LOS “TORITOS” PIROTÉCNICOS Y SU “BRAVA y ARDIENTE” EMBESTIDA.

REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

   Desde la entrada de ciertos virreyes para gobernar –en tanto representantes de la monarquía- a la otrora Nueva España, hubo para su recepción diversas celebraciones que incluían festejos taurinos. En ellos estaba integrada al final de las mismas una pequeña escena denominada “toros de pólvora”. En la recepción del marqués de Villena, en agosto de 1640 hubo ya este tipo de representaciones. Y para que no quedara duda de sus riesgos, pero tampoco de su articulación, por parte de los artesanos dedicados a este riesgoso oficio, en 1780 se solicitó permiso a la autoridad, misma que lo autorizó bajo este principio: “Se promueve el uso de fuegos artificiales en las funciones que se celebren”.

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Fiestas jesuitas en Puebla. Ilustraciones de Fernando Ramírez Osorio.

Fuente: “Fiestas jesuitas en Puebla. 1623”. Anónimo. Gobierno del Estado de Puebla. Secretaría de Cultura, Puebla, 1989. 46 pp. Ils. (Lecturas Históricas de Puebla, 20).

   Ya en el siglo XIX, hubo un personaje llamado Severino Jiménez, cuyos diversos trabajos lo recuerdan –entre otros documentos- este cartel, que da cuenta de un festejo taurino celebrado el domingo 2 de diciembre de 1866:

CARTEL_02.12.1866_PASEO NUEVO_BGyR_ATENCO1

Col. del autor.

Del mismo documento, se desprenden varios detalles que me gustaría compartir, y así continuar con esta reseña, que tiene un doble e interesante motivo.

DETALLE1

Detalle N° 1

DETALLE2

Detalle N° 2

DETALLE3

Detalle N° 3

DETALLE4

Detalle N° 4

Años más tarde, José Guadalupe Posada trabajó este hermoso grabado:

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Grabado de José Guadalupe Posada: “Julio” en Decimocuarto almanaque crítico-burlesco de El Padre Cobos, para el año de 1888. Colección particular.

   Todos estos datos, necesarios como antecedentes, nos llevan a tener mejor idea sobre las imágenes que ahora son motivo de esta nueva entrega. Y me refiero, en primera instancia, a la extraordinaria fotografía que tomó Mario Antonio Núñez López, quien registró el momento en que un “bravo” torito no solo embiste, sino que los valientes que se proponen darle cara, tienen que pasar entre las luces lo que genera quemaduras. Dicha tradición se conserva en Tultepec, población del estado de México donde se ha mantenido la expresión de la pirotecnia, por lo que muchos son los artesanos, pero también los riesgos que allí perviven. Para ese hombre que “pasó entre las luces” debe haberle quedado, seguramente un conjunto de tatuajes fruto de aquel detonar de pólvora, fuego, ruido, aquelarre que en celebración de San Juan de Dios, patrono de los artesanos de fuegos artificiales decidieron llevar a cabo los habitantes de Tultepec, justo el 8 de marzo de cada año. Dice la crónica de Juan Manuel Barrera: “¡Fuego, fuego!” pide, exige la multitud recién el “toro” entra a la plaza. Alguien enciende la mecha y el silbido de los buscapiés estalla en el aire. Las chispas dibujan en la oscuridad y el bullicio crece. Los jóvenes brincan para esquivar los proyectiles.[1]

LA JORNADA_10.03.2016 p. 32

La Jornada, 10 de marzo de 2016, p. 32.

   Y sigue la crónica:

   Al mediodía del 8 de marzo inició en el barrio La Piedad el paseo de los “toros”, muchos de ellos monumentales. En el camino se suman más astados de cartón y madera, hasta llegar a unos 250 de diversos tamaños, todos cargados con cohetes.

   De lo anterior, parece que hay una fuerte necesidad de conservar una tradición con este valor agregado: los toros, donde el riesgo se encuentra lo mismo, frente al burel que soportando el fuego.

