LA CORONACIÓN DE PONCIANO…

MUSEO-GALERÍA TAURINO MEXICANO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Ponciano Díaz fue, durante su vida profesional como torero, motivo de varias muestras de exaltación y homenaje, que culminó con la colocación en sus sienes, de sendas coronas de laurel, como una forma o muestra de idolatría por parte de sus seguidores, que fueron legión. Una de esas tardes, precisamente fue la de la inauguración de su plaza, la de Bucareli, y el 15 de enero de 1888. Por el significado e importancia de la misma, traigo hasta aquí la reseña completa que registra la prensa del momento. 

 BANDA Y CORONA_PDS2

Corona de laurel que conservan actualmente sus descendientes. Cortesía de D. José Velázquez.

 PLAZA DE BUCARELI.

CORRIDA DE INAUGURACIÓN.

OVACIÓN A PONCIANO.

   Por fin llegó el día tan deseado por los taurófilos del estreno de la plaza levantada a expensas del más popular y querido de los toreros, Ponciano D{iaz; acontecimiento esperado con inquietud, que ha ocupado por muchos días la atención pública y de la prensa, y que ha acabado de trastornar los cerebros no muy firmes de los aficionados al sangriento espectáculo.

   Desde el sábado se notaba una animación, un entusiasmo inusitado entre los taurófilos y especialmente entre los numerosos admiradores del simpático diestro, habiendo quedado ese mismo día vendidas todas las lumbreras y gran número de boletos de tendidos, no obstante que los precios fueron altos, por tratarse de la corrida de estreno, y de que la empresa de Colón, queriendo tal vez establecer competencia con la nueva plaza, rebajó los precios de entrada para la corrida que en aquella se verificó el domingo; pero la popularidad y simpatías de que goza el espada mexicano llegan a tan grado, que si los precios hubieran sido más elevados, no habría disminuido la concurrencia que asistió a la corrida ávida de aplaudir a su torero favorito y de tributarle una ovación, sin precedente en los anales de la tauromaquia en México.

   Desde mucho antes de dar principio la corrida, la plaza se veía ocupada por una numerosísima concurrencia que llenó por completo el departamento de sol, desde la azotea hasta la barrera, y dejó uno que otro vacío en el de sombra. Las lumbreras estaban todas ocupadas por distinguidas familias, cuyos nombres sería largo enumerar. La plaza presentaba un especto bellísimo, como en pocas de las corridas que se han verificado en los redondeles de esta capital; las azoteas estaban coronadas por vistosos y multicolores gallardetes, y tres músicas, colocadas una en el departamento de sol, sobre la puerta que da salida a la cuadrilla, y las otras en el departamento de sombra, lanzaban al aire sus alegre sones, entreteniendo la impaciencia de los espectadores, a quienes los segundos parecían siglos, y que venían con desesperación que las manecillas de los relojes no apuntaban las tres de la tarde.

   Esta hora sonó al fin. Se presentó en el palco de la presidencia el señor Regidor Abraham Vázquez, y dado el toque de ordenanza, salió la cuadrilla compuesta de Ponciano Díaz, con lujoso terno morado y oro; Ramón Márquez, de azul y oro; Mercadilla (a) Zenzontle, de verde y oro; Felícitos Mejía, de azul y plata; Tanganito, de rojo y plata; Calderón, de verde y plata; un desconocido que vestía de azul y plata; cinco picadores que lucían bonitas chaquetas blancas y rojas con caprichosos bordados de oro y plata y elegantísimos sobreros charros; y por último, los muleros y monos sabios que vestían bonitos y vistosos trajes.

