EL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Con la aparición de esta nueva “entrega”, se alcanzan las 1500 en casi 7 años de grata labor en APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS.
Gracias a los “navegantes”.
Efectivamente debe ser vista de ese modo, puesto que anteriormente ya se había revisado la publicada en El Orden. No 50, año I, del martes 28 de septiembre de 1852,[1] de ahí que sirvan estos apuntes para el contraste respectivo. Lo anterior, bajo el argumento de que antes de este caso, si bien existen apuntes que dan una idea sobre la opinión que merece para el o los redactores el conjunto de acontecimientos vistos en la plaza, el hecho es que no se aprecia una “crónica” articulada en cuanto tal. Lo que veremos a continuación reúne de alguna forma esos elementos, o al menos procura afirmarse siguiendo ciertos principios que va dando el oficio del periodismo, y donde se puede percibir el estilo. Sobre todo eso: el estilo del periodista. Pues va de historia.
El primer detalle que salta tras leer la crónica es que fue firmado por El Tío Nonilla. Si nos atenemos al mensaje subliminal que aparece al final de la misma, se entiende que podría tratarse de Joaquín Jiménez, El Tío Nonilla, de quien Paola Chenillo Alazraki apunta en su tesis de licenciatura:
El primer caso de expulsión que hemos localizado en este periodo, relacionado con la difusión de las ideas a través de la imprenta, fue el de don Joaquín Jiménez, redactor de un “periódico subversivo” de nombre Tío Nonilla, acaecido en los últimos días de 1849. Originario de España, este personaje llegó a México en el verano de ese año, tras una estancia de varios meses en Cuba, en donde además de trabajar en el periódico El Avisador del Comercio, escribió un libro de viaje titulado La Habana por dentro, en el que aprovechaba cualquier situación para criticar –siempre con un tono satírico- al gobierno hispano y a los habitantes de la isla.
Muy pronto se vinculó al mundo del periodismo. A principios de agosto, se comunicó la aparición de una nueva publicación: El Tío Nonilla. Periódico político, entretenedor, chismográfico y de trueno, por medio del cual –se puntualizaba en el prospecto- “unos cuantos holgazanes se [ocuparían] de escudriñar las proezas de los gobernantes, los acontecimientos más recónditos de nuestra sociedad, los chismes y diretes de las mujeres, las aventuras de los hombres más precavidos, los lances amorosos”. El anuncio causó revuelo. Sin demora, los redactores de El Monitor Republicano manifestaron alarma. Confiaban en que las autoridades no tardarían en suspender su publicación (…)[2]
Después de este negro capítulo para Joaquín Jiménez, se habría de presentar su reincorporación, justo en el periódico cuya línea ideológica se vio amenazada nada más se hizo labor de avanzada en el “prospecto”, del que hemos leído, gracias a Chenillo Alazraki la parte sustantiva.[3]
La publicación del primer número se materializó el 19 de agosto de 1849. Meses más tarde, sobrevino para Jiménez el peso de la expulsión ya que en noviembre publicó dos artículos “en los que atacaba la implementación del federalismo en México, pues consideraba que hasta ese momento había sido el “foco de todas las desgracias”.[4]
Medio año más tarde, reaparece El Tío Nonilla sin dejar de notar sus quebrantos y tribulaciones, no solo al principio de la crónica. También al final cuando resalta “lo injusto de mi destino que me había condenado a saludaros después de tan larga ausencia, tratando del asunto más repugnante para mi, y opreciendoos, mal que os pese, ocuparme otra vez que llegue el caso con el detenimiento que merecen estos negocios de cuernos, con que os regala hoy por primera vez.-El Tío Nonilla.
El Tío Nonilla, ni más ni menos retorna a la palestra escribiendo una reseña taurina a partir de los hechos que ocurrieron en la
El cartel…
A continuación, incluyo el texto completo de sus apreciaciones:
El Monitor Republicano, del 6 de junio de 1850, p. 6 y 7.
Por ser muy extensa, traigo hasta aquí las incidencias del tercer toro:
Tercero llamado Terrible, y cuyo imponente nombre había sido sin duda, la causa de que aun antes de aparecer en la palestra, hubiera sufrido tormentos bárbaros en el toril, por lo cual salió mirando de soslayo y con la mayor gracia, hacia el sitio de la presidencia como suplicando que le despojaran de los cordeles que traía arrastrando como reliquias aún de sus muchos padecimientos. El presidente hubo de compadecerse de tan justa demanda, y mandó que lo tumbaran para quitarle las reatas y cuya operación no sabemos si sería más dolorosa al pobre animal que el haber arrastrado hasta la tumba los cordeles.[5] En fin, tomó nueve varas buenas y recargando la mayor parte, aporreó a ambos picadores[6] repetidas veces, sucedió el eterno descanso a uno de los jamelgos, recibió cinco pares de banderillas entre ellas unas de fuego, lo capeó dos veces el amigo Bernardo con la mayor soltura y salero del mundo. Y por último, pasó a mejor vida y a manos de Mariano (González La Monja) de una sola buena a pasa toro y el cachetero le refrendó el pasaporte de una sola mojada. Este bicho que hubiera lucido como ninguno de su clase si hubiera sido menos maltratado en el toril.
De tan interesante descripción surgen prácticas poco conocidas, formas de realizar las suertes y detalladas circunstancia sobre la que sería por aquel entonces la “suerte suprema”; es decir la estocada. Lo ocurrido en los toriles deja un mal sabor de boca y, hasta El Tío Nonilla desliza una sutil indiscreción [la] “que merecen estos negocios de cuernos…”
[1] Véase: https://ahtm.wordpress.com/2013/01/22/primera-cronica-taurina-en-mexico-1852/
[2] Paola Chenillo Alazraki: “Entre la igualdad y la seguridad. La expulsión de extranjeros en México a la luz del liberalismo decimonónico, 1821-1876”. México, Universidad Nacional Autónoma de México. Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de Historia, 2009. 179 p., p. 57.
[3] Op. Cit. Nota 32: Originalmente Tío Nonilla era un personaje imaginario que acompañaba a Jiménez en sus viajes. A partir de la publicación de este periódico se convirtió en su seudónimo.
[4] Ibidem., p. 55.
[5] Desconozco a qué tipo de práctica se refiere Joaquín Jiménez en su crónica, pero seguramente era un procedimiento que inmovilizaba o enconsertaba a los toros, con lo que su movilidad se veía afectada, ya que tales cordeles causaban “muchos padecimientos”. A lo largo de la crónica se puede comprobar que ese método lo aplicaron en los toriles a los cuatro ejemplares que salieron al ruedo. Hubo un quinto toro, “que será embolado” y con el que terminaba propiamente dicho el festejo.
[6] En esa ocasión salieron en la cuadrilla Juan Corona y Antonio Escamilla como varilargueros.
N. del A.: si hay lectores interesados en conocer a detalle el contenido de todas las entregas en APORTACIONES HISTÓRICO TAURINAS MEXICANAS, así como en LUZ y FUERZA DE LA MEMORIA HISTÓRICA, dejo a continuación el siguiente archivo en extensión PDF. BALANCE DEL 01.06.2016_AHTM-LyFMH