popular”, Juan C. Aguilar, 1887. 72 p. + 2 de índice.

EL ARTE DE MAZZANTINI o MANUAL PARA ASISTIR A LAS CORRIDAS DE TOROS, por DOS BARBIANES. San Luis Potosí, 1887.

IBARRA, Domingo: Historia del toreo en México que contiene: El primitivo origen de las lides de toros, reminiscencias desde que en México se levantó el primer redondel, fiasco que hizo el torero español Luis Mazzantini, recuerdos de Bernardo Gaviño y reseña de las corridas habidas en las nuevas plazas de San Rafael, del Paseo y de Colón, en el mes de abril de 1887. México, 1888. Imprenta de J. Reyes Velasco. 128 p. Retrs.

LÓPEZ DE MENDOZA, Rafael: “Fotografías instantáneas. Cuadros Críticos. Escritos en verso por el Gral. (…). Las Corridas de Toros”. México, Librería LA ILUSTRACIÓN, 1888. 16 p.

–: Toreros en México. (Apropósito en dos cuadros y en verso, original del general Rafael López de Mendoza. Estrenado la noche del domingo 9 de octubre de 1887, en el Teatro Arbeu, por la Compañía Dramática del primer actor español D. Segismundo Cervi). México, Antigua Imprenta de Murguía, 1887. 40 p.

El arte de Mazzantini. Manual para asistir a las corridas de toros. Contiene la explicación de todas las suertes del arte del toreo. Reimpreso por dos entusiastas. Guanajuato, 1887. 27 p.

IBARRA_PORTADA_1887

 IBARRA_p. 5

   Cumplida la obligación de referir los títulos que entonces se publicaron, junto con un amplio despliegue de títulos hemerográficos, aquella información se convirtió en auténtico respaldo para formar a la que considero como primera generación de aficionados taurinos mexicanos, dotados ya de elementos técnicos y estéticos suficientes para emitir juicios de valor, circunstancia que era harto necesaria en momentos en los que se está materializando el toreo de a pie, a la usanza española en versión moderna.

   Pues bien, en ese sentido, la contribución de Domingo Ibarra va a ser importante gracias a la publicación de su obra, misma que es motivo de este largo análisis, del cual espero se obtengan nuevas interpretaciones al respecto.

   La sola página 5 recoge una serie de elementos que bien valen la pena revisarlos y anotarlos para su mejor entendimiento. En ese sentido, uno de los primeros aspectos que aborda tiene que ver con el de las múltiples desgracias habidas en las plazas de toros, con motivo de que estos se lidiaran con las astas intactas, es decir “puntales”, como apunta Ibarra, lo que con el tiempo vino a convertirse en un problema grave, pensando que todo ello fuera motivo de cornadas y otras heridas difíciles de atender en buena parte del siglo XIX, debido a los primitivos avances que la medicina tuvo por entonces, independientemente de que tanto las escuelas destinadas a dicha enseñanza seguían sus cursos, y luego los profesionales se colocaban en diversos sitios, donde prestaban su humanitario servicio. Para atenuar aquel riesgo, fue necesario que “se les quitaran a sus astas (las de los toros) una pulgada, y así se verficaba cuando se jugaban; sin embargo, no dejaban de destripar caballos y hacer gravísimos daños a los lidiadores. Tal fue el caso de un AVISO AL PÚBLICO, fechado el 2 de febrero de 1815 donde se indica

AVISO AL PÚBLICO_02.02.1815_SELECCIÓN

Col. del autor.

    Ibarra, en armonía con lo que llegaron a pensar muchos escritores liberales, o que abrazaron e hicieron suyas las ideas del positivismo, no desaprovecha la oportunidad de mostrar su posicionamiento al respecto de lo que para entonces reflejaba el cuadro general de una corrida de toros, en la cual predominaban, precisamente una serie de condiciones cuya dura realidad fue motivo para cuestionar el alto grado de barbarie que por entonces se registraba, opinión llevada a ciertos extremos de rigurosidad, al punto de que dicha “barbarie… corrompe al corazón humano, y… perjudica a la juventud…, particularmente a los niños”. En efecto, fue una época en la que todavía no estaba implantado el peto protector, por lo que fue un largo periodo (hasta el 12 de octubre de 1930 en nuestro país), cuando dicha pieza vino a ser un parteaguas en la suerte de varas, pues con ello se eliminaba precisamente esa parte cargada de dramatismo, e incluso capaz de convertirse en un parámetro que la prensa utilizó para medir el grado de importancia de los festejos. De tal modo que para muchos redactores, un festejo taurino era bueno por el número de caballos muertos, y malo si apenas habían salido tres o cuatro jamelgos heridos en la función.

   Conviene recordar que los procedimientos utilizados en aquellos años finales del siglo XIX mexicano, en comparación con la que hoy día se practica, eran burdos. Sin embargo, y contextualizando lo que para nosotros sería “burdo”, en su momento significaba el método más apropiado para la ejecución de las diversas suertes que entonces se practicaban. Como ya se advirtió, con ese nuevo capítulo del toreo en México, la “reconquista vestida de luces” contribuyó a dar una “vuelta de tuerca” en la interpretación de un ejercicio que ya no se correspondía con lo que se solía ver en las plazas nacionales. Es decir, que ante un catálogo de expresiones más bien concebidas desde la improvisación y la acumulación de experiencias vividas en el ámbito rural, el espacio urbano recogía, amasaba y consolidaba un abanico de posibilidades rico en variedad, a partir de un toreo híbrido, lo mismo a pie que a caballo, enriquecido por todo aquel bagaje de expresiones periféricas tales como mojigangas, coleadero, toros embolados, globos aerostáticos y la mar de invenciones.

CONTINUARÁ.


[1] LECTURAS TAURINAS DEL SIGLO XIX (Antología). México, Socicultur-Instituto Nacional de Bellas Artes, Plaza & Valdés, Bibliófilos Taurinos de México, 1987. 222 p. facs., ils.

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