   Al presentarse la cuadrilla la banda de la Escuela Correccional que ocupaba la plataforma situada sobre la puerta del arrastradero, entonó la marcha “Ponciano Díaz”, compuesta expresamente por D. Pedro Inclán para que se tocara este día. El público prorrumpió en un grito atronador, colosal; la vista de Ponciano convirtió la plaza en un manicomio, y era imposible distinguir las mil aclamaciones salidas de aquellos pechos entusiastas; el redondel quedó en un momento tapizado de sombreros y de innumerables ramos y flores deshojadas que se arrojaban a los pies del diestro, a quien se notó visiblemente conmovido, agradeciendo con algunas lágrimas que vemos rodar de sus ojos, las demostraciones frenéticas de simpatia de que era objeto. Restablecida un tanto la calma, se presentaron en el redondel una niña vestida de América y un niño con traje de indígena de Zacapoaxtla, empuñando aquella en una mano el pabellón nacional y llevando en la otra una corona de laurel con lazos tricolores, y la niña María Martínez con su hermanito, llevando aquella otra corona de laurel y éste una caja con un obsequio. Entonando la diana todas las músicas, y entre los aplausos y aclamaciones de los concurrentes, se arrodilló Ponciano en medio del redondel, y mientras la América lo cubría con el pabellón, la otra niña ornaba sus sienes con las coronas. En este momento fueron arrojadas del sol innumerables palomas con lazos tricolores en el cuello, y de las azoteas hojas sueltas con versos al héroe de la fiesta. De éstas solo pudimos recoger las siguientes:

 Al renombrado diestro mexicano

PONCIANO DÍAZ

En el estreno de su plaza.

 

Por tu arrojo y destreza

Intrépido Ponciano,

Ni allá en el suelo hispano

Rival has de tener.

Con solo una estocada

Firmísima, certera,

Le das muerte a la fiera

Rindiéndola a tus pies.

Son ya CIENTOS DE TOROS

A quienes cupo en suerte,

Esa súbita muerte

Que tu espada les dá.

¡Viva el hábil torero,

El diestro mexicano,

Sí, sí, viva Ponciano,

Su nombre sea inmortal,

 

En frente al toro y con espada en mano

No hay quien iguale al célebre Ponciano.

Eres y has sido tú, siempre el primero,

En banderillas, lazo y coleadero

 LA CORONACIÓN DE PONCIANO...

Caricatura de Ponciano Díaz, aparecida en México Gráfico, D.F., del 2 de septiembre de 1888.

 MARCHA “PONCIANO DÍAZ”

 Con música del maestro P. Inclán.

 Se presenta al redondel

El simpático Ponciano,

El valiente mexicano,

Que al toro sabe vencer.

Miradlo como se entrega

A repartir su cuadrilla

Y miradlo como brilla

Durante toda la brega.

Ya con la capa se avanza

A desafiar a la fiera,

Que orgullosa y altanera

Al verlo, sobre él se lanza.

Pero él con calma y destreza

Se encara con la atrevida

Hasta que la ve rendida

Y humillada la cabeza.

Con un estilo sencillo

Toma un par de banderillas

Las pega, no en las costillas,

Sino en el mero morrillo.

Y si las pone a caballo,

En esto no tiene igual,

Pues le he buscado rival,

Y en México no lo hallo.

Tocan por fin a matar;

La suerte más arriesgada,

Pero él tomando la espada,

A la bestia va a retar.

Y allí con su faz serena

Con una buena trasteada,

Le da al bicho una estocada

Que lo hace morder la arena.

Y con la cabeza erguida

A sus pies mira postrado

Al toro que ya ha matado,

Al toro que está sin vida.

Entonces el soberano

Aplaude con fe sincera,

Porque es la espada primera

En México, el gran Ponciano!

                                                                                                 ANSELMO G ARUSTI.

    Una de las niñas le recitó una poesía a Ponciano, y el conocido Sr. Cantoya bajó al redondel para obsequiar al diestro con una cartera, y le dirigió algunas palabras que nos fue imposible oír.

   Terminada la ovación, que duró más de media hora, comenzó la lidia, dándose salida al primer bicho enchiquerado. Ramón Márquez le paró los pies y Ponciano le hizo un recorte bueno (palmas) y otro en que salió encunado. Los piqueros mojaron cuatro veces, con caída de uno de ellos; al quite coleando Ponciano. Entre Ramón Márquez y Calderón le colgaron al toro cuatro pares de elegantes banderillas, todos al cuarteo. Ponciano tomó los trastos, y dirigiéndose al frente de la lumbrera núm. 8 ocupada por la señora madre del diestro, dijo: “Por mi patria, y porque tú, madre, veas el fruto de mi trabajo”.

   Algunos concurrentes tomaron a mal que Ponciano no hubiera brindado el toro a la presidencia, como es de ordenanza; pero en cambio, otros muchísimos le aplaudieron; aprobando la conducta del hijo amante, que en público y en aquellos momentos solemnes, hizo a la anciana autora de sus días una demostración de su ternura y de sus bellos sentimientos filiales.

