POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.
El viejo y heroico quehacer que José Ortega y Gasset sintetiza en La caza y los toros, acaba de cobrarse una víctima en la figura de Francisco Rivera Ordóñez. Apenas hemos asimilado este duro percance, cuando el nombre de Saúl Jiménez Fortes se suma a la inhóspita realidad de quienes caen en batalla.
Osada profesión de la que nadie escapa frente al temerario riesgo de enfrentar, en medio de un estado natural salvaje, alterado o adaptado, el encuentro de dos fuerzas aparentemente opuestas, cruce de dos ejes, choque del equilibrio y el caos devenido arte y estructura. Pasión y locura al mismo tiempo.
Disponible en internet, agosto 18, 2015 en: https://anancientseeker.wordpress.com/category/ciencia/
Las figuras rotas de Rivera Ordóñez y Jiménez Fortes sobreviven luego de padecer tremendas heridas y se espera además del milagro, la oportuna asistencia que decidan la cirugía y la medicina en su conjunto, ambas al servicio de la tauromaquia. Recordemos que la medicina en todas sus expresiones, ha estado presente desde que el hombre, en sociedad se enfrentó a la necesidad de curar enfermedades que otros integrantes presentaban ya fuese por razones externas e internas, de edad o de todas aquellas circunstancias que las causaran. Vino con el tiempo el estudio, aplicación y especialización que incluían intervenciones quirúrgicas así como el uso de las más avanzadas tecnologías.
En ese sentido, la tauromaquia no ha escapado a tales bondades, siendo todos sus integrantes o actores, susceptibles de diversos percances que han puesto en riesgo sus vidas. Determinadas muertes, cornadas y otras heridas, que generan la intervención de médicos, enfermeras y todos los servicios en torno a ello, así como las visiones reglamentarias o sanitarias que son obligatorias en estos casos, han permitido que esa comunidad se vea respaldada, garantizando así un servicio apropiado. Si bien todavía es posible observar fallas, o ausencia de tal circunstancia en algunos casos, la tendencia es lograr en forma por demás completa tal prioridad y segura atención.
Todas estas razones son ahora mismo el asidero del que depende la vida o la muerte de aquellos caídos en la lucha, en esa “cruz o cara” a que se someten los toreros, personajes que, entre otras cosas, decidieron poner al filo del abismo sus propios destinos. Habiéndose dado a conocer los partes médicos, estos alcanzan la escala de “muy grave”. Se espera pasen esas primeras y largas horas. Esos primeros y largos días cargados de angustia, pero también de esperanza, donde no quepa la posibilidad de que algunas mentes oscuras piensen que ha sido mejor un balance así que el propiamente establecido por los patrones de la tradición. Quizá por tal motivo, Cayetano Rivera Ordóñez pidió “respeto”, un respeto que se convierte en esa callada oración la cual nos lleva hasta ese alejado punto en el que el silencio se vuelve un lenguaje de reflexión, circunstancia de la que con frecuencia perdemos su verdadera dimensión.
Agosto es, por cierto, y ya lo advertía José Alameda hace muchos años, uno de los meses más trágicos en el quehacer taurino, y hasta en más de una ocasión llegó a preguntarse el porqué de aquella abultada e indeseable presencia. Las causas pueden ser diversas y muy razonables, pero el hecho es que Agosto vuelve a la carga, y se lleva por delante a dos buenos toreros que decidieron honrar una peligrosa profesión, aquella en la que un hombre armado se dirige hacia su víctima –de ahí la caza y los toros– donde la espada se torna en el instrumento con el que habrá de culminar aquel acto, luego de la compleja cacería, cuyos orígenes más remotos pueden remontarse hasta el neolítico o el mesolítico (10,000 a. C. – 8,000 a. C.), donde se registró el fin de la era glacial, se impuso un clima templado y con ello se incrementaron los bosques y una biodiversidad mucho mejor definida.
Dejemos pues que se serenen los más encontrados sentimientos, que los toreros necesitan recobrar aliento y fortaleza…
Francisco Rivera Ordóñez. Disponible en internet agosto 15, 2015: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=23378
Foto: F. Maciá
Saúl Jiménez Fortes. Disponible en internet agosto 18, 2015 en:
http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=23418
…iluminados quizá, por versos que, como los de Concha Urquiza nos recuerdan
Mi cumbre solitaria y opulenta…
Mi cumbre solitaria y opulenta
declinó hacia tu valle tenebroso,
que oro de espiga ni frescor de pozo
ni pajarera gárrula sustenta.
En tu luz gravitante y macilenta,
quebrado el equilibrio del reposo,
vago sobre tu espíritu medroso
como un jirón de bruma cenicienta.
Libre soy de tornar a mis alcores
do Eros impúber la zampoña toca
ceñido de corderos y pastores;
mas a exilio perpetuo me provoca
la chispa de tus ojos turbadores,
la roja encrespadura de tu boca.
Porque se necesitan estas cosas para saber hasta qué punto debería entenderse el misterio de la tauromaquia, sobre todo hoy que se pierde la dimensión de sus raíces para comenzar a ser sometida a un racero entre lo ambiguo, entre esa dicotomía de lo bueno y lo malo, entre el someter a juicios de valor y establecer el prejuicio como la única salida posible en medio de los más eufemismos posibles pero no de palabras claras, que cada vez se enfrentan a maniqueismos feroces e intolerantes . He aquí pues una más de las verdades de la tauromaquia.
18 de agosto de 2015.