EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX MEXICANO.
POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
Gaona se despide el 12 de abril de 1925. Ocho días después, Fermín actúa en la plaza de toros CHAPULTEPEC, obteniendo -como becerrista- un triunfo mayor, al cortar las orejas y el rabo de un ejemplar de la ganadería de El Lobo. Uno se va el otro se queda. Sin embargo, la afición no asimila el acontecimiento y cree que al irse el “indio grande” ya nada será igual, todo habrá cambiado. Ese panorama “pesimista”, se diluyó en pocos años, justo cuando “Armillita chico” está convertido en figura del toreo.
Después de la despedida de Rodolfo Gaona en 1925; muchos toreros mexicanos vieron en “el petronio de los ruedos” un modelo a seguir. Querían torear, querían ser como él. No estaban equivocados, era un prototipo ideal para continuar con la tendencia estética y técnica impuesta durante casi veinte años de imperio gaonista. Sin embargo estaban llamados a ser representantes de su propia generación, por lo que también tuvieron que forjarse a sí mismos, sin perder de vista el arquetipo clásico heredado por Gaona.
Comparto con ustedes los siguientes cuatro poemas, dedicados a Gaona inmediatamente después de su despedida, con los que se rememora al gran diestro que hoy, a 90 años vistas, sigue siendo tema de conversación. Dichos versos provienen de mi trabajo:
José Francisco Coello Ugalde: Antología de la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI. Prólogo: Lucía Rivadeneyra. Epílogo: Elia Domenzáin. Ilustraciones de: Rosa María Alfonseca Arredondo y Rosana Fautsch Fernández. Fotografías de: Fumiko Nobuoka Nawa y Miguel Ángel Llamas. México, 1986 – 2006. 776 p. Ils. (Es una edición privada del autor que consta de 20 ejemplares nominados y numerados).
1925
DESPEDIDA DE RODOLFO GAONA
(22 de marzo de 1925)[1]
Por fin Gaona se fue,
ya se cortó la coleta,
ya el público no verá torear
a este gran esteta.
Este torero afamado,
entre todos el primero,
deja su honor bien plantado
como gran banderillero.
Después de Ponciano Díaz
fue pontífice en persona,
el Gran Rodolfo Gaona,
el único en nuestros días.
Este valiente leonés,
ídolo del pueblo entero,
toreó por última vez
con valor y con denuedo.
Tan peligrosa carrera
le puso a una gran altura,
que honrando a su patria entera
hoy lo acoge con ternura.
Este “Califa” del ruedo,
como así lo han bautizado,
nunca jamás tuvo miedo
en veinte años que ha toreado.
En su país y en España
alternó con los mejores,
toreros de mayor fama
ganando muchos honores.
Ya se retiró gustoso
lleno de orgullo y de gloria,
despidiéndose del coso
que le dio tanta victoria.
Ya sus simpatizadores
estarán todos de duelo,
pues fue el As de los toreros
que pisaron nuestros ruedos.
Ya los toros más furiosos
no tendrán ese adversario,
que los toreaba fogoso
con un valor temerario.
Los de Veragua y Santín
para grabar su donaire,
celebrarán un festín
con sus pitones al aire.
Los taurófilos en masa,
pa´ recordar su memoria
darán su nombre a la Plaza
de Gaona, su gran gloria.
¡Con que te vas adalid,
con que ya por fin nos dejas,
y de este florido abril
ya para siempre te alejas!
Esta tu última corrida
de gran significación
le has dado en Pascua Florida
para honrar nuestra nación.
Y tu cuadrilla famosa
que te ayudó a desafiar
aquesta vida azarosa
tu labor sabrá imitar.
Porque lecciones has dado
de “Cúchares” que eran como filigranas
no las verá la afición,
sólo quedará tu fama.
Tus “verónicas” y “largas”
que cegaron con su brillo
no habrá quien te las iguale,
lo que fue en ti tan sencillo.
Esos “pares” colosales
al cambio, cuarteo y poder
nunca los pondrá iguales,
aunque lo quieran hacer.
En un álbum perpetuada
tu fama allí quedará
y tu memoria grabada
en la afición seguirá.
En fin, valiente leonés,
te retiras de la danza,
llevando un laurel por tres
que sirve de remembranza.
Ya no escucharás las palmas
ni ovaciones de “El Toreo”,
y tus ternos y capotes
irán a dar al Museo.
Adiós, pues, héroe de León,
te deseamos larga vida,
y con triste corazón
e damos la despedida.
