JOSÉ RODRÍGUEZ “JOSELILLO” CARA A CARA CON “OVACIONES”. 28 DE SEPTIEMBRE DE 1947.

EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XX.  

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

img641

Joselillo en una tienta celebrada justamente en la ganadería de Santín, de donde un día salió Ovaciones, el novillo que le infirió la cornada aquel 28 de septiembre, y cuyo desenlace, 16 días después, conmocionó a la sociedad mexicana durante el mes de octubre de 1947. Fotografía: Carlos González. Col. del autor.

   El Dr. Raúl Aragón López y un servidor venimos preparando de un tiempo a esta parte el libro “Historia de la cirugía taurina en México”. En dicho volumen, queremos plantear cuál ha sido la evolución de dicha especialidad en el tratamiento y recuperación a heridos por cuerno de toro, así como ocuparnos de casos muy concretos, por documentados, sobre todo de aquellos donde puede realizarse una valoración comparativa entre la medicina y la historia. Creo que ese trabajo promete ser una obra de referencia.

   Considerando que hoy, por razones muy particulares se rememoran los 69 años transcurridos en que el sobresaliente novillero recibió una cornada en la ingle derecha, con sección total de la arteria femoral, misma que 16 días más tarde fue causa de la muerte, la efeméride permite evocar a la “…actitud [misma] de Joselillo frente al toro; ese heroico querer que fue la sustancia misma de su personalidad de hombre y de torero; esa inmóvil guardia caballeresca, altiva y resignada, que él levantó siempre, en cada muletazo frene al cementerio del testuz. Esa herencia tremenda y gloriosa de Manuel Rodríguez que Joselillo quiso tomar sobre sus hombros jóvenes con el humilde orgullo y la voluntaria renunciación de quien sabía que con ello tomaba la cruz”, a decir de Carlos Septién García.[1]

   Hasta el momento, la mayoría de las apreciaciones hechas para esta obra (Historia de la cirugía taurina en México), son fruto de una contemplación imaginada, cuyo sustento es la lectura de múltiples obras, periódicos, escritos y testimonios de diversa índole. Para conformar el perfil de cada uno de los protagonistas ha sido necesaria una imparcialidad a la que se le ha marcado la sana distancia con las pasiones encontradas. Y es que un novillero como Laurentino José López Rodríguez, mejor conocido como Joselillo, fue capaz -en su corta aparición en escena-, de provocar batallas campales debido al personal discurso que propuso, basado en una tauromaquia profundamente dramática, escalofriante, donde al parecer se desquiciaban todas las normas de la tauromaquia que quedaban sujetas al riesgo y a la emoción del vértigo.

   Laurentino José López Rodríguez, había nacido en el pueblo de Nocedo de Curueño, provincia de León, España el 12 de julio de 1925. Apenas un adolescente en cierne, llega a nuestro país en el verano de 1932, quien junto con su hermano José Luis atenderían diversos negocios en una tienda de abarrotes. A finales de 1944 Laurentino viste por primera vez el traje de luces en Tepeji del Río, estado de Hidalgo, aunque fuera solo para permanecer la mayoría del tiempo detrás del burladero.

   José, seguramente quiso someter la técnica y la estética con un estilo que iba camino de la madurez, aunque para eso fuera necesario más tiempo, y no pudo ser. Tuvo que ponerse al tú por tú con una buena cantidad de novillos, a los cuales aprovechó hasta donde pudo, empleando métodos poco escolásticos pero convincentes y tanto, que la popularidad de su quehacer y su figura pronto se ganaron lugar destacado en el ambiente taurino mexicano, por el cual pasó en fugaz trayectoria entre los años de 1944 y 1947. Lamentablemente, en la mayoría de sus apariciones, sufría más de un susto o percance, de ahí que Rodolfo Gaona dijera de él: “No le he visto aunque por lo que me han dicho, parecer ser un chico muy valiente, que sin embargo está casi siempre a merced de los toros…”[2].

joselillo1

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 522. La fotografía fue realizada por uno de los integrantes de la entrañable zaga “Mayo”.