   Después de un trasteo regular, Ponciano despachó a su enemigo de una buena estocada aguantando, seguida de un supremo descabello al primer intento. (Palmas, flores, sombreros y dianas).

   El segundo toro recibió 6 malas varas a cambio de dos caídas; al quite Ramón. En este tercio se hizo aplaudir Ponciano por su lance de capa, compuesto de tres verónicas y un frente por detrás. Tanganito y Mercadilla salieron a parear, dejando el primero dos pares aprovechando y el segundo otros dos al cuarteo. Ponciano brindó por la presidencia, y después de algunos pases se tiró a volapié con media estocada suprema en su sitio, con la que rodó el animal. (Ovación).

   El tercer toro tomó cinco varas, propinando tres tumbos y quedando en uno de ellos al descubierto el picador; al quite Ramón. Felícitos y Calderón pusieron tres pares al cuarteo y el último uno de frente. Después de brindar Ponciano la suerte al sol, la consumó con una estocada aguantando, alta y hasta el puño. (Ovación general).

   Seis varas se tragó el cuarto toro ocasionando dos caídas, después de haberle Ponciano parado los pies. Entre Calderón y Márquez dejaron cuatro pares al cuarteo, con una buena salida falsa del segundo y dos del primero. La muerte de este toro la brindó Ponciano “Al bello sexo que me honra con su asistencia”, y después de un pinchazo sin soltar, se tiró a volapié con una estocada caída. (Palmas).

   Al quinto toro, aplicaron los piqueros once puyazos, siendo enganchado Pedro García por el muslo derecho, por lo que fue retirado a la enfermería. Tanganito puso un par al cuarteo y otro al aire, y Mercadilla un par al cuarteo y otro a la media vuelta. Ponciano se encaró con el toro y al comenzar a pasarlo sufrió un desarme, siendo perseguido y habría sido inevitablemente cogido, sin el oportunísimo capote de Ramón Márquez, quien recibió una frenética ovación muy merecida por su quite, que fue el de la tarde. Repuesto Ponciano, largó una estocada que cortó la herradura.

   El sexto, último toro de la corrida, tomó seis varas. Ponciano, a caballo, puso un par abierto y desigual, un medio y otro par bueno. El mismo despachó al bicho de un pinchazo y de un buen metisaca.

   Al retirarse la cuadrilla volvieron a oírse las entusiastas aclamaciones de felicitación a Ponciano, quien debe haber quedado satisfecho de su trabajo, que en esta corrida rayó a gran altura, y de las demostraciones no interrumpidas de cariño y de simpatía que se le prodigaron, las que fueron recibidas por el hábil diestro mexicano con esa modestia que tan simpático lo ha hecho a sus admiradores. Su mejor recompensa, su más preciado premio, han de haber sido las lágrimas arrancadas a su madre amada, por el júbilo, por la emoción de ver a su hijo convertido en ídolo del cariño de un público entusiasta hasta el delirio.

   Para terminar, damos a continuación la lista de los obsequios hechos a Ponciano:

     Una banda tricolor con fleco de oro.

     Una cartera de piel de Rusia.-Sr. Cantoya.

     Un fistol de oro con brillante y rubíes.-Sr. Quintín Gutiérrez.

     Un par de zapatillas de piel de cabra con bordados en oro

     Una manifestación impresa en seda con letras de oro y firmada por la Sra. Josefa Romero.

     Dos coronas de laurel, ofrecida una por la niña María Martínez.

     Una pistola Colts con incrustaciones de oro y plata, colocada en una caja con un escudo de plata en que se leía la dedicatoria A Ponciano.-El hijito del Sr. Quintín Gutiérrez.

     Una espada y un cuadro con el retrato del diestro.-Sres. Juan B. Martínez, Juan Flores, Emilio López, Adalberto Vázquez, Juan Morales y Jesús Álvarez.

     Multitud de ramos de flores artificiales, ofrecidos por diversas personas.

 EL NUEVO NACIONAL. T. I. México 17 de enero de 1888. N° 13).

Deja un comentario

Archivado bajo MUSEO-GALERÍA

Deja un comentario