Desde este punto en que estamos
van nuestras últimas gracias
como siempre te aclamamos
“El Rey de las Elegancias”.[2]
1925
ODA FUNAMBULESCA
musa de mis cinco sentidos princesa y esclava,
armoniosamente risueños, tus coros
entona y levanta; que tu acento vibre
en los rojos triunfos de la fiesta brava,
la fiesta de toros.
I
Resuene el clarín,
redoble el tambor,
y entre un gran clamor,
inmenso, sin fin,
avanza en cortejo, con rítmico paso triunfal, la cuadrilla.
Tras las alguaciles marchan los infantes por el redondel.
el oro fulgura, resplandece y brilla,
en los alamares de la chaquetilla,
sobre los bordados de la taleguilla,
en el traje todo de sedas lucientes que viste el tropel.
Y cual dardo de oro que los aires cruza,
aun suene el agudo clangor (¿?) del clarín.
La tarde, como una andaluza,
lleva en los cabellos rosas de carmín.
II
Cubre el sol de púrpuras quemantes
la arena, las gradas, las claras lumbreras;
enciende en las roncas gargantas resecas las risas,
los gritos, las bromas,
de las muchedumbres compactas y fieras,
el loco entusiasmo latino de las viejas Romas.
Revienta en las almas deseos, cual rosas de pétalos rojos
que riega la linfa sensual y feroz de la raza.
Mil fiebres están en los ojos
buscando la traza
de antiguos empeños, de hazañas, de gesta…
y un trueno retumba en la plaza,
señal de la olímpica fiesta.
III
Rebota en la arena, ligero,
un fiero astifino,
listón, capuchino,
y a más botinero,
luciente por fino.
Muestra altivamente su testuz esbelto.
mientras su arrogancia suspende a la tropa
de los lidiadores,
magnífico el toro ruge y se contrae,
y allá una morena con hondos ardores
sueña en Pasifae,
y una rubia sigue por mares fenicios el rapto de Europa…
IV
Recogen las crónicas,
glorias maravillas,
navarras, recortes, verónicas
y los peregrinos cambios de rodillas
del flamante Califa leonés;
al hijo
de este propio suelo,
que a las elegancias del gran “Lagartijo”
aduna los modos sobrios de “Frascuelo”
el de quietos pies.
(Esto no pensaron de Aquiles los sabios Homeros
cuando en las ilíadas elogian al héroe de los pies ligeros…)
V
Contra el caballero del bravo torneo
arremete el toro trágico y puntal,
y se yergue luego llevando el trofeo
de un Cartago mísero en la cornamenta mortal y sangrienta,
sangrienta y mortal.
El niño despliega la capa,
afronta a la fiera, la engaña, la corre, la empapa
en vuelos que fingen vistoso abanico:
Y con regio porte
la gracia del chico
remata la suerte marcando un recorte,
castigo y quebranto de toros.
Y el cálido aplauso derrite
sus oros sonoros
que incesan la gloria del quite.
(Los ojos de “Ojitos” son de alcances largos
y maravillosos cual los ojos de Argos.)
VI
La tarde risueña, dorada, lujosa cual reina andaluza
que baja de un bello albaicín,
insensatos goces y sueños carnales despierta y aguza
con la risa loca que entreabre sus labios llenos de carmín,
y mira el torneo.
Con las banderillas, cual tallos de rosas,
avanza el artista bordando figuras airosas.
Resaltan los golpes de luz de su traje,
diseña, gentil, un paseo,
y cambiando el viaje,
en la misma cara del toro consuma el cuarteo.
Vinos dionisíacos
alegran las almas
y ruedan con palmas, tabacos,
tabacos y palmas.
Los címbalos cantan la gloria del Diestro
que un Olimpo surge por él redivivo.
(Emerson completa su libro maestro
registrando el último Representativo.).
VII
Viene el más supremo de los ejercicios
donde el arte justo del leonés se ensancha;
el arte supremo de los “Desperdicios”,
de los “Chiclaneros”, de los “Cara-Ancha”,
y de aquél gran Montes
que sobre ideales Giraldas triunfante se empina,
y, sol de la fiesta taurina,
descubre horizontes
que aún hoy ilumina.
El sin par Califa lleva en la substancia de su sangre criolla
finuras de esteta
que hubieran tentado la fuerte paleta
de Goya.
El sin par Califa
va por la alcatifa
que un himno sonoro
extiende a sus plantas de príncipe moro
vestido de oro.
Suspiran, suspiran las bellas,
y suerte que brinda,
merece fijar las estrellas
que tuvo en sus ojos la llama de Cava Florida.
La loca fortuna le sirve de esclava sumisa,
la gloria le da su embriaguez,
y la fama exclama con una sonrisa:
“Fuera un majo digno de alegrar los ocios de la reina Luisa
en las cortesanas, en las áureas fiestas reales de Aranjuez”.