   Joselillo estaba absolutamente convencido de lo que quería: convertirse en una gran figura del toreo, aunque para ello le fuera la vida. Y así fue. Cada lance, cada pase elevaban la tensión ya por lo arriesgado, ya por el drama consumado en permanentes percances. Y en medio de esos vaivenes, la alternativa estaba planeándose para que Luis Procuna fuera su padrino, ocurriendo tal acontecimiento en la próxima feria del Señor de los Milagros, precisamente para el 19 de octubre de 1947 en la plaza de «Acho», en Lima, Perú. Calificado de “fenómeno” en más de una crónica, fue capaz, con su sola presencia de convocar a la afición de diversas latitudes, provocando llenos y pasiones en medio de una trayectoria cubierta de irregularidades, aunque destacando en aquellas donde el triunfo era legítimo. Pero por otro lado, Don Martín, escribía en el Excelsior del 22 de septiembre de 1947:

“Para el sensacional Joselillo hay una exigencia cruel y un ambiente de hostilidad que no se justifica. A su toro lo saludó con verónicas limpias, citando desde largo, y en su faena de muleta hubo destellos de arte, de valentía, de aguante como en esos derechazos profundos y en esas manoletinas en que envolvió todo su cuerpo en caricias de la muerte. Mató de media estocada en todo lo alto y mientras la mayoría aplaudía con fervor, los eternos reventadores chillaban de lo lindo. ¡Cuántos quisieran ver al ídolo ensartado entre los cuernos como un pelele trágico! Pero Joselillo ya está aprendiendo el oficio y no quiere ser carne de enfermería”[3].

joselillo2

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 523. La fotografía fue realizada por Carlos González, justo cuando más que el diagnóstico, la sonrisa del torero, insinuaba que el riesgo quedaba atrás.

   El percance del 28 de septiembre de 1947 en la plaza «México», cuando Ovaciones de Santín le infirió una cornada fue en principio muy grave. El buen desempeño del cuerpo médico lo ponían lejos de todo peligro, aunque no los dejara tranquilo la presencia de una infección mayor. Los días de recuperación pasaron sin mayores complicaciones. Lamentablemente una complicación cardiaca segó amargamente la ilusión del toreo y de la afición en un momento que esta seguía padeciendo las tremendas sacudidas que estaban ocasionando las recientes muertes de Manolete y de Carnicerito de México, presencias las dos que no era posible aceptar como ausencias de una manera tan violenta, tan rápida, sin permitir tomarse apenas un respiro, y ahora un nuevo golpe llegaba con la noticia amarga de que Joselillo también se marchaba el 14 de octubre, cerrándose de momento aquel martirologio.

   En rigor, sufrió una tromboembolia pulmonar, lo que hoy se controla con medias antitrombóticas que hacen una compresión de los vasos sanguíneos para que la sangre circule correctamente. Además, se aplican medicamentos llamados anticoagulantes.

   En su figura más bien delgada se agitaba no un guerrero. Más bien todo un ejército, dispuesto a mantenerse en la línea de fuego. Que una acción más rápida del enemigo obligara esa terrible derrota, pudiera parecer un acto normal en medio de lo que para muchos es simplemente la guerra.

   ¿Dónde empieza y dónde termina la tragedia de este novillero envuelto en el velo del más absoluto de los misterios?

¡Precisamente aquí, en el testimonio de unas imágenes, las pocas que sobre él existen (como por ejemplo las que se incluyen en el largometraje “Torero”) y que nos dan apenas vaga idea de la puesta en escena de aquello que se debatía entre saborear sus alardes y sufrir sus temeridades, las que lo llevaron hasta el sacrificio último para convertirlo en la figura rota de una mitología taurina que sigue evocándolo…

joselillo3

Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 523. Fotografía, Carlos González. José Luis López Rodríguez, hermano de “Joselillo” llora al pie del lecho mortuorio después de haber sufrido una tromboembolia pulmonar.

  Joselillo, a los 69 años de aquel percance y su desafortunada desaparición sigue siendo un icono entrañable, a pesar de lo fugaz y efímero de su presencia, y de que se convirtió -lamentablemente- en una esperanza frustrada.


[1] Carlos Septién García (seud. “El Tío Carlos – El Quinto”): CRÓNICAS DE TOROS. Dibujos de Carlos León. México, Editorial Jus, 1948. 398 p. Ils., p. 323.

[2] José Ramón Garmabella: Joselillo. Vida y tragedia de una leyenda. México, Panorama, 1993. 168 pp. Ils., fots., p. 137.

[3] Op. cit., p. 136.

Deja un comentario

Archivado bajo EFEMÉRIDES TAURINAS DEL SIGLO XX

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s