   Nos sigue diciendo Juan Manuel Barrera:

   “Durante el recorrido la gente se vuelca en las calles, el colorido de los toros, la música y el entusiasmo crean un ambiente festivo que culmina con la quema horas más tarde; también se pueden apreciar las tradicionales mojigangas, cuyas luces son encendidas cuando inician las notas musicales que acompañan la danza”, relata Juana Antonieta Zúñiga Urbán, cronista de Tultepec.

   “Los toros pirotécnicos se elaboran de diferentes tamaños, desde aquellos que, a la manera tradicional, son portados en hombros por los niños, como las grandes estructuras que en las últimas dos décadas se construyen y que oscilan entre los tres metros de altura y de cinco a seis metros de largo, que para ser movidas requieren de la fuerza de 15 a 20 personas o bien de implementarlas con llantas que faciliten su traslado”.

   “Cachetes”, “El Soñador”, “Trompis”, “Bulldog”, “Tauro”, “Chimbón”, “Diablos”, “La Fiesta”, “Luisitos”, “Gusano”, “Comandante sin cenar” y “Cordobés Jaguar” son los nombres de algunos “toritos”.

   A las 19:00 horas del 8 de marzo comenzó el desafío al fuego de los habitantes de Tultepec. Uno a uno entraron los “toros” a la plaza, también uno a uno fueron quemados.

   En el paseo participaron miles de personas, pero sólo unas 500 ingresan al ruedo para provocar a los “toros”, en la llamada “Pamplonada Pirotécnica”.

   Entra el “toro” y da vuelta a la plaza. Los jóvenes gritan “¡fuego, fuego!” y se retan entre sí: “puto el que se abra”. Los buscapiés salen disparados a todos lados, suben, bajan, golpean cuerpos, rebotan en paredes, se pierden en la noche. Entonces los muchachos brincan para esquivarlos, también eluden al “toro” que los embiste. Algunos osados llevan el torso desnudo, dicen que así no entra ningún cohete en su ropa.

   La fiesta termina la madrugada del 9 de marzo, entre música y bebidas de todo tipo.

   Alrededor de 500 personas resultaron lesionadas por quemaduras y golpes leves, que fueron atendidas en el lugar. Sólo cuatro requirieron traslado a hospitales para atención especializada.

   La cosa no terminó ahí. Días más tarde, y con motivo de la conmemoración de “Semana Santa”, ya para concluir esta, es costumbre inveterada la “Quema de los Judas”, esos personajes non gratos que el pueblo decide destruir en pleno Sábado de Gloria. Entre los sentenciados, el que se llevó todos los honores del repudio y la degradación fue el precandidato a la presidencia de Estados Unidos Donald Trump, quien se ha ganado el rechazo y animadversión de los mexicanos, como ese señor lo tiene de nosotros. Rocío González Alvarado, en la reseña que publicó La Jornada dice que, con

“La salida de dos toritos –armazones e carrizo cargados de cohetes con la forma de los astados- manipulados por jóvenes, que corrieron detrás de la multitud, haciendo estallar la pólvora y los gritos de los mirones, prosiguió el ritual…”

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Fotografía: Francisco Olvera. La Jornada. 27 de marzo de 2016, p. 23.

   Desde luego, nadie quiso quedarse con las ganas de ver consumido en su propia efigie al susodicho millonario y político “gringo” que ha venido ofendiendo y degradando al pueblo mexicano, sin que haya autoridad –política o diplomática- que le pongan un alto a sus desmedidas actitudes. Si en algo puede servir la quema del “traidor de Jesús”, he aquí lo que quedó de sus arriesgadas declaraciones:

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¡¡¡Pum!!! ¡¡¡Trash!!!… ¡¡¡Trump!!!

Fotografía: Francisco Olvera. La Jornada. 27 de marzo de 2016, p. 23.

   Mientras tanto, en la tranquilidad de otros tiempos, aparece aquí la representación de otra imagen entrañable, la que concibió José Jara (atribuida) a principios de siglo XX… que no todo es fuego.

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«Fiesta de pueblo». Catálogo de la galería López Morton.


[1] Disponible en internet, marzo 28, 016 en: http://www.eluniversaledomex.mx/home/nota36171.html

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