VIII
Después de la fiesta,
cansada como una odalisca,
la tarde, en sus palcos aún resta
con enervamiento de esclava morisca.
Mas luego recoge sus briales
de reina andaluza: sus labios sensuales,
sus mejillas pálidas de seda rosada
perdieron su antiguo arrebol,
quién sabe a qué Alambras divinas se va enamorada
de un príncipe bello, y audaz, y valiente, tras la lumbrada
del sol.
Rafael López.[3]
1925
Un ritmo es el toreo…
Rodolfo Gaona toreando a “Revenido” de Piedras Negras.
La vida tiene un ritmo
sencillamente impar.
Todo responde a un claro
y unánime, tic, tac.
Un ritmo es el toreo
un ritmo es el torear,
un ritmo de matices
y de serenidad,
que los técnicos dicen
llanamente “templar”,
y que yo considero
un difícil ritmar
en que “vida” y “tragedia”
tienen que asonatar.
La vida tiene un ritmo
unánime e impar.
¡Un ritmo es el toreo
un ritmo es el torear!…
Cuando el pitón del toro
-rabia y brutalidad-
el pecho indiferente
del diestro va a rasgar,
en uno de esos lances
que “Facultades”[4] dá;
cuando sobre el morrillo
se despetala un par
de banderillas, como
los que sólo Gaona
pudo y supo clavar;
cuando como si fuera
manejado a compás,
se embebe en la muleta
el bravo toro audaz,
siguiendo de “Chicuelo”
el pase natural;
cuando el toro sucumbe
de estocada mortal,
y en los tendidos cálidos
hay hondo suspirar
por el diestro arrojado
que ha sabido matar,
metiendo bien la pierna
y exponiendo “al cruzar”,
la vida ha palpitado
con su ritmo imparcial.
La vida tiene un ritmo
y un ritmo es el torear.
El ritmo es cosa fácil,
es la facilidad,
cuando en cada minuto
se sabe el ritmo hallar,
como en todos sus lances
lo encontraba Marcial
Lalanda, el gran torero
valor y suavidad.
Un ritmo es el toreo
cuando se sabe aunar
el amor a la vida
con un despreocupado
deseo de acabar.
¡Un ritmo es el toreo,
un ritmo es el torear!
El Duque de Veragua.[5]
1925
Corrido de Rodolfo Gaona.
El valiente Rodolfo Gaona
fue un torero sin igual,
con valor y gallardía
por donde quiera triunfó.
En el mundo entero
su fama ha corrido,
porque ha demostrado
que el miedo no ha conocido.
Con qué noble valentía,
mostróse este buen torero,
en todas las lidias
fue por siempre vencedor.
Ahora que pretende
quitarse ya la coleta,
digamos con todo garbo
que su nombre fue un trofeo.
En plazas de España,
con gran bizarría,
como buen espada,
dio muestras claras de hombría.
Esas banderillas
que el indio valiente,
pone en cada vez,
merecen un aguardiente.
Ya que el torero sin par,
nos deja un gran cartel,
pues que no tuvo rival
y por eso es apreciado.
En todo el país su fama
ha sido reconocida,
y el ídolo se llama
de la torería lucida.
Con Belmonte y con Mejías
hizo muy grandes prodigios,
y todititos los días
luchó como un vencedor.
Cuando deje de torear,
quedará un vacío profundo,
pues no se puede negar
su pericia sin segundo.
Qué lujo gasta ese guapo,
cuando sale en sus faenas,
que eso escucha constante
vivas y aplausos sinceros.
Viva! El indio mexicano
que viva! El valiente espada,
que viva! El buen toreador
que vale mucha fierrada.
Ni Gaviño ni Ponciano,
ni ningún otro torero,
ha sido tan mexicano,
como Rodolfo Gaona.
Al retirarse del ruedo,
el luto vendrá a reinar,
en la Plaza del Toreo,
que lo mirara triunfar.
Viva! Rodolfo Gaona,
este espada singular,
Viva! León de Guanajuato,
que es la tierra singular.
Batamos palmas y aplausos
al Califa de León,
que viva la torería,
de este afamado campeón.
Ya con esta me despido,
ya les canté este corrido,
del torero más lucido,
que ha nacido en este suelo.[6]
Las imágenes proceden del folleto “Gaona el Grande”, escrito por Armando de María y Campos en 1924. Además, omito las notas a pie de página, debido a su extensión.
[1] Sic. La fecha de la despedida ocurrió el 12 de abril de 1925.